Introducción
La historia económica de Colombia está ligada a la actividad agropecuaria (Kalmanovitz, 2011). Sin embargo, este sector presenta baja rentabilidad, pobres infraestructuras y bajas capacidades científicas y tecnológicas (Ariza et al., 2012). La solución a estos problemas pasa por la generación y aplicación del conocimiento y procesos de innovación alrededor de los sistemas socio-productivos agropecuarios para aumentar la productividad del sector y la eficiencia y sostenibilidad en el uso de recursos naturales (Banco Mundial, 2008; OECD, 2013).
La gestión del conocimiento, los procesos tecnológicos y las innovaciones son considerados factores determinantes en el crecimiento económico y están íntimamente relacionados con el territorio dado que su emergencia y configuración se materializan en el paisaje. Las innovaciones surgen de procesos efectivos y eficientes de interacción social y de la apropiada gestión del conocimiento entre los actores (Ponce- Méndez et al., 2011).
En este propósito el uso del concepto de sistemas específicos de innovación se constituye en una herramienta que ayuda a la comprensión de la interrelación de los actores en el territorio (Adekunle y Fatunbi, 2013).
El concepto de innovación
La innovación se considera fundamental para el crecimiento tanto de la producción como de la productividad (OECD, 2005) y se refleja fundamentalmente en los beneficios o valor para la empresa a través del incremento en ventas o en la reducción de costos (COTEC, 2007). En el sector agroalimentario, los crecimientos suelen ser discontinuos, por lo que algunas empresas adoptan una lógica de innovación para mantener o mejorar su posición en el mercado (Fortuin et al., 2007). La innovación en el sector agroalimentario es entonces una estrategia prospectiva que busca adelantar a los competidores, generando individuos, organizaciones, directores de equipos y condiciones que la favorecen o reducir las que la restringen. La innovación como estrategia y el sector agroalimentario como foco de su aplicación, conforman la asignatura denominada innovación agroalimentaria.
El concepto de innovación se refiere a un nuevo -o mejorado- proceso o producto fruto de la incorporación de conocimientos nuevos o ya existentes. Es un proceso evolutivo y no lineal que requiere comunicación y colaboración intensiva entre los diferentes actores, empresas y organizaciones (Tödtling y Trippl, 2005). El uso de innovaciones, de forma sostenida, conlleva a mejorar la competitividad y a favorecer el desarrollo de los territorios (Méndez, 2002; Ayalew et al., 2015).
La innovación, como aplicación del conocimiento, aspira a la mejora social y económica, principalmente a través del desarrollo de las empresas (COTEC, 2001; Alburquerque - Llorens, 2008). Este desarrollo debe orientarse con un carácter inclusivo (Foster y Heeks 2013; Heeks et al., 2013) que permita que las mejoras y el valor generado lleguen a la población tradicionalmente excluida de los beneficios derivados de la innovación.
Los individuos y las empresas han debatido sobre el proceso de la innovación, desde la concepción de las ideas, hasta que estas ideas son transformadas en bienes y servicios que generan valor. Surge así la concepción de la innovación como cualquier cambio propiciado por ella basado en conocimiento y que genera valor (COTEC, 2007). Otra orientación en la definición de la innovación (OECD, 2005) es su conceptualización como la introducción de un nuevo o significativamente mejorado, producto (bien o servicio), de un proceso, de un nuevo método de comercialización o de un nuevo método organizativo, en las prácticas internas de la empresa, la organización del lugar de trabajo o las relaciones exteriores. Bajo un enfoque neoschumpeteriano, el proceso de innovación es un proceso de aprendizaje deliberado y específico por parte de las empresas (Burgueño y Pittaluga, 1994). En estas definiciones sobresalen los elementos de novedad, diversidad y valor generado, a los cuales puede agregarse el carácter inclusivo que deben presentar los procesos de innovación.
En sus inicios (Schumpeter, 1934) definió a la innovación como un proceso de destrucción creativa donde la búsqueda de beneficios impulsa a una innovación constante, lo cual implica no solo la introducción de nuevos productos, sino el establecimiento de nuevas reglas, y una comercialización exitosa de nuevos materiales y componentes, la introducción de nuevos procesos, la apertura de nuevos mercados y la introducción de nuevas formas de comercialización. Esta asignatura retoma el planteamiento de la innovación como algo nuevo para la empresa (OECD, 2005) que puede ser desarrollada internamente, adquirida, o en proceso combinado.
El enfoque sistémico de la innovación (Klerkx et al., 2009) reconoce que la innovación agrícola no trata solamente de adoptar nuevas tecnologías, sino que también requiere de un equilibrio entre nuevas prácticas técnicas y formas de organización alternativas, por ejemplo, mercados, tenencia de la tierra y distribución de los beneficios. Lo anterior reconoce a la multi-disciplina y a la trans-disciplina como condiciones que favorecen a la innovación, aceptando que la integración de conocimientos es una condición que favorece a la innovación. El Manual de Frascati contempla una gama amplia de actividades de investigación y desarrollo que pudieran considerarse como innovaciones desarrolladas en diversos ámbitos como la medicina, las ciencias sociales o la milicia (OECD, 2002). Por lo anterior, puede estudiarse a la innovación dentro de la gestión o la economía del cambio tecnológico (López, 1998) orientada a la mejora de la sociedad a través de la generación de valor en las empresas.
El conocimiento es un medio y la generación de valor el fin del proceso de innovación. Al no generarse valor, por muchos cambios generados y conocimientos aplicados, podría hablarse de iniciativas o desarrollos, pero no de innovación. La innovación implica una cultura, donde se reconoce el cambio como parte intrínseca del trabajo cotidiano, se valora al conocimiento como base de estos cambios, y al valor generado como el objetivo común de la empresa.
Los cambios son parte común del proceso de innovación por lo que las empresas desarrollan áreas de gestión de la innovación como parte de sus áreas básicas de negocio (Fortuin et al., 2007). Los procesos de gestión de la innovación se enfocan (Cooper, 1999) a la realización de los proyectos correctos, de forma correcta. La innovación es un constante cambio (OECD, 2005) el cual debe ser comprendido pues forma parte de la gestión de la innovación.
Una vez comprendido el concepto de innovación a nivel de empresa, diversos estudios retoman el planteamiento de la innovación a nivel de red y cadena (Omta, 2002) lo que puede interpretarse como la necesidad de innovaciones institucionales (Perez, 2010) o de la organización o gestión de la innovación (Frambach y Schillewaert 2002). La visión de cadena y de red permite reconocer a la innovación como un proceso social donde la interacción forma parte del proceso mismo de innovar (OECD, 2005; Perez, 2010; OECD, 1997). La interacción ha sido estudiada bajo un enfoque del “elemento integrador” que favorezca relacionamientos productivos al proceso innovativo (Klerkx et al. 2009; Howells, 2006; Dhanarai, 2006).
Algunas investigaciones (Howells, 2006; Fortuin et al., 2007; COTEC, 2007) señalan que la integración de un equipo enfocado en la innovación y con buena comunicación son un factor clave para la generación de valor en las empresas. Estos equipos están integrados a la difusión de la innovación sea al interior de la empresa, al exterior, o en ambos. La difusión es parte del proceso de innovación (Rogers, 1995; Valente, 1996; Wejnert, 2002; OECD, 2005; Klerkx et al., 2009) por lo cual se exponen elementos para la discusión de diversos enfoques de la difusión de innovaciones; desde los diseñados en forma lineal (López 1998) hasta los diseñados bajo un enfoque sistémico (Klerkx et al., 2009) o también llamados innovación en cadena o interactivos (Landau y Rosenberg, 1986).
La innovación bajo la mirada de sistema
Entender la innovación bajo un enfoque sistémico favorece el diseño de políticas públicas de una manera más comprehensiva al promover el fortalecimiento efectivo de las capacidades innovadoras mediante la cooperación cercana de actores de la innovación (Chung, 2002; Salom y Carrasco, 2003; Lamprinopoulou et al., 2014). Desde este enfoque, el análisis de un sistema debe considerar su estructura, procesos, entradas (input) y salidas (output).
Los sistemas de innovación (SI) son definidos como el conjunto de actores, organizaciones e instituciones que interactúan en la generación, difusión y uso del conocimiento nuevo -y económicamente útil- en los procesos de producción (Fischer, 2001).
Con el fin de comprender estos procesos de innovación se trabajó inicialmente a escala nacional (Estado-nación) acuñando el término sistema nacional de innovación (SNI) (Lamprinopoulou et al., 2014) realizando diferentes estudios (Dutrénit et al., 2010; UNESCO, 2010; Klerkx et al., 2012; Ayalew et al., 2015; Läpple et al., 2015). Chung (2002) sugiere entender y analizar los SNI como un conjunto de subsistemas clasificados por sectores o regiones de manera que se puedan establecer políticas de innovación diferenciadas que consideren rasgos específicos del territorio.
La innovación y el territorio
Desde la perspectiva geográfica, los estudios de proximidad entre los actores así como los efectos que esta aglomeración promueve en relación con el intercambio de conocimientos, tienen una clara relación con los procesos de innovación (Méndez, 2003).
El territorio es un espacio geográfico que está previamente formado por un sistema de objetos y un sistema de acciones que funcionan de un modo unitario. Hay una clara fusión de acciones y objetos. El espacio geográfico se puede considerar como algo que participa de la condición de lo social y de lo físico, una mezcla, un híbrido. “Objetos y acciones están reunidos en una lógica que es, al mismo tiempo, la lógica de la historia pasada (su fecha, su realidad material, su causa original) y la lógica de la actualidad (su funcionamiento y su significación presentes). La significación geográfica y el valor geográfico de los objetos (artefactos tecnológicos) provienen del papel que desempeñan en el proceso social” (Santos, 2000).
El territorio cumple las funciones de regulación, de hábitat, de producción y de información en el entramado ecológico (De Grood et al., 2002), y es ahí donde emergen las innovaciones. Asimismo, la perspectiva territorial otorgará mayor efectividad a las políticas de innovación al ser situadas en su espacio de implementación y ejecución (Alderete, 2013). Esta visión del territorio debe considerar las dimensiones relacionadas con el flujo de información, la comunicación y el desarrollo técnico para caracterizarlo correctamente y poder emplearlo como la unidad de gestión básica de política pública (Martínez, 2010).
Sistemas regionales de innovación
La relación entre el territorio y la innovación bajo la mirada de sistema busca describir este sutil, y en algunos casos, tácito intercambio de conocimientos aplicados a nuevos productos enmarcados en una región (Asheim y Coenen, 2005; Cooke y Gómez, 1998; Li, 2009; Méndez, 2002; Salom y Carrasco, 2003; Uyarra y Flanagan, 2009).
La aproximación de sistemas regionales de innovación (SRI) considera que las regiones son la unidad significativa de análisis para estudiar la innovación al estar organizadas en unidades administrativas que deben apoyar directamente la innovación (Uyarra y Flanagan, 2009).
Sin embargo, la definición de región como unidad de análisis es variable debido a que las dimensiones que abarcan el concepto de región (socioculturales, funcionales y administrativas) pueden estar presentes o no, de manera uniforme en el territorio. Por tanto, se hace necesario abordar el problema con herramientas que consideren el papel fundamental del territorio en la incubación de actividades innovadoras dirigidas al desarrollo local (Rózga, 2003).
La comprensión de las dinámicas de un sistema productivo como un todo en una localidad determinada consiste en reconocer el rol que desempeñan los agentes territoriales para que después se conviertan en actores directos de la producción, de forma que aprovechen las ventajas competitivas de la localización que se originan en los lazos de cooperación y el perfeccionamiento del conocimiento existente (Alderete, 2013).
La innovación específica
Díaz-José (2013) propone los sistemas específicos de innovación (SEI) como una estrategia de planeación de la innovación que va de ‘abajo hacia arriba’ para generar y analizar la información de forma adecuada sobre los actores del SEI y las relaciones que ocurren entre ellos. Por tanto, son definidos como el conjunto coordinado de actores heterogéneos que interactúan para la generación, difusión y aplicación de nuevos conocimientos económicamente útiles en el desarrollo de una actividad, en un territorio o región determinada.
Aplicar el concepto de SEI para analizar la agricultura de pequeños productores o la agricultura de autoabastecimiento permite relacionar un cultivo específico, los actores y sus vínculos, las características del territorio de forma que se pueda estudiar el nivel de innovación que emplean y los circuitos que siguen, o no, los procesos de gestión del conocimiento.
Problemas metodológicos en la innovación
La identificación de actores en un territorio es tan variable como el territorio en sí mismo. Existen territorios complejos en cuanto a sus características geográficas, así como sociales, económicas, culturales, políticas, entre otras. Para este fin se han creado, diseñado, adaptado y empleado diferentes metodologías. Sin embargo, emplear una única metodología no es certeza de que sea la adecuada o la que permita el cumplimiento del objetivo final de la investigación, por lo que se hace necesario un conglomerado de metodologías, que en conjunto, permitan identificar los actores en campo y conocer el contexto en el que se desenvuelven los sistemas productivos en el territorio.
Para identificar actores locales se propone iniciar con la metodología bola de nieve (Bergek et al., 2008; Klerkx y Leeuwis, 2008; Kilelu et al., 2011).
Esta metodología consiste en la previa identificación de un grupo pequeño de actores para que señalen otros con la misma característica deseada. Los nuevos miembros identificados referenciarán a su vez a otros actores y así sucesivamente hasta lograr la identificación final de actores según el objetivo de la investigación (Muñoz et al., 2004).
Hanneman (2005) señala como debilidad de esta metodología el hecho que los actores que se encuentren aislados no van a ser referenciados. Tampoco garantiza la identificación de todos los actores conectados dentro de la población de estudio. Estas razones demuestran la necesidad de complementar esta metodología con otras herramientas que permitan cubrir estas debilidades.
La cartografía social, como herramienta para construir conocimiento de manera colectiva, permite complementar la metodología de bola de nieve haciendo un acercamiento a los actores que tenga en cuenta su espacio geográfico, social, económico, cultural e histórico (Martínez, 2010). Esta metodología permite, desde una perspectiva transdisciplinaria, vincular los actores con la percepción que tienen de su territorio (Diez et al., 2012; Vélez et al., 2012).
Conclusiones
Las estrategias de desarrollo territorial que utilizan el conocimiento y la innovación deben ser planteadas bajo una visión comprensiva del territorio, encaminada a mejorar los niveles de bienestar y la calidad de vida de sus habitantes.
Para analizar la innovación en torno a un sistema de producción específico en un territorio determinado se hace necesaria la utilización de un conglomerado de metodologías que permitan la plena identificación de actores con el fin de determinar su papel y sus relaciones en el sistema específico de innovación.