Este libro significa una aportación importante sobre la creación cultural en general y sobre el arte feminista latinoamericano, en particular. Para la creación cultural, ofrece un panorama sobre la incursión de las mujeres en el campo artístico y su reconocimiento como parte fundamental de esa Historia del Arte en mayúsculas. Para el arte feminista, aporta un ejercicio necesario de recuperar el arte realizado por mujeres desde la impronta feminista en contextos diversos de América Latina y en los que están presentes problemáticas comunes en torno a las mujeres y sus búsquedas emancipatorias. Aunque éstas se asumen universales, este libro logra esbozar algunas de las preocupaciones del feminismo latinoamericano y sus manifestaciones artísticas que, como prácticas situadas, no se circunscriben al orden institucional —el de las bellas artes—, sino que, pasando de largo esta cuestión —que no es menor, pues el reconocimiento del arte es trazado desde la institución—, Antivilo se centra en recuperar aquellas prácticas artísticas que emergen de contextos específicos con la finalidad de transgredir la realidad de las mujeres. Evidentemente, esta situación hace del arte feminista un arte rebelde que surge no de las propuestas tradicionales del arte sino de las situaciones reales de la vida cotidiana de las mujeres.
En esta perspectiva no entran cuestionamientos sobre el papel de las artistas y el campo del arte, cuestionamientos que desde el inicio la propia autora desestima, ya que esa lucha se libra en otros escenarios, como el de la academia o la crítica del arte. Aquí el interés se focaliza en las acciones de las artistas que, dicho sea de paso, están amparadas en el principio feminista de hacer de lo privado algo público, un principio que nos remite al feminismo militante de los años setenta del siglo XX y que en la actualidad sigue más vigente que nunca.
Cabe recordar que desde el trabajo de las primeras teóricas feministas, que se detuvieron a desestructurar la representación hegemónica de las mujeres, se enfocaron en aquellos productos culturales que apostaban por la universalidad desde un orden de mediatización como reproductor de estereotipos y roles. El feminismo ha mostrado que, aunque es un pensamiento que persigue la visibilización, el reconocimiento de las mujeres y la superación de las desigualdades entre hombres y mujeres, no todas las mujeres somos iguales ni necesitamos lo mismo tal y como la representación hegemónica plantea. Justo para romper con esa representación de las mujeres, el feminismo ha incursionado en los distintos ámbitos hegemónicos, lanzando contrapropuestas que sirven de contramediatizaciones culturales.
Como bien señala Antivilo, en América Latina no abundan las publicaciones que hagan referencia a la producción de las visualidades feministas ni a sus prácticas artísticas; por ello, este libro cobra sentido y relevancia, además de que recoge ejemplos fundamentales del arte feminista que muestran su condición: la praxis política. El recorrido de este libro inicia con la recuperación de los archivos feministas físicos y virtuales con el propósito de rescatar el valor que en solitario y contra todas las vicisitudes las mujeres feministas han enfrentado para construir no sólo la historia del movimiento, sino de una memoria colectiva de las mujeres.
La práctica política feminista ha transgredido el orden con la apuesta de hacer del cuerpo la herramienta de su lucha. El cuerpo es ese territorio donde sucede la vida y a partir del cual se establece la diferencia entre hombres y mujeres y se fomenta la desigualdad social. El cuerpo de la mujer y su utilización transgrede, sin duda, el orden de lo sagrado y lo coloca, mediante la práctica artística de poner el cuerpo, en el orden de lo profano. La rebeldía del arte feminista latinoamericano se centra ahí.
El reconocimiento del cuerpo de las mujeres como cuerpo social es uno de los logros de este libro, ya que sin detenerse en la producción teórica sobre el estatus fenomenológico del cuerpo, Antivilo logra puntualizar el porqué de esta condición del cuerpo desde la perspectiva feminista; en este sentido, el performance ha sido y es la práctica artística que reina en esta rebeldía. Para mostrar el panorama latinoamericano, la autora destaca acciones diversas para romper con las especificidades del ser mujer desde el orden hegemónico, como la maternidad, la condición de clase social, raza y etnia, la violencia, el placer y la menstruación.
Sobre el tema de la maternidad, Antivilo recupera el trabajo del colectivo mexicano Polvo de gallina negra, conformado por Mónica Mayer y Maris Bustamante, quienes en la década de 1980 fueron punta de lanza en la práctica del performance feminista, así como el trabajo de La fulminante, artista colombiana que visualiza las contradicciones del discurso de la Iglesia católica en torno al aborto.
En cuanto a la condición de clase social, raza y etnia, debemos recordar que en la constitución de las identidades latinoamericanas está presente esta tríada, ya que a partir de ella se ha edificado una silenciosa pero real desigualdad social. Ser indígena conlleva precariedad y discriminación, así que no es gratuito que los discursos hegemónicos se fundamenten en la eugenesia racial. De ello dan cuenta artistas como el colectivo boliviano Mujeres creando, que desde 1992 se ha dado a la tarea de evidenciar el racismo y el clasismo que existe en la región y del que también da cuenta el colectivo colombiano Zunga en la actualidad.
Sin duda, la violencia es una situación que se vive día a día en América Latina y que va desde conflictos armados hasta la violencia en contra de las mujeres. Muchas artistas han concentrado sus propuestas a reflexionar sobre ella, pero también a accionar propuestas que pasen de la visibilización a la acción. Tal es el caso del trabajo de la mexicana Lorena Wolffer, quien desde sus inicios, a finales de la década de los años ochenta del siglo XX, ha trabajado el tema en piezas donde su cuerpo es un país que territorializa la violencia.
Otros temas de interés que aborda el arte feminista latinoamericano en torno al cuerpo femenino es el del placer, la menstruación y la frontera. Temas recurrentes en artistas y colectivos que a partir de sus piezas, como performance, video e intervenciones, logran detonar una reflexión sobre estas cuestiones que también son políticas.
El impacto visual del arte feminista latinoamericano es de ruptura, en el entendido de que transgrede el canon visual donde el orden, la simetría y lo políticamente correcto abrazan el clásico concepto de belleza que, sin duda, este arte siempre rompe, ya que visibiliza desde lo excéntrico y, por ello, desde otro lugar que desborda las representaciones conocidas y reconocidas. La estridencia, en este caso, es el detonante de este arte el cual utiliza la fealdad, lo grotesco, la sangre, lo popular, el ritual, la ironía, el sarcasmo, la parodia y la protesta como estrategias de resistencia y subversión feminista.
La rebeldía del arte feminista latinoamericano es huella creativa que muestra las distintas formas que, de manera autónoma, la mayoría de las mujeres artistas han creado. Su estructura invita a una lectura ágil y amena, pero no por ello desenfadada. El libro consta de una introducción, donde se contextualiza el feminismo, sus temas, el arte y el activismo en América Latina; y seis capítulos: el primero dedicado a explicar la necesidad de poner el cuerpo y lo social; el segundo, muestra el impacto visual de este arte; el tercero, plantea el papel activador del performance; el cuarto, indaga sobre lo sagrado y lo profano en el arte latinoamericano; el quinto, muestra ejemplos de tácticas y estrategias de resistencia y subversión feministas en el arte, y en el sexto —último capítulo— Julia Antivilo, autora de este libro, nacida en Chile y afincada en la Ciudad de México, hace suyo el principio feminista de que lo personal es político, al tomar la palabra, en primera persona del singular, y contar su experiencia como artista e investigadora a partir de su participación en el grupo transdisciplinario de arte feminista denominado Malignas influencias. En este sentido, me parece que el libro está escrito de manera circular, que ofrece nombres de artistas, obras en sus contextos nacionales y sociales particulares, y que ha sido ilustrado con fotografías de las obras y artistas recuperadas en este ejercicio de tejer la memoria colectiva de un arte feminista que sí es rebelde.