Introducción1
Con el comienzo del nuevo milenio quedó inaugurado el más ambicioso plan de integración física de Suramérica. La Iniciativa de Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA) fue presentada el 1° de septiembre de 2000 en la Cumbre de Presidentes Suramericanos convocada por el entonces presidente brasileño F. H. Cardozo y patrocinada por organismos multilaterales regionales (Banco Interamericano de Desarrollo, Cooperación Andina de Fomento y Fondo Financiero para el Desarrollo de la Cuenca del Plata).
Posteriormente, en 2008 y bajo un nuevo contexto político regional e internacional,2 se constituyó la Unión Suramericana de Naciones (Unasur). En 2009, este nuevo sistema multilateral creó en su seno una serie de Consejos Sectoriales, entre ellos el Consejo Suramericano de Infraestructura y Planeamiento (Cosiplan) encargado de la política regional de integración física.
La bibliografía especializada en la dimensión física de las experiencias regionalistas del siglo XXI se centra principalmente en dos tipos de análisis críticos: por un lado, los megaproyectos de infraestructura física son analizados como estrategia geopolítica de los países suramericanos para insertarse en la economía mundial, facilitando la extracción de recursos naturales y materias primas destinadas a responder a las demandas de las economías centrales y emergentes en la nueva configuración del sistema internacional. Este tipo de estudios permiten pensar y discutir la integración física en relación con las dinámicas propias de un orden internacional trasnacionalizado. En este sentido, estos trabajos son abordados desde la economía política internacional, la geografía política y el análisis geopolítico crítico. Así, la integración física suramericana es postulada como territorialidad de la dominación (Ceceña, Aguilar y Motto 2007), planificación del territorio (Rascovan 2016) o proceso de reestructuración territorial (Panez, Mansilla y Ponce-Hille 2019); mecanismo de subordinación internacional (Escalante 2018) o ampliación de los circuitos espaciales de producción (Álvarez 2017).
Un segundo grupo de investigaciones sobre el tema realiza una lectura desde la sociología política para explicar los impactos territoriales, ambientales y sociales de la integración física suramericana. La relación entre los proyectos de infraestructura física regional con la consolidación de un modelo de desarrollo extractivista-exportador es el nudo de estos estudios. De modo que se discuten las consecuencias sociales, ambientales y territoriales de esta relación. Extractivismo, dependencia, colonialismo, desposesión y despojo son categorías/tópicos que desde la sociología política crítica se ponen en juego intentado arrojar luz sobre estos procesos. Así, la integración física es considerada piedra angular del modelo extractivo-exportador (Svampa 2007), posibilitadora de enclaves extractivistas (Gudynas 2009) o herramienta del extractivismo (Rey 2015); pero también se la presenta como empresa civilizatoria (Jiménez 2015) o verdaderos dispositivos espaciales del capitalismo moderno/colonial (Milson 2014).
En ambos casos, el debate se centra en los modos en que el desarrollo capitalista se materializa en Suramérica. Este artículo pretende complementar estos abordajes profundizando el análisis sobre los sentidos hegemónicos del desarrollo en la región instituidos a partir de los proyectos de integración física. Para ello es fundamental comprender los dispositivos discursivos que disputan y tensionan los significantes que operan en el campo político y configuran los modos que asume el desarrollo suramericano. En este sentido se asume la premisa sobre el carácter performativo del discurso.
Aunque el término ya había sido usado tanto por Marx como por Schumpeter, el concepto de desarrollo surgió durante la segunda posguerra del siglo pasado, en el marco del análisis económico de los problemas de los países del África, Asia y Latinoamérica. En este sentido, la teoría del desarrollo económico surge como una subárea de investigación en el campo de la economía ortodoxa que no sólo tenía el objetivo de modificar la teoría a partir de la cual explicar la expansión del capitalismo, sino también modificar la realidad de los llamados países pobres.
Como señalara Arturo Escobar, “el desarrollo debe ser visto como un régimen de representación, como una “invención” (Escobar 2007: 11), que ha permeado nuestro modo de comprender el mundo. Modernización, industrialización, acumulación de capital, financiamiento externo, crecimiento, centro-periferia, dependencia, han sido los principios del desarrollo que han moldeado los debates sobre nuestros países.
Entonces el problema (teórico y político) del desarrollo económico ha ocupado la agenda de las ciencias sociales latinoamericanas durante las últimas siete décadas. Desde Prebisch y la CEPAL, a los dependentistas, y posteriormente los debates entre desarrollistas y neoliberales, hasta las relecturas que se han hecho en este nuevo siglo, dan cuenta de que no es un tema saldado ni en la academia ni en la política latinoamericana.
Si bien estas discusiones y abordajes propios de la economía política no son el núcleo de este escrito, sí es necesario tener en cuenta algunas cuestiones fundamentales que permitan comprender los fundamentos de la integración de la región a través de megaproyectos de infraestructura física a partir del siglo XXI.
La idea del progreso indefinido defendido bajo las propuestas del crecimiento económico, la industrialización, el proteccionismo de los mercados internos y la modernización de las sociedades, han sido las promesas bajo las cuales se ha expandido el discurso del desarrollo económico latinoamericano en el imaginario social (Escobar 2007: 20).
El objetivo es reflexionar sobre la configuración discursiva compleja y heterogénea de sentidos sobre el desarrollo suramericano, y su posibilidad de materialización en un modelo extractivista exportador que se tornó hegemónico y operó en la región a través de los procesos de integración física en el periodo 2000-2015.
La lectura propuesta se centra en un abordaje socio-semiótico que brinda herramientas para una descripción de los sistemas de significación, desplazamientos de sentidos y operaciones de performatividad del discurso. Se toman como referencia teórica y metodológica los trabajos de Eliseo Verón (1987) y Marc Angenot (2012) para quienes el discurso es un hecho social e histórico, en tanto producción social del sentido. Asimismo, se asumen algunos elementos del análisis político posestructuralista (Foucault 1996, Laclau y Mouffe 2004; Laclau 2005) para dar cuenta de la dimensión contingente de los procesos históricos, las formas de estructuración precarias y relacionales del sentido de esos procesos sociopolíticos y los límites ontológicos de la realidad social.
Desde estas coordenadas teóricas y metodológicas se examina la constitución de una gramática del desarrollo a partir de las experiencias de IIRSA (2000-2008) y Cosiplan (2009-2015). La noción de gramática proviene de los conceptos de regla y juego de lenguaje acuñado por Wittgenstein. Una gramática es un dispositivo de reglas de producción y reconocimiento de sentido que orientan las acciones y permiten comprender y explicar la continuidad y el cambio en los sistemas de prácticas históricas. Una gramática conforma, complementariamente, una determinada construcción performativa de los problemas públicos que reconfigura las fronteras entre las esferas de lo público, lo común, lo privado, lo estatal.
Específicamente, en este trabajo se entiende por gramática del desarrollo un sistema de reglas y procedimientos lingüísticos y no lingüísticos que confieren significación a las prácticas políticas regionales y que permiten un tipo de ordenamiento hegemónico de tópicas, retóricas y doxas discursivas (Angenot 2012). El estatus político performativo de esta gramática permite hacer (o sea, producir) inteligibles, decibles, aceptables y legítimos los contenidos y referentes del campo significante desarrollo bajo condiciones de producción específicas de la integración física suramericana.
Además de esta introducción, el presente artículo se estructura en cuatro apartados: primero se lleva a cabo una lectura sobre la cuestión del regionalismo y las propuestas de desarrollo en pugna en el periodo estudiado. Segundo, se realiza un análisis del corpus identificando las redes temáticas entre los elementos territorio, espacio, área, frontera y región en la constitución de la identidad de Suramérica como espacio geoeconómico bajo la discursividad de IIRSA y, como espacio geopolítico en la discursividad de Unasur. En tercer lugar, se presenta el análisis de los campos significantes infraestructura y desarrollo, identificando los repertorios tópicos, las inscripciones en las doxas dominantes, los desplazamientos de sentido y las lógicas que hegemonizaron esos campos. Por último, se realizan algunas reflexiones finales sobre los rasgos fundamentales de una gramática del desarrollo en Suramérica.
La reconfiguración del regionalismo y la disputa por el desarrollo: IIRSA y Cosiplan como elementos emergentes de estos procesos
Desde los años noventa, el regionalismo abierto o nuevo regionalismo había sido el motor de la integración y la cooperación entre los países de la región. Su perspectiva de intercambio comercial en tanto elemento central prevaleció en las experiencias regionales del Mercosur y CAN, así como en la dinámica de las relaciones con las economías centrales, principalmente Estados Unidos y Unión Europea y los Tratados de Libre Comercio continental y transcontinentales. La concepción predominante impuesta a través del Consenso de Washington era que los ajustes estructurales y las fuerzas del mercado constituyen un instrumento de crecimiento y desarrollo económico. La reducción del papel del Estado a favor de un protagonismo de los actores del mercado era fundamental para la época. Se impuso “el supuesto de que el desarrollo sería el resultado de la coordinación descentralizada de agentes privados operando de acuerdo con señales de mercado” (Palestini 2017: 194).
En el marco de estas condiciones se instituyó una doxa neoliberal3 sobre la gobernanza regional desde la que emerge IIRSA. Resultó ser un mecanismo institucional de coordinación de acciones intergubernamentales de los doce países suramericanos con el objetivo, según su documento constitutivo (Comunicado de Brasilia 2000), de construir una agenda común para impulsar proyectos de integración de infraestructura física en transportes, energía y comunicaciones. En este sentido, esta iniciativa se constituye en discurso fundante de la integración física suramericana y, por tanto, hace legible el proyecto de desarrollo extractivo-exportador para la región bajo la doxa neoliberal.
El documento “Plan de Acción para la Integración de la Infraestructura Regional en América del Sur”, elaborado por el BID, CAF y FONPLATA, acompañó el Comunicado de los Jefes de Estado en la cumbre de lanzamiento. Este Plan incluye más de 500 proyectos de infraestructura para el periodo 2000-2010, como un intento de contribuir a la integración suramericana.
A este primer momento de construcción de IIRSA, le siguió una segunda instancia entre los años 2002-2004 en la que se avanzó en la planificación y puesta en ejecución de los primeros proyectos. El diseño, la planificación y el financiamiento de los proyectos de infraestructura estuvieron a cargo de organismos multilaterales de crédito como el BID, CAF y FONPLATA. De modo que desde sus inicios la iniciativa estuvo sujeta a los intereses de los organismos multilaterales que plantean una mirada de la región como bloque geoeconómico, postulando la planificación del futuro productivo del subcontinente con base en preceptos de competitividad e integración al comercio global. Como señala Rascovan (2016:17), los organismos multilaterales han sido “los motores ideológicos y financieros de los proyectos” de la IIRSA.
Esta concepción dominante sobre el regionalismo y el desarrollo comenzó a sufrir fricciones a partir de los cambios políticos que se dieron en la región con los nuevos gobiernos en Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia y Ecuador. La literatura politológica ha denominado a estas experiencias gubernamentales como gobiernos de izquierda o centro izquierda (Sader 2010), populistas (Panizza 2006), posliberales (Arditi 2009) o progresistas (Modonesi 2019). A la luz de los objetivos de este trabajo, se considera que en el periodo de estos gobiernos suramericanos hay una profundización de los procesos de integración física bajo una nueva lógica política que posibilita la emergencia de Cosiplan-Unasur.4
La transición del regionalismo abierto a otra estrategia regionalista estuvo marcada por procesos multilaterales profundos y complejos, como la negativa de los países de la región a la propuesta de libre comercio continental liderada por Estados Unidos. El “No al ALCA”, en la Cumbre de las Américas de 2005, consolida una estrategia regional que venía gestándose desde el Consenso de Buenos Aires en 2003.5 Sin embargo, la relación entre los países suramericanos por constituir una nueva lógica estratégica regional no estuvo exenta de tensiones. Venezuela y Brasil protagonizan en este periodo de transición, posiciones disímiles sobre la integración y el desarrollo.6 Ambos países estructuraron sus agendas internacionales a partir de la proyección de sus liderazgos a escala regional. El corolario de ello fue la construcción de ALBA (2004) y Unasur (2008). Más allá de estas disputas, se desenvolvió un intenso proceso de articulación política, con avances y retrocesos, pero claramente marcando una proliferación de cumbres presidenciales y foros de debate que consolidaron un novedoso momento para la región.
En función de este cambio de época, el debate sobre el regionalismo ganó la agenda política y académica, posibilitando y aportando argumentos para calificarlo. Regionalismo estratégico (Briceño 2006; García 2014), regionalismo posliberal (Sanahuja 2012) y regionalismo posthegemónico (Riggirozzi 2012) han sido las conceptualizaciones que han intentado captar la relación entre integración y desarrollo. En este sentido, interesa señalar que estas teorizaciones ponen en común tres elementos constitutivos que configuraron una nueva doxa a partir de este momento en la región: recuperación del Estado como ordenador de la política interna y externa de los países; articulación política de la región a través de un cambio en la correlación de fuerzas dadas por la emergencia de nuevos liderazgos;7 espacios de autonomía y soberanía de los países a partir de nuevos lineamientos de política exterior y solidaridad entre los pueblos.
En este contexto, la experiencia de la Unasur como proceso de institucionalización de la integración regional en el marco de la convergencia de los gobiernos de Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay, Venezuela, Ecuador y Bolivia se convirtió en un sello de época. Si bien el proyecto tiene sus orígenes en la cumbre de 2000, el proceso de su cristalización fue producto de cumbres presidenciales y declaraciones impulsadas entre 2002 y 2008 por estos gobiernos bajo el liderazgo de Brasil (Freitas 2010; Borges 2011; Bernal-Meza 2015).
Por esta razón se afirma que la Unasur es resultado de lógicas y actores institucionales inscriptos en una novedosa configuración del poder regional. En este contexto nace Cosiplan, creado en la III Reunión Ordinaria del Consejo de Jefas y Jefes de Estado y Gobierno de la Unasur en 2009, como actor fundamental en las definiciones sobre integración física, y posibilita la consolidación de un proyecto regional de desarrollo (extractivista-exportador), que venía gestándose desde comienzos del nuevo milenio.
Al respecto es necesario señalar que la consolidación de este modelo de desarrollo se inscribe en un patrón de acumulación regional que responde a la nueva división del territorio y del trabajo del sistema capitalista (Harvey 2007). Apenas iniciado el siglo, Suramérica comenzó a transitar una peculiar fase de crecimiento económico que duró un poco más de una década. Si bien no es nuevo para la región este modo de inserción internacional, “en los últimos años se ha evidenciado una intensificación de proyectos tendentes al control, extracción y explotación de bienes naturales” (Rey 2015: 1). A decir de Svampa (2012), se ha producido un pasaje del Consenso de Washington hacia el Consenso de los Commodities. Este nuevo consenso supone una reconfiguración del orden económico y político, que en el plano regional es asumido a través del diseño de las políticas exteriores de los países y los nuevos proyectos multilaterales de integración.
Esta investigación sostiene que las reactivaciones de los sistemas de integración en Suramérica a principio del nuevo milenio estuvieron condicionadas por la disputa sobre la resignificación del desarrollo en la región. Se entiende que estos procesos de integración, en su dimensión de infraestructura física, están configurados por dos lenguajes en permanente tensión, ruptura y continuidad disponibles en el escenario suramericano desde principios del siglo XXI: el neoliberal y el neodesarrollista. Se expondrá, a través del análisis del discurso, que ambos lenguajes han configurado los sentidos dominantes que estructuran el sistema de reglas que ordenan el debate sobre el desarrollo en la región del que se impulsa una única propuesta posible: el crecimiento extractivista-exportador.
La producción discursiva del espacio físico: continuidades y rupturas entre IIRSA y Cosiplan
En este apartado se exhibe el análisis de ciertos términos (palabras-polos) que aluden a la dimensión geoespacial de la integración física y que presentan una regularidad significativa en el corpus8 y definen un repertorio tópico. Éstos son: espacio, región, área, frontera y territorio. Se analizan los empleos semánticos de los términos, las relaciones temáticas establecidas (Goldman 1989), y se identifican axiomas e ideologemas (Angenot 2012). También se relevarán las modalidades y componentes del funcionamiento discursivo (Verón 1987). Este repertorio permite comprender el entramado de sentidos a partir de los cuales se constituye en el discurso de la integración física, la identidad de Suramérica como región geoeconómica y geopolítica bajo la discursividad de IIRSA y Cosiplan, respectivamente.
La producción (discursiva) del espacio geográfico se vuelve fundamental para comprender las nuevas dinámicas de acumulación/dominación del capital y las prácticas de resistencia (Santos 2000; Harvey 2007).
Momento de la discursividad fundante: estructuración de IIRSA
En relación con el término “espacio”, se observa que en el periodo 2000-2007 hay dos empleos dominantes de acuerdo con las asociaciones establecidas: por un lado, Suramérica es construida como un espacio físico/geográfico de cooperación e integración. Este empleo alude a la idea de un lugar físico único (común/ampliado), que se constituye a través de los relacionamientos cooperativos que permiten integrarlo efectivamente en una unidad.
A partir del segundo empleo del término se observa que el repertorio de unidades léxicas asociadas (espacio económico, comercial, de mercado, social) aluden a un ámbito específico de relaciones que se entablan en esa unidad: las interacciones socioeconómicas.
Aparece así, en el plano del componente didáctico de los enunciados (Verón 1987), el primer axioma que estructura la estrategia discursiva de IIRSA: Suramérica se constituye como unidad geoespacial a partir del mercado.
Otro de los términos analizados es “área”. Los usos de este término también aluden a dos dimensiones interrelacionadas que la constituyen como superficie particular: las relaciones político-institucionales (área de paz, cooperación, DDHH) y económicas-comerciales (área de libre comercio) ligados a ciertas asociaciones axiológicas que definen una función semántica indicadora del ser (área competente, estratégica) o definida por formas antinómicas (áreas rezagadas o aisladas) que dan cuenta de una carencia en el plano evaluativo de los enunciados. Carencia que se resuelve, en el plano programático del discurso, con la integración física. En el caso de región, se observa una red de relaciones temáticas y axiológicas que definen a Suramérica como un territorio homogéneo constituido por ciertas condiciones materiales (infraestructuras, desarrollo) y simbólicas (historia común, herencia cultural). Así, la región es definida por un encadenamiento de términos propios del campo económico-comercial (ingreso, exportaciones, inversiones, productos básicos, capital, sinergias, eficacias, competitividad) que se articulan con usos políticos-institucionales del término (estabilidad institucional, seguridad).
Además, la región aparece enunciada tanto como sujeto de acción que anhela, desea, a la vez que en el plano evaluativo se presenta como territorio social portador de grandes problemas (región afectada por grandes flagelos, pobreza, enorme déficit social). Asimismo, se identifica un tipo de relacionamiento constitutivo de esta palabra polo con otra dimensión territorial: ámbito internacional, corrientes internacionales de capital, competitividad internacional, entorno mundial. Y aquí aparece el segundo axioma de la discursividad de IIRSA: Suramérica se define como región a partir de su relación jerárquica de subordinación al ámbito internacional.
Por último, se identificó la noción “frontera/s” como otra palabra-polo de la discursividad IIRSA ya que alude a la dimensión geográfica de los sentidos articulados a la constitución de una identidad suramericana. Aquí se verificó nuevamente la tendencia dominante de estructuración de relaciones temáticas y axiológicas: las fronteras se definen por sus posiciones (nacional, continental, internacional) en el juego de relaciones discursivas; y remiten a valores referenciales negativos (fronteras deficientes o inexistentes).
Del análisis del discurso oficial surge que IIRSA es un megaproyecto de planificación geoespacial del territorio suramericano que tiene como principal objetivo conectar la región al mercado mundial. Surge así una visión geoeconómica del territorio que dominará la constitución de las relaciones multilaterales regionales desde el comienzo del milenio.
La articulación del territorio a través de la integración física es propuesta como posibilidad geoespacial de convertirlo en corredores de extracción de la producción de bienes y servicios de la región de manera eficaz y competente. En los documentos del BID aparece enunciada, en el plano programático, la construcción del espacio suramericano como una red continental de infraestructura regional planeada territorialmente a través de corredores de desarrollo económico y social. Se identifican en el discurso una serie de ideologemas9 (crecimiento económico, sustentabilidad del medio ambiente, economía globalizada, democracia) que le otorgan plausibilidad y legibilidad a la doxa neoliberal en la que se inscribe la discursividad IIRSA.
El despliegue del paradigma neoliberal supone no sólo una serie de políticas económicas sino también profundos procesos de ordenamiento territorial y del espacio social. La IIRSA es presentada desde su constitución como un megaproyecto que busca adecuar la infraestructura de América Latina a su nueva geografía económica, marcada por el desarrollo del modelo extractivo-exportador que mercantiliza los bienes comunes y necesita transformar el territorio para cerrar el ciclo productivo (Navarro 2015).
Segundo momento de estructuración discursiva: Cosiplan-Unasur
En el caso de la discursividad de Cosiplan-Unasur se observa que la palabra-polo “espacio” aparece dominantemente asociada a una red léxica propia del campo político: espacio integrado en lo político, de concertación, de diálogo, de construcción de consensos, de reflexión, de negociación común, de coordinación, de aprendizaje y cooperación, de encuentro, consulta, de convergencia, para la participación, de articulación.
La discursividad Cosiplan construye la noción de espacio como lugar físico dominado por lo político: el espacio suramericano es fundamentalmente un lugar político de disputa y de negociación. Subordina de esta manera el campo de lo económico a los designios de la construcción política.
Asimismo, el léxico económico domina las asociaciones del segundo empleo del término: espacio económico y social, espacio innovador, económico ampliado, de discusión técnica, de acción económica. Se subvierte el orden de la significación que había dominado la discursividad de IIRSA hasta este momento de institucionalidad: lo político desplaza a lo económico en la definición geoespacial de la identidad suramericana; aunque ese desplazamiento de sentidos se entiende como el condicionamiento de un campo significante sobre el otro.
También se identifican tres dimensiones espaciales de la integración suramericana: espacio regional, local y mundial. Cada dimensión espacial supone una configuración geográfica de integración y por tanto de relacionamientos que lo constituyen: el espacio local es el espacio de la institucionalidad, el espacio regional es el espacio de la unidad y la cooperación, y el espacio mundial es el espacio de inserción internacional.
El segundo término analizado es “área”, que aparece asociado a términos que refieren a cierto tipo de relaciones materiales específicas que la constituyen: Suramérica es un área productiva, de trabajo, de cooperación. Un nuevo lenguaje domina el campo de lo económico. Lo productivo desplaza lo comercial en la estructuración de relaciones de significación de este término. Asimismo, se observa una red verbal que la posiciona como sujeto de acción (área de influencia, de acción, de actuación, de protección ambiental).
En el caso de “región”, si bien se observa una red de oposiciones axiológicas evaluativas (región con problemas, con desigualdades) que la tematizan, también se halla una vasta red de términos con los que entabla relaciones de asociación: por un lado asociaciones en el campo de lo económico (comercio exterior, exportaciones, empleo, empresas, recursos naturales, mercado consumidor, liberalización comercial, desarrollo con inclusión social, capital natural, pequeñas empresas) y por otro relaciones en el campo de lo político (pueblos, identidad, historia, instancias políticas decisivas, visiones). Estas relaciones de asociación permiten identificar entidades colectivas (pequeñas empresas, trabajadores) y metacolectivas (pueblos) como destinatarios positivos en ambos campos.
A diferencia de la discursividad de IIRSA en la que sólo se identifican formas nominales (democracia, seguridad, capital) sin enunciar destinatarios, la discursividad de Cosiplan recupera estas entidades con una fuerte condensación significativa.
Sobre las tematizaciones del término “frontera/s”, lo encontramos asociado a nacionales, entre países, común, que aluden a su dimensión geográfica. Asimismo, aparece ligada a la oposición axiológica evaluativa cada vez más permeable, que se relaciona con la red verbal que propone a través de los verbos coordinar, gestionar, controlar las fronteras suramericanas sobre la que recaen las acciones de una política de integración física.
Y, por último, en la discursividad de Cosiplan encontramos enunciado el término “territorio” como otra dimensión geoespacial de la identidad suramericana. Este término aparece asociado a la noción política Estado y a términos del campo de lo económico-ambiental como desarrollo sustentable, manejo ambiental, desarrollo integral y sostenible que tematiza bajo un nuevo lenguaje al territorio y que se torna hegemónico en esta discursividad.
Del análisis expuesto, se interpreta que el discurso de Unasur estructura una relación constitutiva entre los tópicos que aluden a la dimensión geoespacial de la identidad suramericana (espacio, región, territorio) con entidades de la enunciación que identifica destinatarios de las políticas de infraestructura (los colectivos de identificación “países, pueblo/s”) y una visión sobre el desarrollo (social, económico, sustentable, sostenible) que tematiza lo ambiental y lo social como nuevos campos de significación. De modo que la integración física es posibilitadora de un relacionamiento específico entre estos tres repertorios de tópicos que constituyen la identidad suramericana como espacio geopolítico.
Como se había señalado en el apartado 1, Cosiplan surge en el marco de un nuevo proceso de regionalización (posliberal-pos-hegemónica) que supuso la circulación de un nuevo lenguaje disponible en las disputas por los sentidos de la época. Así la doxa neodesarrollista ha dominado las experiencias posliberales de los gobiernos suramericanos y la discursividad de Cosiplan-Unasur emerge bajo estas posibilidades.
Las tópicas espacio, área, región y frontera aluden al “lugar común” de referencia en todo debate sobre el desarrollo en Suramérica en estos documentos. Se constituye así, como un símil social (Angenot 2012). Del análisis de la dimensión espacial de la integración suramericana surge que este repertorio de tópicas arraiga dos lógicas que instituyen la identidad suramericana, tanto la geoeconómica de IIRSA, como la geopolítica de Cosiplan: es un lugar atravesado por la lógica de la barrera y la lógica del recurso. Estas lógicas se entrelazan para constituir la narrativa hegemónica en el debate sobre la infraestructura física y el proyecto de desarrollo que ella posibilita.
De acuerdo con la lógica del recurso el territorio es presentado como el espacio común de los recursos naturales que muestra una gran dificultad para su acceso. En el caso de la discursividad de IIRSA, esta lógica aparece constituyendo el campo económico de las significaciones sobre la relación entre territorio, naturaleza y desarrollo. En Cosiplan se identifica con el campo de significaciones políticas, a través de la planificación estatal.
Con respecto a la lógica de la barrera, se muestra complementando la narrativa del territorio como espacio geográfico con grandes obstáculos físicos y normativos que imposibilitan el desarrollo.
Ambas lógicas se estructuran en un lenguaje tecnocrático (optimización, visión estratégica), que postula a la naturaleza y la biodiversidad de la región como bienes de mercado intercambiables; a su vez que se enuncia a la naturaleza como obstáculo a sortear a través de la infraestructura física. A decir de Zibechi, “se considera al continente suramericano como la suma de cinco ‘islas’ que deben ser unidas: la plataforma del Caribe, la cornisa andina, la plataforma atlántica, el enclave amazónico central y el enclave amazónico sur. Los ejes de integración y desarrollo atraviesan esas ‘islas’ y rompen su unidad, lo que en el lenguaje tecnocrático se denomina como ‘barreras’ naturales (Zibechi 2006: 21-22).
Infraestructura y desarrollo: la constitución de una gramática
En este apartado se presenta el análisis de los campos infraestructura y desarrollo. El análisis de estos campos permite dar cuenta de la constitución de una gramática del desarrollo como un dispositivo de ordenamiento de los sentidos dominantes sobre el modelo extractivista-exportador como único proyecto de desarrollo posible en Suramérica en el marco de las experiencias de IIRSA y Cosiplan.
La infraestructura como condición de posibilidad para la integración física y el desarrollo de la región
En este punto se trabaja con el término “infraestructura” y se identificaron, a través de las redes de relaciones que establece en el plano semántico y enunciativo, los sentidos dominantes que configuran un ordenamiento de lo discursivo capaz de otorgar legibilidad a los proyectos de integración física suramericana y su articulación con los proyectos de desarrollo en disputa en la región.
En el caso de IIRSA, infraestructura aparece asociada a un repertorio de términos (red/es, corredores, flujos, sectores, proceso logístico, conexión, interconexión) que aluden a su enunciación como una estructura con un patrón característico: la infraestructura física suramericana es una red de mega obras (de transporte, telecomunicaciones y energía), que tiene la función de conectar el territorio y posibilitar la circulación de bienes y servicios ligados a las demandas del mercado.
Esta lógica de la conexión del territorio a través de la infraestructura es postulada por una red verbal cómo estratégica: la infraestructura posibilita la utilización del espacio geográfico, lo facilita, contribuye a su interconexión. De modo que la infraestructura es presentada como acciones que tienen una racionalidad estratégica orientada a un fin: el mercado.
El financiamiento y la inversión son otros elementos tematizados en una red de significaciones asociadas a infraestructura. Aparecen enunciados tres agentes de financiamiento: el sector público, el sector privado y los organismos multilaterales. El sector público, encabezado por los gobiernos de los doce países de la región suramericana, es configurado como el responsable de incentivar al capital privado según las reglas del mercado. Además, el financiamiento de la infraestructura está sujeto a proyectos que se circunscriben al ámbito de las relaciones comerciales suramericanas.
En el plano del componente descriptivo del enunciado se define una red de oposiciones semánticas sostenida por diagnósticos negativos (infraestructura insuficiente, deficiente, con restricciones, con problemas de extensión y calidad, con carencias) que IIRSA vendría a salvar.
Pero también el discurso de IIRSA propone, a través del uso de calificativos positivos, una nueva etapa para la infraestructura: amplia, moderna, eficiente, estratégica.
En el plano del componente didáctico se observa enunciado un principio general que articula los significantes infraestructura y desarrollo: sostenibilidad social y ambiental, que le permite incorporar a la discursividad IIRSA la dimensión ambiental y social a su repertorio tópico. En este sentido se advierte que sostenibilidad se postula como imperativo del desarrollo, entendido como crecimiento económico con límites superables (sociales y ambientales) a través de la infraestructura. Sin embargo, no se enuncian los modos/las formas en que los proyectos de infraestructura ayudarían a garantizar un proceso de desarrollo sostenible, aunque se pone énfasis en las medidas instrumentales: diseño, gestión, evaluación, planificación de los proyectos de infraestructura.
Con respecto al otro momento en la constitución del discurso sobre la infraestructura, Cosiplan es presentado como un nivel específico, por su temática, en el proceso decisional de la Unasur. La infraestructura forma parte de un órgano gubernamental de decisión política encargado de los proyectos; por tanto, aparece configurado como un agente de acción política. Aquí surge un cambio con relación a IIRSA, en donde la decisión sobre infraestructura recaía en manos de los organismos multilaterales de financiamiento: BID, CAF y Fonplata. Sin embargo, este Consejo instituye como parte de su decisión política la incorporación de IIRSA como Foro técnico y la función que había venido desempeñando como planificador de la integración física.
El reconocimiento de IIRSA como sujeto de acción posibilita su continuidad bajo una nueva discursividad que supone la subordinación de la lógica económica-tecnocrática a una nueva lógica que, a partir del análisis, se denomina “política”.
Asimismo, se observa que el término “infraestructura” continúa empleando el mismo repertorio léxico que IIRSA: aparece recurrentemente asociada a interconexión, redes, flujos, sectores, conectividad, obras que aluden a su empleo como una estructura con el mismo patrón: conectar el espacio geográfico suramericano, aunque ahora no sólo al exterior, sino también al interior de la región.
También se identifica una dominancia de sentidos que aluden a la infraestructura como posibilitadora de la conexión territorial y de los pueblos bajo el imperativo del desarrollo sustentable. En este caso, y a diferencia de IIRSA, el meta colectivo pueblo configura en esta discursividad un anclaje que le permite a nivel argumentativo establecer una preposición constitutiva. El/los pueblo/s suramericanos no sólo es destinatario de las políticas de infraestructura sino también es un sujeto de acción.
A partir de la definición de un plan estratégico por parte de Cosiplan se advierte un desplazamiento en los horizontes del plan de infraestructura regional: lo productivo aparece en la agenda de la integración física, identificando nuevas entidades de destinación del discurso.
Desarrollo: entre la sostenibilidad, el crecimiento y el bienestar
En este punto, se presenta el análisis de las relaciones que entabla el significante “desarrollo” en el entramado de sentidos que dominan las discursividades de IIRSA y Cosiplan. A través del estudio del corpus se evidencia que este significante se estructura a partir de relaciones sociohistóricas que lo inscriben en un horizonte discursivo: el de la integración física suramericana que se instituye a partir de dos momentos. Esto permite dar cuenta de que el desarrollo es propuesto bajo estas discursividades como momentos de articulación entre tres elementos constitutivos: la sostenibilidad ambiental, el bienestar social y el crecimiento económico. Los juegos de sentido que entablan estos elementos condensan una serie de significaciones que postulan el desarrollo sostenible como discurso hegemónico en Suramérica en el periodo estudiado.
Se expondrá que los modos en que se articulan estos elementos en las discursividades de IIRSA y Cosiplan permiten interpretar, a partir de las lecturas de Gudynas (2009) 10 que el proyecto de desarrollo extractivista —exportador propuesto por el discurso fundante de IIRSA (que se caracteriza por una sustentabilidad débil y una lógica extractivista como motor del crecimiento económico)—, se consolida y hegemoniza los campos de sentido en la región a través de la lógica política que instituye Cosiplan (lógica neoextractivista ligada a una sustentabilidad fuerte a partir del nuevo papel que asume el Estado).
En la discursividad de IIRSA, se observa que el uso del término supone una forma de entender la realidad suramericana: el desarrollo es una visión, una concepción de la realidad de nuestro subcontinente. Como se expuso anteriormente, los organismos multilaterales han sido los encargados de elaborar los fundamentos de esta propuesta de desarrollo regional que se viene llevando a cabo a través de la integración física, y que se tornó en concepción dominante a partir del apoyo manifiesto de los gobiernos suramericanos.
Esta visión es producida a partir de una red de asociaciones (vías de desarrollo, niveles de desarrollo, diferentes etapas de desarrollo, menor desarrollo relativo, países en desarrollo, áreas de mayor desarrollo) que postulan por un lado la idea de que hay una secuencia que define un orden de progreso (vías, niveles, etapas) en un proyecto de desarrollo; y por otro lado que es una condición a alcanzar por entidades colectivas (países) o nominales (áreas) que forman parte fundamental del proyecto. En el caso de esta discursividad, el término desarrollo condensa una serie de significaciones que aluden a un enfoque geoespacial dominante marcado por lo económico-comercial, al igual que la perspectiva sobre lo social, y entabla una relación marcada por lo institucional con el medio ambiente.
Como se expuso en los apartados anteriores, la discursividad IIRSA se inscribe en una doxa neoliberal que habilita la tematización del significante desarrollo a partir la circulación de ideologemas (productividad, competitividad, eficiencia, equidad) y axiomáticas (patrón de desarrollo sostenible).
Por último, se evidencian en los comunicados de las Cumbres Presidenciales y en los documentos analizados, las huellas sociohistóricas (la tematización de la globalización y la democracia) que operan en la constitución de las invariables axiomáticas del discurso (Angenot 2012) y han configurado la doxa neoliberal.
En cuanto a la discursividad de Cosiplan se observa que el empleo del término se enuncia a partir de una red de oposiciones que aparecen en el componente descriptivo del discurso donde se evalúa de manera negativa su situación de partida. Una serie de problemas sociales (pobreza, desigualdad, exclusión) y económicos (asimetrías, estabilización del sistema financiero, empleo) son planteados como el fin último de un proyecto de desarrollo regional. Su resolución es del orden del deber en el plano prescriptivo del discurso.
También se visualizan las huellas sociohistóricas en las que se inscribe esta discursividad: la unión suramericana caracterizada por la cooperación, la integración física, la democracia, los DDHH y la relación con el ámbito internacional. Como se expuso en los apartados anteriores, la Unasur instituyó un cambio de época a través de la dominancia de una lógica política que animaron los procesos y posibilita el desplazamiento de una matriz mercado-céntrica a una Estado-céntrica en la integración física y su concomitante propuesta sobre el desarrollo regional.
Se observan, en los documentos que forman parte del corpus de análisis, las operaciones discursivas que permiten articular en esta discursividad los elementos constitutivos del proyecto de desarrollo que se consolida y hegemoniza los sentidos en este periodo: el bienestar configurado como un nuevo ideologema que ordena las practicas posibles del crecimiento económico que aparece configurado a partir de una red de calificativos en el plano prescriptivo del discurso (debe ser innovador, dinámico, transparente, equitativo y equilibrado) y posibilita una nueva relación con el medio ambiente basado en la armonía con la naturaleza.
Si en la discursividad de IIRSA, el bienestar social estaba condicionado por el crecimiento económico, y la relación con el medio ambiente estaba circunscrita a la institucionalidad de la norma, en la discursividad de Cosiplan estos tres elementos tienen una nueva configuración de sentidos que los instituye.
Conclusiones: los rasgos fundamentales de una gramática del desarrollo
Este artículo presentó un análisis interpretativo sobre la constitución de una gramática del desarrollo en Suramérica a partir de las experiencias de IIRSA y Cosiplan en el periodo 2000-2015. Dicha gramática es un dispositivo de ordenamiento de reglas de producción y reconocimiento de sentidos dominantes sobre el desarrollo y el modo extractivo-exportador que asume. Es una herramienta de inteligibilidad que se presenta como un campo de distinciones en el que surgen objetos, posiciones de sujetos y funciones de la enunciación.
El estudio se centró en el análisis de discurso de un vasto corpus identificando, a partir de un corte sincrónico, dos momentos en la constitución de esa gramática: de 2000 a 2007 se articula una red de elementos tópicos que instituyen el momento fundacional de IIRSA bajo la doxa neoliberal; y un segundo momento, de 2008 a 2015, en el que se consolida un repertorio de sentidos bajo la doxa neodesarrollista a través de la experiencia de Cosiplan, y produce un efecto de legibilidad y legitimidad de un único modo de decir y entender el desarrollo.
En la actualidad, la región atraviesa un momento histórico de disputa por las dinámicas de acumulación y, por tanto, por los modelos de desarrollo e integración. En este sentido, los procesos de integración física que se vienen experimentando desde comienzos del nuevo milenio han permitido instituir formas y reglas de sentido que operan en el campo político suramericano como una gramática del desarrollo y que opera performativamente sobre los modos (extractivista y exportador) que asume.
Entendemos que esta gramática instituida en la región se constituye a partir de disputas y tensiones políticas que son y han sido articuladas de manera contingente por relacionamientos de prácticas, actores e instituciones gubernamentales. Nuestra indagación y propuesta de análisis versa sobre estos procesos.
Del análisis de la dimensión geoespacial de la integración y de los significantes infraestructura y desarrollo, expuestos en los apartados dos y tres, surgieron los rasgos fundamentales de una gramática del desarrollo en Suramérica entre 2000 y 2015.
El carácter extractivo del desarrollo se fundamenta en la institución de una lógica mercantil que hegemoniza la comprensión del espacio y la naturaleza bajo ambas discursividades.
El mercado mundial se constituye como horizonte para el crecimiento económico suramericano.
Y la integración física suramericana posibilita la articulación entre sustentabilidad ambiental, bienestar social y crecimiento económico como elementos constitutivos del desarrollo suramericano.
Estos rasgos permiten interpretar una continuidad entre IIRSA y Cosiplan posibilitando postular el discurso político sobre el modelo extractivo-exportador como si fuera hegemónico.
Se ha señalado que desde principios de 2000 estos proyectos de integración física han sido un plan para llevar a cabo profundos cambios geográficos y modificaciones sustanciales en las legislaciones nacionales, así como en las relaciones sociales, que permiten facilitar las relaciones intra y extra regionales según los requerimientos del mercado mundial. Y se ha mostrado que a través de este estudio del proceso de estructuración discursiva del campo significante desarrollo es posible comprender las lógicas que anidan en las disputas de sentido en torno a modelos económicos, intereses, actores y conflictos en pugna como operaciones ideológicas en un contexto determinado.
Si bien estos proyectos de infraestructura física de interconexión regional siguen vigentes, la ola conservadora extendida por Suramérica y los cambios en los procesos de integración han abierto grandes incertidumbres sobre su forma y orientación. En este sentido, este nuevo contexto se presenta como una gran oportunidad para cambiar el rumbo que posibilite pensar y construir alternativas nítidas al desarrollo extractivo exportador.