Introducción
La teoría de Marc Angenot se tradujo al español por primera vez en la ciudad de Córdoba, Argentina. María Teresa Dalmasso y Norma Fatala fueron las investigadoras que trabajaron con el material original proveniente del francés, como parte del proyecto “socio-semiótico” que buscaba aportar una mirada singular sobre los discursos siempre inscriptos a una matriz semiótica infinita.1
La perspectiva socio-semiótica tiene su origen en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, más precisamente en los años 50, pero su desarrollo se produce en la década siguiente, en los 60. Desde entonces, se ha expandido de manera profusa en la ciudad de Córdoba, como también en la Argentina. La óptica socio-semiótica está influenciada por el modelo de ideología althusseriana, la lingüística de Saussure, la Escuela Francesa de Análisis de Discurso y diversos autores como Bajtín, Barthes, Rossi-Landi, Kristeva, Lotman, entre otros.
¿Cómo llega dicha influencia europea a la Argentina y a Córdoba? Lo primero que hay que señalar es que los semiólogos argentinos más conocidos se formaron en Francia, el caso más emblemático es el de Eliseo Verón2 quien estudió con Roland Barthes y luego elaboró la “Teoría de los discursos sociales”. El autor, junto con Oscar Traversa, Oscar Steimberg y Carlos Indart fundaron en el año 1974 la revista Lenguajes, desde la que proponían estimular el desarrollo de una teoría del modo de producción de las significaciones.
En Córdoba, un antecedente destacable es Luis Prieto. El autor, maestro de investigadoras prestigiosas como María Teresa Dalmasso, buscaron ligar la ideología con la praxis, idea que se estaba trabajando en Francia. Tiempo después, Dalmasso, junto con Norma Fatala y un grupo de pesquisadores continuaron el legado socio-semiótico de Prieto a partir de aportes de dos autores centrales: Eliseo Verón y Marc Angenot.
La socio-semiótica se ha dedicado, desde sus orígenes, a investigar la construcción de subjetividades y sus signos epocales. Analizar la interacción humana desde esta perspectiva, supone centrar la mirada en los dispositivos de construcción de sentido que aparecen en cada contexto histórico, entendiendo que la disputa por lo simbólico (discursivo) es fundamental en la configuración de todo fenómeno social:
La definición de la discursividad social como un complejo interactivo que, aunque no homogéneo, es recorrido por líneas comunes que le otorgan una fisonomía peculiar. Entendemos, además, que es precisamente en el tejido de esa red discursiva donde se construyen y deconstruyen las subjetividades. Allí cobran existencia esos ‘seres ideológicos’ que advienen al estatuto de ‘sujetos’ en cuanto son naturalizados por la doxa (Dalmasso y Boria, 2005, p. 11).
Se comprenden así las prácticas discursivas como hechos sociales e históricos, por ende, es necesario analizar los condicionamientos políticos, históricos, sociales y culturales que intervienen en la producción/recepción de sentido. Por tanto, las teorías de Angenot y Verón se inscriben dentro de esta tradición, rompiendo con modelos semióticos anteriores y creando una matriz de análisis propia que continúa siendo estudiada en distintos lugares de Argentina y Latinoamérica.
En este trabajo nos interesa profundizar sobre la teoría del discurso social de Marc Angenot. Indagaremos sobre su noción de discurso social, de hegemonía discursiva con sus funciones y componentes, las ideas de marginalidad, disidencia, heteronomía y contradiscurso; luego, hacia el final, nos centraremos en su concepto de arsenal argumentativo, un planteo de análisis discursivo inscripto en la propia teoría del discurso social. Nos valdremos de sus dos libros más importantes, y un artículo, los tres traducidos al español: El discurso social. Los límites históricos de lo decible y lo pensable (2010a), Interdiscursividades. De hegemonías y disidencias (2010b.) y La noción de arsenal argumentativo. La inventividad retórica en la historia (2012), respectivamente.
La teoría del discurso social
Marc Angenot nació en Bruselas, Bélgica, en 1941 y es considerado un teórico social, historiador de las ideas, crítico literario y analista del discurso. Luego de estudiar en la Universidad de Bruselas, entre 1959 y 1967, se instaló en Canadá, donde es profesor en la Universidad de McGill, Montreal. Es miembro de la Sociedad Real de Canadá y ha recibido distintos reconocimientos, entre ellos el Léon Gérin a las Ciencias y las Letras. En Latinoamérica, fue invitado por diversas universidades para llevar adelante conferencias y seminarios.
El pensamiento del autor ha sido prolífico y cuenta con múltiples publicaciones: Le Roman populaire. Recherches en paralittérature (1975), Mille huit cent quatre-vingt-neuf: un état du discours social (1989), La Propagande socialiste: six essais d’analyse du discours (1996), Le Marxisme dans les Grands récits (2005), O discurso social e as retòricas da incompreensão (2015), entre otras. Un dato significativo es la cantidad de trabajos que ha producido el autor, una obra casi desconocida en idioma español salvo por los títulos ya mencionados. Los tres textos que aquí se trabajan son parte de investigaciones más amplias, por lo que aún queda mucho por descubrir sobre la perspectiva angenotiana. En la contemporaneidad, es el grupo Discurso Social. Lo visible y lo enunciable del Centro de Estudios Avanzados, de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba, quienes llevan adelante un trabajo sistemático sobre la obra de Angenot. En Buenos Aires, el referente es Mariano Dagatti, quien viene estudiando su teoría hace varios años haciendo (re) lecturas significativas.
Marc Angenot inaugura su teoría del discurso social reflexionando sobre la configuración discursiva que se da en un periodo histórico determinado.3 Propone hacer un corte sincrónico en un lugar y en un estado de época (París, en 1889) para analizar lo que denomina “discurso social”. Su teoría permite indagar los discursos como un producto que se genera en ciertas esferas de la cultura en condiciones socio-históricas (que construyen un estado de discurso particular), a partir de la producción de sujetos, lo que posibilita entender de qué modo determinados discursos ingresan en el campo de lo decible y lo pensable.
El autor dice que lo que se escribe en la vida en sociedad nunca es aleatorio ni inocente, siempre se encuentra atravesado por normas y roles, por su tópica, su pragmática y su retórica, es decir, reglas que regulan lo decible y lo pensable en un tiempo histórico, evidenciando recurrencias, principios de cohesión, restricciones y coalescencias que hacen que el discurso social no sea una yuxtaposición de formaciones discursivas autónomas, sino un campo de interacciones donde aquellos temas y maneras de ver construyen una especie de co-inteligibilidad orgánica fijando los límites de lo escribible y argumentable en un momento dado (Angenot, 2010a).
Recupera las ideas de Mijaíl Bajtín para hablar de la interacción generalizada entre los distintos dominios del lenguaje, esto lo lleva a reflexionar sobre las nociones de interdiscursividad e intertextualidad y, por ende, sobre la polifonía y el dialogismo en el discurso. Si bien la idea de discurso social la toma de Robert Fossaert (1983), Angenot la resignifica y la define como ”todo lo que se dice y se escribe en un estado de sociedad, todo lo que se imprime, todo lo que se habla públicamente o se representa hoy en los medios electrónicos” (2010a, p. 21) (definición empírica), y que se conforma por “las reglas de encadenamiento de enunciados, los sistemas genéricos y los repertorios tópicos que organizan lo decible y lo pensable en un momento dado (definición teórica-metodológica) (p. 21)”.
¿Por qué habla del discurso social en singular? Porque piensa en un “estado” donde el analista debe identificar, en la multiplicidad de habla, de discursos, aquello que prevalece, aquello que organiza lo que nosotros decimos, significamos, conocemos. La discursividad social, entonces, se corresponde con el momento histórico y cultural de una época determinada, es por eso que “hablar de discurso social es abordar los discursos como hechos sociales y como hechos históricos” (Angenot, 2010, p. 23). En esa línea, todo discurso debe ser pensado en relación a otros, ya que lejos de situarse aisladamente están en cruces y tensiones permanentes.
Hay una herencia estructuralista en Angenot que tiene que ver con lo sistemático, con no pensar las cosas por separado puesto que cada enunciado se integra en un sistema discursivo del cual forma parte y con el cual está condicionado. El discurso se nos impone como un hecho, está por fuera de cada individuo.
Por otra parte, hay que decir que más allá de los rastros de la recuperación estructuralista, Angenot se puede considerar un autor vinculado al posestructuralismo que se corresponde con el giro discursivo a partir de Foucault (una importante referencia para Angenot), en tanto la pregunta acerca de ¿cómo es posible un discurso? Ese interrogante está en el corazón de la teoría del discurso social, y la respuesta que ofrece es que todo discurso corresponde a un sistema de repertorios, reglas y presupuestos.
Siguiendo a Dagatti, estudiar los discursos desde esta perspectiva permite “abordar los textos -en la línea de los principios de Durkheim- como hechos sociales y, a partir de allí, como hechos históricos. Implica dejar de lado una perspectiva funcional de la circulación de sentido” (2019, p. 80). Esta teoría muestra que lo que se dice y se escribe en una época determinada excede a los usos que cada individuo le atribuye. Asimismo, Angenot considera que el discurso social está dividido en campos, que a su vez forman un conjunto de géneros y repertorios temáticos que pueden ser trazados a partir de una topografía. En ese sentido, es relevante remarcar la influencia de Pierre Bourdieu en la teoría de Angenot, quien utiliza la propuesta de los campos pero para modificarla, ya que ellos también se encuentran ordenados por la propia hegemonía; lo que sucede, en ese tejido, es producido por el propio discurso social, haciéndonos leer determinados campos en momentos singulares. Así, el discurso participa dentro de un mercado: literario, periodístico, etc., lo que también supone pensar cuáles son las reglas que nos llevan a separar, como algo distinto, a la política de la literatura, del arte y de la academia. Siempre se espera una racionalidad, aunque sea dentro de la lógica de un campo. Si en un congreso hago un discurso desordenado, por ejemplo, puede no responder al mercado académico, pero sí al literario.
Todo discurso, entonces, es un sistema de organización. Lo que se argumenta en todo estado de sociedad será clave para pensar en el ordenamiento de esos campos que siempre son dictaminados por la hegemonía.
Para Angenot, la hegemonía discursiva, que se desprende de una hegemonía cultural más amplia, no hace referencia al conjunto de temas que predominan ni son aquellos que se dicen con más fuerza, más bien constituye “el conjunto de los ‘repertorios’ y reglas y la topología de los ‘estatus’ que confieren a esas entidades discursivas posiciones de influencia y prestigio, y les procuran estilos, formas, microrrelatos y argumentos que contribuyen a su aceptabilidad” (Angenot, 2010a, p. 30). Es considerada, entonces, como un sistema regulador que determina qué cosas pueden y deben ser pensadas en un momento dado. Regular quiere decir dividir, jerarquizar y estratificar. La idea de hegemonía permite “poner en evidencia lo regulado, lo recurrente, detrás de las variaciones y de los avatares… legitimaciones, dominancias y recurrencias, en buscar lo homogéneo dentro de la cacofonía aparente” (2010, p. 35-36).
Ahora bien, la noción de hegemonía, concepto que Angenot retoma de Gramsci, no es pensada exactamente igual que la tradición marxista en tanto que no habría un centro hegemónico de clase que oprime a determinado grupo, sino más bien todo se considera dentro de la órbita de la hegemonía; no hay un centro único, nadie tiene la hegemonía, en todo caso los lugares subalternos son consecuencia (similar al planteo foucaultiano) de la distribución que realiza el propio hecho hegemónico. Para ser más claros, la hegemonía no la detenta la burguesía contra el proletariado, ya que es tan hegemónica la derecha que se presenta como plural y democrática que la subdivisión de grupos de izquierda al interior de determinado partido; la hegemonía, como dice Angenot, se nos impone a todos. En ese sentido, los discursos formarían parte de una red que se retroalimenta para funcionar bajo un orden determinado, eso no quiere decir que no haya enunciados que en momentos puntuales puedan desplazarse de una periferia a un centro, ya que como veremos en todo estado de discurso hay disidencias, marginalidades y heteronomías, pero el mapa no se construye con un único centro despótico que batalla contra las resistencias, hay más bien entrecruzamientos constantes y paradójicos.
Notemos, sin embargo, que se trata de una definición de gran generalidad (ideología=producción simbólica), que no está sobredeterminada por las relaciones de dominación, sino que, podríamos decir, las contiene. Al desplazar la noción gramsciana a un nivel mayor de abstracción, para autonomizar su funcionamiento como sistema discursivo global, lógicamente anterior e independiente de los usos, de las clases sociales, de las ideologías particulares y, en última instancia, de las relaciones de fuerza contemporáneas (un ya-allí en imperceptible transformación), la teoría angenotiana gana en coherencia interna, pero al precio de algunas aporías (Fatala, 2015, p. 3).
Si bien la noción de hegemonía que propone el autor es singular respecto a la tradición marxista, es preciso reconocer ciertos límites ya que el propio concepto, tal cual lo desarrolla, deja de lado algunos aspectos importantes sobre las transformaciones verdaderas que se pueden llevar a cabo por las luchas simbólicas.
Así es que la hegemonía se compone de reglas y géneros de los discursos, es “el médium obligado de la comunicación y de la racionalidad histórica” (Angenot, 2010, p. 37). En este sentido, si pensamos que el campo de la discursividad social tiene reglas que permiten que determinadas cosas sean dichas de determinado modo, entonces se puede entender que el problema genérico, los dispositivos y los formatos tienen su vinculación posible; el género y los dispositivos operan muchas veces como un enunciador, determinando al enunciado, y esto se vincula con la hegemonía de una época: en los años 60 y 70, por ejemplo, en lo que Angenot llama pandiscursivismo (p. 74), había una primacía de la palabra. Ese contexto hacía inteligible que las personas leyeran panfletos y revistas, era la forma de comunicar ideas. A principios del siglo XXI, en cambio, aparecen medios electrónicos y redes sociales que modifican la forma de comunicarnos, cambiando el género en ese estado de discurso y, por ende, las formas del decir.
Siguiendo con el planteo sobre la hegemonía, Angenot dice que en todo estado de discurso hay al menos siete componentes que corresponden al hecho hegemónico: lengua legítima, tópica y gnoseología, temáticas y visión de mundo, dominante de pathos, sistema topológico, ego y etnocentrismo y fetiches y tabúes.
En primer término, aparece “la lengua legítima”, que hace referencia a la lengua oficial que se establece en una comunidad, el autor pone de ejemplo el francés nacional, que es inseparable de los protocolos y expresiones idiomáticas. Retoma el planteo de Bajtín sobre la lengua como un lenguaje ideológicamente saturado. Además, “la lengua legítima determina, sin discriminar directamente, al enunciador aceptable, sobre todo imprimible” (Angenot, 2010, p. 38) que se configura en todo estado de discurso social. Como segundo componente se encuentra la “tópica y gnoseología”: comprende el primer término desde Aristóteles como el conjunto de lugares comunes o presupuestos que se activan como doxa en el discurso social, es decir aquello obvio que cae de maduro. La gnoseología, por su parte, es considerada como un “conjunto de reglas que determinan la función cognitiva de los discursos, que modelan los discursos como operación cognitiva” (Angenot, 2010, p. 40-41), y se vincula con formas de ver el mundo en tanto esquemas que operan como precondición de los juicios de valor:
Esta gnoseología, que postulamos como un hecho de discurso indisociable de la tópica, corresponde a lo que se ha llamado a veces “estructuras mentales” de tal clase o de tal época o, de manera más vaga, “pensamientos” (pensamiento salvaje, pensamiento animista, pensamiento mítico-analógico, etc.) (Angenot, 2010, p. 41).
En tercer lugar, aparece el componente “fetiches y tabúes”, que refiere a las dos formas del sacer, es decir aquello que es entendido como sagrado, por un lado, y prohibido, por el otro. Algunos ejemplos de fetiches son la democracia, la ciencia y la educación, mientras que del lado de los tabúes aparece la locura, el sexo y la perversión. Por otra parte, el cuarto refiere a “egocentrismo/etnocentrismo”, es decir quién/ quiénes se atribuyen el derecho a la ciudadanía:
la hegemonía es entonces un “ego-centrismo” y un etnocentrismo. Es decir que engendra ese Yo y ese Nosotros que aparecen como sujetos legitimadores. En quinto lugar, se sitúan las “temáticas y visiones de mundo”, aquellos temas que prevalecen en el discurso, y las visiones de mundo que se ofrecen sobre esos asuntos: la hegemonía se presenta como una temática con conocimientos de aparatos, “problemas” parcialmente preconstruidos, intereses ligados a objetos cuya existencia y consistencia no parecen ofrecer dudas, ya que el mundo entero habla de ellos (Angenot, 2010, p. 43).
Los últimos dos componentes son “dominante de pathos” y “sistema topológico”. El primero, refiere a “´temperamentos´ y ´estados de ánimo´ súbitamente advenidos al conjunto de los grandes pensadores y artistas de una ´generación´” (Angenot, 2010, p. 44), por lo que se puede decir que en todo estado de discurso social hay construcción de estados de ánimo globales dictaminados por la hegemonía. El segundo muestra cómo “en contra de esos aspectos unificadores, la hegemonía se aprehende finalmente, por disimilación, como un sistema de división de las tareas discursivas, es decir, un conjunto de discursos específicos, géneros, subgéneros, estilos e ´ideologías´” (Angenot, 2010, p. 45).
En suma, Angenot dice que estos componentes pueden ser rastreables en toda materialidad discursiva, no solo en la palabra escrita,4 y que inclusive podría haber otros. Sería una tarea interesante, para continuar su legado, ver qué otros componentes se activan en distintas materialidades en un estado de discurso social.
¿De qué modo se puede realizar un análisis semiótico a partir de lo desarrollado hasta aquí? Es relevante recordar que Angenot, en el primer momento de su obra, hace un análisis de todo lo que se dijo, escribió, publicó y circuló, en París en 1889. Sin embargo, como ya dijimos, el autor aclara que su investigación no deja de ser una muestra, que es prácticamente imposible tomar todo lo que se dijo, menos hoy con internet y la inmediatez de la información. Es por eso que tanto él como sus seguidores van a empezar a analizar corpus específicos: discursos políticos, artísticos, mediáticos, intelectuales, jurídicos, entre otros, a partir de su propuesta central. Algunos de esos trabajos se pueden ver en Fatala (2015), Dagatti (2019), Savoini (2020), Gastaldi (2020), Delupi, (2020), entre otros.
La propuesta consiste entonces en rastrear marcas en cualquier materialidad discursiva (y ver qué componentes de la hegemonía se activan) que nos permitan cartografiar el estado de sociedad en el que se inscriben esos discursos, con una hegemonía que ordena, determina y jerarquiza el campo de lo decible y lo pensable en ese momento histórico. Por eso, dice Angenot, el analista debe ser un poco historiador, tiene que saber las condiciones políticas, económicas y culturales en el que se circunscriben determinados discursos.
Así, la tarea de evidenciar esas marcas es la de un abordaje intertextual e interdiscursivo, detectando lógicas que atraviesan los discursos. Algunos ejemplos de análisis se pueden ver, por ejemplo, en El fin de un sexo: el discurso acerca de las mujeres en 1889 de Angenot. Allí el autor se propone desentrañar ciertas temáticas y visiones de mundo que operan como lógicas regulatorias. De este modo, los enunciados no son ideológicos por lo que plantean de manera explícita, el analista debe buscar las distintas conexiones que organizan, regulan y jerarquizan los presupuestos que se van encadenando en el discurso: “para encontrar argumentos, el orador ´pasea´ su tema a lo largo de una red de formas vacías; del contacto del tema con cada agujero (con cada ´lugar´) de la red (de la tópica) surge una idea posible, una premisa de entimema” (Barthes, 1974, p. 56-58).
Marginalidad, disidencia y contradiscurso
Por otra parte, la idea de “marginalidad”, “disidencia” y “contradiscurso” (Angenot, 2010b) son clave porque permiten comprender el movimiento de la hegemonía. Como vimos, en todo estado de discurso social se organizan centros y periferias, lugares que son asignados por la propia hegemonía que es quien modela y jerarquiza los campos discursivos. En ese juego de tensiones, se puede ver aquello que se sitúa en los márgenes, en posiciones “heterónomas”5 que constituyen sus propias reglas. Esas marginalidades tienen la potestad de erigirse como contradiscursos que pujan por el sentido de determinados términos, es ahí que podemos encontrar, en todo periodo histórico, discursos políticos, artísticos, religiosos, etc. que desde una posición periférica luchan por hacerse visibles. Sin embargo, antes de pensar en posibles contradiscursos, Angenot hace dos salvedades importantes:
En primer término, hay que tener cuidado con aquello que aparece como “novedoso” o como “contradiscurso”. El autor nos advierte de ello cuando plantea que, en determinadas ocasiones, hay grupos que aparecen, a priori, como un novum (novedad verdadera) y se ubican en un espacio divergente. Sin embargo, el mismo movimiento de la hegemonía, una especie de “dios maligno” (Angenot, 2010b, p. 39), construye sus propias disidencias a partir de viejas fórmulas residuales o cooptado lo emergente:
La hegemonía no realiza una homeostasis carcelaria, sino una “movida” permanente bajo las estabilidades, tensiones reguladas por potentes capacidades de “recuperación” y de cooptación, y, sobre todo, instaura un mercado de la novedad previsible y los señuelos de innovación ostentatoria (Angenot, 2010b, p. 40).
Es justamente en ese caos aparente, en esa falsa diversidad, donde la hegemonía encuentra su principal herramienta de control, y donde todo eso que aparece como nuevo en realidad es producto de su propia lógica. Tan es así que, el autor postula que lo que aparece como contradictorio y antagónico muchas veces es ordenado por el propio hecho hegemónico a diferencia de ciertas concepciones clásicas marxistas.
En unas coordenadas sociohistóricas determinadas, este conjunto de dispositivos establece los límites de lo decible y lo pensable, pero no como una reproducción mecánica de principios sino como un equilibrio inestable de fuerzas centrífugas y centrípetas, sostenido mediante desplazamientos y reciclajes; por cooptaciones, incorporaciones y banalizaciones de las novedades “verdaderas” (contradiscursos) (Fatala, 2015, p. 2).
Otra advertencia necesaria para pensar lo nuevo y/o lo contradiscursivo que aparece en un momento histórico tiene que ver con la temporalidad. Sería prácticamente impensado ver, en el presente, esa novedad verdadera, puesto que es con el tiempo que se pueden observar cambios y novedades en un estado de discurso, es por eso que el autor pone en el centro de su teoría a la historia, justamente para ver esas mutaciones y cambios a través de los años.
Este novum, este nuevo lenguaje parece no poder diferenciarse sino retroactivamente, lo cual llevaría al investigador a la ilusión retrospectiva, la que no reconoce lo nuevo sino como precursor de lo posterior -de la Nachtraglichkeit, dice Freud- donde, habiendo sufrido el sistema cultural una refacción mayor, la novedad balbuceante se ha vuelto bien legible y bien visible y por lo tanto se ha impuesto (Angenot, 2010b, p. 45).
Más allá de estas salvedades, desde Angenot se puede reflexionar sobre lo nuevo en el discurso social y lo contra discursivo, ya que hay determinadas ocasiones en que se corren las mallas socio-discursivas en tanto fisura y se abre paso a algo que antes no había en la entropía del ya ahí (Angenot, 2010b).
La noción de arsenal argumentativo
En última instancia, es importante decir que Angenot es un autor que trabaja con la convergencia de distintas ciencias del sentido, y puede ser considerado tanto analista del discurso, como también un estudioso de las ciencias del lenguaje en general. En este sentido, luego de elaborar la teoría del discurso social (aunque allí ya aparece un estudio sobre la retórica de la argumentación), expone una preocupación por aquello que se argumenta en un estado de época. La noción de arsenal argumentativo… (2012) expresa un modo sistémico de pensar lo discursivo, al tiempo que se centra en nociones retóricas como la de pathos. Una influencia destacable para Angenot es la de Chaïm Perelman.
Bajo la multiplicidad de enunciados (el rumor social), por debajo de todos los discursos, el analista puede encontrar en esa diversidad elementos comunes, ciertas reglas y lógicas de argumentar, que se traducen luego en una multiplicidad de argumentos, pero que pueden finalmente reconstruirse para indagar el arsenal argumentativo que es utilizado en determinado tiempo histórico. La propuesta, entonces, es pensar la retórica no solo a la manera clásica (como el mero acto de persuasión), sino como el estudio de la variación socio-histórica de los tipos de argumentación, de los medios de prueba y de los métodos de persuasión.
Lo racional o lo razonable, en el marco de dicho planteo, tienen un sentido histórico, un ejemplo de ello es cómo el voto de las mujeres empezó a ser inteligible varias décadas atrás, logrando imponerse hoy de manera natural casi incuestionable. Lo mismo sucede hoy con el asunto del veganismo y el cambio climático, asuntos que hace 30 o 40 años hubieran sido impensados con la fuerza mediática que tienen en el presente. Es interesante detectar cuando lo marginal se corre hacia un centro de la agenda; aparecen entonces, enunciados que se encadenan en una lógica polifónica con sus efectos performativos.
Desde esta mirada, se puede investigar un arsenal de procedimientos (lógicas) que se utilizan para racionalizar y argumentar dentro de un estado de la sociedad. El análisis retórico permite encontrar un arsenal de medios argumentativos recurrentes entre la enorme cantidad de actos discursivos realizados: un arsenal de esquemas genéricos. En esa idea, nociones como la de ethos aparecen de manera central. Tomemos un ejemplo: un político que dice “vótenme porque soy buen padre” o “vótenme porque nunca robé”, está construyendo un ethos familiar y honesto en un estado de discurso donde esas cualidades forman parte de imaginarios de la época, la idea de lo que un político debe y tiene que ser. Esto tiene que ver con los modos de argumentar, es decir que es relevante detectar el arsenal de esquemas genéricos por los cuales se producen argumentos, los distintos patrones de generación de esas argumentaciones.
Por tanto, la retórica de la argumentación es comprendida como el estudio de hechos históricos y sociales: “Estudio la retórica no como un intemporal ´arte de persuadir por el discurso´, sino como un enfoque metodológico que se inscribe en el centro de la historia intelectual, política y cultural” (Angenot, 2012, p. 1).
Para finalizar este recorrido, quisiéramos remarcar la importancia que tiene la noción de arsenal argumentativo para el campo de los estudios de la retórica y el discurso. Desde hace algunos años, algunos investigadores como Kejner (2013), Eisner (2014), Dagatti (2019), Gastaldi (2020), empezaron a emplear dicho dispositivo en la construcción argumentativa del discurso político, artístico, jurídico, religioso, etc. en un estado de época. Por tanto, la teoría de Angenot ha sido y es importante para pensar aquellos parámetros que regulan lo decible y lo pensable siempre atravesados por una lógica argumentativa.
En esta dirección, si pensamos en la repercusión que ha tenido la obra de Angenot en el ámbito científico, hay que recuperar algunos debates que tienen epicentro en Argentina y Brasil, donde se ha cuestionado algunas de las nociones centrales de la teoría del discurso social: específicamente, problematizando la idea de discurso social en corte sincrónico, la noción de hegemonía y la relectura que hace Angenot de la obra de Gramsci (Fatala, 2015); lo mismo sucede con la teoría de los campos de Bourdieu, es decir que algunos autores ponen de manifiesto su desacuerdo con algunos de los planteos de la teoría del discurso social. Más allá de las críticas considerables, es innegable el crecimiento que tiene la teoría angenotiana desde hace ya varios años, cada vez son más investigadores los que citan en su tesis doctoral y de posdoctorado la noción de hegemonía, arsenal argumentativo y los componentes del hecho hegemónico. En este mismo año, Mariano Dagatti y el equipo de investigación de la ciudad de Córdoba y algunos profesores de Brasil están armando un libro de análisis de discurso político a partir de algunas nociones de la teoría de Marc Angenot.
Consideraciones finales
El objetivo de este trabajo fue presentar la obra central de Marc Angenot, específicamente la teoría del discurso social (con su definición, la noción de hegemonía y sus componentes, y la concepción de marginalidad, disidencia y contradiscurso) y la noción de arsenal argumentativo. Se buscó sistematizar los principales conceptos que el autor elabora en sus dos libros (2010a; 2010b) y en un artículo reciente (2012), que posibilitaron una serie de trabajos posteriores que responden a una trayectoria y perspectiva llamada socio-semiótica, desarrollada a cabo, sobre todo, en el Centro de Estudios Avanzados de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba, desde hace más de 30 años. El trabajo de traducción y reflexión teórica y analítica que llevan adelante María Teresa Dalmasso, Norma Fatala, Sandra Savoini, Alicia Vagione, Sebastián Gastaldi, entre otros integrantes del programa Discurso Social. Lo visible y lo enunciable sigue dando frutos a nivel nacional como también en otros países de Latinoamérica y Europa.
Si bien nunca se dejó de trabajar en Argentina, es reciente el interés por la teoría de Angenot en lugares como Brasil. Mariano Dagatti es el investigador que hizo ingresar el pensamiento del autor en diversas universidades, donde profesores como Eduardo Lopes Piris (UESC), Isabel Azevedo (UFS) y Carlos Piovezani (UFCS) están indagando sobre la teoría del discurso social.
La teoría de Angenot constituye una potencia teórica y metodológica para el análisis de la discursividad social. Como dijimos, hay algunas salvedades importantes que merecen ser tenidas en cuenta: por un lado, la noción macro totalizadora que el autor propone en sus comienzos, es decir el análisis de todo lo que se dijo en un determinado tiempo histórico, lo que nos llevaría un enorme trabajo (aunque como vimos, la teoría puede trabajarse en corpus específicos siempre y cuando se hagan las aclaraciones pertinentes); por el otro, la potente pero a la vez problemática noción de hegemonía que hace difícil pensar, desde esta teoría, lo emergente y lo contradiscursivo en tanto resistencia. Sin embargo, dichas dificultades presentan una apertura, nos referimos a la posibilidad de seguir profundizando y discutiendo con la teoría del autor, que lejos de estar clausurada sigue siendo revisada, sobre todo en Latinoamérica.