Introducción
La pobreza constituye una de las mayores problemáticas sociales que ha afectado al ser humano desde los orígenes de la sociedad (Galindo & Ardila, 2012). Es un fenómeno con repercusiones negativas en el desarrollo y realización de quienes la viven, al ser una condición en la cual faltan los recursos necesarios para la subsistencia, provocando que los recursos psicológicos de quienes la viven, así como el tiempo y los esfuerzos propios, se enfoquen a satisfacer dichas carencias.
Esta condición afecta a la mitad de la población mexicana, de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política del Desarrollo Social (CONEVAL) el cual obtuvo en el 2016 mediciones de pobreza en México a nivel nacional y por entidades federativas, donde el 43.6% de la población mexicana se encuentra en situación de pobreza, y el 7.6% vive en pobreza extrema, es decir, el 51.2% de la población mexicana presenta carencias en las condiciones mínimas necesarias para una vida digna y sus derechos sociales se encuentran lejos de ser cumplidos y respetados. En lo que respecta al estado de Guanajuato el 42.4% de la población se encuentra en situación de pobreza; y el 4.4% en pobreza extrema.
Pobreza
Dado que se trata de un fenómeno complejo donde inciden diversas estructuras y factores, existen diferentes definiciones, enfoques y metodologías para medir la pobreza. Spicker (2009), por ejemplo, a partir una profunda búsqueda del material existente, encontró que, dentro de las ciencias sociales, ésta se define en al menos doce sentidos diferentes y específicos. A continuación hablaremos de los que se consideran dentro de la presente investigación.
Pobreza como necesidades materiales. Se entiende a la pobreza como carencia ya sea de bienes o servicios materiales. Sen (1992), explica que el proceso mayormente utilizado para clasificar a quienes viven en pobreza consiste en determinar un conjunto de necesidades básicas, indispensables y demostrar la incapacidad de satisfacer dichas necesidades, por las condiciones en que se vive, haciendo referencia a una carencia de los medios que permitan el ejercicio pleno de derechos y la salvaguarda del bienestar.
Limitación de recursos. Identifica a la pobreza con la insuficiencia de los recursos suficientes para satisfacer las necesidades básicas. Entre estas definiciones el autor distinguió la propuesta por la ONU. La pobreza se entiende como una situación de vida con graves privaciones en cuanto a necesidades humanas básicas, la cual depende tanto de bajos ingresos monetarios como del acceso a servicios. Así pues, la perspectiva de la ONU incluye alimentos, agua potable, instalaciones sanitarias, salud, vivienda, educación e información (ONU, 1995).
Por otro lado, Mathus (2008) señala dos formas de determinar la pobreza: una considera al fenómeno de forma relativa y la otra de forma absoluta. La primera se refiere a que algunas personas son pobres en comparación con otras personas, que forman parte de la misma sociedad o estado, mientras que la forma absoluta, concibe este fenómeno de acuerdo con la privación de oportunidades, medios y recursos indispensables para la supervivencia, independientemente del contexto o sociedad donde se desarrollen, es decir, considera los estándares de necesidades que deben de cubrirse para la supervivencia.
En cuanto a la medición de la pobreza, Boltvinik (2003), comenta que la forma de medir y evaluar un fenómeno refleja el grado de profundidad en la comprensión y el conocimiento de este. También señala que la medición de la pobreza implica una dimensión positiva, la cual se refiere a las condiciones observadas en los hogares para determinar la pobreza, y una dimensión normativa, la cual considera las reglas con las cuales categorizamos quién es pobre y quién no. Estas reglas referidas por el autor expresan lo que se considera los aspectos mínimos para una vida digna, por lo que parten de una construcción social y la concepción sobre el ser humano de la persona o institución que las plantea. Bolvinik y Damián (2003) apuntan que, es mediante el método de medición y de los umbrales de pobreza implementados por el estado y las instituciones internacionales como se podrán conocer los derechos económicos y sociales reconocidos por estos para sus ciudadanos. En esto también concuerda Calderón (2016), cuando sostiene que la satisfacción adecuada de las necesidades está determinada por el umbral de bienestar que la sociedad considera para sus miembros, definiéndola como “la insatisfacción de las necesidades humanas por debajo de un mínimo de bienestar, socialmente definido, provocada por la carencia de recursos” (Calderón, 2016, p. 75). Así mismo, autores como Sáenz y Gutiérrez (2017) y Boltvinik (2003) coinciden en la necesidad de la implementación de medidas multidimensionales de la pobreza que permitan una visión más profunda respecto a la existencia y persistencia de la misma, lo que resulta indispensable para su combate oportuno.
Bienestar Psicológico
La relevancia del estudio del bienestar radica en que éste constituye una de las principales metas vitales de las personas (Hervás, 2009). Además, el desarrollo de éste en la vida de las personas tiene repercusiones positivas para el buen funcionamiento social y comunitario, ya que de acuerdo con el autor, gesta beneficios a mediano plazo en la satisfacción experimentada por las personas en sus contextos laborales y familiares, además de mejorar sus relaciones interpersonales, rendimiento laboral y salud.
El concepto de bienestar psicológico surge de la antigua postura filosófica de la eudaimonía, desarrollada principalmente por el filósofo Aristóteles. Este autor, en su Ética a Nicómaco (trad. en 1993), propone que el principio guía del actuar del ser humano está basado en la virtud y considera que la vida feliz se construye de ella. Más adelante, en la tradición medieval aristotélica se presupone una visión finalista de la naturaleza la cual concibe que para cada ser corresponde un telos, es decir, fin último en el que se alcanza su plenitud (Díaz, Stavraki, Blanco & Gandarillas, 2015). Para Aristóteles el mayor bien humano se alcanzaba mediante actividades dotadas de un objetivo y propósito, su concepción del bien más elevado para el ser humano se identificaba con la autorrealización, alcanzada de acuerdo con la disposición de cada persona y agregó que se debía prestar atención a otras necesidades para el desarrollo íntegro de la persona, referentes a la salud, la comida y “prosperidad externa”. No obstante, remarcó que “incluso con ventajas moderadas uno puede actuar virtuosamente” (Ryff & Singer, 2008). Laca (2015) concuerda al respecto, al afirmar que la felicidad consiste en vivir en un proceso donde se desarrollen las potencias humanas más elevadas, lo cual conduce a la realización de la verdadera naturaleza humana (Díaz et al., 2015).
Por su parte, Norton (1976) describe el eudaimonismo como una corriente ética donde se concibe el desarrollo de la persona de acuerdo con el desenvolvimiento de las potencialidades innatas, en un proceso en el que la persona se va perfeccionando gradualmente. Para este autor, la eudaimonia consiste en vivir de manera significativa y supeditada a la verdad y responsabilidad (Ryff & Singer, 2008).
Como podrá verse, se trata de un enfoque proactivo concentrado en lo que las personas pueden hacer para mejorar sus niveles de satisfacción con la vida y menos determinado por el contexto o la predisposición temperamental (Vázquez, et al., 2009).
Al respecto, Keyes, Shmotkin, y Ryff (2002) señalan que el desarrollo de las capacidades (bienestar psicológico), la satisfacción con la vida, los afectos positivos o negativos, el placer o displacer (estos últimos relacionados con el bienestar subjetivo) no ocurren aislados, sino que son producto de la interacción entre elementos sociodemográficos y rasgos de personalidad, las características de la sociedad en la que las personas viven y, Lyubomirsky (2001) agrega, los procesos motivacionales cognitivos que sirven para mantener o mejorar la felicidad perdurable y el estado de ánimo
Entonces, desde la postura eudaimónica del bienestar, la felicidad es entendida como un estado de plenitud y armonía psicológica que supone el desenvolvimiento de las capacidades humanas mediante las virtudes y en especial, el ejercicio de la capacidad de raciocinio (Rodríguez, Díaz, Moreno, Blanco & Dierendonck, 2010). En la presente investigación se ha puesto la atención en el bienestar psicológico, para conocer si efectivamente es posible desarrollar las capacidades personales para alcanzar el bienestar psicológico, aún en situaciones de pobreza, o si hay un estándar mínimo a cumplir de calidad de vida para poder desarrollarlo.
Modelo de Ryff
Ryff (1989) articuló un modelo integrado, estructurado y multidimensional del bienestar psicológico, sosteniéndose en el enfoque de la eudaimonia y a su vez en la psicología del desarrollo, la psicología existencial y humanista (Allport, 1961; Frankl & Lasch, 1992; Maslow, 1968; Rogers, 1962) e incluso de la clínica, particularmente de aquella que define a la salud mental en términos positivos (Jahoda, 1958).
Hervás (2009) argumenta que el modelo de Ryff resulta sumamente útil para evaluar la calidad y bienestar de grupos de personas, en relación con contextos, lo cual hace pertinente su uso para la evaluación del bienestar en personas en situaciones de pobreza.
Es a partir de la convergencia de diversas perspectivas del funcionamiento positivo del ser humano, como desarrolla un modelo de bienestar psicológico conformado por 6 factores. A continuación, se describen las áreas del modelo citado, de acuerdo con Ryff y Singer (2008).
Autoaceptación. La importancia y necesidad del autoconocimiento para un sano funcionamiento ya son evidenciadas desde los antiguos griegos. Diversos autores coinciden al señalar la importancia de una autoestima positiva para un funcionamiento positivo, definiéndola, por ejemplo, Jahoda (1958), como una característica de la salud mental positiva, Maslow (1968) por su parte, como un rasgo de la autorrealización, Rogers (1962) como el funcionamiento óptimo y Allport (1961) como característica de la madurez. Por otro lado, las teorías sobre la duración de la vida resaltaron la importancia de la aceptación de sí mismo (Erikson, 1959; Neugarten, 1973). Jung (1933), por su parte, enfatizó la importancia de la asimilación del lado oscuro de uno mismo (la sombra), en el proceso de individuación. Estas perspectivas comparten la idea de la necesidad de una autoevaluación constante y a largo plazo que supone conciencia y aceptación de las propias debilidades y fortalezas.
Relaciones positivas con los demás. Todas las perspectivas mencionadas concuerdan en la necesidad de vínculos positivos y el desarrollo del ámbito interpersonal como una característica fundamental de una vida plena y satisfactoria. Autores como Aristóteles y Russell otorgan gran importancia a la amistad para la felicidad. Por su parte, Jahoda (1958) señaló a la capacidad de amar como un ejercicio esencial de la salud mental; Maslow (1968) describió que las personas autorrealizadas cuentan con gran capacidad de empatía y afiliación hacia todos los seres humanos, así como gran capacidad de ejercer el amor, amistades profundas y fuerte identificación con otras personas. Allport (1961) considera la calidez en las relaciones interpersonales como señal de madurez, y para las etapas dentro de la teoría del desarrollo humano de Erikson (1959) las relaciones personales juegan papeles centrales, tanto en la intimidad (relaciones estrechas con otros), como en la generatividad (la orientación y dirección de otros). Por último, Becker (1992) desde una perspectiva filosófica, señala como “bien de criterio” de una vida bien vivida, la primacía del amor, la empatía y el afecto.
Crecimiento personal. De acuerdo con los autores, de entre todos los componentes del bienestar, este es el que más se acerca a la concepción aristotélica, al referirse específicamente a la autorrealización del individuo. Esta dimensión es dinámica, pues el potencial de la persona se desarrolla por su voluntad. Ryff rescata la atención al potencial del individuo que autores como Maslow y Norton ponen para la consecución de la autorrealización. De la misma manera, Rogers definía desde una visión dinámica a la persona en pleno funcionamiento, como alguien abierta a la vivencia de experiencias diferentes y en una constante búsqueda de su propio desarrollo. Finalmente, las teorías sobre el desarrollo de la vida de autores como Erikson (1959), Neugarten (1973) y Jung (1933) también realzan el crecimiento continuo y la capacidad para enfrentar nuevos desafíos en diferentes momentos o etapas de la vida.
Propósito en la vida. Se fundamenta en las perspectivas existencialistas, principalmente en la necesidad de encontrar sentido a la vida aún en medio de la adversidad, desarrollada por Frankl (1992). Para Sartre (1954), descubrir un significado y objetivo a la vida es indispensable para vivir con autenticidad. Russell (1930), por su parte, hace énfasis en el “entusiasmo” y exhorta a involucrarse, participar activamente y adoptar una actitud reflexiva hacia ella. Por otro lado, Jahoda (1958), para definir la salud mental, otorga gran importancia a las creencias que doten de significado y sentido a la vida. Así mismo, Allport (1961) destaca el papel del propósito en la vida para la madurez de la persona, la cual supone una clara comprensión del propio significado de la vida. Por último, las teorías del desarrollo (Jung, 1933; Erikson, 1959; Neugarten, 1973) consideran propósitos u objetivos cambiantes, diferentes en cada etapa de la vida, lo cual dota de sentido al desenvolvimiento de la persona.
Dominio del entorno. Sostenido desde las teorías del desarrollo (Jung, 1933; Erikson, 1959; Neugarten, 1973), donde se toma en cuenta la importancia del papel de la capacidad de interactuar y dominar entornos complejos, así como de impactar en el contexto a través de actividades físicas y mentales. También se retoman planteamientos de Jahoda (1958), quien considera que la habilidad de crear o escoger ambientes apropiados a las propias características psicológicas es esencial para la salud mental. Los criterios de madurez de Allport (1961) asumen la importancia de la facultad de “extender el yo” e ir más allá sí mismo. Como explican los autores, esta dimensión se distingue de otros conceptos como el locus y sentido de control y la autoeficacia por enfocarse en la capacidad de encontrar o crear un medio que se adapte a las características psicológicas individuales.
Autonomía. Ryff retoma para su modelo características psicológicas como el locus de control interno, la autodeterminación y la independencia. También se nutre de autores como Maslow (1968), quien propone que una persona autorrealizada mostraría una clara “resistencia a la enculturación”; Rogers (1962) quien asume que la persona con un pleno funcionamiento se evalúa desde dentro, sin necesidad de buscar la aprobación del contexto social; Jung, quien sostiene que la individuación también implica una liberación de los “convencionalismos”; y de Sartre (1954), quien también enfatiza en la autodeterminación y la idea existencial de autodefinirse, prescindiendo de los dogmas sociales. Finalmente, los desarrollistas de la vida (Jung, 1933; Erikson, 1959; Neugarten, 1973), concuerdan en la importancia en las etapas finales de la vida de volverse hacia el interior y vivir encontrando un sentido propio, independiente de las normas de la vida cotidiana (Ryff & Singer, 2008).
Las dimensiones antes mencionadas fueron medidas en población mexicana por Medina, Gutiérrez y Padrós (2013) en un estudio que buscaba conocer las propiedades psicométricas de la versión de 39 reactivos del instrumento de Van Dierendock del 2004, de la escala de bienestar psicológico elaborada por Ryff y traducida por Díaz et al. (2006). La escala fue aplicada en dos muestras, una en población estudiantil y otra en población general. Se retoman los datos obtenidos en la población general por ser más representativa de la población mexicana. Dicha muestra estuvo compuesta por 256 participantes, con una media de edad de 29.46 (DE=11.36), de los cuales el 50.8% fueron mujeres, presentó una variedad en años de escolarización que oscilaba entre los 3 y 21 años, el 66. 8% eran solteros, 27.7% casados y el resto en otra situación de estado civil (5.1%). A partir de esta muestra se obtuvieron los siguientes valores, que corresponden a las medias para cada dimensión del modelo de Ryff en población mexicana: Autoconcepto (M= 4.47), Relaciones positivas (M= 4.15), Autonomía (M= 3.88), Dominio del entorno (M= 4.36), Crecimiento personal (M= 4.41), Propósito en la vida (M= 4.61) y en la escala total se encontró una media de 4.29. Todos los valores se muestran superiores a la media teórica, considerando que la puntuación mínima era de 1 y la máxima de 6.
Anomia social y Pobreza
Boltvinik y Damián (2003) sostienen que la pobreza atropella el derecho a una vida digna de las personas que la sufren, lo que se traduce en una condición donde los derechos humanos son violentados, incumplidos y negados, pues el derecho a una vida digna es el derecho humano fundamental donde convergen los derechos políticos, económicos y sociales. Para estos autores, la pobreza es testimonio del incumplimiento de la tarea del estado por asegurar los derechos humanos de sus ciudadanos. Al considerar la realidad de México se vuelve necesario plantear la pregunta de qué fenómenos y repercusiones psicosociales se gestan a partir del incumplimiento de dichos derechos a la mitad de la población mexicana, así como la evidente incapacidad por parte del estado para enfrentar este problema. Al respecto, parece ser que el concepto de anomia podría abonar para la respuesta de tal pregunta.
El concepto de anomia de Durkheim
López (2009) explica las consideraciones de Durkheim, quién acuñó por primera vez el término de anomia, y quien sostuvo que la sociedad tiene dos funciones: integrar a los individuos que la constituyen y su regulación mediante normas. La primera tiene que ver con que la sociedad está conformada por individuos diversos que lleva a la complementación entre sus roles, así que, cada acción dentro de la sociedad tiene una función que, dependiendo de qué tanto esté desarrollada la misma, responderá a diversas esferas, que constituyen lazos de solidaridad social. Respecto al segundo punto, la sociedad funge como el factor externo y superior al individuo que establece límites y se impone para lograr la cooperación, así como para contrarrestar el estado de malestar que generan los límites borrosos.
Para el autor la anomia surge a raíz de la incapacidad de las normas de regular y organizar al grupo ante las circunstancias vigentes, debido al cambio acelerado de las sociedades. López (2009) señala que para Durkheim, tener placer al actuar depende de poder percibir que las acciones sirven para algo, que tiene un sentido y que acercan a la persona al fin planteado. Lo anterior invita a cuestionar sobre lo que ocurre en contextos que son marginados por la sociedad, donde las dos funciones propuestas por el autor no operan.
El concepto de anomía desde la perspectiva de Merton
Más adelante Merton (2002), explica la anomia como una ruptura de la estructura cultural de la sociedad. De acuerdo con dicho autor, existe una estructura social que es la manera en que las clases socioeconómicas y los diferentes recursos y oportunidades de desarrollo se encuentran distribuidos entre los diferentes sectores sociales; y existe una estructura cultural, la cual es el sistema de valores concebidos por la sociedad que regulan los fines y los medios específicos y legítimos para alcanzarlos. Siguiendo con el autor, en la estructura social existe una distribución heterogénea, desigual de las oportunidades y de los recursos, mientras que en la estructura cultural se reparten homogéneamente los medios y vías consideradas legítimas para alcanzar los fines socialmente establecidos. En consecuencia, la desigualdad de oportunidades genera presiones para alcanzar las metas culturales en los estratos más bajos, debido a que se cuenta con menor cantidad de recursos y oportunidades para lograrlos. Ello, conjugado por el deterioro de los límites entre los medios legítimos e ilegítimos gesta los contextos llamados anómicos.
Anomia en el campo de la psicología
En el campo de la psicología, la anomia describe procesos asociados con sentimientos de impotencia, desamparo y desesperanza (Muratori, Delfino & Zubieta, 2013). Particularmente en el campo de la psicología social, la anomia se entiende de manera semejante a la perspectiva de Merton, al explicar que la anomia surge de la inconsistencia entre las metas dictadas por la sociedad para sí misma y para los individuos, en contraste con los logros reales a los que pueden aspirar, y el impacto de ello en sus expectativas y objetivos (Muratori, Delfino & Zubieta, 2013).
Por otro lado, McIver (1950) expone que la anomia es un estado anímico donde el sentido de cohesión grupal de la persona se encuentra débil o frágil. Se vuelve anómico, desde la visión de McIver, aquel que actúa dejando de lado cualquier consideración hacia los demás, siendo él mismo el único importante en el momento presente, una persona que actúa a partir de sus impulsos sin ninguna noción de obligación, responsabilidad ni continuidad. En este sentido la anomia toma un carácter de alienación y aislamiento en contraste con la perspectiva de Durkheim como la falta de regulación.
Srole (1956) ahonda en la deconstrucción de la anomia como fenómeno psicosocial, desde la perspectiva de los afectos y percepciones. El autor arguye que los individuos anómicos tienen una percepción de la sociedad y una autopercepción desintegradas, así como carencia de involucramiento con su entorno. Además, propone una serie de indicadores para medir el grado de anomia que las personas sienten en relación con la sociedad, siendo los extremos, por un lado, relaciones adecuadas con otros, y por el otro, la alienación. Por lo que, a mayor sentimiento de insatisfacción, conjugado con una percepción negativa de la sociedad, mayor será el estado anómico.
Por su parte, Mc Closky y Schaar (1965) señalan que la anomia es un estado mental, configurado por actitudes, creencias y sentimientos, en el pensamiento del sujeto. Lo cual nos indica que la anomia no existe como tal en la realidad social, sino que es una situación individual la que le hace experimentar a la persona que la sociedad es anómica. En esta perspectiva se argumenta que tanto las normas como los sentimientos de anomia son aprendidos, y éstos últimos serán fortalecidos si la persona no comprende las razones que sustentan una norma social. En estas circunstancias, la persona experimentará sensaciones de extrañeza y falta de sentido en la sociedad, donde la realidad es confusa y estresante.
Más recientemente, Konty (2005) argumenta que debido a una condición de la naturaleza humana, hay quienes no se amoldan a las formas de control social, lo cual constituye la anomia psicológica. Dicho autor explica que las personas tienen el potencial para actuar en favor de intereses sociales, relacionando su ego a ellos, no obstante, cuando la persona no percibe sentido a esta forma de actuar, así como a las normas sociales o se forma la creencia de que sus acciones perjudican a los demás y lo benefician sólo a él, entonces se produce un cambio cognitivo en la persona que favorece la valoración de los intereses individualistas y la desvalorización de los sociales. A este proceso, Konty lo llamó microanomia.
Por último, Abrutyn (2019) hace anotaciones interesantes respecto al tema a partir de un repaso de las tradiciones sociológicas al respecto y apunta que la esencia de la nueva teoría sobre la anomia radica en la idea de que las personas se “anclan” a otras personas y/o grupos específicos, tanto corpóreamente como psicológicamente. Así mismo, estas maneras de anclaje, al conformar una importante parte de la propia personalidad, demandan de protección para no perder esa parte del yo. Desde esta perspectiva, la anomia se conforma por el dolor social que se experimenta cuando se percibe peligro de vulnerar estos anclajes, aun cuando este sea imaginario. Consistente con lo anterior resulta la contribución de Greenaway, Cruwys, Haslam y Jetten (2016), quienes demostraron que las identidades sociales contribuyen al incremento del bienestar al satisfacer las necesidades psicológicas básicas, en concreto, la necesidad de pertenencia, la necesidad de autoestima, la necesidad de control y la necesidad de una existencia significativa. Resulta interesante su similitud con las dimensiones del modelo de Ryff y Singer (2008), en específico relaciones positivas, autoaceptación, dominio del entorno y propósito en la vida, respectivamente. Por su parte, Teymoori, Bastian y Jetten (2017), al analizar la anomia desde una perspectiva psicológica, la definen como una “percepción compartida de que la sociedad se está derrumbando” (p. 1011) y agregan que, si bien la anomia es una percepción, puede deberse a factores de fondo sean estos económicos, políticos o sociales que determinen dicha percepción. En este tenor, la desigualdad económica y los contextos de pobreza podrían influir en ella.
Al hacer el repaso de los conceptos que diversos autores han aportado en el estudio de la anomia, puede notarse que este término se construye sostenido en dos perspectivas teóricas, concordando con Yáñez (2011), por un lado la perspectiva sociológica que resalta el papel de las más amplias estructuras sociales sobre el comportamiento individual, por otro lado la visión psicológica que se centra en el individuo como quien percibe una inadecuación y carencia de sentido de las reglas vigentes en la sociedad en la que está inserto.
Respecto a los estudios sobre anomia realizados en México, destacan los trabajos de Yáñez (2011), quien profundizó en la relación entre el desarrollo moral y la anomia, además de adaptar para población mexicana la escala de Li, Atteslander, Tarnura y Wang (1999) y la escala de microanomia de Konty (2005). Más adelante Vera, en colaboración con otros autores (Vera, Bautista, Ramírez & Yáñez, 2012; Vera, Yáñez, Ramírez & Bautista, 2013; Vera, Baturista & Zaragoza, 2014), continúa los estudios sobre anomia social y psicológica con el fin de comprender la conducta disocial entre los adolescentes en entornos escolares y laborales de México. De los estudios anteriores se destacan como indicadores de anomia social las variables de:
Aceptación de las normas: Grado de aceptación y capacidad o incapacidad que perciben las personas sobre el gobierno y la efectividad en sus funciones, así como al sistema de toma de conciencia individual y de la situación a la que el individuo pertenece.
Comparación social: Juicios comparativos que las personas hacen entre las condiciones de vida propias y las de otras personas.
Sustentabilidad de las normas: Grado percibido de sustento y pertinencia sobre las reglas.
Mientras que para anomia psicológica se destacan:
El Bienestar psicológico y la anomia en poblaciones en situación de pobreza
La pobreza comúnmente es relacionada con otras problemáticas sociales tales como delincuencia, drogadicción, pandillerismo, violencia entre otras (Bernal, 2002; López & García, 1999; Vera et al., 2012), teniendo todas ellas en común que surgen en contextos anómicos, donde la ineficacia, por parte de las instituciones públicas para asegurar la satisfacción de las necesidades básicas de los ciudadanos, lleva a las personas a buscar otros medios fuera de los socialmente permitidos, por los cuales cubrir dichas necesidades (Vera et al., 2014). Uceda y Domínguez (2017), contribuyen a este supuesto, mediante un estudio realizado en Valencia con 286 adolescentes, donde demostraron una relación directa entre el nivel de vulnerabilidad y exclusión social, con la probabilidad del surgimiento de conductas delictivas, mismas que se consideran conductas anómicas (aunque la anomia no se limita a ellas), así como el papel que de diversos factores de vulnerabilidad relacionados con este proceso.
Así pues, dado que en la pobreza no existen las condiciones necesarias para que las personas que la viven se desarrollen íntegramente, su bienestar se ve afectado (García, Caamal & Priego, 2016), y sumado a ello, la presencia de anomia en estos contextos produce un decremento en los niveles de bienestar y satisfacción con la vida (Blanco y Díaz 2007). Consecuentemente, se gesta un problema de salud psicológica (Calderón, 2016), al cual se deben enfocar políticas públicas. Las intervenciones enfocadas al combate de la pobreza deben considerar ante todo al bienestar psicológico de las personas que la viven, pues éste refleja un estado integral de salud, donde inciden lo psicológico, social y laboral, según proponen Escarbajal, Izquierdo y López (2014); así como el cumplimiento efectivo de los derechos humanos, atendiendo al principio de dignidad de todo ser humano. En un estudio realizado por dichos autores se discute sobre el papel que operan los factores individuales que, en conjunto con las condiciones sociales y oportunidades, afectan el bienestar psicológico de las personas, en relación con las estrategias que ellas emplean para alcanzar sus metas; así pues, se evidencia la necesidad de considerar tanto lo individual como lo contextual para entender holísticamente el bienestar en contextos desfavorables. Barrón y Sánchez aportan a esta perspectiva, pues en 2001 diseñaron un modelo sobre la salud mental como un fenómeno social y psicológicamente determinado, encontrando tanto en los análisis teóricos como en los resultados obtenidos en la investigación empírica (estudio realizado en Madrid), que una aproximación que tenga en cuenta los aspectos socio estructurales, los factores psicológicos y psicosociales parece ser más pertinente y acertada, dado que el estado de desarrollo psicológico pleno no sólo depende de la satisfacción de una persona consigo misma, sino también de su relación con el mundo que lo rodea (Hervás, 2009).
En contraste, el trabajo de González y Marrero (2017) realizado en adultos mexicanos de entre 17 y 84 años, demostró que aunque se encontraron diferencias significativas en el bienestar, en función de distintas variables sociodemográficas (edad, sexo, nivel de estudios y tener una relación sentimental) éstas tenían un efecto pequeño sobre las dimensiones del bienestar psicológico y subjetivo. También se encontró que los factores personales, principalmente la extraversión y el neuroticismo, incidieron en mayor medida en el bienestar que los factores sociodemográficos.
En el contexto de México, con el alto índice de pobreza ya mencionado, la marcada desigualdad social, así como la cultura de la meritocracia y la estigmatización que esta provoca hacia las personas con menos recursos, se vuelve pertinente abordar, desde el concepto de anomia planteado por Durkheim y elaborado por Merton, el análisis de la pobreza, así como su impacto en el bienestar psicológico de quienes la sufren como forma de vida. Se ha encontrado evidencia de correlaciones negativas y significativas entre diversos componentes del bienestar social con la anomia (Muratori, Delfino y Zubieta 2013), por lo que habría que indagar si también existe alguna relación con el bienestar psicológico. Abello et al., por su parte, en 2008 realizaron un estudio que consideraba el grado de bienestar en relación con diversos factores en un grupo, entre los que se encontraba la anomia, en personas de la ciudad de Barranquilla, Colombia que no habían sido víctimas de violencia social ni política, y se obtuvieron indicios de que un alto bienestar disminuía el nivel de anomia.
Dadas las consideraciones anteriores este estudio se centra en conocer y analizar la relación entre la pobreza, el surgimiento de conductas anómicas y el bienestar psicológico de quienes la sufren, pues deben tomarse en cuenta los contextos en que las personas viven, la satisfacción de las necesidades básicas, la desigualdad, la exclusión, violencia socio estructural y el impacto que todas ellas tienen para el desarrollo del bienestar.
Método
La presente investigación se desarrolló con un diseño no experimental, transversal con alcance descriptivo comparativo y correlacional. El objetivo principal fue conocer si la pobreza tiene efectos en el bienestar psicológico de las personas, así como en la anomia social y psicológica de las personas que viven de dicho contexto y de ser así, conocer si existe relación entre estas variables. Se parte de la hipótesis de que la pobreza afecta al bienestar psicológico, siendo este menor en los grupos de mayor pobreza, así como la existencia de efectos de la pobreza en las dimensiones de anomia, siendo probable encontrar mayores niveles en los contextos de mayor pobreza.
Participantes
Con base en un muestreo por conveniencia, se aplicaron 2000 baterías psicológicas dentro de los 46 municipios del Estado de Guanajuato. La muestra quedó conformad por 89.5% de mujeres y 10.5% hombres. El promedio de edad fue de 40.26 años (DT=13.25; mínima= 15; máxima= 88).
Instrumentos
Para medir el Bienestar Psicológico se aplicó la adaptación para población mexicana (Medina, Gutiérrez & Padrós, 2013) de la versión de Van Dierendonk de la Escala de Bienestar Psicológico de Ryff. Esta versión está compuesta por 39 ítems (entre 6 a 8 ítems por escala) con un formato de respuesta que va desde 1 (totalmente en desacuerdo) y 6 (totalmente de acuerdo). Consta de 6 factores (los considerados por el modelo de bienestar psicológico de Ryff). Presenta una consistencia interna en cada una de sus subescalas con valores de α que oscilan entre 0.61 y 0.79 en la muestra conformada por estudiantes universitarios, sin embargo, en la muestra conformada por población general, se observan valores más bajos, siendo la menor 0.39. Los 6 factores se definen a continuación, de acuerdo con Díaz et. al (2006):
Autoaceptación: Son los esfuerzos de las personas para sentirse bien consigo mismas, e involucra también el asumir las propias limitaciones.
Relaciones positivas con otras personas: Es la satisfacción a la necesidad de las personas para mantener relaciones sociales estables y cercanas con en las que pueda confiar.
Autonomía: Necesidad de las personas de conducirse de acuerdo con sus propias convicciones (autodeterminación), sostener su independencia y autoridad personal para mantener su propia individualidad en diversos contextos sociales. La autonomía se asocia a una mayor resistencia contra la presión social y una mejor auto-regulación.
Dominio del entorno: Capacidad para elegir o desarrollar entornos favorables para satisfacer los deseos y necesidades propias. Poseer un alto dominio del entorno produce una mayor sensación de control sobre el mundo y de influir en el ambiente que le rodea.
Propósito en la vida: Metas y objetivos personales que dotan de sentido la vida de las personas.
Crecimiento personal: Interés y empeño por desarrollar las propias potencialidades, crecer como persona y desenvolverse al máximo en las propias capacidades.
Para medir la Aceptación de las normas se utilizó la subescala del mismo nombre, presente en la Escala de Anomia Social, validada por Yáñez (2011), desarrollada originalmente de la escala de Inestabilidad Social de Li, Atteslander, Tanura y Wang (1999). En la validación realizada por Yáñez (2011) la escala reportó un alfa de Cronbach general de .85, considerandos sus otras dos dimensiones, “comparación social” y “sustentabilidad de las normas”. La subescala considerada consta de 8 reactivos y maneja el formato Likert, con una puntuación de 0 (Totalmente en desacuerdo) a 4 (Totalmente de acuerdo).
De acuerdo con Vera et al. (2013) se define:
Aceptación de las Normas, como el grado de aceptación y capacidad que perciben las personas sobre el gobierno y la manera en que realiza sus funciones y de la situación en la que el individuo pertenece.
Se aplicó también la subescala de Anomia Psicológica, desarrollada por Yáñez (2011), compuesta con 25 reactivos tipo Likert con cuatro opciones que van desde 0= Totalmente en desacuerdo, hasta 4= Totalmente de acuerdo. Ésta se conforma por dos factores: Desconfianza social, con 15 reactivos y Microanomia, con 10. La escala completa presentó un alfa de Cronbach de .75 (Correa, Ávalos, García & García, 2018). De acuerdo con Vera et al. (2013) se definen:
Desconfianza social, que describe las creencias de las personas sobre la percepción del mundo como un lugar hostil, impredecible e inseguro; se compone de 14 reactivos con un alfa de Cronbach de .75.
Microanomia, que alude a la naturaleza del ser humano, en donde debido circunstancias normativas, las personas no se ajustan al modelo del control social, esto conduce a la degradación de los intereses sociales y la potencialización de los individuales, cuenta con 10 reactivos.
En relación con la pobreza se consideraron dos cuestionarios.
Recursos de vivienda: Constaba de 15 preguntas referentes a la posesión de recursos de vivienda necesarios para una vida y vivienda digna. Cuando se tenía el recurso por el que se preguntaba, se puntuaba “0” y cuando se carecía de él se puntuaba como “1”, de forma que, a mayor puntuación, mayor carencia de recursos de vivienda. En la Tabla 1 se encuentra dicho cuestionario.
Su vivienda cuenta con... | Media | Mediana | Moda | DE |
---|---|---|---|---|
1. Lavadero | .08 | 0.00 | 0 | .26 |
2. Fregadero o tarja | .42 | 0.00 | 0 | .49 |
3. Tinaco en la azotea | .29 | 0.00 | 0 | .46 |
4. Cisterna o aljibe | .75 | 1.00 | 1 | .43 |
5. Pileta, tanque o depósito de agua | .66 | 1.00 | 1 | .48 |
6. Calentador de agua (boiler) | .49 | 0.00 | 0 | .50 |
7. Refrigerador | .11 | 0.00 | 0 | .32 |
8. Lavadora | .25 | 0.00 | 0 | .43 |
9. Horno de microondas | .62 | 1.00 | 1 | .49 |
10. Plancha | .13 | 0.00 | 0 | .33 |
11. Computadora | .78 | 1.00 | 1 | .41 |
12. Conexión a internet | .74 | 1.00 | 1 | .44 |
13. Auto propio | .75 | 1.00 | 1 | .43 |
14. Estufa de gas o eléctrica | .03 | 0.00 | 0 | .18 |
15. Regadera funcionando en alguno de los baños | .33 | 0.00 | 0 | .47 |
Promedio total | .42 | 2.19 | ||
Puntuación total | 6.42 | Mín. 1 | Max. 15 |
Nota: Cada reactivo se puntúa con “1” cuando no se cuenta con el bien por el que se pregunta, siendo así que, a mayor puntuación, mayor carencia.
Cuestionario de Eventos: Consta de 10 preguntas que consideran la privación de servicios básicos, necesarios para una vida digna con opciones de respuesta tipo Likert que van desde 1(Nunca) hasta 5 (Siempre), de forma que mientras se obtuviera mayor puntaje equivaldría a mayor carencia en acceso a servicios. En la Tabla 2 se presenta el cuestionario.
Qué tan frecuentemente se ha visto en la situación descrita en cada uno de los enunciados durante el último año. |
Media | Mediana | Moda | DT |
---|---|---|---|---|
1. Por falta de dinero, NO ha asistido al médico cuando lo necesitaba. | 2.09 | 1.00 | 1 | 1.30 |
2. Se ha quedado sin servicio telefónico por no pagar. | 1.91 | 1.00 | 1 | 1.35 |
3. Se ha quedado sin servicio de agua potable y alcantarillado por falta de pago del servicio. | 1.73 | 1.00 | 1 | 1.20 |
4. Ha tenido dificultades para comprar una despensa básica (arroz, verduras, carne, agua). | 2.33 | 2.00 | 1 | 1.36 |
5. Se ha quedado sin servicio de luz eléctrica por no pagar a tiempo. | 1.67 | 1.00 | 1 | 1.13 |
6. Se ha preocupado por que la comida no sea suficiente para alimentar a los miembros de su hogar. | 2.63 | 3.00 | 1 | 1.49 |
7. Ha tenido que sacrificar una de sus necesidades para satisfacer las de otro miembro de su hogar. | 2.70 | 3.00 | 1 | 1.47 |
8. Se ha visto en la necesidad de hacer doble turno (o conseguir otro trabajo) para poder pagar sus gastos. | 2.36 | 2.00 | 1 | 1.51 |
9. No ha disfrutado de un día de descanso por tener que trabajar. | 2.21 | 1.00 | 1 | 1.45 |
10. No ha tenido tiempo de asistir a un evento o lugar que le interesaba | 2.29 | 2.00 | 1 | 1.44 |
Promedio total | 2.19 | .94 | ||
Puntuación total | 21.92 | Min. 10 | Máx.50 |
Nota: Las puntuaciones para cada reactivo van desde 1 hasta 5, siendo que, a mayor puntuación, mayor carencia en servicios.
A partir de los mencionados cuestionarios se construyó el Índice de pobreza, sustentado en el enfoque de pobreza relativa al comparar estas características entre la población estudiada.
Procedimiento
Los instrumentos se aplicaron en zonas consideradas como prioritarias para recibir atención a diversas problemáticas sociales, de acuerdo con el gobierno del estado de Guanajuato, en zonas marginadas urbanas, suburbanas y cabeceras municipales. La aplicación se realizó con el apoyo de personal del DIF y debido a los días y horarios en que se llevó a cabo, fue más fácil encontrar en los hogares a las mujeres. A cada participante del estudio se le pidió firmar un consentimiento informado y se les hizo de su conocimiento la confidencialidad de los datos, así como su exclusivo uso para los fines de la investigación.
Análisis estadísticos
Para la primera parte, cuyo objeto corresponde a encontrar si existen diferencias significativas en el nivel de anomia y bienestar debidas a la pobreza, fue necesario como antesala, conocer las características de la población estudiada en cuanto a las variables consideradas, para lo cual se calcularon estadísticos descriptivos. Posteriormente se determinaron los grupos de pobreza que se compararían, de la siguiente forma: una vez obtenidos los datos de los cuestionarios de Recursos de vivienda y Eventos, dadas las diferencias en las dimensiones de los cuestionarios, se estandarizaron los valores mediante puntuaciones Z, las cuales se sumaron para obtener el índice de Pobreza. A continuación, se dividió a la muestra por cuartiles para tomar al primer cuartil como el grupo de pobreza baja, el cuartil 2 y 3 como grupo de pobreza media y al cuartil 4 como grupo de pobreza alta.
Luego se aplicó la prueba K-S para conocer la normalidad de los datos de las variables a comparar. Acto seguido se aplicó la prueba U de Mann-Whitney para conocer la existencia de diferencias debidas por la pobreza en los factores de anomia y bienestar psicológico. Finalmente se calculó el coeficiente de determinación de Cohen para conocer el tamaño del efecto.
En cuanto a la segunda parte cuyo objeto fue conocer si existe relación entre las variables de anomia, bienestar psicológico y pobreza, se aplicó la prueba de correlación de Pearson.
Resultados
A continuación, se presenta la caracterización de la población en cuanto a las variables estudiadas. A partir de los datos obtenidos de los cuestionarios “Recursos de vivienda” y “Eventos” conocemos que la población estudiada presenta carencias importantes en cuanto a la satisfacción de bienes y servicios básicos, indispensables para una vida y vivienda dignas, lo que se traduce en poca calidad de vida. Esto se afirma con base en el promedio general del cuestionario de Recursos de Vivienda (M=.42; DE=.20) comparándolo con el puntaje máximo de cada respuesta (1); y la media general de Eventos (M=2.19; DE=0.94) en relación con el puntaje máximo de cada reactivo (5); ambas medias están por debajo de la mediana teórica. En la Tabla 1 y 2 se muestran los resultados de tales cuestionarios.
Respecto a la agrupación por cuartiles basada en las puntuaciones Z del Índice de pobreza, la distribución quedó como se observa en la Tabla 3, quedando de la siguiente manera: pobreza baja (cuartil 1), pobreza media (cuartiles 2 y 3) y pobreza alta (cuartil 4). Los valores se encuentran en la Tabla 3 y puede notarse que hay una distribución amplia de los datos.
Nivel de Pobreza | N | Media | DE | Mínimo | Máximo |
---|---|---|---|---|---|
Baja | 572.00 | -1.90 | .62 | -3.40 | -1.01 |
Media | 896.00 | -.03 | .56 | -1.00 | .99 |
Alta | 532.00 | 2.09 | .87 | 1.00 | 5.51 |
Lo anterior se entiende de la siguiente manera: El grupo de pobreza baja comprende a las personas con menores carencias en cuanto a la satisfacción de necesidades y servicios básicos, así como la posesión de mayor cantidad de recursos de vivienda que les aporten para satisfacer las tareas diarias, en comparación con el grupo de referencia. Por su parte, el grupo de pobreza alta se conforma con las personas con mayores carencias en la satisfacción de servicios, necesidades básicas y recursos de vivienda.
En referencia al bienestar psicológico, la población evaluada se encuentra en un promedio ligeramente menor a la mediana de la puntuación directa de los factores de bienestar psicológico (M=2.84, Mediana teórica= 3.5), siendo 1 el mínimo y 6 el máximo de lo que se podría puntuar en cada uno de los reactivos.
En lo que respecta a la anomia, la población presenta un promedio (M=2.94) ligeramente superior a la mediana teórica (2.5), siendo la Aceptación de las normas la única que se encuentra inferior a ella. Lo anterior se puede observar en la Tabla 4.
Variables | Dimensiones | Media | DE |
---|---|---|---|
Bienestar Psicológico | Autoaceptación | 2.49 | 0.68 |
Relaciones positivas | 3.42 | 0.86 | |
Autonomía | 3.5 | 0.76 | |
Dominio del entorno | 2.72 | 0.66 | |
Propósitos en la vida | 2.4 | 0.75 | |
Crecimiento personal | 2.51 | 0.67 | |
Media | 2.84 | 0.73 | |
Anomia | Aceptación de las normas | 2.17 | 1.15 |
Microanomia | 2.92 | 0.73 | |
Desconfianza Social | 3.82 | 1.09 | |
Media | 2.94 | 0.93 | |
Nota: Puntuación de Bienestar psicológico mínima 1, máxima 6 | |||
Nota 2: Puntuación de Anomia mínima 1, máxima 4. |
Debido a que la población del estudio está conformada predominantemente por mujeres, con objeto de descartar un posible sesgo en los resultados, se conformó una submuestra en la que se obtuvieron aleatoriamente una cantidad de mujeres igual a la de hombres, quedando finalmente compuesta por 422 personas. En esta submuestra se le aplicó la prueba K-S para conocer el tipo de distribución de los factores de anomia y bienestar psicológico y se encontró que se incumple el criterio de normalidad de la distribución. Por último, se realizó comparación de medias mediante la prueba U de Mann-Whitney. En la Tabla 5 se observan los resultados. Se encontraron diferencias significativas en los factores de Propósito en la vida y Crecimiento personal. Es importante señalar que el resto de los análisis se realizaron con la muestra conformada por los 2000 participantes, por lo que los resultados obtenidos para las variables de Propósito en la vida y Crecimiento son generalizables sólo en mujeres pues se observó que el sexo tiene efectos en estas variables y la muestra está conformada predominantemente por mujeres. Los resultados de los demás factores de bienestar y anomia muestran que pueden generalizarse para ambos sexos, por lo que la configuración de la muestra no es algo a considerarse en la mayoría de los análisis.
Variables | Dimensiones | Hombres | Mujeres | Z | Sig | ||
---|---|---|---|---|---|---|---|
M | DE | M | DE | ||||
Bienestar | Autoaceptación | 2.45 | .68 | 2.54 | .71 | -1.47 | 0.14 |
Relaciones positivas | 3.41 | .87 | 3.35 | .91 | -0.80 | 0.42 | |
Autonomía | 3.46 | .82 | 3.53 | .77 | -0.68 | 0.50 | |
Dominio del Entorno | 2.73 | .60 | 2.66 | .68 | -1.15 | 0.25 | |
Propósito en la vida | 2.34 | .73 | 2.53 | .84 | -2.23 | 0.03 | |
Crecimiento Personal | 2.42 | .69 | 2.57 | .63 | -2.44 | 0.01 | |
Anomia | Aceptación de las normas | 2.15 | 1.22 | 2.17 | 1.09 | -0.89 | 0.37 |
Microanomia | 2.87 | .75 | 2.90 | .76 | -0.58 | 0.56 | |
Desconfianza social | 3.82 | 1.05 | 3.82 | 1.14 | -0.22 | 0.83 |
Se prosiguió a los análisis de comparación de medias, para los que se consideraron los grupos de pobreza baja y pobreza alta. En primer lugar se le aplicó la prueba K-S para conocer el tipo de distribución de los factores de anomia y bienestar psicológico y se encontró que se incumple el criterio de normalidad de la distribución. Consecuentemente, se realizaron comparaciones de medias mediante la prueba U de Mann-Whitney. Para determinar la magnitud del efecto, se utilizó la d de Cohen
Los resultados (Tabla 6) evidenciaron diferencias estadísticamente significativas en función de los grupos de pobreza, en las dimensiones siguientes: autoaceptación (bajo efecto), reportando mayor autoaceptación en el grupo de pobreza alta; relaciones positivas, reportándose mayores valores en el grupo de pobreza baja; autonomía, con mayores niveles en el grupo de pobreza baja; dominio del entorno con mayores niveles en el grupo de pobreza baja y propósito en la vida (bajo efecto), siendo mayor en el grupo de pobreza alta. Debe subrayarse que los efectos encontrados en autoaceptación y propósito en la vida, contrastan con lo esperado.
Variables | Factores | Bajo | Alto | Z | Sig | d | ||
---|---|---|---|---|---|---|---|---|
M | DE | M | DE | |||||
Bienestar | Autoaceptación | 2.42 | .63 | 2.59 | .78 | -3.60 | 0.00 | -0.23 |
Relaciones positivas | 3.49 | .87 | 3.35 | .84 | -3.31 | 0.00 | 0.16 | |
Autonomía | 3.54 | .75 | 3.44 | .78 | -2.64 | 0.01 | 0.13 | |
Dominio del Entorno | 2.79 | .63 | 2.68 | .72 | -3.52 | 0.00 | 0.16 | |
Propósito en la vida | 2.31 | .72 | 2.54 | .82 | -4.64 | 0.00 | -0.29 | |
Crecimiento Personal | 2.47 | .65 | 2.57 | .74 | -1.72 | 0.09 | -0.14 | |
Total | 2.84 | 0.71 | 2.86 | 0.78 | -3.24 | 0.02 | -0.04 | |
Anomia | Aceptación de las normas | 2.00 | 1.08 | 2.32 | 1.21 | -4.65 | 0.00 | -0.27 |
Microanomia | 2.77 | .77 | 3.02 | .69 | -5.93 | 0.00 | -0.34 | |
Desconfianza social | 3.66 | 1.14 | 4.00 | 1.00 | -4.94 | 0.00 | -0.31 | |
Total | 2.81 | 0.99 | 3.12 | 0.97 | -5.17 | 0.00 | -0.31 |
En relación con los factores de anomia los resultados evidenciaron diferencias significativas, con un efecto de tamaño bajo en las tres dimensiones. Además, en los tres casos, presentan medias más altas en el grupo con mayores carencias, lo cual confirma la hipótesis.
Posterior a esto se buscó conocer la existencia de efectos en el bienestar psicológico, debidas a los niveles de anomia social y psicológica, para lo cual, se realizaron grupos a partir del promedio de puntuaciones directas de cada factor de anomia. Este procedimiento se eligió debido a que se querían comparar niveles absolutos de anomia en la población (y no en relación con un grupo de referencia). Recordando que la escala de respuesta de la escala es de 1 a 5, los grupos bajos para los factores de anomia quedaron conformados por las personas que puntuaron entre 1 y 2, mientras que los grupos altos quedaron conformados con las personas que puntuaron entre 4 y 5., de forma que la distribución quedó de la siguiente manera: Aceptación de las normas: baja (N=1133), alta (N=215); Microanomia: baja (N=253), alta (N=163); Desconfianza social: baja (N=174), alta (N=1053).
Para cada condición de agrupación se aplicó la prueba U de Mann Whitney, así como el coeficiente de Cohen. Los resultados permitieron conocer la existencia de diferencias por el nivel de microanomia, en la autonomía, siendo mayor en el grupo de microanomia baja, con un efecto bajo (Z= -5.32, p= .00; d=.48) y diferencias por el nivel de desconfianza social, en relaciones positivas, siendo mayor en el grupo de desconfianza social baja, con un efecto bajo (Z= -4.38, p= .00 ; d= .29).
Para el caso de conocer si existe relación entre pobreza, bienestar y anomia, se realizaron correlaciones de Pearson, tanto en la muestra general como con los grupos extremos de pobreza y de cada factor de anomia con la intención de saber si la varianza compartida podría verse afectada por las condiciones de agrupación.
En consideración de los valores propuestos por Gignac y Szodorai (2016), se interpretaron las correlaciones de la siguiente manera: baja= 0.1 a menores de 0.2, mediana= 0.2 a 0.3 y alta mayor a 0.3.
En la muestra general (Tabla 7) se encontraron relaciones bajas entre los grupos de variables microanomia y el índice de pobreza, propósito en la vida y el nivel de pobreza, autoaceptación y el nivel de pobreza, desconfianza social y el nivel de pobreza, aceptación de las normas y el índice de pobreza, y una correlación negativa baja entre la autonomía y la microanomia.
7 | 8 | 9 | 10 | |
---|---|---|---|---|
1 Autoaceptación | -.02 | 0.01 | -.01 | 0.12** |
2 Relaciones positivas | -.02 | -0.04 | -0.08** | -0.05* |
3 Autonomía | -.02 | -0.11** | -0.01 | -0.05* |
4 Dominio del entorno | .00 | -.03 | -0.08** | -0.05* |
5 Propósito en la vida | .02 | 0.06** | .00 | 0.13** |
6 Crecimiento personal | .02 | .02 | -0.07** | 0.08** |
7 Aceptación de las normas | -- | 0.24** | .04 | 0.11** |
8 Microanomia | -- | 0.29** | 0.14** | |
9 Desconfianza Social | -- | 0.12** | ||
10 Índice de Pobreza | -- | |||
**. La correlación es significativa en el nivel 0,01 (bilateral). | ||||
*. La correlación es significativa en el nivel 0,05 (bilateral). |
Como panorama de las características de la muestra, parece ser que las relaciones se dan entre anomia y la pobreza, mientras que el bienestar psicológico parece no estar relacionado con la anomia y la pobreza (exceptuando los casos anteriormente expuestos).
Por último, se presentan los resultados de las correlaciones en los grupos extremos de pobreza y anomia. Para el caso de los grupos extremos de pobreza, se encontraron relaciones bajas, inferiores a r=0.2, por lo que no agregan información importante a lo obtenido de la muestra general.
En el caso de los grupos de los factores de anomia, se encontraron incrementos en el grado de las relaciones. A continuación, se exponen los hallazgos.
Para el factor de aceptación de las normas, sólo se observó incremento de las relaciones en las personas con alta aceptación de las normas, las cuales fueron medias entre propósito en la vida y microanomia (r= 0.21**), y crecimiento personal y microanomia (r= 0.20**);En el grupo con microanomia baja se obtuvo relación media entre propósito en la vida y el índice de pobreza (r= 0.30**), y relación baja entre autoaceptación y microanomia (r= 0.19**). En el grupo de microanomia alta se observaron relaciones del factor microanomia con las siguientes variables: relación alta con relaciones positivas (r= 0.36**), media con dominio del entorno (r= 0.21*) y baja con autonomía (r= 0.19*). También se encontraron relaciones medias entre los factores de bienestar y la pobreza: autoaceptación (r= 0.27**), autonomía (r= 0.26**), crecimiento personal (r= 0.23**) y propósito en la vida (r= 0.22**).
Siguiendo con el análisis, en el grupo de Desconfianza Social sólo se observó incremento en la magnitud de las relaciones en las personas con desconfianza social baja. Las correlaciones fueron altas entre crecimiento personal y microanomia (r= 0.34**), relaciones positivas y microanomia (r= 0.33**), y relación media entre autoaceptación y desconfianza social (r= 0.21**).
Discusión o Conclusiones
Los resultados encontrados, en el caso de los efectos de la pobreza en el bienestar psicológico y la anomia, en la mayoría de los casos coinciden con lo esperado, mientras que las correlaciones invitan a seguir investigando. Comenzaremos por discutir las diferencias estadísticamente significativas encontradas.
Diferencias por nivel de pobreza en los factores de bienestar psicológico y anomia
Se encontraron diferencias en autoaceptación, relaciones positivas, autonomía, dominio del entorno y propósito en la vida en función del nivel de pobreza. Cabe señalar para el caso de propósito en la vida, los resultados son generalizables sólo en mujeres, dado que se presentan diferencias por sexo, según se mostró en la Tabla 5. Tanto en esta variable, como en autoaceptación, se encontraron medias mayores en el grupo de pobreza alta, en contraste con lo que se esperaba. Retomando las definiciones de estos factores según Díaz et al. (2006), es posible que estas observaciones se deban a procesos adaptativos de las personas que viven en contextos socio estructuralmente más violentos (Romero, 2013), pues las carencias y exigencias de sus entornos puede llevarlos a desarrollar en mayor medida, aquellas capacidades que más les permitan sobrellevar la situación en la que se vive, como podrían ser la capacidad de encontrar propósito en la vida aún en entornos desfavorables, y la capacidad de autoaceptación, centrando más la atención en las propias cualidades positivas que en las dificultades ambientales. Sin embargo, se debe profundizar en la investigación de estas variables para conocer más certeramente su relación con la carencia de recursos.
De igual manera, los factores de relaciones positivas, autonomía y dominio del entorno presentan diferencias significativas y medias más altas en el grupo de menor pobreza, como se esperaba encontrar, no obstante, el tamaño del efecto sea menor d=.2.
También se encontraron medias más altas de los tres factores de anomia en el grupo con mayores carencias, siendo en los tres casos diferencias estadísticamente significativas, tal como se esperaba encontrar, confirmando el supuesto de que la población que sufre más carencias de bienes y servicios básicos presenta mayores rasgos anómicos (Correa, Ávalos, García & García, 2018; Uceda & Domínguez, 2017), lo cual lleva a pensar en el peso que puede tener el contexto en el surgimiento de determinadas conductas. Más específicamente, un contexto socio estructuralmente violento con los derechos y necesidades fundamentales de las personas, orilla a quienes sufren la pobreza a buscar medios diferentes a los socialmente permitidos, para satisfacer sus necesidades, sin ajustarse a las normas que operan para los grupos que tienen satisfechas en mayor medida sus necesidades básicas (Merton, 2002). Esto último es de particular importancia, pues, así como abona a la comprensión de un fenómeno tan complejo, contribuye a desmitificar las conductas anómicas, muchas veces explicadas como producto de una mera decisión de quienes las ejercen, siendo que en realidad hay una estructura social desigual detrás, que tiene efecto en el surgimiento de estas, a su vez que invita a quitar el estigma de delitos a las conductas anómicas, pues si bien estas últimas pueden comprender a las primeras, ellas no se limitan a ello.
En cuanto a las diferencias debidas a los factores de anomia, se encontraron en la autonomía, siendo mayor en el grupo de microanomia baja, con un efecto bajo y diferencias en relaciones positivas, siendo mayor en el grupo de desconfianza social baja, con un efecto bajo también. Analizando lo anterior, la microanomia hace referencia a la degradación de los intereses sociales, optando por el realce de los intereses propios, mientras que, la desconfianza social hace referencia a la percepción del contexto como un lugar hostil, impredecible e inseguro (Vera et al., 2013), por lo tanto, se esperaría que la microanomia se relacionara positivamente con la autonomía y/o tuviera efectos en la autonomía, por realzar los intereses personales por encima de los sociales y porque, siguiendo al autor, la autonomía se asocia con la resistencia a la presión social, además de que la anomia abona al distanciamiento de las demás personas y al surgimiento de conductas autoritarias (Teymoori, Bastian & Jetten, 2017; Konty, 2005), no obstante, parece ser que la microanomia, en esta población, no favorece dichos procesos. Los autores anteriormente mencionados permiten explicar los resultados encontrados como una forma de protección de las personas contra pérdidas personales de la siguiente manera: al percibir una falta de satisfacción de alguna necesidad fundamental (como el caso de la pobreza) y la ineficacia de los líderes para responder a ellas, disminuye la confianza tanto en los líderes como en las normas e incrementa la percepción de los costos en las interacciones cooperativas con otras personas. Se retiran entonces los lazos débiles de la red más amplia. Por lo tanto, en los contextos de pobreza, se acentúa la necesidad de sostenerse a su independencia y autoridad personal sin dejar de lado los intereses sociales del grupo más reducido o con el que la persona sienta pertenencia o identifique como red de apoyo, pues estos favorecen al bienestar (Greenaway et al., 2016). Habría que profundizar en la relación entre autonomía y microanomia dentro de las redes de apoyo de personas que viven en contextos de pobreza para conocer qué dinámica establecen estas variables.
Por último, el efecto observado de la desconfianza social sobre las relaciones positivas, coincide con lo esperado, pues parecen procesos antagónicos, ya que el hecho de desconfiar de las personas priva de la posibilidad de entablar relaciones cercanas y fuertes. Quizá habrá que explorar si efectivamente existe una relación negativa entre estas variables considerando otros contextos.
Correlaciones entre factores de bienestar psicológico, anomia e índice de pobreza
En cuanto a los coeficientes de correlación, se esperaban encontrar valores más altos entre las tres variables, contrastando con los bajos coeficientes obtenidos. Lo anterior podría deberse a la diversidad de variables contextuales y características personales que en conjunto posibilitan el desarrollo de las capacidades del bienestar psicológico (Lavalekar & Karmalkar, 2017) y el surgimiento de conductas anómicas en los contextos de pobreza. Se ha demostrado, por ejemplo, que las redes de apoyo o pertenencia a grupos, favorecen al bienestar psicológico (Greenaway et al., 2016; Jetten, Haslam & Haslam, 2012) aunque en determinados contextos estos grupos se consideren anómicos (Teymoori, Bastian & Jetten, 2017). Variables como violencia estructural, exclusión, y discriminación deben considerarse también para entender de una manera más integral el desarrollo del bienestar psicológico de quienes sufren la pobreza (García, Caamal & Priego, 2016). No obstante, la complejidad del problema estudiado, los resultados nos brindan datos interesantes que pueden favorecer la comprensión de la vivencia de la pobreza y su impacto en el bienestar y la conducta de quienes la sufren.
En primer lugar, salta a la vista que el común denominador de las correlaciones observadas en la muestra general sea el índice de pobreza, las cuales se dan con aceptación de las normas, microanomia, desconfianza social, autoaceptación y propósito en la vida, todas ellas con una direccionalidad positiva. Las primeras de ellas son congruentes con lo esperado, evidenciando una relación baja entre pobreza y anomia social y psicológica, mientras que las últimas dos contrastan con ello, sin embargo, se cree que ellas podrían deberse a procesos adaptativos de las personas para hacer frente a la adversidad, como se explicó anteriormente. Estas relaciones concuerdan con las diferencias estadísticamente significativas encontradas, teniendo mayor puntuación en el grupo de pobreza alta (ver Tabla 6).
Por otro lado, se observaron cambios en la magnitud de la varianza compartida, en los grupos de alta aceptación de las normas, microanomia baja y alta, y desconfianza social baja, incrementándose a relaciones medias y altas. Resulta interesante observar en el grupo de microanomia alta, una relación baja entre esta variable y autonomía (r= 0.19*), que confirma la relación esperada mencionada anteriormente, aunque no en la magnitud que se creía.
Así mismo, estos resultados conducen a pensar en cómo efectivamente la mayor o menor presencia de ciertas características anómicas cambia la asociación entre otras variables y lleva a preguntarse si en contextos donde la anomia responda a una especie de proceso adaptativo, ello explique el surgimiento de conductas como la violencia, delincuencia, adicción a las drogas u otras más que representen problemáticas sociales.
De acuerdo con el método y resultados obtenidos en la presente investigación, se considera importante, para trabajos futuros, utilizar grupos con n parecidas para la comparación de la mayor o menor presencia de las dimensiones de anomia, así como el uso de otros índices de pobreza, como el utilizado por la AMAI para determinar el nivel socioeconómico, o el utilizado por el CONEVAL, por mencionar algunos.
También debe remarcarse que la población con la cual se realizó el estudio fue de zonas marginadas urbanas, suburbanas, y habitantes de cabeceras municipales, por lo que los resultados son generalizables sólo en población con estas características, quedando excluida la población indígena, a sabiendas de que en ésta se concentre la pobreza extrema en México (CONEVAL, 2016; Aguilar, Caamal & Ortíz, 2018).
Sumado a esto, es necesario profundizar en el estudio del impacto de los factores contextuales en el bienestar, sean estos, desigualdad, estigmatización, violencia socio estructural, por mencionar algunos. Quizá también sea pertinente trabajar en la línea de la relación entre calidad de vida y bienestar psicológico y considerar diversos instrumentos que evalúen diferentes aspectos que reflejen el cumplimiento de derechos humanos y la calidad de vida, así como otras mediciones de pobreza, como la absoluta, inclusive considerar el enfoque de bienestar subjetivo. Un análisis que considere estas perspectivas complementaría a lo obtenido en el presente artículo. Además, sería oportuno estudiar sobre la relación de los factores de bienestar del modelo de Ryff con variables tales como el locus de control, tolerancia a la frustración y motivación.
En conclusión, en el presente estudio se encontró que la pobreza tiene efectos significativos casi nulos en las dimensiones de bienestar psicológico, y éstos sólo llegan a alcanzar la categoría de bajos en el caso de la autoaceptación y el propósito en la vida. No obstante, la caracterización de la población, permite conocer la presencia de bienestar psicológico, aunque éste se observa disminuido y sin una diferencia considerable entre quienes tienen mayor pobreza y quienes tienen menor pobreza. Habría que hacer una comparación con un grupo de un nivel socioeconómico alto, para ver si ello afecta en el nivel de bienestar psicológico. Por su parte, se comprobó que la pobreza tiene efecto, aunque bajo, en el surgimiento de conductas anómicas. Así mismo, se observó que no existe relación importante entre la pobreza, bienestar y la anomia, pero que la varianza compartida entre estas variables cambia en grupos con mayor o menor presencia de las dimensiones de anomia. Para finalizar, los resultados obtenidos, así como la discusión suscitada, nos invitan a poner la mirada en el bienestar psicológico de las personas en situación de pobreza, a la hora de diseñar programas de intervención sobre esta población, pues se necesita el desarrollo de estrategias pertinentes para el combate de la pobreza que partan del principio de dignidad de todo ser humano, dignidad que contemple el desarrollo de las capacidades de las personas para el alcance de un estado de plenitud (Herrera, 2005). Esta necesidad imperativa implica asegurar el cumplimiento de derechos humanos para estas personas, así como cambios estructurales que promuevan igualdad de oportunidades para todos y todas para asegurar la calidad de vida, dirigidas desde el Estado, en atención al deber que tiene para con todos sus ciudadanos y ciudadanas en el cumplimiento de sus derechos fundamentales (Boltvinik y Damián, 2003).