Introducción
La extensión rural constituye una herramienta fundamental para el desarrollo de los ámbitos rurales más postergados de América Latina (Aguirre, 2012; Ardila, 2010; Zwane, 2012), así como para la disminución de la pobreza y la mejora de la seguridad alimentaria (Abdu-Raheem y Worth, 2012). Esto explica que diversos autores estén hablando los últimos años de un ‘retorno’ de la extensión rural en Latinoamérica (Aguirre, 2012; Alemany y Sevilla, 2007), tanto a nivel de debate académico como de fortalecimiento de los sistemas públicos de extensión e innovación rural. En este contexto, cobra gran relevancia la discusión en torno a los modelos o enfoques de extensión o apoyo a la innovación que se propone implementar en los distintos territorios. Por ejemplo, ¿se desea implementar una propuesta centrada en la transferencia de tecnologías?, ¿o se desea focalizar en la articulación entre actores territoriales para favorecer procesos de articulación social?, ¿o se piensa en apoyar la competitividad generando condiciones para facilitar procesos locales de innovación? Ciertamente, la discusión entre las distintas alternativas no es una cuestión meramente teórica, ya que las distintas modalidades que se implementen tendrán diferentes resultados, los cuales expresarán incluso diferentes valores y objetivos sociales. Al mismo tiempo, la cuestión se hace aun más compleja, ya que las prácticas de extensión implementadas en un ámbito específico no necesariamente se derivarán de manera directa ni de los modelos teóricos presentes en la literatura ni de los mandatos de las instituciones que trabajan en el territorio. Por el contrario, es posible encontrar en cada contexto institucional la persistencia de formas de acción anteriores articuladas de manera compleja con prácticas sostenidas en los lineamientos institucionales actuales (Malfé, 1994). De hecho, en diferentes contextos se ha argumentado la persistencia de enfoques difusionistas (Chowdhury, Hambly y Leeuwis, 2014; Faure et al., 2013; Landini, 2015a), aun cuando a nivel académico se lo considera un enfoque conceptualmente superado (Moschitz, Roep, Brunori y Tisenkopfs, 2015).
Visto lo anterior, en este artículo se procura identificar, describir y comparar la concepción de extensión rural que guía a nivel subjetivo las prácticas de extensión de técnicos que trabajan en diez diferentes países latinoamericanos, para luego comparar estas concepciones con los modelos y lineamientos de extensión propuestos por la bibliografía. Para esto, primero se describen distintas concepciones de extensión que han tenido importancia en América Latina a lo largo de la historia, luego se presenta la metodología de investigación utilizada, presentándose por último los resultados a los que arribó.
Concepciones y modelos de extensión rural
Existen múltiples maneras de pensar la extensión rural. Leeuwis (2004: 35) argumenta que “la forma más extendida de intervención comunicativa [en el contexto de la extensión rural] es la persuasión de productores agropecuarios u otros grupos objetivo para que adopten paquetes tecnológicos específicos y/o acepten ciertas ideas o políticas”. Sin dudas, se trata del modelo tradicional de extensión rural exportado de Estados Unidos a América Latina hacia mediados del siglo pasado (Lelis, Coelho y Dias, 2012; Schaller, 2006), que puede denominarse ‘transferencista’ o ‘difusionista’. A nivel filosófico, esta forma de pensar la extensión se apoya en una concepción de ‘desarrollo’ identificada con la idea de ‘modernidad’ o ‘modernización’, lo que lleva a asumir la existencia de una única modalidad de ‘desarrollo’ y se asume debe ser transmitida (transferida) a los productores del campo, quienes tienden a ser vistos como carentes de conocimientos válidos.
Las críticas que ha recibido este enfoque de extensión rural son múltiples. En primer lugar, el difusionismo se apoya en supuestos que se orientan a la imposición de ciertas formas de cultura y sociedad, al asumir que existe un único modelo de desarrollo y producción asociado a la gran escala y al uso intensivo de capital (Paz, 2015), cuando en realidad existen múltiples lógicas o racionalidades productivas que cobran valor según los contextos y las prioridades de los propios actores (Landini, 2011). A la vez, el difusionismo desaprovecha los conocimientos, capacidades y experiencias de los productores (Höckert y Ljung, 2013; Landini y Murtagh, 2011), al no tenerlos en cuenta en el contexto del intercambio técnico-productor. Finalmente, también se ha argumentado que este abordaje desconoce la naturaleza empírica de los procesos de innovación, los cuales no se sostienen en la adopción mecánica de tecnologías sino en el interjuego más complejo entre diferentes actores, instituciones y conocimientos (Leeuwis, 2004). Llamativamente, pese a las múltiples críticas que ha recibido este modelo de extensión rural, éste mantiene su presencia en el territorio (Ferrer, Silvetti, Cáceres y Soto, 2006; Landini, 2012; Sánchez, 2011), perdurando de manera tanto implícita como explícita en las propuestas de múltiples autores (por ejemplo, Domit, Dalbosco, Santos y Guimarães, 2008; Hosseini y Soltani, 2011; Miron, Ciobanu, Menda y Matoschi, 2011).
En contraposición a este modelo, en los años setenta comienza a hablarse en América Latina de un modo alternativo de pensar la extensión rural, el cual Freire (1973) denominó extensión rural dialógica, terminología seguida luego por diferentes autores (Schaller, 2006). Este esquema parte de reconocer a los productores como sujetos, es decir, como interlocutores legítimos (Murillo y Martínez, 2010), portadores de conocimientos empíricos y tradiciones culturales con las cuales resulta necesario entrar en diálogo (Rivas, Avendaño y Quintero, 2010; Souza y Gomes, 2008), no desde una perspectiva transferencista sino horizontal. El agente de desarrollo o extensión rural puede aportar tanto sus conocimientos para resolver problemas ante el pedido de los productores como favorecer la consolidación e intercambio de saberes locales entre los mismos beneficiarios, primando así la idea de diálogo como intercambio horizontal frente a la de transferencia entre actores desiguales (Zuin, Zuin y Manrique, 2011).
El pasaje de un modelo de extensión transferencista-jerárquico a uno dialógico, implica un cambio de enfoque de una mirada arriba-abajo (top-down), hacia una participativa (bottom-up) (Rodríguez, 2009). No obstante, resulta importante tener en cuenta que un enfoque participativo no se articula únicamente a partir de propuestas en línea con los presupuestos de la extensión dialógica, sino que también pueden encontrarse propuestas participativas con características más tecnocráticas asociadas a ciertas formas de transferencismo (Landini, 2015b). Así, si bien es posible pensar relaciones, resulta valioso mantener la diferencia entre lo que es una estrategia dialógica en el trabajo de extensión y la implementación de abordajes participativos. En cualquier caso, es importante tener presente la importancia que adquiere la propuesta participativa en el contexto del trabajo de extensión con pequeños productores, en tanto elemento fundamental de múltiples planificaciones y proyectos (Escobar, 2012; Medeiros y Freire Borges, 2007; Murillo y Martínez, 2010; Rivas, Avendaño y Quintero, 2010; Rivera, 2002).
Los modelos transferencista y dialógico de extensión pueden considerarse como los modelos clásicos, al menos en América Latina. No obstante, a pesar de que las discusiones muchas veces quedan atrapadas en torno a estos dos modelos, existen otras alternativas para pensar la extensión rural. Por ejemplo, en el contexto del trabajo de extensión son muy frecuentes el apoyo a procesos de articulación interinstitucional (Ardila, 2010; Méndez, 2006; Ringuelet, 2010), así como la construcción multiactoral y participativa de planes de desarrollo territorial, ambas acciones en línea con lo que son las teorías del desarrollo territorial/local (Di Pietro, 2001; Pérez y Carrillo, 2000). En este caso, la prioridad sería la construcción de capital social y la construcción de lineamientos locales o territoriales de desarrollo para sinergizar acciones, espacio en el cual la institucionalidad pública juega un rol fundamental.
Como cuarto modelo para pensar el trabajo de extensión rural es posible ubicar a aquella perspectiva que pone el foco en el apoyo a procesos de innovación tanto tecnológica como a nivel de políticas públicas e institucionales. En este caso, a diferencia de lo que sucedía cuando se hablaba de transferencia de tecnologías, se reconoce que las innovaciones no necesariamente vienen de ‘arriba-abajo’ (top-down), es decir, de los expertos hacia los productores, sino que muchas veces son construidas o generadas colectivamente en el contexto de sistemas de innovación, siendo el rol de los profesionales de extensión no transferir tecnologías sino favorecer y apoyar procesos locales de innovación (Klerkx, Aarts y Leeuwis, 2010; Klerkx y Leeuwis, 2008).
Finalmente, un último punto de interés es el hecho de que muchas veces, a pesar de existir propuestas institucionales relacionadas con una o varias de las estrategias mencionadas anteriormente, en la práctica lo que se observa es una articulación de abordajes (incluso contrarios a los propuestos institucionalmente) (Sánchez, 2011; Souza y Gomes, 2008; Taveira y Oliveira, 2008; Zuin, Zuin y Manrique, 2011), lo que parece deberse a la permanencia de ciertas concepciones en los agentes de desarrollo más allá de los lineamientos institucionales (Landini, 2015b).
Metodología
Se realizó una investigación cualicuantitativa con el objetivo de aportar a la reconstrucción de la perspectiva de los extensionistas rurales latinoamericanos respecto a distintos ejes vinculados con la extensión y el desarrollo rural. En este caso, se presentan los resultados referidos a uno de dichos ejes, la concepción de extensión rural, haciendo foco en el análisis cuantitativo de los resultados.
Se implementó una encuesta que incluyó preguntas abiertas y cerradas a extensionistas rurales que trabajaron en distintos países latinoamericanos entre los años 2010 y 2012. Las encuestas fueron enviadas y recibidas por correo electrónico. En esta tarea se contó con apoyo tanto de autoridades institucionales como de contactos vinculados con las áreas de extensión y desarrollo rural en los diferentes países. La muestra fue no probabilística incidental (Tomás Sábado, 2009), dado que las respuestas a las encuestas dependían del interés de las instituciones colaboradoras y de la voluntad de los extensionistas a los que se envió la solicitud. Por esto los resultados no pueden ser considerados como representativos de los extensionistas rurales latinoamericanos, sino como indicativos de las muestras a los que hacen referencia. De todas maneras, constituyen una información de interés para la construcción de interpretaciones y de futuras hipótesis.
La distribución por sexo fue de 403 hombres y 186 mujeres. En total, 589 encuestados. A continuación se indican los 10 países latinoamericanos incluidos en el estudio. Entre paréntesis se menciona la muestra por país: Argentina (220), Bolivia (19), Brasil (52), Chile (41), Ecuador (74), El Salvador (34), México (60), Paraguay (26), Perú (31) y Uruguay (32). Las muestras varían debido a que originalmente se empezó a trabajar en Argentina, donde se contaban con más contactos. En el resto de los países el tamaño de la muestra dependió en gran medida de la disponibilidad de apoyo. Los interrogantes cerrados de la encuesta incluyeron preguntas sociodemográficas. Las preguntas abiertas se indican a continuación. Téngase en cuenta que dentro de los objetivos de la encuesta se analizaron las expectativas que los extensionistas rurales latinoamericanos poseen respecto de las contribuciones de la psicología a su trabajo cotidiano.
Según su experiencia, ¿cuáles son los principales problemas que tienen los pequeños productores para progresar y salir adelante?
Muchas veces los proyectos de extensión y de desarrollo rural con pequeños productores no logran los resultados que se esperan. Además de lo mencionado en la pregunta anterior, ¿qué otras dificultades surgen en el trabajo de extensión? (Aquí se incluye la siguiente pregunta cerrada “De los problemas y dificultades mencionados en las preguntas 1 y 2, ¿usted piensa que la psicología podría ayudar a resolver alguno de ellos?)
Si respondió SÍ a la pregunta anterior.
3.1. ¿Qué dificultades o problemas mencionados en las preguntas 1 y 2 podría ayudar a resolver la psicología?
3.2. ¿Qué otros aportes podría hacer la psicología al trabajo de extensión?
3.3. Si no lo mencionó en alguna respuesta previa ¿de qué manera piensa que los psicólogos/as podrían hacer estos aportes al trabajo de extensión? ¿En qué actividades o acciones concretas podrían implicarse?
Si respondió NO a la pregunta 3, ¿por qué piensa que la psicología no podría ayudar a resolver ninguno de los problemas mencionados?
A partir de las preguntas anteriores, en las cuales los encuestados respondían fundamentalmente sobre sus problemas y las posibilidades de resolverlos, se analizaron las concepciones implícitas de extensión rural presentes en las respuestas. Para hacerlo se siguió la inspiración de la Teoría Fundamentada (Glaser y Strauss, 1967), tarea apoyada en el uso del software Atlas Ti. En concreto, se procedió a la lectura enfocada de todas las respuestas referidas al concepto de extensión que subyacía a las palabras de los encuestados. En este proceso se construyeron empíricamente categorías para marcar fragmentos de texto en los que podían encontrarse creencias, afirmaciones o definiciones similares referidas a extensión rural. Luego de la primera lectura de todo el material se procuró avanzar hacia la definición provisoria del contenido de cada una de las categorías construidas. Este proceso se repitió en varias oportunidades, lo que permitió ajustar la categorización y arribar a una definición final de cada una de las categorías de análsis utilizadas. Cada definición incluyó criterios para incluir/excluir fragmentos en caso de situaciones ambiguas o dudosas. Finalmente, a partir de las definiciones finales de cada una de las categorías, se procedió a una última lectura de todo el material para ver si los criterios de categorización finales habían sido respetados en todos los casos.
Seguidamente, los resultados fueron incorporados al software SPSS. Se consideró presente una categoría en una entrevista cuando ésta aparecía al menos una vez en ella. Luego se obtuvo la media de menciones de cada categoría para cada muesta nacional y la media general, construida a partir de las medias de cada una de las 10 muestras. Ahora bien, para saber si las diferencias observadas en la presencia de cada categoría en las distintas muestras podía deberse al azar, se utilizó chi cuadrado. En el caso de que los valores esperados en más del 20% de los casilleros fueran menores a 5, se lo reemplazó por el coeficiente de contingencia. A nivel operativo, se consideraron relevantes las diferencias identificadas en el caso de que chi cuadrado fuera estadísticamente significativo y que la media de la muestra de dicho país fuera un 50% mayor o menor, al menos, a la media de todas las muestras. A continuación se presentan los resultados.
Resultados y discusión
En la Tabla 1 se presentan las categorías más relevantes mencionadas en las encuestas. Para definir la relevancia, se excluyeron todas aquellas que tuvieran un promedio general de referencias menor al 10% y aquellas cuyo promedio fuera menor al 20% y en las cuales en ningún país se superara el 20%. En el Cuadro 1 se presentan citas para ejemplificar los contenidos de cada categoría
Analizando los porcentajes referidos a los distintos contenidos identificados en las encuestas y relacionándolos con los cuatro modelos de extensión presentados, se observa una fuerte presencia del modelo de extensión transferencista. En efecto, una media del 46.66% de los encuestados pertenecientes a los distintos países asimilaron espontáneamente la extensión rural a transferencia/adopción de tecnologías productivas o al cambio de mentalidad de los productores. Indudablemente, esta concepción de extensión se relaciona con la desvalorización de las prácticas productivas campesinas (26.42%), con tomar el productor como objeto de intervención (25.65%) y, al menos en parte, con la idea de concientizar, motivar, hacer entender o hacer cambiar al productor (20.21%). Así, se observa un conjunto de creencias que ordena u organiza la extensión en términos transferencistas, aun tratándose de un enfoque que ha sido criticado insistentemente a nivel académico (por ejemplo, Landini, Murtagh y Lacanna, 2009; Machado, de Hegedüs y Silveira 2006; Moschitz, Roep, Brunori y Tisenkopfs, 2015; Schaller, 2006). Este resultado refuerza lo argumentado por diferentes autores, quienes han sostenido la persistencia a nivel práctico del modelo transferencista en diferentes países latinoamericanos incluyendo Argentina (Selis, 2012), Brasil (Saraiva y Callou, 2009), Cuba (Pavón, 2014), México (Sánchez, 2011) y Paraguay (Landini, 2012), entre otros países a nivel global.
En contrapartida, la visión de la extensión como vínculo horizontal entre extensionistas y productores, si bien es mencionada, posee una presencia muchísimo menor (12.05%), lo que reafirma la presencia de un modelo de extensión con orientación transferencista. En línea con este porcentaje, también aparecen referencias a posicionamientos críticos respecto de las nociones de desarrollo, extensión y saber campesino (12.60%), así como concepciones de desarrollo y extensión rural más complejas e integrales (16.31%), lo que sugiere que los extensionistas dialógicos y críticos respecto de las nociones tradicionales de extensión y desarrollo no alcanzan un porcentaje significativo.
Resulta interesante mencionar la importante presencia de ideas vinculadas con la importancia de la participación y el tener en cuenta las necesidades, intereses, cultura y racionalidad campesina en el trabajo de extensión (37.72%), en línea con lo recomendado por diferentes autores y organismos internacionales (Ortiz et al., 2011).
No obstante, como se sugirió en la introducción, si bien pareciera intuitivo asociar la valoración de la participación con enfoques dialógicos, la diferencia a nivel porcentual entre esta categorías y aquella que habla de extensión como vínculo horizontal, pone seriamente en cuestión esta posibilidad. De hecho, un estudio realizado en Argentina a partir de una metodología estadística muestra que la valoración (al menos discursiva) de la participación no diferencia entre extensionistas con orientación dialógica y orientación difusionista (Landini, 2015b). Por su parte, llama la atención que no existan referencias (con presencia significativa en las encuestas como para haber sido incluidas dentro de los 15 contenidos analizados), que planteen a la extensión rural en términos de procesos de articulación interinstitucional y planificación territorial del desarrollo, o de sistemas de innovación, esta última considerada por diferentes autores como el modelo más actual para pensar el trabajo de extensión rural (Leeuwis, 2004).
Finalmente, entre los contenidos identificados, aparecen diferentes estrategias o propuestas operativas de trabajo en extensión que no parecen hacer referencia específica a ninguno de los modelos de extensión rural propuestos. Entre ellas se destaca, en primer lugar, la referencia al trabajo de extensión en relación a la “gestión de grupos, conflictos y fortalecimiento de vínculos” (49.20%), en tanto estrategia útil tanto para fortalecer la capacidad de negociación de los pequeños productores en el mercado como para maximizar el impacto de la asistencia técnica y crediticia (o de subsidios) brindada al productor. Indudablemente, podría relacionarse este contenido con la idea de “generar autonomía y autogestión” (14.12%). No obstante, el mucho menor porcentaje de referencias en este sentido sugiere que la construcción de grupos/asociaciones no se orienta primeramente a favorecer la autogestión y la autonomía sino, posiblemente, a facilitar la comercialización (por ejemplo, Lobos, 2005; Silva y Leitão, 2009).
Continuando con los contenidos que no se identifican con modelos específicos de extensión sino que hablan de estrategias o propuestas operativas relacionadas con el trabajo en terreno, se observa como otro de los núcleos del trabajo de extensión la capacitación o formación del productor (37.94%). A la vez, también puede identificarse con bastante menor frecuencia la expectativa de una práctica empresarial por parte de los productores (22.19%), la revalorización de la continuidad en el trabajo de extensión (18.65%) y el reconocimiento de la importancia del trabajo en equipos de extensión rural (17.29%) de características interdisciplinarias (15.94%).
En la Tabla 2 se analiza la significatividad estadística de la distribución desigual de los diferentes contenidos en las 10 muestras y en la Tabla 3 los contenidos de la concepción de extensión rural por país
² / Coef. = chi cuadrado o coeficiente de contingencia, según el caso;
p = probabilidad de que los resultados se deban al azar
Fuente: elaboración propia.
*El porcentaje correspondiente al país es mayor o menor en al menos un 50% al del promedio de los 10 países
Fuente: elaboración propia.
Como se observa, las diferencias identificadas entre las muestras a nivel de los contenidos correspondientes a las concepciones de extensión no parecen poder explicarse por azar. Salvo que se indique lo contrario, a continuación se caracteriza la muestra de cada país a partir de aquellos contenidos que tengan una presencia mayor o menor a la media de las muestras en al menos un 50%.
La muestra argentina se caracteriza por adherir con menos frecuencia a una concepción de la extensión vinculada con el cambio de mentalidad y la adopción de tecnologías por parte de los productores, en línea con el abordaje territorial propuesto por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, principal institución de extensión rural del país (INTA, 2004). A la vez, se observa una menor tendencia a describir la tarea de extensión como capacitación/formación de productores o como concientización de los productores. En contrapartida, se percibe una concepción más integral de la extensión y el desarrollo rural, lo que resulta consistente con plantear la importancia del trabajo interdisciplinario y con una orientación más crítica de los extensionistas. Así, se observa en esta muestra una menor tendencia transferencista y una concepción más completa de la extensión y el desarrollo rural.
La muestra boliviana tiende a ser más crítica respecto del saber y las prácticas campesinas, lo que es consistente con una concepción menos integral del desarrollo y con una visión menos dialógica de la extensión. Así, se perfila en esta muestra una orientación en general más transferencista de la extensión y más productivista del desarrollo.
En términos generales, la muestra brasileña se acerca bastante a la media. Sólo se observa mayor preocupación por la continuidad de los proyectos y políticas a largo plazo, así como menor actitud crítica respecto de la práctica de la extensión y de los objetivos de desarrollo que se buscan. Llamativamente, esto contrasta con la propuesta de la Política Nacional de Asistencia Técnica y Extensión Rural de Brasil (Ministério do Desenvolvimento Agrário, 2004), la cual destaca la importancia de un abordaje crítico de carácter dialógico.
Por su parte, los extensionistas chilenos encuestados se caracterizan por una visión más integral del desarrollo, en línea con la valorización de la conformación de equipos interdisciplinarios de extensión. A la vez, se observa la mayor importancia dada en todas las muestras a que el productor gestione su actividad como un negocio o como una empresa.
En la muestra ecuatoriana se observa menor valoración del uso de enfoques participativos en el trabajo de extensión, una visión menos crítica del desarrollo y la extensión rural, menos interés por conformar equipos de extensión rural y mayor énfasis en la concientización/motivación del productor. En el caso de El Salvador, se observa claramente una orientación transferencista, al mencionarse con mayor frecuencia la transferencia/adopción de tecnologías como elemento clave de la extensión, una desvalorización del saber del productor y menos referencia a la extensión como vínculo horizontal. A la vez, hay menos comentarios respecto a abordar el trabajo de extensión desde equipos de extensión rural y menos posicionamientos críticos respecto de nociones como extensión y desarrollo rural. Por su parte, la muestra mexicana se caracteriza por menos comentarios que propongan que el trabajo de extensión rural debería ser llevado adelante por equipos de extensión, así como por una menor orientación crítica de los extensionistas, manteniéndose una importante orientación difusionista, en lógica con lo indicado por diferentes autores (Sánchez, 2011; Turiján, Damián, Ramírez, Juárez y Estrella, 2012).
La muestra paraguaya posee diferencias importantes respecto de las medias generales. En términos globales se observa un perfil transferencista en las encuestas, como ha sido sugerido en estudios previos (Landini, 2012). El ítem que describe a la extensión como transferencia de tecnologías y cambio de mentalidad de los productores posee el segundo mayor porcentaje después de El Salvador. A la vez, el productor es puesto en bastantes más oportunidades que el promedio en el lugar de objeto sobre el que intervenir; se menciona con más frecuencia la necesidad de concientizar, hacer entender o cambiar al productor; se plantea con menos asiduidad el buscar autonomía y autogestión por parte de los productores y no se describe en ningún caso a la extensión como vínculo horizontal apoyado en igualdad de saberes. A esto se suma un posicionamiento menos crítico respecto de la extensión rural y sus fundamentos conceptuales, una mirada menos integral de la extensión, y menor interés por abordar a partir de grupos interdisciplinarios la tarea de extensión. No obstante, hay menos menciones que en el promedio de las muestras a saberes inapropiados de los productores. Así, se observa un perfil general transferencista pero con un llamado de atención a partir de este último punto en apariencia inconsistente.
En la muestra peruana aparece mayor interés por generar autonomía y desarrollar las capacidades de los productores, lo que en cierto sentido contrasta con la presencia de una mirada menos integral del proceso y los fines del trabajo de extensión. El caso de Uruguay se caracteriza por ser el único en el cual las descripciones de la extensión como vínculo horizontal (37.50% de los encuestados del país) superan a aquellos que la describen como transferencia de tecnologías (25%). Esto posiciona a los encuestados de este país como la única muestra con orientación realmente dialógica, lo que se complementa con una concepción más crítica del trabajo de extensión y de los supuestos filosóficos que lo sostienen, con menos descripciones de los productores como objetos sobre los que hay que intervenir y con mayor interés por generar autonomía y desarrollar las capacidades de los productores. Además, se observa una concepción más integral de la extensión y del desarrollo rural, así como la valorización del trabajo en extensión desde equipos de trabajo interdisciplinarios. Si bien las razones de esta fuerte diferencia no resultan claras, esto podría atribuirse al mayor porcentaje de extensionistas provenientes de las ciencias sociales en la muestra, al rol que juega la universidad pública en el trabajo de extensión rural a nivel país (Landini y Riet, 2015), y la importancia cuantitativa de extensionistas del Programa Uruguay Rural en el momento de la encuesta, quienes tenían como objetivo fundamental de su accionar el fortalecimiento de las organizaciones rurales en lugar del desarrollo tecnológico de los productores (Blixen et al., 2010).
A continuación en el Cuadro 2 se sintetizan los elementos surgidos de la descripción de las especificidades de cada muestra en relación al concepto de extensión rural.
Reflexiones finales
En esta investigación se ha observado una orientación transferencista en la concepción de la extensión rural en el promedio de distintas muestras nacionales de extensionistas, lo que resulta consistente con múltiples estudios llevados a cabo en diferentes países (por ejemplo, Höckert y Ljung, 2013; Landini, 2012; Minh, Larsen y Neef, 2010; Pavón, 2014). No obstante, resulta clara la existencia de diferencias entre los países estudiados. Por ejemplo, en los casos relevados en El Salvador y Paraguay se observa una orientación transferencista clara, mientras que en la muestra uruguaya predomina una mirada dialógica/ horizontal de la extensión rural, asociada a las particularidades de su contexto (Landini y Riet, 2014). A la vez, llama la atención que no haya aparecido en ninguno de los casos, al menos de manera mínimamente consistente, una visión de la extensión rural relacionada con la articulación interinstitucional o con el apoyo a procesos de innovación rural, como sugieren diferentes autores (Acunzo, Pafumi, Torres y Tirol, 2014; Leeuwis, 2004).
Estos resultados muestran la necesidad de fortalecer la indagación de las concepciones de extensión con las cuales los extensionistas rurales que trabajan en América Latina guían sus prácticas, dadas las múltiples críticas recibidas por el modelo de extensión identificado en este trabajo como hegemónico a nivel territorial (Moschitz, Roep, Brunori y Tisenkopfs, 2015). Indudablemente, una mayor conciencia de estas concepciones y de su impacto en las prácticas y en los resultados que se obtienen en el trabajo en terreno, permitirá generar acciones orientadas a reconfigurar estas prácticas y estas concepciones de manera conciente, eligiendo qué modelos de extensión y desarrollo se quieren implementar (Landini, Bianqui y Russo, 2013). A la vez, al quedar atrapada la discusión en torno a los modelos de extensión en relación al contrapunto entre un modelo transferencista y otro dialógico, se pierden de vista alternativas que tienen gran potencial para fortalecer dinámicas de desarrollo rural, como son aquellas vinculadas con el desarrollo local/territorial o con la noción de sistemas de innovación (Leeuwis, 2004). Así, se hace necesario tanto romper con esta visión dicotómica en torno a las concepciones de extensión como tomar control conciente de las concepciones que guían las prácticas, con el fin de definir qué modelos de extensión se quieren implementar y qué objetivos de desarrollo se quieren alcanzar.
Ahora bien, también resulta importante señalar las limitaciones de esta investigación. Primero, dado que los resultados alcanzados sólo corresponden a las muestras estudiadas, se necesitan estudios adicionales para consolidar estos resultados y avanzar hacia la caracterización de la concepción de extensión predominante en cada país. A la vez, al priorizarse en este estudio la amplitud territorial, no fue posible analizar los factores históricos e institucionales específicos que podrían explicar las diferencias identificadas, lo que también invita a estudios más locales que permitan contextualizar de mejor manera los resultados. Finalmente, si bien la existencia de relación entre concepciones/creencias y prácticas es indiscutible, no resulta clara cuál es la relación concreta entre las concepciones y las prácticas de extensión, área en la cual resultarían de interés estudios adicionales.
En resumen, en este estudio se ha contribuido a la comprensión de las concepciones de extensión de los extensionistas en distintos países de América Latina. No obstante, resultan necesarias investigaciones adicionales para dar mayor consistencia a los resultados.