Introducción
El ser humano se encuentra en la disyuntiva de cumplir demandas distintas para diferentes ámbitos de la vida, siendo los ámbitos laboral y familiar los que suelen requerir mayores recursos (Delgado & Canabal, 2006).
Al no poder responder eficientemente a las demandas de ambos sistemas; es decir, al no lograr conciliarlos, las tensiones entre ambos generan problemas de distinta índole, siendo la salud mental una de las principales afectadas. Síntomas como estrés, poca satisfacción vital y laboral, y bajos niveles de felicidad son experimentados por las personas al no poder conciliar la vida laboral y familiar (Beutell, 2006; Delgado & Canabal, 2006; Jiménez-Figueroa et al., 2019; Kim & Cho, 2020; Mesmer-Magnus & Viswesvaran, 2005).
La literatura ha documentado que el apoyo social es un elemento clave en la consecución de la conciliación (Sabogal et al., 1987; Rhnima et al., 2016, Organización Internacional del Trabajo, 2002), así como en el incremento de los niveles de salud mental (Amani et al., 2018; Duru & Balkis, 2018; Garfin et al., 2019). También es preciso analizar el fenómeno de la conciliación desde una perspectiva de género, ya que, como señala la literatura, las mujeres suelen realizar una doble jornada de trabajo, al encargarse casi exclusivamente de las labores domésticas y de crianza, lo cual puede llevar a una sobrecarga (Alcañiz, 2015; Balbo, 1978; Durán, 1972) .
En ese sentido, la presente investigación se plantea dos objetivos, el primero consiste en analizar las relaciones entre conciliación familia-trabajo, salud mental (en las variables de síntomas somáticos, ansiedad e insomnio, disfunción social y depresión severa) y apoyo social (emocional/informacional, afectivo e instrumental). Como segundo objetivo se pretende hacer una comparación por sexo de las mismas variables para evaluar quién tiene medias mayores, y así conocer si estas variables psicológicas se experimentan de manera diferente para cada sexo.
Desarrollo
Conciliación familia-trabajo desde una perspectiva de género
Una característica de la transición de las sociedades a lo largo del tiempo, es la incursión de la mujer en el mundo laboral, proceso que se ve cada vez más reforzado por las recientes crisis económicas que acompañan al fenómeno de la globalización (Aguilar-Barceló et al., 2016). De acuerdo con Suárez (1992), durante los ochenta, en México 38.2 % de las mujeres no tenía actividad laboral en ninguna de las etapas del ciclo vital, mientras que para el año 2014 ese dato se había reducido a 16.7 %.
Si bien, las mujeres han ido incursionado gradualmente en el mundo laboral y trascendido estereotipos, siguen siendo comprendidas en el imaginario colectivo, como las encargadas de las labores domésticas, de cuidado y de crianza (Alcañiz, 2015). Siguiendo las ideas de esta autora, esto se asocia a la identidad de género; es decir, la autoclasificación -hombre o mujer- y lo que culturalmente se espera de ellos. Las mujeres se adentran al mundo laboral con esta identidad y de esta manera desempeñan ambas funciones (la del hogar y la del lugar de trabajo), dando lugar a tensiones entre estos ámbitos, originadas por la distribución desigual de las tareas de prestación de cuidados entre hombres y mujeres (Organización Internacional del Trabajo, 2011), coincidiendo con distintos autores al indicar que no ha habido un involucramiento de los hombres al ámbito privado capaz de equipararse a la incursión de las mujeres en la esfera pública (Alcañiz, 2015; Beutell & Schneer, 2014; Jiménez Figueroa, 2015; Salazar et al., 2011).
Sigue siendo habitual situar al hombre por encima de la mujer en la esfera pública (Martín-Llaguno y Navarro-Beltrá, 2013), mientras que los prejuicios de género afectan el desarrollo profesional de la mujer y la calidad de su desempeño (Aguilar-Barceló et al., 2016). En ese sentido, la modificación de unos roles de género, mientras que otros persisten, ocasiona tensión en la vida cotidiana de las mujeres, al intentar combinar de forma eficiente el trabajo remunerado con las responsabilidades familiares (Salazar et al., 2011).
La conciliación pretende que las mujeres no realicen los dos roles, el de dentro y el de fuera, sino que ambos sean compartidos por los dos géneros, lo que supone una ocupación de los espacios público y privado por individuos, más que por géneros (Alcañiz, 2015). Pérez (2014), afirma que la conciliación trabajo-familia procura, por una parte, ajustar el modelo social que asigna roles en función del sexo, y por la otra, eliminar los estereotipos que refuerzan la división sexual de trabajo, visibilizando el conjunto de actividades femeninas que componen el trabajo doméstico.
Conciliación familia-trabajo y salud mental
La Organización Mundial de la Salud ha señalado que la salud mental se refiere a una amplia gama de actividades directa o indirectamente relacionadas con el bienestar mental incluida en la definición de la OMS: un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no meramente la ausencia de enfermedad (World Health Organization, 2017).
En ese sentido, las investigaciones citadas aquí, señalan ciertas variables de bienestar subjetivo que indican síntomas de salud mental, es así que satisfacción, felicidad, etc., se acogerán como indicadores de salud, mientras que sus contrapartes como malestar y estrés, indicarán síntomas de baja salud. Así mismo es menester aclarar que el estudio de este fenómeno se asemeja y se hace paralelamente con distintos nombres, entre los que destacan: conflicto en un sentido negativo y, sinergia y balance en un sentido positivo, sea cual sea el concepto, todos aluden a lo mismo, en un sentido positivo (sinergia, conciliación y balance) la capacidad de responder y en un sentido negativo (conflicto) la incapacidad de responder a las demandas de ambos ámbitos (trabajo y familia).
En ese sentido, Delgado & Canabal (2006) explican que cualquier persona como miembro de una familia y trabajador se enfrenta a las demandas de ambos sistemas. Así, cuando se percibe un desequilibrio entre estas demandas y los recursos disponibles para responder, se genera estrés y la satisfacción general con la vida puede verse afectada dependiendo de la capacidad de los miembros de los sistemas para adaptarse y responder a estas demandas.
Por su parte, Beutell (2006) ha encontrado que la interferencia del trabajo en la familia está inversamente relacionada tanto con la satisfacción laboral, como con la satisfacción con la vida. Resultados que son compartidos por Allen et al., (2000) y el meta-análisis de Mesmer-Magnus & Viswesvaran (2005). Los hallazgos de Beutell (2010) a su vez, reportan que existe una relación negativa entre conflicto trabajo-familia y síntomas de salud mental; sin embargo, en un sentido positivo, su estudio mostró evidencia de que una sinergia entre trabajo y familia se relaciona con la satisfacción, tanto laboral como con la vida.
En la misma línea, la investigación realizada por Jiménez-Figueroa et al., (2019) reveló, que si el trabajo interfiere en la vida familiar; esto incidirá en su nivel de bienestar subjetivo, por el contrario, al existir equilibrio trabajo-familia la variable bienestar subjetivo se vería influenciada positivamente. Además, reportaron una relación negativa y significativa entre satisfacción vital e interacción negativa familia-trabajo, por el contrario. Siguiendo los hallazgos de este estudio, se muestra que existe una relación directa y significativa entre interacción positiva trabajo-familia con felicidad (Jiménez-Figueroa et al., 2019). Resumiendo, los hallazgos de este estudio, puede apreciarse que a mayor interferencia negativa trabajo-familia y familia-trabajo, menor será el bienestar subjetivo (Jiménez-Figueroa et al., 2019).
En la misma línea, el estudio de Kim & Cho (2020) señaló que el conflicto trabajo-vida, así como las demandas domésticas se asociaron significativamente con peor salud mental. Los hallazgos aquí expuestos apuntan en la misma dirección, la incapacidad de conciliar tiene un impacto (negativo) en la salud mental, (medida en distintas variables), tanto en hombres como mujeres.
Respecto a los efectos en la salud mental de la conciliación familia-trabajo estudiados con perspectiva de género; Delgado y Canabal (2006) encontraron que las mujeres hispanas experimentaban un mayor desbordamiento negativo del trabajo a la familia que sus contrapartes hombres. En la misma línea, Roehling et al. (2005) informaron hallazgos similares para mujeres hispanas que involucran ambas direcciones de desbordamiento negativo.
Jiménez-Figueroa et al. (2019), por su parte, de los resultados de su estudio realizado en mujeres, que fueron que a mayor interferencia negativa trabajo-familia y familia-trabajo, menor será el bienestar, en una muestra de mujeres chilenas, concluyen que se puede considerar que esto podría incidir en los niveles de depresión chilena y la tasa de suicidios en mujeres, lo que podría estar relacionado con las demandas que la mujer debe atender, mismas que superan su capacidad de realizarlas (Jiménez-Figueroa et al., 2019). Así mismo, Lefrancois et al. (2017), encontró que la carga materna es muy significativa en el conflicto trabajo-familia. Son las mujeres quienes suelen presentar mayor impacto en su salud física y mental, particularmente falta de sueño y dificultad para tener una conciliación familia-trabajo satisfactoria, a diferencia de los hombres de su investigación.
Apoyo social y su relación con la salud mental y conciliación familia-trabajo
Undén & Orth-Gomér (1989) definen el apoyo social como necesidades psicológicas que pueden ser satisfechas por las relaciones con otras personas. Sarason, Levine, Basham & Sarason (1983) utilizaron una definición que considera la presencia de personas que nos informan, que se preocupan, valoran y nos aman; mientras que Leavy (1983) abogó por la inclusión de la disponibilidad y la calidad de las relaciones de ayuda en la definición de apoyo social.
En los últimos años, los investigadores han intentado medir los componentes funcionales del apoyo social, bajo la creencia de que el aspecto más esencial del apoyo social es la disponibilidad percibida de apoyo funcional, entendido este como el grado en que las relaciones interpersonales cumplen funciones particulares. Las funciones que se citan con más frecuencia son (1) apoyo emocional, que implica cuidado, amor y empatía, (2) apoyo instrumental (referido por muchos como apoyo tangible), (3) información, orientación o retroalimentación que puede proporcionar una solución a un problema, (4) apoyo de evaluación que involucra información relevante para la autoevaluación y, (5) compañerismo social, que implica pasar tiempo con otros en actividades de ocio y recreativas (Cohen & Hoberman, 1983).
En ese sentido, se ha confirmado por la literatura científica la relación del apoyo social con una alta salud mental (Amani et al., 2018; Duru & Balkis, 2018; Garfin et al., 2019; Gentz et al., 2018; Malinauskienė et al., 2009; Perreault et al., 2017; Shao et al., 2018; Watkins & Hill, 2018).
Respecto a la conciliación familia-trabajo y su relación con el apoyo social, Thomson y Prottas (2006) señalaron que el apoyo social del supervisor ha sido identificado en la literatura como un constructo que ejerce una oposición a los efectos nocivos del agotamiento profesional. Así mismo, Halbesleben (2006) precisa que el apoyo social se asocia con bajos niveles de agotamiento.
Estudios en poblaciones hispanas han revelado, que para este colectivo, la red de familiar se extiende más allá de la familia inmediata, lo que amplía la visión de los compromisos y obligaciones (Comeau, 2012), pero por otro lado, el apoyo familiar es un aspecto importante en este contexto (Sabogal et al., 1987). Siguiendo la línea de idea de estos autores, se puede hipotetizar, que en una relación positiva, la familia ampliada puede ser muy favorable en la relación conciliación-salud, al ampliar las redes de apoyo.
Método
Participantes
Los participantes son hombres y mujeres que trabajan en la Zona Metropolitana Interestatal (Jalisco-Nayarit) de Puerto Vallarta-Bahía de Banderas. 928 trabajadores (51% hombres y 47% mujeres) con una media de edad de 32 años.
Instrumentos
Salud General de Goldberg (GHQ).
Creada por Goldberg y Hillier (1979) y adaptada al español por Retolaza Balsategui et al., (1993), cuenta con 28 ítems tipo Likert 1-4 que evalúan el estado general de salud mental o bienestar en población no clínica. Mide cuatro factores:
Para el presente estudio, se obtuvo un alpha de Cronbach de .924. Un α de .833 para síntomas somáticos, un α de .880 para ansiedad e insomnio, un α de .793 para disfunción social y un α de .890 para depresión grave, respectivamente; mientras que el índice de fiabilidad en la adaptación el español en Colombia fue de .84 (Villa G. et al., 2013).
Cuestionario MOS de Apoyo Social.
Creada por Sherbourne & Stewart (1991) y validada en México por Martínez Basurto et al., (2014), cuenta con 20 items tipo Likert 1-5. Mide tres tipos de apoyo:
Para el presente estudio, se obtuvo un alpha de Cronbach de .970. Un α de .960 para apoyo emocional/informacional, un α de .926 para apoyo afectivo y un α de .861 apoyo instrumental, mientras que el índice de fiabilidad en la validación mexicana fue de .971 (Martínez Basurto et al., 2014).
Análisis de Datos
En primer lugar, se analizó la correlación entre las escalas psicométricas utilizadas a través de la correlación de Pearson. En segundo lugar, se llevó a cabo la prueba t de Student para analizar si existen diferencias estadísticamente significativas entre sexos en las variables de conciliación, síntomas somáticos, ansiedad e insomnio, disfunción social, depresión grave, apoyo emocional/informacional, apoyo afectivo y apoyo instrumental. Para el tratamiento de datos se utilizó el software SPSS en su versión 25.
Resultados
Correlaciones
Se encontró una correlación significativa y negativa entre la conciliación y las afecciones de la salud mental en sus variables de síntomas somáticos (r = -.179 p<0.01), ansiedad e insomnio (r = -.196 p<0.01), disfunción social (r = -.222 p<0.01) así como depresión grave (r = -.147 p<0.01). Así mismo, se encontró una relación significativa y positiva entre la conciliación y el apoyo social en sus variables de apoyo emocional informacional (r = .113 p<0.01), apoyo afectivo (r = .105 p<0.01) y apoyo instrumental (r = -.126 p<0.01).
También se encontró una correlación significativa y negativa entre los síntomas somáticos y el apoyo emocional informacional (r = -.100 p<0.01), apoyo afectivo (r = -.082 p<0.05) y apoyo instrumental (r = -.123 p<0.01). De la misma forma, se muestra una correlación significativa y negativa entre la ansiedad e insomnio y el apoyo emocional informacional (r = -.165 p<0.01), apoyo afectivo (r = -.156 p<0.01) y apoyo instrumental (r = -.168 p<0.01).
También, los hallazgos muestran una correlación significativa y negativa entre la disfunción social y el apoyo emocional informacional (r = -.129 p<0.01), apoyo afectivo (r = -.110 p<0.01) y apoyo instrumental (r = -.126 p<0.01). Así mismo, se encontró una correlación significativa en sentido negativo entre la depresión grave y el apoyo emocional informacional (r = -.263 p<0.01), apoyo afectivo (r = -.263 p<0.01) y apoyo instrumental (r = -.254 p<0.01).
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | |
1. Conciliación | 1 | -.179** | -.196** | -.222** | -.147** | .113** | .105** | .098** |
2. Síntomas somáticos | -.179** | 1 | .661** | .455** | .376** | -.100** | -.082** | -.123** |
3. Ansiedad e insomnio | -.196** | .661** | 1 | .493** | .462** | -.165** | -.156** | -.168** |
4. Disfunción social | -.222** | .455** | .493** | 1 | .414** | -.129** | -.110** | -.126** |
5. Depresión grave | -.147** | .376** | .462** | .414** | 1 | -.263** | -.263** | -.254** |
6. Apoyo emocional informacional | .113** | -.100** | -.165** | -.129** | -.263** | 1 | .854** | .785** |
7. Apoyo afectivo | .105** | -.082** | -.156** | -.110** | -.263** | .854** | 1 | .715** |
8. Apoyo instrumental | .098** | -.123** | -.168** | -.126** | -.254** | .785** | .715** | 1 |
**. La correlación es significativa en el nivel 0,01 (bilateral). *. La correlación es significativa en el nivel 0,05 (bilateral).
Distribución “t” de Student
Se encontraron diferencias significativas entre sexos únicamente para las variables de síntomas somáticos, ansiedad e insomnio y disfunción social.
Se observa que la variable síntomas somáticos tiene un valor t de -4.592 p<.001, donde el grupo que presente media mayor es el que corresponde a las mujeres. La variable de ansiedad e insomnio obtuvo un valor t de -4.219 p<.001 donde el grupo en que la media es mayor también es el de las mujeres; para la variable de disfunción social se obtuvo un valor t= -1.897 p<.05 donde el grupo de mayor media es el de mujeres (Tabla 2).
Sexo | Media | Desviación típica | T | |
Conciliación | Hombre | 2.8641 | .86455 | .343 |
Mujer | 2.8443 | .85845 | ||
Síntomas somáticos | Hombre | 4.8908 | 3.57188 | -4.592*** |
Mujer | 6.0257 | 3.78482 | ||
Ansiedad e insomnio | Hombre | 4.6458 | 4.12203 | -4.219*** |
Mujer | 5.8602 | 4.40627 | ||
Disfunción social | Hombre | 5.4084 | 3.14595 | -1.897* |
Mujer | 5.8208 | 3.29064 | ||
Depresión grave | Hombre | 1.8622 | 3.31879 | -1.385 |
Mujer | 2.1770 | 3.37536 | ||
Apoyo emocional informacional | Hombre | 37.7301 | 10.41288 | -.491 |
Mujer | 38.0782 | 10.55788 | ||
Apoyo afectivo | Hombre | 20.0907 | 5.03369 | -.916 |
Mujer | 20.4033 | 5.15807 | ||
Apoyo instrumental | Hombre | 14.7821 | 4.37918 | 1.378 |
Mujer | 14.3715 | 4.53297 |
*p<0,05; ***p<0,001
Conclusiones
Los resultados de esta investigación apuntan en la misma dirección que la literatura aquí expresada. Respecto a las correlaciones se confirma una relación negativa entre la conciliación y los síntomas de mala salud mental expresados en las variables de síntomas somáticos, ansiedad e insomnio, disfunción social y depresión severa. Estos resultados son coincidentes con las investigaciones previas, que expresaban una relación entre la conciliación y la salud mental, siendo que una incapacidad para conciliar, genera efectos críticos en la salud mental (Beutell, 2010; Jiménez-Figueroa et al., 2019; Kim & Cho, 2020).
En el mismo sentido, se confirmó una relación entren la conciliación familia-trabajo y el apoyo social; apoyando los afirmaciones Sabogal et al. (1987), Rhnima et al. (2016) y la (OIT, 2002), que en conjunto señalan que el apoyo tanto de la familia como de la empresa son cruciales para el logro de la conciliación.
Así mismo, se confirmó una relación negativa y significativa entre síntomas somáticos, ansiedad e insomnio, disfunción social y depresión con las variables de apoyo social, coincidiendo con la literatura científica en que el apoyo social sirve de amortiguador contra síntomas de mala salud mental como pueden ser malestar psicológico, estrés, depresión y ansiedad (Lim et al., 2018; Malinauskienė et al., 2009; Perreault et al., 2017; Whitehead, 2018), lo cual expone que la muestra estudiada que percibe poco apoyo social puede tender a presentar mayores alteraciones en su salud mental lo que le brinda especial relevancia al apoyo social como variable.
Respecto al segundo objetivo que pretendía hacer una comparación por sexo, a diferencia de lo que marca la literatura, respecto a que para las mujeres suele ser un reto mayor conciliar, no se encontraron diferencias significativas para la variable conciliación; sin embargo, sí se encontraron diferencias significativas para las variables de síntomas somáticos, ansiedad e insomnio y disfunción social. Estos resultados pueden interpretarse de la siguiente manera. La percepción en la capacidad de conciliación de hombres y mujeres no es muy distinta porque las mujeres han desarrollado estrategias de afrontamiento para cumplir exitosamente con las demandas laborales y familiares, esto coincidiría con el estudio realizado por Menéndez-Espina et al. (2019) que señalan que las mujeres suelen utilizar más y mejores estrategias para enfrentarse a las adversidades laborales; sin embargo, las consecuencias de la doble carga para las mujeres pueden verse en la salud mental, ya que cómo se observa, es este grupo el que se ve más perjudicado en cuanto a esta variable, coincidiendo con estudios previos (Jiménez-Figueroa et al., 2019; Lefrancois et al., 2017).
Este estudio tiene una gran relevancia en la práctica profesional en distintas áreas, sobre todo para entender al individuo y cómo funciona en sus distintos sistemas, así como para seguir abonando a una práctica con perspectiva de género.
Favorecer en los espacios clínicos, laborales, organizacionales y sociales relaciones de pareja y familiares más equitativas y justas es necesario para favorecer la salud mental; así mismo, este estudio da cuenta de la importancia de las redes de apoyo en la vida de los individuos, por lo que, procurarlas, inducirlas y protegerlas debe seguir siendo una parte clave de la práctica profesional.
Así mismo, y dirigido a las empresas y tomadores de decisiones, es favorecer los espacios para crear un adecuado clima organizacional que permita crear vínculos, generar estrategias para promover una adecuada conciliación familia y trabajo, además de respetar las jornadas laborales establecidas por ley para permitir que los trabajadores puedan fomentar y cuidar sus vínculos de amistad y familiar fuera del trabajo son algunas de las estrategias que se pueden implementar con la expectativa de consolidar el apoyo social y con esta acción favorecer y proteger la salud mental de los y las trabajadoras.