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Agricultura, sociedad y desarrollo
versión impresa ISSN 1870-5472
agric. soc. desarro vol.12 no.2 Texcoco abr./jun. 2015
Conocimiento tradicional en prácticas agrícolas en el sistema del cultivo de amaranto en Tochimilco, Puebla
Traditional knowledge in agricultural practices of the amaranth cultivation system in Tochimilco, Puebla
Josset Sánchez-Olarte1; Adrián Argumedo-Macías*1; Jesús F. Álvarez-Gaxiola1; José A. Méndez-Espinoza1; Benjamín Ortiz-Espejel2
1 Campus Puebla. Colegio de Postgraduados. Carretera Federal México-Puebla km 125.5, Santiago Momoxpan, municipio de San Pedro Cholula, Puebla. 72760. México (josset15@hotmail.com) (aadrian@colpos.mx) * Autor responsable (Felipe_alvarez@hotmail.com) (jamendez@colpos.mx),
2 Universidad Iberoamericana. Boulevard del Niño Poblano 2901. Unidad Territorial Atlixcáyotl. 72197. Puebla, Puebla, México (benjamín.ortiz@iberopuebla.mx)
Recibido: junio, 2014.
Aprobado: mayo, 2015.
Resumen
El amaranto (Amaranthus spp) es un cultivo esencial en las unidades de producción campesina del municipio de Tochimilco, Puebla. Su siembra obedece a propósitos económicos de aporte al ingreso de la unidad de producción familiar ya que, por su reciente introducción a la región, no existe una cultura de alimentación con este grano. Aunque su cultivo se remonta a la época prehispánica, es probable la existencia de conocimiento tradicional asociado al manejo del sistema, y que se relaciona con el clima, suelos, herramientas y prácticas agrícolas. La interrogante que guió el estudio fue: ¿Cuál es la importancia que tiene el conocimiento tradicional en las prácticas agrícolas y funcionamiento del sistema del cultivo de amaranto? Para la recolecta de la información se realizaron recorridos de campo y se aplicó el método de la entrevista a una muestra de 83 productores. El análisis e interpretación de la información se realizó a través del método hermenéutico. Los resultados muestran que hay un amplio conocimiento tradicional sobre los tipos de suelos, de la interacción ambiente-cultivo, y del uso de herramientas en las prácticas agrícolas para el manejo del sistema.
Palabras clave: clima, herramientas, manejo, suelo, unidad de producción.
Abstract
Amaranth (Amaranthus spp.) is an essential crop for peasant production units in the municipality of Tochimilco, Puebla. Its cultivation serves the economic purpose of contributing to the income of the family production unit, since there is not a dietary culture with this grain because of its recent introduction into the region. Although its cultivation dates back to pre-Hispanic times, the existence of traditional knowledge associated to the system’s management is probable, and also related to the climate, soils, tools and agricultural practices. The question that guided the study was: What is the importance of traditional knowledge in agricultural practices and for the amaranth cultivation system functioning? Field visits were performed to collect information, and the interviewing method was done with a sample of 83 producers. The information analysis and interpretation was carried out through the hermeneutic method. Results show that there is broad traditional knowledge about soil types, environment-crop interaction, and the use of tools in agricultural practices for system management.
Key words: climate, tools, management, soil, production unit.
Introducción
El amaranto (Amaranthus spp) es una planta de gran tradición en la cultura de los pueblos mesoamericanos. Además de ser utilizada como alimento, en las culturas prehispánicas la semilla también se usaba en ceremonias religiosas (Mapes et al., 1996). Actualmente se cultiva por su valor nutricional y económico, y se usa en una diversidad de platillos y productos. En el país los principales estados productores son: Puebla, Tlaxcala, Morelos y el Estado de México, donde se sembraba una superficie de 3692 ha, con una producción estimada de poco más de 5000 ton (SIAP, 2013).
En México la agricultura campesina, en especial la tradicional, es practicada principalmente en superficies pequeñas con utilización de mano de obra primordialmente familiar, con limitada aplicación de tecnologías y métodos modernos de producción, la cual se destina al autoconsumo en su mayoría (Hernández Xolocotzi, 1988). También existe una agricultura campesina con producción orientada al mercado, a fin de contribuir a la obtención de ingresos económicos (Warman 2001). A este caso corresponde el amaranto en el municipio de Tochimilco, Puebla, cuya producción se realiza en condiciones de minifundio y temporal, y se orienta al mercado a fin de obtener recursos económicos que aporten al ingreso de la unidad de producción para asegurar su reproducción social (Sánchez y Argumedo, 2015). En este municipio se cultiva una superficie mayor a 1400 ha, de las 3692 ha que se siembran a nivel nacional, con una producción de 1600 toneladas (SIAP, 2013).
En este contexto el conocimiento sobre el manejo de los sistemas de cultivo es un aspecto que se ha fortalecido en algunas sociedades agrícolas a través del tiempo. Por esto, consideramos que el conocimiento tradicional asociado a la producción del amaranto es un proceso de adaptación sociocultural a condiciones ambientales y socioeconómicas particulares de la zona productora del municipio de Tochimilco, Puebla. Asimismo, esta tendencia convive con el proceso de evolución en la escala humana, asociado con el avance científico y tecnológico que se ha desarrollado en la agricultura, y cuyos rasgos más sobresalientes se observan en la agricultura comercial o empresarial. Algunas de estas tecnologías han sido adaptadas por los productores de amaranto a sus condiciones técnicas, sociales, culturales, económicas y edafo-climáticas en que se desarrolla su práctica agrícola.
Actualmente el sistema de cultivo de amaranto en el área objeto de estudio representa una opción económica que apoya la reproducción social. Además, en las condiciones en que se produce degrada en menor nivel los recursos naturales, debido a que el manejo que realizan los productores se hace con herramientas manuales, con baja o nula utilización de insumos elaborados a base de energía fósil, con predominancia de aplicación de insumos locales, favoreciendo la conservación de los recursos naturales y del medio ambiente. Esto se manifiesta cuando los productores de amaranto abonan sus terrenos de cultivo con estiércol de diversos animales, así como de otras fuentes de materia orgánica, utilizando de manera reducida los insumos industriales, tales como como los fertilizantes a base de nitrógeno, fósforo y potasio. Igualmente, el uso de pesticidas es reducido, ya que éstos disminuyen la fertilidad de los terrenos, por lo que para el control de plagas solo se deja una barrera de maleza alrededor del cultivo para evitar que ésta se extienda al interior. En este sentido, el conocimiento tradicional es único en una cultura o sociedad dada, el cual contrasta con el científico y el tecnológico generado por universidades, instituciones de investigación y firmas privadas (Warren, 1995). El mismo autor agrega que este tipo de conocimiento es la base para la toma de decisiones a nivel local relacionada con la agricultura, manejo de recursos naturales, educación y otra serie de actividades. Sin embargo, en el área objeto de estudio el conocimiento tradicional asociado al sistema de cultivo de amaranto ha sido poco estudiado; por ello, el objetivo del presente artículo fue conocer la importancia que éste tiene en las prácticas agrícolas y en el funcionamiento del sistema del cultivo de amaranto.
En México los sistemas de cultivo tradicionales se caracterizan por tener una aplicación de conocimiento que se ha transmitido de generación en generación y que se denomina “conocimiento tradicional”. De acuerdo con Hessen (1996), el “conocimiento” envuelve explicaciones, interpretaciones y análisis que el hombre hace sobre la naturaleza, sus posibilidades y límites, sean o no de carácter científico. En cuanto a lo “tradicional”, Mead (1980) señala que cada uno de los contenidos y prácticas trasmitidos durante siglos en una comunidad son dignos de constituirse como una parte integral de sus usos y costumbres; además, suelen considerar conocimiento y principios socio-culturales selectos que por considerarse especialmente valiosos o acertados en su contexto se busca que se extiendan de generación en generación, a fin de que se conserven y se consoliden. En este mismo sentido, Giddens (1995) describe que el conocimiento de los individuos posee una “conciencia práctica” y una “conciencia discursiva” sobre la realidad, lo que les permite dar razones de su hacer y de su decir de manera “reflexiva”, “racional” y “rutinaria”. Sin embargo, esta conciencia no está desconectada del mundo social ampliado, ya que se encuentra determinada por un contexto espacio-temporal de acción, un conjunto de propiedades articuladoras o estructurales que hacen posible que las prácticas sociales existan en segmentos de espacio y tiempo y adquieran una forma sistémica.
En una agricultura tradicional el manejo que el hombre da a las especies cultivadas en su entorno obedece fundamentalmente al conocimiento específico que tiene de ellas, el cual se basa primordialmente en la observación (De Walt, 1999; Toledo, 1997). De esta manera, el conocimiento tradicional comprende las innovaciones, prácticas, ideas, juicios y raciocinio, los procesos tecnológicos, los sistemas explicativos y los procedimientos tecnológicos desarrollados por las comunidades indígenas y locales, en su relación con los recursos biológicos del medio en el que viven, y que son tenidos por tales comunidades como un legado oral o escrito de carácter colectivo (WIPO, 2001; Von Humboldt, 2001).
Zagoya (2013) menciona que el conocimiento tradicional se fortalece a partir de la obtención de información de la naturaleza, a través de sistemas especiales de cognición y percepción que seleccionan la información más útil y adaptable para ser trasmitida cotidianamente de generación en generación de manera oral y empírica, la cual es recordada por medio de la memoria individual y colectiva, y validada social y comunitariamente. Por ello, el conocimiento tradicional en la agricultura incluye saberes culturalmente compartidos, actividades que se han practicado y mejorado con la experiencia durante muchas generaciones en las comunidades, hasta llegar a los procesos actuales de producción (Zamudio, 2002; Toledo y Barrera Bassols, 2008).
Para Iturra (1993), el conocimiento tradicional que posee el campesino muestra que el gran patrimonio heredado de los agricultores no es un elemento caprichoso ni producto del azar, sino que responde a una racionalidad campesina en el manejo de los recursos naturales que se encuentran en su entorno y que es completamente distinta a la lógica de la agricultura industrializada. Este tipo de conocimiento es resultado de la sistematización de una acumulación de prácticas ancestrales probadas por los miembros de un grupo cultural (Castro, 2006; Damián et al., 2007).
Los conocimientos que emplean los campesinos para el manejo de sus sistemas de cultivo son complejos. Implican habilidades y experiencias acumuladas a lo largo de generaciones, de las cuales pueden extraerse enseñanzas que contribuyen a establecer pautas de manejo en los sistemas agrícolas. Es decir, los campesinos, a lo largo del tiempo, van generando conocimientos para hacer frente a los problemas que se le presentan en su entorno. Por cientos de años el conocimiento sobre el manejo de cultivos como maíz, frijol, chile y amaranto, entre otros, ha sido generado a base del método conocido como prueba-error, experimentando hasta encontrar un equilibrio entre la parte productiva, la conservación de la tierra y el uso cultural de los productos que de ella se obtienen (Abasolo, 2011). Por ello, la gran mayoría de las culturas campesinas atesoran un corpus de conocimiento tradicional capaz de encarar las crisis ecológicas y de la agricultura moderna. En la actualidad muchos de esos conocimientos siguen siendo aplicados en algunos sistemas de cultivo (Sevilla, 2001); sin embargo, hoy en día existe información limitada de la importancia que juega el conocimiento tradicional para zonas específicas donde se produce el amaranto.
A lo largo de siglos de la evolución cultural y biológica, en los sistemas de agricultura tradicional los campesinos y los indígenas han desarrollado agro-ecosistemas que se adaptan bien a las condiciones locales y que les han permitido satisfacer sus necesidades vitales, aun bajo condiciones ambientales adversas, tales como terrenos marginales, sequía o inundaciones (Altieri y Nicholl, 2000). De esta manera, las culturas tradicionales han capturado los potenciales agrícolas de los sistemas sociales y biológicos en el curso de la co-evolución, los cuales están presentes en sus sistemas de conocimiento (Kallis y Norgaard, 2010).
González (2003, menciona que la prolongada presencia histórica de los sistemas agrícolas mexicanos muestra su capacidad de continuidad y permanencia, que es el resultado de un proceso de selección de variedades, de adaptación y aplicación de prácticas agrícolas sujetas a una constante experimentación. En comunidades rurales específicas, la cultura y la agricultura han evolucionado de manera paralela, adaptándose al continuo cambio del medio ambiente (Hernández Xolocotzi, 1977). Esto se evidencia en el conocimiento que tiene de los elementos del agro-ecosistema presentes en su entorno como, por ejemplo: época de lluvias y de siembra, sequías, granizadas, vientos, plagas y enfermedades, tipo de tierra, manejo de fertilizantes y abonos, herramientas, entre otros.
En el contexto de la complejidad de la agricultura campesina, sus actores poseen un amplio repertorio de conocimientos. Destaca el tradicional, que se orienta al manejo de los sistemas de producción, cuyo fin es asegurarles su reproducción física y social. Parte de la importancia también se ve reflejada en su capacidad de minimizar riesgos con una producción eficaz, derivada de la mezcla de cultivos, la restauración de la fertilidad del suelo mediante rotación con leguminosas (Altieri y Nicholls, 2000). También se refleja en la capacidad y utilidad de la interpretación de fenómenos naturales como ciclos lunares, clima, y ciclos de vida de las especies (Toledo, 1991). Otro aspecto es el conocimiento de los suelos, ya que desde la época prehispánica se demuestra la existencia de un conocimiento y clasificación de éstos por parte de grupos nahuas, mayas, tarascos, otomíes y zapotecos, entre otros. De hecho, se cree que este conocimiento se encuentra presente en toda la sociedad mexicana, que se deriva del México antiguo (Ortiz, 1990). En este sentido, en sus trabajos sobre la clasificación náhuatl de suelos, Williams (1981) señala que eran conocidas 45 clases con fines administrativos de uso y manejo, cada una representada en códices por medio de glifos.
Otro elemento estratégico en el sistema de cultivo es el conocimiento tradicional de las herramientas o artefactos utilizados en las labores culturales, muchas de las cuales son generadas por los propios campesinos en sus comunidades, inmersos en el manejo del sistema como respuesta a problemáticas especificas en el proceso del cultivo, además de que éstas contribuyen a disminuir el gasto de la unidad de producción permitiendo la continuidad del sistema de cultivo).
Es frecuente que los estudios campesinos generalicen el conocimiento tradicional sin contemplar variables ecológicas, ni factores como el desgaste de las tierras agrícolas, desgaste energético de los animales de trabajo o la maquinaria, inversiones de tiempo y mano de obra del campesino y de quienes intervienen en el proceso o la toma de decisiones para la elección de semilla a cultivar, entre otras. No obstante, en muchas ocasiones los estudios de la ciencia formal tampoco consideran las variables socioculturales de manera apropiada. Por ello, a pesar de existir otras variables, el presente estudio se centra en resaltar la importancia y el valor del conocimiento tradicional en las prácticas agrícolas para el manejo del cultivo, forma de producción y uso de herramientas, asociados al sistema de cultivo de amaranto del municipio de Tochimilco, Puebla.
Materiales y Métodos
Características geofísicas
El estudio se realizó en el municipio de Tochimilco, el cual se ubica en la parte oeste centro del estado de Puebla. De acuerdo con el INEGI (2010), tiene una población de 17 028 habitantes, cuenta con una superficie de 233.45 km2 que lo ubica en el lugar 48 entre los municipios del estado. Se localiza a 38 km de la ciudad de Puebla, a una altitud promedio de 2060 m; la temperatura media anual oscila entre 12 y 18 °C. Se distinguen seis tipos de suelos: Andosol, Regosol, Cambisol, Fluvisol, Litosol y Feozem; este último ocupa una extensa área de las faldas inferiores de la Sierra Nevada (INEGI, 2012).
La actividad económica de Tochimilco es preponderantemente agropecuaria, teniendo como cultivos principales al maíz, frijol y amaranto. Se seleccionó ésta área por la importancia que este último tiene para los habitantes del municipio y por ser el primer productor a nivel nacional en la producción de semilla. En el país se siembra una superficie de 3692 ha, en las cuales se producen aproximadamente 5000 toneladas. En Puebla se siembra una superficie de 2816 ha en las que se producen 3335 n, destacando en esta entidad federativa el municipio de Tochimilco, en el cual se siembran alrededor de 1400 ha, produciendo 1600 n que representan 32% de la producción y 40% de la superficie sembrada del total nacional (SIAP, 2013). En la actualidad el amaranto se cultiva de manera tradicional, complementado con algunos elementos tecnológicos). En el área objeto de estudio los predios que constituyen este sistema de cultivo son de minifundio, debido a que en el primer período de la Reforma y Reparto Agrario de 1922 se estableció que las dimensiones de la superficie de tierra de temporal sería de 4.2 ha (Warman, 2001).
Tamaño de la muestra
La población estudiada fue de campesinos que cultivan amaranto (los registrados en el padrón de PROCAMPO en 2013) en el municipio de Tochimilco, Puebla. El tamaño de muestra se obtuvo mediante la ecuación (Rodríguez et al., 1999):
donde: N=584, =1.96 confiabilidad, p=0.5, q=0.5, d=0.1r.
La recolección de información se llevó a cabo a través de la técnica de la observación y recorridos de campo, y fue complementada con una entrevista semiestructurada aplicada a 83 productores, la cual contenía una guía de preguntas en la que se abordaron temas como: características socioeconómicas del productor, tenencia de tierra, las relaciones e interacciones que se establecen entre los productores-campesinos y los actores asociados al sistema del cultivo, así como con las herramientas y tecnologías ocupadas en el sistema, las labores de cultivo realizadas durante todo el ciclo, el manejo desde la preparación del terreno hasta la cosecha, conocimiento sobre suelos y clima asociados al manejo del cultivo, costos de producción, la forma en que comercializan el grano, el significado que representa para ellos el cultivo de amaranto, y cómo a partir del cultivo han mejorado sus condiciones de vida. Las entrevistas en cuestión se distribuyeron en las principales localidades donde se cultiva amaranto en el municipio: 25 en la cabecera municipal, 30 en Tochimizolco, 15 en San Miguel Tecuanipan y 13 San Lucas Tulcingo.
El análisis de los datos se hizo mediante el método hermenéutico, el cual consiste, según Taberner (2002), en interpretar los datos de un discurso, como un censo o registro empírico u opiniones en un contexto dado. Es un método de interpretación que trata de comprender textos y discursos; consiste en traspasar el sentido superficial para llegar al sentido profundo, inclusive a lo oculto; encontrar varios sentidos cuando parece haber solo uno y; en especial, de hallar el sentido auténtico, vinculado a la intención de un solo elemento del círculo hermenéutico: autor, texto y lector (Habermas, 2002).
Resultados y Discusión
El productor de la zona tiene el objetivo de mejorar el manejo del cultivo del amaranto mediante el empleo del conocimiento y herramientas de tipo tradicional, complementado con tecnología para incrementar el ingreso de la unidad de producción, con el fin de apoyar la reproducción de ésta. En su agricultura, de tipo minifundista y de temporal, predomina el trabajo humano y animal sobre el trabajo mecanizado, con una total dependencia de las lluvias, lo que indica que existe un profundo conocimiento físico-biótico del medio, el cual se va “readecuando” de acuerdo con las necesidades, intereses y posibilidades económicas y del conocimiento base de los agricultores para hacer frente a las problemáticas identificadas en el sistema de cultivo, “adoptando” cuando constatan que el conocimiento proveniente de instituciones, agentes o los propios productores son pertinentes para el cultivo, y “adaptando” cuando éste no se acopla en su totalidad a las posibilidades del agricultor y a las necesidades propias del terreno.
De acuerdo con la información captada por la entrevista aplicada a 83 productores de amaranto, la edad promedio de los productores fue de 55 años. La superficie promedio donde cultivan el amaranto fue de 2.4 ha fraccionadas en diferentes predios, en terrenos 100 % de temporal. A continuación se muestra de manera sistematizada la información proporcionada por los productores de la zona de estudio.
Conocimiento tradicional en prácticas agrícolas relacionadas al medio ambiente
Al preguntar a los campesinos por qué, cómo y cuándo es el momento más adecuado para llevar a cabo las labores del cultivo en el amaranto, lo primero que respondieron fue que depende del tiempo, el cual suele tener dos apreciaciones según la cosmovisión del propio productor, entendiendo por cosmovisión la manera en la que los campesinos perciben e interpretan a la naturaleza a través de sus creencias, conocimientos y prácticas (Toledo, 2001). La primera, se refiere a la naturaleza que se deriva de la interpretación del cosmos y que involucra fechas de siembra y el clima, basado en las observaciones naturales como la dirección del viento, humedad, frío y sol, entre otras. La segunda concierne a la religión, en la cual se expresan fenómenos naturales asociados a onomásticos de “santos” venerados en la zona y en la comunidad, además de días especiales del año que proporcionan información, como las cabañuelas de inicio de año, e interpretan las fases lunares para realizar las labores culturales propias del cultivo.
Estas actividades responden a la estrecha relación existente entre el hombre y la naturaleza, producto del conocimiento tradicional heredado de padres a hijos.
Las prácticas agrícolas se ubicaron según las actividades propias del cultivo, tomando en cuenta siete órdenes y promedios aproximados en las que son realizadas, las cuales se muestran en el Cuadro 1.
El conocimiento tradicional del medio ambiente que posee el campesino es de vital importancia en la toma de decisiones para el establecimiento del cultivo. Esto se asume porque 100 % de los entrevistados respondió; con base en el conocimiento heredado por sus antecesores y el de su propia experiencia, que la mejor época para sembrar son los primeros 15 días del mes de junio, ya que en esta fecha es cuando se inician las lluvias con mayor uniformidad. Sin embargo, a decir de los productores, debido al cambio climático, a pesar de tener fechas establecidas para la siembra, éstas están siendo modificadas o ajustadas. Además, expresan que toman en cuenta las fases lunares en el manejo del cultivo. Por ejemplo, consideran que el mejor momento para sembrar es cuando la luna está en cuarto creciente, debido a que habrá mayor fructificación. La siega, trilla y cosecha se realizan a finales de la fase de cuarto menguante, para conseguir que el grano tenga mejores condiciones para su almacenamiento.
Conocimiento tradicional sobre el suelo
Según su experiencia y el conocimiento heredado, los campesinos distinguen tipos, calidad y características físicas del suelo y su comportamiento al interaccionar con la humedad. Los tipos de suelos son distinguidos por su color, textura y posición, además de aquellos en los cuales agregan materia orgánica (residuos de cosechas anteriores, abonos de corral, etcétera) y que los identifican por su capacidad para conservar la humedad.
Clasifican los suelos que existen en sus predios, y en función de ello establecen el cultivo de amaranto y proporcionan un manejo específico en suelos con textura pesada o franca, así como en los arenosos. Expresan que en Tochimilco predominan los arenosos y bien drenados, lo cual coincide con lo expresado por Tello García (1994), refiriendo que el amaranto se puede cultivar en suelos con diferentes niveles de nutrientes, aunque su mejor desarrollo ocurre en los arenosos, bien drenados y con un buen balance de nitrógeno y fósforo. Esta puede ser la razón por la cual, de acuerdo con la información del SIAP (2013), se reportan poco más de 1400 ha cultivadas solo en dicha comunidad.
Prácticas agrícolas aplicadas al cultivo de amaranto
Hoy día, la introducción del concepto de sustentabilidad hace referencia a una multiplicidad de procesos que la componen, pues se trata de algo más que un término; esta es una nueva forma de pensar y actuar para la cual los seres humanos, la cultura y la naturaleza son inseparables, ya que buscan el bienestar humano sin dañar el equilibrio del ambiente y sus recursos naturales, tanto para la presente generación como para las futuras (Verdejo, 2000). Sin embargo, en la medida en que se realiza más investigación en el sector agrícola, muchas de las prácticas campesinas que antes estaban consideradas como rudimentarias, están siendo revaloradas y reconocidas como apropiadas para la conservación de los recursos naturales. Los campesinos de la zona de estudio han desarrollado sistemas de producción a partir de sus prácticas y manejo agrícola, como preparación del terreno, selección de semilla para la siembra, nutrición del cultivo con abonos de corral, control de plagas y generación de herramientas propias, entre otras. En esta línea el uso de herramientas y maquinaria en las prácticas agrícolas que se llevan a cabo en el cultivo de amaranto en la zona de estudio se muestran en el Cuadro 2.
Preparación del terreno: los productores expresaron que llevan a cabo una labor de barbecho para que la tierra se “regenere” e incorpore la humedad suficiente proveniente de la lluvia para el próximo ciclo. Esta actividad es complementada con un paso de rastra, principalmente para impedir que se evapore la humedad captada y eliminar las malas hierbas. Tradicionalmente, realizan el barbecho con un arado de madera y punta de acero con tracción animal y el rastreo lo hacen pasando ramas o algún tablón jalado por caballos después del barbecho. Es importante resaltar que más de 30 % de los productores de amaranto en la zona cuentan con arados propios y en situaciones de insuficiencia económica realizan dicha actividad con su equipo de trabajo; sin embargo, actualmente, en condiciones económicas favorables, las actividades antes descritas se llevan a cabo con tractor con el fin de agilizar estas prácticas.
De los productores entrevistados, 81 % realizó la preparación del terreno entre los meses de abril y mayo (Cuadro 1), que es cuando se dan las primeras lluvias (todavía muy eventuales), y con éstas el terreno se reblandece y puede ser barbechado con mayor facilidad. Sólo 19 % expresó que en ocasiones realiza esta labor al finalizar el ciclo agrícola del amaranto, principalmente para eliminar e incorporar a la tierra los restos de maleza y del cultivo después de la cosecha, con la finalidad de que en los meses de diciembre-mayo descanse el terreno y se regenere su fertilidad. Dicha práctica es realizada de manera mecanizada por 68 % de los productores, mientras que 32 % lo hace con sus propias herramientas (Cuadro 2).
Surcado: la gran mayoría de los productores del área manifestaron llevar a cabo el surcado a una distancia de entre 70 y 80 cm antes de sembrar, y lo realizan con tractor cuando la superficie es mayor a una hectárea para que quede totalmente sembrada en un mismo día. Lo anterior coincide con lo reportado por Barrales (2010), quien reporta que el ancho de los surcos en las zonas productoras de amaranto en Puebla se traza a una distancia de entre 70 y 90 cm. Por otra parte, cuando se trata de superficies menores a media hectárea se surca con arado de tracción animal, ya que pueden realizar la actividad en un solo día; además de que de esta manera se puede surcar en zonas en las que el acceso a un tractor es complicado. También se encontró que, en ocasiones, los productores que realizan el surcado con arado de tracción animal le hacen modificaciones, adaptándole una placa de metal para ir rayando (rayador) a un costado del surco donde depositan la semilla, con la finalidad de que cuando las lluvias sean intensas no saquen o arrastren la semilla. Por otro lado, cuando el surcado se realiza con tractor algunos productores rayan el surco con un azadón; esto evidencia el manejo y la combinación que hace el productor del conocimiento tradicional y del tecnológico en su sistema de cultivo.
Siembra: todos los campesinos coinciden en que la mejor época de siembra es en los primeros 15 días de junio y sólo llegan a hacerlo de manera tardía cuando tienen que volver a sembrar por causas climáticas (exceso de lluvia que pudre la plántula). Utilizan de 6 a 8 kg ha-1 de semilla, el método para realizar esta labor es la siembra directa, arrojando entre 20 y 30 semillas por mata en promedio, a una distancia de 35 cm entre mata y mata, a una profundidad máxima de 2 cm para asegurar una buena emergencia. El tapado de la semilla se lleva a cabo con un tablón ligero que desborda la punta del surco y en ocasiones se hace con una rama de algún árbol. González y Rojo (2005) señalan que la fecha de siembra del 15 de junio al 15 de julio comprende el periodo en que las plantas expresan su máximo potencial de rendimiento, depositando 3 kg ha-1 de semilla con el método de siembra de mateado. No obstante, en la zona de estudio se utiliza una mayor cantidad de semilla, principalmente porque la siembra se hace manualmente y en ocasiones vierten más de 30 semillas por mata.
Se encontró que antes de realizar la siembra, poco más de 30 % de los productores combinan la semilla con abono de corral (3 kg de abono cernido revuelto con 1 kg de semilla de amaranto). Esto contribuye a que la semilla no se compacte con la tierra, guarde mayor humedad y asegure una buena emergencia.
Selección de semilla: en relación con esta práctica, 85 % de los productores manifiesta hacerla de dos formas: la primera consiste en seleccionar la semilla más vigorosa después de la trilla y venteado del grano (toman como referencia el rendimiento que tuvo el cultivo); sin embargo, esta práctica poco a poco se ha ido sustituyendo porque se han percatado que a pesar de verse bien la semilla, ésta llega a revolverse con algunas plantas que presentaron alguna enfermedad, que durante el ciclo del cultivo podría disminuir el rendimiento de algunas plantas. La segunda forma de selección se realiza antes de la cosecha, cuando la planta aún está en pie; es decir, se eligen las plantas más vigorosas (aquellas que tienen una mejor panoja). De acuerdo con sus opiniones, con esta práctica se contribuye a prevenir enfermedades en la planta y a mejorar la producción. Esta forma de selección es realizada por 51 % de los productores, quienes además la recomiendan; 33 % la realiza de la primera forma y sólo 16 % expresó no hacer ningún tipo de selección, recurriendo en cada ciclo a la compra de semilla con los productores líderes en producción de amaranto en el municipio. Esto coincide con lo reportado por Kulakow y Jain (1986), quienes afirman que se obtienen mayores rendimientos utilizando el método de selección visual e individual, la cual consiste en seleccionar las plantas más sobresalientes observando el tamaño de grano, altura de planta, y forma de la panoja.
Aclareo del cultivo: entre la segunda y tercer semana después de la siembra, o cuando la planta tiene una altura de 20 a 30 cm, se realiza el aclareo (desahijado, raleo) manualmente, dejando de tres a cuatro plantas por mata, principalmente porque en la siembra se depositan entre 20 y 30 semillas. Durante esta actividad también se lleva a cabo el deshierbe de malezas para evitar la competencia por luz, agua y nutrientes del suelo; una vez realizada esta labor el cultivo queda establecido.
Nutrición del cultivo o fertilización: los productores realizan un buen manejo del abono animal (estiércol) y de la incorporación de residuos de cosechas que ayudan a disminuir la degradación de los suelos y, además, con la acumulación de materia orgánica en el suelo, se mantiene la fertilidad de la tierra y se contribuye a una mejor retención de humedad. La mayoría de los productores poseen animales de traspatio y, en los últimos años, están incursionando en la elaboración de composta, vermicomposta, lixiviados y biofertilizantes.
Debido a la incorporación del abono animal y residuos orgánicos, la fertilización química que realizan al cultivo de amaranto es mínima. Después del aclareo del cultivo se realiza la primera labor, en la cual por hectárea los productores utilizan 1 bulto de fosfato diamónico DAP (18-46-00) revuelto con 2 bultos de urea (46-00-00) equivalente a una dosis de 55-23-00. El productor cree que agregar abono animal y residuos orgánicos al suelo, complementándolo con el tratamiento del fertilizante químico que aplican, es suficiente para tener un buen rendimiento. Después de la fertilización se usa una yunta tirada por caballos para ir tapando las malezas y arrimando tierra a las matas para que posteriormente enraice mejor, esta actividad es complementada con el uso de azadones. Por otra parte, los productores mencionan que generalmente para la segunda labor ya no aplican fertilización química debido a que el cultivo cuenta con nutrientes naturales producto del abono de corral y la materia orgánica agregada.
Control de plagas y enfermedades: de acuerdo con la información proporcionada por los productores las plagas más recurrentes son la mosquita blanca (Trialeurodes vaporarionum), el pulgón (Rophalosiphum maidis), el chapulín (Melanoplus spp) y la conchuela (Epilachna spp), las cuales en ocasiones se combaten con algún insecticida (recomendado por negocios de agroquímicos); sin embargo, los productores afirman que usualmente no se controlan las plagas con químicos, pues tradicionalmente las combaten sólo dejando una barrera de maleza alrededor del terreno, en la cual se concentran las plagas evitando de esta manera que se propaguen con mayor intensidad al interior del terreno. En relación con las enfermedades, las más comunes son la cenicilla (Alternaria solani), hongos (Mucor, Rhizopus, Fusarium, Alternaria, Aspergillus y Penicillium) que provocan la pudrición de la semilla o de la planta, aunque en la zona de estudio no suelen ser problema generalizado, por lo que se combaten de manera manual, es decir, se arranca la planta y se saca de la parcela.
Cosecha: esta actividad la realizan generalmente 4 o 6 meses después de la siembra, cuando la planta muestra hojas secas en la base y amarillentas hacia el ápice, y cuando la panoja cambia de color (rojo o dorado). Esta labor se efectúa desde las primeras horas de la mañana hasta medio día, principalmente porque el amaranto es dehiscente, y en este lapso la panoja se encuentra húmeda por el rocío que cae durante la madrugada lo cual disminuye la caída del grano al momento del corte. Lo anterior coincide con la información de Granados y López (1990) quienes recomiendan que para la cosecha de manera manual se debe prestar atención cuando la panoja cambia de color y se desprende parte del grano; además de que se debe realizar preferentemente en horas tempranas del día para evitar el probable desprendimiento del grano.
Los productores expresaron que el corte de la panoja se realiza con una hoz, machete curvo o con tijera podadora, y se coloca en pequeñas gavillas en el surco para propiciar un buen secado para que posteriormente puedan ser trilladas. En superficies pequeñas esta labor se lleva a cabo de manera manual, en un espacio plano predeterminado para ello y con el apoyo de burros o mulas. En superficies mayores a una hectárea se ocupa la cosechadora mecánica (trilladora combinada para sorgo, adaptada). El rendimiento promedio obtenido es de 1.5 ton ha-1 de acuerdo a lo expresado por todos los productores.
Postcosecha: después de trillar, la semilla se airea para eliminar los restos de paja o rastrojos realizándolo de forma manual cuando hay buen viento, en caso contrario el productor usa ventiladores. Posteriormente al aireado, el producto se expone al sol durante cinco días. Es en esta etapa cuando algunos productores seleccionan la semilla para el siguiente ciclo y el resto se almacena en costales en un lugar fresco, seco y con buena ventilación. Espitia et al. (2010), mencionan que durante la postcosecha se realiza el venteado de la semilla aprovechando el viento o utilizando zarandas o harneros para separar el tamo y la paja; una vez limpia se asolea para disminuir la humedad aproximadamente hasta entre 11 y 14 %, para posteriormente almacenarla en costales o bolsas.
Herramientas y artefactos agrícolas
El uso de herramientas en las prácticas agrícolas en el sistema, de acuerdo con lo expresado por todos los productores entrevistados, es determinante por diversas razones: la primera, y a la cual otorgan mayor importancia, es por la situación económica, pues aseguran que debido a la escasez de recursos económicos para el uso de maquinaria moderna, aquellas son una buena opción para continuar con el ciclo regular del cultivo sin ver afectado el ingreso de la unidad de producción; además, la mayoría de los productores de amaranto poseen herramientas como el arado de tracción animal, azadón, talacho, aro, machete, hoz, entre otras. Otra razón es porque las herramientas son de fácil manejo e incluso algunos las elaboran a partir de los recursos disponibles en la zona, adecuándolas a las prácticas específicas requeridas por el cultivo.
Conclusiones
El estudio permitió comprobar que el manejo del cultivo del amaranto en la zona de estudio tiene como base la aplicación de prácticas derivadas del conocimiento tradicional, complementadas con otras tecnológicas, lo que responde a sus condiciones técnicas, sociales, culturales, económicas y edafo-climáticas, y ha generado resultados favorables en la práctica agrícola durante los últimos 20 años.
El conocimiento tradicional que posee el productor sobre sus sistemas de producción es fundamental para dar continuidad al sistema, especialmente en condiciones económicas desfavorables, ya que le permite generar ingresos a la unidad de producción, ingresos que contribuyen a su reproducción social.
Los productores de amaranto en la zona de investigación han continuado desarrollando conocimiento para mejorar el manejo del sistema del cultivo con base en el método de prueba y error; esto se demuestra en la siembra, en la cual combinan la semilla con abono de corral, con la finalidad de asegurar una buena emergencia. Este tipo de prácticas exhiben elementos importantes de sustentabilidad por su adaptabilidad al ambiente local, son de pequeña escala y suelen conservar la base de recursos naturales.
Los resultados obtenidos sobre el conocimiento tradicional asociado al sistema del cultivo de amaranto pueden ser tomados en consideración para otras zonas productoras con características similares a través de las recomendaciones de uso y manejo del cultivo, además de que pueden ser aprovechados para difundir experiencias de agricultores, técnicos, científicos y todos aquellos actores interesados en el tema.
En general, en Tochimilco la interacción entre prácticas agrícolas con el manejo de tecnologías modernas ha sido resultado del proceso de co-evolución entre la agricultura y la cultura, las cuales han evolucionado paralelamente, adaptándose a su medio ambiente como resultado de la observación, contacto e interacción con el cultivo. Por ello, es importante continuar con estudios sobre conocimiento tradicional en el sistema de cultivo de amaranto para ampliar el acervo cultural que aún continúa siendo limitado.
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