Introducción
El cuidador primario informal de una persona dependiente es una figura a la que no se le ha dado la importancia necesaria en el ámbito de la salud, aun cuando es un personaje por demás relevante, ya que funge como la articulación entre el enfermo, la familia y los profesionales de la salud. El desempeño del rol de cuidador conlleva afectaciones que repercuten tanto en la salud del enfermo como en la del cuidador. Entre los diversos elementos que afectan a esta díada están documentados: a) la depresión, como principal efecto directo en la salud mental de los cuidadores (Vázquez y col., 2014), b) la persona en situación de dependencia, ya que un cuidador con depresión disminuye la calidad de sus cuidados (Williamson y Shaffer, 2001).
Al respecto, en una revisión reciente se afirmó que el rol de cuidador es altamente estresante, y está asociado a síntomas depresivos y afectaciones en la salud (Laguado-Jaimes, 2019). Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2018) señaló que entre las problemáticas de salud a las que se enfrentan los cuidadores primarios se registran síntomas depresivos comunes, tales como presencia de tristeza, pérdida de interés, sentimientos de culpa o baja autoestima, trastornos del sueño o del apetito, cansancio y falta de concentración.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2017) reportó que alrededor de 286 000 mexicanos ejercían el rol de cuidador informal y, en su mayoría, eran del sexo femenino (96.7 %). En cuanto al tiempo dedicado al cuidado de una persona dependiente, se registró un promedio de 38.5 h a la semana, con una tendencia de estar en situación de desempleo, ya sea por tener que abandonar su trabajo para el cuidado de su familiar o porque el desempeño de ese rol les impide buscar trabajo.
Los estudios de personas dependientes en México han documentado que los adultos mayores necesitan apoyo para subir o bajar escalones (25 %), ayuda física o supervisión para caminar 50 m (24 %) y para el traslado (18 %) (Loredo-Figueroa y col., 2016). El nivel de dependencia está asociado con las enfermedades no transmisibles, que suelen manifestarse en edades avanzadas y están relacionadas con los estilos de vida (Secretaría de Salud, 2015). La mayoría de las veces esta dependencia se resuelve mediante apoyo externo proporcionado por un “cuidador primario informal”. Este cuidador se caracteriza porque, a pesar de no haber recibido entrenamiento alguno para desempeñar su rol, está encargado del cuidado de la persona enferma, discapacitada o anciana que no puede valerse por sí misma para la realización de actividades en su vida diaria, seguir su tratamiento o acudir a servicios de salud. Se trata de un trabajo no remunerado y generalmente con relaciones afectivas de parentesco (López, 2016).
En México, cuando las personas dependientes además padecen una enfermedad crónico degenerativa como diabetes e hipertensión, presentan dependencia leve (41 %), moderada (14.4 %), grave (8.8 %), total (10 %) o independencia (25.5 %) (Rodríguez-Medina y Landeros-Pérez, 2014).
En España se han realizado diferentes estudios de personas con insuficiencia renal, como padecimiento principal o secundario, que asistían a programas de hemodiálisis. En sus resultados registraron mayores porcentajes de dependencia leve (43.4 % a 55.8 %) y moderada (29.4 % a 53 %) (Camps y col., 2009; Andreu-Periz y col., 2012; Contreras y col., 2014). Solo un estudio, realizado con adultos mayores institucionalizados y sin enfermedades crónicas de ese país, encontró el mayor porcentaje en la categoría dependencia severa o total (42.7 %) (Rodríguez y col., 2014). Cabe destacar que en los estudios antes descritos, el nivel de dependencia es reportado por familiares, profesionales de salud o la persona enferma.
Algunos otros estudios han documentado que entre el 33 % y el 61 % de los cuidadores no presentan síntomas de depresión; sin embargo, un dato preocupante es que entre el 9 % y 36.7 % registraron depresión severa (Dzul-Gala y col., 2018; Martínez-Rodríguez, 2018; Lanatta y col., 2019; Vázquez y col., 2019). Dichos síntomas se han relacionado con sobrecarga (Dzual-Gala y col., 2018); incluso, se ha identificado relación causal en ambas direcciones: la depresión prediciendo la sobrecarga (Hernández y col., 2019) o a la inversa, la sobrecarga como predictora de depresión (Viñas-Díez y col., 2019). No obstante, son escasos, los estudios que exploran la relación entre depresión en el cuidador y dependencia de la persona bajo su cuidado.
La revisión de literatura específica relacionada con cuidadores primarios informales de adultos mayores con padecimiento mental (ansiedad, demencia, entre otras) y algún grado de dependencia permitió constatar que, en la mayoría de estos estudios se reporta ausencia de depresión (entre el 50.5 % y 61 %). Aunque en el extremo de depresión severa se registraron porcentajes importantes que se ubican entre el 2.8 % y 8.3 % (Domínguez y col., 2012; Corbalán y col., 2013; Segura-Pacheco y col., 2014; Velásquez y col., 2016; Navarro-Sandoval y col., 2017), los cuales, se ha demostrado que pueden disminuir como producto de programas de prevención (Vázquez y col., 2018). Así también, se encontraron estudios de cuidadores de adultos mayores de 100 años (Rodríguez, 2018) y niños con lesión cerebral (Islas y Castillejos, 2016) que muestran que la tendencia es a la inversa, es decir, los porcentajes mayores se ubican en las categorías de depresión alta (entre 36.7 % y 68.9 %).
Es importante aportar conocimiento a las problemáticas que enfrentan los cuidadores informales. Además, se requieren estudios en México que exploren la relación emocional entre los cuidadores y sus dependientes.
El objetivo de este trabajo fue identificar la relación entre síntomas depresivos de los cuidadores primarios informales y el nivel de dependencia que perciben en la persona que cuidan.
Materiales y métodos
El diseño de investigación fue no experimental, transversal y correlacional. La muestra fue no probabilística, intencional, de 259 cuidadores primarios informales de personas con alguna enfermedad crónica, usuarias de 2 hospitales generales ubicados en Tampico, Tamaulipas, México. Se incluyeron cuidadores primarios informales mayores de edad, con un mínimo de 3 meses ejerciendo el rol, sin remuneración económica ni capacitación, que estuvieran a cargo de enfermos hospitalizados en las áreas de hemodiálisis, quimioterapia, hospitalización y cuidados paliativos (Tabla 1). Se excluyeron a los cuidadores que no fueran primarios y que presentaran algún problema físico o psicológico que afectara los objetivos de la investigación. Se eliminaron del est/udio aquellos participantes que no respondieron los instrumentos en su totalidad.
Instrumentos
Se utilizó una modificación del Cuestionario sobre la salud del paciente: Escala de Depresión (PHQ, por sus siglas en inglés: Patient Health Questionnaire, Depression Scale), que en su versión original es de 9 reactivos, diseñado por Kroenke y col. (2001). En el presente estudio se aplicó la versión de 8 ítems en forma de pregunta de León y col. (2019), que indagan el estado de las personas en las últimas dos semanas. El formato de respuesta tiene 4 alternativas ordenadas de menor a mayor gravedad, que van de 0 a 3 puntos, en función de la alternativa escogida. La sumatoria total de las respuestas tiene un puntaje global que va de 0 a 24 puntos y se divide en las categorías siguientes: sin síntomas depresivos, de 0 a 4 puntos; síntomas leves, de 5 a 9; síntomas moderados, de 10 a 14; síntomas severos, de 15 a 19; síntomas graves, de 20 a 24 puntos. En México se reportó un alpha de Cronbach = 0.78 y un coeficiente de correlación interclase = 0.85 (León y col., 2019).
La Escala de Barthel, desarrollada por Mahoney y Barthel en 1955, fue utilizada para medir la capacidad de la persona para la realización de 10 actividades básicas de la vida diaria. Es importante señalar que la escala se aplicó a los cuidadores, quienes respondieron sobre las capacidades que percibían en las personas bajo su cuidado. Los 10 reactivos evalúan capacidades funcionales cuyos valores están entre 0 y 100, con intervalos de 5 puntos. Cuanto más cerca de 0 está la puntuación de un sujeto, más dependencia tiene; cuanto más cerca de 100, más independencia. Las categorías de interpretación son: de 0 a 20, dependencia total; de 21 a 60, dependencia severa; de 61 a 90, dependencia moderada; de 91 a 99, dependencia escasa; 100, independencia. El Índice de Barthel fue validado en México por Carreón-Goméz y col. (2016), el coeficiente de confiabilidad mediante Kuder-Richarsond fue de 0.75.
Procedimiento de la recolección de datos
Una vez obtenidos los permisos de las instituciones correspondientes, se capacitó un equipo de estudiantes para estandarizar la aplicación de los instrumentos y reducir el margen de error. En la capacitación, dirigida por los responsables del proyecto, se revisaron los reactivos y se describió el procedimiento de aplicación. Posteriormente, se acudió a las instituciones antes mencionadas, donde los integrantes del equipo invitaron a los cuidadores primarios informales a participar en la investigación de forma voluntaria. Se explicó el procedimiento a realizar y se leyó el consentimiento informado; una vez que la persona aceptó participar en la investigación, se procedió a la firma del consentimiento y la aplicación de instrumentos.
Este estudio se apegó a la Ley General de Salud de México en materia de investigación, y es parte de un proyecto mayor de la red temática de automanejo en enfermedades crónicas (Red Temática de Automanejo en Enfermedades Crónicas, 2018).
Análisis de datos
Se realizaron los siguientes análisis:
Se utilizó la Chi cuadrada de Pearson para explorar la asociación de niveles de dependencia de la persona enferma con sexo, estado civil, trabajo, parentesco y años dedicados al cuidado, así como la asociación de niveles de sintomatología depresiva con sexo, estado civil, trabajo, parentesco y años de cuidado.
El coeficiente de Pearson, se utilizó para analizar la correlación entre los puntajes totales de sintomatología depresiva y dependencia percibida. Posteriormente, mediante Chi cuadrada de Pearson, se analizó la asociación de los niveles de dependencia de la persona enferma y las categorías de sintomatología de depresión en el cuidador. Además, se obtuvieron los residuos tipificados corregidos para cada celda de la tabla de contingencia.
Con el propósito de comprender mejor el comportamiento de la variable síntomas depresivos en los diferentes niveles de dependencia se realizó un análisis de varianza de una vía, con la finalidad de comparar los puntajes globales de las variables síntomas depresivos y dependencia. Para ello, se construyeron 3 categorías de dependencia, agrupando de la siguiente manera las 5 categorías que arroja el índice de Barthel: 1) dependencia severa (categorías total y severa), 2) dependencia moderada (categorías moderada y escasa) y 3) independencia.
La captura de datos y el análisis se realizaron con el Paquete Estadístico para Ciencias Sociales (SPSS, por sus siglas en inglés: Statistical Package for the Social Sciences) (Nie y col., 1975), versión 25.
Resultados
Como se observa en la Tabla 1, en las personas con enfermedad a cargo de los cuidadores primarios informales predominó el sexo femenino (58.3 %), con un promedio de edad de 67.44 años y 14.67 años de haber sido diagnosticadas. La enfermedad más frecuente entre las personas cuidadas fue la diabetes, con un 40.5 %, seguida por la hipertensión con 27.4 %.
El promedio de edad de los cuidadores primarios informales, al momento del estudio, era de 49.6 años, con predominio del sexo femenino (82.6 %) y un promedio de tiempo de cuidado de 6.7 años. El parentesco del cuidador, en su mayoría, fue de hijas, con el 38.2 %. Y el 51 % de los cuidadores trabajaba (Tabla 2).
Edad |
|
Min: 18 Max: 87 |
Años escolares |
|
Min: 1 Max: 21 |
Años de cuidado |
|
Min: 0.3 Max: 54 |
Sexo | F | % |
Mujeres | 214 | 82.6 |
Hombres | 45 | 17.4 |
Estado civil | ||
Casado/ unión libre | 179 | 69.1 |
Viudo | 11 | 4.2 |
Divorciado | 18 | 6.9 |
Soltero | 51 | 19.7 |
Parentesco | ||
Esposa | 55 | 21.2 |
Esposo | 16 | 6.2 |
Madre | 16 | 6.2 |
Hija | 99 | 38.2 |
Hijo | 23 | 8.9 |
Hermano (a) | 17 | 6.6 |
Nuera | 12 | 4.6 |
Yerno | 5 | 1.9 |
Otro familiar | 16 | 6.2 |
Trabaja actualmente | ||
Si | 132 | 51.0 |
No | 127 | 49.0 |
Respecto a los resultados en las variables de investigación, se encontró que el 38.6 % de los cuidadores presentaron síntomas de depresión en sus 4 diferentes categorías. El 61.4 % no presentó estos síntomas. Así también, se observó que el mayor porcentaje de dependencia que percibían los cuidadores hacia sus pacientes se ubicó en la categoría dependencia moderada, con el 32.4 % (Tabla 3).
En la asociación de niveles de dependencia con algunas características de los cuidadores, como sexo, estado civil, trabajo, parentesco y años de cuidado, los resultados mostraron significancia únicamente en la asociación con el parentesco (P = 0.011). Sin embargo, es de importancia considerar que el 60 % de las celdas tiene un conteo menor al esperado (n = 5), por tanto, dicho resultado debe tomarse con reservas (Tabla 4).
Dependencia | Total F (%) |
Severa F (%) |
Moderada F (%) |
Escasa F (%) |
Independencia F (%) |
Chi2 de Pearson |
---|---|---|---|---|---|---|
Sexo | n = 259 | 100 % | ||||
Femenino | 24 (9.3) | 44 (17.0) | 69 (26.6) | 11 (4.2) | 66 (25.5) | P = 0.841 |
Masculino | 6 (2.3) | 8 (3.1) | 15 (5.8) | 4 (1.5 %) | 12 (4.6) | |
Estado civil | ||||||
Casado | 20 (7.7) | 35 (13.5) | 63 (24.3) | 10 (3.9) | 51 (19.7) | P = 0.207 |
Viudo | 3 (1.2) | 4 (1.5) | 0 (0) | 2 (0.8) | 2 (0.8) | |
Divorciado | 3 (1.2) | 3 (1.2) | 7 (2.7) | 0 (0) | 5 (1.9) | |
Soltero | 4 (1.5) | 10 (3.9) | 14 (5.4) | 3 (1.2) | 20 (7.7) | |
¿Trabaja actualmente? |
||||||
Si | 15 (5.8) | 26 (10.0) | 51 (19.7) | 5 (1.9) | 35 (13.5) | P = 0.181 |
No | 15 (5.8) | 26 (10.0) | 33 (12.7) | 10 (3.9) | 43 (16.6) | |
Parentesco | ||||||
Esposa | 2 (0.8) | 12 (4.6) | 14 (5.4) | 2 (0.8) | 25 (9.7) | P = 0.011* |
Esposo | 0 (0.0) | 3 (1.2) | 5 (1.9) | 2 (0.8) | 6 (2.3) | |
Madre | 0 (0.0) | 4 (1.5) | 1 (0.4) | 2 (0.8) | 9 (3.5) | |
Hija | 16 (6.2) | 14 (5.4) | 39 (15.1) | 5 (1.9) | 25 (9.7) | |
Hijo | 2 (0.8) | 5 (1.9) | 9 (3.5) | 2 (0.8) | 5 (1.9) | |
Hermano(a) | 4 (1.5) | 5 (1.9) | 3 (1.2) | 2 (0.8) | 3 (1.2) | |
Nuera | 1 (0.4) | 3 (1.2) | 5 (1.9) | 0 (0.0) | 3 (1.2) | |
Yerno | 3 (1.2) | 1 (0.4) | 1 (0.4) | 0 (0.0) | 0 (0.0) | |
Otro familiar | 2 (0.8) | 5 (1.9) | 7 (2.7) | 0 (0.0) | 2 (0.8) | |
Años dedicados al cuidado |
||||||
3 meses a 5 años | 20 (7.7) | 36 (13.9) | 56 (21.6) | 10 (3.9) | 45 (17.4) | P = 0.124 |
5.1 a 10 años | 4 (1.5) | 7 (2.7) | 10 (3.9) | 1 (0.4) | 15 (5.8) | |
10.1 a 15 años | 3 (1.2) | 3 (1.2) | 7 (2.7) | 4 (1.5) | 1 (0.4) | |
15.1 a 20 años | 1 (0.4) | 4 (1.5) | 7 (2.7) | 0 (0) | 10 (3.9) | |
Más de 20 años | 2 (0.8) | 2 (0.8) | 4 (1.5) | 0 (0) | 7 (2.7) |
*P < 0.05 diferencia significativa.
En la asociación de niveles de sintomatología depresiva con sexo, estado civil, trabajo, parentesco y años de cuidado, los resultados de Chi cuadrada de Pearson no mostraron significancia para ninguno de los cruces entre las variables (Tabla 5).
Depresión | Sin síntomas F (%) |
Leve F (%) |
Moderada F (%) |
Severa F (%) |
Grave F (%) |
Chi2 de Pearson |
---|---|---|---|---|---|---|
Sexo | n = 259 | 100 % | ||||
Femenino | 128 (49.4) | 49 (18.9) | 24 (9.3) | 6 (2.3) | 7 (2.7) | P = 0.529 |
Masculino | 31 (12) | 9 (3.5) | 3 (1.2) | 2 (0.8) | 0 (0) | |
Estado civil | ||||||
Casado | 110 (42.5) | 41 (15.8) | 17 (6.6) | 5 (1.9) | 6 (2.3) | P = 0.287 |
Viudo | 5 (1.9) | 6 (2.3) | 0 (0) | 0 (0) | 0 (0) | |
Divorciado | 14 (5.4) | 2 (0.8) | 1 (0.4) | 1 (0.4) | 0 (0) | |
Soltero | 30 (11.6) | 9 (3.5) | 9 (3.5) | 2 (0.8) | 1 (0.4) | |
¿Trabaja actualmente? |
||||||
Si | 87 (33.6) | 23 (8.9) | 16 (6.2) | 3 (1.2) | 3 (1.2) | P = 0.251 |
No | 72 (27.8) | 35 (13.5) | 11 (4.2) | 5 (1.9) | 4 (1.5) | |
Parentesco | ||||||
Esposa | 29 (11.2) | 13 (5) | 8 (3.1) | 4 (1.5) | 1 (0.4) | P = 0.816 |
Esposo | 10 (3.9) | 6 (2.3) | 0 (0) | 0 (0) | 0 (0) | |
Madre | 11 (4.2) | 2 (0.8) | 2 (0.8) | 1 (0.4) | 0 (0) | |
Hija | 61 (23.6) | 21 (8.1) | 11 (4.2) | 1 (0.4) | 5 (1.9) | |
Hijo | 17 (6.6) | 4 (1.5) | 2 (0.8) | 0 (0) | 0 (0) | |
Hermano(a) | 10 (3.9) | 5 (1.9) | 1 (0.4) | 1 (0.4) | 0 (0) | |
Nuera | 8 (3.1) | 3 (1.2) | 0 (0) | 0 (0) | 1 (0.4) | |
Yerno | 4 (1.5) | 1 (0.4) | 0 (0) | 0 (0) | 0 (0) | |
Otro familiar | 9 (3.5) | 3 (1.2) | 3 (1.2) | 1 (0.4) | 0 (0) | |
Años dedicados al cuidado |
||||||
3 meses a 5 años | 102 (39.4) | 37 (14.3) | 16 (6.2) | 6 (2.3) | 6 (2.3) | P = 0.693 |
5.1 a 10 años | 22 (8.5) | 12 (4.6) | 2 (0.8) | 1 (0.4) | 0 (0) | |
10.1 a 15 años | 11 (4.2) | 3 (1.2) | 2 (0.8) | 1 (0.4) | 1 (0.4) | |
15.1 a 20 años | 16 (6.2) | 2 (0.8) | 4 (1.5) | 0 (0) | 0 (0) | |
Más de 20 años | 8 (3.1) | 4 (1.5) | 3 (1.2) | 0 (0) | 0 (0) |
El resultado de mayor relevancia muestra una correlación negativa pequeña, pero significativa, entre los puntajes globales de dependencia y síntomas depresivos (Tabla 6).
En la asociación de los niveles de dependencia de la persona enferma y la depresión del cuidador, los resultados no arrojaron diferencias significativas entre las variables, sin embargo, los valores de los residuos corregidos indicaron una asociación significativa entre las categorías dependencia total y depresión severa, así como una asociación significativa y negativa entre dependencia moderada y depresión severa (Tabla 7).
Niveles de depresión |
Niveles de dependencia (n = 259) | |||||
---|---|---|---|---|---|---|
Total F (%) |
Severa F (%) |
Moderada F (%) |
Escasa F (%) |
Independencia F (%) |
Chi2 de Pearson |
|
Sin síntomas Rtc |
14 (5.4) -1.8 |
27 (10.4) -1.6 |
58 (22.4) 1.8 |
12 (4.6) 1.5 |
48 (18.5) 0.0 |
P = 0.100 |
Leve Rtc |
9 (3.5) 1.1 |
16 (6.2) 1.6 |
14 (5.4) -1.5 |
2 (0.8) -0.9 |
17 (6.6) -0.2 |
|
Moderada Rtc |
3 (1.2) -0.1 |
3 (1.2) -1.2 |
9 (3.5) 0.5 |
1 (0.4) -0.5 |
11 (4.2) 1.3 |
|
Severa Rtc |
3 (1.2) 2.3* |
3 (1.2) 1.2 |
0 (0) -2.0* |
0 (0) -0.7 |
2 (0.8) -0.3 |
|
Grave Rtc |
1 (0.4) 0.2 |
3 (1.2) 1.5 |
3 (1.2) 0.6 |
0 (0) -0.7 |
0 (0) -1.8 |
Rtc = Residuos tipificados corregidos, *P < 0.05.
La prueba de comparación del comportamiento de la variable síntomas depresivos, en los diferentes niveles de dependencia de las 3 categorías: 1) dependencia severa (categorías total y severa), 2) dependencia moderada (categorías moderada y escasa) y 3) independencia, indicó la existencia de diferencias significativas (P < 0.05). El análisis Post hoc de Bonferroni permitió identificar diferencias (P < 0.5) entre las categorías dependencia severa y moderada (Tabla 8). Cabe destacar que no se detectaron diferencias significativas entre los niveles dependencia severa con independencia, ni dependencia moderada con independencia.
Prueba Post hoc Bonferroni |
Análisis de varianza de un sentido F (2 256) = 4.30 (P = 0.015) | ||||
---|---|---|---|---|---|
Categoría dependencia I |
Síntomas Depresivos ( |
Categoría dependencia J |
Diferencia de medias de depresión I-J |
Error Estándar |
Sig. |
Severa (n = 82) | ( |
Moderada | 2.19* | 0.77 | 0.014 |
Independencia | 1.66 | 0.81 | 0.126 | ||
Moderada (n = 99) | ( |
Severa | -2.19* | 0.77 | 0.014 |
Independencia | -0.53 | 0.78 | 1.000 | ||
Independencia (n = 78) | ( |
Severa | -1.66 | 0.81 | 0.126 |
Moderada | 0.53 | 0.78 | 1.000 |
Discusión
Con respecto a la edad promedio de la muestra de cuidadores primarios informales de este estudio (49.6), se encontró concordancia con diferentes trabajos antecedentes (Domínguez y col., 2012; Rodríguez-Medina y Landeros-Pérez, 2014; Navarro-Sandoval y col., 2017; Dzul-Gala y col., 2018; Vázquez y col., 2018; Lanatta, y col., 2019; Vázquez y col., 2019), donde ser adulto menor de 60 años es una de las características de los cuidadores primarios informales de adultos mayores. Las edades promedio de los cuidadores de estos estudios oscilaron entre 50 y 59 años. También se detectaron estudios de cuidadores cuya edad promedio (64.75) los ubica (el sujeto es la edad promedio) en la categoría de adulto mayor, con la característica de estar cuidando a personas con un padecimiento mental (Corbalán y col., 2013); así como estudios que observaron a adultos jóvenes cuidando de niños con asma (36.34) (Fregoso y col., 2016).
En este estudio predominó el sexo femenino (82.6 %), dato similar a la mayoría de los estudios, en los que los porcentajes de mujeres al cuidado de pacientes osciló entre 70.8 % y 93.2 % (Domínguez y col., 2012; Corbalán y col., 2013; Rodríguez-Medina y Landeros-Pérez, 2014; Fregoso y col., 2016; Islas y Castillejos, 2016; Velásquez y col., 2016; Navarro-Sandoval y col., 2017; Dzul-Gala y col., 2018; Martínez-Rodriguez, 2018; Vázquez y col., 2018; Lanatta y col., 2019; Vázquez y col., 2019). Lo anterior pudiera explicarse asociándolo al rol de género, que designa a las mujeres el cuidado de la familia (Rangel y col., 2017).
Con respecto a los años escolares cursados por los cuidadores, se tuvo un promedio de 11.31, que corresponde al nivel medio superior. Este resultado es semejante a los estudios de Navarro-Sandoval y col. (2017); Dzul-Gala y col. (2018), quienes reportaron predominio de nivel medio superior y superior entre sus muestras. Sin embargo, este resultado no coincide con otros estudios que reportan niveles de educación más bajo (desde solo saber leer y escribir, hasta nivel secundaria) (Domínguez y col., 2012; Velásquez y col., 2016; Vázquez y col., 2018).
Los años de cuidado promedio en el presente estudio fueron 6.7, ligeramente superior al estudio de Navarro-Sandoval y col. (2017), quienes registraron que el 63.2 % de los cuidadores de paciente geriátricos dependientes dedican de 1 a 5 años a su labor. Por otra parte, en el estudio de Vázquez y col. (2018) se obtuvo un promedio de 14.4 años dedicados al cuidado de personas dependientes. Estos resultados son un indicador de que la labor de cuidar a un paciente es una actividad demandante a mediano y largo plazo, lo que puede tener consecuencias en la salud de los cuidadores.
Respecto a la ocupación, el 45.4 % dijo ser ama de casa (datos no mostrados), en el rango de lo obtenido en los estudios de Navarro-Sandoval y col. (2017); Dzul-Gala y col. (2018) y Vázquez y col. (2018), quienes reportaron porcentajes de ocupación de 33.3 % y 62 %, respectivamente. Además, el mayor porcentaje de los cuidadores del presente estudio reportó ser la hija (38.2 %), dato que coincide con los estudios de Vázquez y col. (2018) y Velásquez y col. (2016), quienes documentaron porcentajes de 39.3 % y 40 %, respectivamente, donde las cuidadoras eran las hijas. Estos resultados demuestran la premisa de que el rol de género está asociado al de cuidador (solo el 8.9 % de los cuidadores era un hijo varón).
El 30.1 % de los cuidadores primarios informales del presente estudio, percibieron independencia en las personas que cuidaban al momento del estudio. En cuanto a la dependencia, se encontró que los cuidadores percibían al 32.4 % de las personas con enfermedades crónicas con dependencia moderada, lo que es menor al estudio de Contreras y col. (2014), donde se reportó el nivel moderado de dependencia en un 53 % de la muestra con daño renal. El 20.1 % de los cuidadores presentó una dependencia severa, por debajo de lo encontrado por Rodríguez y col. (2014), que obtuvieron 42.7 % de esa categoría de dependencia en personas mayores institucionalizadas. Este resultado pudiera estar asociado a la edad, el tipo de padecimiento y el tiempo con el diagnóstico de la enfermedad, por lo que se sugiere realizar estudios que contemplen evaluar la dependencia asociada a estas variables.
La mayoría de los cuidadores en este estudio (61.4 %) no presentaron síntomas depresivos, valor superior a estudios similares, que reportaron ausencia de depresión en el 55.3 % y 56 % de cuidadores de adultos mayores dependientes con algún padecimiento mental (Velásquez y col., 2016; Navarro-Sandoval y col., 2017). En cuidadores de personas con enfermedades crónicas, como la población de estudio de este trabajo, la ausencia de síntomas depresivos documentada varió entre 42.7 % y 61 % (Dzul-Gala y col., 2018; Lanatta y col., 2019; Vázquez y col., 2019).
La depresión leve se encontró solo en un 22.4 % de los cuidadores. Este valor es bajo en comparación con otros estudios, donde predominó el nivel de depresión leve, como el de Segura-Pacheco y col. (2014), quienes reportaron un 65 %, y el de Domínguez y col. (2012), con el 50.5 % con manifestaciones de ansiedad.
El 3.1 % de los cuidadores presentaron depresión severa, dato preocupante, ya que la depresión tiene graves consecuencias que afectan tanto al cuidador como a la calidad de cuidado que otorga. Es importante destacar que estos síntomas depresivos si bien pueden tener diferentes orígenes, también han sido asociados al rol de cuidador que desarrollan (OMS, 2018; Laguado-Jaimes, 2019).
Se encontró una correlación muy baja, pero estadísticamente significativa (P < 0.05), entre los síntomas depresivos de los cuidadores primarios informales y la dependencia percibida hacia la persona que cuidan (Tabla 6). También se detectó una asociación positiva entre las categorías de dependencia total y depresión severa (Tabla 7), lo que indica la existencia de una asociación entre las variables. Posteriormente, el análisis complementario de comparación entre las categorías de dependencia severa, moderada e independencia, confirmó que los cuidadores del grupo de dependencia severa presentan mayor depresión que el grupo de dependencia moderada (Tabla 8). Es así como se puede entender de mejor manera el comportamiento de las variables y se puede inferir que a mayor dependencia de la persona enferma, mayor sintomatología depresiva en el cuidador. Esta relación fue identificada en un estudio colombiano con cuidadores de adultos mayores dependientes (Velásquez y col., 2016), sin embargo, para confirmar este hallazgo se sugiere realizar estudios que analicen las relaciones causa-efecto entre las variables de estudio.
Es de amplio conocimiento que las enfermedades no transmisibles se cronifican y, con el tiempo, el deterioro de las personas que las padecen genera mayor dependencia. Lo anterior pudiera ser la causa del incremento en los síntomas depresivos de los cuidadores primarios informales, quienes representan el vínculo afectivo más cercano y más afectado. Cabe destacar también que el incremento de la demanda de cuidado de la persona enferma puede representar un descuido inherente en la salud del cuidador. Dichas suposiciones pueden impactar en la práctica de los profesionales de la salud, quienes pueden diseñar programas dirigidos a los cuidadores considerando los niveles de dependencia a la que se enfrentan, es decir, los programas para cuidadores de una persona con dependencia total pueden incluir estrategias diferentes (por ejemplo, estrategias para disminuir la sintomatología depresiva) a los programas dirigidos al cuidador con dependencia moderada.
Conclusiones
Los cuidadores primarios informales, que en su mayoría eran familiares, compartieron ciertas características o patrones, tales como ser mujer adulta dedicada al hogar, con escolaridad media, un promedio de 6.7 años cuidando a sus familiares, usualmente padres o cónyuges con enfermedades crónicas. El nivel de dependencia que percibieron en sus familiares fue moderado, y más de la mitad no reportó síntomas de depresión. Los cuidadores primarios informales que percibieron mayor dependencia en sus familiares con enfermedades crónicas reportaron más sintomatología depresiva. El grupo de cuidadores de personas con dependencia severa presentó mayor sintomatología de depresión que el grupo de cuidadores con dependencia moderada. En la díada cuidador-enfermo, cualquier alteración en uno de los integrantes tendrá un impacto en el otro, por lo que es importante para el sistema de salud la detección temprana y atención de síntomas depresivos o estrés emocional en la persona que asume la responsabilidad de los cuidados del paciente.