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CONfines de relaciones internacionales y ciencia política
versión impresa ISSN 1870-3569
CONfines relacion. internaci. ciencia política vol.1 no.2 Monterrey ago./dic. 2005
Ex libris
Migrantes japoneses en México: la trayectoria de investigación de Ota Mishima
Megumi Terui*
Ota Mishima, M. (1982). Siete Migraciones Japonesas en México, 1890-1978. Ciudad de México: El Colegio de México.
* ITESM, Campus Monterrey. Correo: meguminosa@gmail.com
Hoy en día, aproximadamente 30,000 personas, descendientes de japoneses, viven en México, en una historia que viene desde finales del siglo XIX; sin embargo, poco se ha investigado sobre este grupo social. Una de las pioneras en los estudios de la comunidad nikkei1 en México, así como referencia obligada para aquel interesado en conocer más sobre las migraciones japonesas a dicho país, fue María Elena Ota Mishima. La investigadora, mexicana de ascendencia japonesa de segunda generación, publicó diversos trabajos sobre los descendientes de japoneses en México, además de dictar varias conferencias en el mundo sobre esta temática. Uno de sus principales trabajos aparece en el libro Siete Migraciones Japonesas en México 1890-1978, publicado por el Colegio de México en 1982.
Ota Mishima logra, a través de cerca de doscientas páginas, introducir al lector en los albores de la llegada de japoneses a nuestro país, y describe los siete tipos de migrantes que aquí radicaron. Más aún, su estudio profundiza datos históricos y estadísticos que tienen como fin ilustrar acerca de las migraciones de japoneses a México, sus condiciones, sus objetivos al llegar al país, y el grado de mestizaje que se presentó con la raza mexicana. Para realizar el libro, María Elena Ota emprendió una intensa labor de investigación, que abarcó desde entrevistas con algunos de los descendientes, hasta la revisión de diversos documentos estadísticos e históricos, en manos tanto japonesas como mexicanas.
De acuerdo con Ota Mishima, la inmigración japonesa en México resulta sui generis, porque el propio gobierno nipón la planificó, promovió y dio seguimiento; a diferencia de otras migraciones al territorio mexicano, esta fue apoyada y promovida por el gobierno del país de origen (en este caso, Japón); se suscitó de manera planificada y con un amplio seguimiento por parte del gobierno japonés. Ésta tuvo sus orígenes en el Porfiriato, y aunque fue interrumpida durante la Segunda Guerra Mundial, continuó su expansión durante la segunda mitad del siglo XX. El libro consta de cinco capítulos, cuyas páginas abarcan periodos históricos correspondientes al tipo de migrante que arribaba a México en dicho momento, lo cual ayuda al lector a contextualizar el fenómeno de la migración. Dicha clasificación de los inmigrantes japoneses, se encuentra en función del orden cronológico y las condiciones de la llegada de estos grupos a México, así como la actividad que buscaban desempeñar en nuestro país.
En el primer capítulo, la autora hace referencia a los primeros colonos japoneses que se establecieron primordialmente en la región de Chiapas, que corresponden al primer y segundo tipo de inmigrante japonés (agricultores y emigrantes libres, respectivamente). Si bien la inmigración japonesa en México inició en 1897, fue a partir de 1888 cuando se cimentaron las bases para dicha inmigración. Ota señala, que en ese año, México se convirtió en el primer país de Occidente en reconocer la soberanía japonesa, y con la firma de dicho tratado, se estableció el libre flujo de habitantes de ambos países entre los dos territorios. Los propios oficiales del gobierno de Japón se interesaron por la colonización de tierras mexicanas, con el fin de tener acceso a tierras fructíferas de cultivo, particularmente, de café, por lo que seleccionaron la región de Chiapas. Se estableció así la Sociedad Colonizadora Japón-México, que con apoyo gubernamental, reclutó a japoneses colonos agricultores para que viajaran a México a trabajar en las tierras que se adquirirían con los recursos de la Sociedad. A ellos se aunaron los llamados emigrantes libres los cuales no viajaron bajo contrato con la Sociedad y debían adquirir por sí mismos tierras para cultivar. Sin embargo, al llegar a México, se enfrentaron a condiciones muy diferentes a las prometidas originalmente por la Sociedad Colonizadora, por lo que muchos de los colonos desertaron, y los inmigrantes libres decidieron iniciar una nueva asociación denominada Sociedad Cooperativa Nichiboku Kyodo Gaisha, que diversificó las actividades económicas de los nikkei-mexicanos y se convirtió en la primera de su tipo en México.
En el segundo capítulo se analiza al migrante bajo contrato, el tercer tipo de migrante. Este periodo abarca de 1900 a 1910, cuando los inmigrantes japoneses ingresaron a México bajo el tratado celebrado entre ambos países, contactados a través de diferentes compañías, para trabajar en algunas industrias en las que México no poseía obra de mano calificada. Ota menciona que entre las principales ocupaciones se encontraban las industrias minera y cañera, además de la construcción de ferrocarriles. En este capítulo, la autora detalla las compañías para las que trabajaron los inmigrantes japoneses, estadísticas sobre el número de japoneses que ingresaron al país en este periodo, las condiciones en las que realizaron su travesía, así como las causas de la deserción de los braceros. Aunque señala que dicha deserción fue semejante a la de los inmigrantes del primer tipo; sin embargo, a diferencia de los segundos, la mayoría de los inmigrantes del tercer tipo tenían como meta inicial emigrar hacia Estados Unidos, aprovechando la facilidad de acceso a México, por lo que diminuyó el número de japoneses que radicaron en nuestro país, a pesar del continuo ingreso durante ese lapso de tiempo.
El tercer capítulo aborda al cuarto, quinto y sexto tipos de inmigrantes, es decir, al inmigrante que ingresó ilegalmente a México, al migrante calificado, y a aquellos que se acogieron al sistema de requerimiento, respectivamente, quienes ingresaron al territorio mexicano durante las primeras cuatro décadas del siglo XX. En cuanto a los inmigrantes ilegales, muchos de ellos provenían de Estados Unidos y, al ser rechazados como residentes en ese país, viajaban a México con la esperanza ingresar otra vez. Muchos de ellos radicaban temporalmente en el norte del país, o bien, ante la imposibilidad de lograr su cometido, decidían establecerse en México. Los migrantes japoneses calificados, por su parte, ingresaron a México bajo el amparo de un convenio bilateral en el que se permitía el libre ejercicio de la medicina, farmacéutica, odontología y veterinaria, de 1917 a 1928, por lo que durante esta década ingresaron profesionistas que buscaban nuevas oportunidades. Finalmente, el sexto tipo de inmigrante, o japoneses por requerimiento (yobiyose), eran aquellos que ingresaron al país invitados por otro japonés que ya radicaba en México. La mayor parte se concentró en la región de Baja California, y ya que contaban con oportunidades de desarrollo económico, buscaron desde un principio establecerse en territorio mexicano. Sin embargo, ante la inminencia de la Segunda Guerra Mundial, la cantidad de inmigrantes japoneses que ingresó por esta vía a México disminuyó hasta volverse nulo al iniciar el conflicto armado.
El cuarto capítulo, titulado Inmigrantes Japoneses en México y la Segunda Guerra Mundial: 1941-1950, aborda las relaciones entre ambos países, así como las condiciones a las que se enfrentaron los nikkei-mexicanos durante este periodo histórico. Esta parte del libro resulta particularmente interesante ya que Ota logra condensar en pocas páginas este capítulo de la historia mexicana en el cual, al romper México relaciones diplomáticas con Japón y unirse a los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, dio un trato muy diferente al que había dado a los inmigrantes japoneses, llevándolos a la concentración y orillando a muchos de ellos hacia el éxodo; este último en algunos casos de índole obligatoria. Así mismo, la autora realiza una interesante narración del papel de los comités de ayuda intrajaponesa que se crearon en el interior del país y que fueron de gran importancia para el mantenimiento de las relaciones sociales entre los dos países, aunque en el nivel gubernamental el rompimiento fue franco. Al finalizar la guerra, los japoneses que se encontraban concentrados fueron libres de retornar a sus lugares de residencia y, con excepción de aquellos bienes financieros que fueron custodiados por el Banco de México, les fue regresado íntegramente su dinero y propiedades.
El séptimo tipo de inmigrante japonés es explicado en el capítulo V, abarcando desde 1951 hasta 1978. En esta parte, María Elena Ota destaca las implicaciones favorables para México a raíz del crecimiento económico que vivió Japón durante ese periodo, entre ellas el aumento de inversiones. Con este flujo de inversión, también se presentó una nueva oleada de inmigrantes, en este caso, los técnicos japoneses, quienes constituyeron el séptimo tipo de inmigrante. Estos técnicos venían a trabajar en las nuevas industrias que habían establecido en nuestro país las trasnacionales japonesas por un periodo máximo de dos años, con capacidad de renovar su contrato por un año más.
Además de los enlistados capítulos, María Elena Ota incluye tres apéndices: en el primero, aparece una breve información sobre las actividades económicas, la Asociación Japón-México, Lengua, Mestizaje, entre otras temáticas, las cuales sirven de guía básica para el lector. Los apéndices II y III cuentan con cuadros estadísticos de diversas fuentes que son de relevancia para el estudio de este fenómeno social en México, además de ser de las pocas recopilaciones de este tipo de material entre las publicaciones mexicanas. Finalmente, la autora incluye fotografías de diferentes archivos recopilados tanto en México como en Japón.
Con Siete Migraciones Japonesas en México 1890-1978, la doctora María Elena Ota Mishima brinda un panorama ilustrativo sobre la migración japonesa a nuestro país. Dicho trabajo, si bien tiene algunos años de ser publicado, continúa vigente, ya que le brinda al lector (aun si se trata de un neófito acerca de los fenómenos sociales de esta índole) amplia información sobre lo que representó dicho fenómeno cuando acontecieron los hechos, y le da herramientas para comprender la forma en la que actualmente vive y se organiza la sociedad nikkei-mexicana.
Durante su vida docente, la doctora Ota Mishima promovió la profundización del estudio de esta comunidad en nuestro país. Como profesora en el Centro de Estudios de Asia y África del Colegio de México, llevó a cabo importantes contribuciones no solamente relevantes para el estudio de la comunidad nikkei en México (su principal línea de investigación), sino también para el estudio de las inmigraciones a nuestro país. Además de este libro, es recomendable otra publicación titulada Destino México: un Estudio de las Migraciones Asiáticas a México, Siglos XIX y XX (El Colegio de México, 1997), compilada por la doctora Ota, en donde investigadores presentan los resultados de sus trabajos sobre algunos grupos de inmigrantes asiáticos. Siendo México un país concebido en muchas ocasiones sólo en términos de sus emigrantes (particularmente a través de la frontera norte del territorio nacional), en raras ocasiones se le percibe en cuanto a los grupos de extranjeros que han venido a establecerse en nuestro país. La dificultad de reunir datos estadísticos y cualitativos que reflejen la relevancia de este fenómeno migratorio hacia México, también colabora a que no se profundice en su investigación. Por ello, tiene aún mayor relevancia la labor pionera de la doctora María Elena Ota Mishima en cuanto al estudio de las migraciones hacia nuestro país, ejemplificado en una de sus obras más importantes: Siete Migraciones Japonesas en México 1890-1978.
1 Nikkei es un vocablo japonés usado coloquialmente para designar a los japoneses y sus descendientes que viven fuera de su país.