Introducción
La presencia de dolor inguinal es un reto diagnóstico por el número de estructuras anatómicas articulares y periarticulares relacionadas. Además, la presencia de dolor inguinal manifestado por afección de elementos lejanos a la articulación coxofemoral, como columna y rodilla, incrementan las posibilidades del diagnóstico diferencial. Por otra parte, el interrogatorio y la exploración completa orientan el diagnóstico, principalmente por la presencia de dolor al estiramiento pasivo del músculo lesionado, además de incremento del dolor ante una contracción contra resistencia; sin embargo, el apoyo de estudios de imagen, en especial la resonancia magnética, resulta indispensable para efectuar diagnósticos de precisión, incluyendo problemas que por su baja frecuencia no son sospechados por el clínico como el caso de lesiones de la entesis, en el tendón propiamente dicho, en la unión miotendinosa o a lo largo del músculo, recordando que cuando existe desgarro muscular (muscle strain, en inglés) por cada centímetro cuadrado de músculo existen aproximadamente 3,000 capilares, los cuales ocasionan sangrado que, de no romper la fascia, produce hematoma localizado de menor o mayor magnitud, y de romperse la fascia existe extravasación sanguínea que resulta irritante para los tejidos adyacentes.
La mayoría de los desgarros musculares relacionados con la región inguinal se presentan durante actividades deportivas en jóvenes, ya sea de tipo traumático o por sobreuso; sin embargo, el adulto no está exento de sufrirlas, más aún cuando se ha perdido elasticidad por vida sedentaria y se solicita una contracción excéntrica brusca del músculo. En un estudio enfocado a lesiones relacionadas con la cadera y la ingle que incluyó 628 lesiones registradas en jugadores de fútbol soccer durante siete temporadas,1 se encontraron entre 12 y 16% de lesiones por temporada; se presentaron 18 cuadros distintos; de ellos, la lesión de los músculos aductores ocupó 64%, seguida de la lesión del músculo psoas iliaco en 8%. En otro estudio prospectivo de 998 jugadores daneses en donde participaron 44 clubes de diferente categoría, se registraron 58 lesiones musculares; de ellas, 52% fueron de los músculos aductores de cadera, 28% del psoas iliaco y 27% de músculos abdominales.2
En el reporte del grupo de Bui y colaboradores3 sobre 4,862 resonancias magnéticas de cadera y pelvis, se detectaron 32 personas con lesión del psoas iliaco, identificando el grado de ruptura muscular; la prevalencia de lesión del tendón del psoas iliaco y de lesiones miotendinosas del mismo fue de 0.66%.
En la lesión del músculo cuadrado crural, 80% de los casos clínicos registrados los hallazgos de RMN3 indican presencia de edema o hemorragia de la unión músculo-tendinosa del músculo cuadrado crural (CC) entre el trocánter mayor y la tuberosidad isquiática.
El músculo rector femoral (RF) es el único músculo biarticular del cuádriceps. Es el músculo más frecuentemente lesionado en el muslo anterior especialmente en deportistas; las lesiones en su inserción proximal son menos frecuentes, las rupturas traumáticas y la tendinitis calcificada se observan en adultos; y puede ser subdiagnosticada, principalmente en el adulto mayor, confundiéndose con coxartrosis u otras causas de dolor inguinal, siendo el estudio de elección la resonancia magnética.4
Por lo anterior, presentamos tres diferentes lesiones musculares manifestadas como dolor inguinal, las cuales forman parte del amplio diagnóstico diferencial de los problemas de cadera y su diagnóstico clínico e imagenológico.
Reporte de casos
Caso 1
Hombre de 65 años, jugador de tenis en fines de semana, inició con dolor intenso posterior a envío de servicio y correr hacia la red, el dolor se refirió en región glútea, trocánter mayor y región inguinal derecha con irradiación a cara posterior de tercio superior de muslo. Permaneció en reposo relativo por ocho días con antiinflamatorio, sin mejoría, referido por su médico a rehabilitación sin diagnóstico definitivo. A la exploración inicial en rehabilitación se encontró: paciente con marcha claudicante a expensas de miembro pélvico derecho, con ayuda de bastón a mano contralateral, con dolor a la palpación de trocánter mayor derecho y dolor inguinal intenso a la rotación interna de cadera. El examen clínico muscular a nivel de cadera derecha no fue preciso por dolor intenso a la movilización pasiva y activa: reflejos osteotendinosos normales. Con diagnóstico presuncional de fractura por estrés de cuello de fémur derecho se solicitó resonancia magnética, la cual mostró ruptura de músculo cuadrado crural derecho (Figura 1). Se inició tratamiento con esteroide a dosis única, tramadol 10 mg cada 12 horas y programa de terapia física a base de ultrasonido a dosis de 1.6 watts/cm2 aplicado del trocánter mayor al isquion derecho cada tercer día por 12 sesiones, en la octava sesión se agregaron movimientos de rotación externa e interna de cadera derecha a tolerancia, así como ergómetro y reeducación de la marcha en banda. El paciente fue dado de alta a las 20 sesiones de terapia física con arcos de movilidad de cadera completos, fuerza muscular en 5/5 y asintomático.
Caso 2
Hombre de 45 años, con padecimiento de 18 días de evolución originado en la realización de dos series de 30 movimientos (flexión de cadera con elevación bilateral de las extremidades pélvicas con extensión de rodilla en posición supina); en los 15 minutos posteriores presentó dolor intenso (10 en la EVA) en la zona lateral de la cresta iliaca derecha con irradiación al glúteo, región inguinal y fosa iliaca derecha, con imposibilidad para la flexión de la cadera y deambulación dolorosa. Efectuó reposo por tres días y analgésico; con paraclínicos normales, al no tener cambios en la sintomatología, se le solicitó una resonancia magnética de la columna lumbar, donde se detectó protrusión discal L4/L5 central y hernia discal L5/S1; se prescribió pregabalina a dosis de 75 mg para incrementarla a 150 mg a los cuatro días; con dolor de 7 en la EVA, fue canalizado a rehabilitación. A la exploración en rehabilitación, se encontró postura en bipedestación con semiflexión de cadera, ambulación con ayuda de andador, dolor intenso al intentar movilidad activa en flexión y/o rotación interna de la cadera, prueba de Thomas positiva, cuádriceps derecho con calificación 3/5. El anillo inguinal estaba normal, se ubicó zona de hiperestesia en el territorio del nervio femoral derecho en el muslo y la pierna; se realizó el diagnóstico presuncional de ruptura muscular parcial del psoas iliaco derecho. Se solicitó resonancia magnética de la pelvis (Figura 2), corroborando ruptura parcial grado III del músculo iliaco derecho, con sangre entre sus fibras. Se le manejó inicialmente con reposo, con cadera en flexión por tres días; posteriormente, extensión paulatina de la cadera a posición neutra por cinco días más, marcha con ayuda de muletas axilares con apoyo parcial; farmacológicamente, con tramadol a dosis de 10 mg cada seis a ocho horas aunado a paracetamol 500 mg. Al octavo día, se inició manejo con diatermia a la fosa iliaca derecha, ejercicios activo-asistidos de flexo-extensión de cadera por ocho días; se agregaron ejercicios en bicicleta estacionaria, electroestimulaciones y fortalecimiento del cuádriceps derecho con técnica de DAPRE (ejercicios de resistencia progresiva con incremento diario). Fue dado de alta a las seis semanas con indicaciones de no efectuar el tipo de ejercicio que desencadenó el cuadro.
Caso 3
Mujer de 68 años que acude a rehabilitación con dolor de un mes de evolución, localizado en región inguinal derecha, el cual inició inmediato a resbalón en tina de baño, obligando a la paciente a efectuar flexo-abducción forzada (grand écart) de ambas articulaciones coxofemorales, quedando la derecha hacia atrás y afuera; el dolor con intensidad 7/10 en EVA, con irradiación a cara anterior de tercio superior y medio de muslo ipsilateral, mejorando con analgésicos sin desaparecer y con incremento al subir o bajar escaleras. A la exploración: postura normal; marcha claudicante a expensas de miembro pélvico derecho, con semiflexión de cadera al apoyo ipsilateral; dolor a la palpación a 3 cm por debajo de espina iliaca anterosuperior derecha y a lo largo del tercio externo del ligamento inguinal ipsilateral, incrementándose con estiramiento pasivo del cuádriceps ipsilateral; arcos de movimiento de cadera completos, excepto la rotación interna de cadera derecha dolorosa, resto de arcos de movilidad en miembros pélvicos completos, el examen clínico muscular mostró: psoas iliaco derecho en 4/5, cuádriceps derecho 3/5 por dolor en cara anterior de muslo y región inguinal ipsilateral, resto de músculos de miembros pélvicos con calificación 5/5; reflejos osteotendinosos, sensibilidad y llenado capilar normales. Con el diagnóstico presuncional de lesión del recto femoral del cuádriceps derecho se solicita placa simple AP de pelvis y resonancia magnética de pelvis (Figura 3) encontrando: en placa simple datos compatibles con lesión del rodete glenoideo en su porción anteroexterna y coxartrosis ipsilateral; en la resonancia magnética se observa líquido (sangre) rodeando al músculo rector femoral disecándolo. Se le prescribe reposo relativo, uso de bastón a mano contralateral, paracetamol 500 mg/TID, además de tramadol solución, 10 mg como dosis de rescate en caso de dolor intenso, se aplicaron sesiones de ultrasonido cada tercer día (en número de 15), con ejercicios de estiramiento paulatino de cuádriceps, se dio de alta asintomática.
Discusión
El músculo cuadrado crural1 se encuentra en la parte posterior de la cadera, tiene relaciones con los nervios ciáticos mayor y menor (de ahí sus manifestaciones de dolor a la región glútea), los vasos isquiáticos que lo cruzan verticalmente; por delante está en relación con la cápsula articular (origen de las manifestaciones de dolor a la región inguinal). Su acción es de rotador externo de la cadera por lo que al efectuar rotación interna pasiva o activa origina dolor por estiramiento. Su lesión es poco frecuente, con incidencia desconocida, siendo sus manifestaciones clínicas dolor en región glútea y/o región inguinal. De acuerdo con el reporte de O’Brien y colaboradores,5 esta lesión se presenta principalmente en el género femenino con relación 6:1 con edades comprendidas entre 18 y 43 años, siendo la mayoría rupturas aisladas grado II en la unión músculo-tendinosa, causadas durante la práctica de deportes con raqueta (semejante al paciente presentado). El mecanismo de lesión se da al tratar de controlar la rotación interna de cadera inmediatamente el envío del servicio, generando una contracción excéntrica de los rotadores externos de cadera (entre ellos el cuadrado crural) que ocasiona la ruptura de sus fibras. Debido a lo infrecuente de la lesión, por lo regular no se diagnostica de primera intención, siendo necesario el estudio de imagen para llegar al diagnóstico de certeza. En 80% de los casos clínicos registrados de lesión de cuadrado crural los hallazgos de RMN3 indican presencia de edema o hemorragia de la unión músculo-tendinosa del cuadrado crural entre el trocánter mayor y la tuberosidad isquiática. El cuadro puede manifestarse posterior a la osteotomía de cadera y a la colocación de prótesis de la misma. Tanto la ruptura del cuadrado crural como su pinzamiento deben ser parte del amplio diagnóstico diferencial de los problemas de cadera.
En relación a la lesión del músculo psoas iliaco, en la mayoría de los gimnasios aún se efectúan rutinas de ejercicios con poca o inadecuada supervisión; un ejemplo es la elevación de ambas extremidades inferiores con rodillas en extensión en posición supina,6 con la suposición de que dicho movimiento es útil para fortalecer los músculos abdominales. Desde el punto de vista biomecánico, este movimiento es efectuado por el complejo muscular psoas iliaco, que por su inserción proximal, durante su acción ocasiona hiperlordosis lumbar, lo que hace vulnerable al psoas iliaco; si a eso agregamos que durante el descenso de las extremidades inferiores, la contracción es de tipo excéntrico, actuando sobre un largo brazo de palanca, se incrementa el riesgo de desgarro muscular. La lesión en su inserción distal es más frecuente, pero puede observarse también en sus inserciones proximales (como en el caso presentado); el nervio crural puede afectarse por sus relaciones anatómicas en 37 a 57% de los casos, produciendo su parálisis por compresión o irritación. En relación con la prevalencia, las lesiones se presentan habitualmente en personas jóvenes durante la práctica deportiva. Las manifestaciones más frecuentes son: dolor inguinal y/o dolor lumbar o en el flanco ipsilateral, que se incrementa con la flexión activa de cadera. A la exploración se encuentra imposibilidad para flexionar la cadera ipsilateral a la lesión; existe dificultad para la marcha y paresia del cuádriceps, el intento de extender pasivamente la cadera agrava el dolor (signo invertido del psoas).7 Se pueden presentar parestesias y alteración de la sensibilidad cutánea en el territorio del nervio femoral. Los pacientes con grandes hematomas del psoas iliaco pueden presentar signos de hipovolemia, ya que el músculo puede contener un gran volumen sanguíneo. Al diagnóstico se llega por un interrogatorio adecuado y exploración física completa, corroborándose con apoyo de imagen. En todos los individuos es indispensable comprobar su estado de coagulación. La ecografía abdominal puede aportar mucha información para detectar estas lesiones; no obstante, la tomografía, la angiotomografía y la resonancia magnética tienen mayor sensibilidad y especificidad. La tomografía es útil para diferenciar los hematomas de otras lesiones retroperitoneales como abscesos y tumores; la angiografía puede actuar de manera diagnóstica y terapéutica al ser posible la embolización del vaso sangrante. Entre los diagnósticos diferenciales8 de este cuadro se encuentran apendicitis aguda, abscesos musculares, tumores retroperitoneales, cólico nefrítico, coxartrosis o hemartrosis de cadera, fracturas de las espinas iliacas posterosuperior y anterosuperior, así como hernias discales. Cuando no existe antecedente traumático, es indispensable realizar pruebas de coagulación y descartar discrasia sanguínea o el uso de anticoagulantes. La cirugía estaría indicada si hay progresión del sangrado, parálisis completa sin signos de recuperación en lo inmediato o ambos. La neuropatía femoral es habitualmente reversible; el tiempo para la recuperación es variable y a veces prolongado. Los pacientes hemofílicos se tratan con reposición de factor VIII o IX hasta que cesa el sangrado y en ellos está contraindicada la cirugía. El tratamiento de los hematomas del psoas iliaco es controvertido; en hematomas de pequeño o moderado tamaño sin repercusión hemodinámica, el manejo es conservador, con reposo absoluto y analgesia adecuada; puede llegar a requerirse la aplicación de tracción del miembro ipsilateral para rectificar la contractura refleja de la cadera, alinear la articulación y disminuir el dolor, así como un programa de rehabilitación. El manejo de la hemostasia resulta en extremo importante. En el caso de grandes hematomas que causen compresión importante con alteración funcional de las estructuras adyacentes existe indicación quirúrgica9 excepto en pacientes hemofílicos, en donde está contraindicada la cirugía.
El músculo rector femoral (RF) es el único músculo biarticular del cuádriceps, es el músculo más frecuentemente lesionado en el muslo anterior, especialmente en atletas, las lesiones en su inserción proximal son menos frecuentes, pudiendo originarse en tres puntos distintos: a) en la entesis (inserción en la espina iliaca anteroinferior), b) en el tendón y, c) en la unión músculo-tendinosa. En niños se presenta como avulsión de la espina iliaca anteroinferior;10 las rupturas traumáticas (como en este caso) y la tendinitis calcificada se observan en adultos; la lesión traumática puede ser subdiagnosticada, principalmente en el adulto mayor confundiéndose con coxartrosis u otras causas de dolor inguinal. La lesión traumática del rector femoral se presenta durante la hiperextensión de cadera con rodilla en flexión (como en el caso presentado) o como resultado de una contracción excéntrica del cuádriceps. El ultrasonido apoya el diagnóstico; sin embargo, el estudio de elección es la resonancia magnética.11 El tratamiento habitualmente es conservador, requiriéndose cirugía en casos seleccionados en atletas.4
Hasta 30% de las lesiones en el deportista se presentan a nivel muscular, con mayor frecuencia en los isquiotibiales, el recto anterior de los cuádriceps, los gemelos y los aductores, siendo la ultrasonografía muy útil en su detección; esta utilidad queda limitada en lesiones musculares profundas, particularmente en la musculatura relacionada con la pelvis donde los músculos obturadores, piramidal, géminos y cuadrado crural son difíciles de evaluar, además de ser un método diagnóstico operador dependiente. Por otra parte, la radiografía simple, así como la tomografía computarizada no son de gran utilidad, especialmente en etapa aguda, resultando sólo de utilidad en casos crónicos para localizar calificación heterotópica o cicatriz fibrosa en miositis osificante. Por lo que en lesiones musculares profundas, especialmente en la pelvis, la resonancia magnética es el método de elección, pues cuenta con gran resolución anatómica y capacidad multiplanar que permite descartar otras patologías de similar presentación clínica y realizar un diagnóstico específico.12