Sociedad y construcción social del riesgo
La ubicuidad de las amenazas socioambientales ha llevado al diagnóstico de que vivimos en una sociedad del riesgo, (Beck, 2008; Luhmann, 1992; Giddens, 1999), caracterizada por altos niveles de complejidad, incertidumbre y contingencia, que condicionan o limitan las posibilidades de gestionar las oportunidades, amenazas y peligros que se producen en los territorios y que afectan de manera desigual y diferenciada a la sociedad. Los riesgos, que constituyen la causa de estos procesos, podemos definirlos como posibilidades o probabilidades de daños futuros que estarían asociados a decisiones que se toman individual o institucionalmente en el presente (Luhmann, 1992; 2012; Renn, 2008; Aven y Renn, 2009; Beck; 2008).
En este marco, la sociedad enfrenta conflictos que tensionan y desestabilizan las estrategias o acciones seguidas para abordar los riesgos que emergen sistémicamente producto de la crisis socioambiental (Beck, 2008; Aven y Renn, 2019). Por lo tanto, actores sociales e instituciones experimentan permanentemente la incertidumbre que se produce a partir de los riesgos, principalmente de tipo socioambiental (Beck, 2008). A su vez, dichos riesgos se traducen en miedos, oportunidades y amenazas que demandan a las instituciones y actores sociales una necesaria configuración de espacios de participación y colaboración, tanto a nivel local como global.
Se genera, en consecuencia, la necesidad de estudiar los riesgos para generar conocimiento, comprender y accionar sobre las complejas externalidades que produce la dinámica social sobre los ecosistemas (Luhmann, 2012). En esta línea, asumimos que la característica de la sociedad actual es la producción y reprodución de sus propios riesgos, los cuales serían efectos colaterales de procesos tecnológicos, industriales y de infraestructura considerados indispensables en su desarrollo y evolución (Beck, 2008; Luhmann, 2007; Giddens, 1999), así como de eventos socionaturales propiciados por actividades antrópicas y naturales (Romero, 2014).
Por ello, los riesgos socioambientales serían un fenómeno global (Beck, 2008; Giddens, 1999) y las estrategias utilizadas para su gestión no pueden asegurar un riesgo cero o su inexistencia (Luhmann, 1992, 2007; García, et al, 2009). Además, aunque los riesgos estén caracterizados como democráticos (Beck, 2008) e impacten transversalmente a los diferentes territorios y poblaciones, estos no tienen un carácter homogéneo ni se reparten de igual forma en la sociedad, pues debido a su materialización y distribución desigual, los riesgos socioambientales tienen niveles y grados de afectación diferenciada (Vallejos-Romero y Garrido, 2015; Vallejos et al, 2015).
Por lo tanto, si consideramos las ideas planteadas, debemos, primero, tener presente la importancia que tiene para una sociedad moderna la valoración y aceptación de los riesgos socioambientales (Innerarity, 2011), así como la incertidumbre y vulnerabilidad que producen (Schweitzer y Mix, 2018). Segundo, destacar que los riesgos no pueden ser definidos de una vez y para siempre (Bechmann, 1995) y que su valoración implica un proceso continuo de descubrimiento y resignificación (Ramos y Callejo, 2016; Ramos, 2016; Zinn, 2010, 2018). Y en tercer lugar, es importante conocer cuáles son los riesgos, cómo se acciona frente a ellos, cuáles son las narrativas de los actores e instituciones capaces de articular el sentido en torno estos y cómo se pueden delinear políticas públicas y formas de gobernanza para abordarlos (Vallejos-Romero y Garrido, 2019).
En consecuencia, este artículo tiene la intención de aportar a la discusión en torno a la importancia de conocer y configurar lo que las instituciones políticas chilenas y latinoamericanas construyen como riesgos socioambientales las instituciones políticas en Chile y América Latina. El enfoque que sustenta nuestro trabajo en torno a qué se construye y valora como riesgo se basa en la idea que actores sociales e instituciones tienen la capacidad de construir y valorar de manera diferenciada los riesgos, lo cual definiría las formas de gobernarlos a partir de la crisis socioambiental actual.
Semántica y narrativas del riesgo: un breve esbozo
La producción académica en ciencias sociales sobre los riesgos ha sido amplia y una forma de aproximarse a su producción es a través de su semántica. En este sentido, Ramos y Callejo (2018) exponen que no hay estudios sistemáticos respecto a la semántica social del riesgo, pero, a pesar de esto, es factible observar algunos trabajos generales (Guitian, 2010) y avances de investigación significativos sobre la construcción y percepción social del riesgo.
Así tenemos, por ejemplo, la propuesta de Chauncey Starr (1969), quien formulaba la necesidad de comprender y minimizar los impactos que las nuevas tecnologías producían a través de la definición de un criterio de umbral de riesgo, donde la sociedad podía alcanzar un equilibrio observando que los riesgos asumidos voluntariamente eran mayormente aceptados en comparación con los riesgos que se imponían. Sin embargo, Otway y Cohen (1975) criticaron esta propuesta expresando que no se visualizaba una alta consistencia de los datos empíricos disponibles en ese momento que permitiera sostener que si la gente no manifestaba una posición contraria era porque aceptaban los riesgos voluntariamente.
En esta línea de trabajo encontramos el enfoque psicométrico del riesgo (Slovic, et al, 1984), que estudia la percepción y aceptabilidad mediante preferencias expresadas como concepto multidimensional y donde los individuos introducen en sus juicios elementos distintos a los meramente científicos para sustentar sus preferencias (Espluga y Farre, 2007). Desde la sicología social, a través de teorías actitudinales y de las expectativas del valor, Otway y Von Witerfeldt (1982) se preguntan cómo los individuos mantienen o rechazan determinados sistemas de valores y creencias, asumiendo como premisa que las actitudes respecto a los riesgos y tecnologías forman parte de los modelos mediante los cuales las personas conforman su identidad social e individual (Otway y Fischbein, 1976). De igual forma, la propuesta en torno a la amplificación social del riesgo (Kasperson, 1992; Pigdeon, et al, 1992) establece que los acontecimientos relacionados con el riesgo interactúan con procesos sicológicos, sociales, institucionales y culturales, de tal manera que pueden aumentar o atenuar las percepciones del riesgo, así como dar forma a los comportamientos que se generan frente a estos (Kasperson, et al, 1988).
Ahora bien, desde una perspectiva sociológica Bryan Wynne enfatiza en la relevancia del contexto social e institucional en el cual se experimenta el riesgo a la hora de valorar las percepciones y entender los comportamientos de las personas. Desde esta aproximación el riesgo no es algo objetivo, propio e independiente de los complejos cuerpos sociales en los cuales los actores experimentan este fenómeno (Turner y Wynne, 1992).
Otro aporte que releva la literatura es el enfoque proveniente de la teoría cultural (Douglas y Wildavsky, 1982; 1996), la cual plantea que creencias, actitudes y valores compartidos inciden en lo que actores y grupos consideran o no como riesgo, preocupándose más por eventos y aspectos que puedan afectar o poner en peligro tanto sus sistemas de creencias y valores como, a su vez, la manera de entender y vivir sus relaciones sociales. Las preguntas de fondo en esta perspectiva buscan definir qué tipo de grupos son los que se preocupan de determinados riesgos y por qué en una misma sociedad hay grupos que difieren a la hora de otorgar importancia a los mismos riesgos (Espluga, 2004).
Otras vertientes, como los estudios sobre gubernamentalidad, fijan su atención en la función que cumplirían los instrumentos, métodos y mecanismos en la transformación de un determinado objeto o, en otras palabras, en las transformaciones que permitan medir un riesgo objetivable (Dean, 2010; Ewald, 1991; O’Malley, 2004).
Desde los estudios de la Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS), la construcción social del riesgo se observa a partir de las controversias socio-técnicas. Aquí se argumenta que cuando una infraestructura tecnológica toma un carácter contencioso se vuelve un riesgo, develando distintos puntos de observación y de reivindicaciones de conocimiento sobre la naturaleza del objeto en disputa (Irwin, 2001; Rip, 1987). Así, entonces, estos estudios han propuesto herramientas técnicas y procedimientos de implicación de los diversos actores para ampliar la base de conocimiento -tal como lo pretende la teoría postnormal (Funtowicz y Ravetz, 1993)- en la elaboración de políticas. De este modo, se aspira a que tales políticas sean formuladas y/o corregidas sobre la base de elementos que complementen los datos científicos utilizados para la toma de decisiones (Callon, et al, 2009).
En el caso de los enfoques cualitativos, según Ramos y Callejo (2018), tenemos la propuesta de Hawkes y Rowe (2008), trabajo que ha estado focalizado en aproximaciones metodológicas y cuya finalidad ha sido retratar perfiles de riesgos de acuerdo a la vertiente psicométrica, donde la narración o el discurso no existe como un objeto de la investigación sobre el riesgo.
Así mismo, existen investigaciones que ponen el acento en una semántica negativa que identifica al riesgo con lo inseguro y desconocido, entre los que se pueden mencionar el trabajo de Tulloch y Lupton (2003), los estudios sociométricos, los aportes mixtos (cuantitativos y cualitativos) y del déficit del conocimiento de Luján y Todt (2000), y Espluga (2004, 2012). En esta línea de revisión, tenemos la preocupación en torno a las narrativas del riesgo, encontrando, por un lado, abordajes teóricos como los de Asa Boholm y Hervé Corvellec (2011) y Gaspar Mairal (2008), quienes desarrollan una propuesta relacional sobre el riesgo. Y, por otro, los trabajos conceptuales sobre la semántica del riesgo elaborados por Max Boholm (2016).
En la perspectiva de las narrativas del riesgo encontramos también estudios sobre los medios de comunicación y la producción del riesgo (Zinn, 2018; Zinn y McDonald, 2016; Schweitzer y Mix, 2018), así como la construcción social y narrativas del riesgo sobre la energía, medioambiente y cambio climático, entre otros (Moskwa, et al, 2018; Saint-Marc, et al, 2018; Moezzi, et al, 2017; Miller, et al, 2015; Drennan, 2017). Finalmente, es necesario destacar las investigaciones sobre el concepto de riesgo y el análisis de narrativas producidas por actores políticos, mediáticos y científicos, como, a su vez, los estudios que abordan la utilización y definición del concepto de riesgo en instituciones gubernamentales suecas (Boholm, 2018; 2014).
Semánticas y narrativas del riesgo en Chile y América Latina
En América Latina, los estudios sobre las semánticas del riesgo, especialmente sobre su construcción y percepción social, tienen un carácter emergente. En el caso de los estudios sobre las narrativas, los trabajos en el ámbito de los riesgos desde las ciencias sociales son incipientes (Toscana y Fernández, 2018).
Sin embargo, la producción científica la podemos observar en investigadores asociados a centros cuyo objeto de estudio son los riesgos sociales y naturales. Así, entonces, tenemos en América Central la Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres, quienes han trabajado en torno a la prevención, modelos de cooperación entre gobiernos y fortalecimiento a organizaciones locales para hacer frente a eventos extremos (www.desenredando.org). En esta misma línea, encontramos el Instituto de Estudios Ambientales de la Universidad Nacional de Colombia en Manizales, quienes se han dedicado al estudio de los riesgos y desastres, generando estudios de mejora de sistemas de información, monitoreo y alerta temprana, gestión y planificación, indicadores de riesgos y gestión de riesgos y diagnósticos (idea.manizales.unal.co/gta/riesgos/index.php).
En Chile, la investigación en torno a los riesgos desde las ciencias sociales ha ido en aumento. En términos amplios, podemos encontrar los tres reportes del Estado del Medio Ambiente en Chile (2013, 2015, 2017) elaborados por el Ministerio del Medio Ambiente. También cabe destacar el Informe del año 2012 (Universidad de Chile), que proporciona un diagnóstico del medio ambiente y los riesgos que pueden afectar a los chilenos. Otro de los estudios generales en esta línea es el realizado por el PNUD sobre Desarrollo Humano en Chile, en el cual se delinean temas respecto a la seguridad humana, observando insuficiencias en las políticas de seguridad para proteger a los ciudadanos contra los riesgos y visibilizando sus deficiencias en la alta contingencia social (PNUD, 1998).
En el ámbito de la ecología política, extractivismo, neo-extractivismo, geografía social y humana, se han desarrollado trabajos sobre los riesgos en territorios y comunidades (zonas de sacrificio) por problemas y conflictos asociados, entre otros, a la actividad forestal, acuícola, minera, desarrollo inmobiliario, y su impacto en humedales, el agua, los suelos, y especialmente el nicho ecológico y humano en Chile. Estos estudios han evidenciado la necesidad tener en cuenta lo local y la justicia social y distributiva a la hora de pensar el desarrollo en Chile (Bustos, et al, 2019; Folchi, 2019; Bolados, 2016; Jorge, et al, 2020; Vanhulst y Beling, 2014).
Junto a estos estudios, en tiempos recientes, se han ido conformando grupos de trabajo en torno a los temas de catástrofes. Es el caso del Centro Nacional de Investigación para la Gestión Integrada de Desastres Naturales (CIGIDEN) de la Universidad Católica de Chile (www.cigiden.cl), en cuya producción destacan trabajos sobre cambio climático y eventos extremos relacionados con la situación hídrica (Vicuña, et al, 2013), salud y terremotos (Figueroa y Cortés, 2016), gestión y mitigación (Bronfman, et al, 2016; Morris, et al, 2017; Martínez, et al, 2017), valoración de riesgos y tsunamis (Martínez, et al, 2017), la influencia de la zonificación, características del lugar, comportamientos ante amenazas, pobreza, su concentración y niveles de riesgos en países sísmicos como Chile (Lagos, 2012).
En este mismo tipo de centros de investigación radicados en Chile, encontramos los estudios de Hugo Romero y Núcleo Milenio Centro de Investigación en Vulnerabilidades y Desastres Socionaturales de la Universidad de Chile, que abordan las amenazas naturales, la vulnerabilidad y variables sociales que inciden en las percepciones y las formas de gestionarlos y prevenirlos (Romero, 2010; Romero y Romero, 2015).
Así también, entre 1994 y 2021 encontramos artículos y proyectos de investigación básica y aplicada en Chile financiados por CONICYT (hoy la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo-ANID). El primero, dirigido por Ernst Hajek, indagó sobre la relevancia de los riesgos y su tratamiento en espacios acotados localmente (Camus y Hajek, 1998). El segundo, de Bronfman y Cifuentes (2003), caracterizó la percepción de riesgos en Chile desde un enfoque psicométrico, identificando riesgos como el agotamiento de la capa de ozono, la contaminación del aire y otros de tipo social y natural.
El tercero, de Vallejos (Fondecyt nº11090071), tuvo como propósito conocer la percepción social del riesgo sobre la contaminación atmosférica en tres ciudades del sur de Chile, relevando dos dimensiones sociales de los riesgos como son la confianza y la comunicación. El cuarto, de Bronfman (Fondecyt nº1090577), caracterizó y cuantificó las preferencias sociales en relación con las diferentes alternativas de generación de electricidad, incluyendo sus impactos ambientales locales y globales, de modo que sus riesgos y beneficios pudieran ser considerados en el proceso de decisión.
Asimismo, el quinto trabajo (Vallejos, Fondecyt nº1120554) corresponde a un proyecto donde se relevó la confianza y la comunicación de riesgos en conflictos socioambientales manifiestos (Castilla e HidroAysén) y cómo inciden estas dimensiones en la construcción del riesgo. El sexto, es el proyecto de Boso (Fondecyt nº11150262), el cual tiene como objetivo dar cuenta de los procesos de percepción pública y la implicación ciudadana en el control de la contaminación atmosférica en ciudades intermedias del sur de Chile. Asimismo, es necesario destacar los proyectos, ambos de Vallejos, Fondecyt nº1150576, que pretende configurar de una forma diferenciada los riesgos en Chile y Fondecyt nº1120714, cuya finalidad es conocer las construcciones del riesgo socioambientales a través de las narrativas de las instituciones políticas en Chile.
Por último, existen otras investigaciones y estudios desde las ciencias sociales sobre los riesgos en Chile que han tratado problemas como la contaminación atmosférica, los conflictos sociotécnicos en torno a la energía y antenas de telefonía móvil, cuya finalidad ha sido visibilizar la implicación ciudadana, las políticas públicas, la confianza institucional, la comunicación de riesgos, la vulnerabilidad y, en general, las respuestas sociales a tales fenómenos (Célis, 2007; Romero, et al, 2010; Vallejos-Romero y Oñate, 2013; Ibarra y Gallegos, 2014; Garrido, et al, 2015; Vallejos-Romero, et al, 2016; Vallejos-Romero, et al, 2017; Alvarez y Boso, 2017; Boso, et al, 2017; Boso, et al, 2018; Vallejos-Romero y Garrido, 2019).
Finalmente, al considerar esta breve revisión sobre los estudios desarrollados y avances que se han logrado en lo que respecta a la investigación sobre riesgos en Chile, resulta interesante dar cuenta de un nicho no estudiado, según lo que la literatura evidencia, y que tiene que ver con la observación y análisis de la construcción social de los riesgos socioambientales en las narrativas de los representantes de las instituciones políticas chilenas y latinoamericanas, el cual configura un campo fértil de estudio y que este artículo quiere dar cuenta.
Construcción social del riesgo y narraciones: aportes para la discusión
¿Por qué estudiar la construcción social del riesgo en las narrativas de los actores de la sociedad, especialmente en instituciones que abordan problemas socioambientales? Pues bien, una respuesta es que los riesgos son construcciones que permiten un tipo de comprensión en torno a la realidad social y, por tanto, no son tipos ideales inmutables y objetivos, sino constructos de sentido estructurados mediante narraciones (Mairal, 2013; Ramos y Callejo, 2018). Estos se producen y circulan al interior de la sociedad, dando cuenta de una constelación de relatos que estructuran lo que podemos denominar un imaginario colectivo o conjunto de significados compartidos.
Tales narrativas serían modelos de organización cognitiva y de comunicación (Herman, 2009) que identifican y describen problemas, sus causas, consecuencias y soluciones (Roe, 1994). Al mismo tiempo, en una dimensión política-institucional, se construyen, sustentan e instalan en la agenda política (Hannigan, 2014) como problemas que pueden ser solucionados a través de decisiones, acciones delimitadas y políticamente viables (Keller, 2009; Hermwille, 2016).
A partir de lo anterior, podemos asumir que los elementos constituyentes de una sociedad -esferas sociales, instituciones y actores- producen construcciones y narraciones diferenciadas desde sus propias lógicas y de su exposición a los riesgos socioambientales que afectan a la población y sus territorios (Borraz, 2014; Mairal, 2013). Por lo tanto, si bien se puede afirmar que los riesgos afectan a todos por igual, se ha logrado establecer que sus consecuencias, las formas de enfrentarlos y las construcciones y narrativas que se formulan acerca de estos, dependen de la estructura social y la segmentación territorial de la población con un carácter desigual que persiste en la sociedad (Turner y Wynne, 1992; Douglas y Wildavsky, 1982; 1996; Otway y von Witerfleldt, 1982; Mancini, 2015).
En la sociedad moderna los riesgos se han instalado y la diferenciación funcional nos permite observar su construcción desde distintos sistemas (Luhmann, 2012; 2007), instituciones y actores sociales (Roe, 1994; Hannigan, 2014). Por ende, estos fenómenos no pueden ser definidos unívocamente, sino que deben ser entendidos y analizados a través de sus narrativas, determinadas por la producción de diversos constructos de sentido, los que, además, operan desde las delimitaciones dadas por contextos territoriales que generan actores e instituciones para asegurarse y resguardarse ante tales riesgos (Ramos y Callejo, 2018; 2016; Mairal, 2013; Borraz, 2014; Bechmann, 1995).
En esta línea argumental, Jens Zinn releva y nos permite sustentar que las instituciones sociales proporcionan narrativas para dar sentido a la paradoja moderna del riesgo (Zinn, 2016). En esta medida, las instituciones políticas ejercen el poder para construir socialmente los riesgos socioambientales a través de la producción de narrativas que definen y articulan el entramado de sentido acerca de estos fenómenos. Así, la producción de conocimiento a través de la investigación básica y/o aplicada debe relevar que la construcción de los riesgos socioambientales en las narrativas de las instituciones políticas es determinante para establecer cómo las instituciones valoran, aceptan y accionan sobre los riesgos socioambientales ante una escasa previsión y proyección de futuro.
Ahora bien, en cuanto a las narrativas -en tanto modelos de organización cognitiva y de comunicación (Herman, 2009)-, debemos asumir que tienen una fuerte implicación en la toma de decisiones respecto a la gestión de los riesgos en las sociedades modernas, puesto que estas pueden cambiar con el paso del tiempo y, quizás lo más relevante, formar parte central de los procesos de transformación y cambio social. De esta manera, analizar la construcción social de los riesgos socioambientales en las narrativas de las instituciones políticas, nos permitirá conocer y comprender los diversos constructos de sentido y los significados que formulan los actores a través de sus relatos y acciones en diferentes contextos (Arias y Alvarado, 2015) para prevenir y minimizar los riesgos (Zinn, 2019). En definitiva, las narrativas de las instituciones políticas poseen un papel clave en la construcción social, en la medida que configuran un marco interpretativo capaz de dar sentido y dotar de racionalidad y coherencia a los relatos (Urtiaga y Eizaguirre, 2013), propios y de la ciudadanía, que luego se plasman en acciones públicas para gobernar los riesgos socioambientales.
Consideraciones finales
Estudios como el que este artículo propone, como aporte al campo teórico de los estudios sobre el riesgo, se justifican en la medida que la literatura enfatiza que tales de investigaciones no responden a un carácter objetivo y normalizador (Borraz, 2014), sino más bien a una sociedad funcionalmente diferenciada donde se producen construcciones sociales de los riesgos socioambientales determinadas por contextos económicos, políticos, socioculturales, de nivel global, nacional y local (Luhmann 1992; Beck, 2008).
El problema esbozado es relevante en cuanto la literatura existente releva que esta línea tiene un carácter emergente e incipiente, por ende, nos parece importante establecer preguntas que pueden orientar la formulación y desarrollo de este tipo de investigaciones en Chile como en América Latina: ¿Cuál es la construcción social de los riesgos socioambientales en las narrativas de los representantes de instituciones políticas?, ¿Cuáles son los riesgos socioambientales que valoran y aceptan las instituciones políticas y sobre cuáles accionan según los contextos territoriales?, ¿Qué tipo de argumentos y estructuras de significación dan cuenta del conjunto de riesgos socioambientales que se articulan en las narrativas de los representantes de instituciones políticas? y ¿Cómo se configuran las narrativas de los riesgos socioambientales a nivel agregado y desagregado en Chile como en América Latina?
Finalmente, y para ampliar la discusión y focos de investigación en torno a nuestra propuesta, nos parece necesario avanzar en preguntas de investigación como las siguientes: ¿Cuáles son las construcciones y acciones sociales sobre el riesgo de las instituciones políticas y cuán convergentes o divergentes son con las construcciones y acciones de la ciudadanía? Pensamos que conocer qué construyen y cómo accionan las instituciones políticas y la ciudadanía en Chile, y en América Latina, son fundamentales para definir y coordinar tipos de gobernanza que permitan enfrentar los riesgos socioambientales en el continente.
Hacernos cargo de estas preguntas nos podría ayudar a dar cuenta de los riesgos que la sociedad genera y abordarlos de manera dialogada, inclusiva, pertinente y corresponsable en una sociedad que seguirá ejerciendo una fuerte presión contra el medio natural y sus ecosistemas.