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Revista pueblos y fronteras digital

versión On-line ISSN 1870-4115

Rev. pueblos front. digit. vol.17  San Cristóbal de Las Casas  2022  Epub 21-Mar-2023

https://doi.org/10.22201/cimsur.18704115e.2022.v17.573 

Artículos

De frontera a frontera. Flujos migratorios de chiapanecos a Tijuana, Baja California, 2000-2020

From Border to Border: Migration Flows of Chiapanecans to Tijuana, Baja California, 2000-2020

Manuel de Jesús Israel Cázarez1 
http://orcid.org/0000-0002-5125-9202

Renato Pintor Sandoval1 
http://orcid.org/0000-0003-3634-5011

1 Universidad Autónoma de Sinaloa. manuelisrael021020@gmail.com, renato_azul@hotmail.com


Resumen

El objetivo de la presente investigación es elaborar una caracterización de los migrantes chiapanecos en Tijuana y su inserción en el mercado de trabajo de la ciudad. Se basa en el análisis de las muestras ponderadas de la Encuesta sobre Migración en la Frontera Norte (EMIF) 2000-2016, la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) 2005-2020 y los Censos de Población y Vivienda del INEGI 2000-2020. Las condiciones y características de estos migrantes los hacen propensos a insertarse en puestos de trabajo cada vez más precarizados relacionados con la industria maquiladora. Aun así, perciben un ingreso mayor en Tijuana que en su estado, por lo que se puede esperar que los flujos migratorios hacia la ciudad fronteriza continúen incrementando.

Palabras clave: migración interna; inserción laboral; mercados de trabajo

Abstract

This paper aims to characterize the Chiapanecans migrating to Tijuana and their insertion into the labor market in Tijuana. The research is based on an analysis of the weighted samples of the 2000-2016 Survey of Migration at the North Border of Mexico (EMIF), the 2005-2020 National Occupation and Employment Survey (ENOE), and INEGI’s 2000-2020 Population and Housing Censuses. The conditions and characteristics of these migrants predispose their taking on increasingly more precarious positions related to the maquila industry. Since their income in Tijuana is nonetheless higher than it would be in their state of origin, migration flows toward this border city are expected to continue increasing.

Key words: domestic migration; labor insertion; labor markets

Introducción

El interés de este trabajo se centra en el incremento de la migración de chiapanecos, que refleja una diversificación en los destinos al sumarse algunas ciudades del norte de México a los circuitos migratorios tradicionales hacia ciudades de Estados Unidos. Nos centraremos en la zona fronteriza del norte mexicano, con énfasis en Tijuana, Baja California, para analizar las características de los migrantes chiapanecos que llegaron a esta ciudad y de qué manera se insertaron en el mercado laboral durante el periodo de 2000 a 2020. Este proceso de migración interna e internacional de gran escala, y relativamente reciente de chiapanecos, ha sido objeto de estudios como los de Villafuerte y García (2014), Castillo y González (2018), López y Peláez (2013) y Castillo, González e Ibarrola (2018), que tratan viejos destinos como la Ciudad de México, Veracruz, Tabasco o el Estado de México, a los que se han sumado nuevas regiones, ahora fronterizas, como señalan en su trabajo López y Arrazola (2014). Destaca entre ellas Altar, en Sonora, que se ha convertido para los chiapanecos en un destino de paso hacia Estados Unidos. La reciente incorporación de migrantes de Chiapas en muchos puntos del país permite que en los estudios sobre el tema sea considerado como un nuevo estado «emergente» en cuanto a migración tras intensificarse y diversificarse los destinos desde la primera década del siglo XXI.

Los cambios en los patrones migratorios chiapanecos, explicados por autores como López y Peláez (2013) e Israel (2014), entre otros, se atribuyen al aumento de las diferencias económicas y estructurales entre las regiones del territorio mexicano. En ese contexto, los estados del sur-sureste han ido experimentando condiciones muy desfavorables y su población registra una tendencia a diversificar y masificar la migración como vía de escape al estancamiento en sus condiciones de vida. Autores como Bean y Brown (2015)señalan que estos desequilibrios traen consigo la migración, en sus primeras fases intermunicipal y posteriormente interestatal, hasta convertirse en internacional, con secuelas en las estructuras organizacionales de la familia y la comunidad, como indican Brettell y Hollifield (2015), Pintor (2015) y Canales y Montiel (2007).

Entre los estudios que han abordado estas dinámicas de la migración interna pueden mencionarse los de Pintor (2020), Varela, Ocegueda y Castillo (2014), Pérez y Santos (2013) o Gordillo y Plassot (2017), quienes hacen referencia al efecto de este proceso de desplazamiento de mano de obra como factor de impulso para el crecimiento exponencial de muchas ciudades de México. Otros autores, como Catin y Van Huffel (2003) y Sobrino (2014), sugieren que estas asimetrías del desarrollo regional, que por décadas han afectado el crecimiento económico de las ciudades/regiones metropolitanas mexicanas, están marcadas por el continuo aumento de las poblaciones rurales o semirrurales que se han dirigido a las ciudades. Este proceso de ruralización hacia lo urbano, según Davis (2006), hace que la migración se mezcle, lo que crea un mundo entre lo bucólico y lo citadino.

Este estudio se ha realizado con base en una metodología cuantitativa, de corte estadístico. Se utilizó el análisis estadístico de los censos de Población y Vivienda y la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), y los datos de la Encuesta sobre Migración en las Fronteras Norte y Sur (EMIF). Tales fuentes de datos nacionales aportaron elementos importantes para el análisis de la dinámica, la magnitud y las características de los flujos migratorios de trabajadores mexicanos en el norte. Utilizando el paquete estadístico SPSS se practicaron cruces de variables, como el segmento del mercado de trabajo de procedencia, el capital humano (nivel máximo de estudios y experiencia laboral previa), el capital social (redes migratorias y apoyos otorgados al migrante) y las particularidades sociodemográficas, con el objetivo de crear una mejor caracterización de los flujos migratorios chiapanecos que arriban a Tijuana y de su inserción laboral en la ciudad durante el periodo 2000-2020.1

A fin de reconocer, analizar y comparar las estrategias de movilidad e inserción laboral de esta población migrante en Tijuana, se presenta la Teoría de Segmentación de Mercados de Trabajos (TSMT) y de las redes sociales. García (2017) señala que se puede entender la TSMT como una revisión del enfoque neoclásico, pero que en su dimensión macroeconómica explica el funcionamiento del mercado de trabajo y las diferencias salariales mediante el análisis de las estructuras sectoriales, industriales y de puestos, los capitales humano y social, las características de los empleados y otros factores (Fernández, 2010).

Entre las características principales de la TSMT se identifica el trabajo de las sociedades avanzadas como una yuxtaposición de dos mercados, uno primario o interno y otro secundario o externo. Estos se encuentran interconectados pese a que existe poca movilidad entre uno y otro (Piore, 1979). Así, el primero estaría compuesto por empleos bien remunerados, reservados a las personas nativas o extranjeras con buena formación y mayor acceso a capital, a los que un inmigrante sin preparación tendría muchas dificultades para acceder, mientras que el segundo está constituido principalmente por trabajos precarios, con pocas posibilidades de promoción, intensivos y de baja productividad. Según Piore (1980), la formación de este mercado de segundo nivel es inherente al desarrollo de las sociedades avanzadas, y en él los migrantes son discriminados dadas sus habilidades, preparación, formación y educación.

De esta forma, en adelante se entiende que el «segmento primario», descrito en la TSMT, es aquel conformado por empleos estables, bien remunerados, no precarizados y con altos niveles de prestigio, el cual se encuentra reservado, de acuerdo con esta teoría, para los nativos o migrantes altamente calificados; mientras que el «segmento secundario» se refiere al compuesto por empleos precarios y vulnerables. Estos no se deben confundir con los sectores de actividad económica tradicionales, en los que el sector primario comprende las actividades económicas agrícolas, ganaderas, silvícolas, pesqueras y agroforestales y el sector secundario supone las actividades extractivas, de construcción y manufactura, y el sector terciario las actividades económicas referentes al comercio y los servicios. Por lo anterior, cuando en este texto se hace referencia a «segmento» tiene que ver con la clasificación dual del mercado de trabajo, mientras que cuando se hace referencia a «sector» se alude a la división tripartita clásica de las actividades económicas en los sectores primario, secundario y terciario.

Ahora bien, se ha divido el trabajo en tres segmentos. En el primero se analizan las condiciones socioeconómicas del estado de Chiapas, y en él, como comentan Castillo y González (2018), se ha considerado importante hacer énfasis en las cuestiones estructurales de carácter económico y de los niveles de desarrollo -en los lugares de origen y destino-, y cómo dicha región tuvo una participación migratoria marginal en el contexto internacional a finales de la década de los noventa (Castillo y González, 2018), pero a raíz del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) los flujos migratorios, tanto internos como internacionales, crecieron masivamente, como lo demuestran Castillo (2016), el Consejo Nacional de Población (CONAPO, 2014), Aquino (2012), López, Sovilla y Escobar (2009), Israel (2014) y otros.

El segundo apartado trata sobre las dinámicas migratorias del estado de Chiapas, especialmente internas, que lo han llevado a ser catalogado como un «estado emergente de migración», donde los patrones migratorios se han consolidado, como en el Estado de México, Veracruz y Tabasco (Sobrino, 2014), entidades que históricamente se han caracterizado por ser las que más chiapanecos reciben. Este patrón ha comenzado a llegar a otras regiones, como Quintana Roo, y a las entidades fronterizas, de reciente atracción para este grupo, en detrimento de destinos históricos como la Ciudad de México y Campeche.

En la última sección se presenta el análisis de la migración chiapaneca a Tijuana, Baja California, ciudad en constante transformación y sujeta a ser un polo de atracción no solo de migración interna, sino internacional. Los flujos de llegada han incorporado a personas de estados y países cuya base económica se encuentra en el sector primario. Esta dinámica tiene implicaciones en el mercado laboral de Tijuana, como la profundización de las demandas ocupacionales, la dinamización/flexibilización de la industria manufacturera o el aumento de la informalidad y la precariedad. Por último, la migración interna de chiapanecos, en términos geográficos, parte de uno de los lugares más lejanos del país, ya que desde Chiapas deben cruzar todo el territorio mexicano, desde la frontera sur hasta la norte.

Causas de la migración de Chiapas: la amargura del no desarrollo

El cambio de modelo económico implantado en el país desde los ochenta y enfocado a la apertura de mercados y a la exportación dejó atrás el proteccionismo que regía la política económica del país. Comenzó con el desmantelamiento del Estado benefactor y acentuó las diferencias estructurales de las regiones de México, lo que se ratificó con la puesta en marcha del TLCAN en 1994, el cual se encuentra vigente, con modificaciones, como el nuevo T-MEC; sin embargo, en la naturaleza de dichas reformas estructurales se pretendía que el tratado comercial funcionara como un contenedor de la migración mexicana a Estados Unidos, como explican Esquivel, Lustig y Scott (2010) y Arends, Baylis y Garduño (2019). En este marco, las restricciones operantes anteriores, tales como el mercado y las reformas estructurales en pos de garantizar el desarrollo económico del país, permitieron que se acrecentaran las diferencias regionales, iniciando de forma masiva la migración internacional e interna, e incorporando nuevas regiones como la sureste y centro-sur de México (Rus y Rus, 2008).

Chiapas es catalogado como el estado con menor diversificación productiva, como sostienen Israel y Pintor (2018), y sus municipios ostentan el mayor índice de marginalidad y pobreza social del país, según el CONEVAL (2015). Entre sus indicadores destacan los siguientes: 78.4% de la población se encuentra en condiciones de pobreza y 32.8% en pobreza extrema; 82.4% carece de seguridad social, 43.2% no tiene acceso a los servicios de salud y 30.3% padece hambre (CONEVAL, 2015); existen además municipios con niveles muy elevados de pobreza, como Chanal (99.6%), San Juan Cancúc (99.65%), Aldama (99.6%), San José Duraznal (99.5%), Nicolás Ruiz (99.4%) y Chalchihuitán (79.8%), entre otros. En pocas palabras, la entidad cuenta con 100 de los municipios más pobres y marginados del país (Villafuerte y García, 2014; CONEVAL, 2015) (véase Mapa 1).

Fuente: Disponible en CONEVAL (2015). https://www.coneval.org.mx/coordinacion/entidades/Chiapas/Paginas/pobreza_municipal2015.aspx

Mapa 1 Distribución municipal de Chiapas, por pobreza, 2015 

En cuanto a la condición étnica de la población, el INEGI basa sus censos y conteos de población indígena en dos factores principales, la autoadscripción o la autodenominación indígena y la condición de entendimiento o habla de alguna lengua o dialecto indígena. Para el presente caso se tomará como población indígena aquella que haya declarado hablar o entender alguna lengua o dialecto y así figure en las bases de datos oficiales.

El componente étnico es un factor importante en Chiapas, entidad con una gran diversidad indígena de población; por ejemplo, es de los estados donde se habla un mayor número de lenguas originarias, siendo las cinco más importantes las siguientes: tseltal (37% del total de hablantes indígenas), tsotsil (34%), chol (16%), tojolabal (5%) y zoque (5%). Todas, excepto la última, pertenecen a la familia maya (Cruz, 2007).

Por lo anterior, la dimensión étnica se considera como una línea divisoria, según afirma Basail (2005), no solo por la diferencia cultural, sino por su relación con la pobreza. Tras Oaxaca (35%) y Yucatán (33%), Chiapas cuenta con el mayor número de hablantes de lenguas indígenas en proporción con su población total (26%); en números absolutos es el estado con mayor cantidad de población que habla alguno de esos idiomas -1 459 648 y 1 221 555 en Chiapas y Oaxaca, respectivamente, en 2020 (INEGI, 2020)- y, además, en su territorio se asienta la mayor familia lingüística indígena en el país. Dicho sea de paso, en los municipios más prósperos y urbanos del estado se presentan tasas de pobreza superiores al promedio nacional (Tuxtla Gutiérrez, Tapachula, Comitán de Domínguez y San Cristóbal de Las Casas), lo que sugiere que hay un Chiapas mayoritariamente mestizo y otro indígena, este último relativamente más pobre que el primero (Israel y Pintor, 2018).

Respecto a su población, 51% vive en localidades rurales (en el resto del país la cifra corresponde a 23%). En 2013 la Clasificación Municipal y Regional registraba 122 municipios y 15 regiones económicas, de acuerdo con los artículos 2 y 46 de la Constitución Política del Estado de Chiapas y 24 de la Ley Orgánica de la Administración Pública del Estado, emitida por el INEGI, con la finalidad de reorganizar la parte indígena, la dispersión territorial de su población (Cruz, 2007) y las presiones socioculturales e identidades colectivas (Basail, 2005), pero sobre todo para solucionar un conflicto agrario añejo con Oaxaca en la región de Los Chimalapas (Del Carpio, 2004).

Coordinar más de dos millones y medio de habitantes que viven en localidades con menos de 2 500 personas representa un desafío por la dispersión y las limitaciones que impone la adopción de sistemas de producción más complejos. Por otro lado, apenas 19% de la población vive en localidades de más de 100 000 habitantes (versus 48% en México) (INEGI, 2016). En cuanto al sistema de ciudades chiapanecas, Tuxtla Gutiérrez, Tapachula y San Cristóbal de Las Casas son los centros con densidad de población más elevada. Estos tres asentamientos urbanos presentan los mayores ingresos per cápita en el estado, pero con actividades económicas muy distintas: turismo, ganadería o industria. Estas ciudades, medianas y pequeñas, cuentan con una concentración polinuclear de sus actividades, lo cual significa que existen aglomeraciones económicas pequeñas entre la población que interconectan núcleos urbanos y rurales, como en los casos de las artesanías y los servicios domésticos (Sobrino, 2020).

Durante las últimas tres décadas el país ha vivido procesos de incremento de la desigualdad económica en los que la región sureste ha sido la menos favorecida; en concreto, ha aumentado la desigualdad con las ciudades de atracción de migrantes. Garza (2010) destaca que en Chiapas la pérdida de población ascendió de 2.5% hasta 22% durante el periodo 2000-2010 (INEGI, 2010). En 2012, dicen Villafuerte y García: «Chiapas se perfiló como una entidad expulsora por excelencia de población» (2014:10).

Las dinámicas demográficas de Chiapas inciden de manera directa en la migración; por ejemplo, el tener el mayor porcentaje de natalidad en el país de 2000 a 2015 podrá ser uno de los factores del aumento de los flujos migratorios en los próximos años; en 2000, el estado contaba con una población de 4 796 580 habitantes, es decir, experimentó un incremento de 22% con respecto al periodo anterior;2 en cuanto a distribución por sexo, 49.1% de los habitantes eran hombres y 50.9% mujeres; la esperanza de vida se encontraba en 70 y 74.8 años para hombres y mujeres, respectivamente, lo que aumentó en relación con el periodo anterior. Se pueden considerar estos factores como el inicio de una etapa de envejecimiento de la población, siempre y cuando se conjuguen con una baja del promedio de natalidad. No obstante, estos indicadores continúan siendo de los más altos del país.

El envejecimiento poblacional se puede observar en los datos que se presentan en la Gráfica 1, en la que se observa cómo disminuye la población económicamente inactiva (PEI) constantemente durante el periodo, y cómo aumenta la población económicamente activa (PEA), tomando en cuenta que esta última se encuentra por encima del rango de edad de los 12 años, lo que puede ser un indicativo del envejecimiento poblacional del estado (INEGI, 2016).

Fuente: Censos de Población y Vivienda 1990-2010 y ENOE 2016.

Gráfica 1 Población económicamente activa/inactiva, Chiapas 1990-2016 

Las mayores tasas de ocupación en Chiapas oscilan entre los 12 y 29 años; en otras regiones fluctúan entre los 16 y 40 años, lo que podría explicar la baja remuneración por la falta de experiencia y de capital humano (educación) necesarios para ingresar al mercado laboral. En este factor incide directamente la familia como parte de una estrategia de inserción ocupacional, pues regularmente en los primeros rangos de edad presiona al respecto (véase Gráfica 2).

Fuente: Censos de Población y Vivienda 1990-2010 y ENOE 2016.

Gráfica 2 Porcentaje de las tasas de ocupación laboral de Chiapas por rango de edad 1990-2016 

Si bien es cierto que el rezago social del estado es el más alto a nivel nacional (CONEVAL, 2015), ha bajado en tiempos recientes, aunque sigue ocupando los primeros lugares por edades en el país, en menores de 6 años (6.9%), menores de 14 años (14.84%) y mayores de 15 años (53.25%)3 (CONEVAL, 2015). Otro dato interesante es que la población en Chiapas continúa trabajando aún después de los 65 años, pues en el año 1990 solamente 4.1% de esa población se encontraba ocupada, mientras que en 2010 representaba 5.3% del total de los ocupados. En el caso chiapaneco, el segmento primario avanzó de 8% a 14% de 1990 a 2010 (INEGI, 2010), pero se redujo en 2016 a 9%, mientras que el secundario también bajó en un 4% en 2000, regresando a los parámetros de 1990, cuando quienes se ocupaban en este sector fueron absorbidos por el sector primario, que pasó a albergar 90% de la población ocupada (PO) durante ese año. En 2010 se situó en 86%, y regresó a 91% en 2016, como se ve en la Gráfica 3. En parte este retroceso, o bien reacomodo, de las fuerzas laborales en los segmentos primarios tiene que ver con el éxodo masivo que muchas comunidades chiapanecas experimentaron en décadas recientes.

Fuente: Censos de Población y Vivienda 1990-2010 y ENOE 2016.

Gráfica 3 Segmentos del mercado de trabajo en Chiapas, 1990-2016 

Estos datos muestran cómo el segmento secundario del mercado de trabajo absorbe la mayor parte de la PEA ocupada, llegando hasta 90% durante las décadas de 1990 y 2000. Si se comparan estas cifras con las nacionales, se puede observar cómo este segmento en Chiapas es incluso mayor que el del promedio nacional, pues en 2010 78% de la PO se encontraba inserta en el segmento secundario y 21% en el primario, 7% más de 2000 a 2010.

Según la estructura del mercado laboral por sectores de la actividad económica, Chiapas es un estado primordialmente agrícola y, aunque el sector primario pasó de 58.4% en 1990 a 42.8% en 2010, aún alberga una cantidad importante de la PO del estado. Sin embargo, el sector terciario ha experimentado una evolución interesante, pues pasó de ocupar un lejano segundo lugar en 1990, con 27.4% de la PO, al primero en 2010 con 42.9% (véase Gráfica 4). Al comparar estas cifras se puede observar que el sector terciario de Chiapas, en 1990 apenas ocupaba 23.1% de la PO, cifra que aumentó a 42.9% en 2010, comparada con el sector primario, el cual decayó de 58.4% a 42.8% entre 1990 y 2010, respectivamente, lo cual es un indicativo de que pasó de ser un estado enlazado con el sector primario de la actividad económica, a uno que se mueve hacia el sector terciario.

Fuente: Censos de Población y Vivienda 1990-2010 y ENOE 2016.

Gráfica 4 Población ocupada por sector de actividad económica en Chiapas, 1990-2016 

En pocas palabras, el rezago económico y social que padece el estado de Chiapas se asienta en factores que históricamente han caracterizado a la entidad. Su dispersión poblacional carece de una red de comunicaciones importante (López, Sovilla y Escobar, 2009); su poco dinamismo impide crear economías de escala y la preponderancia del sector agrícola, principalmente de autoconsumo (Arrazola, 2014), se sumaron a los problemas causados por la roya roja en la producción cafetalera y a la caída de los precios del café a nivel internacional (Israel y Pintor, 2018). Estos factores, en combinación con otros más recientes como la entrada en vigor del TLCAN, propiciaron una mayor competencia. Asimismo, la reducción de los apoyos destinados al campo ha colaborado al estancamiento del mercado de trabajo en la entidad, donde la población se inserta en el mundo laboral cada vez más joven y deja de trabajar en edades avanzadas, en un mercado de trabajo mayormente precarizado perteneciente al segmento secundario de la TSMT, lo que ha llevado a los pobladores a recurrir a la migración como válvula de escape (López y Peláez, 2013).

Chiapas: un estado emergente de migración interna

La agudización de las diferencias estructurales ha causado el aumento de los flujos migratorios que han impactado de diversos modos en las comunidades de origen; a su vez, se relacionan tanto con el desarrollo local como con la importancia de las remesas en las regiones y las familias (Pintor, 2015), las dinámicas ocupacionales agotadas en la entidad, la concentración de la agricultura y la reforma agraria que permitió la desaparición de tierras ejidales (Fitting, 2006).

Durante gran parte del siglo XX la migración chiapaneca se llevó a cabo dentro o cerca del estado, con algunas movilizaciones tanto a Guatemala como a las zonas agrícolas de Chiapas (Soconusco y Sierra) en épocas de cosecha (Aquino, 2012; Castillo, González e Ibarrola, 2018). De 1970 a 1990 la migración de chiapanecos fue interna, siendo entidades como Ciudad de México, Tabasco, Veracruz, Estado de México, Oaxaca y Campeche los principales destinos (INEGI, 1970:1990). Estos albergaban aproximadamente 75% del flujo migratorio de chiapanecos, mientras que los migrantes con destino final a Estados Unidos no representaban ni 1% del total del flujo durante el periodo (Arrazola, 2014). No obstante, para la década de los años 2000 la migración chiapaneca se diversificó e intensificó, al agregarse destinos como Quintana Roo y Baja California al circuito interno, como se ve en el Cuadro 1. Paralelamente, los chiapanecos iniciaron un patrón migratorio a Estados Unidos, de modo que en 2010 aportaban 14.53% del total del flujo con destino internacional (López y Arrazola, 2015). Por ejemplo, Aquino (2012) sostiene que en muchas ocasiones la migración de chiapanecos a los campos agrícolas de California se opera mediante «enganchadores», mientras que Bellante (2019) señala que esta migración, tanto interna como externa, ha perjudicado el cultivo de sus tierras y ha permitido a compañías transnacionales intervenir con una agricultura industrializada, lo que ha contribuido a generar daños ecológicos en las comunidades de origen.

Cuadro 1 Principales destinos internos de la migración chiapaneca 1970-2020 

1970 1980 1990 2000 2010 2020
CDMX CDMX CDMX Tabasco Quintana Roo Quintana Roo
Tabasco Tabasco Veracruz Estado de
México
Tabasco Baja California
Veracruz Estado de
México
Tabasco CDMX Estado de
México
Tabasco
Estado de
México
Veracruz Estado de México Veracruz Baja California Estado de
México
Oaxaca Oaxaca Campeche Quintana Roo Veracruz CDMX

Fuente: Censo de Población y Vivienda, INEGI 1970-2020.

La migración de los chiapanecos ha sido paulatina y escalonada; ha transitado de emigración intraestatal a internacional, siendo además multicausal. Algunas de estas causas son las siguientes: bajas tasas de crecimiento, e incluso retroceso, del producto interno bruto (PIB) per cápita; altas tasas de crecimiento de la PEA; poca generación de empleos formales, y causas climatológicas, como los huracanes Mitch en 1998 y Stan en 2005, que azotaron la entidad y ocasionaron procesos migratorios importantes en la región. Peláez (2012) comenta que estos factores fueron la causa de que 504 258 chiapanecos migraran durante 2000-2005.

También recientemente comenzó a incrementar el fenómeno hacia otras regiones, como la frontera norte del país, lo que se puede observar en la Gráfica 5. Esto incluso podría obedecer a condiciones étnicas; por ejemplo, de acuerdo con datos de la EMIF, de 2000 a 2016 los migrantes chiapanecos que hablaban alguna lengua indígena se encontraban principalmente en las ciudades de Nogales y Tijuana, mientras que los no hablantes se hallaban en Ciudad Juárez, Nogales, Tijuana y el resto de las urbes fronterizas. Para Ybáñez y Alarcón (2014), el crecimiento de la frontera norte de México explica el éxodo masivo de personas de otros estados, principalmente del sur. Velasco y Contreras (2011) hacen referencia a la migración indígena oaxaqueña que se ha asentado en San Quintín, Baja California, la cual empieza a urbanizarse en Tijuana.

Fuente: EMIF PDS, 2000-2016. * corresponde a los chiapanecos que declararon hablar alguna lengua indígena y No a los chiapanecos que declararon que no.

Gráfica 5 Migrantes chiapanecos que hablan o no alguna lengua indígena y ciudad de entrevista, 2000-2016 

Los datos recogidos por la EMIF 2000-2016 ayudan a caracterizar a los chiapanecos que migraron hacia la frontera norte. Se trata de una migración laboral compuesta principalmente por hombres (90% sobre 10% de mujeres) con primaria concluida y experiencia laboral en actividades agrícolas. En la encuesta EMIF 2000-2008 apenas se entrevistó a 67 376 mujeres de un total de 683 317 personas;4 era importante el componente étnico entre sus filas y el destino principal era Estados Unidos, mientras la migración hacia destinos tradicionales, como Quintana Roo o la Ciudad de México, se caracterizaba por una paridad de géneros, o incluían a la familia. Para el periodo de 2009 a 2016 los datos de la EMIF 2009-2016 muestran una reducción a 275 197, en parte por la crisis económica de 2008 y en parte por el endurecimiento de la vigilancia fronteriza y la aplicación de las leyes antinmigrantes en la Unión Americana, lo que afectó de manera considerable la migración chiapaneca hacia el norte. No obstante esta drástica caída del flujo migratorio de los chiapanecos, el estado ocupó el primer lugar en remesas a nivel nacional durante 2013 y 2015 (López y Medina, 2021).

Las cifras obtenidas de la EMIF 2000-2008 concuerdan con las características mencionadas en cuanto a educación y capital humano; acerca de la primera, 52% del total declaró tener solamente primaria, 22% secundaria, 7% bachillerato, 4% profesional o posgrado y 14% no había terminado ningún nivel. Para el periodo 2009-2016 (EMIF, 2009-2016) las cifras son básicamente similares: 48% contaba con estudios de primaria completa, 28% secundaria, 10% preparatoria, 5% profesional o posgrado y 9% del total del flujo no había terminado ningún grado (véase Gráfica 6). Si bien el nivel educativo de los migrantes chiapanecos aumentó entre periodos, el incremento no fue muy significativo, ya que en ambos 88% y 87% del total del flujo tenían nivel de educación básica.

Fuente: EMIF PDS 2000-2016.

Gráfica 6 Migrantes chiapanecos en la frontera norte por ciudad de entrevista y nivel educativo, 2000-2016 

No se debe olvidar que entre un periodo y otro, la intensidad del flujo de los migrantes chiapanecos entrevistados pasó considerablemente a un poco más de la mitad, pero que recientemente se vuelve a reactivar. Meza y Pederzini argumentan, con base en la Encuesta Nacional de Hogares Rurales en México (ENHRUM): «[…] la migración está relacionada con menor pobreza, pero afecta negativa y significativamente a la educación de los migrantes. La cultura de la migración en el ámbito rural promueve menos escolaridad» (Meza y Pederzini, 2009:177).

Según Rocha, Rentería y Rodríguez (2016), se debe considerar que el sistema educativo mexicano prioriza las áreas urbanas y las necesidades de las clases medias, y que a pesar de los avances en zonas rurales se consolidó un sistema de distribución desigual de la educación con marcadas diferencias regionales.

Como sugiere De Ibarrola (2010), se espera que quienes interrumpen sus estudios en el transcurso del año escolar sean menos propensos a volver a clases el año siguiente. En México, 26% de los jóvenes que deja sus clases entre los 12 y los 16 años, principalmente por motivos como el trabajo o el apoyo en la casa, ya no regresa. Así, el flujo migratorio de los chiapanecos hacia el norte se caracteriza por que cuentan con algún tipo de experiencia laboral, pues para el primer periodo, 78% (EMIF, 2000-2008) declaró haber trabajado en su lugar de origen, cifra que aumentó a 86% en el segundo periodo (EMIF, 2009-2016). El principal sector de la actividad económica en el que tenían experiencia laboral los migrantes chiapanecos era el primario, el cual engloba las actividades relacionadas con agricultura, ganadería, pesca y silvicultura; 52% del total contaba con experiencia migratoria durante el periodo 2000-2008, y 48% según datos de la EMIF 2009-2016 . El segundo sector engloba a los trabajadores en manufactura, minería, actividades extractivas, generación de energía y construcción; los migrantes chiapanecos aumentaron 10% su participación en actividades relacionadas con este sector entre periodos (EMIF, 2000-2016), pues pasaron de 13% a 23% del total (véase Gráfica 7).

Fuente: EMIF 2000-2016.

Gráfica 7 Chiapanecos en la frontera norte por sector de actividad económica, 2000-2016 

Estas características de bajo perfil educativo y escasa experiencia laboral contribuyen a la vulnerabilidad laboral. Como indica Garza, la probabilidad de ser pobre en zonas urbanas fronterizas para un hogar cuyo jefe ha completado la educación secundaria es de 55%, porcentaje inferior a la de un hogar cuyo jefe no tiene instrucción, por lo que el patrón de precariedad está aunado a la educación. De igual forma, la pobreza es mayor en los hogares cuyo jefe es trabajador agrícola, ambulante u obrero no calificado (Garza, 2016).

Para los chiapanecos la migración, ya sea interna o internacional, permite que las familias salgan de la pobreza; sin embargo, estas condiciones ocupacionales y educativas hacen imposible que sea tratada como un escape del subdesarrollo, como dice Sassen (2020), porque el ser humano migra como consecuencia del desarrollo, que le ha destruido los medios de vida, la tierra y el agua. La autora afirma que en realidad los más pobres no migran, simplemente escapan esperando encontrar empleos que los nativos y los migrantes consolidados no quieren tomar.

Por último, según los datos de la EMIF 2000-2016, ciertas ciudades fronterizas son de tránsito, y otras estacionarias por momentos; por ejemplo, los migrantes chiapanecos entrevistados en la ciudad de Nogales, Sonora, tienen en su mayoría como destino principal Estados Unidos, mientras es mayor el número de entrevistados en Tijuana que declara su intención de quedarse en esa ciudad fronteriza. Estas cifras muestran una diferencia entre ambas ciudades porque Nogales es utilizada principalmente como ciudad de paso, mientras que Tijuana tiende a ser una ciudad de destino final, o al menos de estancias más prolongadas.

Se nota un proceso de consolidación de las redes sociales migratorias de los chiapanecos, principalmente transnacionales, pues en la EMIF en la frontera norte es mayor el porcentaje de migrantes internacionales entrevistados. Como se ve en la Gráfica 8, los entrevistados en la ciudad de Nogales tendían a quedarse en cuartos alquilados, en lugares públicos, o a no quedarse en absoluto, lo que muestra una carencia de redes sociales apostadas permanentemente en la ciudad, característica que sí se ve en Ciudad Juárez o Tijuana, donde la mayor parte de los chiapanecos entrevistados declaró pasar la noche en casa de amigos o familiares. El principal motivo de la visita de migrantes chiapanecos a las ciudades fronterizas del norte de México es cruzar la frontera, y lo hacen sostenidos por las redes sociales recientemente establecidas.

Fuente: EMIF PDS 2000-2016.

Gráfica 8 Migrantes chiapanecos por ciudad de entrevista y lugar donde pasaron la noche de la entrevista, 2000-2016 

No obstante, al observar estos datos de cerca, los entrevistados que declararon pernoctar en casa de amigos o familiares en Nogales pasaron de ser 2% a 10% entre los periodos 2000-2008 y 2009-2016, lo cual indica que la ciudad se encuentra en proceso de convertirse en un destino final, o cuando menos de temporadas de estancia más largas para los migrantes chiapanecos durante el periodo de análisis. Asimismo, que las redes sociales migratorias ancladas en la ciudad muestran un proceso de consolidación (véase Gráfica 8).

Migración, mercados laborales e inserción laboral de los migrantes chiapanecos en Tijuana

Como dice Stavenhaguen (2014), Tijuana históricamente ha sido una ciudad constituida por una población flotante de familias del interior del país que se establecieron permanente o temporalmente mientras lograban emigrar a Estados Unidos. Una masa migratoria no homogénea los hace situarse en polos opuestos ocupacionales; una población calificada se ha ubicado en mejores lugares, y otra, con bajo nivel, ha tomado trabajos de poca preparación laboral. La intensa migración y el carácter fronterizo de la región posicionan Tijuana como el mayor núcleo urbano transfronterizo de estas características, con un aproximado de 5.1 millones de habitantes en 2015 entre esta ciudad y San Diego, sin tener en cuenta la población flotante, aunque no se trata de urbes hermanas, sino que su crecimiento es desigual, lo que se refleja en una marcada asimetría entre el norte y el sur en los espacios fronterizos (Hualde y Gomis, 2004).

Si comparamos el crecimiento demográfico de Tijuana con los de las principales ciudades de la franja fronteriza durante el periodo comprendido entre 1990 y 2010, más que duplicó su población. Su tasa de crecimiento anual fue de 4.31%, mientras que la de los 36 municipios que conforman la frontera fue de 3.76%, ambos porcentajes muy por encima del nivel nacional, que fue de 1.9% durante dicho periodo. Es decir, la ciudad creció a un ritmo muy alto durante el periodo 1990-2010 en comparación con las cuatro ciudades fronterizas más pobladas, solo por debajo de Reynosa, que creció a un ritmo de 6.09% anual, multiplicando por 2.5 su población durante el periodo. Sin embargo, el crecimiento de Tijuana colocó a esta ciudad como la más poblada de la frontera norte de México en 2016; por ejemplo, el INEGI (2016) estimó en esta urbe una población de 1 641 570 habitantes, mientras que en Ciudad Juárez reportó 1 391 180 personas.

De acuerdo con información de los censos de población y vivienda del INEGI (2000-2020), los principales lugares de origen de la población migrante en Tijuana durante el año 2000 fueron, en el siguiente orden: Sinaloa, Jalisco, la Ciudad de México, Michoacán, Nayarit, Sonora y Veracruz, mientras que para 2020 las posiciones cambiaron, quedando el orden de la siguiente manera: Sinaloa, Jalisco, Estados Unidos, Chiapas, Michoacán, Guerrero y Veracruz (véase Cuadro 2). Se puede observar un crecimiento importante de la población de origen chiapaneco en Tijuana, que pasó de 14 236 personas en el año 2000 a 74 090 en 2020; en otras palabras, pasó de representar el lugar 15 en cuanto a los principales lugares de origen de los migrantes en Tijuana, al cuarto sitio en dicho periodo; los chiapanecos pasaron de representar 2% de la población migrante en Tijuana a 8% en ese lapso de 20 años. Durante este periodo también se puede observar un crecimiento importante de la población de Guerrero y Veracruz.

Cuadro 2 Principales lugares de origen de los migrantes en Tijuana 2000-2020 

2000 2010 2020
Sinaloa 13.6% 15.8% 15.0%
Jalisco 10.9% 10.3% 8.4%
Michoacán 6.9% 7.2% 7.1%
Ciudad de México 7.5% 7.1% 5.7%
Estados Unidos ND 8.1% 8.3%
Nayarit 5.1% 5.5% 5.0%
Veracruz 3.9% 5.4% 6.0%
Chiapas 2.0% 5.0% 7.8%
Sonora 4.8% 5.4% 5.0%
Guerrero 2.7% 3.7% 6.1%

Fuente: Censos de Población y Vivienda INEGI 2000-2020.

Este crecimiento constante de los flujos migratorios procedentes del sureste del país confirma que la atracción poblacional de Tijuana va más allá de su área de influencia, y que la distancia no es un impedimento para la migración hacia esta ciudad; no obstante, es interesante observar en qué sectores de la actividad económica se están insertando estos migrantes en la urbe, ya que estados como Chiapas, Veracruz y Guerrero basan su economía en el sector primario de la actividad económica, principalmente en la agricultura, sector básicamente inexistente en Tijuana y, si bien una parte de esta población migrante pertenece a los circuitos agrícolas trasnacionales (Velasco, 2002), otra parte cada vez mayor se queda en la ciudad, lo que incide en sus dinámicas laborales.

La composición del mercado laboral en Tijuana es dual, fluctuando entre el sector terciario y el secundario de la actividad económica, mientras el sector primario se encuentra relegado a tal grado que es casi inexistente; de hecho, cuando el sector secundario se vio afectado en el periodo 2008-2013, fue el terciario el que absorbió los puestos de trabajo eliminados por este (ENOE, 2005-2020).

Como puede observarse en la Gráfica 9, para 2020 un 60% de la PO en Tijuana se encontraba ocupada en actividades relacionadas con el sector terciario, mientras que en el secundario se ocupaba el 35%, y el 5% restante no especificó la actividad laboral que realizaba.

Fuente: ENOE, INEGI 2005-2020.

Gráfica 9 Clasificación de la población ocupada según sector de actividad económica. Tijuana 2005-2020 

Los subsectores de la actividad económica que componen el mercado de trabajo de Tijuana pueden clasificarse en orden de importancia como: servicios, industria manufacturera, comercio y construcción. De acuerdo con la ENOE, estos sectores de la actividad económica emplean a 95% de la PO, siendo el principal subsector el de los servicios, que pasó de albergar 36% de la PO en 2005, a 41% en 2020, seguido por la industria manufacturera, que de igual forma pasó de albergar 24% de la PO, a 27% durante el periodo 2005-2020.

Como puede observarse en la Gráfica 10, el mercado laboral de Tijuana, respecto a oferta de puestos laborales, incluye principalmente actividades económicas relacionadas con los servicios y la industria manufacturera, seguidas del comercio y, en menor medida, de la industria de la construcción. Un dato interesante que se desprende de la gráfica es que cuando la industria manufacturera estuvo en sus peores años (2011-2012), el subsector servicios se encontró en su pico más alto, por lo que se deduce que este último absorbió los empleos que desaparecieron en el primero.

Fuente: ENOE, INEGI 2005-2020.

Gráfica 10 Clasificación de la población ocupada según subsector de actividad económica. Tijuana 2005-2020 

De acuerdo con los datos de la EMIF, la experiencia laboral de 52% de los chiapanecos se relaciona con actividades agropecuarias, por lo que se puede entender que estén insertos en el segmento secundario del mercado de trabajo en Tijuana, pero, ¿en qué sector de la actividad económica? De acuerdo con la hipótesis, al no tener los migrantes un mercado de trabajo disponible en la ciudad ni experiencia laboral, se insertan en el sector secundario principalmente, en puestos relacionados con la manufactura, las maquiladoras y la construcción. Hualde y Gomis (2004) argumentan que, en parte, la industria manufacturera tijuanense ha crecido en personal gracias a la presencia del outsourcing o la subcontratación empresarial, además de pequeñas empresas que pueden ser parte de redes locales fuertes pero que están estrechamente vinculadas.

Cuadro 3 Experiencia laboral por segmento y sector de la actividad económica de migrantes chiapanecos en Tijuana, 2000-2016 

Segmento del mercado laboral al que
pertenecía en su lugar de origen
Total
No trabajó Primario Secundario



Chiapas
Actividad
económica
en la que
trabajó en
su lugar de
origen
No trabajó 20.9% 0% 0% 20.9%
Agropecuario 0% 0% 52.5% 52.5%
Extractivas 0% 0% 0% 0%
Construcción 0% 0.1% 9.1% 9.2%
Manufactura 0% 0.5% 2.9% 3.4%
Comercio 0% 0.1% 4.4% 4.6%
Servicios 0% 1.1% 7.4% 8.6%
Gobierno 0% 0.1% 0.8% 0.9%
No especificó 0% 0% 0% 0%
Total 20.9% 1.9% 77.2% 100%

Fuente: EMIF PDS 2000-2016.

Para corroborar la hipótesis anterior se recurrió a los datos de la ENOE, los cuales arrojaron que, efectivamente, el principal subsector de la actividad económica en el que se insertan los chiapanecos en Tijuana es la industria maquiladora, que pasó de albergar a 31% de los trabajadores del estado del sur durante el año 2005, a 36% en 2020, pero llegó a albergar a 48% en 2014. Los subsectores que le siguen son los de servicios, comercio y construcción, aunque para 2020 había más chiapanecos trabajando en la industria de la construcción que en actividades relacionadas con el comercio (véase Gráfica 11).

Fuente: ENOE, INEGI 2005-2020.

Gráfica 11 Clasificación de la población ocupada chiapaneca según subsector de actividad económica en Tijuana 2005-2020 

El predominio de la inserción laboral de chiapanecos en la industria maquiladora de Tijuana es posible que se deba también a sus redes sociales ya que, como menciona Sánchez (2012), estas pueden facilitar la movilidad migratoria y la inserción laboral en el destino, aunque también enclaustrar al migrante en el trabajo que la red ofrece y no en el adecuado u óptimo para sus condiciones.

El mercado laboral de Tijuana se caracteriza por ofertar trabajos aun con estándares de bienestar mínimo, pero en gran medida supone una atracción para los migrantes internos de Chiapas, sobre todo porque, en términos salariales, se ofrecen percepciones entre dos y tres salarios mínimos, aunque en los últimos años puede observarse un incremento de las personas que ganan hasta dos salarios mínimos y un decremento de las que ganaban entre dos y tres. Aun así, esto representa una mejora respecto del mercado de trabajo, las condiciones laborales y los salarios en su estado natal, ya que al trabajar la mayoría ahí en el mercado agrícola, los salarios rara vez superan el equivalente al salario mínimo, y algunos incluso trabajan sin recibir remuneración en las parcelas familiares.

De esta forma, los migrantes internos chiapanecos se insertan en trabajos flexibles o bajo subcontratación, lo que permite reducir significativamente el gasto en las prestaciones sociales y el costo laboral e incrementar la productividad de la economía (Gallardo, Ángeles y Neme, 2011), como se muestra en la Gráfica 12, en la que se analizan las condiciones de contratación de los chiapanecos en Tijuana.

Fuente: ENOE, INEGI 2005-2020.

Gráfica 12 Nivel de ingreso de los trabajadores chiapanecos en Tijuana, 2005-2020 

Las formas de contratación de los chiapanecos en los mercados laborales de Tijuana sugieren que son los más propensos a remigrar a otras regiones, que no cuentan con prestaciones sociales o que su nivel de ingreso no es el esperado, aunque las decisiones que toman pueden deberse a la familia o a las redes sociales que empiezan a consolidarse, tanto en Tijuana como en Estados Unidos.

Estas cifras permiten corroborar un incremento en el flujo migratorio y en el proceso de consolidación constante de las redes migratorias de los chiapanecos en Tijuana, lo cual pudo haberse reafirmado tras la crisis económica de Estados Unidos en 2008, dinamizando los flujos tanto internos como internacionales, que se incrementaron en un corto tiempo en la frontera norte de México, especialmente en Tijuana, donde las asimetrías y la cercanía de Estados Unidos pueden ser factores de atracción.

Consideraciones finales

Mediante un recuento de las dinámicas laborales de los chiapanecos en Tijuana de 2000 a 2020 encontramos que, si se comparan las características del mercado de trabajo en esta región fronteriza (a pesar de que las cifras muestren en los últimos años decrecimiento en los niveles salariales y de prestación social, matizándose en signos de precariedad) con la estructura económica de la región de Chiapas, las primeras muestran mayores niveles de estabilidad e ingreso en Tijuana que en su lugar de origen, por lo que resulta una opción atractiva para la movilidad. Tal vez sea la única posibilidad social y económica de estas familias, ya que la pobreza crónica y hereditaria, que parece perpetuarse generación tras generación, se encuentra anclada principalmente en el denominado «cinturón de la pobreza» en México, conformado por Chiapas, Oaxaca y Guerrero, estados con mayores rezagos y carencias a nivel nacional y donde la movilidad social y económica es más difícil.

Chiapas es un estado con una base económica dividida casi equitativamente entre el sector terciario y el primario, con mucha influencia de actividades agrícolas y rurales, lo que, aunado a la baja escolaridad de la población, incide para que los migrantes se inserten en Tijuana en puestos relacionados con la industria maquiladora. Pero incluso, dado su reducido nivel salarial, en su región de origen permanecen altos porcentajes de trabajadores sin recibir ingresos, o con niveles salariales como máximo de dos salarios mínimos (39%), lo cual explica por qué la mayoría de la población se ubica en el segmento secundario del mercado de trabajo en Tijuana. Sin embargo, la persistencia del empleo hace que los migrantes chiapanecos se trasladen a esta ciudad fronteriza y funjan como relevo generacional en los empleos cada vez más precarios del sector manufacturero.

Las redes sociales de los chiapanecos en la frontera norte son mínimas, pero se van incrementado con el paso del tiempo, sobre todo por el significado del concepto de comunidad. En estricto apego a la dinámica migratoria, puede producirse un choque entre lo indígena o lo rural, y lo urbanizado o fronterizo, y las comunidades chiapanecas resentirán dichos cambios debido a la migración, tanto interna como internacional.

En el caso de la migración interna hacia Tijuana, los desplazamientos humanos aumentarán considerablemente, por lo cual es necesario seguir efectuando este tipo de análisis para visualizar el comportamiento no solo poblacional, sino de las dinámicas laborales y de inserción ocupacional. Aunque el mercado laboral en esta ciudad incluso podría saturarse, como afirma la TSMT, esto supondría que se segmentaría más, con problemas más severos, como la rotación y la intensificación de mano de obra flexible, con nulos servicios de bienestar social para los trabajadores, como dicta esta teoría, bajo la línea radical, con estrictos controles de «calidad» hacia los empleados.

Por eso, adentrarnos en el estudio de este tipo de migraciones y de la movilización humana interna en la frontera norte ayudará a entender la enorme disparidad entre las regiones del país, y sobre todo cómo las poblaciones migrantes se han de insertar en los trabajos fronterizos, al parecer siguiendo el mismo rumbo, pero con diferencias más marcadas con respecto a su contratación y exclusión.

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Anexo 1

Coeficientes de variación de las gráficas basadas en la EMIF 

Gráfica/Ciudad de entrevista 2000-2008 2009-2016
S Des. Est. CV S Des. Est. CV







Gráfica 5
Matamoros 30475920.25 5520.5 0.74687141 27815076 5274 1
Nuevo Laredo 1624350.25 1274.5 0.41132806 503390.25 709.5 0.924429967
Piedras Negras 53648300.25 7324.5 0.90644143 4289041 2071 0.873471109
Cd. Juárez 145998889 12083 0.26342338 15709332.25 3963.5 0.790880974
Nogales 3112914642 55793.5 0.26504155 2039244964 45158 0.439130646
Mexicali 13516652.25 3676.5 0.64460419 358202.25 598.5 0.944751381
Tijuana 2701348650 51974.5 0.56890711 215370300.3 14675.5 0.710076207







Gráfica 6
Matamoros 4492752.889 2119.61149 0.80308594 6027305.333 2455.05709 1.396505742
Nuevo Laredo 2196049.889 1481.90752 1.43502987 100029.8056 316.274889 1.236253639
Piedras Negras 5683673.139 2384.04554 0.88434456 544324.8056 737.783712 0.933706448
Cd. Juárez 4338689.222 2082.95205 0.4251501 2108435.556 1452.0453 0.869314688
Nogales 7516662151 86698.686 1.23554616 1590251118 39877.9528 1.163278216
Mexicali 6488660.556 2547.28494 1.33973612 191025.1389 437.064227 2.069759562
Tijuana 657241500.2 25636.7217 0.83973146 21739151.56 4662.52631 0.699204145







Gráfica 7
Matamoros 11064216.5 3326.2917 0.84018482 6597958.188 2568.6491 0.973987714
Nuevo Laredo 179226.1875 423.35114 0.27326199 25530.6875 159.783252 0.416373294
Piedras Negras 2633137.188 1622.69442 0.40173161 170682.25 413.137084 0.348491846
Cd. Juárez 17983680.25 4240.71695 0.57700754 778222.25 882.16906 0.352093019
Nogales 10341664601 101693.975 0.96788032 1643726287 40542.8944 0.788503805
Mexicali 2575058.5 1604.69888 0.56265739 5641989054 330.316042 1.042828861
Tijuana 254830080.7 15963.3982 0.35342469 20358659 4512.05707 0.43666477







Gráfica 8
Matamoros 9261827.806 3043.32512 1.15313866 7259339 2694.31605 1.532602989
Nuevo Laredo 2384754.472 1544.26503 1.4951735 128996.3333 359.160595 1.402971076
Piedras Negras 5542654.472 2354.28428 0.87330483 909390.4722 953.619669 1.207368224
Cd. Juárez 29251341.81 5408.45096 1.10402837 8183751.889 2860.72576 1.736579783
Nogales 9384762735 96874.9851 1.38047389 2483323051 49832.9515 1.453724572
Mexicali 3931240.889 1982.73571 1.04281331 62299.13889 249.597954 1.181995049
Tijuana 1482755622 38506.566 0.73543958 158340511.1 12583.3426 1.837297244
Cuadro 3 9354765502 96720.0367 2.83998294 *Datos del periodo completo

1 Se toma como referencia este periodo de 20 años; sin embargo, de acuerdo con la disponibilidad de los datos el periodo puede variar: censos 2000-2010 y 2020, ENOE 2005-2020 y EMIF 2000-2016.

2Respecto de las cifras del Censo de Población y Vivienda de 1990.

3Porcentajes de rezago social en relación con el total de la población en ese rango de edad.

4Datos ponderados de la base de la EMIF PDS.

Recibido: 07 de Julio de 2021; Aprobado: 15 de Octubre de 2021; Publicado: 07 de Abril de 2022

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