A partir de una mirada sociodemográfica y antropológica, Jéssica Nájera, en su libro Vivir de ambos lados del Suchiate: trabajo transfronterizo y vida familiar de guatemaltecos en Chiapas, explora la vida laboral y familiar de las y los trabajadores guatemaltecos transfronterizos. El espacio que delimita la investigación es la región del Soconusco en Chiapas y, su contraparte, la región del suroccidente guatemalteco, representada por el departamento fronterizo de San Marcos. La autora nos presenta a los trabajadores guatemaltecos no solo como sujetos económicos, sino, además, como madres, padres, hijos e hijas con un rol definido y responsabilidades familiares asignadas. Esta obra aborda las estrategias familiares e individuales que las personas guatemaltecas ponen en marcha para lograr la subsistencia y la reproducción social de sus familias.
El trabajo transfronterizo en el Soconusco es, para algunas familias, una estrategia que garantiza la subsistencia de su unidad familiar y, en otros casos, es una consecuencia de la movilidad por razones distintas a la adquisición de recursos económicos. La autora identifica como factores no económicos la violencia en la comunidad, la violencia intrafamiliar, la muerte de alguno de los padres, el exceso de responsabilidades en el hogar, las amenazas a la vida y evitar la desaprobación en la comunidad por el embarazo de alguna adolescente. A pesar de la variedad de razones, la necesidad económica se mantiene como la principal motivación, especialmente para los jefes y jefas de familia o cónyuges.
Adicional a los motivos familiares e individuales, en el libro se identifican los factores estructurales que promueven las movilidades transfronterizas: la demanda y oferta laboral, la cercanía geográfica, la regulación migratoria mexicana, la violencia y la situación laboral en las comunidades de origen. Respecto al primer factor, la demanda se manifiesta en la necesidad de los finqueros de mano de obra y la oferta se alimenta de la necesidad de los trabajadores de percibir ingresos que complementen los bajos recursos producidos por sus pequeñas parcelas en Guatemala. Si bien el objeto de mayor interés en el libro son las dinámicas laborales y familiares de las y los trabajadores transfronterizos, la autora también se refiere a la relevancia de la cercanía geográfica, la gestión migratoria en la zona y, de manera más tangencial, al tema de la violencia y la situación laboral en los lugares de origen.
La posición dentro de la familia del trabajador, el tiempo que permanece en México y el tipo de empleo que ejerce son elementos que influyen necesariamente en la reconfiguración de la vida social y familiar en Guatemala. Ante la ausencia de algún miembro de la familia, los reacomodos familiares se dan primordialmente en las tareas del trabajo doméstico y de cuidados. Si bien hay un reacomodo de las tareas que desempeña cada miembro de la familia, las responsabilidades asignadas social y familiarmente traspasan la frontera, de manera que se dice que las responsabilidades domésticas de las mujeres en movilidad van a donde ellas estén. Si se omite por un momento el tiempo de permanencia en Chiapas, parece existir una regla general: hay pocos cambios en la asignación de tareas domésticas y de cuidados si la persona en movilidad es un hombre, mientras que, si el miembro de la familia ausente es una mujer, las tareas son reasignadas a otras mujeres. Un aporte del libro ha sido mostrar cómo, en este contexto, la inserción de la mujer en el mercado laboral no ha implicado un cambio en los roles que tradicionalmente le han sido asignados.
En los aspectos demográficos, se identifican algunos patrones que inciden en el trabajo transfronterizo y la reproducción familiar. La autora señala cómo algunos jóvenes reproducen las formas de participación laboral de sus padres, lo que garantiza una fuente continua de mano de obra en la región. Conviene aclarar que la renovación generacional también requiere de una alta fecundidad, al menos por arriba del remplazo1 y que, en el caso del departamento de San Marcos, se cumple fácilmente pues en 2012 exhibe una tasa global de fecundidad de 3.5, mayor a la nacional de 3.1. En concordancia con los factores que promueven una alta fecundidad, en el libro se hace mención del temprano inicio a la vida conyugal y, a su vez, a una maternidad o paternidad tempranas. La «edad para casarse» en la región se ubica alrededor de los 17 años. Quienes incumplen con esta norma enfrentan la presión social, como lo refleja el testimonio de una joven estudiante de 18 años que, hasta el momento de la entrevista, se mantenía fuera de alguna unión conyugal: «yo ya me dejé crecer, dice la gente, pero ¿qué más?, todo por seguir estudiando» (Nájera, 2021:334).
La combinación de una alta fecundidad en el departamento de San Marcos y una mortalidad que aún no ha descendido lo suficiente han provocado que la estructura por edad sea preponderantemente joven. Esta composición poblacional se traduce en la existencia de una reserva de población en edad de trabajar y, además, de niños y niñas que requieren de atención y cuidados. Por lo que respecta al trabajo de cuidados de menores de edad, en el libro se identifican aquellas estrategias y decisiones que las familias guatemaltecas implementan para cubrir esta necesidad familiar. En menor medida se encuentran los testimonios que refieren al cuidado de adultos mayores, lo cual podría ser un reflejo de la preponderancia de jóvenes en este contexto cofronterizo.
Del grupo de personas en edad laboral solo una proporción terminará trabajando en Chiapas y los elementos que determinan el flujo migratorio hacia el Soconusco son del orden individual, familiar y, además, estructural como es la demanda laboral y la regulación migratoria mexicana. El libro tiene el acierto de abordar las diferentes dimensiones involucradas e identifica las relaciones existentes entre diversas escalas de análisis. Una desventaja es que estos elementos se configuraron hace 10 años y la dinámica familiar y de movilidad fronteriza pudo haber sufrido cambios importantes en años recientes, principalmente después de la pandemia mundial que impactó la movilidad humana y las situaciones de precariedad de las personas en movilidad. La misma autora refiere que «las migraciones hacia esta región fronteriza ha sido un fenómeno en constante cambio» (Nájera, 2021:64).
En palabras de la autora, la investigación se enmarca en la integración de información desde los niveles micro, meso y macrosocial. La investigación entonces ha requerido de una gran capacidad de síntesis, de concordancia entre escalas de análisis y una adecuada interpretación. Otro acierto por destacar es que el estudio favorece el análisis local y pone su mirada en la frontera sur de México, la cual ha recibido menor atención en comparación con la limítrofe con Estados Unidos. En este sentido, el libro ofrece información abundante sobre las condiciones de la población en la región fronteriza de ambos lados de la frontera. Esto se beneficia de los mapas que permiten una mejor comprensión de los hechos y condiciones que se narran. Además, ofrece una descripción etnográfica minuciosa del espacio cofronterizo, los puntos de cruce fronterizo de Guatemala a México y los lugares de trabajo. Entre estos últimos, la autora ofrece una guía completa sobre la ciudad de Tapachula y una exquisita descripción de las fincas cafetaleras en el Soconusco y las plantaciones de banano en el Suchiate.
El estudio de las dinámicas transfronterizas abona información valiosa para el ajuste de políticas locales más acordes a la vivencia cotidiana entre países vecinos. Un ejemplo que retomo del libro es la necesidad de documentación para los trabajadores por cuenta propia, quienes hasta el momento han sido excluidos por no contar con una relación trabajador-patrón. A este tipo de trabajadores se les sugiere adquirir la Tarjeta de Visitante Regional (tvr), la cual les permite la estancia, pero no el desarrollo de alguna actividad laboral. A pesar de desarrollar actividades económicas en la región y desear notificarlas, se les niega la Tarjeta de Visitante Trabajador Fronterizo (tvtf). En términos estadísticos y administrativos, se está desaprovechando la oportunidad de captar información relevante sobre las y los guatemaltecos que desarrollan alguna actividad económica en nuestro país. En términos del reconocimiento de los extranjeros como sujetos de derechos humanos, fallamos en garantizar su adecuada integración como iguales ante la ley y Estado (Bustamante, 2003). En contraparte, los trabajadores transfronterizos experimentan vulnerabilidad desde el cruce de la frontera, y los costos que asumen se manifiestan en las extorsiones que tiene que pagar además de, en algunas ocasiones, en la privación de su libertad. Una adecuada documentación abonaría a la habilitación jurídica de los extranjeros y les otorgaría una estancia más libre y segura para desarrollar sus actividades económicas.
El trabajo etnográfico de la autora exhibió que los trabajadores de las plantaciones de banano, contrario a quienes trabajan en la ciudad de Tapachula, consideran que la documentación es innecesaria y expresan «sentir que están en el mismo lugar», tienen la percepción de no haber cruzado a otro país y, además, consideran que no les retribuye con mejores condiciones laborales. Otro factor que impide la documentación es la lejanía de las oficinas del Instituto Nacional de Migración respecto a las plantaciones y sus viviendas. Si bien se han hecho algunos esfuerzos para otorgar documentos que legalicen la estancia y la actividad productiva, no han sido suficientes y hay cierto desinterés por las autoridades y los empleadores bananeros. Por el contrario, en las fincas cafetaleras la mayoría cuenta con la Tarjeta de Visitante Trabajador Fronterizo.
La gestión migratoria en la región se ha caracterizado por una mayor tolerancia hacia la movilidad local transfronteriza, en contraparte con la migración que se dirige hacia Estados Unidos. En este sentido, para no ser confundidos como migrantes en tránsito y correr el riesgo de ser deportados, se vuelve cada vez más necesaria la documentación que les permita al menos la legal estancia. Ahora bien, a pesar de la mayor «tolerancia» hacia los trabajadores transfronterizos, se debe señalar la existencia de prácticas no legales que benefician a las autoridades en detrimento de los trabajadores. Por ejemplo, las autoridades usualmente detienen y solicitan a los comerciantes el recibo de pagos de impuestos para pasar su mercancía, y ante su ausencia les piden una «propina», lo cual se ha constituido como una práctica institucionalizada, aunque no legal. En esta dinámica, los vendedores desean al menos no perder lo invertido.
Jessica Nájera describe cómo los comerciantes reconocen que no cuentan con el permiso adecuado para la comercialización de sus productos, e incluso una entrevistada lo nombró como «contrabando de mercancías». Aquí conviene hacer un alto y preguntarnos si la frontera entre México y Guatemala es un paraíso para el contrabando, como lo cuestiona Galemba (2021) en su libro La cadena, y si lo es, ¿para quienes? No cabe duda de que de algunos beneficiados serían quienes se dedican al contrabando de drogas. En el lado opuesto de la balanza, se encuentran los residentes fronterizos que, si bien realizan actividades comerciales extralegales, esto solo les permite generar los recursos necesarios para la subsistencia. Al respecto me parece pertinente recuperar la explicación de Galemba y las condiciones imperantes en esta frontera:
El neoliberalismo securitizado funciona para valorar ciertas actividades económicas y a ciertos actores, mientras excluye y criminaliza a otros, en un entorno en el que la economía informal e ilícita es cada vez más una de las pocas opciones de supervivencia para los pobres (Galemba, 2021:22).
Las familias fronterizas han sido entonces las principales afectadas en este sistema, en especial los campesinos de la región, que con la implementación de políticas neoliberales diezmaron los medios de vida agrícolas (Galemba, 2021). De ahí que la Dra. Jessica encuentre complementariedad entre las actividades extradomésticas en Chiapas y las actividades de autoconsumo en Guatemala. Llegados a este punto conviene preguntar por los vínculos entre la actividad económica que se realizaba en Guatemala y la actividad en México, ¿son las mismas ocupaciones?, ¿la población guatemalteca se ha visto forzada a desempeñar empleos distintos a los realizados en origen?, ¿las y los trabajadores se han visto en la necesidad de trabajar en México sin desearlo?, ¿diversos miembros de la familia han tenido que contribuir con trabajo remunerado? El libro responde a la última pregunta, al encontrar que el modelo de jefe de hogar como proveedor único no abarca la realidad de las familias guatemaltecas, y que la mayoría de las familias (29 de 40) optan por una responsabilidad económica compartida. Es decir, un modelo recurrente identificado en la investigación es el de las cónyuges de los jefes de hogar que aportan con trabajo extradoméstico sin descuidar sus responsabilidades inherentes al trabajo doméstico y de cuidados. En este sentido, un gran acierto de la investigación fue desarrollar un análisis desde las dinámicas familiares y no solo las de los individuos. A partir de este enfoque se logró identificar cómo los pobladores fronterizos han coordinado estrategias familiares e individuales para lograr el sostenimiento de la unidad familiar.
Debido a que el objeto de análisis es la vida laboral y familiar de las y los trabajadores transfronterizos, en el estudio se excluye a quienes no se movilizaron, y advierte sobre la presencia de otros guatemaltecos en la región como son los migrantes en tránsito y los inmigrantes. Algunas preguntas inmediatas sobre estos conjuntos poblacionales son: ¿por qué motivos algunos guatemaltecos deciden establecerse en México?, ¿quiénes se movilizan más allá de la región del Soconusco?, ¿los migrantes en tránsito provienen principalmente de áreas urbanas? El Soconusco es reconocido como un espacio de oportunidades, no obstante, algunos guatemaltecos se dirigen a la capital de Guatemala o a Estados Unidos. De acuerdo con los testimonios rescatados por la autora, se reconoce que trabajar en Chiapas les permite mantener la cercanía geográfica con la familia, regresar ante cualquier eventualidad y, además, mantener el contacto continuo a través de los regresos constantes. Una tarea que queda pendiente es conocer las razones y circunstancias por las cuales algunas familias no participan de la dinámica transfronteriza.
La frase «vivir de ambos lados del Suchiate» parece aludir a la necesidad que tienen los guatemaltecos de hacer la vida en ambos espacios (Chiapas y Guatemala), a veces en contra de su deseo, pero con la certeza de seguir perteneciendo a Guatemala. De ahí que los guatemaltecos declaren que Guatemala es su lugar de residencia, incluso quienes pasan la mayor parte del tiempo en México. En este sentido, el lector o lectora encontrará algunos testimonios que expresan los sentimientos de nostalgia por la tierra y la familia que se dejan atrás. En los relatos también emerge la autopercepción como trabajadores y no como migrantes. La dimensión cualitativa, que recupera la voz de las y los trabajadores transfronterizos, es una parte exquisita del libro.
En temas metodológicos quiero destacar la conveniencia al emplear la «Encuesta sobre migración de la frontera sur» (Emif Sur). Esta encuesta ha sido utilizada principalmente para desarrollar análisis descriptivos sobre los desplazamientos en la frontera sur. Considero que la autora, al establecer un modelo de Cluster de Clases Latentes, ofrece un excelente ejemplo de las potencialidades de análisis estadísticos que permite la encuesta. Ahora bien, una limitación importante es que las estimaciones no incluyen las precisiones estadísticas derivadas del diseño muestral de la encuesta, de ahí que se cae en el peligro de hacer inferencias incorrectas. Incluso se presenta información a nivel municipal (Nájera, 2021:mapa 3.1) desagregación que pone en riesgo la representatividad de las estimaciones.
Adicionalmente, se logra muy bien la complementariedad entre la aproximación cuantitativa y la cualitativa, de manera que los resultados no se encuentran desvinculados. En todo caso, el enfoque cualitativo evidenció la visión limitada construida a partir de las fuentes cuantitativas e hizo emerger la ambigüedad para identificar Guatemala o Chiapas como el espacio de residencia habitual o el lugar donde se vive.
La estimación de indicadores y la comparación entre cifras son parte de las tareas predilectas de los demógrafos. En este expertise demográfico, la autora presenta diversos ejercicios reflexivos que refieren a comparaciones en el tiempo, en el espacio, entre grupos de edad, entre etapas del ciclo de vida familiar y entre las movilidades de tipo commuting y las «no diarias». El desenlace culminante de este proceso comparativo, de ordenamiento y clasificación consistió en ofrecer una tipología de desplazamientos laborales transfronterizos y ofrecer resultados ordenados a partir de dos ejes transversales: la posición familiar y la temporalidad de la movilidad. La comparación entre generaciones se realiza en un par de ocasiones, no obstante, la investigación se habría beneficiado de realizar preguntas de manera retrospectiva sobre las condiciones laborales, la conyugalidad, la entrada al matrimonio y los significados del trabajo transfronterizo en otras etapas de la vida de las personas entrevistadas, principalmente debido a que el contexto fronterizo, como la misma autora reconoce, se encuentra en constante cambio.
Desde mi punto de vista, el aporte más valioso de la obra es ofrecer una categorización tan completa de las experiencias laborales transfronterizas que, por un lado, capta la gran diversidad de tipos de movilidades y experiencias y, por otro, los agrupa en conglomerados con características compartidas en su interior. Sin esta tipificación, difícilmente podría ofrecerse un relato tan coherente como el que se ofrece en este libro.