Introducción
México se enfrenta hoy a la encrucijada histórica fundamental sobre el rumbo que debe tomar para los próximos años. Su reto se halla en reducir las desigualdades que apremian con singular urgencia en todos los ámbitos (económico, político, ambiental y social) (Ríos, 2021), lo cual demanda soluciones creativas que incorporen a todos los actores de la sociedad (Acemoglu y Robinson, 2019). La meta, por tanto, debe estar enfocada en conseguir una sociedad civil informada y participativa, una comunidad académica comprometida con la objetividad y la agenda social (Pérez Fernández del Castillo, 2017), y empresarios corresponsables y promotores del desarrollo regional.
Ahora bien, el estudio de la desigualdad exige la observación y el análisis de la manera como se distribuye el ingreso corriente entre los hogares, es decir, un análisis relacional que involucra la valoración de los altos y bajos ingresos. De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el coeficiente de Gini se utiliza para medir la desigualdad, donde el valor 0 representa una equidad perfecta, mientras que un índice de 1 constituye una inequidad perfecta. Según este, México es el cuarto país más desigual de sus países miembros, con un índice de Gini del 0.42 (OCDE, 12 de septiembre de 2022), lo cual tiene consecuencias negativas en los ámbitos económicos, sociales y políticos (Atkinson, 2015).
En este trabajo de investigación, por tanto, intentamos preguntarnos sobre la posibilidad de alcanzar mejores niveles de desarrollo en el país y la instrumentación adecuada de la agenda internacional en los ámbitos municipales, estatales, regionales y nacionales, pues la capacidad estatal y la coordinación entre los diversos niveles de gobierno son una pieza fundamental en el entramado social y en la búsqueda de una vida más justa (Pérez-Nájera, 2021).
En este sentido, es importante destacar que el objetivo número 10 de la agenda 2030 del desarrollo sostenible plantea reducir la desigualdad en y entre los países. Sin embargo, no es una novedad señalar que los estados del sur del país son una de las regiones más inequitativas del mundo (Lustig, 2020), lo cual se ha intensificado debido a la pandemia del covid-19 (Cervantes Martínez y Villaseñor Becerra, 2022; Chávez-Almazán et al., 2021; Tadesse y Muluye, 2020). Por ello, es necesario tomar medidas creativas y congruentes con los grandes retos que enfrentamos en esta coyuntura, en especial aquellos relacionados con la desigualdad de ingresos monetarios (Atkinson, 2015).
El tema de la desigualdad es un eje central en el análisis económico, en particular por su relación con el bienestar y la gestión del desarrollo (Bernasconi et al., 2019), de ahí que en los últimos años haya tenido un papel preponderante en la discusión mundial (Milanović, 2018). En este trabajo, conceptualizamos a la desigualdad económica como la diferencia en la distribución de los ingresos y el bienestar entre la población.
En el caso de México, su geografía y las características socioeconómicas de los estados muestran grandes diferencias, lo cual se ve reflejado en los IDH muy bajos del sur y los más altos del norte (figura 1). Por ello, es posible reconocer que tanto el desarrollo (Sen, 2016) como la desigualdad son condiciones complejas y multifactoriales, que deben ser atendidas con buenos servicios de educación y salud para corregir la problemática (Carmona Guerrero y Caamal Olvera, 2018).
La desigualdad, lógicamente, incide en las posibilidades de crecimiento económico, en especial en el largo plazo (Berg et al., 2018), pues esta situación merma el estado de derecho (Acemoglu y Robinson, 2019), las instituciones democráticas (Estrada Rodríguez et al., 2022) y genera externalidades negativas en el medio ambiente y el bienestar (Castells et al., 2019).
Sin embargo, la obligación de reducir las desigualdades preservando el entorno no es labor exclusiva del sector público, ya que hoy más que nunca el sector empresarial y la sociedad civil deben incorporar estructuras de seguimiento, vigilancia y participación para acompañar los proyectos y políticas públicas o transferencias monetarias (Pérez-Nájera y Rendón-Hernández, 2022). Cabe señalar que en nuestro país se ha mejorado la cobertura, pero queda trabajo por hacer en lo que respecta a la calidad de la educación (Clara Zafra y Vega Zárate, 2021).
El IDH es un indicador “sintético” para evaluar el desarrollo a mediano plazo; considera tres dimensiones que permiten incorporar la esperanza de una vida larga y saludable, los años de escolaridad y el ingreso, por lo que es una herramienta muy útil para identificar los patrones de bienestar (Sen, 2016). Por ejemplo, para contextualizar las características de heterogeneidad de las entidades del país, si comparamos a los estados de la república mexicana en el contexto internacional, podemos observar los bajos niveles de bienestar en la entidad (figura 1).
Conceptualmente, el índice de desarrollo humano (IDH) “es un indicador que monitorea el progreso de las naciones con un instrumento que conjuga la longevidad de las personas, su educación y el nivel de ingreso necesario para una vida digna” (PNUD, 2022. Párr. 1), y está conformado por tres dimensiones: el índice de educación “mide el progreso relativo de un país o un estado tomando en cuenta los años promedio de escolaridad y los años esperados de escolarización”; el índice de ingreso “se incluye como sustituto de todos los demás aspectos del desarrollo humano que no están reflejados en una vida larga y saludable ni en los conocimientos adquiridos”; y el índice de salud “mide el logro relativo de un país o un estado respecto a una norma internacional mínima, de 20 años de esperanza de vida al nacer, y una máxima de 83.4” (PNUD, 18 de junio de 2021. p. 8).
Es fundamental procurar el seguimiento de los indicadores de sostenibilidad, bienestar y desigualdad en México, ya que son una alternativa empírica para evaluar a los gobiernos estatales (Duflo, 2021). Sin embargo, hay que reconocer que muchas de las acciones emprendidas en políticas públicas pueden observarse en periodos posteriores a su aplicación, es decir, la medición de los resultados podría ser cuantificable años después. Por ello, es posible afirmar que este tipo de estudios aportan a la discusión de propuestas que inciden en el bienestar de la sociedad desde el ámbito académico y recalcan la importancia de implementar medidas que reduzcan la desigualdad a fin de beneficiar los niveles de educación y salud, en especial en las regiones históricamente olvidadas (Quiroz Reyes, 2020).
Cabe señalar que la correlación permite retomar la investigación empírica y documental sobre los indicadores en los 32 estados del país, por lo que es deseable utilizar técnicas mixtas de investigación que contrasten lo que enseñan los datos con la situación y percepciones de los agentes económicos (empresarios, mujeres, hombres, jóvenes, trabajadores informales, indígenas, etc.), pues ellos todos los días están en contacto con las realidades. De esa manera, luego se podrán efectuar comparaciones con estudios previos, como los de Aguilar Ortega (2019) y Ortiz et al. (2020).
Explicado lo anterior, esta investigación tuvo como objetivo analizar los efectos que pudieran apreciarse al disminuir la desigualdad en los estados mexicanos. Para lograrlo se realizó un análisis de datos panel que consideró al índice de desarrollo humano subnacional (SHDI) como una variable dependiente de la desigualdad y el ingreso. Los resultados aportan evidencia econométrica para establecer que la disminución del coeficiente de Gini por estado aumentaría la calidad de vida (en términos de los componentes del IDH) de los mexicanos.
El documento se divide en las siguientes secciones: la presente parte introductoria seguida del apartado metodológico, donde se detalla el modelado y las series de datos utilizados. Luego se enuncian los resultados obtenidos, los cuales son discutidos en una sección aparte. Al final del documento se presentan las conclusiones.
Materiales y métodos
Para analizar la relación existente entre la desigualdad y el desarrollo en México se aplicó un estudio correlacional y de datos panel a un conjunto de datos de las 32 entidades federativas en México en el periodo 2008-2018. Para tal efecto, se construyó un modelo complejo de vectores según la ecuación 1:
Donde SHDIit es el índice de desarrollo humano de una entidad federativa i en el tiempo t y Dit es la desigualdad, medida a través del coeficiente de Gini en una entidad federativa i en el tiempo t. PIBeit corresponde al producto interno bruto de una entidad federativa i en el tiempo t. El parámetro ℇ permite la posibilidad de los efectos fijos de los estados, mientras que indica los residuos estimados.
La ecuación (1) se estima utilizando el método de datos panel FGLS (Feasible Generalized Least Squares), el cual ajusta los modelos de datos de panel lineal utilizando mínimos cuadrados generalizados factibles (Wooldridge, 2010).
Datos
De manera descriptiva los datos utilizados incorporan los resultados de la Encuesta Nacional de Gastos e Ingreso de los Hogares de 2008 a 2018. Esta encuesta se levanta cada 2 años, por lo que los años incluidos fueron 2008, 2010, 2012, 2014, 2016 y 2018 para las 32 entidades del país.
En el caso del índice de desarrollo humano subnacional (SHDI), es decir, por entidades, promedia los valores subnacionales de tres dimensiones: educación, salud y nivel de vida. Esos datos derivan de la base de datos desarrollada por Smits y Permanyer (2022). Para el ingreso (PIBe) de las entidades se utilizaron los datos bianuales del periodo de estudio, y los datos se obtuvieron de las estadísticas disponibles del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), PIB por entidad federativa, base 2013, que “permite conocer anualmente el comportamiento y composición de las actividades económicas de los estados” (INEGI, 2023, párr. 1).
Las características estadísticas descriptivas de las series de datos se muestran en la tabla 1:
Resultados
La tabla 2 muestra los resultados de la correlación entre la variable dependiente y las variables explicativas. Se observa que las variables independientes tienen una baja correlación con respecto al SHDI. Además, la desigualdad (D) medida con el coeficiente de Gini tiene una relación negativa esperada, ya que incrementar porcentualmente la desigualdad en las entidades federativas disminuiría el SHDI, mientras que el ingreso arroja una correlación pequeña, pero positiva.
La prueba de Brush Pagan indicó que la aplicación de métodos de datos panel tendrá mejor ajuste que la aplicación de una metodología basada en mínimos cuadrados ordinarios (MCO). Asimismo, de acuerdo con la prueba de Hausman, el panel de efectos fijos es el más adecuado por su significancia estadística.
El panel no presenta problemas de autocorrelación, pero sí de heterocedasticidad, por lo que es necesario corregirlo. El modelo de corrección estándar se aplicó junto al modelo FGLS; sin embargo, el método de mínimos cuadrados generalizados factibles tiene mayor robustez y los resultados se presentan en la tabla 3:
Coef. | SE | |
---|---|---|
D | -0.1529823 | 0.0225438 |
PIBe | 0.0095336 | 0.0009395 |
_cons | 0.7019227 | 0.0116843 |
Prob > chi2 | = | 0.0000 |
Wald chi2(1) | = | 160.52 |
Número de obs. | = | 192 |
Número de grupos | = | 32 |
Periodos | = | 6 |
Fuente: Elaboración propia
Los resultados muestran la relación negativa entre el SHDI y la desigualdad y, a su vez, la relación positiva entre el crecimiento del PIBe (como variable de control) con el SHDI, lo cual contribuye a poder discutir algunas investigaciones previas sobre el tema en la siguiente sección.
Discusión
La literatura previa, más allá de los resultados empíricos, tiene un fundamento teórico fundamental para el análisis del bienestar no solo como una dimensión del PIB, sino en concordancia con la salud y la educación. Esta implicación permite empezar a desarrollar estudios sobre otros aspectos importantes que conforman el denominado desarrollo económico en convergencia con el bienestar personal, comunitario y social (Rojas y Charles-Leija, 2022).
Estudios como el de Ortiz et al. (2020) analizan exclusivamente una regresión lineal con datos de 1990 y 2018, donde se demuestra una correlación negativa que concuerda con lo hallado en el presente estudio; sin embargo, la metodología de panel de datos permite una mejor modelación estadística. Otros enfoques recomiendan incrementar los sistemas de salud y educación (ambos considerados en el IDH) como alternativa para salir de la trampa de pobreza y reducir la desigualdad, en especial en los estados menos desarrollados (Salgado-Vega y Zepeda-Mercado, 2012).
Autores como Aguilar Ortega (2019) argumentan que la desigualdad se ha mantenido en los mismos niveles, especialmente en las zonas rurales debido al modelo neoliberal; sin embargo, el presente estudio utiliza una metodología más rigurosa para identificar la necesidad de políticas públicas redistributivas que contribuyan a la movilidad social (Campos-Vázquez et al., 2022). Esta, por ende, es una contribución fundamental para estudios posteriores a mediano plazo o comparativos internacionales.
Ideológicamente, pareciera obvio la relación entre la desigualdad y el crecimiento o el desarrollo económico; no obstante, existen publicaciones que aún presuponen que la desigualdad es parte de un proceso natural o una fase del incremento del PIB, para posteriormente distribuir los recursos de manera más equitativa. Por ello, la discusión se mantiene abierta a situaciones coyunturales de tiempo-espacio o regiones específicas territoriales (Qiu et al., 2018) y metodologías estadísticas robustas en datos, pero que muestran resultados similares (Parsons, 2023).
Conclusiones
De acuerdo con los resultados de esta investigación, podemos indicar que un modelo de datos panel brinda mayor robustez econométrica para analizar la relación entre la desigualdad, el desarrollo humano y el ingreso en los modelos de correlación estadística.
Además, podemos señalar, empíricamente, la importancia de reducir la desigualdad del ingreso para mejorar los niveles de salud y educación como indicadores de bienestar, tal como se expresa en la literatura existente. En tal sentido, los resultados nos indican que el incremento porcentual del indicador de desarrollo humano en las entidades federativas mexicanas se vincula con la reducción del coeficiente de Gini.
Asimismo, incorporar el producto interno bruto estatal (PIBE) al modelo como variable de control contribuye a determinar otros pesos relativos en esta relación, ya que -como se mencionó en la introducción- tanto el desarrollo como la desigualdad del ingreso son fenómenos multifactoriales y altamente complejos. Por ello, las políticas públicas enfocadas en reducir la inequidad económica resultan primordiales, en particular en las regiones más desiguales.
Futuras líneas de investigación
La educación y la salud son elementos imprescindibles en la calidad de vida de la sociedad. Por ende, reducir la desigualdad y fomentar el crecimiento económico deben ser los pilares fundamentales para alcanzar una sociedad con una vida digna y plena. En esa tesitura, el debate sigue abierto para futuras investigaciones donde sea posible segmentar económicamente las regiones del país para una mayor comprensión de las relaciones entre la educación, la salud (IDH), la desigualdad (Gini) y el crecimiento económico (PIB). De esta manera se podrá determinar la importancia del crecimiento económico con una correcta distribución del ingreso (y la riqueza) en el bienestar social. Asimismo, se recomienda incorporar otros indicadores socioeconómicos al modelo econométrico para determinar si existe alguno que pueda resultar fácil de manipular para incrementar el IDH en las entidades del país.