1. Un somero mapa de la propuesta
El volumen, escrito por la prestigiosa lingüista Elaine Francis y de reciente publicación por la editorial de la Universidad de Oxford, comienza con un prefacio general en el que se presenta de modo global la propuesta y se establecen ciertas coordenadas analíticas que marcarán el recorrido: una presentación crítica, comparativa y descriptiva sobre el trabajo en lingüística teórica, experimental, de corpus y computacional en torno a los juicios de aceptabilidad (en adelante, JA) como método y paradigma de investigación en sintaxis. La autora, quien se especializa en el estudio de la sintaxis y el conoci mien to gramatical tanto desde perspectivas teóricas como psicolingüísticas, organiza este libro en ocho capítulos, un glosario y un apéndice con paradigmas experimentales para el estudio de la sintaxis. En ese marco, la autora propone revisitar teorías lingüísticas, análisis pormenorizados sobre diversos fenómenos puntuales y sobre la evidencia empírica vinculada, siempre a partir de comprender sus interpretaciones en el marco de las distintas propuestas teóricas, explicitando sus compromisos epistemológicos y poniendo en evidencia lo mucho que se condicionan mutuamente la interpretación de resultados y los marcos teórico-epistemológicos.
Podemos decir que una de las motivaciones centrales del libro es mostrar que, dependiendo de la perspectiva teórica adoptada, la interpretación de los mismos JA puede variar ostensiblemente, además de intentar mostrar los aportes de otras subdisciplinas en lingüística que es necesario considerar para interpretar esos JA de modo preciso. Sin duda, una de las grandes fortalezas de la propuesta es esa motivación reflexiva y develadora de supuestos usualmente opacos o considerados por defecto en los análisis.
Con esa mirada epistemológica crítica, se recorre lo que podríamos definir como el gran eje temático del volumen: de qué modos es posible entender la gradualidad en la aceptabilidad de las oraciones; problema que, además, implica repensar las complejas relaciones entre sintaxis y semántica, entre conocimiento específicamente lingüístico y no lingüístico, entre teorías lingüísticas y su vínculo con modelos de la cognición humana. La noción de gradualidad, en principio, suele aparecer opuesta in toto a las propuestas de aceptabilidad/gramaticalidad categóricas; sin embargo, el mismo concepto de gradualidad puede tener matices y depender de la teoría lingüística a partir de la cual se analice. En ese sentido, la problematización y reflexión permanente que propone Francis sobre conceptos muy clásicos, que muchas veces se toman en “caja cerrada”, es sumamente interesante, pero además sugiere que debería ser un posicionamiento insoslayable para cualquier lingüista.
Los dos primeros capítulos sientan las bases teóricas y epistemológicas de la propuesta: allí se plantea claramente cuál será el abordaje reflexivo que cruzará todo el libro.
Los capítulos 3, 4 y 5 funcionan como transición desde las bases teóricas hacia el análisis pormenorizado de fenómenos puntuales en distintas lenguas. Se concentran en definir y distinguir distintas restricciones sintácticas que operan a la hora de establecer gramaticalidad/aceptabilidad. La primera gran distinción será entre restricciones fuertes (usualmente sintácticas y categóricas) y restricciones débiles (usualmente generadas por la interacción de diversos factores no necesariamente sintácticos, e incluso no estrictamente gramaticales) que son las que suelen dar lugar a la concepción gradualista de aceptabilidad. Sin embargo, dentro de esa primera gran división, la autora planteará un análisis de grano más fino al introducir el rol de otros aspectos no sintácticos pero lingüísticos (por ejemplo, léxicos, semánticos o pragmáticos) así como de factores no específicamente lingüísticos como restricciones de procesamiento o condicionamientos socio-culturales que sesgan las preferencias de los hablantes.
Los capítulos 6 y 7 se concentran sobre dos fenómenos acotados en distintas lenguas (particularmente, alemán, hebreo, cantonés y variedades del inglés) que funcionan como disparadores para introducir la aplicación analítica de la diversidad de recursos teóricos y metodológicos discutidos en los capítulos anteriores. De este modo, se presentan críticamente distintos trabajos que analizan estos problemas y se exhiben, en casos concretos, los vínculos indisolubles entre teorías lingüísticas e interpretación de juicios de aceptabilidad como modo de reconstruir el conocimiento gramatical de los hablantes.
El último capítulo, a modo de coda, presenta una síntesis de los puntos clave desarrollados a lo largo del libro y hace explícito el lugar de los JA como método para construir modelos teóricos precisos sobre la lengua. En este sentido, queda claro que los JA son solo una de las herramientas disponibles en lo que la autora llama “la caja de herramientas para estudiar la sintaxis” y propone otros caminos para expandir esta oferta de opciones en el futuro. Ciertamente, Francis afirma que el futuro de la teoría sintáctica no podrá prescindir de la evidencia que aportan los estudios psicolingüísticos y neurolingüísticos, así como que tampoco conviene desconocer los avances en el área de la lingüística de corpus basada en big data y sus vínculos con los modelos computacionales y las propuestas de machine learning.
En esta reseña, proponemos un recorrido organizado a partir de estos bloques de capítulos, de modo de poder ofrecer una mirada exhaustiva de la propuesta pero sin que se pierda la relación entre los ejes conceptuales del volumen.
2. Construir cimientos: bases teóricas y epistemológicas de la propuesta
La pregunta que recorre todo el libro podría resumirse así: ¿cómo interpretar los juicios que hacen los hablantes sobre la aceptabilidad de las oraciones de su lengua en relación con las teorías lingüísticas que sostienen los lingüistas que los analizan? Esa pregunta supone un elemento que muchas veces no se explicita: la interpretación de cualquier dato está condicionada por compromisos y supuestos teóricos, epistemológicos y metodológicos. Es la explicitación y reflexión en torno a este punto clave para cualquier área de la ciencia lo que constituye uno de los ejes centrales de este libro y lo vuelve de lectura imprescindible.
Desde el primer capítulo, la autora plantea la necesidad de poner en evidencia que los juicios de aceptabilidad no exhiben de modo lineal ni transparente el conocimiento gramatical de los hablantes, sino que estos juicios siempre están mediados, entre otros elementos, por factores pragmáticos, prosódicos, de conocimiento general sobre el mundo, e incluso por mecanismos cognitivos de distinta naturaleza, algunos no específicamente lingüísticos.
En el primer capítulo, Francis ofrece un panorama teórico sobre algunos de los conceptos fundantes de las perspectivas dominantes sobre la gramática luego del llamado giro generativo (Chomsky 1981): el conocimiento gramatical es parte del conocimiento que tienen todos los hablantes sobre su lengua, incluso de modo implícito, y es aquel que aplican (también de modo automático y no consciente) para producir y comprender oraciones. La naturaleza de ese conocimiento (así como su estado inicial, considerado en el marco de la Gramática Universal) es especialmente relevante en la dicotomía clásica entre competencia y actuación: conocimiento sobre la lengua vs. uso de la lengua, respectivamente. Los JA han sido un recurso tradicional en los estudios de gramática teórica para recolectar y analizar ese conocimiento gramatical que se supone que los hablantes tienen sobre su lengua. Sin embargo, en los últimos años han surgido numerosas críticas, especialmente metodológicas, a los JA como un recurso adecuado para alcanzar ese objetivo. Es imprescindible notar que la recolección de datos no ha sido sistemática ni ha tenido control experimental alguno como el que ofrece un diseño factorial, clásico en estudios psicolingüísticos. Las muestras han sido extremadamente pequeñas y, por ende, poco representativas de la población, y el tratamiento de los datos se mostró débil desde el punto de vista estadístico. Pero, además de estos problemas metodológicos evidentes, los JA usualmente no se han presentado con el respaldo de una discusión teórica y epistemológica que exhiba los sesgos que pueden generarse según desde qué teoría lingüística sean interpretados. En este libro, justamente, el foco está puesto en discernir qué factores pueden estar interviniendo durante los JA y, en consecuencia, en considerar hasta qué punto es posible tomarlos como evidencia del conocimiento gramatical de los hablantes.
A partir de esta pregunta amplia, el recorrido se concentrará en discutir cómo es posible distinguir el conocimiento específicamente sintáctico involucrado en los JA de otros factores o dimensiones del conocimiento lingüístico (y no específicamente lingüístico) que forman parte del bagaje que el hablante pone en juego a la hora de producir un JA. Indefectiblemente, este punto nos lleva a la discusión en torno a la posibilidad de sostener una gradualidad en la noción misma de “aceptabilidad” y la necesaria consideración de restricciones débiles, además de las clásicas restricciones categóricas, típicamente sintácticas: ¿es posible concebir la aceptabilidad de las oraciones en un continuum en lugar de considerarla sostenida por marcos dicotómicos? En ese sentido, la intervención de la información semántica y su interacción con la información sintáctica durante los JA es un fenómeno conocido y estudiado hace tiempo; sin embargo, la fuerza y el momento de esa intervención es aún tema de debate.
A lo largo de los distintos apartados del capítulo 1, entonces, se presentan ejemplos y explicaciones teóricas asociadas sobre los distintos tipos de restricciones -además de las estrictamente sintácticas formales- que pueden operar a la hora de generar un JA y que, a su vez, requerirán ser tenidas en cuenta cuando el lingüista interprete los datos: explicaciones prosódicas, semánticas, pragmáticas y de procesamiento. Este último grupo de fenómenos y explicaciones adopta una centralidad digna de mención a lo largo de todo el texto, por lo que desarrollaremos algunas cuestiones relativas a este problema.
Como es sabido, existen múltiples situaciones (o incluso características de las mismas oraciones) que no dependen estrictamente de las estructuras formales de las oraciones, sino de otros elementos que también forman parte del conocimiento de la lengua y que intervienen a la hora de producir un juicio. Por ejemplo, la frecuencia o familiaridad de las palabras (y a veces también de los sin tagmas, concebidos como combinaciones estables de palabras o n-gramas);la canonicidad de las estructuras o la animacidad de los nombres a la hora de establecer referencias pronominales son factores que condicionan los JA en tanto que complejizan el procesamiento de las oraciones: oraciones más difíciles de procesar podrían tener índices de aceptabilidad menores, no por incumplir con restricciones gramaticales sino por ser más costosas desde una perspectiva cognitiva o de procesamiento. Asimismo, oraciones mal formadas podrían juzgarse aceptables cuando el costo de procesamiento sea alto: en esta línea trabajan muchos de los estudios sobre ilusiones semánticas o procesamiento good-enough (Ferreira et al. 2002; Karimi & Ferreira 2016), por ejemplo. Casos como:
Fue el hombre que mordió al perro quien huyó.
La mayoría de los chicos rubios de la familia vecina son traviesos.
muestran que es posible juzgar como gramaticalmente aceptables o inaceptables (e incluso producir espontáneamente) oraciones que, formalmente, no cumplen con ciertas restricciones sintácticas o, por el contrario, que construyen interpretaciones semánticamente anómalas, aunque sean gramaticales. Es decir, se genera un camino de doble vía: bajo ciertas condiciones, podemos rechazar oraciones gramaticales, así como aceptar oraciones que no lo sean.
Luego de esta presentación, el segundo capítulo del libro despliega los múltiples vínculos entre el conocimiento gramatical y las explicaciones sintácticas y no sintácticas que se aplican a la interpretación de JA. El recorrido comienza por las coordenadas básicas de una variedad de teorías gramaticales. Un primer hito es la comparación teórica entre las perspectivas generativas, agrupadas dentro de teorías derivacionales (Chomsky 1981; 1995) basadas en reglas y algoritmos, y las teorías basadas en satisfacción de restricciones (Culicover & Jacken doff 2005). En los dos casos se trata de teorías formales que, a su vez, se distinguen de las propuestas funcionalistas (Bybee & Hopper 2001; Givón 1984; Langacker 1987), que ponen el foco en el aspecto comunicativo del lenguaje y no en sus rasgos formales. Si bien las perspectivas son claramente diferenciables, es interesante mencionar que muchas de las propuestas definidas por “restricciones débiles o suaves” podrían ser consideradas tanto formalistas como funcionalistas, lo que también rompe una clásica dicotomía en lingüística y reconcilia perspectivas que, tradicionalmente, se presentaron como mutuamente excluyentes. Además, se suma un apartado completo para la presentación y el comentario sobre las llamadas Teorías de Optimidad (Bresnan 2000; McCarthy & Prince 1995; Grimshaw 1997), un grupo de propuestas con un desarrollo muy productivo en la última década, sobre todo en el ámbito del procesamiento de lenguaje y la psicolingüística. Estos abordajes defienden la posibilidad de competencia de múltiples representaciones sintácticas simultáneas, es decir, proponen un modelo que tradicionalmente se define como de “competencia de candidatos” y, usualmente, se vinculan estrechamente con los modelos de procesamiento conocidos como de satisfacción de restricciones con base interactiva y en paralelo (Jacken doff 2010; Levy 2008).
Creemos que no nos equivocamos si sostenemos que el concepto clave de este capítulo es el de isomorfismo (Givón 1985), entendido, de modo general, como la relación entre la sintaxis y la información semántica. El isomorfismo no suele definirse en términos categóricos sino graduales e intenta establecer el grado de alineamiento que puede existir entre estructura sintáctica, estructura argumental y estructura discursiva o de la información. Esta noción, en conjunto con la de restricciones fuertes/categóricas y débiles/graduales o probabilísticas, serán las que organicen el panorama teórico y epistemológico de los análisis y reflexiones a lo largo de todo el libro. Las distintas teorías lingüísticas, entonces, tendrán una tendencia a explicar los JA a partir de factores puramente sintácticos o de variables no sintácticas en virtud de: 1. el grado de isomorfismo entre sintaxis y semántica que reconozca cada teoría y 2. la naturaleza de las restricciones aplicadas -categóricas o probabilísticas-.
En el capítulo 3 de este volumen, Francis empieza a discriminar con mayor detalle aquellas restricciones que pueden definirse como estrictamente sintácticas y formales, de aquellos aspectos del conocimiento lingüístico que son de otra naturaleza pero que también inciden durante los JA. La pregunta que funcionará como columna vertebral del capítulo es: ¿cuál es la validez de la evidencia experimental en sintaxis para distinguir entre los distintos factores involucrados en una tarea de JA? Esta es una pregunta que debería cruzar toda la investigación psicolingüística y neurolingüística en torno al nivel sintáctico, aunque no es frecuente hallar trabajos exhaustivos que reflexionen sobre este punto. Vale destacar aquí que el trabajo de Poeppel & Embick (2013) sobre los vínculos entre la teoría lingüística y las neurociencias parece de lectura obligatoria para sumar a este cuadro y develar muchos de los supuestos y compromisos epistemológicos que quedan usualmente opacados o invisibilizados en trabajos empíricos.
Este capítulo ya presenta el formato que adoptarán los siguientes cuatro: apartados que desarrollan un análisis pormenorizado y comparativo de las explicaciones de las distintas teorías sobre un fenómeno lingüístico acotado para una o más lenguas. Se analizan fenómenos como las islas anafóricas en islas factuales y de modalidad con verbos de decir en inglés, distinciones en virtud del orden de palabras y la prosodia en checo, o la selección de auxiliares y posesivos impersonales en alemán. Sobre este último punto, es importante destacar las reflexiones en torno de la noción de aspecto y de qué modo este factor exhibe elementos muy complejos propios de la interfaz sintaxis-semántica, que, indefectiblemente, influyen durante los JA (para una discusión sobre aspecto y telicidad en español, se puede revisar a Laca 2006 y a Trebisacce 2019, entre otros). Uno de los interrogantes que se plantea en este caso es hasta qué punto es posible explicar ciertos resultados de JA solo a partir de factores sintácticos o solo en función de la información semántica: el problema queda planteado y es objeto de productivas discusiones contemporáneas.
3. Ordenar el panorama: distinguiendo restricciones
El cuarto capítulo, con un esquema similar al anterior, desarrolla múltiples distinciones entre las restricciones sintácticas y aquellas adjudicables a mecanismos de procesamiento psicolingüístico o costos cognitivos de carácter general, como los efectos de memoria de trabajo. Inicialmente se describe lo que se suele denominar “efecto de mejoramiento”, entendido como el efecto producido en casos en que se logra una mayor aceptación para ciertas oraciones con ciertas características o en ciertas condiciones particulares, aun cuando desde una perspectiva estrictamente sintáctica resulten agramaticales. Podríamos decir que se genera una suerte de “ilusión de gramaticalidad” (efecto similar al discutido por los modelos good-enough o de procesamiento heurístico propuestos por Ferreira et al. 2002).
La próxima parada conceptual versa sobre la noción de “saciedad sintáctica”, definida como una instancia particular de lo que se conoce como priming estructural (Pickering & Ferreira 2008): es la situación en la que oraciones inaceptables logran aceptabilidad luego de una exposición reiterada a una misma estructura sintáctica aun con variaciones léxicas. Este es un paradigma especialmente productivo para distinguir oraciones agramaticales de oraciones costosas en términos de su procesamiento. En esa escena, Francis introduce, además, otro debate de gran actualidad en el área de la psicolingüística: ¿es posible generar representaciones de oraciones cuya estructura sintáctica no es gramatical o incumple con restricciones formales fuertes? Este interrogante se vincula directamente con el fenómeno conocido como “sobregeneración de oraciones agramaticales”, discutido también en estudios sobre procesamiento plano versus procesamiento jerárquico (Ferreira, Bailey & Ferraro 2002; Frank & Christiansen 2018; Koorneff & Reuland 2016) y sobre efectos de lingering o sostenimiento en la memoria de representaciones parciales e incluso erróneas de oraciones ambiguas (Antal & de Almeida 2021; Christianson et al. 2001; Van Gompel et al. 2006).
El capítulo 5 es el último que propone un marco conceptual general a partir del que se introducen luego fenómenos puntuales analizables en ese marco y, en este caso, el foco está puesto sobre la relación entre la aceptabilidad y la frecuencia reportada para las distintas estructuras en estudios de corpus. En este capítulo se presentan distintas discusiones en torno a los estudios de corpus y se analiza específicamente hasta qué punto los JA pueden ser interpretados como espejos de la frecuencia de aparición de ciertas estructuras o incluso de combinaciones léxicas cristalizadas. El interrogante que recorre el capítulo es: ¿hasta qué punto se juzgan inaceptables aquellas oraciones que pueden ser solo muy infrecuentes o incluso no hallarse nunca en ningún corpus? ¿Cómo distinguir familiaridad de aceptabilidad? Y aquí vuelve a adoptar centralidad el análisis de los condicionamientos que imponen las teorías lingüísticas para dilucidar estos interrogantes. Lo cierto es que las teorías basadas en el uso, de fuerte corte probabilístico, no pueden hacer distinciones claras entre oraciones frecuentes/familiares y gramaticalmente aceptables; en estos casos las dos nociones se retroalimentarían constitutivamente. De hecho, resultados de distintos estudios (Ambridge 2013; Divjak 2017) exhiben que los hablantes son sensibles a probabilidades condicionales de grano fino de modo preciso.
Un último apartado de este capítulo requiere mención especial: la autora se detiene a discutir evidencia surgida de modelos computacionales, específicamente de trabajos basados en machine learning, y su vínculo estrecho con estudios de corpus. No solo interesa especialmente qué pueden aportar todas estas herramientas metodológicas a un adecuado análisis e interpretación de los JA, sino también qué suman epistemológica y teóricamente al estudio del conocimiento gramatical que los hablantes tenemos de nuestra lengua y, por ende, a la conformación de teorías gramaticales más precisas.
4. Hacer foco: análisis comparatista de fenómenos particulares en distintas lenguas
Los dos capítulos siguientes se estructuran, desde el inicio, a partir de un análisis translingüístico de fenómenos particulares y sobre los cuales se discuten acercamientos teóricos y metodológicos diversos, por lo que presentan un abordaje comparatista en dos sentidos. Por un lado, se observan diferencias entre lenguas y, por el otro, se desta can diferencias en virtud del marco teórico usado para la interpretación de la evidencia empírica. Esta doble entrada logra ofrecer un análisis rico, productivo e innovador que dibuja relaciones múltiples y exhibe un panorama complejo con potenciales vías de profundización futura.
El capítulo 6 se concentra sobre los movimientos a la derecha de cláusulas relativas y sintagmas preposicionales, con la presentación detallada de múltiples estudios que abordan este fenómeno; mientras que el capítulo 7 aborda el problema de los pronombres reasunti vos en hebreo, cantonés e inglés. Este fenómeno ha concitado gran interés en varias lenguas, en parte debido a que muestra una marcada variación interlingüística en la que intervienen factores muy diversos, por ejemplo, sintácticos, pragmáticos y de procesamiento. Existen lenguas, como el inglés, en las que los reasuntivos se definen como intrusivos, es decir como generadores de agramaticalidad; mientras en otras, típicamente el hebreo, los reasuntivos son considerados gramaticales. Vale mencionar que el español es una lengua en la que este fenómeno ha sido tradicionalmente analizado y parece generar construcciones aceptables en la gran mayoría de los casos, aunque existen excepciones; para análisis basados en restricciones sintácticas, se puede consultar Fernández Soriano (1995), mientras para explicaciones que también involucran aspectos de procesamiento y semántico-pragmáticos, es posible recurrir a Agulló (2022), Lopes Camara (2018) o Suárez Fernández (2013), entre otros.
5. Final de este recorrido y caminos futuros
Por último, a modo de coda, el octavo capítulo nuevamente aleja la lupa y aborda desde una perspectiva teórica amplia la discusión sobre la gradualidad en la noción de aceptabilidad, la diversidad metodológica en torno al estudio del conocimiento gramatical que manejan los hablantes y los compromisos que tomamos como lingüistas al interpretar los datos de JA desde una u otra teoría lingüística. Como síntesis del amplio y exhaustivo recorrido del libro, Francis retoma el comentario sobre el lugar de los JA dentro de lo que llama una “caja de herramientas sintácticas” disponibles para investigar y estudiar qué conocen los hablantes sobre su lengua y cómo lo ponen en juego a la hora de comprender y producir oraciones. Sin duda, los JA siguen ofreciendo un instrumento válido y pertinente, pero parece ser el momento de afirmar que este último no puede quedar aislado ni funcionar de modo autónomo ni desacoplado de la evidencia proveniente de otras herramientas metodológicas, más habituales en propuestas psicolingüísticas y neurolingüísticas o propias de la lingüística de corpus. La posición de la autora parece clara: no es necesario destacar una herramienta por sobre la otra, pero sí resulta imprescindible plantear la complementariedad de esas perspectivas y explicitar los supuestos teóricos y condicionamientos epistemológicos que nos imponen las distintas teorías lingüísticas a la hora de interpretar los datos surgidos de la aplicación de esos métodos diversos.
A modo de cierre, y en tanto esta reseña es escrita desde Latinoamérica, nos parece fundamental destacar la reflexión que plantea Francis acerca de la radical importancia de fomentar estudios translingüísticos que incluyan, además, lenguas históricamente minorizadas como las lenguas originarias de Sudamérica, sistemáticamente invisibilizadas y de las que, muchas veces, carecemos de descripciones que evidencien otros fenómenos lingüísticos relevantes y dignos de análisis. Es urgente desarmar la escena actual en la que la construcción de teorías y modelos solo surge atendiendo comunidades lingüística y socio-culturalmente hegemónicas. Esto nos ha llevado al punto de proyectar erróneamente teorías sobre la sintaxis del inglés (u otras pocas lenguas europeas hegemónicas) a la sintaxis de todas la lenguas; o terminar definiendo como “excepciones” todo aquello que se aparte de una regla construida ad hoc a partir de esos sesgos iniciales originados en un profundo desequilibrio en el acceso al conocimiento. El futuro de los estudios lingüísticos, además de abrirse a una multiplicidad de perspectivas teóricas, epistemológicas y metodológicas transdisciplinares, tiene la deuda ética e histórica de tomar una perspectiva translingüística.