Señor Editor:
El enfoque de la educación superior actual sitúa al estudiante como centro y responsable del proceso enseñanza-aprendizaje y, al docente como un facilitador de la actividad y no más, como proveedor de conocimientos e información. Por ello, las universidades tienen la responsabilidad de contratar docentes que se adapten y orienten a esta estructura educativa y cuenten con las capacidades y/o habilidades necesarias para el aprendizaje efectivo de los estudiantes1.
Dentro de las facultades de medicina humana, la mayor parte de asignaturas o cursos de carrera son impartidos por médicos generales o especialistas, mas no docentes de profesión, quienes pueden limitar su actividad docente a una formación autodidacta, intuitiva, empírica y a su propia experiencia como estudiantes, heredada de sus antiguos maestros2. Además, generalmente, las facultades de medicina humana priorizan, para la selección docente, cursos de capacitación en cada especialidad y los méritos en investigación científica, no existiendo especificaciones sobre la necesidad de formación en docencia.
En este contexto, si bien la necesidad de una formación académica en una determinada especialidad y conocimientos en investigación son importantes, se reconoce que estudios de post grado en cualquier campo no son suficiente para ejercer la docencia universitaria, ya que no garantizan las habilidades necesarias y exigidas para lograr un desempeño docente de calidad2. Por ello, es necesaria una formación y actualización en docencia para fortalecer y enriquecer el saber enseñar.
La determinación del desempeño docente es realizada mediante la evaluación de su práctica. Actualmente, la mayoría de universidades basan su apreciación solo desde el punto de vista del estudiante, sin la consulta y colaboración de los principales implicados. Por ello, en la búsqueda de un proceso evaluativo integral se debe proponer formas de evaluación que busquen incorporar otras perspectivas1. Es así que, se plantean los modelos de autoevaluación, caracterizados por ser autocríticos, autorreflexivos, de autoconocimiento y autovaloración. Estos permiten compromiso en el proceso de forma activa, asumiendo con responsabilidad los resultados. Así mismo, estos modelos permitirán que el docente sea capaz de detectar logros y carencias en su accionar y plantear, desde su perspectiva, un plan de mejora.
Recientes investigaciones plantean modelos de autoevaluación desde un paradigma sociocrítico y enfoque cualitativo3 y, recomiendan la importancia y necesidad de ajustar las subcategorías de evaluación al perfil docente de cada asignatura. Tarea laboriosa pero que permite una compresión y reflexión profunda del fenómeno y el planteamiento de una propuesta de mejora.