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Migraciones internacionales
versión On-line ISSN 2594-0279versión impresa ISSN 1665-8906
Migr. Inter vol.2 no.3 Tijuana ene./jun. 2004
Artículos
Remesas e inversión productiva en comunidades de alta migración a Estados Unidos. El caso de Teocaltiche, Jalisco
Alejandro I. Canales, Israel Montiel Armas *
* Universidad de Guadalajara
Fecha de recepción: 9 de mayo de 2003
Fecha de aceptación: 26 de mayo de 2004
Resumen
El impacto de las remesas monetarias en las condiciones socioeconómicas de las comunidades de origen de la migración mexicana a Estados Unidos ha sido objeto de un amplio debate que se ha reavivado en los últimos años. En la primera parte de este artículo se analiza la literatura dedicada al caso mexicano desde los años setenta hasta la actualidad. Se presentan las perspectivas estructuralista y funcionalista que han dado cuenta del fenómeno y se hace una caracterización económica de las remesas como fondo salarial de los migrantes. En la segunda parte se presentan los resultados de un estudio de caso realizado en Teocaltiche, Jalisco, que explican el papel de las remesas en la reproducción económica de los hogares y en el financiamiento de actividades productivas locales.
Palabras clave: migración internacional, remesas monetarias, inversión productiva, México, Estados Unidos.
Abstract
The effect of remittances on the socioeconomic conditions in Mexican communities that send migrants to the United States has been the object of a broad debate that has revived in recent years. The first part of this article analyzes the literature on the Mexican case from the 1970s to the present. It presents the structural and functionalist approaches that have analyzed the phenomenon and the economic character of remittances as a salary fund for migrants. The second part presents the results of a case study from Teocaltiche, Jalisco, which illustrates the role remittances play in the economic reproduction of households and in financing local productive activities.
Keywords: international migration, monetary remittances, productive investment, Mexico, United States.
Introducción
Actualmente, la migración internacional no sólo se manifiesta como un flujo de personas, sino también como un continuo intercambio de bienes materiales y simbólicos. Al desplazamiento de personas y trabajadores se agrega un no menos importante flujo de dinero, mercancías e información que configuran un complejo sistema social cuyas estructuras de relaciones materiales, sociales y simbólicas trascienden las fronteras nacionales (Kearney y Nagengast, 1989). En este marco, queremos destacar el flujo de recursos económicos que en forma de remesas envía desde Estados Unidos la población migrante a sus comunidades de origen.
Por su magnitud, las remesas representan uno de los principales rubros de transferencias corrientes en la balanza de pagos y constituyen una verdadera inyección de recursos económicos en sectores específicos de las economías regionales y locales. Aunque sólo una pequeña proporción de las remesas se ahorra y destina a la inversión productiva, han despertado un gran interés político y social por considerárseles una potencial fuente de financiamiento del desarrollo regional.
Sin embargo, no parece haber consenso en torno al significado y magnitud de los efectos sociales y económicos de las remesas. Por el contrario, desde los años setenta ha habido un debate académico y político sobre el papel de las remesas en el desarrollo económico de las regiones y localidades. Según Binford (2002), en los primeros estudios de los setenta y ochenta predominó un enfoque estructuralista, y se argumentaba que la emigración y las remesas generaban una serie de distorsiones y obstáculos al desarrollo regional. A finales de los ochenta hubo un cambio en la perspectiva de análisis, no sólo de la migración sino de los procesos sociales en general. Desde una perspectiva funcionalista, diversos autores sostenían que las remesas y la migración podían constituir una opción preferente para el desarrollo y la transformación estructural de las comunidades.
No obstante, en los últimos años ha surgido una visión crítica de ambos enfoques que intenta reorientar el debate en función de las nuevas condiciones de la migración. Nuestra intención con este trabajo es contribuir a este debate aportando elementos analíticos e información estadística que contribuyan a sustentar y validar esta posición crítica en torno al papel de las remesas en el desarrollo regional.
Hemos dividido el artículo en tres apartados. En el primero reseñamos los principales argumentos que sustentan cada una de estas tres perspectivas sobre las remesas; en el siguiente presentamos información macroeconómica sobre el peso y papel de las remesas en la economía mexicana, y finalmente, en el tercero mostramos los datos de un estudio de caso en la comunidad de Teocaltiche, Jalisco, que nos servirá para ilustrar el papel de las remesas en la economía de los hogares y en la formación de establecimientos económicos.
El significado económico de las remesas: breve síntesis del debate contemporáneo
De acuerdo con Jones (1995), en las últimas décadas el análisis de los impactos económicos de la emigración y las remesas ha transitado entre dos grandes paradigmas: el estructuralista (predominante hasta mediados de los ochenta) y el funcionalista (vigente hasta finales de los noventa).1 Asimismo, en años recientes ha surgido un tercer paradigma que, desde una perspectiva crítica a los anteriores, intenta reorientar el análisis de la emigración y las remesas en el actual contexto de renovación del pensamiento crítico en las ciencias sociales.
Migración y remesas en los setenta y ochenta: la perspectiva estructuralista
Con base en investigaciones de campo y estudios de caso en el occidente de México, autores como Reichert (1981 y 1982), Wiest (1984) y Mines (1981) realizaron los primeros análisis empíricos del impacto económico y social de la migración y las remesas en las comunidades de origen de los migrantes. Se trata de estudios elaborados bajo el influjo de una perspectiva estructuralista clásica, que alimentó los enfoques de la dependencia y la teoría del sistema-mundo. Un aspecto que compartían estos estudios era considerar que, en general, la migración tenía un efecto negativo en la economía y la estructura social de las comunidades de origen.
En particular, desde este enfoque se asumía que la emigración y las remesas creaban una serie de distorsiones estructurales que se reflejaban, entre otros aspectos, en una exacerbación "del conflicto social, las diferencias económicas y la inflación de precios, y fomentaban un círculo vicioso por el que la emigración generaba una mayor emigración" (Binford, 2002). En efecto, si bien las remesas permitían elevar el nivel de vida de la población, para mantenerlo era necesario recurrir constantemente a la emigración, ya que no había fuentes de ingreso alternativas en las comunidades que se pudieran equiparar a las remesas. A través de la migración se reproducía, entonces, un círculo vicioso que distorsionaba la economía local y deterioraba sus estructuras sociales tradicionales.
Reichert (1981) calificó a esta dependencia de las comunidades respecto de la migración y las remesas como síndrome de la migración. De esta forma, la emigración era vista como un fenómeno negativo pues, aunque permite elevar y mejorar las condiciones de vida de los migrantes y sus familias, la escasez de oportunidades en las localidades de origen hace que la mayoría de las familias se volvieran dependientes de las remesas, quedando envueltas en un círculo vicioso en el que sólo dicha fuente de ingresos era capaz de suministrar los recursos necesarios para sostener su nuevo nivel de vida.
Asimismo, con la emigración tienden a agudizarse las contradicciones sociales al reproducirse la estructura de diferenciación social y económica y generarse distorsiones estructurales que dislocan la vida social y económica de las comunidades. Al respecto, en un estudio llevado a cabo en Las Ánimas, Zacatecas, Mines (1981) encuentra que las remesas suelen destinarse al consumo, rara vez a la inversión productiva. según este autor, éste es "un ejemplo concreto de una comunidad cuya economía se ha distorsionado por los flujos migratorios" (Mines, 1981:155). En particular, las remesas generaron inflación en los precios de la tierra, concentración en la propiedad de ésta, escasez de mano de obra local y una disminución de lo producido localmente, entre otros efectos, todo lo cual agravó la diferenciación social al interior de esta comunidad.
Wiest (1984), por su parte, apunta que los principales beneficiarios del aumento del consumo no son los habitantes de las comunidades, sino los fabricantes y comerciantes de las zonas urbanas que les suministran los bienes. De esta manera, si se considera también que la mayor parte de las remesas se destinan a gastos "improductivos" (vivienda, bienes de consumo, fiestas y gastos suntuarios), queda claro, entonces, que los efectos multiplicadores de las remesas se reducen sustancialmente. por un lado, el predominio del gasto "improductivo" hace que sean escasos los proyectos de inversión financiados con remesas; por otro, al dedicarse principalmente al consumo de bienes y servicios no generados en la comunidad, los efectos multiplicadores se filtran hacia las zonas urbanas, cuando no directamente a la economía internacional.
Migración y remesas en los noventa: la crítica funcionalista
A finales de los años ochenta se consolida una visión más esperanzadora de las remesas que hace énfasis en sus impactos económicos en las comunidades de origen de los migrantes. Esta sustitución del paradigma dominante no se produjo en el vacío, sino que coincidió con el agravamiento de la situación económica y con un incremento en el flujo de las remesas (Binford, 2002). Según este enfoque funcionalista (denominado así por Richard Jones, uno de sus autores), los estudios anteriores habían presentado injustamente a la emigración como la principal causa de los desequilibrios económicos y de las distorsiones sociales que afectan a las comunidades expulsoras. Sin analizar a fondo las causas de estos desequilibrios y distorsiones, este enfoque invierte las relaciones de causa y efecto y plantea que la migración y las remesas deberían ser vistas como un instrumento que puede ser aprovechado para revertir las condiciones de desigualdad social y atraso económico que prevalecen en las comunidades de origen de la migración.
En particular, se sostiene que las remesas promueven el desarrollo regional en, al menos, tres formas complementarias: primero, se habría subestimado de modo considerable la inversión productiva financiada con remesas; segundo, aun el gasto denominado "improductivo" genera efectos multiplicadores a nivel local y regional, y tercero, las remesas contribuyen también a reducir las desigualdades de clase, regionales y rural-urbanas. A continuación se detallan estos tres argumentos.
La inversión productiva. En diversos estudios se señala que las remesas constituyen una importante fuente de financiamiento de inversiones productivas, especialmente en el ámbito rural. Entre estos estudios destacan los de Durand (1994), sobre la fabricación de calzado en San Francisco del Rincón (Guanajuato), y Jones (1995), acerca de la producción de melocotón en Jerez (Zacatecas). En ambos casos se documenta cómo las remesas suministraron los fondos necesarios para desarrollar industrias dinámicas insertas en los circuitos económicos regionales. Junto a estos estudios de caso, también se han desarrollado modelos econométricos que, con información recopilada en encuestas de ámbito supralocal, muestran cómo las remesas permiten capitalizar un porcentaje apreciable de empresas. En este sentido, destaca el trabajo de Massey y parrado (1998), quienes, con base en información del Mexican Migration Project, estiman que las remesas habrían permitido capitalizar más del 20 por ciento de las empresas de diversas comunidades de alta emigración del occidente de México.2
Efectos multiplicadores de las remesas. Diversos estudios señalan que no sólo las inversiones productivas impulsan la economía nacional, sino también los gastos de consumo financiados con remesas, ya que incrementan la demanda de bienes y servicios producidos en México (Durand, Parrado y Massey, 1996; Stahl y Arnold, 1986, para el caso de los países asiáticos). En este mismo sentido, mediante modelos macroeconómicos de contabilidad social se han realizado estimaciones econométricas que miden de una forma más precisa el impacto de las remesas en la economía mexicana. Un trabajo pionero fue el de Adelman y Taylor (1990), quienes a finales de los ochenta estimaron que el efecto multiplicador de las remesas en las economías regionales era de 2.9 (esto es, por cada dólar adicional que ingresaba como remesa el PIB se incrementaba en 2.9 dólares). Con base en este dato, Durand et al. (1996) estimaron que los 2.2 mil millones de dólares que ingresaron en 1990 a México como remesas generaron 6.5 mil millones de dólares adicionales en actividad económica, lo que equivalía a 10 por ciento del valor de los bienes fabricados y a 3 por ciento del producto interno bruto. A nivel local, este efecto sería aún mayor. En su estudio de tres comunidades del occidente de México, estos autores concluyeron que el efecto multiplicador de las remesas explicaba entre 51 y 93 por ciento del ingreso local.3
Remesas y desigualdad social. En algunos estudios se afirma que las remesas son un mecanismo ideal para reducir las desigualdades sociales y económicas, ya que se canalizan directamente a quienes las necesitan sin pasar por filtros caciquiles o burocráticos que pudieran desviar parte de los recursos (Durand, 1994; Durand, Parrado y Massey, 1996). Por su parte, Jones (1998) sostiene que, si bien en un primer momento, cuando son pocas las familias que se han incorporado al flujo migratorio, el efecto puede ser un incremento de las desigualdades en la comunidad, a medida que la emigración se extiende dentro de la comunidad la desigualdad suele reducirse, debido a que cada vez más son más las familias y hogares que se insertan en el circuito de envío y recepción de remesas. Desde una perspectiva macroeconómica, otros autores han aplicado modelos probabilísticos para estimar el impacto específico de las remesas en la distribución del ingreso a nivel regional y nacional (Taylor, 1992; Djajic, 1998). En este caso, los resultados para México no son concluyentes, ya que si bien el flujo de remesas es de gran magnitud, representa menos de 3 por ciento del ingreso de los hogares del país, lo que minimiza su impacto en la distribución del ingreso.4 Sin embargo, en las regiones y localidades el papel de las remesas sí parece significativo y, en general, puede afirmarse que contribuyen a reducir las desigualdades. En el caso del occidente de México, por ejemplo, Canales (2002a) ha estimado que las remesas mejoran la distribución del ingreso entre 5 y 15 por ciento, dependiendo del indicador usado para medir la desigualdad económica.
Con base en estos argumentos, autores como Massey y Parrado (1998), Durand (1994) y Jones (1998), entre otros, consideran que la migración internacional no representa un drenaje de recursos de la economía mexicana, sino que, por el contrario, las remesas configuran una forma de ahorro migrante que, en no pocos casos, constituye una importante fuente de capital productivo y una fuerza dinámica en la promoción de la actividad empresarial, en la formación de negocios y en el crecimiento económico, al menos en ámbitos locales y regionales. Asimismo, en los últimos años han cobrado un especial vigor las remesas colectivas, que, aunque tan sólo suponen una pequeña fracción del total de las remesas, en algunas entidades (como Zacatecas, Michoacán y Guanajuato) constituyen una importante fuente de financiamiento de inversión productiva e infraestructura social, especialmente ante la carencia de fondos públicos y las crisis recurrentes del sector privado.
Esta visión optimista de la migración y las remesas es parte del discurso oficial de gobiernos y de instancias supranacionales como el Banco Mundial (Ratha, 2003). En el caso de México, en particular, esta tesis forma parte del discurso oficial del gobierno, en el que el autoempleo y la formación de negocios familiares (changarros) financiados con remesas se ofrecen como alternativa al desempleo y la pobreza.
Migración y remesas: una visión crítica
En años recientes ha surgido una tercera perspectiva en el análisis de la relación remesas-desarrollo, que replantea los términos en que ésta había sido formulada por funcionalistas y estructuralistas (Binford, 2002). Al respecto, se señala que estos enfoques adolecen de diversas deficiencias conceptuales y metodológicas, a la vez que se sustentan en hipótesis y modelos de análisis que no han sido debidamente contrastados.
En respuesta a los enfoques estructuralistas, se señala que el síndrome de la migración corresponde a un falso dilema. El que la emigración y las remesas sean el único recurso de las comunidades para mejorar sus condiciones de vida refleja la carencia de alternativas de empleo y oportunidades económicas. En esta situación estructural, la emigración no constituye una adicción que, como epidemia infecciosa, va atacando y afectando a más familias y comunidades. Por el contrario, la continuidad y persistencia del fenómeno migratorio no hace sino reflejar la continuidad y persistencia de los factores estructurales que lo originan; a saber, el fracaso tanto del Estado como del mercado para generar empleos, buenos salarios, inversión productiva y crecimiento económico en esas comunidades. En otras palabras, la migración continuará mientras se mantenga esa ausencia de alternativas internas que pudieran mejorar las condiciones de vida de los habitantes.
En respuesta a la perspectiva funcionalista, se plantea que, si las remesas son importantes como fondos de inversión, es por la virtual ausencia de otras fuentes, tanto públicas como privadas, de financiamiento de la inversión productiva. En el primer caso, la ausencia de financiamiento público se debe al abandono por parte del Estado de sus políticas de bienestar, subsidios, apoyo crediticio y fomento a la pequeña y mediana empresa. Por otra parte, la ausencia de fuentes de financiamiento privado refleja el nulo interés de la iniciativa privada (bancos, financieras, grupos empresariales, entre otros) en financiar proyectos productivos que, básicamente, son poco rentables e implican un alto nivel de riesgo. Las remesas en ningún caso son la solución a este abandono del Estado y al fracaso de la iniciativa privada: son su consecuencia, el único recurso que les queda a los migrantes y sus familias. En este contexto, lo relevante no es el potencial que las remesas tienen como fuente de financiamiento de proyectos productivos e infraestructura social, sino que en muchos casos son la única fuente disponible. Por lo mismo, es un error considerar que las remesas pudieran sustituir las responsabilidades que el Estado a través de sus instituciones, y el mercado a través de sus agentes, tienen en el desarrollo regional. La falta de desarrollo no se resuelve con la migración, sino con políticas de desarrollo, entre ellas las de fomento a la inversión, sea estatal o privada.
En este enfoque alternativo las remesas no son consideradas ni como una forma de ahorro ni como una fuente para la inversión productiva, sino que son conceptualizadas como un fondo salarial que, como tal, se destina principalmente al consumo y la reproducción material del hogar (Canales, 2002a). Por ese medio contribuyen a mejorar las condiciones de vida de las familias de los migrantes y a contrarrestar su empobrecimiento derivado de las crisis económicas recurrentes y los efectos de las políticas neoliberales de ajuste estructural.
Si consideramos que la migración de mexicanos a los Estados Unidos es un fenómeno eminentemente laboral, es indudable, entonces, que los ingresos obtenidos por los migrantes representan un fondo salarial que, como cualquier otro, tiende a usarse preferentemente en la reproducción material de la familia. Este salario lo canalizan los migrantes como "transferencias internacionales" que, de acuerdo con la nomenclatura contable, asumen la forma de un ahorro externo, aunque en realidad disten mucho de ser realmente un tipo de ahorro propiamente tal, ya que no tienen ni los usos ni las propiedades que tradicionalmente se atribuyen al ahorro personal o familiar (Canales, 2003).
Asimismo, si bien se trata de un flujo monetario de considerable magnitud, los efectos multiplicadores de las remesas están mediados por una serie de factores. Por un lado, las remesas están integradas al ingreso de los hogares desde hace décadas y forman parte de la economía local y regional como cualquier otro ingreso. Por tal razón, y contra lo que usualmente se supone en muchos de los estudios citados, sus efectos multiplicadores no se deben atribuir al total de las remesas, sino sólo a su incremento anual (Arroyo y Berumen, 2000).
Por otra parte, las remesas se canalizan a través de una multiplicidad de envíos de pequeñas cantidades de dinero. Según los datos del Banco de México, los 13.2 mil millones de dólares que en 2003 remitieron los migrantes mexicanos los canalizaron a través de 41.3 millones de transferencias, con un promedio de sólo 321 dólares por transferencia.5
Finalmente, estas remesas se destinan a financiar la reproducción material de los hogares de los migrantes, y es muy poca la parte que se invierte en proyectos productivos (Canales, 2002a). Asimismo, cuando se destinan a proyectos de inversión, éstos tienen un escaso efecto multiplicador, pues en general se trata de pequeños establecimientos, de alcance local y a veces regional, con escasa generación de empleo y bajos montos de inversión. En síntesis, se ubican más bien en el plano de las estrategias de supervivencia familiar que en el de las dinámicas del mercado. Considerando esto, enseguida presentamos información estadística que nos permite sustentar estas hipótesis.
Impacto económico de las remesas en México
Un primer aspecto que se debe considerar cuando se analiza el impacto económico de las remesas es su importancia cuantitativa tanto en términos absolutos como en relación con diversos indicadores macroeconómicos (Alba, 1985; Lozano, 1993). Al respecto, el Banco de México reportó que en 2003 las remesas habían ascendido a 13 250 millones de dólares, y se estima que en el primer bimestre de este año (2004) ya habían ascendido a casi dos mil millones de dólares, esto es, 10.6 por ciento más que en igual período del año anterior. Para tener una idea más clara de lo que este flujo representa para la economía nacional, podemos decir que en 2003 por primera vez las remesas superaron en valor a la inversión extranjera directa, a la vez que representaron 71.1 por ciento de los ingresos del petróleo y 72.3 por ciento de la balanza comercial de la industria maquiladora. En ese mismo año, las remesas superaron en 1.4 y 2.8 veces el monto de divisas generadas por el turismo y por las exportaciones agropecuarias, respectivamente. Como vemos, se trata de uno de los principales rubros de transferencias corrientes de la balanza de pagos y es la tercera fuente de divisas del país (gráfica 1).
Más allá de las deficiencias metodológicas que se han atribuido en estas estimaciones oficiales, lo relevante es que nos permiten analizar las remesas en términos de su evolución y tendencias en los últimos 25 años. Al respecto, la principal conclusión que podemos extraer al observar la evolución de las remesas es su alta sensibilidad a las crisis de la economía mexicana. Al contrario de lo que suele creerse, las remesas no han seguido una tendencia lineal ascendente, sino que tienen una tendencia opuesta a la de los ciclos económicos de México.6
Como se ilustra en la gráfica 2, en la que se compara la evolución del monto global de las remesas con la evolución de las remuneraciones promedio en México, a principios de los ochenta las remesas se situaban en 1.4 mil millones de dólares. Entre 1982 y 1983, coincidiendo con una reducción sustancial de las remuneraciones reales originada por la crisis económica, las remesas se incrementaron a más del doble, alcanzando casi 3.2 mil millones de dólares. Aunque en 1984 descienden a sólo 2.7 mil millones, desde entonces siguen una tendencia ascendente hasta estabilizarse entre 1987 y 1994 en torno a los cuatro mil millones de dólares, en un período en el que los salarios siguieron una tendencia ascendente resultado de un ciclo de auge de la economía mexicana.
Con la crisis económica de 1994-1995 y la consecuente reducción de las remuneraciones reales, las remesas vuelven a incrementarse hasta alcanzar los seis mil millones de dólares. De entonces al 2000, tanto las remesas como las remuneraciones se estabilizan, aunque con variaciones. Así, por ejemplo, en 1998 las remesas disminuyeron ligeramente pero en 1999 y en el 2000 ascendieron a 6.7 mil millones de dólares.7
Este peculiar comportamiento de las remesas nos permite definir su tendencia como anticíclica e inflexible a la baja,8 lo cual ilustra su carácter de mecanismo compensador para las economías familiares en las comunidades de origen (Canales y Montiel, 2003). Las crisis económicas producen un desajuste en el balance consumo-ingreso de las economías domésticas, pues las devaluaciones aumentan el costo de los bienes de consumo y, por tanto, reducen el poder de compra de los salarios y otras fuentes de ingresos. En tales situaciones, las remesas en dólares permiten mantener el mismo nivel de consumo anterior a la crisis. Este comportamiento refuerza la tesis de que las remesas no son una forma de ahorro migrante, sino, más bien, una transferencia salarial que el migrante envía a sus familiares en México, cuyos efectos y usos son los mismos que los de cualquier otro salario: financiar la reproducción material de las familias.
Este carácter anticíclico e inflexible a la baja de las remesas se puede comprobar también si consideramos la evolución del número de hogares mexicanos que las perciben. Entre 1992 y el 2000 prácticamente se duplicó el número de los hogares perceptores de remesas, que de 650 mil pasaron a 1.25 millones. No obstante, no se trata de una tendencia lineal y continua. Como se puede apreciar en la gráfica 3, entre 1994 y 1996, coincidiendo con una de las mayores crisis económicas de México, ocurre el mayor incremento, pues de poco menos de 700 mil hogares perceptores en 1994 se pasó a casi 1.1 millones en 1996, lo que representa un incremento de más del 50 por ciento en tan sólo dos años. Durante la segunda mitad de los noventa el incremento en el número de hogares perceptores de remesas fue muy inferior: 7.4 por ciento entre 1996 y 1998 y 8.9 por ciento entre 1998 y el 2000.
Por lo que respecta a los efectos multiplicadores de las remesas, tampoco es evidente que beneficien a las comunidades de origen. En un estudio basado en datos del Mexican Migration Project, Durand et al. (1996) estiman que en 1990 las remesas generaron 5.8 mil millones de dólares en beneficios directos e indirectos que se distribuyen entre los distintos grupos sociales que consideran: jornaleros sin tierra, minifundistas, obreros urbanos no calificados, obreros urbanos calificados, agronegociantes y capitalistas. Sin embargo, reordenando esa misma información, Binford (2002) demuestra que, aunque los dos últimos grupos no emigran y, por lo tanto, no perciben remesas directamente, son los que más se benefician de sus efectos indirectos, ya que producen o comercializan la inmensa mayoría de los productos comprados localmente con las remesas. En concreto, los agronegociantes y capitalistas habrían obtenido 2 033 millones de dólares, 34.8 por ciento de los beneficios directos e indirectos generados por las remesas.9 Estas estimaciones ilustran que, en la práctica, los efectos multiplicadores suelen transferirse a las zonas urbanas, donde se concentran el comercio mayorista y la producción industrial. Esto pone en duda la capacidad de las remesas para lograr un mayor equilibrio en la redistribución de la renta entre las zonas rurales y urbanas.
Asimismo, también es cuestionable la magnitud del efecto multiplicador, independientemente de a quién beneficie directa o indirectamente. Como señalan Arroyo y Berumen (2002), suele haber una confusión conceptual cuando se analizan los efectos multiplicadores de las remesas. De acuerdo con estos autores, las remesas son un componente del ingreso corriente, ya incorporado en la dinámica económica local y regional, más aún cuando se trata de regiones de tradición migratoria. En este sentido, sólo la parte de las remesas que constituyen un incremento respecto del año anterior tienen un efecto multiplicador en la economía de las regiones o localidades que las reciben.10 Los efectos multiplicadores de la otra fracción ya están incorporados en el PIB de los años anteriores. De esta forma, el efecto multiplicador de 2.9 estimado por Adelman y Taylor (1990), citado en diversos trabajos, no se puede aplicar al monto total de las remesas en un año, sino sólo al incremento anual en ese monto. De no realizarse esta distinción, el resultado será una sobrestimación del efecto total de las remesas.
El impacto económico de las remesas en las economías locales: el caso de Teocaltiche, Jalisco
Para medir el impacto económico de las remesas es necesario distinguir si corresponden a una forma de ahorro externo o si son un flujo salarial, que en el caso de la migración adopta la forma de una transferencia internacional. Esta distinción no es superficial, pues es la base para determinar el potencial económico de las remesas como fuente de desarrollo de las comunidades de origen.
En economía se define al ahorro como aquella parte del ingreso familiar no gastada en consumo inmediato.11 Con base en esta definición, las remesas podrían entenderse como una forma de ahorro, puesto que son una fracción del ingreso del migrante que no es consumida directamente por él mismo, sino que es ahorrada para ser enviada a su familia. Sin embargo, en esta apreciación de las remesas como ahorro migrante hay una confusión conceptual.
En primer lugar, la unidad de análisis para la definición del ahorro familiar no es el individuo sino el núcleo familiar. Si bien para el migrante el dinero que envía es una fracción de su ingreso que no destina a su consumo personal, ello no significa que para su familia dicha remesa sea también un ahorro.12 En segundo lugar, aun cuando se trate de una forma de ahorro familiar, es necesario especificar el uso efectivo que se le da a ese ahorro. En este sentido, resulta necesario estimar no sólo la capacidad de ahorro familiar sino, por encima de todo, cuál es el destino posible de dicho ahorro: si el financiamiento de un consumo futuro (balance ingreso-gasto) o el financiamiento de proyectos de inversión en negocios o empresas familiares (balance ahorro-inversión).
En el caso del balance ingreso-gasto, el impacto económico de las remesas sería el efecto multiplicador de la demanda de consumo familiar, que, sin embargo, no se refleja completamente en la economía local, pues gran parte de este efecto se filtra hacia las ciudades medias y mayores, las que concentran la mayor parte de la producción manufacturera y de la oferta de bienes y servicios (Arroyo y Berumen, 2002).
En el caso del balance ahorro-inversión, además del efecto multiplicador, es necesario considerar el efecto acelerador de la inversión. Así, resulta importante evaluar tres dimensiones de la inversión. Por un lado, si las remesas se destinan a proyectos de inversión productiva o si se trata de negocios de baja productividad (changarros) que responden a estrategias de supervivencia familiar. Por otro, al igual que en el caso de la demanda de consumo, si los efectos multiplicadores y aceleradores de la inversión se filtran hacia ciudades medias y mayores, cuyas economías de aglomeración atraen la mayor parte de los proyectos de inversión productiva. Por último, debido a la reducida dimensión de los mercados locales, es muy probable que las remesas lo terminen saturando, de tal forma que las nuevas inversiones no hagan sino desplazar a inversionistas ya existentes. De ser así, sus efectos netos se reducen sustancialmente.
Características generales de Teocaltiche
Con una extensión de 900 kilómetros cuadrados, Teocaltiche está situado en la zona nororiental de los Altos de Jalisco. Su ubicación es más cercana a Aguascalientes que a Guadalajara, lo que lo ha alejado de los centros económicos y turísticos del estado. Esto ha dificultado la modernización y diversificación de su estructura económica, que continúa basada en la primacía del sector comercio, con sólo algunas industrias de artesanía. Sin embargo, no se trata de un municipio pequeño ni atrasado social o económicamente.
En el 2000, Teocaltiche contaba con 37 999 habitantes, lo que lo sitúa entre los municipios de tamaño medio del estado (el 24 entre los 124 municipios de Jalisco). Asimismo, de acuerdo con los índices elaborados por el Conapo (2001 y 2002a), Teocaltiche muestra un nivel medio en la escala nacional de marginación y un nivel medio-alto en la de desarrollo humano.
Teocaltiche tiene un grado muy alto en la escala de intensidad migratoria municipal. De acuerdo con los datos del Censo de Pohlación y Vivienda del 2000, el 20 por ciento de los hogares del municipio contahan con al menos un emigrante, un migrante circular o un migrante de retorno, proporción que es prácticamente el dohle del promedio estatal y casi cuatro veces mayor que el nacional. Asimismo, 17.4 por ciento de los hogares fueron perceptores de remesas, cifra que más que duplica el promedio estatal y casi cuadruplica el nacional.
En cuanto a su hase económica, Teocaltiche muestra una alta especialización en el sector comercio. En efecto, en 1999 este sector concentra 57 por ciento de los estahlecimientos económicos y empleaha a 44.5 por ciento de las personas ocupadas. Esto representa un índice de especialización de 1.53, en relación con la distrihución sectorial del personal ocupado en Jalisco. En otras palahras, en Teocaltiche la proporción del personal ocupado en el sector comercio supera en más de 50 por ciento al promedio estatal (cuadro 2).
Estas características (alta intensidad migratoria y base económica tradicional) nos llevaron a seleccionar a Teocaltiche como un caso representativo para nuestro estudio de campo sobre el impacto de las remesas en comunidades de alta emigración. Este estudio se inició con el levantamiento de dos encuestas probabilísticas, una dirigida a hogares y otra a establecimientos económicos.13 Con base en los resultados de ambas encuestas, hemos estimado que las remesas en este municipio representaron un flujo anual promedio de 28.7 millones de pesos en los años 2001 y 2002. De tal cantidad, 96.2 por ciento constituyeron un ingreso de los hogares y sólo 3.8 por ciento fueron destinados a la formación de nuevos negocios y/o capitalización de los ya existentes. Esto ilustra lo que ya se ha señalado en diversos textos: que las remesas se destinan fundamentalmente al financiamiento del consumo familiar, siendo marginal la cantidad que se destina a la inversión productiva.
No obstante, esto no implica que las remesas no contribuyan de manera significativa a la inversión productiva. Para ello es necesario estimar cuánto representa ese millón de pesos anuales en la inversión agregada del municipio. Al respecto, como se observa en el siguiente esquema, las remesas contribuyen anualmente con 20 por ciento del ingreso familiar y 14 por ciento de la inversión productiva. Esto es, las remesas permiten financiar uno de cada cinco pesos del balance consumo-ingreso de los hogares y suponen uno de cada siete pesos del balance ahorro-inversión. En otras palabras, aun cuando lo que se destina a inversión productiva es una muy pequeña fracción del total de las remesas, ésta representa una inyección de recursos de considerable magnitud en relación con otras fuentes de financiamiento de la inversión productiva en el municipio.
Ahora bien, aunque las remesas constituyan un importante flujo de recursos para sostener la economía local, ello no implica que sean necesariamente un motor de desarrollo económico. En particular, en el caso del balance ahorro-inversión el análisis debe ser más detallado, puesto que si bien el dato agregado muestra la importancia relativa de las remesas en el financiamiento de la inversión local, no da cuenta, sin embargo, de las características y especificidades de las inversiones financiadas con las remesas. En otras palabras, es necesario conocer el tipo de inversión que es financiada directamente con las remesas para poder determinar su verdadero impacto y sus efectos multiplicadores en el resto de la economía local.
El papel de las remesas en las economías familiares
La centenaria tradición emigratoria en comunidades como Teocaltiche ha hecho que la emigración se convierta en un fenómeno social que atraviesa horizontalmente a toda la comunidad. En cierta forma, casi todos los hogares están directa o indirectamente vinculados con el proceso. Por lo tanto, no resulta extraño que 48 por ciento de los hogares hayan percibido remesas durante el 2000.14 Esta incidencia representa un índice de percepción de 92.1; esto es, por cada 100 hogares no perceptores hay 92 hogares que sí las perciben.
En general, los hogares perceptores son de gran tamaño y de tipo compuesto o extenso. En ellos hay una mayor presencia de personas de la tercera edad y bajos niveles de participación económica, pero a cambio cuentan con emigrantes activos laboralmente. Asimismo, es común que sean hogares encabezados por mujeres o por hombres de más de 65 años, viudos, divorciados o separados, sin primaria completa y económicamente inactivos (Canales, 2002b).
Al comparar la composición del ingreso de los hogares perceptores con la de los no perceptores, se puede detectar el rol fundamental de las remesas en los primeros. En los hogares no perceptores las principales fuentes de ingresos son las remuneraciones del trabajo (67%) y las rentas empresariales (28%). Por el contrario, en el caso de los hogares perceptores las remesas representan 40 por ciento del ingreso familiar, casi igualando las remuneraciones al trabajo y superando con creces las demás fuentes de ingreso.
Como se puede apreciar, en los hogares perceptores de remesas éstas no son un complemento del ingreso familiar, sino que constituyen una fuente fundamental sin la cual la economía familiar prácticamente no podría sostenerse. En términos monetarios tienen el mismo peso que las remuneraciones al trabajo, y en cuanto a sus usos, no es de extrañar que tengan también la misma orientación.
Un dato relevante es que no parece haber diferencias significativas en el ingreso promedio de ambos tipos de hogar. En los dos casos, el ingreso per cápita es cercano a los 1 100 pesos mensuales, esto es, prácticamente un salario mínimo por persona. En este sentido, las remesas parecen tener un rol fundamental en la reducción de las desigualdades económicas y en las condiciones de pobreza de la población, especialmente si consideramos que benefician a prácticamente la mitad de los hogares del municipio.
Por otro lado, el uso específico que se da a las remesas corrobora su papel en la reproducción material de la unidad doméstica. Lejos de constituir una fuente de ahorro, que pudiera eventualmente derivar en inversión productiva, las remesas se destinan preferentemente a la manutención cotidiana de los hogares. En efecto, más de 43 por ciento de las remesas se orienta a la compra de bienes de consumo directo (alimentos, bebidas y similares), al tiempo que otro 17 por ciento se dedica al gasto del hogar (electricidad, agua, gas, utensilios domésticos, entre otros).
Destaca también el alto gasto en salud (medicinas, gastos médicos, etcétera), así como el bajo gasto en educación. Lo primero podría deberse a la alta presencia de personas de la tercera edad en los hogares perceptores, quienes tienen una mayor demanda de servicios de salud, y el bajo gasto en educación pudiera explicarse por la ausencia de una oferta amplia de educación privada, lo que hace que casi todos los niños en edad escolar asistan a escuelas públicas.
Finalmente, hay que mencionar que una parte muy pequeña (menos de 5%) se destina a gastos financieros, y aunque cerca de 12 por ciento corresponde a un ahorro (el dinero que se guarda en el hogar), en general se trata de recursos que se gastan en el consumo y mantenimiento del hogar en los períodos en que el flujo de remesas se reduce.
En síntesis, estos datos nos indican la importancia de las remesas para el sostenimiento de la economía local. Por un lado, prácticamente la mitad de los hogares son perceptores de remesas, las que suponen un 40 por ciento de sus ingresos; por otro, en estos hogares las remesas suelen orientarse al consumo familiar directo, así como a la compra de bienes y servicios para el hogar, al mantenimiento de la vivienda y a gastos en salud. Aunque hay hogares que destinan gran parte de las remesas a usos productivos, se trata de casos específicos que no constituyen una regla general. No obstante, interesa también evaluar el impacto económico de las remesas en estos casos, ya que, aunque no son frecuentes, no representan una fracción tan marginal de la inversión en negocios y establecimientos económicos en la comunidad.
El papel de las remesas en la formación de negocios
Como hemos señalado, Teocaltiche se ubica en una región con una centenaria tradición migratoria a Estados Unidos. Por ello no es de extrañar que ya desde fines del siglo XIX se formaran los primeros negocios financiados con los ahorros traídos por los migrantes. Actualmente, el proceso social de la migración es un fenómeno que atraviesa horizontalmente la sociedad teocaltichense, y, por tanto, también su economía. En este contexto, resulta natural que en 29 por ciento de los establecimientos sus dueños hayan recurrido a las remesas como fuente de financiamiento de la inversión inicial, a la vez que en otro 7 por ciento se hayan utilizado para financiar en algún momento procesos de reinversión de capital.
Sin embargo, este alto porcentaje de establecimientos financiados y/o apoyados económicamente con las remesas no implica necesariamente que ellas constituyan una alternativa real para el financiamiento del desarrollo local. Por lo general, corresponden a pequeños negocios creados como estrategias de supervivencia familiar o de reinserción económica de los migrantes ante la ausencia de oportunidades de empleo estable y salarios dignos. A continuación presentamos algunos datos con los que sustentamos esta hipótesis sobre el limitado potencial de los negocios financiados por las remesas.
a) Origen de la inversión inicial
En Teocaltiche las remesas han contribuido con 12.7 por ciento de los recursos necesarios para la formación de los establecimientos económicos.15 Si bien parece una cifra importante, también refleja la ausencia de otras fuentes de inversión distintas al ahorro de los propios empresarios. En efecto, a ese porcentaje hay que agregar que más de dos tercios de la inversión inicial fueron financiados con fondos propios por los dueños de los establecimientos, mientras que 16.4 por ciento corresponden a donaciones, herencias y otros mecanismos de traspaso de la riqueza al interior del grupo familiar. Sólo 2.8 por ciento de la inversión inicial provino de préstamos de instituciones privadas, ya sea institucionales (bancos o cajas de ahorro) o informales (agiotistas, tandas, etcétera). En otras palabras, de no ser por la capacidad de ahorro y sentido empresarial de los propios dueños, prácticamente no habría inversión productiva en esta comunidad.
En el caso de los negocios formados con remesas, la ausencia de otras fuentes de inversión es aún más dramática: prácticamente tres cuartas partes de la inversión inicial provienen de las remesas, en tanto que 23 por ciento es financiado con otras formas de ahorro familiar y privado. Es decir, 99 por ciento del dinero invertido es producto del ahorro privado, ya sea interno o externo. Este dato sugiere que los migrantes suelen estar alejados de los circuitos de ahorro y préstamo privados, de los subsidios estatales, así como del apoyo de instituciones privadas y públicas. Esta situación no es muy diferente en los establecimientos formados sin remesas. En estos casos, 77 por ciento de la inversión inicial proviene de ahorros propios, al tiempo que 19.5 por ciento procede de donaciones y herencias.
b) Montos de la inversión inicial
La estructura económica de los establecimientos económicos en Teocaltiche es muy desigual. Existe, por un lado, una gran cantidad de pequeños y medianos negocios formados con una pequeña inversión inicial, mientras que, por otro, los pocos establecimientos grandes y muy grandes concentran la mayor parte de la inversión local. Estos últimos pertenecen a una pequeña élite local que controla gran parte de la actividad económica del municipio, élite de la que, evidentemente, no forman parte los emigrantes.
Si analizamos la participación de las remesas en la inversión inicial según el monto de ésta, se observa el escaso impacto que las remesas tienen en el financiamiento de las principales actividades y establecimientos económicos en la localidad. En efecto, en los establecimientos pequeños las remesas representan el 25 por ciento de la inversión inicial, proporción que se incrementa al 37 por ciento en el caso de los establecimientos medianos. No obstante, en los establecimientos grandes y muy grandes la situación es distinta. En relación con los primeros, las remesas aportan menos de 20 por ciento de la inversión inicial y están totalmente ausentes de los establecimientos muy grandes.
c) Ventas promedio de los establecimientos
Las ventas mensuales de los establecimientos son un buen indicador de su tamaño y del capital que administran. En este caso se repite lo señalado en el sentido de que los establecimientos que financian los migrantes con sus remesas suelen ser más pequeños y movilizan un menor capital de trabajo que los demás negocios. En efecto, aunque los negocios financiados con remesas constituyen 30 por ciento de las empresas establecidas, aportan menos de 22 por ciento de las ventas mensuales realizadas en el municipio. Esto se traduce en un menor nivel de ventas promedio para este tipo de establecimientos económicos. En ellos, el promedio de ventas es de sólo 22.7 mil pesos mensuales, cifra que es un 21 por ciento inferior al promedio de ventas en los demás establecimientos de Teocaltiche.
No obstante, esta diferencia no se reproduce en todos los tipos de establecimientos, sino que se da principalmente en los de mayor tamaño. De hecho, entre los establecimientos pequeños, con ventas por menos de 15 mil pesos mensuales, los formados por los migrantes generan ventas que, en promedio, son 10 por ciento superiores a las que realiza el resto de los establecimientos de ese rango. Asimismo, en los negocios de tamaño medio (con ventas que oscilan entre los 15 mil y 40 mil pesos mensuales) el promedio mensual de ventas es de 21 mil pesos para ambos tipos de negocios. En los negocios de mayor tamaño, en cambio, la relación favorece ampliamente a los establecimientos no financiados con remesas. En este caso, el promedio mensual de ventas de los negocios formados con remesas es 25 por ciento inferior.
d) Personal ocupado
Los establecimientos económicos de Teocaltiche por lo general son pequeños negocios que dan empleo a sólo 1.67 personas en promedio, sin contar al dueño. No obstante, aquí surge una primera diferencia entre los establecimientos. Los negocios que recurren a las remesas emplean a sólo 1.42 personas además del dueño, cifra que es 25 por ciento inferior al empleo promedio en los demás establecimientos.
Asimismo, si desagregamos estos promedios según el tipo de trabajador, observamos que la composición del empleo en uno y otro tipo de establecimiento es muy diferente. Mientras que en los negocios formados sin remesas casi dos tercios del personal ocupado son trabajadores asalariados y sólo un tercio son familiares sin remuneración, en los negocios formados con remesas 50 por ciento de los trabajadores corresponden a una y otra categoría. En efecto, en los negocios formados sin remesas se emplea, en promedio, a 1.14 trabajadores remunerados y a 0.64 trabajadores familiares no remunerados. En el caso de los negocios formados con remesas, en cambio, sólo se da empleo a un promedio de 0.71 trabajadores remunerados y al mismo número de trabajadores familiares no asalariados.
Estos datos son interesantes pues sugieren que los establecimientos económicos formados con remesas generan pocos empleos y que su virtual éxito radica en la sobrexplotación de la fuerza de trabajo familiar. Esta característica supondría un serio obstáculo para cualquier política que intente sustentar el desarrollo local en inversiones productivas financiadas con remesas.
Conclusiones
En 2003, las remesas que enviaron los migrantes a sus familias en México ascendieron a poco más de 13 mil millones de dólares. Ante este hecho, hay quienes confían en que las remesas puedan impulsar un vigoroso crecimiento económico en las localidades de origen de la migración. Según esta visión, si su uso actual para financiar gastos familiares y suntuarios improductivos (remodelación de las viviendas, televisión por cable, autos, fiestas y ceremonias religiosas, entre otros) ya genera un importante efecto multiplicador, su impacto económico sería aún mayor si se reorientaran hacia la inversión productiva, pues a los efectos multiplicadores de la demanda se le agregarían los efectos derivados de la transformación y modernización de la base económica local y regional.
Sin embargo, creemos que estas previsiones se basan en una confusión conceptual que lleva a malinterpretar el verdadero significado económico de las remesas. En realidad, las remesas no representan un tipo de ahorro migrante, sino que constituyen un fondo salarial que suele destinarse a los mismos usos y gastos que cualquier otro salario. En este sentido, sus efectos multiplicadores (a través del consumo familiar) no son estructuralmente diferentes a los de cualquier otra remuneración del trabajo. Asimismo, el tipo de consumo al que se dirigen las remesas, aunque pueda parecer un gasto suntuario, no es en esencia diferente del tipo de consumo que tienen el resto de los hogares mexicanos con ingresos per cápita similares.
En este trabajo nos inscribimos en esta segunda línea de argumentación. En particular, con base en un estudio realizado en Teocaltiche, municipio con amplia tradición migratoria ubicado en la región de los Altos de Jalisco, hemos expuesto información estadística para sustentar estas ideas críticas respecto al discurso oficial sobre los impactos económicos de las remesas. En concreto, podemos resumir nuestra posición en seis importantes argumentos.
1. Aun cuando a nivel agregado se trata de grandes sumas de dinero, las remesas fluyen de tal manera que dificultan cualquier intento para reorientarlas hacia fines productivos. Los miles de millones de dólares que ingresan cada año como remesas, en realidad, no existen como tales. Lo que existe es una multiplicidad de envíos de pequeñas cantidades de dinero a un amplio número de hogares en México. En efecto, el Banco de México reporta que en 2003 los 13 mil millones de dólares se canalizaron a través de 41.3 millones de transferencias de dinero, lo que representa un promedio de 320 dólares por transferencia. Asimismo, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares del 2000, en México había 1.25 millones de hogares perceptores de remesas que recibieron en promedio entre tres mil y 3 500 dólares anuales. Es evidente que en estas condiciones, aunque en un hogar se quisiera invertir el total de las remesas, sólo alcanzaría para instalar pequeños negocios familiares con un escaso impacto productivo.
2. Las remesas se utilizan principalmente para financiar la reproducción material de los hogares de los migrantes y es muy pequeña la proporción de ellas que se destina a proyectos de inversión productiva. Este dato corrobora lo ya señalado en otros trabajos (Canales, 2003 y 2002a) respecto a que las remesas tienen los mismos efectos multiplicadores que cualquier salario o remuneración al trabajo en México. Su principal destino es el gasto familiar y, en cuanto a su función, permiten un proceso de ascenso social y bienestar económico que, de no mediar la emigración, serían prácticamente imposibles, debido a las precarias condiciones estructurales de las comunidades de origen, así como a la ausencia de políticas sociales y de fomento económico de los gobiernos locales y federales. Por lo que concierne a los patrones de consumo, las remesas no financian gastos suntuarios; incluso, lo destinado a gastos ceremoniales, rituales y fiestas no es significativamente diferente a lo que se gasta en cualquier barrio o colonia de clase media de las zonas urbanas.
3. Es poco probable que la inversión productiva financiada con remesas pueda tener un impacto modernizador. Los datos que hemos expuesto sugieren que, en general, los establecimientos económicos financiados con remesas son pequeños y medianos negocios de alcance local y a veces regional, con baja capacidad para generar empleo remunerado, y cuyos niveles de inversión y capital de trabajo están muy por debajo de los esperados. En estas condiciones, no es de extrañar que los efectos multiplicadores e impactos modernizadores de tales establecimientos sean muy restringidos. En la práctica, la mayoría de estos negocios se insertan en estrategias de supervivencia familiar y tienen poco impacto en el desarrollo de las localidades. Su eventual éxito no radica en el capital inicial o en la capacidad empresarial de los migrantes, sino en la sobrexplotación de la fuerza de trabajo familiar.
4. Los impactos directos e indirectos, así como los efectos multiplicadores, de las llamadas "remesas productivas" son bastante reducidos y están lejos de constituir una verdadera opción para el financiamiento del desarrollo local (Arroyo y Berumen, 2002). En otras palabras, más que motor del desarrollo, las remesas productivas son una opción para los hogares de los migrantes para desarrollar una actividad económica orientada principalmente a su propia reproducción y manutención, y a la cual dedican no sólo sus activos económicos sino también su fuerza de trabajo.
5. Si bien las remesas aportan cerca de 13 por ciento de la inversión productiva en Teocaltiche, ello no indica tanto su potencial productivo como la ausencia de otras fuentes de financiamiento. En el fondo, la inversión de las remesas en actividades productivas es un indicador de que este municipio no se beneficia de las políticas públicas orientadas a fomentar la creación de pequeñas y medianas empresas. Esta apreciación se confirma por el hecho de que casi 30 por ciento de los establecimientos del municipio hayan recurrido a las remesas para su instalación. Creemos que esta situación refleja las carencias de las políticas públicas de desarrollo local, especialmente en ámbitos locales alejados de los grandes circuitos económicos urbanos. Teniendo en cuenta que precisamente estas zonas son las principales expulsoras de población y que atraen a un porcentaje elevado del total de las remesas, nos hallamos ante otro obstáculo más para que las remesas puedan contribuir al desarrollo local.
6. Si bien con las remesas los migrantes generan y acumulan un capital económico, ello no es suficiente para contrarrestar una estructura de desigualdad social. Nos referimos al hecho de que, por su origen social y económico, los migrantes se encuentran frecuentemente marginados de los círculos que gestionan la inversión y las principales actividades económicas de la región. En otras palabras, aunque las remesas puedan eventualmente proporcionar el capital económico necesario para acceder a tales esferas, los migrantes muy difícilmente dispondrán del capital social y cultural necesario para acceder a dichos circuitos y formar parte de la élite regional.
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1 Se trata, sin duda, de una clasificación algo simplificada que no refleja la complejidad de algunas investigaciones. No obstante, tiene el mérito de enfatizar los rasgos más sustantivos del discurso predominante en cada período.
2 En otros contextos geográficos, Russell (1992) desarrolla esta misma argumentación, tomando como ejemplo el desarrollo de una agricultura intensiva en comunidades de alta emigración del Sahel, Turquía y Zambia.
3 Sin embargo, cabe señalar que la mayor debilidad de este tipo de modelos eco-nométricos estriba en la calidad de la información que se requiere para el diseño de la matriz de contabilidad social. Para una buena explicación sobre los aspectos metodológicos del diseño y aplicaciones de las matrices de contabilidad social, véase Yúnez-Naude, Taylor et al., 1999, y Zárate, 2003.
4 En países centroamericanos y del Caribe, sin embargo, aunque las remesas son mucho menores en magnitud, en 2001 representaron 16.2 por ciento del producto interno bruto en Nicaragua, 13.8 por ciento en El Salvador y 13.5 por ciento en Jamaica (Fondo Monetario Internacional, Balance of Payments Yearbook). En estos y otros casos, los modelos suelen ser más concluyentes. Al respecto, véase Bascom, 1991, y Barham y Boucher, 1998.
5 Con base en diversas fuentes, Corona (2001) estimó que en 1997 la transferencia promedio era de 250 dólares. Sin embargo, lo importante es que ambas estimaciones demuestran que las remesas se canalizan en envíos pequeños.
6 Si se considera el valor nominal de las remesas, se observa que éstas tienen un crecimiento continuo. Sin embargo, el crecimiento del valor nominal de las remesas tiene dos posibles causas: la inflación de precios y el incremento real. Para obtener este último es necesario deflactar los valores nominales de la serie con base en la tendencia de los precios y del tipo de cambio. Una vez hecha esta corrección, la tendencia de los valores deflactados es la que se ilustra en la gráfica 1 y describimos en el texto.
7 A partir de 2001 el Banco de México mejoró significativamente su sistema de captación de remesas, por lo que desde ese año hubo un gran incremento de las mismas. En particular, se mejoró la contabilidad de las transferencias electrónicas, las que pasan de 13.6 millones de operaciones anuales a fines de los noventa a casi 30 millones en los últimos tres años. Cabe señalar, sin embargo, que el promedio por operación se ha mantenido estable en alrededor de 300 dólares por transferencia.
8 Es decir, su pendiente es normalmente inversa a la de la evolución de las remuneraciones, aunque rara vez llega a ser negativa. De hecho, entre 1980 y el 2000 el índice de correlación de Pearson entre las remesas y las remuneraciones es negativo, con un nivel de significación superior al 96 por ciento.
9 En Binford (2002:140-143) se encuentra la explicación completa de este fenómeno. Véase especialmente el cuadro 2 de la página 142, donde se detallan los beneficios directos e indirectos de las remesas para los diferentes grupos sociales.
10 De la misma forma, cuando las remesas se reducen de un año a otro el efecto multiplicador origina una reducción en el PIB.
11 De acuerdo con la teoría económica, además, el ahorro familiar y personal es visto como un mecanismo de consumo intertemporal. Una parte del ingreso familiar es ahorrado "hoy" para ser usado en consumo o gasto familiar "mañana". En esta categoría de consumo personal y familiar se incluyen la compra de bienes inmuebles y de bienes duraderos, la educación de los hijos, y los seguros médicos y de retiro, entre otros gastos.
12 De igual manera, el dinero que cualquier jefe de hogar entrega a su consorte para cubrir los gastos corrientes del hogar tampoco constituye un ahorro familiar, aunque, como es obvio, es una fracción de sus ingresos que el jefe del hogar no destina para su consumo personal.
13 La primera encuesta fue aplicada entre marzo y abril de 2001 a 360 hogares seleccionados con un muestreo aleatorio estratificado. En el cuestionario se incluyeron preguntas sobre condiciones de la vivienda, características de los residentes habituales, migración a Estados Unidos, monto y composición del ingreso y del gasto mensual, redes migratorias, y percepción y uso de las remesas. La segunda encuesta fue aplicada entre febrero y marzo de 2002 a 250 establecimientos seleccionados con un muestreo aleatorio simple, con base en un padrón levantado a fines de 2001. Con este cuestionario se obtuvo información sobre el monto y origen de la inversión inicial, captación de remesas, costos de operación, ingresos por ventas, personal ocupado, situación migratoria del dueño y su familia, entre otros datos.
14 Este dato difiere del porcentaje calculado por el INEGI con el censo del 2000 porque las metodologías de encuesta y medición son diferentes. En nuestro caso, se trata de una encuesta dirigida prioritariamente a captar información acerca del fenómeno migratorio y de las remesas, por lo que se diseñaron un cuestionario y un operativo de campo que incluían diversos mecanismos de control y supervisión de estas variables.
15 Esta cifra no coincide con la señalada en el esquema 2, donde el dato se refiere a la inversión inicial más las reinversiones de capital para un período reciente (2000-2002), mientras que en esta ocasión 12.7 por ciento se refieren al aporte de las remesas respecto a la inversión inicial acumulada, sin considerar el período de dicha inversión ni las reinversiones de capital.