Introducción
Los indígenas representan el grupo social con mayor rezago y vulnerabilidad en México y en Sonora. Después de haber sido los únicos usuarios del territorio sonorense, la llegada de los conquistadores españoles y criollos a la región marcó el inicio de una etapa difícil para su supervivencia. A partir de entonces han sido objeto de innumerables campañas de despojo, dominio y exterminio que han amenazado su cultura, identidad y permanencia (Spicer 1962; Almada 2010). Hasta hoy en día siguen luchando por sobrevivir ante una sociedad y clase gobernante que los ignora o que, en el mejor de los casos, utiliza sus recursos, territorios y mano de obra para beneficiarse económicamente. En este artículo se hace un recuento de los grupos étnicos, su historia, territorios y las condiciones en que viven en la actualidad mediante el análisis de una serie de indicadores demográficos, de educación, recursos y territorios, fuentes de ingreso, vivienda, salud y rezago social, obtenidos de información documental, censal y de campo; esta última incluyó la realización de diagnósticos comunitarios, talleres participativos y entrevistas directas con miembros de cada etnia.
Etnias de Sonora
Sonora cuenta con nueve grupos indígenas, siete son originarios: guarijíos, mayos, yaquis, pimas, seris (comca'ac), pápagos (autodenominados tohono o'odham) y cucapás. Los kikapúes, que han vivido en el estado por más de cien años, y otro más de migrantes "en tránsito" (de paso), que incluye a integrantes de otras etnias del país que emigran temporalmente en busca de trabajo o están en camino hacia Estados Unidos. En la Figura 1 se presenta un resumen de los grupos étnicos de la entidad, su autodenominación, lengua y los territorios que ocupan.
Etnia | Autodenominación | Familia lingüística | Grupo lingüístico | Autodenominación de la lengua | Territorios que ocupan |
Mayo | Yoreme | Yuto-nahua | Taracahita | Yorem-nokki | Parte baja del río Mayo, en Sonora, y ríos Fuerte y Sinaloa, en Sinaloa |
Yaqui | Yoeme | Yuto-nahua | Taracahita | Hiak-nooki | Parte baja del río Yaqui |
Migrantes* | Varios | Varias | Varias | Varias | Pesqueira-Zamora y Costa de Hermosillo |
Guarijío | Makurawe | Yuto-nahua | Taracahita | Makurawe | Cuenca alta del río Mayo |
Seri | Comca'ac | Seri | Seri | Cmiique iitom | Costa de Hermosillo |
Tohono o'odham (pápag°) | Tohono o'odham | Yuto-nahua | Tepimano | Tohono o'odham | Desierto de Sonora |
Pima | O'ob | Yuto-nahua | Tepimano | Oob no'ok | Municipio de Yécora, Sonora, y áreas aledañas en Chihuahua |
Cucapá | Es-pei | Cochimi-yumana | DeltaCalifornia | Kuapá | Desembocadura del río Colorado, en Sonora, y Baja California |
Kikapoo | Kikapú | Álgica | Algonquino | Kickapú | Municipio de Bacerac, Sonora |
* Incluye a varios grupos indígenas del país, entre los que destacan: mixteco, zapoteco, trique, náhuatl, tarahumara, mazahua, tarasco y huasteco, entre otros.
Fuente: modificado del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI 2008).
Para 2010, de acuerdo con los conteos comunitarios, la población indígena en la entidad se estimaba en 137 560 habitantes (Luque et al. 2012, 63), mientras que el censo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI 2012a) reportaba 60 611 hablantes de lengua indígena (HLI), lo que significa que la población étnica en Sonora representaba 5.2 por ciento y la de HLI 2.3, del total. De acuerdo con los conteos comunitarios, el grupo étnico más numeroso es el mayo, con 47.2 por ciento; le siguen el yaqui y los migrantes con 26.5 y 21.8, el pápago (1.4), guarijío (1.1), comca'ac (0.76), pima (0.71), cucapá (0.34) y kikapú (0.06) (véase Figura 2).
Etnia | Población en comunidades rurales indígenas1 | Conteos comunitarios 20102 | HLI, 20103 |
Mayos | 186 257 | 65 000 | 28 063 |
Yaquis | 50 970 | 36 409 | 16 508 |
Migrantes | 41 458 | 30 000 | 1 3 322 |
Guarijío | 4 813 | 1 580 | 1 306 |
Seri | 6 861 | 1 050 | 776 |
Tohono o'odham | 11 211 | 2 000 | 144 |
Pima | 1 010 | 971 | 469 |
Cucapá | 91 | 470 | 43 |
Kikapú | 50 | 80 | 30 |
1 Población total en las localidades rurales indígenas definidas por el Congreso de Sonora en 2010. Cálculos hechos a partir de los datos del censo 2010 (INEGI 2012a);
El concepto de población indígena incluye, según la definición de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) (Del Popolo et al. 2009), adoptada por la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) en México (CDI 2009c), a todas las personas que viven en hogares donde el jefe de familia o su cónyuge, o alguno de los padres de éstos, hablan una lengua indígena. Por esta razón se observa que en los datos de la Figura 2 la población indígena -reportada por Luque et al. (2012) como conteos comunitarios- es más del doble de la que habla alguna lengua indígena. Este elemento es muy importante en la cultura porque, junto con las tradiciones, le da identidad a los pueblos indígenas. Desafortunadamente, en las etnias las lenguas autóctonas se han ido perdiendo; Moctezuma (2004), Salas (2007) y la CDI (2005) afirman que si éstas no se fomentan tenderán a desaparecer en el futuro, aun para los mayos y yaquis los dos grupos más importantes de la entidad, debido a que en las nuevas generaciones el español ha ganado terreno tanto en el ambiente privado (familia) como público (escuela y comunidad), ya que existe una escasa participación de los jóvenes en sus tradiciones (Moctezuma 2004). La situación es aún más crítica para el resto de las etnias, que tienen pocos integrantes.
En diciembre de 2010, el gobierno del estado de Sonora publicó en el Boletín Oficial el listado de comunidades indígenas aprobado por el Congreso; se incluyen 564 localidades rurales y 64 colonias urbanas. Entre los municipios con mayor población indígena estaban Etchojoa, Navojoa, Huatabampo, Guaymas y Hermosillo (véase Figura 3), donde se asentaba 72 por ciento de ésta y 74 de las localidades reportadas como indígenas. En 2010, los municipios con más población indígena eran Etchojoa, con 37 por ciento; San Miguel de Horcasitas, con 31, y Huatabampo, con 23; le seguían San Ignacio Río Muerto, Bácum, Benito Juárez, Navojoa, Guaymas, Quiriego, Yécora y Álamos, con valores entre 14.5 y 7.5 , y el resto de los municipios tenía 4.9.
Por otro lado, 80 por ciento de la población indígena vive en localidades rurales, y del total de las reconocidas, 56.8 tiene menos de 250 habitantes, y sólo 3.4 tiene más de 2 500.2 La ruralidad y dispersión de las comunidades étnicas está asociada al acceso escaso a servicios básicos y marginación, como se verá más adelante. Algunas ciudades fronterizas como Nogales, Altar, Puerto Peñasco y San Luis Río Colorado y otras, como Ciudad Obregón y Hermosillo, son polos que atraen indígenas en busca de trabajo, y llegan a concentrar de 42 a 99 por ciento de ellos (véase Figura 4). Conviene mencionar que en muchas de estas comunidades indígenas reconocidas por el Congreso estatal, sus habitantes conviven con gente no indígena.
Aproximación histórica de las etnias y sus territorios
A principios del siglo XVII empezó la evangelización de los grupos originarios de Sonora, a través de las misiones jesuitas. Con la llegada de los españoles a territorio sonorense, hubo dos factores que contribuyeron de manera importante a la reducción de la población nativa del estado: las enfermedades infecciosas traídas de Europa y las guerras sostenidas en su contra por los conquistadores (Almada 2010). Se tienen registros de enfermedades como la influenza, la viruela, la fiebre amarilla y otras, ante las cuales la población étnica carecía de resistencia, y por ello ésta se redujo en algunas comunidades del noroeste de México, hasta en 90 por ciento (Reff 1991) . Por otro lado, se sabe que entre inicios y mediados de ese siglo se desataron rebeliones indígenas, que fueron sofocadas con efectividad por los conquistadores y colonizadores blancos y mestizos, de tal manera que la población se vio fuertemente diezmada, como lo reportan varios de los misioneros y conteos poblacionales de la época (Almada 2010); para 1662, los misioneros contabilizaron 5 950 ópatas, 2 200 eudebes, alrededor de 3 000 jovas, 2 230 pimas bajos y 1 700 ópatas-eudebes; se desconocía la cantidad de yécoras, ures y nebo-mes, todos ellos relacionados con los pimas (Martínez 2004, 33).
Según Martínez (2004, 39), la rebelión de los yaquis fue una de las sofocadas por los conquistadores, y que disminuyó la población étnica sonorense en el siglo XVII, en 1608, 1609 y 1610; también la de los pimas sobaipuris, de Bacoachi y Matuticachi, en 1648, y los pimas en Cananea, Huachuca, Cocóspera, Matuticachi, Topella y Quiburi, Tubutama, Maycoba, Yécora, Nuri, Onapa, Tacupeto, Karachi y Teopori, así como el ataque de los apaches que, a finales de ese siglo, provocó bajas importantes de los indígenas establecidos en la entidad.
En el siglo XVIII, Martínez (2004, 39) observó una reducción de las poblaciones étnicas, como consecuencia de las guerras sostenidas con los colonizadores. Por ejemplo, la comca'ac, de 1725; la de los pimas en Ures, en 1749; la comca'ac y de los subabapas, en 1766; la de los yaquis, en 1736-1740 y la de los pimas altos, en 1751. En este mismo siglo, de nuevo los ataques de apaches causaron bajas. Ya para el siglo XIX la población indígena había disminuido de forma considerable (se citan datos de que en 1900 la comca'ac y la yaqui era de 5 mil y 6 mil respectivamente), y la de blancos y mestizos había crecido tanto que presionaba por los territorios y dominio del estado a la población étnica, y la que logró sobrevivir los embates se replegó a espacios cada vez más reducidos, alejados e inhóspitos.
Baroni (2010) destaca que las reformas borbónicas, implemen-tadas en Sonora en la segunda mitad del siglo XVIII, fueron un factor importante en la reducción de los territorios indígenas al decretar la desaparición de la propiedad comunal de los nativos, establecida durante la época de las misiones, para ser administrada por "comisarios reales" (Almada 2010), y después pasar a ser propiedad privada de criollos, mientras que los indígenas, ahora sin territorio, se convertían en los peones de las haciendas recién creadas (Baroni 2010, 79).
La historia de exterminio y despojo de que han sido objeto las etnias sonorenses se resume en la Figura 5. La más estudiada es la yaqui, quizá por ser la única del continente americano que se resistió casi en todo momento a la conquista y apropiación de sus recursos, lo que le valió una cruenta guerra a lo largo de su historia, desde la llegada de los españoles a la región hasta mediados de la década de 1930 (Padilla 1995). Para una semblanza más detallada de la historia particular de cada una de las etnias véase a Moctezuma y Aguilar (2013) y Castro (2011).
Etnia | Hechos históricos en contra de la etnia | Amenazas actuales a su territorio y recursos naturales |
Cucapá | Invasión de sus territorios por japoneses y chinos en 1930 (Rivera de la Torre 2006, 16) . | Inversionistas japoneses y estadounidenses para explotaciones mineras y construcciones; renta de sus tierras. Reducción de sus áreas de pesca (fuente ancestral de alimentos), y prohibición de la pesca de curvina (Rivera de la Torre 2006, 14-16) . |
Guarijío | Enfrentamientos sangrientos y despojo de sus territorios por parte de los españoles durante la época de la Colonia; a mediados del siglo xix son despojados de su tierra por una familia recién llegada a Sonora, los Enríquez (CDI 2009c; Valdivia 2007, 239). | Proyecto de construcción de la presa Pilares y propuesta de su reubicación; expansión de la minería sonorense en la región. Inseguridad creada por el cultivo y tráfico de estupefacientes en la región guarijía. |
Kikapú | Provenientes de Estados Unidos y despojados de sus territorios, se establecieron en Sonora en 1905 en una propiedad de 11 800 ha (Castro 2004, 25). | El territorio original se ha reducido en 3 600 ha, debido a invasiones de Carlos Swanson, un ranchero vecino. |
Mayo | Tropas españolas y yaquis atacan a mayos a fines del siglo XVI; campañas de españoles y criollos (y después de mestizos), para exterminar a la etnia e invadir sus territorios a fines del siglo XVIII y en el XIX, movidos por el potencial agrícola de sus tierras. Pérdida de gran parte de su territorio original. Restitución mínima de sus territorios en ejidos compartidos con mestizos (Reocities 2001). | Venta y renta de tierras ejidales. Sobreexplotación del litoral; abatimiento de mantos freáticos para el abastecimiento de agua de uso doméstico a consecuencia de la falta de escurrimiento por el cauce del río Mayo. |
O'ob (pima) | Invasión de sus territorios por apaches en el siglo XIX y por mestizos a fines de ese siglo y principios del XX (Hope 2006, 11) . | Cacería furtiva y tala del bosque por gente ajena a la tribu; invasión de 6 000 ha del ejido por mestizos. Inseguridad creada por el cultivo y tráfico de estupefacientes. |
Comca'ac (seri) | Exterminio seri en 1622; epidemia de Santa María del Pópulo en el río San Miguel en 1683; exterminio y deportación entre 1750 y 1770; guerra de Encinas, en 1855-1865; exterminio de los seris que habitaban la isla de San Esteban, en 1860 (Bourillón-Moreno 2002, 27-29). A partir del siglo XX se hacen sedentarios, se integran al trabajo asalariado y la pesca comercial, y dependen de los intermediarios y de los vaivenes de la economía global (Mora 2009). | Invasión del área de pesca exclusiva por pescadores ajenos. Amenaza de sus territorios por planes de uso externos, como pesca comercial, escalera náutica, turismo, minería y otros proyectos de desarrollo ajenos a los seris. Inseguridad creada porque su territorio es parte de la ruta del narcotráfico. |
Tohono o'odham (pápago) | Brotes de fiebre amarilla y de cólera a mediados del siglo XIX reduce de manera drástica esta etnia; en ese tiempo sufren también el acoso de apaches y filibusteros y emigran a Arizona, al ser perseguidos por los policías rurales y por los abusos y despojos de que eran objeto a principios del siglo XX (McGuire 2008, 165-167; Anónimo s/f). | Escasez de agua; invasión de sus terrenos con ganado de particulares. Emigración hacia los centros urbanos como Caborca, Sonoyta, Puerto Peñasco y Hermosillo. |
Yaqui | Guerra en 1533 y 1607; rebelión de 1740; reparto de territorios a colonos y mestizos por el gobierno, entre 1769 y principios del siglo XIX, y rebelión en defensa de su territorio; empieza un siglo de exterminio en su contra, que termina en 1937 con la restitución de parte de su territorio (Padilla 1995). | Invasión de terrenos restituidos por Lázaro Cárdenas. Uso de sus territorios y recursos por gente ajena a la tribu; abatimiento y contaminación de mantos freáticos que abastecen el agua de uso doméstico, a consecuencia de la falta de escurrimiento por el cauce del río Yaqui y de la batería de pozos construida para abastecer de agua potable la ciudad de Guaymas. Enfrentan el despojo del agua asignada por decreto por L. Cárdenas (Lerma 2014), y una división interna que los desfavorece en la lucha por sus derechos, territorios y recursos (Restor 2009). |
Fuente: elaboración a partir de fuentes documentales y trabajo de campo.
No fue sino hasta después de la revolución e incluso hasta la época del presidente Lázaro Cárdenas que los grupos étnicos de Sonora empezaron a vivir en relativa paz y estabilidad, y sin la presión constante del exterminio de blancos y mestizos. A partir de entonces se les fue restituyendo parte de sus antiguos territorios, y se les reconoció como parte de la sociedad (Dwyer 2008) . A pesar de esta aceptación, y de la reciente promulgación de artículos, leyes y reglamentos que en el papel los favorecen a escala internacional, nacional y estatal, no ha sido fácil la vida para ellos, pues en muchos de los casos siguen siendo blanco de las invasiones de rancheros vecinos, continúan en la indiferencia y olvido del gobierno, en la marginación y realizan trabajos pesados con poca paga, y son ignorados y hasta rechazados por la sociedad estatal y nacional. Está documentada la invasión de terrenos de mayos, yaquis, tohono o'odham (McGuire 2008) , kikapúes, pimas y comca'ac, así como el uso y abuso de sus recursos naturales.
La población indígena de la entidad es una minoría que sigue reduciéndose. De acuerdo con los censos de población y vivienda de 1930 al año 2000, los HLI en Sonora pasaron de 24 897 a 55 694 habitantes; sin embargo, en términos porcentuales, este sector muestra una reducción al pasar, en ese mismo periodo, de 9.1 a 2.8 por ciento de la población total; aunque ha sido mayor, comparada con la de 1895, cuando este porcentaje era de 14.4 (INEGI 2005, 5). En parte, esta reducción relativa de la población indígena ha contribuido al rezago y olvido del gobierno para atender sus asuntos. Por si fuera poco, se les ha despojado de una buena parte de los territorios y recursos de que disponían, y los han desplazado a zonas serranas, desiertos y áreas incomunicadas, inhóspitas y, en muchos de los casos, con recursos naturales escasos para su sobrevivencia.
Pese a que el común denominador en la historia de las etnias de Sonora es el sometimiento de su cultura y sus pueblos, con el objetivo de apoderarse de sus territorios y recursos y aprovecharlos como mano de obra (Almada 2010), el carácter indómito de los yaquis; el nómada de los comca'ac o el difícil acceso a los territorios de los pimas, guarijíos y comca'ac les permitió sobrevivir al embate de la conquista (Troncoso 1905; Almada 2010, 49). En la actualidad, esta diferencia en la resistencia a la conquista se refleja en aspectos básicos que distinguen a unas etnias de otras, como es la conservación de territorios comunales propios, sistemas de organización tradicionales, lengua, cultura e identidad. Así, las comca'ac, guarijío y yaqui son las que a la fecha han mostrado mayor resistencia a integrarse de lleno a la cultura occidental.
El caso opuesto es el de los ópatas, que desde un principio mostraron muy poca resistencia a la conquista, asimilaron rápidamente la nueva cultura sin dificultad alguna (Troncoso 1905) , y en poco tiempo perdieron su lengua, identidad y cultura; a la fecha el ópata se considera una lengua muerta, de la que sólo quedan algunas frases y palabras aisladas, empleadas por algunos pobladores de la región (CDI 2006, 7; Yetman 2010, 36). Los eudebes, apaches y jovas también desaparecieron al integrarse al mestizaje y perder su lengua. Se teme que esta misma suerte corran los cucapás, kikapúes y tohono o'odham, cuyos HLI son menos de 200, y que su cultura se ha ido diluyendo como parte de la asimilación de la cultura occidental en las nuevas generaciones (Salas 2007, 115).
Territorios actuales
Con excepción de los indígenas migrantes, todas las etnias de Sonora cuentan con terrenos propios que, al igual que su población, se han visto reducidos a lo largo del tiempo, desde la llegada de los españoles. Antes de la conquista, los pimas altos, pápagos, pimas bajos, eudebes, ópatas, jovas, comca'ac, yaquis, mayos y guarijíos compartían el uso de la totalidad del territorio sonorense (Felger y Broyles 2007, 134). Esta situación ha cambiado, en la actualidad poseen 1 044 821 ha (algunas compartidas con gente no indígena, como en el caso de mayos y pimas), lo que representa 5.8 por ciento de la superficie estatal. La extensión de litorales propios o aprovechados de manera compartida con no indígenas constituye 31 por ciento. En la Figura 6 se muestra la ubicación de los territorios indígenas, y la 7 contiene un resumen de los terrenos y litorales propios o aprovechados por los grupos étnicos de Sonora, y en el anexo se enlistan los núcleos agrarios, en los que al menos 40 por ciento de los sujetos de derecho son indígenas.
Los territorios de las etnias difieren en calidad y cantidad; los comca'ac tienen un ejido y la isla Tiburón, cuentan con la mayor superficie (196 ha/individuo) y litoral per cápita (véase Figura 7), aunque los terrenos son desérticos, sin posibilidades de uso agrícola y con escasa vegetación y agua, lo que limita la cría de ganado. Le siguen los kikapúes, con 45 ha/persona, en su mayoría de terrenos de agostadero y una pequeña superficie de riego; los tohono tienen 26.8 ha/persona, en un área desértica, con poca agua para la población y la ganadería extensiva. Los yaquis, guarijíos y pimas poseen 13.0, 15.3 y 11.5 ha/persona respectivamente; pero los primeros cuentan con superficies de riego, litoral, áreas forestales y de agostadero, mientras que los guarijíos y pimas sólo tienen terrenos de uso ganadero y forestal. Por último, una parte de los mayo y cucapá posee terrenos en áreas de riego en dotaciones ejidales, que van de 5 a 22 ha por familia, pero al considerar el total de la población, la superficie per cápita es menor a 2 ha. Es importante mencionar que el litoral del sur de Sonora es una fuente importante del sustento para muchas familias de origen mayo.
Etnia | Terrenos propios (ha) | Litoral (km) | Población indígena | Superficie per cápita, hac |
Mayo | 271 194 | 147a | 65 000 | 4.2 |
Yaqui | 474 555 | 99b | 36 409 | 13.0 |
Guarijío | 24 109 | 0 | 1 580 | 15.3 |
Pima | 11 200 | 0 | 971 | 11.5 |
Seri | 205 791 | 130b | 1 050 | 196.0 |
Tohono o'odham | 53 696 | 0 | 2 000 | 26.8 |
Cucapá | 676 | 0 | 470 | 1.4 |
Kikapú | 3 600 | 0 | 80 | 45.0 |
a Litoral aprovechado, pero que no es de uso exclusivo; b litoral de uso exclusivo por la etnia; c para el caso de los cucapá, del ejido Pozas de Arvizu, el único territorio que poseen en Sonora, la dotación es de 22 ha/ejidatario.
Fuente: elaboración propia.
Por su parte, los indígenas migrantes, que en 2010 sumaban 13 322, no cuentan con territorios propios; 90 por ciento de ellos son triques, mixtéeos, zapotecos y tlapanecos, entre otros, que se ven forzados a dejar sus lugares de origen y tierras de temporal pobres, para emplearse como jornaleros agrícolas (Nemeeio 2005, 24; Camacho 2008). Por lo general viven en campos agrícolas de Caborea y la Costa de Hermosillo (poblado Miguel Alemán, San José de Zamora y Estación Pesqueira).
Condiciones de vida y marginación
La información que a continuación se presenta es resultado del análisis de datos censales de las comunidades rurales con fuerte presencia indígena, que el Congreso del estado de Sonora reconoció en 2010. Se reunieron por grupo étnico, y la mayoría de sus datos censales agregados provienen del INEGI (2012a y 2005b) y del INALI (2008), así como de información recabada en campo.
Población económicamente activa (PEA)
La población indígena en edad laboral (18 a 59 años) representa 54.3 por ciento, ligeramente por debajo de lo que registraban ese mismo año las cifras estatales y nacionales. El comportamiento es similar para todos los grupos étnicos, con excepción de los guarijíos, cuya población en edad laboral es de 0 a 17 y 60 años y más.
Por su parte, la PEA3 de comunidades indígenas de la entidad asciende a poco más de 100 mil habitantes, de los cuales 87.5 por ciento corresponde al sexo masculino. La tasa de actividad, definida como la proporción de la PEA de 12 años y más es, en promedio, de 49 por ciento, similar a la estatal y nacional (54.5 y 52.6). Las etnias que se salen de este rango son la kikapú y la cucapá (78.4 y 34.4), que tienen menos integrantes; su tasa de desempleo es de cero, mientras que las del resto oscila entre 0.9 y 3.7 por ciento, la más alta es la de los comca'ac y tohono o'odham, que rebasan la media estatal y la nacional (3.0 y 2.4). Esto significa que con excepción de estas dos etnias, en el resto la situación de desempleo es menos grave que el estatal (véase Figura 8).
Etnia | Tasa de actividada (%) | Proporción masculina de la PEA (%) | Tasa de desempleo (%) |
Cucapá | 34.3 | 87.5 | 0 |
Guarijío | 47.1 | 81.8 | 0.9 |
Kikapú | 78.4 | 72.4 | 0 |
Mayo | 46.2 | 78 | 2.7 |
Migrante | 56.6 | 69.8 | 1.8 |
Tohono o'odham | 59.2 | 69.5 | 3.6 |
Pima | 40.2 | 89 | 3 |
Seri | 56.2 | 70.6 | 3.7 |
Yaqui | 50.5 | 74.7 | 2.3 |
Promedio etnias | 49 | 75.7 | 2.5 |
Estatal | 54.5 | 66.2 | 3 |
Nacional | 34.3 | 87.5 | 2.4 |
a Tasa de actividad o porcentaje de población activa es el cociente entre la población activa y la población en edad para ser activa (véase texto).
Fuente: elaboración propia, con datos del INEGI (2012a).
Fuentes de ingresos y actividades agropecuarias y forestales
A pesar de que la mayoría de las etnias cuenta con territorios y recursos naturales propios, no son aprovechados debido a la falta de capital y medios de producción, mientras que el beneficio del uso de tales recursos por lo general queda en manos de gente ajena, que les paga una renta, muchas veces simbólica. La necesidad de obtener ingresos para sus familias obliga a los indígenas a vender su mano de obra como jornaleros agrícolas (a veces en sus mismas tierras), a laborar en el empleo doméstico, informal o en maquiladoras. Enseguida se hace un recuento de las particularidades de cada etnia en relación con las fuentes de ingresos declaradas por ellas en foros participativos, diagnósticos comunitarios, encuestas y entrevistas directas con sus autoridades.
Los comca'ac practican la pesca de autoconsumo durante todo el año y la complementan con la caza y la recolección, así como con la pesca comercial estacional. Las especies más importantes que capturan son la jaiba y el callo de hacha y, en menor cantidad, la curvina, el camarón, la mantarraya y el cazón; es importante mencionar que las venden a intermediarios, quienes les pagan un precio bajo. Algunos más trabajan en Bahía Kino como empleados domésticos o en el comercio informal. La venta de permisos para la caza del borrego cimarrón en la isla Tiburón genera ingresos importantes destinados a obras de beneficio común; para 2014 se pretendían impulsar proyectos de turismo ecológico con el apoyo de la CDI.
La ganadería bovina extensiva poco tecnificada es la principal actividad en las comunidades rurales tohono, mientras que en las ciudades se desempeñan en el comercio informal o como albañiles, jornaleros agrícolas, mecánicos, empleados domésticos, del ayuntamiento y de maquiladoras.
Las fuentes de ingresos más importantes entre los pimas son la agricultura de temporal (maíz, frijol, papa y trigo para autoconsumo), la ganadería bovina extensiva y los aprovechamientos forestales (encino y pino, cada vez más escasos debido a la sobreexplotación). La falta de empleo e ingresos ha atraído a algunos pimas a actividades relacionadas con el narcotráfico, mientras que otros emigran a zonas agrícolas de riego. Se estima que entre 70 y 80 por ciento de los jefes de familia guarijíos de Mesa Colorada, Los Estrados, Bavícora, Colonia Makurawi y Mochibampo se dedican al cultivo de temporal en superficies de 1 a 2 ha. Para obtener ingresos económicos, muchos de ellos son jornaleros o empleados, elaboran artesanías y taburetes, mientras que la mayoría de los habitantes de Los Bajíos practican la ganadería.
La principal fuente de ingresos de los cucapá del ejido Pozas de Arvizu es la renta de sus parcelas ejidales a agricultores particulares, que en la mayoría de los casos es suficiente para mantener a sus familias. Algunos se emplean temporalmente como jornaleros agrícolas, regadores, artesanos y comerciantes informales. Un alto porcentaje de los jefes de familia de comunidades costeras mayo son pescadores de camarón, de septiembre a noviembre, y jornaleros agrícolas, de noviembre a mayo o junio. La mayoría de los ejidatarios mayos, que cuentan con tierras de riego, renta su parcela y vende su mano de obra para complementar sus ingresos. Se estima que 75 por ciento de los mayos se emplean como jornaleros agrícolas o en granjas, ranchos y maquiladoras y completan su ingreso con la pesca.
Por otro lado, más de 90 por ciento de la superficie de riego de los yaquis está rentada a agricultores que no pertenecen a la tribu, por cinco a siete años, quienes pagan por adelantado. El peso de la cartera vencida les imposibilita para ser sujetos de crédito, lo que aunado a la falta de maquinaria y equipo les impide hacer productivas sus tierras. El agostadero es otro recurso importante, aprovechado por ganaderos no yaquis que pagan una renta muy baja o simbólica para que su ganado paste ahí; sólo 10 a 20 por ciento de las familias yaquis viven de la cría de ganado bovino o caprino. La pesca ribereña es importante para los pueblos que tienen litoral, como Belem, Potam, Huirivis y Rahum. Después de la pesca, el mayor número de yaquis se desempeña como jornaleros agrícolas, empleados de maquiladoras de Guay-mas y Empalme y elaboran carbón de mezquite y artesanías; también se dedican al comercio, la prestación de servicios profesionales y son operadores de vehículos, entre otros.
Los kikapúes practican principalmente la ganadería extensiva, cuyo producto ( becerros) venden a intermediarios a bajo precio, lo que les deja pocos ingresos. En cuanto a la agricultura, sólo producen forrajes para su ganado. La única fuente de ingresos de los indígenas migrantes es emplearse como jornaleros agrícolas, que reciben salarios bajos por trabajar jornadas extenuantes bajo un calor sofocante.
En síntesis, pese a que las etnias de Sonora poseen terrenos, litorales y recursos naturales, a veces abundantes, no obtienen beneficio directo ni ingresos suficientes para las familias, las cuales viven en la mayoría de los casos en franca pobreza.
De manera similar a lo encontrado en la información levantada en campo, el análisis de los datos censales refleja que a pesar de que la mayoría de la población étnica de Sonora vive en comunidades rurales, tan sólo 17.4 por ciento de los hogares indígenas se dedica a actividades agropecuarias o forestales y el resto, por lo general, vive de la venta de su mano de obra. Esto contrasta con el hecho de que la proporción de hogares indígenas dedicados a estas actividades a escala nacional era de 42.8 por ciento (véase Figura 9), para el mismo año, 2005.
Etnia | Hogares rurales indígenas considerados | Hogares con actividades agropecuarias y forestales (%) |
Cucapá | 15 | 66.7 |
Guarijío | 257 | 73.2 |
Mayo | 11 217 | 20.2 |
Migrante | 754 | 2.92 |
Tohono o'odham | 85 | 3.53 |
Pima | 96 | 56.3 |
Seri | 182 | 1.1 |
Yaqui | 3 705 | 17.8 |
General etnias | 16 311 | 19.7 |
Estatal | 24 173 | 17.4 |
Nacional | 2 035 913 | 42.8 |
Fuente: elaboración propia, con datos del INEGI (2005b).
Llama la atención que un porcentaje muy bajo de las familias comca'ac, migrantes y tohono o'odham, (1, 2.9 y 3.5) se dedican a labores agropecuarias y forestales. En este caso, los comca'ac a la caza, la pesca y la recolección; los migrantes no cuentan con terrenos propios para practicar este tipo de actividades, y más de 90 por ciento de los tohono vive en centros urbanos como Cananea, Puerto Peñasco y Sonoyta (Luque et al. 2012, 71), empleados en diversas tareas no profesionales. Por otro lado, sólo 17.8 y 20.2 por ciento de las familias yaquis y mayos son agricultores, ganaderos o aprovechan sus recursos forestales, mientras que 56.3, 66.7 y 73.2 por ciento de las pimas, cucapás y guarijías se dedican a las actividades agropecuarias y forestales. Los cucapá rentan 90 por ciento de sus tierras a particulares, lo cual difiere con los datos del censo que establecen que 66.7 por ciento de estos hogares se emplea en el sector primario.
Es importante destacar que la mayoría de las familias dedicadas a la producción de cultivos, cría de ganado propio y aprovechamiento de recursos forestales se ubican en áreas y municipios rurales como Yécora, Álamos y Quiriego (una excepción son los cucapá), mientras que las etnias que no cuentan con recursos naturales o económicos tienen que vender sus servicios y fuerza de trabajo, o bien vivir de la pesca, caza o recolección.
Analfabetismo y nivel educativo
El porcentaje de analfabetismo entre la población indígena de 15 años o más fue en promedio de 8.4 en 2010, mayor al estatal y nacional (3.0 y 6.9). Los grupos étnicos con mayor analfabetismo son pimas (21.6 por ciento) y guarijíos (19.7), y le siguen los migrantes, con 12.4, que se encuentran en áreas más aisladas, con pocos caminos de acceso a los centros urbanos y sistemas educativos deficientes, cuando los hay (ausentismo de los profesores al inicio y fin de la semana escolar, escuelas multigrado, falta de luz, agua y drenaje, entre otros); también es sabido que los indígenas migrantes, al provenir de áreas con alto grado de marginación y falta de servicios, tienen poco acceso a la enseñanza de la lectura y la escritura. En las comunidades yaqui, tohono, cucapá y mayo, los índices de analfabetismo van de 8.5 a 7.3 por ciento, y en la comca'ac y kikapú son de 5.4 y 5.6. La asistencia a la escuela de los niños de 6 a 14 años explica parte de este comportamiento (véase Figura 10).
El grado de escolaridad de los indígenas de 15 años o más es de 6.7 años, comparado con los 9.4 en el estado y 8.6 en el país. De nuevo los pimas y guarijíos son los que tienen menor grado de escolaridad (3.9 y 4.9 años), mientras que para el resto de los grupos estuvo entre 5.8 y 6.9 (véase Figura 11). A este rezago educativo, mostrado por las cifras censales, habría que agregar una serie de aspectos que muestran la deficiente calidad educativa que reciben los estudiantes indígenas: carencia de maestros hablantes de la lengua y bilingües, ausentismo constante de docentes, grupos de grados mixtos, falta de bibliotecas y de recursos para la enseñanza y desnutrición, entre otras.
Etnia | Grado de escolaridad (años) |
Cucapá | 6.6 |
Guarijío | 4.9 |
Kikapú | 5.8 |
Mayo | 6.9 |
Migrante | 6.2 |
Tohono o'odham | 6.6 |
Pima | 3.9 |
Seri | 6.9 |
Yaqui | 6.2 |
Promedio etnias | 6.7 |
Estatal | 9.4 |
Nacional | 8.6 |
Fuente: elaboración propia, con datos del INEGI (2012a).
Por último, el análisis de los datos del conteo de población 2005 muestra que entre 80 y 90 por ciento de los niños indígenas de entre 6 y 14 años asisten a la escuela, proporción que se reduce drásticamente para el grupo de edad de 15 a 17, y aún más para los jóvenes entre 18 y 24, de los cuales sólo 18 por ciento en promedio asiste a la escuela. Esta tendencia es muy similar a la de los grupos indígenas a escala nacional. Una de las razones que propician esta disminución en la asistencia a la escuela a mayor edad es la escasez de secundarias y, sobre todo, preparatorias y universidades en las localidades rurales en las que habitan. La otra causa es la necesidad de conseguir un ingreso para sobrevivir, lo que orilla a los jóvenes a trabajar en lugar de estudiar, sobre todo aquéllos entre 15 y 24 años; en el caso de los indígenas migrantes la situación es aún más grave, pues los niños en edad escolar (6-14) se dedican a laborar junto con sus padres en los campos agrícolas, en lugar de ir a la escuela (Nemecio 2005). De hecho, los niños migrantes de entre 6 y 14 años son los que registran menos asistencia escolar (véase Figura 10).
El analfabetismo, ausentismo escolar, bajo nivel educativo y acceso escaso a la educación de calidad son causa, y a la vez consecuencia, del grado de marginación en que viven los grupos indígenas. Por un lado, los niños y jóvenes en edad escolar no van a la escuela para ayudar a sus padres a obtener un ingreso que, como familia, les permita sobrevivir, pero el rezago educativo se convierte a su vez en un impedimento para aspirar a una educación superior y a un empleo mejor remunerado y menos agotador y riesgoso que el realizado por sus padres, además de ser un elemento más de discriminación y exclusión (Horbath y Gracia 2012, 186).
Condiciones y servicios en las viviendas de localidades rurales indígenas
Las viviendas de las comunidades indígenas de Sonora están construidas con materiales diversos, en la mayoría de los casos utilizan los disponibles en el entorno para las paredes, los techos y los pisos, y mantienen una distribución y dimensiones que les permiten conservar las casas relativamente frescas. Con el apoyo de programas de vivienda han incorporado materiales nuevos y distribuciones y dimensiones que en ocasiones no son las más adecuadas para las regiones, como el uso de bloque de cemento para las paredes, y los techos de concreto sin sobretecho.
Por lo general, la vivienda consta de una cocina, uno o dos dormitorios y una ramada. De acuerdo con los datos del censo 2010, 40.6 por ciento de las casas sólo contaba con un dormitorio, mientras que 42.5 tenía dos o más; que para el resto de Sonora estas cifras eran de 26.2 y 51.3, mientras que el promedio nacional era de 27.9 y 50.7 por ciento de casas de uno y dos o más dormitorios (véase Figura 12). Por otro lado, 15.5 por ciento de las viviendas indígenas contaba con piso de tierra, mientras que el porcentaje estatal y nacional era de 4.1 y 4.9.
Al analizar las condiciones de la vivienda de cada uno de los grupos étnicos, se advierte que los migrantes son los que tienen mayor grado de hacinamiento, por el número de dormitorios y ocupantes; le siguen los yaquis, guarijíos y mayos, mientras que los kikapúes y comca'ac son los que tienen menor grado de hacinamiento. Por su parte, los yaquis y migrantes tienen viviendas con una alta proporción de pisos de tierra (más de una quinta parte); le siguen los guarijíos, pimas, mayos y tohono o'odham, mientras que los cucapás, kikapúes y comca'ac tienen menos de 10 por ciento (véase Figura 12).4 El resto de las casas de las comunidades étnicas tiene piso de cemento o firme, mosaico u otro material (INEGI 2012a). Como una forma de reducir el rezago, que se había incrementado entre los años 2000 y 2005, los gobiernos recientes han implementado programas de construcción de pisos de cemento y techos de concreto (Horbath y Gracia 2012, 187) .
En cuanto a servicios básicos, 4.2, 9.6 y 48.1 por ciento de las casas carecen de luz, agua y drenaje respectivamente; sólo 32.7 cuenta con los tres servicios. Comparadas con las estatales y nacionales, estas cifras muestran la marginación de las comunidades rurales indígenas, pues la carencia de estos servicios en las viviendas de Sonora era en promedio de 1.5, 4.3 y 7.5 por ciento y en el país de 1.4, 8.9 y 7.1. Las etnias con mayor rezago en luz, agua y drenaje son la guarijío, pima y yaqui-mayo, mientras que la de la pima es la que tiene mayor rezago combinado de los tres servicios en sus comunidades, como se aprecia en la Figura 12.
La posesión de bienes y otro tipo de servicios entre los hogares indígenas también da fe de su marginación; sólo 28.6 por ciento cuenta con carro, 8.1 con computadora, 11.1 con teléfono fijo y 3.8 con internet. El promedio estatal para estos mismos bienes es de 49.0, 29.5, 33.2 y 22.6 por ciento respectivamente. Las etnias con menos porcentaje de hogares con automóvil son la guarijía, pima y comca'ac, mientras que las más favorecidas en este aspecto son las del norte: cucapá, kikapú y tohono. La existencia de computadora, servicio de teléfono fijo y de internet, por otro lado, es menor para los guarijíos, pimas, cucapás y kikapúes, y mayor para yaquis, migrantes y comca'ac. El rezago en bienes dentro de la vivienda se redujo entre los años 2000 y 2005, como producto de los ingresos familiares adicionales que el Programa Oportunidades representó en las comunidades rurales indígenas de Sonora (Horbath y Gracia 2012, 187) .
Servicios de salud
En 2010, 72 por ciento de la población indígena de Sonora contaba con derecho a servicios de salud; esta cifra era similar a la estatal (74) y mayor a la nacional (64.6). De esta derechohabiencia, 59.7 por ciento está cubierta por el Seguro Popular; 33.1 por el Instituto Mexicano del Seguro Social; 5.4 por el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado y 2.7 por el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado de Sonora. Las etnias con mayor cobertura de salud son la mayo, yaqui y cucapá, todas ubicadas en áreas de los valles y relativamente cercanas a grandes centros de población y desarrollo. Y las más aisladas y alejadas de las ciudades y, por lo tanto, de los centros de salud cuentan con menos cobertura.
En las etnias de Sonora, el Seguro Popular aumentó la derecho-habiencia a partir del año 2000, llegó a cubrir más de 80 por ciento de la kikapú, pima y guarijío, las más alejadas de los centros urbanos. Por el alto porcentaje de derechohabiencia, se podría pensar que las comunidades indígenas de Sonora tienen servicios de salud tan buenos como los que recibe la población nacional y la del estado. Esto, sin embargo, no es así para quienes viven en localidades de difícil acceso, con centros de salud que no cuentan con personal médico capacitado, equipo, medicinas, ni ambulancias para el traslado de enfermos; en ese sentido, la población indígena está altamente marginada en términos de salud, sobre todo en el caso de la kikapú, pima, comca'ac y guarijío. Durante las entrevistas a representantes de las comunidades visitadas, incluidas las que se ubican en los valles irrigados y cercanas a los grandes centros de población del estado, la gente expresó que las necesidades más apremiantes son: equipo, medicinas, ambulancias, personal y atención médica en general.
Además de la deficiencia en los servicios médicos, varios autores han encontrado que la adopción de hábitos de consumo y de vida occidental, como la ingesta de alimentos con alto contenido calórico (harinas y derivados, frituras y refrescos, entre otros), ha propiciado condiciones de desnutrición en niños yaquis, mayos, pimas, guari-jíos, comca'ac y migrantes, que crecen como jóvenes y adultos obesos, lo que a la postre se trasforma en problemas de hipertensión, diabetes y otros relacionados (Haro et al. 1996; Palacios et al. 2008; Ortega et al. 2012). Una alternativa para solucionar el problema de la pobreza alimentaria, en que viven estos grupos indígenas y a la dieta alimenticia que llevan, es el fomento de sistemas de autoabasto de alimentos, a través de la producción familiar o en pequeña escala de hortalizas, frutales, granos básicos y animales de traspatio, además de aprovechar las fuentes de alimento presentes en los ecosistemas que habitan.
Índice de rezago social
El índice de rezago o atraso social resume tanto las condiciones educativas como las de la vivienda y de los bienes dentro de ésta y la infraestructura social elemental. Los indicadores básicos censales que la CDI utiliza para definir el índice de rezago social de los municipios y comunidades indígenas son, para cada uno de los aspectos evaluados, los siguientes: a) escolaridad, analfabetismo, asistencia escolar en niños de 6 a 14 años y primaria incompleta entre la gente de 15 años y más; b) infraestructura social: carencia de agua entubada, drenaje y energía eléctrica; c) condiciones de vivienda: piso de tierra, sanitario exclusivo, hacinamiento y d) bienes dentro de la vivienda: televisor, refrigerador y lavadora (CDI 2009a, 1).
Con los datos del conteo de población 2005, la CDI (2009b) estimó los índices de rezago para varios municipios de Sonora con población indígena; los resultados se presentan en la Figura 13. En estos datos se observa que para 2005 la mayoría de dichos municipios tenía índices medios de rezago social en sus diferentes componentes, excepto en el de condiciones de vivienda, que fue alto.
Municipio | Etnias | Grado de rezago | ||||
Social | Educativo | Infraestructura social básica | Condiciones de la vivienda | Bienes dentro de la vivienda | ||
Pitiquito | Seri | Bajo | Medio | Bajo | Bajo | Bajo |
Hermosillo | Migrante y seri | Bajo | Medio | Bajo | Medio | Bajo |
Benito Juárez | Mayo | Bajo | Bajo | Bajo | Medio | Medio |
Caborca | Tohono | Bajo | Medio | Medio | Medio | Bajo |
Navojoa | Mayo | Medio | Bajo | Medio | Medio | Medio |
San Ignacio Río Muerto | Yaqui | Medio | Bajo | Medio | Medio | Medio |
Huatabampo | Mayo | Medio | Bajo | Medio | Medio | Medio |
Etchojoa | Mayo | Medio | Bajo | Medio | Medio | Alto |
Bácum | Yaqui | Alto | Medio | Medio | Muy alto | Alto |
Guaymas | Yaqui | Alto | Medio | Medio | Muy alto | Alto |
San Miguel de Horcasitas | Migrante | Alto | Muy alto | Muy bajo | Muy alto | Medio |
Yécora | Pima | Muy alto | Muy alto | Muy alto | Alto | Muy alto |
Álamos | Guarijío y mayo | Muy alto | Alto | Muy alto | Muy alto | Muy alto |
Quiriego | Guarijío | Muy alto | Muy alto | Muy alto | Muy alto | Muy alto |
Promedio municipios indígenas | Varias | Medio | Medio | Medio | Alto | Medio |
Fuente: elaborado con datos de la CDI (2009b).
Al analizar los datos por etnia, en los municipios habitados por la comca'ac (Pitiquito y Hermosillo, este último también tiene población importante de indígenas migrantes) tienen índices bajos en rezago social, de infraestructura básica, condiciones y bienes en la vivienda y rezago medio en educación, porque la mayoría de los habitantes son no indígenas. Por su parte, el índice de rezago educativo de los municipios con presencia de mayos es bajo, pero en el rubro social, de infraestructura, vivienda y bienes del hogar es medio. El rezago social de los municipios con presencia de yaquis es alto, con rezago medio en educación e infraestructura social básica, pero alto y muy alto en bienes del hogar y condiciones de la vivienda, respectivamente. Una condición similar mantienen los indígenas migrantes. Por último, los municipios donde habitan pimas y guarijíos tienen un grado de marginación muy alto en todos o casi todos los aspectos que considera el índice de rezago social.
Las condiciones de rezago y marginación en que viven los grupos indígenas de Sonora son producto de la dispersión de la población en comunidades rurales en las que el acceso y calidad de los servicios (vivienda, agua potable, drenaje, electricidad, educación y médicos) es limitado; esto contrasta con los servicios presentes en los grandes centros de población en los que la cobertura es mayor y de mejor calidad.
Hay condiciones que contribuyen de manera significativa al rezago social de las comunidades indígenas, como la lejanía de ciudades importantes, caminos de acceso en mal estado, falta de empleo, bajos ingresos por familia y ausencia de oportunidades ( por la carencia de preparación profesional, entre otros), para acceder a trabajos mejor pagados; falta de bienes para la producción y medios para aprovechar los pocos recursos que poseen. Otros factores relevantes son la invasión y uso de sus territorios y recursos naturales por gente ajena. Por último, pero no menos importante, la inexistencia de recursos y programas de apoyo al desarrollo de las comunidades étnicas contribuye a su marginación. Brindar mejores condiciones de vida y desarrollo a este sector es una asignatura que sigue quedando pendiente y que requiere atención inmediata.
Conclusiones
Desde la época de la conquista y la colonización de los territorios indígenas, iniciada por los españoles y continuada por criollos y mestizos, las etnias de Sonora han sido objeto de múltiples agravios que han propiciado la reducción de sus poblaciones y territorios. En la actualidad viven en comunidades rurales pequeñas, por lo general alejadas de las grandes ciudades, con caminos en mal estado; tienen el mayor atraso en indicadores de desarrollo social, a decir por su grado de escolaridad, analfabetismo, fuentes de ingreso (en su mayoría trabajos asalariados de baja remuneración), condiciones y bienes de la vivienda y servicios de salud, entre otros. Aunque cuentan con recursos naturales aprovechables, carecen de bienes para la producción o medios para explotarlos. A este rezago social se agrega la inserción de un modo de vida globalizado que altera tradiciones, festividades y formas de alimentación que provoca dependencia económica y consumismo, y que trastoca y modifica las formas de reproducción de la cultura y la lengua y con ello amenazan la existencia de las etnias.
El establecimiento de programas federales y estatales en apoyo al desarrollo de las etnias, para reducir los índices de rezago económico y social en que viven, además de darles seguridad jurídica y permitir su autonomía, garantizaría sus derechos definidos en la Constitución y otros acuerdos con organismos internacionales, y también reconocería su importancia como parte de la historia, del presente y la diversidad cultural de México.