Introducción
La adolescencia es una etapa crítica del desarrollo, por cuanto la vulnerabilidad y los múltiples cambios a los que se somete el individuo afectan su personalidad y sus actos de la vida cotidiana (Paredes-Iragorri & Patiño-Guerrero, 2020). Se entiende esta etapa del ciclo vital como la transición de la infancia a la vida adulta, caracterizada por grandes descubrimientos en que el adolescente está expuesto a condiciones de vulnerabilidad, así como a situaciones de violencia, tanto en la condición de víctima como de agresor (Vieira et al., 2009; Horta et al., 2010, citados por Cleberson de Souza & Baccarat de Godoy, 2016).
La Organización Mundial de la Salud (OMS, 1996, como se citó en Fregoso et al., 2019) definió la violencia como el uso de la fuerza física hacia uno mismo u otra persona, un grupo o comunidad de manera intencional, ocasionando traumas, daños psicológicos, problemas de desarrollo e incluso la muerte. (p.74)
La violencia hacia las mujeres es uno de los grandes retos con que se enfrenta la sociedad actual, tanto estudios nacionales como internacionales han evidenciado la incidencia y relevancia de esta problemática (Calvete et al., 2007; Centers for Disease Control and Prevention, 2014; García-Moreno et al., 2006; Menéndez et al., 2013, como se citó en Fernández-González et al., 2017)
La violencia hacia la mujer representa tanto una violación de sus derechos humanos como un problema de salud pública; la violencia a la mujer ejercida por su pareja varón es la más frecuente; esta situación se produce en todos los países, en todas las culturas, y en todos los niveles sociales sin excepción (García Moreno et al., 2005, citados por Aiquipa, 2015)
A pesar de su desaprobación social, estas conductas no convencionales forman parte de la vida de muchos adolescentes, porque favorecen sus relaciones con los pares, fortalecen su autonomía personal y les permiten ganar independencia respecto a los adultos (León et al., 2010, como se citó en Garrido et al., 2020).
Estudios anteriores han reportado que la exposición al maltrato físico, al abuso sexual, o tener algún familiar maltratador en la infancia o adolescencia, se asocia a un riesgo elevado de embarazos no deseados, conductas delictivas o de riesgo, consumo de drogas y desarrollo de conductas violentas en la adultez (De la Torre et al., 2008; Garaigordobil et al., 2013; Staton et al., 2013; Benavides, 2014, citados por Alpízar & Pino, 2018).
A lo largo de la vida, las mujeres sufren diversos tipos de violencia en todos los ámbitos: en el hogar, en el espacio público, en la escuela, en el trabajo, en el ciberespacio, en la comunidad, en la política y en las instituciones. Esta violencia es tanto causa como consecuencia de la desigualdad y de la discriminación de género (ONU Mujeres, 2018).
Desarrollo
Se desarrolló un estudio trasversal descriptivo en mujeres adolescentes de 11 a 18 años de edad del municipio de Acapulco en mayo del 2018, donde el tipo de muestreo fue no probabilístico por conveniencia.
Se aplicó la Herramienta de Detección de Violencia (HDV) utilizada por la Secretaría de Salud en México dentro del Modelo integrado para la prevención y atención de la violencia sexual y familiar, dentro del manual de operación, bajo la Norma Oficial Mexicana 046-SSA2-2005 (CNDH, 2009), para detectar signos de violencia en población general. Consta de 10 preguntas divididas en tres apartados, el primero corresponde a violencia psicológica, el segundo a violencia física, y el tercero, a violencia sexual. Está indicado que si la mujer contesta SI a una o más preguntas, es víctima potencial de violencia.
APGAR-familiar de Smilkstein13, adaptado por Austin y Huberty para población infantojuvenil en 1989 consta de cinco afirmaciones que se responden mediante una escala tipo Likert de tres opciones (Siempre, Algunas veces, Nunca). Cada pregunta se puntúa sobre un valor de 0 a 2 obteniéndose un índice de 0 a 10 cuya interpretación es la siguiente: a) Funcionalidad normal de 7-10 puntos, b) Disfunción moderada de 4-6 puntos, y c) Disfunción grave de 0 a 3 puntos (Suárez & Alcalá, 2014). La información fue capturada y analizada mediante el paquete estadístico SPSS v.18.0. Se utilizó estadística descriptiva para describir las características basales de la población. Se realizaron pruebas de independencia como x 2 de Pearson y el estadístico exacto de Fisher para el análisis de las variables categóricas. Se utilizó t de Student para comparación de medias. Se estableció un IC de 95% y un valor p<0.05.
Resultados
Se invitó a participar a 200 alumnas de preparatoria en el estudio, de ellas, 17 rechazaron la participación por cuestiones personales, 25 fueron eliminadas debido a que no terminaron de contestar el cuestionario, y finalmente se incluyó un total de 158 participantes.
La media de edad de los participantes fue de 16.20 años; todas alumnas de segundo año de preparatoria; dos de cada 10 participantes reportaron no estar en una relación de pareja, siete de cada de cada 10 manifestaron tener algún tipo de creencia religiosa, el 35.4% manifestó disfuncionalidad familiar, y el 32.9% dijo haber sufrido violencia en el transcurso del año.
Variable | Categoría | n | Frecuencia | % |
---|---|---|---|---|
Estado civil | Relación de pareja | 155 | 27 | 17.4 |
Soltero | 128 | 82.6 | ||
Creyente | Si | 150 | 110 | 73.3 |
No | 40 | 26.7 | ||
Funcionalidad familia | Funcionalidad | 158 | 102 | 64.6 |
Disfuncionalidad | 56 | 35.4 | ||
Sufrió violencia | Si | 158 | 52 | 32.9 |
No | 106 | 67.1 |
Fuente: Elaboración propia.
Disfuncionalidad familiar, violencia y tipos de violencia
En la evaluación de la funcionalidad familiar, al interior del APGAR Familiar (Tabla 2), se evaluó cómo perciben los miembros de la familia el nivel de funcionamiento de la unidad familiar de forma global, encontrando que el 35.4% de las adolescentes perciben a sus familias como disfuncionales.
Variable | Categoría | Frecuencia | % |
Funcionalidad familiar | Funcional | 102 | 64.6 |
Disfuncional | 56 | 35.4 |
Fuente: Elaboración propia.
Por otra parte, se aplicó la Herramienta de Detección de Violencia (HDM) y se evaluó si las adolescentes había sufrido violencia durante el último año (Tabla 3), encontrándose que 30.4% reportó haber sufrido violencia psicológica (sentirse controladas, menospreciadas, humilladas o amenazadas), el 7.6% reportó que había sufrido violencia física (golpes, heridas, empujones) y el 5.1% sufrió violencia sexual (manoseos o tocamiento en contra de la voluntad de la adolescente, relaciones sexuales forzadas).
Análisis bivariado
En relación a la Tabla 4, donde se desarrolló el análisis bivariado de las variables de estudio, se encontró que del total de mujeres que sufrieron violencia, 51.9% tenían una relación de pareja, encontrando una asociación significativa (p<.042) entre estar en una relación de pareja y sufrir violencia. Por otro lado, se evalúo el tipo de violencia que ejercida con las variables demográficas, encontrando que existe asociación significativa entre estar en una relación de pareja y sufrir algún tipo de violencia psicológica (p< .013) (Tabla 4).
Violencia | Valor p | |||
---|---|---|---|---|
N (%) Si |
N (%) No |
|||
Relación de pareja | Si | 14 (51.9) | 38 (29.7) | .042 |
No | 13 (48.1) | 90 (70.3) | ||
Creencia religiosa | Si | 39 (35.5) | 71(64.5) | .435 |
No | 11 (27.5) | 29(72.5) | ||
Violencia psicológica | ||||
Relación de pareja | Si | 14(51.9) | 34(26.6) | .013 |
No | 13(48.1) | 94(73.4) | ||
Creencia religiosa | Si | 35 (31.8) | 11(27.5) | .692 |
No | 75 (68.2) | 29(72.5) | ||
Violencia física | ||||
Relación de pareja | Si | 1 (3.7) | 10 (7.8) | .690 |
No | 26 (96.3) | 118(92.2) | ||
Creencia religiosa | Si | 8 (7.3) | 1 (2.5) | .446 |
No | 102 (92.7) | 39(97.5) | ||
Violencia sexual | ||||
Relación de pareja | Si | 2 (7.4) | 6 (4.7) | .629 |
No | 25(92.6) | 122(95.3) | ||
Creencia religiosa | Si | 8 (7.3) | 102(92.7) | .110 |
No | 0 (5.3) | 40 (100.0) |
Fuente: Elaboración propia.
De las 102 mujeres que expresaron ser violentadas, 73.5% vivían en una familia disfuncional, (o provenían de una familia disfuncional), encontrando asociación significativa entre sufrir violencia y vivir dentro de una familia disfuncional (p<.042). Por otro lado, se evaluó el tipo de violencia que sufrieron con venir de una familia disfuncional, encontrando que existe diferencia significativa entre tener una familia disfuncional y sufrir violencia física (p< .054) (Tabla 5).
Violencia | Valor p | |||
---|---|---|---|---|
n (%) Si |
n (%) No |
|||
Funcionalidad familiar | Funcional | 27(26.5) | 25(44.6) | .042 |
Disfuncional | 75(73.5) | 31(55.4) | ||
Violencia psicológica | ||||
Funcionalidad familiar | Funcional | 26(25.5) | 22(39.3) | .103 |
Disfuncional | 76(74.5) | 34(60.7) | ||
Violencia física | ||||
Funcionalidad familiar | Funcional | 4(3.9) | 7 (12.5) | .054 |
Disfuncional | 98(96.1) | 49(87.5) | ||
Violencia sexual | ||||
Funcionalidad familiar | Funcional | 5(4.9) | 3(5.4) | 1.000 |
Disfuncional | 97(95.1) | 53(94.6) |
Fuente: Elaboración propia.
Discusión
La violencia física, psicológica y sexual entre jóvenes ha sido objeto de un creciente número de investigaciones en las últimas décadas y muestran que su prevalencia es preocupantemente alta dentro de la población adolescente. Dentro del presente estudio, se evaluó la funcionalidad familiar de las adolescentes del Estado de Guerrero y si habían sufrido violencia durante los últimos 12 meses, reportando cifras alarmantes dentro de los resultados.
La familia como núcleo principal de la sociedad y vínculo central del desarrollo, se encuentra con la responsabilidad de formar a los miembros menores, lo cual influyen a la realidad subjetiva de cómo ver el mundo; por lo cual, la familia es la base del adolescente.
Los constantes problemas dentro del núcleo conllevan un mensaje negativo al adolescente; lo provee de aprendizaje inadecuado y más aún cuando los problemas involucran violencia, lo cual podría concluir provocando al adolescente diversos factores negativos para su vida, como son el uso y abuso de drogas, embarazos precoces, formar parte de pandillas, deserción escolar, violencia, delincuencia (Arias, 2013; Hernández-Castillo et al., 2011, como se citó en Olivera-Carhuaz & Yupanqui-Lorenzo, 2020).
De acuerdo al estudio realizado en Paraguay, donde evaluaron la funcionalidad familiar de 148 adolecentes, reportando que el 59% provenían de una familia disfuncional (Cusihuamán et al., 2018), mayor a lo reportado en este estudio, donde el 35.4% manifestaron vivir en una familia disfuncional, sabiendo que el bienestar integral del adolescente está sujeto al entorno biopsicosocial de la familia. La disfunción familiar, como factor desequilibrante en la familia, se asocia con resultados negativos durante la adolescencia, tanto conductuales como de salud.
En un estudio realizado en la Habana, Cuba, reportaron que el 35.7% de los adolescentes habían sido víctimas de violencia a lo largo de su vida ya sea en la escuela o en su casa (Alpízar & Pino, 2018), similar a lo reportado en este estudio, donde el 32.9 % de las adolescentes reportaron ser víctimas de violencia física, psicológica o sexual, entendiendo que la exposición al maltrato físico, al abuso sexual, o a provenir de una familia disfuncional, se han asociado a un riesgo elevado de conductas delictivas, consumo de drogas y desarrollo de conductas violentas en la adultez.
Por otra parte, dentro de esta investigación, se encontró asociación significativa entre ser víctima de violencia y estar en una relación de pareja, y más en específico, sufrir algún tipo de violencia psicológica (gritos, insultos) y estar en una relación de pareja, similar a lo reportado por Pazos et al. (2014), donde reportan que la violencia psicológica es la forma de maltrato más frecuente en las relaciones de noviazgo, teniendo en cuenta que las relaciones inmersas en la violencia, por lo regular es difícil salir. Se convierte en un círculo vicioso, en el que la pareja agresora muestra arrepentimiento del acto cometido y pide disculpas, mostrándose cariñoso, aunque tiempo después vuelva a cometer el mismo acto violento.
Diferentes estudios remarcan que la familia es el núcleo más importante en el que se desarrolla una persona, es el agente de socialización primario al ser la primera fuente de información del niño acerca de las normas y roles, y de las expectativas que se esperan de él o ella; dentro de este estudio, se encontró asociación significativa entre vivir dentro de una familia disfuncional y ser víctima de violencia, lo que concuerda con lo publicado por Gallegos-Guajardo et al. (2016), donde reportan que a mayor adaptabilidad, cohesión, satisfacción y comunicación familiar, los adolescentes tendrán menor exposición a la violencia.
Por otra parte, se encontró que existe diferencia significativa entre venir de una familia disfuncional y ser víctima de violencia física, lo que concuerda con lo reportado por Nazar et al. (2018), donde dicen que la violencia física se hace más frecuente en familias disfuncionales, las cuales ocurren no solamente como mecanismo de educación de hijos e hijas, sino como formas abusivas de ejercicio del poder y de la fuerza física de los adultos, sustentadas en la tolerancia social y cultural de la violencia.
Conclusiones
Este trabajo de investigación contribuye al campo de estudio, proporcionando información actualizada sobre las adolescentes del Estado de Guerrero que son víctimas de violencia.
Los resultados remarcan la importancia de centrar programas específicos que promuevan la erradicación de esta problemática, previniendo, detectando y atendiendo a quien resulte afectada, y dentro de los programas deberán potencializar la autonomía y confianza en sí mismas, para que las adolescentes puedan desarrollar habilidades para detectar cuando una conducta es abusiva y poder actuar antes de que la situación de violencia se haga más extrema y la víctima quede atrapada en la misma.
Con el interés de indagar más en temas de violencia en los adolescentes, se recomienda ampliar los estudios en torno a la violencia en adolescentes en el ámbito educativo, en el hogar, y en las relaciones de parejas y amigos.