Introducción
“Se estima que en 2022 padecieron hambre en todo el mundo de 691 a 783 millones de personas. Considerando el punto medio del rango (unos 735 millones), en 2022 padecieron hambre 122 millones de personas más que en 2019, antes de la pandemia” (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura [FAO], Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola [FIDA], Organización Mundial de la Salud [OMS], Programa Mundial de Alimentos [PMA] y Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia [UNICEF], 2023). En el caso de México, de acuerdo con Mundo et al. (2021), “el 59.1% de los hogares mexicanos no tiene los recursos suficientes para obtener una alimentación suficiente en cantidad y calidad” (p. 1). En cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (CONEVAL, 2022), el 36.3% de la población está en situación de pobreza y el 18.2% no tiene acceso a una alimentación nutritiva y de calidad. De acuerdo con Aulestia-Guerrero, Jiménez, Fierro, Carrera y Capa-Mora (2019):
Cuando los miembros de una comunidad no pueden llevar a cabo un trabajo digno, que les brinde la economía necesaria para acceder a los alimentos suficientes ⸻tanto en cantidad como en calidad⸺, la población deberá orientar su alimentación a lo que esté al alcance de su bolsillo. (p. 1)
Como parte de la dinámica de mercado, México se ha desarrollado bajo un modelo que propicia el crecimiento de las ciudades y ha descuidado el desarrollo del sector agrícola (Morett-Sánchez y Cosío, 2023). “Para México, el desafío de garantizar la alimentación a una población que crece rápidamente se estima alcanzará los 138.1 millones de habitantes en 2030 lo que requerirá producir 14% más alimentos” (Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, 2022). La sustentabilidad es una perspectiva de actuación de diversos actores de la sociedad que permite la planeación e implementación de estrategias basadas en un análisis integral que contempla varios aspectos de la vida de los seres humanos. En la sustentabilidad la calidad de los alimentos y el acceso a ellos se vuelve un tema de supervivencia que no puede dejarse a la suerte. “El desarrollo sostenible implica cómo debemos vivir hoy si queremos un futuro mejor, ocupándose de las necesidades presentes sin comprometer las oportunidades de las generaciones futuras de cumplir con las suyas” (ONU, 8 de agosto de 2023). En México, para desarrollar una producción sustentable es necesario entender la dinámica de su sistema alimentario, el cual
engloba todos los elementos (medio ambiente, personas, insumos, procesos, infraestructuras, instituciones, etc.) y actividades relacionadas con la producción, la elaboración, la distribución, la preparación y el consumo de alimentos, así como los productos de estas actividades, incluidos los resultados socioeconómicos y ambientales. (Comité de Seguridad Alimentaria Mundial y Grupo de Alto Nivel de Expertos [CSA y HLPE], 2018, p. 11)
Dicho sistema está integrado por “tres elementos que actúan como puntos de entrada y salida: 1) las cadenas de suministro de alimentos, 2) los entornos alimentarios y 3) el comportamiento de los consumidores” (FAO, 2019, p. 8). Las primeras se refieren a todas las etapas por las que pasan los productos desde su producción hasta su consumo. Los entornos alimentarios tienen que ver con el sistema social, cultural y político que existe alrededor de la producción de alimentos. En el sistema político se encuentran las elecciones de los consumidores, los tipos de alimentos, las cantidades y otros elementos relacionados con la educación y la cultura en lo que respecta a alimentación. En cuanto a este último punto, de acuerdo con la FAO (2019), “los cambios colectivos en el comportamiento de los consumidores pueden abrir vías para establecer sistemas alimentarios más sostenibles que mejoren la seguridad alimentaria, la nutrición y la salud” (p. 8). Por otro lado, han surgido movimientos sociales en los últimos años impulsados por organizaciones de base y de académicos comprometidos con la gestión de la sustentabilidad alimentaria que propician, a partir del activismo y de la actividad académica, procesos de transformación social, de empoderamiento y de participación social en las comunidades rurales y urbanas (Firth, Maye y Pearson, 2011; Ghose y Pettygrove, 2014; Ibarra, Caviedes, Barreau y Pessa, 2019; Lawson, 2005; Nettle, 2014; Paladino et al., 2020).
En estos procesos sociales, “las mujeres rurales son las principales productoras agrícolas y son esenciales para la seguridad alimentaria de los países, son quienes trabajan más y ganan menos, ya que el 38% no tienen un ingreso propio” (Nihangaza y Kwizera, 2023, p. 4). “Su trabajo crea plusvalía y riqueza económica, desarrolla la economía del cuidado para atender las necesidades básicas familiares y asegura el equilibrio social” (Cazares-Palacios, Luna y Carrillo-Salgado, 2023, p. 47). Por su parte, las mujeres urbanas y periurbanas contribuyen a la seguridad alimentaria en la creación y organización de huertas urbanas (Herrera-López, Fletes-Ocón y Valdiviezo-Ocampo, 2020; Tiwari y Vajpeyi, 2023).
Por otro lado, el empoderamiento puede entenderse como un fenómeno que se desarrolla en niveles. El primer nivel se entiende por lo general como un proceso en el cual se adquiere poder para la toma de decisiones, se desarrolla liderazgo para sí mismo y, en un nivel posterior, sobre un grupo (Duflo, 2012; Page y Czuba, 1999). De acuerdo con Rowlands (1997, p. 13), el poder tiene tres dimensiones. El poder personal implica el desarrollo de un sentido de confianza en sí mismo y capacidad, y deshace los efectos de la opresión internalizada. El poder relacional se refiere a la capacidad de negociar e influir en la naturaleza de una relación y en las decisiones tomadas dentro de ella. El poder colectivo se da cuando los individuos trabajan juntos para lograr un efecto más amplio que el que cada uno podría producir por sí solo. Este poder incluye la participación en estructuras políticas, pero también abarca la acción colectiva basada en la cooperación más que en la competencia. Esta acción puede ser local y enfocada, por ejemplo, en grupos que actúen a nivel de aldea o vecindario, o estar más institucionalizada, como las actividades de las redes nacionales o los procedimientos formales de las Naciones Unidas (Rowlands, 1997, p. 15).
Relacionando esta última categoría con la sustentabilidad, el empoderamiento de las mujeres se analiza como un elemento de acción que conduce al cambio social y a la emancipación no solo de las mujeres, sino también de aliados que se encuentran en procesos de empoderamiento y que impactan en el desarrollo sustentable endógeno de una comunidad, que puede estar en un contexto rural o urbano. En un desarrollo sustentable gestado en la periferia del conocimiento, las mujeres se incorporan no como receptoras del desarrollo, sino como agentes de cambio y sujetos de derecho al igual que la naturaleza (Gómez-Velázquez, Vásquez-López, Regino-Maldonado y Jurado-Celis, 2023).
Los estudios sobre el empoderamiento de las mujeres para la sustentabilidad alimentaria se gestan sobre todo mediante la teoría del ecofeminismo, los estudios de la mujer y los tipos de feminismos que se relacionan con la agroecología (Braga, Palomino-Schalscha y Stupples, 2022; Cuéllar y Sevilla, 2018; Ebile, Phelan y Wünsche, 2022). En el caso de América Latina, con estas influencias teóricas se han desarrollado investigaciones en las que se relacionan el estudio de las mujeres con el medio ambiente y el género (Nieves, 1998; Ress, 2010). Sin embargo, en las últimas dos décadas, en esta región se han gestado las aproximaciones sobre el empoderamiento de las mujeres y su relación con el medio ambiente y la sustentabilidad recurriendo a un análisis de la economía, alternativo que incorpora la variable ambiental. Por eso, sin afán de caer en compartimentos disciplinarios, en el presente estudio, desde una economía alternativa a la economía de mercado y capitalista, se entienden las mujeres como sujetos diversos, contextuales e históricos, construidos de forma relacional con los hombres y la naturaleza, capaces de construir sistemas que dan sustento económico y social a ellas mismas (Castillo-Rocha, Quiroz, Barrera y González, 2023).
En esta investigación se hace hincapié en la importancia de comprender el empoderamiento dentro de un proceso intercultural que tiene lugar en un espacio y en el que participan mujeres que “son diversas, plurales y tienen experiencias únicas” (Nolasco, 2022, p. 155), así como dentro del fenómeno que se ha denominado “empoderamiento espacial” (Hoinle, 2022; Hoinle, Rothfuss y Gotto, 2013). En este proceso de empoderamiento, el desarrollo sustentable se construye en un entramado histórico, social, cultural, político y contextual (Monárrez, 2023), y el espacio tiene una función importante como detonador o inhibidor del empoderamiento personal, relacional y colectivo (Rowlands, 1997; Rodríguez, Perezgrovas y Zaragoza, 2011). “El espacio” es el elemento neutral en el que diversas mujeres pueden convivir y empoderarse mediante un diálogo intercultural para construir alternativas sustentables.
Producción agrícola y mujeres en Yucatán
Yucatán ha tenido notables transformaciones en su economía en las últimas décadas. A causa de su incursión en el comercio exterior y de la globalización, concentró y aumentó su producción en el sector secundario y terciario. Al mismo tiempo el sector primario ha tenido una participación baja, aunque estable, en la economía en comparación con los otros dos sectores (véase Figura 1). Su agricultura se basó durante muchos años en la producción de henequén, motor de la economía en el siglo XIX que permitió el desarrollo de Mérida como ciudad central en la región sureste, así como de diversas actividades industriales y comerciales complementarias. Sin embargo, cuando descendió esta actividad productiva, se impulsó la siembra de cítricos (en el sur del estado, zona caracterizada por la calidad de suelos para la agricultura), la pesca, la avicultura y la porcicultura en otras zonas (García y Morales, 2000).
Fuente: Sistema de Cuentas Nacionales de México. Producto interno bruto por entidad federativa. Serie retropolada reducida. Revisada (INEGI, 2021b).
En cifras de 2020, las actividades primarias representaron 4.2% del PIB del estado y hubo un incremento de este de 0.3%, que fue poco en comparación con el de Zacatecas, que tuvo el mayor aumento a escala nacional: 17.6% (INEGI, 2021a). De manera simultánea, en Yucatán, en la zona periurbana ha habido una producción de baja escala que no siempre se contabiliza en las cuentas nacionales, y que en su práctica se han transmitido conocimientos sobre la producción de vegetales y animales (Guadarrama y Chávez, 2023; Velasco, 2023) y una actividad que ha disminuido con el crecimiento de las ciudades (Ramírez y Domínguez, 2023). Por ejemplo, “las actividades tradicionales como la milpa y la apicultura son estrategias de manejo que han permitido preservar parte de las selvas de la región, a diferencia de lo que sucede en otras zonas tropicales de México y Centroamérica, donde la ganadería extensiva y los cultivos comerciales las han sustituido” (Moya et al., 2003, pp. 7 y 8). El manejo diferente de estas zonas puede explicarse por el origen étnico de sus pobladores, pues 23% de los residentes del estado habla una lengua indígena y 99% de ellos, la lengua Maya (INEGI, 2020b), quienes sobresalen “por ser usuarios de las áreas con mayor diversidad biológica del mundo, por lo tanto, el manejo de cultivos básicos es pertinente para conservar la diversidad genética de las especies” (Salazar-Barrientos, Magaña-Magaña, Aguilar-Jiménez y Ricalde-Pérez, 2016, p. 92). Asimismo, de acuerdo con Velasco (2023), el huerto familiar “es un espacio comúnmente feminizado dado que el cuidado es parte de su esencia al proporcionar medios y recursos para el bienestar familiar; el cuidado es también un compromiso que tiene lugar principalmente en la vida privada y doméstica protagonizada por las mujeres” (p. 119). No obstante, sobresale en esta actividad el apoyo de sus esposos para cuidar las plantas, y no todas las mujeres disfrutan realizar esta labor, que se practica por intereses humanos que sustentan la vida (Velasco, 2023).
Estos sistemas tienen un efecto menor en el medio ambiente que el que causan los agroindustriales. Al mismo tiempo propician la convivencia comunal, el trueque y fortalecen el tejido social, que hoy por hoy es débil (Hermi, 2023). En este sentido, la prevalencia de este tipo de producción y organización social constituye una práctica de resistencia ante las estructuras que impone el desarrollo moderno (Gracia, Santillana y Torrescano, 2022).
Huertos comunitarios para el empoderamiento de mujeres de Mérida, Yucatán
En las comisarías de las periferias de Mérida, debido a su tamaño, se mantiene una relación consanguínea y parental. “En este ámbito cabe destacar la importancia de las relaciones de parentesco y de dependencia de los individuos a la comunidad y la familia” (Salazar et al., 2016, p. 392). Por otro lado, en esta misma zona periférica se han formado fraccionamientos o vecindarios en los que habitan personas locales y foráneas (Gómez, 2022), que propician procesos interculturales. Esta interculturalidad se entiende como un fenómeno de encuentro entre dos o más culturas que intercambian conocimientos, saberes y experiencias asimétricas. “Es una convergencia de vidas situadas desde sus diferencias o memorias culturales, de lo que se colige que lo primero que debemos al otro es su aceptación sin reservas como conviviente” (Maldonado y Ayala, 2023, p. 221). En este fenómeno, la formación de huertos comunitarios constituye una manifestación de los intercambios culturales que suscitan personas con diversas características sociales y demográficas pero que coinciden en intereses y objetivos comunes.
Los huertos comunitarios, a diferencia de los huertos familiares, están conformados por grupos de personas que se unen para “planificar, construir y mantener una huerta y en que el lugar físico donde realizarlo, en la mayoría de los casos no ha sido designado para ese fin: es la comunidad la que lo descubre y propone” (Saldías, 2016, p. 57). Son una estrategia social que cumple con objetivos valiosos en cuanto a la preservación del medio ambiente y la apropiación del espacio por parte de la comuna y la participación ciudadana. Casi siempre han tenido un desarrollo notable en los lugares urbanos donde hay espacios reservados para la vegetación, que pueden entenderse como “áreas verdes potenciales que generan una gran variedad de servicios ecosistémicos que pueden contribuir a la calidad de vida de los pobladores de las ciudades” (Carrero, 2020, p. 3). “Los solares también existen en zonas urbanas y ya no son llevados únicamente por personas provenientes del medio rural: la soberanía alimentaria también se construye desde la ‘guerrilla jardinera’ en camellones, balcones y azoteas” (Cano, 2015, p. 85).
Metodología
La investigación se llevó a cabo en Dzityá y en el fraccionamiento Las Américas. Ambas localidades están a cinco kilómetros de distancia entre sí, más o menos (Medición realizada en Google mapas el 15 de noviembre de 2023), y se ubican al norte de la ciudad de Mérida, capital del estado de Yucatán. Dzityá es una comisaría periurbana considerada rural por su número de habitantes, dedicada a la elaboración de artesanías de madera y de piedra, actividades lideradas por hombres. Está compuesta por 1 146 hombres y 1 223 mujeres. De su población, 23% habla una lengua indígena (INEGI, 2020a). Las mujeres se ocupan en los procesos de acabado, vendiendo y comercializando las piezas o son amas de casa. Muy pocas (12 mujeres) tienen un micronegocio (Cen, González y Pereyra, 2018). De las 1 248 personas de 12 años o más activas en términos económicos, sólo 37% es de género femenino (INEGI, 2020a). Este lugar está experimentando una transformación sociocultural a causa de la expansión de la mancha urbana: está ahora en una zona periurbana o “tercera zona” (Carrera y Castellaneta, 2023, p. 3) que transita entre la identidad rural y la identidad urbana.
El fraccionamiento Las Américas por su parte, es una zona residencial que, al igual que Dzityá, se encuentra en la zona periurbana de Mérida y cuya extensión aproximada es de 170 hectáreas que eran tierras ejidales dedicadas a la actividad ganadera (cerdo y bovino). Tiene una población de más de 60 000 habitantes y cuenta con 13 parques y 12 áreas verdes (Yam, 2019, pp. 50 y 51). Las experiencias analizadas se dieron en dos huertos situados en dos áreas verdes dentro del fraccionamiento Las Américas y en un huerto que estuvo activo desde 2018 hasta 2021 en el patio del edificio de la comisaría de Dzityá. La distancia entre los huertos del fraccionamiento es de 1.4 km, y están uno del otro a más o menos 20 minutos caminando. El primer huerto tiene un área de 1 636.54 m² y de 161.61 m de perímetro. El segundo tiene un perímetro de 153 m y un área de 1 439.74 m² (medición realizada mediante Google Earth). El huerto de Dzityá tuvo un perímetro de 52.97 m y un área de 139.23 m².
La investigación fue de tipo cualitativo en la modalidad de estudio de caso. Las principales características, de acuerdo con Solaris (2019), son las siguientes: a) participación intensiva y a largo plazo en un contexto de campo; b) interrelación continua entre investigador y participantes en el escenario natural; c) comprensión de los significados de las acciones de estos a partir de los hechos observados, sin especificación de teoría previa (p. 59). Se aplicaron entrevistas semiestructuradas a dos participantes de los huertos, a sus fundadoras y a cinco mujeres que participaron en el huerto de Dzityá.
Así mismo se realizó observación participante durante seis meses en los huertos del fraccionamiento y en Dzityá. Esta es una técnica en la investigación cualitativa que consiste en observar en un grupo o comunidad su modo de vida (Angrosino, 2012). De esta manera, se estuvieron realizando visitas a los huertos los sábados y participando en sus actividades. También se participó en el grupo de WhatsApp del colectivo llamado Ecoemprendedoras de la Tierra. Para analizar las entrevistas, se transcribieron y se sistematizaron a partir del tema del empoderamiento en los tres niveles que propone Rowlands (1997): personal, relacional y colectivo. El estudio tuvo el objetivo de entender el empoderamiento como un proceso colectivo en el cual las mujeres adquieren y desarrollan habilidades para transformar con otros su vida social. “Se trata de una influencia generativa, creativa y facilitadora que permite compartir el poder y favorecer al apoyo mutuo, sin la dominación y sin el uso del ‘poder sobre’” (Chiappe, 2018, p. 77), en particular en la toma de conciencia y acción deliberada sobre el entorno y el medio ambiente natural que pueden tener las mujeres desde un ámbito individual para conseguir un cambio de uno o varios aspectos de su vida personal y colectiva. Por otro lado, se utilizaron indicadores para analizar la sustentabilidad de los huertos desde un enfoque cualitativo y desde las tres dimensiones que propone Chiappe (2019) ⸺social, económica y ambiental⸺, dadas las características de los proyectos, que son interpretadas más bien como propias de una economía alternativa.
Los indicadores de la Tabla 3, propuestos por Chiappe (2019, p.86), se explican a partir del análisis cualitativo de las entrevistas y se complementaron con los datos obtenidos mediante la observación participante. La validación del método estuvo en la triangulación de los datos obtenidos con las entrevistas y observaciones, características del método cualitativo. En cuanto a la ética de la investigación, se gestionó el consentimiento informado desde el inicio del proceso hasta el final, y se procuró la comunicación y colaboración entre el investigador y los sujetos que participaron en la investigación, conforme a los artículos 6, 7, 8 y 9 de la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura [UNESCO], 2005).
Participantes | Edad | Escolaridad | Ocupación | ¿Se considera maya? |
1 (fundadora) | 37 | Posgrado | Ingeniera agrónoma | No |
2 (fundadora) | 30 | Carrera técnica | Barista | No |
3 | 65 | Carrera concluida | Ama de casa | No |
4 | 35 | Carrera concluida | Oficinista | No |
Fuente: elaboración propia con datos de las entrevistas realizadas el 18 de febrero, el 2 y el 16 de marzo, el 25 de abril y el 24 de junio de 2023.
Participantes | Edad | Escolaridad | Ocupación | ¿Se considera maya? |
1 | 47 | Preparatoria | Ama de casa y tendejón propio | Sí |
2 | 66 | Preparatoria | Elaboración y venta de dulce típico de la comunidad | Sí |
3 | 46 | Carrera trunca | Artes plásticas | No |
4 | 71 | Preparatoria | Ama de casa | No |
5 | 50 | Primaria | Ama de casa | Sí |
6 | 52 | Primaria | Ama de casa | Sí |
Fuente: elaboración propia con datos de las entrevistas realizadas el 18 de febrero, el 2 y el 16 de marzo, el 25 de abril y el 24 de junio de 2023.
Dimensión | Indicador |
Ambiental | Calidad de suelo |
Disponibilidad y uso del agua para riego | |
Seguridad en la tenencia de la tierra | |
Social | Distancia y acceso al emprendimiento |
Estabilidad y disponibilidad de tiempo para dedicar al emprendimiento | |
Económica | Independencia de recursos externos |
Tipo y calidad de la infraestructura |
Fuente: Chiappe (2019, p. 86).
Resultados
Colectivo Ecoemprendedoras de la Tierra
Los dos huertos que a continuación se analizan se hallan dentro del fraccionamiento Las Américas en Mérida, Yucatán, y pertenecen al colectivo Ecoemprendedoras de la Tierra. Este nombre hace referencia a los emprendimientos agroecológicos en general y posicionan su actuación en un movimiento feminista. El colectivo surgió en el 2019 ante el cierre de los negocios y el temor al contacto físico durante el inicio de la pandemia. Se notificó al ayuntamiento de la ciudad la creación de los huertos, que funcionan con la red Mérida Nos Une, que pertenece a dicha dependencia. La red fue creada por el ayuntamiento durante la pandemia de COVID-19 y está formada por grupos de vecinos, instituciones, empresas y asociaciones civiles. Una de sus fundadoras manifestó que “reflexionó en torno a lo dependiente que el ser humano es de los comercios para conseguir alimentos” (mujer, 37 años, entrevista, 24 de junio de 2023), por lo que decidió emprender esta iniciativa y buscar aliados dentro y fuera del fraccionamiento.
Ecoemprendedoras de la Tierra se originó con la creación del Huerto Urbano Comunitario de la Calle 112 por parte de una mujer que es ingeniera agrónoma y que habita en el fraccionamiento Las Américas. Unos meses después, el Huerto Comunitario Ancestral de la Madre Tierra fue creado por otra habitante del fraccionamiento que es técnica en ecología y estudió un tiempo ingeniería en sistemas ambientales y artes, carreras que no concluyó. “Los huertos se crearon por la preocupación de los alimentos que consumimos” (mujer, 30 años, entrevista, 25 de abril de 2023). Estas ideas coinciden con Rowlands (1997), cuando afirma que hay un aumento de organizaciones y colectivos de mujeres para su empoderamiento en América Latina en los últimos años, “que buscan ganar voz, tener movilidad y establecer una presencia pública” (p. 18).
El Huerto Urbano Comunitario de la Calle 112
Este huerto, en palabras de su fundadora principal, “busca soluciones sobre los problemas del fraccionamiento desde la toma de decisiones comunitarias” (mujer, 37 años, entrevista, 24 de junio de 2023). Su objetivo es “generar un espacio de colaboración entre vecinos para la producción de alimentos saludables, siembra de plantas medicinales y trabajo comunitario” (mujer, 37 años, entrevista, 24 de junio de 2023). En esta afirmación es notable el empoderamiento personal con fines colectivos. Otra característica del proyecto es que impulsa la libertad de los participantes para proponer actividades relacionadas con el huerto, lo cual se constata con las narrativas de los participantes: “En [él] he aprendido a elaborar composta y otras actividades que me ayudan a sentirme bien” (mujer, 65 años, entrevista, 18 de febrero de 2023). Así mismo, en ese lugar, en palabras de una participante, se encuentra un “espacio de sanación” (mujer, 35 años, entrevista, 18 de febrero de 2023) en donde se realizan actividades de yoga, santuarios polinizadores, un área de compostaje. En el predio que está a un costado se localiza un centro comunitario de reciente creación en donde los vecinos llevan ropa, electrodomésticos, accesorios y muebles que deseen donar o intercambiar con otros vecinos.
Las personas que participan se han integrado debido a la difusión que se le ha dado al huerto en Facebook y por invitación de algún vecino. Una de las actividades que se realizan a menudo es la elaboración de composta, que se forma con residuos orgánicos que se producen en las casas de los vecinos. También se usa el estiércol de vaca que trae la fundadora de un rancho que está cerca, lo cual fomenta el aprendizaje de conocimientos agroecológicos. La composta se hace mediante un proceso en el cual se les rocía agua a los residuos y se le coloca una lona encima para que se lleve a cabo el proceso de descomposición. Cuando está lista, se coloca en las camas de siembra. En la actualidad, en el huerto hay árboles: palmeras, limón, kanisté, jícara y mamey y hortalizas que se están empezando a sembrar.
Entre las actividades que se llevan a cabo, están la limpieza del huerto y las visitas guiadas de estudiantes y voluntarios que desean conocer el proyecto o bien integrarse. Los beneficios que perciben los participantes son “el desestrés, realizar trabajo colaborativo, intercambiar conocimientos, generar empleos eventuales a partir de las necesidades que vayan surgiendo en el huerto y el apoyo mutuo” (mujer, 35 años, entrevista, 18 de febrero de 2023). Quieren “generar un empleo libre e intercambio de recursos. Ahorro con la reutilización de ropa, zapatos y muebles” (mujer, 37 años, entrevista, 24 de junio de 2023). Su población es flotante, de entre 5 a 10 personas que pueden ser voluntarios o vecinos, en su mayoría mujeres. El huerto recibió un premio a la cultura ciudadana en la categoría de convivencia con el entorno ambiental por parte del ayuntamiento de la ciudad. La fundadora está participando en convocatorias gubernamentales y de la sociedad civil para conseguir recursos, ya que el proyecto es autogestivo. De un rancho que está cerca, con el que tienen contacto, se traen frutas y carne para vender en el fraccionamiento. En cuanto a lo que se produce, se cosechan vegetales de temporada. De la producción de tomate cherry, que fue buena, se hicieron conservas y se vendieron. Por lo demás, la fundadora siembra flores comestibles que vende a restaurantes y que le sirven para adornar cocteles y platillos.
El Huerto Comunitario Ancestral de la Madre Tierra
Este surge un poco después del Huerto Urbano Comunitario de la Calle 112 y trabaja de forma conjunta con él a través de un grupo de WhatsApp en el que se encuentran vecinos del fraccionamiento, voluntarios que pueden ser estudiantes de universidades u otras personas interesadas en el proyecto. Su fundadora es una mujer transgénero que es técnica en ecología y cuenta con un huerto en su casa. Estudió ingeniería en sistemas ambientales y decidió iniciar el huerto. Los motivos que la llevaron a fundarlo fueron cuidar y vivir entre plantas, es decir, tener un estilo de vida en la ciudad en el que se procura conectarse con la naturaleza y promover la paz y las relaciones humanas. “En el huerto se obtiene alimento, plantas medicinales, un espacio seguro, en donde no existen riesgos y un lugar para la convivencia humana y el medio ambiente” (mujer, 30 años, entrevista, 18 de febrero de 2023). En este punto hay que subrayar el empoderamiento personal que ha desarrollado su fundadora a partir de la conciencia que tiene sobre el medio ambiente y sobre la importancia de fomentar el sentido comunitario.
Su población, al igual que la del primer huerto, es flotante y participan en él entre cinco y diez personas de manera esporádica, por lo general los sábados de 9 a 12 am, en la limpieza, siembra y organización. La fundadora asiste todos los días por las tardes, al huerto que se encuentra cruzando la calle de su casa. Entre las plantas sembradas, se hallan pata de elefante, caoba, maculis rosa, orégano mexicano, mostaza, chile habanero, arúgula, apio, calabacín, albahaca, tomates verdes, tomate riñón, tomate cherry, ejotes, limón indio, lechugas, zanahorias, pimientos, flores medicinales y comestibles que consumen las personas que trabajan en el huerto.
“El huerto me ha permitido conocer a otras personas que se dedican a lo mismo en la ciudad, personas que les gustan las plantas y de otras partes de Mérida que se interesan en el proyecto” (mujer, 65 años, entrevista, 18 de febrero de 2023). Cuenta con un fondo para afrontar sus necesidades. Han hecho conservas con las cosechas, que se vendieron para recuperar el dinero invertido. También ha habido vinculación con universidades para mejorar la siembra. “El huerto ayuda a sus participantes en varios aspectos, aunque no meramente económicos y promueve la convivencia” (mujer, 30 años, entrevista, 25 de abril de 2023). Su fundadora visualiza que eventualmente se adopten técnicas y prácticas de origen maya, como el Ka ‘anche’1 y la casa maya para promover esta identidad étnica2 en los habitantes y la interculturalidad, pues en el huerto participan, aunque de forma eventual, personas de Yucatán y turistas de México y el mundo.
Perspectivas de empoderamiento para la sustentabilidad comunitaria en Dzityá a partir de la vinculación con el colectivo Ecoemprendedoras de la Tierra
Sembrar en el patio árboles frutales y plantas medicinales o comestibles constituye una práctica frecuente en Dzityá que se observa a simple vista en las casas. Sin embargo, el reto consiste en propiciar proyectos de base comunitaria y sustentable en los cuales las mujeres se comprometan con sus cultivos y formalicen su organización, como, por ejemplo, la constitución de una cooperativa de mujeres como práctica de resistencia y movimiento social dentro de un territorio en disputa entre la modernidad y su identidad local (Rosset y Martínez, 2016). En 2018 se formó un grupo de mujeres que se vinculó con el Departamento de Desarrollo Económico del Ayuntamiento de Mérida.
El proyecto duró cerca de cuatro años y sembraron de forma individual en el patio de sus domicilios y en un invernadero que se encuentra en la parte de atrás dentro del edificio de la comisaría de Dzityá controlado por el ejido y que había sido diseñado en un proyecto anterior por parte del ayuntamiento de la ciudad. En esta experiencia se destacó el liderazgo de dos mujeres y la participación de quince (al final quedaron nueve). Recibieron cursos sobre la formación de cooperativas, administración y empoderamiento de las mujeres impartidos por las dependencias de gobierno.
Aprendimos a hacer composta, humus, muchas cosas que nos enseñaron en el camino. Fomento Productivo quería que nos volviéramos una cooperativa. Tomamos los cursos. Teníamos todo, pero no lo consolidamos. Luego nos dijeron que, si queríamos continuar trabajando con huertos de traspatio, de hecho, les recabé los papeles, pero luego vino el tema de las elecciones y todo se paraliza, así que no se siguió con el proceso para gestionar los recursos. (mujer, 50 años, entrevista, 2 de marzo de 2023)
Sin embargo, el proyecto no continuó de forma conjunta debido a que no todas las participantes cumplieron con las responsabilidades asignadas y surgieron “aspectos de salud, económicos y familiares” (mujer, 52 años, entrevista, 2 de marzo de 2023), por ejemplo, algunas de las participantes se enfermaron o tenían que emplearse o cuidar de un familiar enfermo, que funcionaron como inhibidores del empoderamiento personal y colectivo (Rowlands, 1997). Sembraron cilantro, elotes, rábano, melón, pepino, hierbas de olor, tomates verdes y rojos, berenjena, chile dulce, morrones, chiles habaneros, utilizaron la técnica de cultivo vertical, que es muy útil para sembrar en espacios limitados y que consiste en sembrar “en la pared o apoyándose de maderas, palos, materiales reciclables e hilos que permitan sostener ciertos cultivos” (mujer, 71 años, entrevista, 16 de marzo de 2023). También hicieron macetas dentro del huerto que luego llevaban a sus casas, siembras en las que se observaron el aprendizaje y la práctica agroecológica. Se detectó también empoderamiento colectivo para el desarrollo sustentable local, ya que participaron dos años vendiendo plantas en la Feria Artesanal Tunich, que se realiza en Dzityá, en la cual obtuvieron ingresos que después invirtieron en el huerto, en la compra de tierra, semillas y otros aditivos necesarios para sembrar, e hicieron aportaciones en efectivo y en especie para el proyecto. Comparando el caso de los huertos del fraccionamiento Las Américas con el huerto de Dzityá, a continuación, en la Tabla 4, se aprecia el empoderamiento y la sustentabilidad en ambos casos.
Dimensión de
empoderamiento |
Huertos del colectivo
Ecoemprendedoras de la Tierra |
Huerto comunitario
de Dzityá |
Personal | Las actividades del huerto ayudaron a la salud mental de las participantes al promover su autoestima cuando se tocaron temas en torno al desarrollo personal y su relación con la siembra agroecológica. | Promovieron la seguridad de las participantes al poder aprender y realizar el proceso de cosechar. La actividad también ayudó a la autoestima de las participantes cuando desarrollaron temas en torno al desarrollo personal y su relación con la siembra agroecológica. |
Relacional | Permitieron la colaboración entre vecinas y vecinos. Impulsaron diferentes actividades grupales en el huerto. | Fomentaron el trabajo en equipo y comunitario, así como la confianza entre las participantes. |
Colectivo | Crearon el colectivo Ecoemprendedoras de la Tierra en asociación con el ayuntamiento de la ciudad. Crearon un grupo de WhatsApp para comunicarse que hasta el día de hoy funciona y en el que se continúan añadiendo integrantes. Difundieron sus actividades en diversos medios, como internet, radio y reuniones con otras organizaciones de la sociedad civil que promueven los cultivos de bajo impacto y el empoderamiento de las mujeres. El empoderamiento colectivo trasciende la iniciativa a nivel local y procura asociarse con organizaciones civiles de otras partes de México y del mundo. En la actualidad, una de las fundadoras del colectivo está realizando una estancia en Reino Unido con la organización Urban Roots. | Se inició una colaboración entre mujeres a partir de la vinculación con el ayuntamiento de la ciudad y la Secretaría de Fomento Económico y Trabajo de Yucatán. Se identificaron dos mujeres líderes en el proyecto con desánimo y falta de comunicación para resolver las situaciones que fueron surgiendo durante el proyecto. Se comunicaban por medio de un grupo de WhatsApp, visitas a casa o en reuniones en el huerto. No obstante, la iniciativa no se consolidó en la formación de un colectivo o cooperativa, debido a que el proyecto se detuvo durante la pandemia, aunque después de esta las participantes concluyeron la iniciativa. |
Fuente: elaboración propia con base en las entrevistas realizadas el 18 de febrero, el 2 y el 16 de marzo, el 25 de abril y el 24 de junio de 2023 a los participantes de los huertos y en datos obtenidos mediante la observación participante el 15, 16 y 19 de diciembre de 2022 y el 18 y el 25 de febrero y el 4, 9, 11 y 16 de marzo de 2023.
Como se observa en la Tabla 4, hay diferencias importantes en el empoderamiento producido en ambos proyectos. En el caso de Dzityá, el género aparece como un factor determinante en el fortalecimiento o la inhibición de la iniciativa, puesto que fue un proyecto en el que participaron de forma exclusiva mujeres adultas y que no continuó debido a que no recibió el apoyo de los hombres. En este sentido, se observa la importancia que tuvo la no aprobación y la no validación del género masculino para la consolidación del huerto, aspecto que coincide con el estudio de Velasco (2023). Así mismo se destaca la orientación de este proyecto hacia el empoderamiento colectivo y el desarrollo local, ya que en él participaron solo mujeres que viven en Dzityá y se tuvo la intención de desarrollarlo como una actividad recreativa y de esparcimiento para las involucradas y como una actividad productiva que les permitiera ganar dinero. Por otro lado, las iniciativas de Ecoemprendedoras de la Tierra se concentraron, de manera deliberada, en el desarrollo de la conciencia ambiental de los participantes, en el fomento de la convivencia vecinal y en el empoderamiento colectivo institucionalizado, al buscar vincularse con actividades de redes nacionales, estatales o municipales (Rowlands, 1997).
En cuanto a la sustentabilidad alimentaria, ambas iniciativas comparten las características del suelo y utilizaron las mismas técnicas para nutrir la tierra, a partir de conocimientos agroecológicos especializados, así como la forma de autogestionarse realizando aportes en efectivo y en especie para mantener sus actividades. Sin embargo, se detectaron diferencias importantes, como puede observarse en la Tabla 5. En los huertos del fraccionamiento estos conocimientos han sido enseñados por sus fundadoras; en Dzityá, por la dependencia de gobierno. En este sentido, sobresale la formación profesional como elemento de empoderamiento personal y colectivo. El género de los participantes fue una característica importante, puesto que los huertos de Las Américas propiciaron la participación de hombres y mujeres en sus actividades, mientras que el huerto de Dzityá estuvo reservado para mujeres, lo cual limitó la participación comunitaria y el empoderamiento personal y colectivo de otras personas que quisieran sumarse a la iniciativa.
Dimensión | Indicador | Descripción dinámica del
indicador en los huertos del colectivo Ecoemprendedoras de la Tierra |
Descripción dinámica del
indicador en el huerto de Dzityá |
Ambiental | Calidad del suelo | Selva caducifolia, que requiere tierra y ser nutrida para sembrar. | Selva caducifolia que requiere tierra y ser nutrida para sembrar. |
Disponibilidad y acceso de agua para riego | Se accede al agua mediante un tinaco conectado a la red de agua potable de la vecina líder. | Se accedió al agua por medio de una bomba que se encuentra en el sitio. | |
Seguridad de tenencia de la tierra | El predio pertenece al municipio, por lo que no se tiene seguridad sobre la continuidad del proyecto. | El predio está en control del ejido. El cambio de presidencia afectó la continuidad del proyecto. | |
Manejo sustentable de residuos | Las hojas de los árboles y los residuos producidos por las casas de los vecinos participantes se juntan en una sección del huerto para generar composta que se utiliza en las siembras. | Las hojas de los árboles y los residuos generados por las casas de los vecinos, fueron recolectados por las mujeres para generar composta que se utilizaba en las siembras. | |
Social | Distancia y acceso al huerto | De unos metros para los vecinos del fraccionamiento y de varios kilómetros para voluntarios y aliados de otras partes. | A pocos metros entre los vecinos de Dzityá y el palacio donde estuvo el huerto. |
Disponibilidad de tiempo | Los participantes asisten una vez a la semana a las actividades (regularmente los sábados). | Los participantes asistieron primero una vez a la semana, luego diariamente y en los últimos años se turnaron para asistir. | |
Participación de niños y adolescentes en el huerto | Limitada. Se han realizado escasas actividades que sean de interés o involucren a los niños y adolescentes. | Limitada. No se realizaron actividades para la participación de los niños y adolescentes. | |
Género de los participantes | Hombres y mujeres, en su mayoría mujeres. | Mujeres. | |
Económica | Tipo y calidad de infraestructura | Al aire libre. | En un espacio cerrado que contaba con una estructura previa de invernadero. |
Capacidad para convertir el trabajo en la huerta en dinero o recursos en especie | Limitada. No se tiene un registro exacto de lo que se siembra y de su valor económico. Se desconocen con exactitud los gastos, los costos y el precio en el que se pueden vender los productos del huerto. Se realizan intercambios en especie de ropa y plantas que se cosechan de forma individual y utensilios de uso doméstico que ayudan a la economía familiar. | Los vegetales y frutas fueron para consumo propio de las participantes y lograron vender plantas de ornato que cosecharon en el huerto y de forma individual en sus casas. | |
Producción | No están definidos la capacidad de producción ni los costos. Existe una producción limitada de alimentos nutritivos libres de agroquímicos. Se observó la siembra de plantas nativas y algunas exóticas pero pocas hortalizas. | No están definidos la capacidad de producción ni los costos. Se encontró la producción de una variedad de alimentos nutritivos, libres de agroquímicos y que forman parte de la gastronomía de Dzityá. | |
Independencia de recursos externos | Limitada. Se cuenta con los recursos que aporten los participantes en dinero y en especie, tales como tierra, semillas, plantas, tablas y materiales para formar las camas de siembra. | Limitada. Se cuenta con los recursos que aporten los participantes en dinero y en especie, tales como tierra, semillas, plantas, tablas y materiales para formar las camas de siembra. |
Fuente: elaboración propia con base en las entrevistas realizadas el 18 de febrero, el 2 y el 16 de marzo, el 25 de abril y el 24 de junio de 2023 a los participantes de los huertos y en los datos obtenidos mediante la observación participante el 15, 16 y 19 de diciembre de 2022 y el 18 y el 25 de febrero, el 4, 9, 11 y 16 de marzo de 2023.
Por otro lado, a finales de 2022, la Maestría en Planificación de Empresas y Desarrollo Regional del Instituto Tecnológico de Mérida empezó a impulsar un nuevo proyecto en el que se procuraba la integración y organización de las mujeres mediante la investigación y la acción participativa. Como primera aproximación colectiva, se realizó el taller Cultivo de Flores Comestibles el 19 de enero de 2022 que impartió la fundadora de Ecoemprendedoras de la Tierra. En esta actividad se expusieron las especies de flores nativas que se producen en Yucatán y que tienen potencial para comercialización en restaurantes como adorno en los platillos, cocteles o como experiencia gastronómica. Entre ellas, están el chak sü´ik (x-hazil) (nombre local con el que se le conoce al tabachín enano), moringas, tizana arcoíris y la clitoria. Esta última planta de color morado, blanco o rosa, se destacó en el taller. De acuerdo con la expositora, tiene propiedades medicinales para tratar la depresión y la ansiedad consumiéndola en forma de té (de color azul) que se endulza con miel. Se destacó el potencial de esta planta para producir forraje de ganado, por tener un alto contenido proteico y su fácil cosecha en el suelo de Yucatán. La planta crece en forma de arbusto y se desarrolla con facilidad en el monte con tan solo verter las semillas en el suelo. Así mismo sirve de malla natural protectora del sol que se puede cultivar en los techos de las casas. Durante el taller, hubo cinco mujeres de Dzityá que participaron en el huerto que no continuó y que manifestaron que siembran plantas en sus propias casas con ayuda de las técnicas y conocimientos que aprendieron, pero sin la intención de venderlas. Dos mujeres dijeron que sembraban en sus casas las flores que expuso la fundadora de Ecoemprendedoras de la Tierra.
Por otra parte, en la comunidad hay mujeres que no estuvieron en el proyecto de Dzityá pero que tienen conocimientos aprendidos en su quehacer diario, a través del contacto permanente con las plantas de sus casas. Por lo regular, estas tienen un patio donde se siembra de forma irregular. Entre las siembras, hay calabaza, cebollín, árboles de limón, de naranja. Se emplea la técnica de Ka ‘anche’, hortalizas que se usan a menudo en la gastronomía de Dzityá. Estas cosechas también se intercambian con los vecinos mediante trueque, pues no se pretende la venta de los productos. Este intercambio tiene como resultado un empoderamiento personal en el sentido de la autogratificación que sienten la persona que intercambia la planta o cosecha como quien la recibe y, además, se promueve el cuidado del medio ambiente. Algunas mujeres crían animales, como pollos o gallinas, para consumo propio. Una de las mujeres líderes del huerto que se formó en Dzityá cría gallinas bajo una alimentación orgánica en su patio y otras aves que consume o vende en la comunidad. En síntesis, se observó empoderamiento en Dzityá, es decir, “procesos que llevan a las personas a percibirse a sí mismas como capaces y con derecho a tomar decisiones” (Rowlands, 1997, p. 14).
Discusión y conclusiones
A partir de los resultados, se concluye que el empoderamiento personal de las mujeres participantes con fines comunitarios, promovió el empoderamiento colectivo (Rowlands, 1997). Es importante el papel que tiene el espacio como lugar que ofrece condiciones para el empoderamiento o la inhibición de este y que también puede entenderse como “empoderamiento espacial” (Hoinle, 2022; Hoinle et al., 2013). En los huertos de Las Américas, el espacio abierto (áreas verdes) es favorable para la participación, ya que cualquier vecino puede acercarse a él en cualquier momento. En cambio, el acceso al huerto de Dzityá estuvo administrado por el ejido, lo cual limitó la participación de las mujeres y de vecinos que quisieran integrarse a la iniciativa. Así mismo, por ser una comisaría pequeña, se dan interacciones muy cercanas entre las participantes, los cuales, en la presente experiencia, inhibieron el empoderamiento. Por eso, aunque el fraccionamiento Las Américas y Dzityá comparten el espacio periurbano de Mérida, la identidad de la localidad fue un factor condicionante del desarrollo de un huerto comunitario. Por otra parte, en Dzityá, los roles y estereotipos de género ⸺los hombres deben ser artesanos y las mujeres, amas de casa y ayudar a sus esposos en la elaboración de las artesanías⸺ pueden llegar a ser un obstáculo para el empoderamiento colectivo de las mujeres y la formación de un huerto comunitario.
El vínculo con Ecoemprendedoras de la Tierra y con otros grupos de mujeres que estén llevando a cabo proyectos colectivos en la zona, es una estrategia para la sustentabilidad alimentaria, la interculturalidad, el fortalecimiento del tejido social y el diálogo de saberes en un área periurbana que disputa su identidad local con la modernidad. Es importante promover un huerto comunitario en Dzityá debido a sus beneficios no sólo económicos, sino también sociales, ecológicos y comunitarios, al realizar actividades que disminuyen el estrés cotidiano. Sembrar y cosechar alimentos sanos fomentan las relaciones interpersonales, la comunicación y la autoestima de las participantes y, al mismo tiempo, el empoderamiento personal y colectivo, así como la sustentabilidad alimentaria (Carrero, 2020). Teniendo en cuenta que en Dzityá una parte de su población habla la lengua maya, a pesar del crecimiento de Mérida hacia esta comisaría, que tiene como principales actividades económicas originarias la elaboración de artesanías de madera y piedra y que ahí se establece una economía alternativa a la economía de mercado y al capitalismo hegemónico, esta labor en la que integran las configuraciones de género, la identidad y la cultura local, puede ser impulsada por las figuras de autoridad de la comunidad, como el comisario ejidal o el comisario municipal, las asociaciones del lugar y el museo comunitario de la comisaría, el cual está dirigido por una artesana y en el que participan habitantes de Dzityá. Así, es plausible construir una base social para el empoderamiento relacional (Rowlands, 1997) y horizontal entre hombres y mujeres que propicien procesos para fortalecer el tejido social, de cooperativismo y de confianza entre los participantes, con la posibilidad eventual de empoderamiento colectivo en la comunidad.
Se notó en las participantes de los huertos del fraccionamiento Las Américas y en el huerto de Dzityá, una valoración positiva de las plantas y los procesos que conlleva cuidarlas, aspecto que reportó Velasco (2023) en su estudio sobre huertos costeros de Yucatán y que no está relacionada necesariamente con la etnia de las mujeres. En las mujeres de Dzityá, aunque es un sitio muy vinculado a la cultura maya, las participantes declararon que los conocimientos sobre elaboración de composta, fertilizantes y humus los aprendieron en los talleres que impartieron las dependencias de gobierno. En cambio, las mujeres de los huertos de Las Américas no hablaban ninguna lengua originaria ni reportaron pertenecer a etnia alguna, aunque también demostraron el deseo de aprender y realizar actividades agroecológicas.