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Agricultura, sociedad y desarrollo
versión impresa ISSN 1870-5472
agric. soc. desarro vol.10 no.4 Texcoco oct./dic. 2013
El papel de la agricultura familiar en regiones agrarias frágiles y en el desarrollo rural. La cordillera del Tentzo, Puebla, México
The role of family agriculture in fragile agrarian regions and in rural development: the Tentzo mountain range, Puebla, Mexico
Javier Ramírez-Juárez*
Colegio de Postgraduados, Campus Puebla. Km 125.5 Carretera Federal México-Puebla, Santiago Momoxpan, San Pedro Cholula, Puebla, México. 72760. (rjavier@colpos.mx)
* Autor responsable
Resumen
Este trabajo aborda el papel de la agricultura familiar en el desarrollo rural de la cordillera del Tentzo, Puebla, región desfavorecida, ambientalmente frágil, pobre y de emigración. El objetivo fue analizar un doble proceso; por una parte, la trayectoria agraria que la ha configurado como una región de reproducción social de fuerza de trabajo y pobreza y, por otra, el papel de la agricultura de subsistencia en el desarrollo rural en sus funciones productivas y la adopción a esquemas de pluriactividad y complementariedad de ingresos económicos. La inserción en los mercados laborales de los miembros de los hogares campesinos cambió la base agraria de su reproducción social, pero sin abandonar la agricultura, pues el mercado laboral es flexible, inestable e insuficiente, por lo cual integran las actividades agrícolas y no agrícolas. Los hogares campesinos y su permanencia regional son resultado de las transformaciones agrarias y los procesos vinculados con el mercado de trabajo. Un sistema agropecuario sustentable puede contribuir al desarrollo rural, regulando la fuerza de trabajo, la seguridad alimentaria y el cuidado de los recursos y el medio ambiente.
Palabras clave: exclusión social, mercados laborales, pluriactividad, pobreza rural, sistema agrario.
Abstract
This study addresses the role of family agriculture in rural development of the Tentzo Mountain Range, Puebla, a disadvantaged, environmentally fragile, poor and with migration, region. The objective was to analyze a double process; on the one hand, the agrarian trajectory that has made it into a region of social reproduction of workforce and poverty; and, on the other hand, the role of subsistence agriculture in rural development for its productive functions, and the adoption of pluriactivity schemes and complementarity of economic income. The insertion into labor markets of members of peasant households changed the agrarian base of their social reproduction, although without abandoning agriculture, since the labor market is flexible, unstable and insufficient, integrated by agricultural and non-agricultural activities. The peasant households and their regional permanence are the result of agrarian transformations and processes linked to the labor market. A sustainable agricultural and livestock system can contribute to rural development, regulating the workforce, food security and the care for resources and the environment.
Key words: social exclusion, labor markets, pluriactivity, rural poverty, agrarian system.
Introducción
La cordillera del Tentzo, Puebla, es una región ambientalmente frágil y con pobreza, donde la agricultura familiar encuentra dificultades para mantener sus condiciones de reproducción socioeconómica, lo cual obliga a sus miembros a la pluriactividad con la inserción en mercados laborales. Las actividades laborales a las que acceden son por lo general precarias, flexibles y de baja remuneración, generándose procesos de inclusión/exclusión laboral, condicionados por las redes de capital al ser poblaciones y territorios que no tienen interés para la dinámica del capitalismo global (Castells, 2006). Así, el trabajo tuvo como objetivo analizar un doble proceso; por una parte, la trayectoria agraria de la cordillera del Tentzo, que la ha configurado en una región de reproducción social de fuerza de trabajo y pobreza y, por otra parte, el papel de la agricultura de subsistencia en el desarrollo rural en sus funciones productivas y adopción a esquemas de pluriactividad y complementariedad de ingresos económicos.
Las interpretaciones sobre las transformaciones rurales recientes, en el marco del modelo neoliberal del campo mexicano y latinoamericano, enfatizan la disminución de los ingresos agrarios de los hogares campesinos y la profundización de la emigración, de la pobreza y de la pluriactividad. Se valora que la pluriactividad de las familias u hogares campesinos es una tendencia que se profundiza (Kay, 2007), al igual que la desagrarización1 de la economía rural (Escalante et al., 2007; Carton, 2009; Pérez, 2001 y 2005). En la perspectiva de Carton de Grammont (2007), las transformaciones son tan profundas que parece justificado hablar del tránsito de un mundo agrario dominado por la producción agropecuaria hacia una sociedad rural más diversificada.
En congruencia con las transformaciones rurales, se han planteado nuevos enfoques de desarrollo rural, cuyo eje no es necesariamente la agricultura, y que tienen como objetivo superar la pobreza rural incorporando, por ejemplo, el papel de las ciudades intermedias y las interacciones entre el núcleo urbano y su hinterland agrícola (Rello, 1998; Link, 2001). Schejtman (1999) y Dirven (2004) proponen incorporar la relación urbano-rural y el empleo rural no agrícola (ERNA) en las estrategias de desarrollo rural, así como fomentar el ERNA al contribuir a estabilizar los ingresos, compensando la estacionalidad de la producción y del empleo agrícola. A partir de reconocer la multifuncionalidad del territorio, De Janvry y Sadoulet (2004) consideran nuevas oportunidades para la reducción de la pobreza rural con el enfoque territorial del desarrollo rural, considerando la expansión de la "nueva agricultura", la industrialización de las áreas rurales, el incremento de la integración económica entre las áreas rurales y urbanas; el avance en la descentralización gubernamental; el aumento de las organizaciones de la sociedad civil en áreas rurales; y la mayor demanda de servicios medioambientales. Por su parte, Schejtman y Berdegué (2008) sostienen que las políticas públicas de desarrollo rural se deben desagriculturizar como un paso de las tareas de territorializar las inversiones rurales. Argumentan en que esto no debe significar abandonar a la agricultura, pero sí dejar de hacerlo a expensas de desatender a los demás sectores que forman parte de la economía del territorio.
Los enfoques anteriores ofrecen una ampliación de las perspectivas del desarrollo rural en congruencia con la pérdida de importancia relativa de la agricultura, que pueden ser evaluadas a partir de los recursos económicos y de la inversión pública y privada que demanda un desarrollo rural incluyente. Empero, el planteamiento que aquí se sustenta es que la agricultura ha de ser evaluada en su aporte productivo y territorial en el desarrollo rural; que un sesgo antiagrario en las políticas de desarrollo rural puede desaprovechar potencialidades productivas agrarias, además de vulnerar la producción de alimentos y seguridad alimentaria en un contexto de inestabilidad de los precios internacionales de los alimentos.
Para el cotejo del planteamiento se abordó la trayectoria agraria de la cordillera del Tentzo, sus características ambientales, las actividades económicas y el poblamiento para identificar los elementos que la han configurado en una región de reproducción social de fuerza de trabajo y pobreza. Esta elaboración se realizó a partir de la revisión de fuentes bibliográficas, históricas, estadísticas y de recorridos de campo por la región. En un segundo momento se realizó trabajo de campo en el verano de 2009, bajo un método cualitativo con el objetivo de abordar el papel de la agricultura de subsistencia en el desarrollo rural y adopción a esquemas de pluriactividad. Se realizaron entrevistas semiestructuradas a autoridades ejidales y líderes de las comunidades, y observación participante con la finalidad de captar y analizar las relaciones entre las actividades económicas de los hogares campesinos. A partir de ello se identificó y aplicó una encuesta a 78 hogares campesinos, que por su disposición y conocimiento de la situación a indagar fueron seleccionados bajo un muestreo opinático (Ruiz, 1999), para proporcionar información sobre las variables y las relaciones de estudio. Los datos fueron procesados con el programa SPSS. Se sistematizó y analizó la información en función de las variables y las relaciones de estudio planteadas en este documento.
Transformaciones agrarias y agricultura familiar en la Cordillera del Tentzo
La cordillera del Tentzo se localiza en la parte sureste de la ciudad de Puebla. Es considerada como el inicio de la mixteca poblana, integrada por los municipios de Tzicatlacoyan, Cuautinchán, Tecali de Herrera y la parte sur del municipio de Puebla. El clima es templado seco con lluvias en verano, con una temperatura media anual de 15.4 °C. La precipitación media anual es de 743 mm; 90 % ocurre entre los meses de mayo a octubre. Los suelos predominantes son Litosoles, Cambisoles y Xerosoles, caracterizados por su escasa profundidad y con alto contenido de piedras y carbonatos.
La morfología de la región se caracteriza por una serie de lomeríos, serranías y algunas planicies. Los primeros, con pendientes irregulares, ocupan la mayor superficie de la región de estudio y cruzan de norte a sur por la parte central, extendiéndose hacia el este. Las serranías con pendientes irregulares mayores de 10 % se localizan en la parte sur oriental y norte; las planicies se ubican en la parte centro norte y este, y presentan pendientes de 0-2 %. Su geología consiste en rocas sedimentarias, principalmente calizas y lutitas.
En 1520 Cuautinchán, Tepeaca, Tecali, Tecamachalco y Quecholac fueron conquistadas por los españoles y los tlaxcaltecas. Hernán Cortés fundó "Segura de la Frontera" en Tepeaca, y la mayor parte de las tierras y sus habitantes fueron repartidos en encomiendas. Con la expansión de las haciendas los campesinos fueron sometidos al peonaje y al pago de una renta por los terrenos que ocupaban. Tecali se convirtió en reproductora de fuerza de trabajo para las fincas agrícolas españolas y regiones de mayor desarrollo agropecuario a través de migraciones estacionales, como fueron Xochiltenango, Cuapiaxtla, Toxtepec, Tecamachalco y Tehuacán o hacia la región de la tierra caliente en las fincas cañeras y cafetaleras de Veracruz (Olivera, 1978).
Durante la colonia y el porfiriato, el sistema agrario de la cordillera del Tentzo se especializó en una economía productora de trigo y la reproducción de fuerza de trabajo, sobre la base de la economía doméstica que subsidiaba a las haciendas con mano de obra temporal al ocuparla temporalmente sin asumir su reproducción total (Olivera, 1978). Este sistema agrario se fracturó con la revolución de 1910, bajo el mando regional de los zapatistas Vidal Romero y Dolores Damián. Con la reforma agraria se expropiaron los latifundios, transformando el régimen de la tenencia de la tierra de la gran propiedad agraria a pequeñas unidades productivas.
El reparto agrario en la región se expresó en el régimen de tenencia de la tierra. Actualmente, de 45 076.05 hectáreas de superficie total de los municipios de la región, 57.5 % es ejidal, 37.1 % privada, 4.4 % comunal, y 1.0 % pública (INEGI, 2009). Las tierras que se repartieron en los ejidos fueron de mala calidad, cerriles, agostadero o de segunda, con baja capacidad productiva. Las tierras para cultivo son reducidas, sólo representan 24.5 % del total; las predominantes son de agostadero, con 74.9 % y 0.1 % bosque, y 0.5 % sin vegetación (INEGI, 2009).
El reparto agrario generó, como forma dominante, un sistema agrario de pequeñas explotaciones y trabajo familiar dirigido a la producción de autoconsumo, con maíz (Zea mays) y frijol (Phaseolus vulgaris L.), la cría de ganado caprino, la artesanía y la venta de la fuerza de trabajo. De acuerdo con el VII Censo Agropecuario, en 1991 existían 4982 unidades de producción rural (UPR), de las cuales 74.7 % contaban con superficie de labor, con un tamaño promedio de 3.14 hectáreas. Asimismo, 7.9% de las UPR poseían hasta cinco hectáreas y 21 % restante tenía una superficie mayor a las cinco hectáreas (INEGI, 1994).
En las últimas décadas el tamaño de las UPR se redujo, fraccionando aún más la tierra, pero también se amplió la superficie agrícola, ambos procesos vinculados al crecimiento demográfico de la población. De acuerdo con el VIII Censo Agropecuario (INEGI, 2009), en 2007 se reportaron 6374 UPR, 27.9 % más que en 1991, mientras las UPR con actividades agropecuarias se incrementaron 41.8 % (5,276 UPR) y la superficie agrícola se aumentó 6.8 %, al pasar de 11 684.3 a 12 481.6 hectáreas. La superficie por UPR es de 2.4 hectáreas.
La ampliación de las áreas de cultivo y del fraccionamiento de la tierra expresa el interés de los campesinos por mantener la propiedad de la tierra como bien patrimonial social y económico, al representar un activo en la producción de alimentos e ingresos, así como una base a partir de la cual construye sus estrategias de reproducción social que, como señala Warman (2002: 95), "proporciona refugio y seguridad, ninguno en abundancia, ni siquiera con suficiencia, pero no tiene mejor sustituto para millones de campesinos".
La valoración social de la tierra por los campesinos es contraria a la perspectiva planteada por la reforma al Artículo 27 Constitucional de 1992 y la Ley Agraria, que conciben a la tierra como un factor productivo que debería ser liberado de restricciones para su incorporación al mercado. En la exposición de motivos de la iniciativa a la reforma del Artículo 27 Constitucional, se consideró al minifundio en un trabajo para el desarrollo asociado a "niveles de vida inaceptables", y se argumentó que en el minifundio se presentaban estancamientos y deterioro técnico que se traducían en producción insuficiente, baja productividad, relaciones de intercambio desfavorables, y niveles de vida inaceptables. Esta valoración deja sin posibilidad normativa el desarrollo agrícola de la pequeña propiedad basada en el trabajo familiar; sin embargo, la evidencia empírica muestra la persistencia social de estos sectores. El reconocimiento de la permanencia de la pequeña explotación agraria representa el primer paso para la definición; desde las políticas públicas de una vía de desarrollo agrícola, como una opción para la producción de alimentos y otros bienes y servicios que la agricultura proporciona.
Hasta la actualidad, la producción agrícola en la región se ha mantenido con pequeñas variantes, con los cultivos que se observan en el Cuadro 1. La producción es dominada por los cultivos básicos, generalmente sembrados como múltiples, como son maíz (Zea mays) asociado con frijol (Phaseolus vulgaris L.) y/o haba (Vicia faba) y calabaza (Cucurbita maxima Duch), que permite aprovechar al máximo las pocas tierras disponibles y hacer frente a la aleatoriedad de las lluvias. Además, se cultiva el trigo (Triticum aesti-vum) y algunas hortalizas bajo condiciones de riego, particularmente en las comunidades de los municipios de Tecali y Cuautinchán, que se encuentran en las inmediaciones del valle de Tepeaca. El maíz es cultivado en 80.1% de la superficie y, en menor medida, forrajes y hortalizas, que son cultivos con mayor rentabilidad económica, con el aprovechamiento de escorrentías y pequeñas obras de riego, o la búsqueda de nuevas alternativas productivas, como es el caso del agave mezcalero (Angustifolia Haw) en el municipio de Tzicatlacoyan.
La actividad agrícola es realizada en tierras erosionadas, poco profundas, con pH alto y precipitaciones pluviales erráticas, que tiene como consecuencia una agricultura de baja productividad. Los rendimientos de maíz y frijol son menores de 800 kg ha-1 y 300 kg ha-1, respectivamente.
La ganadería se dedica a la producción y manejo de pequeños rumiantes en pastoreo (ovinos y caprinos), animales de traspatio (aves y porcinos), y animales de trabajo (bovinos y equinos). La ganadería dedicada a la cría de pequeños rumiantes es la de mayor importancia económica, criados para la venta de animal adulto en un sistema agrosilvopastoril. El rebaño ganadero está formado por 3.9 cabezas de bovinos y 2.7 equinos (ambos animales de trabajo), 15.4 cabezas de ovinos, y 27.4 cabezas de caprinos (Vargas, 2003).
El sistema agrosilvopastoril presiona sobre el agostadero, ocasionando el desequilibrio en la reposición natural de los pastos y la vegetación, profundizando la erosión de los suelos, la explotación forestal, principalmente la extracción de leña, ocasiona un proceso similar.
El cambio de uso de suelo y la sobreexplotación han ocasionado pérdidas de áreas importantes de la superficie arable por erosión hídrica; la vegetación nativa ha disminuido drásticamente, de acuerdo con los entrevistados. Las prácticas tradicionales de conservación de suelo, como el descanso de la tierra, bordos y terrazas, no han sido capaces de evitar la progresiva degradación de la tierra, ya que la presión demográfica ha reducido el número de años que se deja la tierra sin cultivar. Las terrazas presentan descuido al no conservarse de manera óptima y la protección a través de bordos no se ha hecho de forma generalizada. Los terrenos agrícolas muy degradados son destinados al pastoreo o dejan de utilizarse en la producción agropecuaria. El deterioro de los recursos pone en entredicho la reproducción de los sistemas de producción agropecuarios.
Las características agroecológicas de la Cordillera del Tentzo establecen los límites a la diversificación y productividad agrícola, pero también a la obtención de ingresos económicos. De ello puede derivar que la familia campesina privilegie la obtención de recursos sobre la conservación de recursos, afectando las condiciones de producción. Es plausible que bajo estas condiciones la lógica productiva de la agricultura se imponga sobre la restauración de los recursos. Las exigencias inmediatas de la reproducción social se imponen sobre los ciclos ecológicos, rompiendo los delicados equilibrios ambientales. De esta manera, más que una causa de la destrucción o degradación de los ecosistemas, la pobreza es un mecanismo por medio del cual ciertas condiciones objetivas de sobrevivencia se transforman en acciones que causan degradación ambiental.
Poblamiento y pobreza rural en la Cordillera del Tentzo
El sistema agrario de pequeñas unidades productivas agropecuarias de baja productividad y autocon-sumo de la cordillera del Tentzo, enfrenta elevadas tasas de crecimiento demográfico y una condición de pobreza rural.En los últimos 60 años los municipios casi han cuadriplicado su población. En 1950 la población fue de 10 558 habitantes y en 2010, de 40 185 personas. El municipio de Tecali de Herrera concentró 63.1 % de la población; Cuautinchán, 24.7 %; y Tzicatlacoyan, 12.2 % (CONAPO, 1993; INEGI, 2011).
La población de la región se encuentra dispersa en 44 comunidades y pequeñas rancherías; sólo la cabecera municipal del municipio de Tecali y la junta auxiliar de Ahuatepec tienen más de tres mil habitantes. En el ámbito regional, Tecali es el principal centro económico, especialmente de talleres artesanales de ónix y mármol, e infraestructura de servicios. Las cabeceras municipales concentran los servicios y en torno a ellos se estructuran las pequeñas comunidades dispersas, que son "al mismo tiempo símbolo del mundo rural -con respecto a las ciudades propiamente dichas- y la más pequeña unidad del sistema urbano- con respecto al asentamiento rural más disperso" (Bataillon, 1997:56).
Las relaciones y recursos que se tejen sobre la base agraria de la cordillera del Tentzo por los hogares campesinos se expresan en pobreza. De acuerdo con los cálculos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), que se presentan en el Cuadro 2, la población de los municipios es pobre2 mayoritariamente, rebasando el porcentaje estatal de población en pobreza. El caso más agudo es el municipio de Tzicatlacoyan, con 90.7 % de la población en pobreza y 42.6 % en pobreza extrema. Sólo reducidos sectores de la población que no rebasan 3.3 % no son pobres, como el caso del municipio de Tecali de Herrera.
Las condiciones de pobreza de la región obligan a la integración de la fuerza laboral a otros ámbitos de mayor dinamismo económico en la búsqueda de empleos e ingresos. Es común que la población de la región se integre como fuerza laboral a la ciudad de Puebla, Distrito Federal, el sureste mexicano, y los Estados Unidos de Norteamérica. Particularmente, es relevante que la población se traslade diariamente a la ciudad de Puebla a laborar, por su cercanía y la existencia de vías de comunicación construidas a principios de la década de 1990.
La diversificación laboral de los hogares campesinos se expresa en la composición de la población económicamente activa (PEA) de la región. En el Cuadro 3 se presenta la PEA dedicada a las actividades primarias entre 1990 y el 2010; en este periodo la distribución laboral se transformó con el declive relativo de la PEA del sector primario y el incremento de las actividades secundarias y terciarias, sin que ello signifique la reducción absoluta de las actividades primarias, pues éstas se han incrementado en los municipios de Tecali de Herrera y Cuautinchán, mientras que en el municipio de Tzicatlacoyan muestra un franco retroceso o decadencia en términos absolutos y relativos. La permanencia de la población en actividades primarias, especialmente en la agricultura, expresa la importancia social de la actividad en un contexto de reducidas opciones económicas y se manifiesta, como se señaló anteriormente, en el incremento de la superficie cultivada y el número de unidades de producción rural.
Las relaciones constitutivas de la distribución espacial de la pobreza3, en la cordillera del Tentzo están vinculadas con la particularidad histórica, social, económica y ambiental del territorio y la forma en que se extendieron las relaciones sociales y económicas dominantes en el espacio, ocasionando un desarrollo económico desigual y desequilibrado.
Las características agrarias y de recursos de la cordillera del Tentzo limitan dinámicas económicas de inversión e inserción en los mercados, asumiendo un rol de reproductoras de fuerza de trabajo, condición profundizada por políticas inequitativas que no favorecen ni la producción y ni las actividades económicas. La inversión pública es escasa, con un bajo impacto en la generación de infraestructura. El consumo es débil y no concurren flujos importantes de mercancías y de capital. El capital productivo, financiero y comercial se orienta hacia las ramas productivas y regiones con mayor rentabilidad y ventajas comparativas y competitivas.
La agricultura familiar y la pluriactividad
En el contexto social, económico y ambiental antes señalado, los hogares campesinos, a partir de sus miembros, articulan acciones y estrategias de reproducción social4, utilizando los bienes y activos de los que disponen para la obtención de ingresos económicos para su reproducción socioeconómica, en una tensión entre las posibilidades y limitantes ambientales, las dinámicas locales vinculadas a la agricultura, y la inserción en mercados laborales.
El ingreso económico está formado por el ingreso económico agrícola, ganadero y no agrícola. Cada uno de éstos aporta un volumen diferenciado de recursos, que con la información de campo se calcularon en porcentajes de ingreso con los siguientes resultados: ingreso no agrícola, 68.7 %; agrícola, 3.7 %; y ganadero, 27.6 %. De acuerdo con los ingresos, la agricultura es marginal y está dirigida a una producción de autoconsumo; el ingreso no agrícola es el dominante y le sigue la ganadería. Esta composición del ingreso promedio para los hogares campesinos es heterogénea socialmente para cada hogar campesino, de acuerdo con el tamaño del predio, la estructura de cultivos, la rentabilidad de la producción, la fuerza laboral disponible y los ingresos no agrícolas, entre otros elementos.
Las actividades agropecuarias de la cordillera del Tentzo no son suficientes para la reproducción social y económica de los hogares campesinos, más aún con un mayor fraccionamiento de la tierra y crecimiento demográfico, lo que obliga a la pluriactividad económica. La pluriactividad de los hogares campesinos es resultado de la condición marginal de la agricultura; entre otros, por la fragilidad ambiental, la escasez de la tierra, los procesos vinculados con el mercado de trabajo y la relación entre lo urbano y rural, factores que condicionan la reproducción social y espacial del campesinado.
El ingreso neto agrícola generalmente no es suficiente para recuperar los costos de producción. La racionalidad de la producción agrícola, en condiciones de fragilidad ambiental, obedece fundamentalmente a la obtención de alimentos para el autoconsumo y residuos de cosecha para la ganadería, sostenida por la fuerza laboral familiar, que no es sometida a relaciones salariales y permite asumir el proceso de producción agropecuario en condiciones deficitarias.5
El ingreso económico global de los hogares campesinos descansa en la división del trabajo familiar y la aportación de sus miembros en las actividades agropecuarias y las no agrícolas, que movilizan y utilizan los activos con los que cuenta, entre ellos tierra, fuerza de trabajo y redes de relaciones sociales para su reproducción social y económica. La disposición de fuerza laboral familiar en condiciones de marginalidad productiva constituye uno de los activos principales para superar las limitaciones de capital y medios productivos.
Los empleos no agrícolas que desempeñan los miembros de los hogares campesinos son generalmente informales, inestables, marginales y flexibles, que no garantizan seguridad social, ni ingresos o salarios estables y permanentes. Entre los empleos que desempeñan se encuentran jornaleros, albañiles, jardineros, carpinteros, plomeros, choferes, domésticos, artesanos y pequeños comerciantes, ya sea en el país o en los Estados Unidos.
Para las anteriores actividades, los trabajadores se articulan desde las comunidades con ámbitos de mayor dinamismo económico a través de redes sociales para proporcionar una fuerza de trabajo barata y flexible, en una inclusión laboral inestable y precaria. De acuerdo con las encuestas aplicadas, 67 % de los hogares campesinos manifestó que de dos a tres de sus miembros laboran en actividades no agrícolas, 22 % de uno a dos, y 11 % uno de sus miembros. El promedio de tiempo que laboran al año es de ocho meses y sólo 7 % manifestó algún tipo de seguridad social en estos empleos.
Los recursos económicos que se generan en las actividades no agrícolas se dirigen a consumo, educación, compra de bienes, construcción, y mejoría de la casa habitación y las actividades agropecuarias. Las transferencias de recursos económicos de las actividades no agrícolas a las agrícolas representan, en promedio, 14 % de los ingresos totales anuales en 80 % de los hogares campesinos entrevistados, al considerar que es una actividad que les permite tener maíz, rastrojo e ingresos con la venta de ganado, además de "no dejar la tierra sin cultivar".
Los hogares campesinos sobre la base del uso integral de los activos que poseen, tangibles e intangibles, desempeñan un conjunto de actividades agrícolas y no agrícolas en forma integral y complementaria para su reproducción socioeconómica. Ninguna de las actividades en forma aislada explica su funcionamiento. El debilitamiento o eliminación de los activos y actividades económicas limitan su capacidad de reproducción y muy probablemente conducen a una mayor pobreza.
La pluriactividad a su vez está ocasionando la reorganización social de los hogares campesinos, obligando a las mujeres de la cordillera del Tentzo a participar en la dirección de los procesos de producción ante la ausencia del jefe de familia, con la consecuente feminización de la agricultura y de la vida rural, reconfigurando las relaciones de género y generacionales.
La valoración social de la agricultura que realizan los hogares campesinos de la cordillera del Tentzo no es apoyada por las políticas públicas de desarrollo agrícola. A partir de la política de ajuste estructural, instrumentada hacia finales de la década de 1980, se eliminaron apoyos y servicios de fomento productivo a la agricultura en regiones de fragilidad ambiental por su baja productividad. El crédito, seguro agrícola, asistencia técnica e investigación agronómica, entre otros factores, se orientaron hacia las regiones y a los productores que se señalaron con "potencial productivo"; para las regiones con fragilidad ambiental se establecieron acciones de combate a la pobreza (Téllez, 1994). Los sectores sociales en condiciones de pobreza ciertamente requieren de programas de ataque directo a las condiciones de pobreza, pero también el atender y fomentar su capacidad productiva a partir de instrumentos de política acordes con las condiciones de la región.
En este marco, a través de la agricultura, los hogares campesinos de la Cordillera del Tentzo mantienen un espacio de reproducción social y económica, pero en condiciones sumamente precarias. La formación regional se especializa, articula y subordina a otras regiones, pero su viabilidad se ve amenazada por las condiciones en las que se desarrolla la agricultura y el deterioro del ambiente. En la trayectoria territorial se han tejido relaciones de desigualdad social, donde el campesinado se reproduce socialmente sobre el trabajo agropecuario y la pluriactividad, generalmente en trabajos flexibles y de baja remuneración, con procesos de inclusión/exclusión en los mercados laborales. La inclusión laboral es generalmente inestable, precaria y cambiante, insuficiente para la reproducción social y económica de los trabajadores y sus dependientes económicos.
La agricultura familiar en el desarrollo rural territorial
La lectura sobre las transformaciones rurales funda perspectivas normativas del desarrollo rural. El ascenso de la pluriactividad y la multifuncionalidad del territorio han dado pauta a considerar que los motores del desarrollo rural no se encuentran en la agricultura. Por ejemplo, se han sistematizado las posibles lecciones y la pertinencia del planteamiento europeo LEADER en América Latina6 (Pérez y Caballero, 2003; Saraceno, 2006; Sumpsi, 2006). También se ha formulado el planteamiento del desarrollo rural territorial, con el análisis de los vínculos entre ruralidad y territorio.
El territorio se ha asumido como una categoría central en el análisis y las propuestas de desarrollo rural, al considerarlo como una construcción social con una identidad social, económica y cultural propia. La elaboración conceptual del desarrollo rural territorial7 es propuesto "como un proceso de transformación productiva e institucional en un espacio rural determinado, cuyo fin es reducir la pobreza rural" (Schejtman y Berdegué (2003:31). La trasformación productiva tiene como finalidad la articulación de la economía del territorio a mercados dinámicos. El desarrollo institucional tiene los propósitos de estimular y facilitar la interacción y la concertación de los actores locales entre sí y con los agentes externos relevantes (Schejtman y Berdegué, 2003).
Esta perspectiva coloca a la competitividad territorial como el elemento central del enfoque, la cual enfrenta una condición poco propicia en ámbitos territoriales con economías agrarias poco diversificadas y desarticuladas de mercados dinámicos, donde la inversión privada y pública no concurren por las limitadas o nulas ventajas comparativas y competitivas, como es el caso de la cordillera del Tentzo. Mientras el desarrollo institucional en la dirección de la concertación de actores locales y agentes externos, afronta el mayor desafío en las relaciones inequitativas y diferenciales de poder entre los actores sociales, que delimita la apropiación de rentas, recursos y la participación social.
El desarrollo rural territorial amplía las perspectivas de desarrollo rural, que debe ser evaluado a partir de las condiciones particulares de los territorios y su multidimensionalidad, que implica su área, sus recursos y las relaciones que lo transforman (Fernandes, 2009); del incremento de los precios de los alimentos en el mercado internacional y las estrategias de reproducción del campesinado, las cuales comprenden el uso integral de los medios de vida y la integración de las actividades agrícolas y no agrícolas.
En este marco, la cordillera del Tentzo se concibe como una formación socio-territorial que desempeña una multiplicidad de funciones sociales, culturales y ambientales, vinculadas al desarrollo agrícola y no agrícola. El aporte productivo y territorial de la agricultura al desarrollo rural no es antagónico a las actividades no agrícolas, pues las actividades económicas son integrales y complementarias con la utilización y el aprovechamiento de los recursos tangibles e intangibles de los que disponen los hogares campesinos.
Las actividades agrarias en la región funcionan con severas restricciones, aprovechando las condiciones que le ofrece el entorno para diversificar las actividades y obtener rentas complementarias. No obstante, el desarrollo agrícola no es suficiente para la reproducción de los hogares campesinos, pero su abandono en un contexto incierto y agravado por factores globales, como el cambio climático, el alza de los precios de los alimentos y la crisis energética, ponen en riesgo la seguridad alimentaria y la superación de la pobreza (Graziano etal., 2008).
Para los hogares campesinos de la cordillera del Tentzo, las actividades agropecuarias tienen un carácter multifuncional al comprender funciones ambientales, económicas, sociales y culturales. La agricultura genera la cohesión e integración de las actividades económicas y la organización del territorio. Económicamente aporta y produce alimentos y forrajes para la ganadería, así que su eliminación implicaría la reducción de los ingresos económicos. Regionalmente, el abandono de éstas ocasionaría el despoblamiento y tendría aún más impacto sobre el empleo en las ciudades o la migración internacional, donde tampoco existen las condiciones más propicias para la inserción de la fuerza de trabajo en el mercado laboral.
Un sistema agropecuario sustentable para la cordillera del Tentzo puede contribuir a regular la fuerza de trabajo, la seguridad alimentaria y el cuidado de los recursos y el medio ambiente, aspectos fundamentales para la viabilidad de la región.
La FAO y el BID (2007) sostienen que la agricultura familiar sigue siendo uno de los sectores más extendidos y dinámicos en las áreas rurales; consideran que su importancia no ha sido lo suficientemente reconocida ni valorada desde el punto de vista de las políticas públicas en los países de América Latina y El Caribe. Esta perspectiva es necesaria; las condiciones de la economía y el comercio agroalimentario mundial indican serios desequilibrios que permiten prever desajustes en la oferta de alimentos. El futuro de la oferta mundial de alimentos puede ser incierto: la creciente escasez de recursos, los mayores riesgos generados por el cambio climático, más altos precios para la energía, la demanda por biocombustibles, y dudas acerca de la velocidad del progreso técnico, tienen todos implicaciones para el progreso de la agricultura (Banco Mundial, 2008).
Conclusiones
Las relaciones agroecológicas, sociales y de poder hacen de la cordillera del Tentzo una región de reproducción social de fuerza de trabajo y pobreza. Las tensiones sociales que se generaron históricamente en diversas etapas, particularmente durante la colonia y la revolución de 1910, dieron pauta a profundas transformaciones agrarias que marcaron las tendencias de su evolución sin lograr romper el ciclo de pobreza de la población.
Los campesinos de la región lucharon por acceder a la tierra y por tener una base material que les permitiera su reproducción e inclusión social y productiva en el sistema económico, pero esta base es frágil, en fraccionamiento, de baja productividad, en constante erosión, e insuficiente para su reproducción socioeconómica, por lo que la migración temporaria fue desde siempre una constante para la obtención de ingresos económicos.
Con la inserción en los mercados laborales de los miembros de los hogares campesinos, la base agraria de la reproducción social cambió, pero sin abandonar la agricultura, integrando las actividades agrícolas y no agrícolas para cierta estabilidad estructural, de tal manera que la permanencia regional del campesinado no es sólo resultado de las transformaciones agrarias, sino también de procesos vinculados con el mercado de trabajo. Estas relaciones le permiten, a su vez, trasferir recursos de los ingresos no agrícolas a la agricultura, valorando socialmente y productivamente a la agricultura para aprovechar los recursos de los que dispone en la producción de alimentos y ganado, generando ingresos y trabajo.
La población de los municipios de la región se incrementó en las últimas décadas. Las migraciones temporales no significaron despoblamiento; entre otros aspectos, por las características de los mercados de trabajo de flexibles e inestables. Los campesinos han mantenido la posesión de la tierra como un activo y patrimonio social, económico y cultural, pero también la han fraccionado, mientras que la superficie de labor y el número unidades productivas con actividad agropecuaria se han incrementado.
La agricultura campesina es una actividad y componente para una vía de desarrollo rural regional, basada en los recursos locales y en las estrategias de reproducción de los hogares campesinos, pues no representa una oposición con las actividades no agrícolas; su abandono profundizaría la emigración y la pobreza.
Un sistema agrario sustentable puede contribuir al desarrollo rural de la Cordillera del Tentzo en los siguientes aspectos: a) regular las migraciones de la fuerza laboral; b) contribuir a la seguridad alimentaria, empleo e ingresos, y c) el cuidado de los recursos y el medio ambiente. Sin embargo, esta perspectiva es insuficiente para superar la pobreza. Son necesarias acciones convergentes bajo una visión multisectorial y territorial, en el corto, mediano y largo plazo, que incluya la articulación de la política social y agrícola.
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1"El proceso de "desagrarización" se refiere a una disminución progresiva de la contribución de las actividades agrícolas a la generación de ingreso en el medio rural, así como una creciente migración y envejecimiento de su población" (Escalante et al., 2007:89).
2La Ley General de Desarrollo Social señala que la pobreza debe medirse utilizando 8 dimensiones: ingreso, rezago educativo, acceso a la salud, acceso a la seguridad social, calidad y espacios de la vivienda, acceso a servicios básicos en la vivienda, acceso a la alimentación, y grado de cohesión social.
3En México en las zonas rurales reside 60.7 % de la población en pobreza extrema y 46.1 % de los moderadamente pobres, en 2004, incrementándose la pobreza rural en las últimas dos décadas a partir de la segunda reforma agraria (RIMISP, 2012).
4El concepto de sistema de estrategias de reproducción social, entendidas como "conjunto de prácticas fenomenalmente muy diferentes, por medio de las cuales los individuos y las familias tienden, de manera consciente o inconsciente, a conservar o a aumentar su patrimonio, y correlativamente a mantener o mejorar su posición en la estructura de las relaciones de clase" (Bourdieu, 1988:122).
5De acuerdo con Vergopulos (1979) esta lógica campesina no sería el resultado de los elementos residuales del pasado precapitalista sino, por el contrario, tendría un origen contemporáneo al capitalismo moderno. En realidad, es el capitalismo moderno el que hace posible, tanto histórica como teóricamente, la aparición de la lógica no capitalista de la unidad familiar en la producción agrícola.
6Se trata de conferir mayor importancia a: i) la dimensión territorial en oposición a la sectorial, así como a las funciones y servicios prestados por la agricultura más allá del aspecto productivo; ii) los vínculos entre las pequeñas ciudades y el campo circundante, y la relación entre desarrollo urbano y rural; iii) la complementariedad entre la agricultura y otras ocupaciones; iv) la función residencial de las áreas rurales; v) la integración de las áreas rurales a los mercados y los procesos de globalización, lo que destaca la importancia de la competitividad territorial frente a la puramente empresarial o sectorial; vi) el potencial económico que ofrecen los activos ligados al territorio, de tipo geográfico, histórico, cultural, etcétera; y vii) la participación en las políticas y programas de desarrollo rural de los diversos agentes involucrados y la concertación entre ellos (Pérez y Caballero, 2003).
7Teóricamente, el enfoque del desarrollo territorial se funda en la noción de distritos industriales planteada por Bagnasco, en la de clusters introducida por Porter, y en la del desarrollo económico local (Sumpsi, 2006).