Introducción
El síndrome metabólico (SM) comprende un conjunto de anormalidades metabólicas consideradas de riesgo para el desarrollo de enfermedad cardiovascular y diabetes tipo 2 (Cruz et al., 2014; Pierlot, Cuevas, Rodríguez, Méndez y Martínez, 2017). En general, a la resistencia a la insulina se le considera la base del desarrollo del SM, sugiriendo a la obesidad abdominal (o central) como la principal responsable (Bell, George, García, Delgado y George, 2017; Prokopowicz, Malecka-Tendera y Matusik, 2018). Ésta implica el aumento y acumulación de grasa a nivel visceral, principalmente en hígado, músculo y páncreas. Este tipo de grasa participa en la formación de adipocinas, por ejemplo: interleucina 6 (IL-6), interleucina 8 (IL-8) y factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α), que favorecen estados proinflamatorios y protrombóticos, que contribuyen al desarrollo de hiperinsulinemia y resistencia a la insulina (Ladeiras-Lopes, Sampaio, Bettencourt y Fontes-Carvalho, 2017; Lizarzaburu, 2013; Nájera y Álvarez, 2016). La adiponectina es una hormona sintetizada por el tejido adiposo que regula el metabolismo energético del organismo (Palomer, Pérez y Blanco-Vaca, 2005), se encuentra disminuida en esta situación, lo que se asocia a un incremento en el nivel de triglicéridos, disminución de colesterol HDL (conocido como el “bueno”), elevación de la apoliproteína B y del colesterol LDL (conocido como el “malo”), contribuyendo al estado inflamatorio de la adiposidad visceral (Lizarzaburu, 2013; Lucero et al., 2016).
Por tanto, la regulación adecuada del peso y la composición corporal requieren más que solo mantener el equilibrio energético, sino que además requieren de la ingesta adecuada de macronutrientes a través de la dieta (e.g., carbohidratos, proteínas, lípidos), de modo que las alteraciones en la distribución de éstos pueden causar desnutrición u obesidad (Bell y Rolls, 2003; Cabral, Araújo, Lopes y Ramos, 2018). En el caso de la desnutrición existe una falta de aporte adecuado de energía y/o nutrientes (Gómez, 2003); mientras que en la obesidad hay un exceso, el cual se dirige preferentemente al tejido adiposo para su almacenamiento, en lugar de al músculo para su oxidación (Pi, Vidal, Brassesco, Viola y Aballay, 2015). Actualmente es conocido el importante papel de los adipocitos en la homeostasis de la energía corporal, la sensibilidad a la insulina, y el metabolismo de carbohidratos y lípidos (Nájera y Álvarez, 2016; Reyes, 2007; Sawaguchi et al., 2017).
En México se han realizado estudios sobre SM en jóvenes (17-26 años de edad), reportándose prevalencias que van desde 15.8% hasta 25.7% (Jiménez-Flores et al., 2012; Murguía-Romero, Jiménez-Flores, Villalobos-Molina y Méndez-Cruz, 2012; Vessi, Vargas, Cruz, Monreal y Aradillas, 2009). Desde el punto de vista nutricional, a la población universitaria suele considerársele un grupo especialmente vulnerable, caracterizado por la frecuente omisión de comidas, la ingesta inadecuada de alimento y el elevado consumo de alcohol (Dakanalis et al., 2016; Pi et al., 2015; Sánchez y Aguilar, 2015). Estos malos hábitos alimentarios, aunados a la inactividad física, son dos de los principales factores de riesgo para el desarrollo de obesidad, misma que conlleva a la resistencia a la insulina, las dislipidemias, y éstas -a su vez- a la presencia de SM. Condición médica que aumenta la probabilidad de padecer enfermedades crónico-degenerativas, como la diabetes, la hipertensión, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer (Pi et al., 2015).
Con base en lo anterior, el objetivo de este estudio fue conocer la relación de la ingesta alimentaria y la composición corporal con el SM en una muestra de estudiantes universitarios.
Método
Participantes
Participaron alumnos de Ciencias Biológicas y de la Salud de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Fueron reclutados mediante la impartición de pláticas informativas sobre el presente proyecto de investigación, por lo que posteriormente se les invitó a llenar voluntariamente una encuesta de selección. En primera instancia, un total de 378 estudiantes, hombres y mujeres, accedieron a participar; sin embargo, 117 fueron excluidos, debido a que se encontraban en ese momento bajo tratamiento médico, estaban embarazadas o reportaban consumo de alcohol y/o drogas. Esto dio lugar a que solo 261 estudiantes fueran incluidos en el estudio; sin embargo, durante el transcurso del mismo, y sin brindar mayor información, 211 lo abandonaron. Por tanto, solo 50 alumnos concluyeron su participación en este estudio, de los cuales 22 fueron hombres (44%) y 28 mujeres (56%), con edades comprendidas entre 19 y 25 años (M = 20.58, DE = 1.86).
Consideraciones éticas
El presente proyecto de investigación fue aprobado por el Comité de Ética Local Institucional. Además, la aceptación voluntaria de los participantes supuso la firma de un formato de consentimiento informado, diseñado bajo los principios de la Declaración de Helsinki, de la Asociación Médica Mundial (2013), para las investigaciones médicas en seres humanos.
Medidas
Antropometría. Para determinar el estado de nutrición de los participantes se les tomó peso y estatura, utilizando una báscula marca Seca (Mod. 813) y un estadímetro marca Seca (Mod. 213). Para medir el peso, se les pidió a los participantes que se retiraran zapatos y conservaran la menor cantidad de ropa posible; después se prosiguió a medir la estatura, con base al plano de Frankfort. Con base en estas dos mediciones se calculó el índice de masa corporal (IMC), el cual fue evaluado de acuerdo con los puntos de corte de la World Health Organization (2016), siendo: bajo peso < 18.5, normopeso 18.5-24.9, sobrepeso 25-29.9, y obesidad ≥ 30. Para determinar la obesidad central se midió la circunferencia de cintura (CC), a nivel del punto medio entre la cresta ilíaca y la última costilla, con una cinta métrica marca Seca.
Composición corporal. Para conocer la cantidad de grasa visceral (GV), masa músculo esquelética (MME), masa grasa (MG) y porcentaje de grasa (PG), en condiciones de ayuno y portando solo ropa interior, fue evaluada la composición corporal de los participantes por medio de impedancia bioeléctrica de multifrecuencia segmental, con el equipo InBody 720. Para el caso del PG, los puntos de corte utilizados fueron los propuestos por Gallagher et al. (2000) para población de 20-39 años de edad, siendo los siguientes: para mujeres, nomopeso 21-33%, sobrepeso 34-39% y obesidad > 39%; y, para hombres, normopeso 8-19%, sobrepeso 20-25% y obesidad > 25%.
Consumo de alimentos. Fue evaluado mediante el Cuestionario de Frecuencia de Consumo de Alimentos del Instituto Nacional de Salud Pública ([INSP], Hernández-Ávila et al., 1998), cuyo propósito es registrar la ingesta alimentaria durante el año previo. Este cuestionario consta de 11 apartados que permiten valorar el consumo de una amplia gama de alimentos en población mexicana, como son: productos lácteos, frutas, huevo, carnes o embutidos, verduras, leguminosas, cereales, golosinas o postres, bebidas, grasas, “antojitos mexicanos”, entre otros. Posteriormente se analizó cada cuestionario mediante el programa informático Sistema de Evaluación de Hábitos Nutricionales y Consumo de Nutrimentos (SNUT), diseñado y validado por Hernández-Ávila, Resoles, Parra y Romieu (2003). A partir de éste se determinó el consumo energético total, así como de macronutrientes, fibra, ácidos grasos saturados, monosaturados y poliinsaturados. Además, a partir del consumo energético total, fue calculado el porcentaje de omega 3, 6 y grasa trans, ya que las recomendaciones para estos micronutrientes se expresan en porcentaje respecto al 100% del consumo energético total. Para ello, los datos obtenidos fueron comparados con las tablas de recomendación de ingestión de nutrimentos para población mexicana de Bourges, Casanueva y Rosado (2008).
Presión arterial (PA). Después de que los participantes estuvieron cinco minutos en reposo, fue medida la PA sistólica y diastólica, en el brazo dominante, con un baumanómetro marca Hergom. Como punto de corte se retomó el establecido por el Adult Treatment Panel III ([ATP-III]; Albornoz y Pérez, 2012; Ballantyne et al., 2008), considerando hipertensión arterial cuando uno o ambos valores fue > 130/85 mmHg.
Parámetros bioquímicos. A los participantes se les tomaron muestras de sangre bajo condición de ayuno (mínimo de 8 h), de forma estéril en tubos Vacutainer. El suero fue separado por centrifugación y se preservó a -5°C. La determinación de glucosa, triglicéridos, colesterol total y colesterol HDL se realizó mediante el analizador automatizado de química clínica iKEM.
Síndrome metabólico. Para su diagnóstico se retomó la definición propuesta por el ATP-III (Albornoz y Pérez, 2012; Ballantyne et al., 2008), de modo que la presencia de tres o más de los siguientes criterios fueron suficientes para su diagnóstico: 1. CC ≥ 80 cm en mujeres y ≥ 90 cm en hombres; 2. Glucemia en ayunas (≥ 100 mg/dL); 3. Triglicéridos altos (≥ 150 mg/dL); 4. Colesterol HDL bajo (< 40 mg/dL en hombres y < 50 mg/dL en mujeres); y 5. Hipertensión arterial (≥ 130/85 mmHg o diagnóstico previo).
Procedimiento
Los participantes fueron clasificados en dos grupos: sin SM (menos de tres de los criterios de riesgo antes señalados) y con SM (quienes presentaron tres o más criterios).
Análisis de datos
El análisis estadístico se realizó con el programa GraphPad Prism, estratificando a la población por sexo (mujeres y hombres) e IMC (normal, sobrepeso y obesidad). Para cada uno de estos estratos se obtuvo el promedio y la desviación estándar del consumo calórico, así como la distribución porcentual de macronutrientes (hidratos de carbono, proteínas y lípidos), tipo de grasa (saturada, monosaturada y poliinsaturada) y ácidos grasos (Ω-3, Ω-6 y trans). Para determinar las diferencias estadísticas se utilizó la prueba de Kruskal-Wallis y, como prueba de comparación múltiple, la prueba de Dunn, considerando diferencia estadística con una p ≤ .05. Con el objetivo de determinar si existía correlación entre la presencia de SM y la ingesta de macronutrientes, de micronutrientes y la composición corporal (GV, MME, MG y PG), se realizó un análisis de correlación mediante la prueba de Pearson, utilizando los datos previamente normalizados.
Resultados
De acuerdo al IMC, 40% de los participantes fue normopeso, 22% tenía sobrepeso y 38% obesidad. En la Tabla 1 se exponen los parámetros antropométricos y de PA de la muestra estratificada por sexo e IMC. De las mujeres, 25% presentó sobrepeso y 32.1% obesidad; en los varones, fueron 18.2% y 45.4%, respectivamente. Además, conforme aumentó el peso corporal, incrementaron los valores de IMC, CC, PG, PA sistólica y diastólica, siendo todos significativamente mayores en los participantes identificados con obesidad.
Parámetros | Mujeres (n = 28) | Hombres (n = 22) | ||||
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Normopeso n = 12 (M ± DE) |
Sobrepeso n = 7 (M ± DE) |
Obesidad n = 9 (M ± DE) |
Normopeso n = 8 (M ± DE) |
Sobrepeso n = 4 (M ± DE) |
Obesidad n = 10 (M ± DE) |
|
Edad (años) | 20.25 ± 1.66 | 20.00 ± 2.38 | 20.55 ± 2.19 | 20.87 ± 2.03 | 19.75 ± 0.50 | 21.50 ± 1.58 |
Estatura (cm) | 157.25 ± 4.69 | 156.28 ± 7.97 | 160.00 ± 5.22 | 172.87 ± 6.51 | 164.75 ± 3.94 | 170.20 ± 4.80 |
Peso (kg) | 51.70 ± 6.02b | 60.08 ± 10.00b | 82.70 ± 15.86a | 65.12 ± 4.89b | 65.35 ± 5.79b | 97.18 ± 18.25a |
Índice de masa corporal (kg/m2) | 20.86 ± 1.63b | 24.45 ± 1.96b | 32.20 ± 5.08a | 21.80 ± 1.54b | 23.75 ± 2.55b | 33.39 ± 5.19a |
Circunferencia de cintura (cm) | 69.77 ± 4.14b | 79.04 ± 5.47b | 97.22 ± 13.19a | 75.81 ± 5.30b | 82.37 ± 5.39b | 103.17 ± 11.51a |
Porcentaje de grasa (%) | 28.48 ± 2.95c | 36.40 ± 1.97b | 44.15 ± 5.18a | 14.28 ± 2.61b | 21.2 ± 1.45b | 37.03 ± 7.66a |
Presión arterial sistólica (mmHg) | 108.58 ± 4.68b | 111.42 ± 6.90b | 121.77 ± 6.69a | 106.37 ± 4.93b | 110.00 ± 8.16 | 117.60 ± 8.02a |
Presión arterial diastólica (mmHg) | 71.25 ± 6.08b | 73.85 ± 7.58 | 80.22 ± 9.15a | 71.12 ± 7.10b | 73.75 ± 6.29 | 79.50 ± 7.74a |
Nota. Superíndices diferentes indican diferencias significativas.
Con respecto a la composición corporal, de acuerdo al sexo, las mujeres presentaron GV promedio de 76.56 cm2 y los hombres de 95.46 cm2. Además, en ambos grupos aumentó conforme incrementaba el IMC. La MME fue de 21.85 kg en mujeres, aumentando conforme incrementó el IMC; en el caso de los hombres fue 32.33 kg, disminuyendo de los hombres normopeso a sobrepeso, pero aumentando en aquellos con obesidad. La MG fue 23.77 kg en mujeres y 22.41 kg en hombres, volviéndose a presentar una tendencia de aumento de mujeres y hombres normopeso, a sobrepeso y con obesidad (Tabla 2).
Muestra | Categoría de IMC | Grasa visceral (M ± DE) | MME (M ± DE) | Masa grasa (M ± DE) |
---|---|---|---|---|
Total | Normopeso | 45.12 ± 10.53 | 24.75 ± 6.44 | 12.3 ± 4.29 |
Sobrepeso | 71.48 ± 11.34 | 23.63 ± 5.14 | 18.93 ± 5.45 | |
Obesidad | 134.47 ± 42.59 | 29.90 ± 5.69 | 37.07 ± 12.51 | |
Mujeres | Normopeso | 43.81 ± 9.09 | 19.96 ± 2.19 | 14.8 ± 2.83 |
Sobrepeso | 72.94 ± 12.79 | 20.74 ± 3.47 | 21.95 ± 4.34 | |
Obesidad | 123.03 ± 39.26 | 25.25 ± 3.02 | 37.14 ± 11.64 | |
Hombres | Normopeso | 47.08 ± 12.80 | 31.93 ± 2.64 | 8.55 ± 3.26 |
Sobrepeso | 68.92 ± 9.34 | 28.75 ± 3.04 | 13.65 ± 1.63 | |
Obesidad | 144.78 ± 44.82 | 34.09 ± 3.96 | 37.02 ± 13.88 |
Notas. IMC = Índice de masa corporal, MME = Masa músculo esquelética (kg). No se encontraron diferencias significativas.
Análisis de la frecuencia de consumo de alimentos
De acuerdo al IMC, el consumo energético fue mayor en los participantes normopeso (2242 ± 1172 Kcal), en comparación con aquellos con sobrepeso (M = 1828, DE = 486 Kcal) u obesidad (M = 2106, DE = 607 Kcal), observándose que ningún grupo cumplió con la recomendación de 2000 kcal promedio para personas sanas del mismo peso y edad (Bourges et al., 2008). Al analizar por sexo, se encontró que las mujeres con sobrepeso tuvieron un consumo menor vs. las normopeso o con obesidad; mientras que en los hombres, a mayor IMC fue menor el consumo calórico. En el caso de los macronutrientes, de acuerdo al IMC, se observó un consumo bajo de hidratos de carbono, ideal en proteína y alto en lípidos, sin diferencias significativas entre grupos (Tabla 3).
Muestra | Categoría de IMC | Kcal (M ± DE) |
HC (%) (M ± DE) |
Proteínas (%) (M ± DE) |
Lípidos (%) (M ± DE) |
---|---|---|---|---|---|
Total | Normopeso | 2242 ±1172 | 48 ± 8 | 15 ± 2 | 36 ± 6 |
Sobrepeso | 1828 ±486 | 48 ± 6 | 15 ± 2 | 37 ± 5 | |
Obesidad | 2106 ±607 | 49 ± 8 | 14 ± 2 | 36 ± 6 | |
Mujeres | Normopeso | 2222±1103 | 48 ± 9 | 15 ± 2 | 37 ± 6 |
Sobrepeso | 1701 ±502 | 46 ± 4 | 15 ± 1 | 39 ± 3 | |
Obesidad | 2327 ± 506 | 47 ± 6 | 14 ± 2 | 37 ± 4 | |
Hombres | Normopeso | 2271 ±1348 | 48 ± 4 | 15 ± 2 | 33 ± 5 |
Sobrepeso | 2051 ±424 | 52 ± 8 | 13 ± 2 | 33 ± 6 | |
Obesidad | 1908 ± 645 | 50 ± 9 | 14 ± 3 | 35 ± 7 |
Notas. Los datos de HC, proteínas y lípidos están expresados en porcentaje promedio con respecto el consumo calórico total. HC = Hidratos de carbono, IMC = Índice de masa corporal, Kcal = Consumo calórico total. No se encontraron diferencias significativas. Los valores recomendados por Bourges et al. (2008) son: Kcal = 2000; HC = 55-63%; Proteínas = 12-15%; Lípidos = 25-30%.
Con relación a los diferentes tipos de grasa, el de grasa saturada fue mayor al 7%. En cuanto a las monoinsaturadas, considerando la recomendación para adultos de Bourges et al. (2008), tanto mujeres como hombres con PG normal o con obesidad tuvieron un consumo adecuado, las mujeres con sobrepeso un consumo mayor (M = 16.28, DE = 1.22) y en los hombres con sobrepeso fue menor (M = 13.62, DE = 3.71), ver Tabla 4. El consumo de grasa poliinsaturada en mujeres y hombres de todos los grupos concuerda con la recomendación de Bourges et al. (2008); no obstante, cabe mencionar que el consumo de grasa animal siempre fue mayor que el de grasa vegetal. En el caso de las mujeres, de la primera fue de 53% en aquéllas con obesidad, 39% en las que tenían sobrepeso y 47% en las normopeso. Por el contrario, en los hombres normopeso fue de 51%, 42% en los que tenían sobrepeso y 31% en aquellos con obesidad. En ambos casos, esto podría estar asociado con el alto consumo de grasa saturada. De acuerdo al consumo de grasa trans, tanto mujeres como hombres de todos los grupos se ubicaron dentro de la recomendación. Por el contrario, el de Ω-3 y Ω-6 fue siempre menor a lo recomendado por Bourges et al. Respecto al consumo de fibra, los participantes tuvieron un consumo menor a la recomendación; mientras que al analizar por sexo, solo en los hombres normopeso o con obesidad fue adecuado (Tabla 5).
Muestra | Categoría de IMC | SAT (M ± DE) |
MI (M ± DE) |
PI (M ± DE) |
Omega 3 (M ± DE) |
Omega 6 (M ± DE) |
Grasa trans (M ± DE) |
---|---|---|---|---|---|---|---|
Total | Normopeso | 11.34 ± 2.19 | 15.90 ± 3.82 | 7.89 ± 2.76 | 0.69 ± 0.22 | 3.51 ± 0.82 | 0.52 ± 0.21 |
Sobrepeso | 11.40 ± 2.00 | 15.95 ± 2.55 | 7.23 ± 2.27 | 0.76 ± 0.24 | 4.26 ± 1.81 | 0.59 ± 0.30 | |
Obesidad | 12 .70± 3.64 | 15.01 ± 3.85 | 7.80 ± 2.44 | 0.60 ± 0.27 | 3.34 ± 0.97 | 0.43 ± 0.13 | |
Mujeres | Normopeso | 11.17 ± 2.44 | 15.91 ± 3.39 | 7.37 ± 2.82 | 0.71 ± 0.20 | 3.87 ± 0.84 | 0.50 ± 0.16 |
Sobrepeso | 12.25 ± 1.36 | 16.28 ± 1.22 | 7.83 ± 2.91 | 0.82 ± 0.28 | 4.78 ± 1.97 | 0.72 ± 0.30 | |
Obesidad | 12.15 ± 2.69 | 15.27 ± 1.56 | 7.39 ± 3.71 | 0.68 ± 0.26 | 3.52 ± 1.20 | 0.46 ± 0.13 | |
Hombres | Normopeso | 12.60 ± 2.87 | 15.89 ± 2.89 | 6.18 ± 1.48 | 0.65 ± 0.24 | 2.98 ± 0.41 | 0.54 ± 0.28 |
Sobrepeso | 10.91 ± 2.33 | 13.62 ± 3.71 | 8.93 ± 3.98 | 0.66 ± 0.12 | 3.36 ± 1.20 | 0.35 ± 0.11 | |
Obesidad | 11.31 ± 3.31 | 15.79 ± 4.73 | 6.27 ± 2.60 | 0.54 ± 0.28 | 3.18 ± 0.74 | 0.41 ± 0.13 |
Notas. IMC = Índice de masa corporal, MI = Grasa monoinsaturada, PI = Grasa poliinsaturada, SAT = Grasa saturada. No se encontraron diferencias significativas. Los valores recomendados por Bourges et al. (2008) son: SAT ≤ 7%, MI = 15%, PI = 6-10%, Ω-3 = 1-2%, Ω-6 = 5-8%, Grasa trans < 1%.
Muestra | Categoría de IMC | Fibra (M ± DE) |
---|---|---|
Total | Normopeso | 27.32 ± 18.00 |
Sobrepeso | 25.20 ± 12.43 | |
Obesidad | 23.27 ± 7.08 | |
Mujeres | Normopeso | 24.22 ± 9.55 |
Sobrepeso | 20.30 ± 7.94 | |
Obesidad | 25.57 ± 7.75 | |
Hombres | Normopeso | 32.98 ± 16.37 |
Sobrepeso | 34.78 ± 16.27 | |
Obesidad | 21.21 ± 7.04 |
Notas. IMC= Índice de masa corporal. El valor recomendado por Bour ges et al. (2008) es: 30-35 g/día.
Diagnóstico de síndrome metabólico
El SM fue identificado en 20% de los participantes, con menor ocurrencia en las mujeres (13.6%) que en los hombres (25%). De acuerdo con el cumplimiento de los criterios, el más frecuente fue los bajos niveles de colesterol HDL, esto principalmente en las mujeres; seguido de la obesidad abdominal, sin gran diferencia entre sexos. La segunda dislipidemia más frecuente fue la hipertrigliceridemia, mayormente en hombres (27.3%) que en mujeres (10.7%). La PA elevada (≥ 130/85 mmHg) predominó en mujeres vs. hombres (14.3% vs 13.6%), mientras que el criterio relativo a la glucosa (≥ 100 mg/d/L) no estuvo presente en ningún caso (Tabla 6).
Parámetros bioquímicos
Con base en estos parámetros, 100% de los participantes tuvieron valores normales de glucosa; mientras que las mujeres, independientemente de su IMC, y los hombres normopeso o con obesidad presentaron bajos niveles de colesterol HDL (Tabla 7). La hipercolesterolemia estuvo más presente en hombres (9%) que en mujeres (4%).
Muestra | Categoría de IMC | Glucosa (M ± DE) |
Triglicéridos (M ± DE) |
Colesterol total (M ± DE) |
Colesterol HDL (M ± DE) |
---|---|---|---|---|---|
Total | Normopeso | 78.55 ± 8.90 | 85.06 ± 50.83 | 149.03 ± 25.63 | 40.43 ± 8.71 |
Sobrepeso | 73.63 ± 6.53 | 104.13 ± 58.47 | 165.41 ± 25.18 | 41.10 ± 4.99 | |
Obesidad | 80.06 ± 8.28 | 114.75 ± 65.31 | 144.98 ± 32.26 | 34.93 ± 5.83 | |
Mujeres | Normopeso | 78.51 ± 9.98 | 71.67 ± 17.80 | 149.32 ± 19.09 | 41.06 ± 9.60* |
Sobrepeso | 69.95 ± 4.90 | 86.71 ± 54.82 | 161.51 ± 12.30 | 40.47 ± 5.12* | |
Obesidad | 82.66 ± 9.03 | 113.87 ± 91.44 | 143.52 ± 38.74 | 35.00 ± 6.23* | |
Hombres | Normopeso | 78.60 ± 7.66 | 105.15 ± 75.81 | 148.58 ± 34.82 | 39.48 ± 7.71* |
Sobrepeso | 80.07 ± 2.70 | 134.62 ± 58.62 | 172.25 ± 41.38 | 42.22 ± 5.28 | |
Obesidad | 77.72 ± 7.20 | 115.55 ± 33.13 | 146.31 ± 27.27 | 34.88 ± 5.79* |
Notas. IMC = Índice de masa corporal. Valores normales: Glucosa < 100 mg/dL, Triglicéridos < 150 mg/dL, Colesterol total < 200 mg/dL; Colesterol HDL > 40 mg/dL en hombres y > 50 mg/dL en mujeres. * Fuera del valor de referencia. No se encontraron diferencias significativas.
Finalmente, en cuanto a la correlación de la ingesta alimentaria y la composición corporal con el SM, únicamente fueron relevantes los últimos (Tabla 8).
Discusión
La ocurrencia de sobrepeso fue del 22% y 38% la de obesidad. Cifras sustancialmente mayores a las documentadas por Gallardo y Buen-Abad (2011) entre estudiantes universitarios de dietética y nutrición (15% y 11%, respectivamente). Estas diferencias pueden estar asociadas a que la población de Gallardo y Buen-Abad estaba constituida mayoritariamente por mujeres, quienes suelen poner mayor interés en la apariencia del peso corporal (Mancilla-Díaz et al., 2010). De igual manera, Cardozo, Cuervo y Murcia (2016) encontraron una prevalencia de sobrepeso de 19.5% y de obesidad de 6.1% en estudiantes de una facultad de deportes. Ambas prevalencias menores a las identificadas en el presente estudio, debido principalmente a la forma en como se fue definiendo la muestra, con base a los criterios de exclusión y el abandono de los participantes.
En cuanto a la masa muscular y la masa grasa, Cossio-Bolaños et al. (2011) encontraron valores mayores a los de este estudio en españoles de 18 a 21 años, una vez que los hombres presentaron 27.91 y 17.69 kg, respectivamente, y 18.30 y 19.84 kg, respectivamente, las mujeres. Estas diferencias se podrían explicar por las particularidades étnicas y en hábitos alimentarios de población latina vs. europea (Enes et al., 2013; Mancilla-Díaz et al., 2010), aunque Cossio-Bolaños et al. no reportaron datos relativos a la dieta de la población estudiada. En cuanto a la grasa visceral, en el presente estudio los hombres y las mujeres se ubicaron por debajo del punto de corte (≥ 130 cm2); por lo tanto, de acuerdo al criterio empleado por Lemieux, Prud’homme, Bouchard, Tremblay y Després (1996), la posibilidad de desarrollar enfermedades cardiovasculares es menor. Sin embargo, para confirmar lo anterior, es necesario tomar en cuenta otros elementos, como el diámetro abdominal sagital (Da Silva, De Azevedo, Oliveira, Chaia y Lopes, 2012) y la dieta (Tong et al., 2016), por lo que debe seguirse estudiando la relación entre dieta, grasa visceral y riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Al analizar los datos del consumo calórico total por sexo e IMC, sorprendentemente se encontró que en los hombres a mayor IMC fue menor el consumo calórico, lo que podría indicar un estilo de vida con un menor gasto energético, o bien, que la encuesta de frecuencia de consumo, que supuso autoreporte por parte de los sujetos encuestados, pudo haber influido en menoscabo de la información recabada. Situación también referida por Jackson et al. (2006) en un estudio que incluyó cuatro poblaciones africanas. Por tanto, se sugiere que estudios posteriores deberán determinar, además de la ingesta, el gasto energético y su relación con la presencia de obesidad. También inesperadamente se encontró que las mujeres con sobrepeso tuvieron un consumo calórico menor que las normopeso con obesidad, por lo que el sobrepeso en mujeres podría estar mayormente asociado a un estilo de vida más sedentario. Esta misma tendencia fue documentada por Pajuelo, Bernui, Castillo, Cabrera y Cuba (2013), al estudiar la ingesta de energía en mujeres.
Sumalla et al. (2013) realizaron un estudio con estudiantes de posgrado de España, México, Centroamérica y Caribe, región Andina y Suramérica (Medad = 33.7, DE = 9.0 años). Las mujeres y los hombres mexicanos (Medad = 30.5, DE = 6.0 años) tuvieron un consumo bajo de hidratos de carbono y alto en proteínas y lípidos. Resultados similares a los encontrados en este estudio respecto a los hidratos de carbono y los lípidos, por lo que Sumalla et al. concluyen que la población latinoamericana tiene cada vez una dieta más occidentalizada.
Respecto al tipo de grasa consumida por hombres y mujeres de las tres categorías de IMC, en el presente estudio se observó que el de grasa saturada fue mayor al recomendado (Bourges et al., 2008); mientras que el consumo de grasas monosaturadas y poliinsaturadas si fue acorde a la recomendación. Resultados que difieren de los reportados por Redondo et al. (2016), quienes en universitarios españoles (20-23 años) encontraron consumos menores a los recomendados. Estas diferencias podrían deberse al origen geográfico y, por ende, a las características de la dieta.
En cuanto al consumo de Ω-3 y Ω-6, en hombres y mujeres con normo peso, sobrepeso u obesidad fue menor a la recomendación. Resultado que llama la atención, ya que un alto consumo de grasa saturada, aunado al bajo consumo de estos omegas, favorecen la acumulación de colesterol en las arterias y, en consecuencia, la aparición de enfermedades cardiovasculares (Carrillo, Dalmau, Martínez, Solá y Pérez, 2011). El bajo consumo de Ω-3 en la muestra del presente estudio se vio reflejado en los bajos niveles de colesterol HDL en suero. Además, este último fue el criterio más frecuente tanto en hombres y mujeres con SM, tal como lo reporta Karalis (2017). De ahí la importancia de incluir en la dieta alimentos ricos en Ω-3, ya que -como se ha reportado- estos favorecen la disminución de los niveles plasmáticos de triglicéridos y colesterol LDL, aumentando el colesterol HDL (Valenzuela, Tapia, González y Valenzuela, 2011). Sin embargo, deben ser consumidos en balance con los Ω-6, ya que una relación Ω-6/Ω-3 alta también favorece el desarrollo de enfermedades cardiovasculares e inflamatorias (Simopoulos, 2008).
Otro hallazgo relevante fue el bajo consumo de fibra en la muestra estudiada, resultado que es similar al reportado por Ponce et al. (2011) en universitarios de Mexicali. Pero difiere de lo hallado por Gallardo y Buen-Abad (2011), quienes identificaron en su población un consumo dentro de la recomendación, lo cual podría relacionarse con un menor IMC.
En esta investigación, el SM estuvo presente en 20% de los participantes, mayormente en hombres que en mujeres (25% y 14%, respectivamente). Estos resultados difieren ampliamente de los encontrados en estudiantes de Veracruz (México): 3% en hombres y 2.7% en mujeres; sin embargo, al igual que en este estudio, el criterio diagnóstico de SM más frecuente fue el HDL, y la glucemia fue el menos común (Romero y Ramírez, 2009). Específicamente, ninguno de los participantes presentó hiperglucemia; mientras que Gallardo y Buen-Abad (2011) la identificaron en 9.4% de su muestra, así como 33.9% de hipertrigliceridemia y 20.7% de hipercolesterolemia. Valores superiores a los encontrados en este estudio.
Aunque no se encontró relación directa entre la ingesta alimentaria y el SM, los participantes diagnosticados con SM si presentaron un alto consumo de lípidos, CC mayor a la recomendada y HDL bajo. Múnera et al. (2012) han sugerido que la ingesta alimentaria influye en la CC. En un estudio realizado por Pi et al. (2015), con universitarios de 23 a 33 años, se reportó que a mayor consumo de lípidos y proteínas, aumentaba la probabilidad de tener mayor masa grasa, la cual tiene estrecha relación con la obesidad y el SM, ya que el tejido adiposo visceral es muy activo en la liberación de distintas sustancias que favorecen la resistencia a la insulina y la acumulación de ácidos grasos en músculo, incrementando la producción de triglicéridos y la disminución del colesterol HDL. Por el contrario, las dietas con bajo contenido en carbohidratos son capaces de mejorar la sensibilidad a la insulina, controlar el peso corporal, la presión arterial y reducir el riesgo cardiovascular; de ahí la relación del peso corporal y la presión arterial con el SM (Albornoz y Pérez, 2012).
Existen limitaciones del presente estudio a considerar. En el caso de las estimaciones de la ingesta de nutrientes, éstas no necesariamente son precisas y tienen un potencial margen de error, por lo que los participantes pudieron haber sobreestimado sus respuestas. No obstante, debe recordarse que la medida utilizada cuenta con adecuadas evidencias de su validez (Hernández-Ávila et al., 1998; Hernández-Ávila, Resoles, Parra y Romieu, 2003). Adicionalmente, el estudio fue transversal, por lo que existe la posibilidad de que se produjeran cambios en la apreciación de la dieta en respuesta al aumento de peso. Finalmente, dadas las altas tasas de sobrepeso existentes, es necesario realizar estudios longitudinales que permitan examinar la influencia de la dieta, el estilo de vida y la actividad física en el aumento de peso.
Si bien es necesaria la realización de otros estudios para confirmar estos resultados, principalmente con relación a la presencia de SM en población joven, se puede concluir que el sobrepeso y la obesidad estuvieron ampliamente presentes. Además, no cumplieron con las recomendaciones de ingesta de macro y micronutrientes, pues tuvieron un consumo bajo en hidratos de carbono y alto en lípidos, caracterizado también por mayor cantidad de grasa saturada y menor cantidad de Ω-3 y Ω-6. Y a pesar de que estos no son criterios diagnósticos del SM, si impactan en la composición corporal, la obesidad y la resistencia a la insulina que, a su vez, genera alteraciones en los parámetros bioquímicos que forman parte de los componentes del SM. En general, la ocurrencia de SM fue alta y de especial interés, ya que la población es joven y, por tanto, podría considerarse como predictor de enfermedades crónico-degenerativas en la vida adulta si no se modifican los hábitos de alimentación y el estilo de vida. Por lo tanto, se sugiere implementar estrategias que incidan sobre las conductas alimentarias, ya que la alimentación es un factor potencialmente modificable. Teniendo en cuenta que tanto el peso, la grasa corporal y la CC suelen aumentar con la edad, y con ello el riesgo de padecer enfermedades crónicas no transmisibles en la vida adulta, se hace indispensable actuar en forma preventiva, focalizando los esfuerzos en aquellos factores identificados en el presente estudio, además de promocionar la realización de actividad física, y la valoración médica y nutricional.