Introducción
Aunque puede ser un punto de partida discutible, se dice que durante siglos la mujer ha sido hablada (Cabanilles 1989, 13). Es decir, ha sido representada y ha utilizado un lenguaje, el cual ha ubicado lo femenino en un plano de subordinación respecto al modelo masculino, que se presenta como patrón a seguir. En consecuencia, la mujer, cuando ha hecho uso del lenguaje, ha tenido que recurrir a una tradición discursiva que le ha sido legada. Virginia Woolf señala que las mujeres escriben con una lengua que no les pertenece, un lenguaje que hemos heredado de nuestros antepasados, y coincidentemente en su mayoría son hombres (Woolf 1977).
Cabe preguntarse, entonces, si las mujeres en la actualidad, en el periodismo, han desarrollado un lenguaje singular, una escritura que refleje su propia visión del mundo. Por lo tanto, será necesario considerar que las mujeres al escribir utilizan un lenguaje heredado, el cual se caracteriza por relegar a la mujer a un segundo plano dentro de la lógica binaria (masculino/femenino), donde lo masculino siempre ha tenido connotaciones positivas (activo, razón, civilización, entre otros) y por el contrario, lo femenino se asocia con rasgos negativos (pasivo, instinto, naturaleza, entre otros).
Por lo expuesto anteriormente, resulta interesante realizar una lectura desde la perspectiva de género en el ámbito del periodismo de opinión, columnas periodísticas, firmadas por mujeres y, a la vez, contrastarlas con las de los hombres, con el fin de descubrir si existen diferencias de forma y de fondo entre unas y otras.
Delimitación del objeto de estudio: problematización
Para lograr lo anterior es necesario caracterizar la escritura periodística de opinión -propia de las columnas- tanto de mujeres como de hombres. Revisar cuáles son los temas escogidos por unos y otros, ver qué recursos estilísticos utilizan, quiénes son los y las protagonistas de sus discursos y cuál es el entorno que aparece en dichos textos.
En el periodismo de opinión están contenidos los temas a través de los cuales el medio, en este caso escrito, da cabida a las reflexiones, análisis y juicios que estime necesarios, de acuerdo con la posición que adopte en los distintos tópicos que privilegie para ser tratados a través de este género periodístico, tanto en los artículos editoriales como en las columnas de opinión.
Previo a la revisión histórica del periodismo de opinión y el registro de sus rasgos fundamentales, ha sido necesario recurrir a antecedentes más antiguos como la retórica para tratar de comprender el origen de este género, cuya característica fundamental es la persuasión. Esta urgencia de ir al pasado se debe a la falta de acuerdo que existe entre los teóricos que trabajan el género de opinión para clasificar y establecer sus características más importantes.
Indistintamente si se trata de diarios o de suplementos dominicales de circulación nacional o local, estos proponen temas que consideran importantes de abordar de una manera distinta a la entrega noticiosa diaria. Lo anterior está también relacionado con la posición ideológica que tenga el medio y, por consiguiente, representa un sector determinado, cumpliendo a la vez con su labor orientadora, como uno de los principales objetivos del periodismo de opinión.
Al centrar esta investigación en el periodismo de opinión, específicamente en las columnas periodísticas o comentarios, es necesario señalar que “el comentario, en todas sus manifestaciones, tiene todas las similitudes de lenguaje y estructura perfectamente equiparables a cualquier texto literario y desde luego es un discurso sujeto a las leyes de la retórica, definiendo esta, como lo hacía Aristóteles, como el arte de persuadir” (Santamaría y Casals 2000, 162). Por lo tanto, será necesario establecer algunos nexos entre periodismo y literatura en cuanto a herramientas de análisis discursivas, con el fin de desentrañar el sentido de estos textos. Por esta razón, se han realizado lecturas que tienen relación con la teoría literaria y discurso de género, tratando de trasladar algunas taxonomías y vincularlas con los discursos periodísticos que serán analizados.
Para Emy Armañanzas y Javier Díaz, la columna es el texto de opinión de periodicidad y ubicación fijas, que enjuicia cualquier tema, más o menos actual, redactado con gran libertad expresiva, generalmente por un colaborador fijo, periodista o no. En el caso de la columna, el lector busca una firma concreta que sabe dónde y cuándo encontrarla (Armañanzas y Díaz 1996).
Al adentrarse en este tema se han enfrentado una serie de interrogantes, que se pueden resumir en la siguiente problemática: ¿se puede hablar de la existencia de un discurso periodístico (de opinión) femenino distinto del masculino, o solo existirían diferencias respecto a las temáticas o al referente abordado por unos y otros?
Respecto a cómo las mujeres recogen la tradición del lenguaje es importante analizar y revisar desde dónde leen y escriben las mujeres, cómo (re)escriben los modelos heredados de la tradición. Antonia Cabanilles plantea que la mujer al ver imposibilitado su acceso “al dominio de lo simbólico ha supuesto la necesidad de identificarse con una serie de modelos de representación que relegaban lo femenino a una posición de subordinación, en la que la mujer, siempre dentro de una lógica binaria, era ignorada o vista como lo opuesto al hombre” (Cabanilles 1989, 13).
Según lo mencionado antes, el objetivo de esta investigación es caracterizar el discurso periodístico de columnistas mujeres y hombres, con el fin de encontrar rasgos singulares de cada grupo y, también, ver si existen diferencias o similitudes, tanto a nivel temático (asuntos tratados por unos y por otros) como en relación al discurso estilístico (figuras retóricas que emplean ellas y ellos, y la finalidad de su utilización).
Para lograr esto se intentará definir las nociones de discurso periodístico de opinión femenino y masculino, tratando de descubrir cuáles son los rasgos peculiares de uno y otro, considerado desde la perspectiva de la teoría y estética literarias.
Si bien se han utilizado metodologías de análisis propias de la literatura, no se olvida que se trabaja en el terreno del periodismo de opinión, cuyo objetivo principal es siempre aludir a la actualidad, persuadir y compartir con la audiencia alguna idea o punto de vista.
Teniendo presente las interrogantes señaladas en los párrafos anteriores, se han planteado las siguientes hipótesis de trabajo:
“Entre los columnistas hombres y mujeres podrían existir diferentes temáticas, relacionadas con el referente al que cada uno alude en razón del género del autor”.
“Por esto mismo, pertenencia a un género u otro, existirían entre los columnistas mujeres y hombres diferencias estilísticas, con objetivos y fines diferentes para ellos y ellas”.
Discusión conceptual
A continuación se presenta una breve reflexión teórica que gira en torno a las nociones que sustentan esta investigación.
Literatura y periodismo: complicidades
Desde sus inicios, la literatura estuvo relacionada con la escritura. En los tiempos modernos se pensó que un discurso podía ser considerado literario, si en este predominaba la función poética o estética. Esto hasta que Albert Chillón (1999) puso en cuestión las definiciones tradicionales de literatura, considerando como parte de ella algunos textos periodísticos.
Por su parte, el periodismo cuenta con diferentes géneros, cuyos orígenes se remontan a los inicios de la disciplina: la prensa escrita. Estos evolucionaron, caracterizándose por ser cambiantes y dinámicos. Autores como Martínez Albertos, Casasús, Gomis y Borrat intentaron clasificarlos, pero, al igual que con los géneros literarios, son más bien un principio de orientación para el lector. Pasa algo similar en relación con el lenguaje periodístico, en donde algunas perspectivas indican que este debe aspirar a ser de nivel culto,1 mientras otras lo ven como diferentes estilos que tienden a construir su propia realidad (Chillon 1999).
El enriquecimiento y renovación de la literatura, a partir de la masificación del periodismo, provocó el nacimiento de géneros híbridos: novela reportaje, realista, ensayos periodísticos, entre otros. Momentos en que la literatura y el periodismo, como diría Chillón, actúan como cómplices (Chillon 1999), utilizando recursos y herramientas del lenguaje como forma de convencer, cautivar y hacer reflexionar a sus destinatarios. Entre sus antecedentes encontramos las crónicas de Indias y los artículos de costumbres.
Periodismo de opinión
Son muchos los autores que consideran al periodismo como una de las formas que la antigua retórica habría adquirido en la época moderna, siendo los textos del periodismo de opinión los que se reconocen como los genuinos herederos. Dentro de sus semejanzas, se considera que tanto la retórica como el periodismo de opinión comparten su principal objetivo: formar juicio. Los géneros de opinión, por lo tanto, van a ser nominados como los géneros más cualificados para ejercer y desarrollar las funciones retóricas.
A juicio de Emy Armañanzas y Javier Díaz (1996) es difícil establecer la línea divisoria entre los textos destinados solo a transmitir datos informativos o a ofrecer opinión también y, por ello, fijar una fecha exacta del nacimiento de los textos dedicados exclusivamente a la opinión es muy arriesgado. No obstante, la verdadera distinción entre hechos y opiniones, especialmente en Europa, se da con el fin de la de la Primera Guerra Mundial.
Lo que tienen en común todos los textos de opinión es que trabajan sobre ideas, deducen consecuencias de unos acontecimientos más o menos actuales. Por otro lado, las modalidades del género de opinión: editorial, comentario, suelto, crítica, artículo y columna, siendo la última el objeto de este estudio.
Lo que caracteriza a la columna es la mayor libertad en la expresión, es brillante en el estilo, rica en el juego retórico, en la alusión a las emociones. Su ubicación y periodicidad fija, también contribuyen a su aceptación al igual que la constancia de la firma. Su concisión y su desenvolvimiento en el lenguaje también la hacen ligera en la forma, lo cual proporciona un gancho especial.
El lenguaje de la columna es de lo más variado. La prosa de la columna es rica en recursos retóricos, adjetivos, interjecciones y admiraciones, suele ser colorista, de expresión brillante y con personalidad propia. Un lenguaje que puede llegar a ser muy creativo. En ella, el autor da rienda suelta a su propio estilo, así como a la elección de los temas y al planteamiento estructural del texto.
Teoría literaria feminista: principales tendencias
Preguntarse acerca de la existencia o no de un lenguaje propiamente femenino, distinto de la tradición masculina, implica revisar la historia de la escritura femenina, por esta razón nos introducimos en el ámbito de la literatura desde donde se ha estudiado esta problemática.
Durante el siglo XIX, la mayoría de las mujeres escritoras no tenían más alternativa para acceder al mundo literario que utilizar el seudónimo masculino. “Era el tributo inicial que debían pagar por su atrevimiento: masculinizar su firma” (Riera 1989, 89).
Estudiosas de este tema como Mary Ellmann, Elaine Showalter o Toril Moi señalan que Virginia Woolf fue la primera escritora que se percató de las dificultades que significaba para una mujer utilizar el lenguaje, el cual siente que, en cierto modo, no le pertenece (Moi 1988). En el sentido, de que las mujeres cuando se enfrentan al fenómeno de la escritura asumen que esta es una herramienta que se hereda y que no se vincula con la identidad femenina (Wolf 1977).
Definición de Teoría Literaria Feminista
Manuel Jofré (1990) plantea que el feminismo es una teoría crítica que ha desarrollado la problemática de la mujer en diferentes direcciones. Uno de los aspectos más fecundos dentro de los estudios sobre la mujer tiene que ver con el examen de los planteamientos teóricos que acompañan las acciones prácticas de las mujeres en la perspectiva de la defensa de sus derechos humanos, culturales, sociales, políticos y económicos.
El feminismo, sostiene Jofré, ha recibido influencias teóricas importantes en los últimos años, provenientes de la política, el psicoanálisis, el estructuralismo, el marxismo, el deconstructivismo y la semiótica. Se ha ido conformando no solo un corpus de estudios literarios sobre la relación mujer y literatura, es decir, no solo ha ido formándose una tradición teórico-genérica dentro de la historia literaria, sino que además se ha ido estructurando gradualmente una teoría literaria escrita por mujeres que consideran necesario destacar la perspectiva de la mujer sobre lo literario.
Más adelante, Jofré afirma que en el universo de los signos verbales impresos hay una metanarrativa, el feminismo, que aparece como una matriz como una multiplicidad de facetas, desarrollos y direcciones. La reflexión en torno a la situación de la mujer ha llegado a expresarse también en el campo de la teoría literaria. Los estudios acerca de la mujer, que han llegado a formalizarse en programas y cursos de universidades, incluyen la rica y abundante bibliografía que se refiere a la relación de la mujer con el arte, con el lenguaje y en especial con la escritura literaria.
Para Jofré, la actual teoría literaria feminista tiene en general como objetivo la formulación crítica de esta nueva aportación al campo de los estudios literarios, donde la semiótica, la deconstrucción, la estética de la recepción, el formalismo, la lingüística del texto son algunas de las disciplinas que también teorizan sobre la escritura literaria.
Según los planteamientos de este autor, lo primero que se constata en efecto es que se ha ido creando un corpus textual donde las mujeres escriben desde el punto de vista de la mujer acerca de otras mujeres que han escrito. Plantea que en el mundo occidental, la preocupación por la relación entre teoría literaria y feminismo comienza a fines de los años 70, y ya en 1983 Jonathan Culler realizaba una primera exploración del paradigma de la teoría literaria feminista en un capítulo de su libro Sobre la deconstrucción (Culler, 1984).
Sobre la deconstrucción y el feminismo
La relación mujer y literatura se reanima con la publicación de la primera evaluación panorámica del campo de los estudios literarios feministas, realizada por K. K. Ruthven (1985), un profesor de literatura inglesa en Australia, titulado Feminist literary studies: An introduction, y aparecido en 1984. Texto definido como la primera revisión de teorías dominantes sobre crítica literaria feminista y las prácticas resultantes de dichas teorías. Ruthven se dedica a estudiar preferentemente la relación entre el género sexual y el discurso crítico, el proceso de las teorías feministas de crítica literaria, el desmantelamiento de los presupuestos androcéntricos y las formulaciones de la ginocrítica, es decir, la teoría literaria feminista.
Finalmente, en 1986 se publicó Feminist literary theory: A reader, editado por Mary Eagleton, conformado por 60 selecciones de libros y artículos sobre las mujeres y la producción literaria, las relaciones entre género literario y género sexual, las diferentes definiciones acerca de qué es una escritura femenina y el problema de si acaso las mujeres escriben de una manera distinta a los hombres.
Manuel Jofré sostiene que las orientaciones feministas en literatura revelan que el feminismo es ya un método crítico apropiado para analizar fenómenos sociales y culturales, incluyendo textos literarios. A la teoría literaria es posible asignarle una función rupturista, según la cual, además de teorizar sobre los discursos precedentes, pueda discutir los códigos recibidos y subvertir los discursos anteriores. Sin embargo, en este aspecto, esta teoría literaria de orientación feminista se parece a los otros métodos de análisis literarios en que la especulación teórica es mejor que los resultados prácticos de las estrategias de lectura.
A juicio de Jofré los planteamientos feministas se basan en la separación del sexo, entendido como una categoría biológica y el género, entendido como una categoría social y cultural. El postulado básico del feminismo es que toda escritura está marcada por el género, y que la mujer o el hombre dejan inscritos en el lenguaje sus características propias.
“La teoría literaria feminista tendría junto al imperativo negativo consistente en el desmantelamiento de los androtextos falocéntricos como constructivo consistente en la creación de una teoría vaginal, clitoral, correspondiente al punto G de la producción textual” (Jofré 1990, 35).
La ginocrítica, concluye Jofré, sería una crítica que fundaría gran parte de sus argumentos en el reconocimiento de una autora o autor a partir de una enunciación textual. Basándose en el predominio de esta función emotiva, muchos lectores entienden el texto como emanación o parte de una voz, y que serían, por tanto, epilectores (de epos: narración), y a este tipo correspondería parte de los argumentos feministas. La otra posición mantiene que el significado de un texto nace de su propio lenguaje, de su propia escritura, y los que se acercan a la obra literaria de esta manera son definidos como grafilectores. La teoría y los análisis de textos, en este esquema, serían grafilecturas, donde se escucha más al lenguaje que a la voz que la enuncia.
Metodología
Con el fin de dar respuesta a esta problemática y comprobar las hipótesis planteadas se ha recogido un corpus de análisis de dos suplementos dominicales españoles, de un diario de Cataluña y otro de circulación nacional: Magazine del diario La Vanguardia y El País Semanal del diario El País, respectivamente. Se seleccionaron todos los textos de opinión aparecidos durante los meses de noviembre y diciembre de 1999, que en total suman 54 columnas. De este modo, se realiza un análisis de caso con el objeto de probar una determinada metodología para en el futuro poder ampliar esta investigación en cuanto a tiempo y a número de columnas a estudiar.
La metodología de trabajo fue un análisis de contenido de tipo mixto, es decir, se analizó el objeto de estudio tanto desde una perspectiva cuantitativa como desde una cualitativa. En ambos análisis se trabajaron las mismas nociones, que están directamente relacionadas con los objetivos propuestos: temáticas y estilo.
El primer análisis, cuantitativo, tuvo como fin construir una base de datos de todas las variables que constituyen las categorías a estudiar. A partir de esta base de datos, que es una especie de radiografía, se realizó el segundo análisis de tipo cualitativo, cuyo objetivo final es relacionar los distintos conceptos entre sí, preguntándose sobre el porqué y para qué de su utilización.
El análisis cuantitativo se realizó por cada columnista, donde se hizo una breve descripción de su columna y una referencia biográfica del autor. Los pasos metodológicos seguidos fueron los siguientes.
Primero, identificación de las temáticas, es decir, una clasificación de los temas más recurrentes en las columnas. Dicha agrupación constaría de tres categorías:
Esferas a las que pertenecen los temas tratados (pública, privada y transición pública-privada);
Protagonistas que aparecen en las columnas;
Narración, uso de personas verbales en los textos analizados.
Con el objeto de graficar la información resultante tras el análisis se realizaron cuadros resúmenes, donde se cuantificó la aparición de las categorías establecidas con sus respectivos porcentajes.
En segundo lugar, en el análisis estilístico se identificaron las figuras retóricas presentes en las columnas estudiadas. Entre las más importantes están: metáfora, metonimia, comparación, hipérbole, personificación, ironía, analogía, onomatopeya y jerga popular. Una vez que fueron localizadas se citaron ejemplos de cada una para una mejor comprensión. Con la finalidad de complementar los resultados obtenidos se realizó una tabla resumen de Uso de figuras retóricas para cada suplemento analizado. Se fueron cuantificando las veces que cada columnista utilizaba las distintas figuras retóricas con su porcentaje correspondiente.
En el estudio cualitativo se consideró la columna como la unidad máxima de análisis, entendiéndola como una forma de texto periodístico que se puede analizar como un texto literario. Por esta razón, se utilizan herramientas de análisis de discurso, con el fin de interpretar y desentrañar el sentido de estas columnas.
Al establecer los conceptos de temáticas y estilo en este análisis se ha tratado de responder al porqué y para qué de su utilización, es decir, tratar de entrecruzar estas categorías para así develar la función que cumplen en el marco del discurso global de cada autor.
Estos conceptos de análisis de discurso se han recogido de la literatura (narrativa), tomando como sustento los postulados de Roland Bourneuf y Réal Ouellet (1981) en su obra La Novela. De esta manera, se han extraído las nociones de personaje (tipología de los protagonistas); temas y motivos principales de las columnas; narración y el concepto de punto de vista o focalización, desde donde se construye la mirada del relato; espacio o escenario (físico o imaginario) donde se desarrollan los hechos; y el estilo o escritura, expresión personal de cada autor.
En función de estos elementos básicos se ha construido una ficha de análisis que permitió resumir todas las columnas analizadas, y así poder, a partir de esta información, realizar nuestra propia lectura o interpretación.
Análisis cuantitativo de las columnas
Metodología de trabajo
En este apartado se realizó un análisis cuantitativo, donde se identificaron el tipo de temáticas y el estilo utilizado por los columnistas. Este trabajo ha sido dividido en dos niveles: temáticas y estilo, con el propósito de observar cómo se van construyendo a lo largo del discurso.
La presentación del análisis se realizó por cada columnista, previamente se describió de modo breve en qué consiste la columna de cada autor y se entregan algunos datos biográficos de cada uno.
Los pasos metodológicos seguidos fueron los siguientes:
Primero, la identificación de temáticas: para llegar a precisar de qué tópicos habla cada columnista, se establecieron tres categorías:
Esferas a las que pertenecen los asuntos tratados (pública - privada).
Registro de los protagonistas que aparecen en las columnas.
Cómo se construye la narración (uso de personas narrativas).
En relación con la primera categoría, esfera pública - privada, entendemos por pública todas aquellas temáticas que tienen un carácter de “conocido o sabido por todos” (RAE 2014, 1687),2 como, por ejemplo, asuntos de índole político, o referido a instituciones públicas, o del mundo de la televisión, cine o espectáculos, entre otros. Por esfera privada, denominamos aquellos temas que tienen como característica el pertenecer a un ámbito más familiar o doméstico, aquellas cosas “que se ejecutan a vista de pocos” (RAE 2014, 1669), como, por caso, anécdotas personales ocurridas a los columnistas, o recuerdos referentes a la familia, hijos, amigos, entre otros. Además de las categorías antes explicadas fue necesario incorporar otra, de temáticas que se ubicarían en una esfera de transición entre lo público y lo privado, es decir, aquellas que están en la frontera de las dos anteriores, como, por mencionar alguna, cuando en un texto se comienza a hablar desde el ámbito público y en el transcurso del relato se proyecta hacia la esfera privada, y viceversa. Así, para realizar el análisis fui distribuyendo las temáticas en estas tres esferas: pública, privada y transición pública-privada.
Referente a los protagonistas, distinguimos las siguientes subcategorías:
Colectivo hombres (al hablar de hombres en general sin distinción); colectivo mujeres (al referirse a las mujeres en general);
Hombres concretos (cuando aparecían hombres concretos identificados con sus nombres y apellidos);
Mujeres concretas (mujeres señaladas con sus nombres y apellidos);
Columnista protagonista (cuando el columnista aparece como protagonista del discurso);
Hombres y mujeres (cuando se refieren a la sociedad en general o a grupos conformados por hombres y mujeres);
Instituciones, y,
Animales y otros (cuando los protagonistas eran animales u otros seres vivos).
En cuanto a las formas de la narración se identificaron todas las personas verbales más el uso de construcciones con el verbo “haber” y la forma impersonal “se”. Para realizar este análisis se fue revisando párrafo por párrafo, viendo cuál era la forma narrativa que predominaba. No obstante, siempre se consideró cómo empezaba o terminaba la narración.
Con el fin de presentar la información, surgida tras el análisis, se realizaron tablas resúmenes, donde se cuantificó la aparición de las categorías establecidas con sus respectivos porcentajes. Así encontraremos cuadros de: uso de personas verbales en la narración; temáticas y esferas (pública, privada y transición pública-privada); y temáticas y protagonistas.
Segundo paso, en el análisis estilístico se revisaron todas las figuras retóricas presentes en los textos estudiados. Entendemos por figuras retóricas “las formas expresivas peculiares que son usadas sobre todo por los poetas y, por eso mismo, se consideran como una desviación con respecto al lenguaje normal. Pero la paradoja de la retórica, como dice Genette, consiste en que las figuras son abundantísimas también en la lengua usual, con lo cual parece que la desviación es absolutamente normal” (Marchese y Forradellas 2013, 163). Entre las más importantes están: metáfora, metonimia, comparación, hipérbole, personificación, ironía, analogía, onomatopeya y jerga popular. Una vez identificadas, se fueron citando ejemplos para la mejor comprensión del lector.
Con el fin de ilustrar los resultados obtenidos se realizó una tabla de Uso de figuras retóricas para cada uno de los suplementos analizados, donde encontramos en la parte superior las figuras retóricas más utilizadas, en el margen izquierdo se ubica el listado de los columnistas y en el margen derecho los totales de uso de estas figuras por cada columnista. Así, se cuantificaron las veces en que cada uno utiliza las distintas figuras y su respectivo porcentaje en relación con el total.
Análisis cualitativo
Metodología de trabajo
Nuestro punto de partida fue analizar una forma de texto periodístico, la columna, como se estudia un texto literario y, a partir de esta determinación, utilizar herramientas de análisis de discurso para tratar de interpretar el sentido de los textos escogidos. No olvidando que el fin de este análisis es caracterizar el discurso periodístico de columnistas hombres y mujeres de dos suplementos dominicales. Teniendo presente también nuestras hipótesis de trabajo:
Entre los columnistas hombres y mujeres podrían existir diferentes temáticas, relacionadas con el referente al que cada uno alude en razón del género del autor;
Por la misma pertenencia a un género u otro, existirían entre los columnistas mujeres y hombres diferencias estilísticas, con objetivos y fines diferentes para ellos y ellas.
Tomamos el género columna como máxima unidad de análisis y para desarrollar nuestra interpretación y lectura nos basamos en la estructura de la columna, teniendo presente los siguientes elementos constitutivos: personajes, tema y motivo principal, narración, espacio y estilo del columnista.
Es necesario señalar que cuando decidimos considerar estos conceptos, tomamos en cuenta las mismas categorías que se habían trabajado en el análisis cuantitativo anterior, es decir, poner atención en los protagonistas o actores de las columnas, distinguir el tipo de temáticas tratadas, los escenarios y el tipo de
María Soledad Vargas Carrillo figuras retóricas. Pero ahora relacionando todas estas nociones, y viéndolas como piezas constitutivas de un engranaje mayor: la columna.
Trabajamos entonces con la macroestructura según lo denomina Teun Van Dijk (1983), que se refiere principalmente a la disposición, en un marco superior y de forma jerárquica, de las diferentes partes y recursos del discurso para conseguir unos determinados objetivos.
La macroestructura es aquella que nos permite comprender, una vez leído el texto, cuál es el tema o temas que en él se exponen, por un lado, y qué tipo de texto es. La principal diferencia entre los diferentes tipos de textos se halla en la función comunicativa que desempeñen, en la función social que pretenden cumplir y en la disposición del discurso.
Pero no es el reconocimiento del género la única función que desempeña la macroestructrura textual, sino que, además, lleva a cabo la ordenación y coordinación de los diferentes elementos del discurso. Por tanto, y siguiendo a Van Dijk, se define la superestructura como “la estructura global que caracteriza el tipo de texto”, y también como “un tipo de esquema abstracto, que establece el orden general del texto y se compone de categorías que se combinan basadas en reglas convencionales” (Van Dijk 1983, 144).
Al decidir trabajar en función de estos conceptos tuvimos presente el porqué y para qué de su utilización, y eso es lo que procuramos responder en este análisis, es decir, vincular todos los elementos, con el fin de desentrañar el sentido final dado por el autor o autora y la interpretación que nosotros le damos a esa escritura. No se trata solo de identificar tales o cuales elementos, sino tratar de descubrir qué función cumplen en el marco del texto global.
Estas nociones de análisis discursivo las trabajamos a partir de la literatura, especialmente, tomando como apoyo los postulados de Roland Bourneuf y Réal Oullet (1981) en su obra La Novela. Elementos que, a nuestro juicio, son perfectamente aplicables al género de la columna.
Al trabajar la noción de personaje reconocemos a los protagonistas y a los personajes secundarios del texto. Respecto a estos, identificar la función que cumplen en el relato, tomando como referente las categorías de Claude Bremond.3 Este autor distingue fundamentalmente dos grandes categorías: paciente y agente. El paciente puede sufrir un proceso de mejoramiento o de degradación: ser informado o privado de información, satisfecho o insatisfecho, protegido o defraudado, etc. El agente será influenciador, mejorador o degradador, protector o defraudador, etc. Asimismo, clasificamos a los protagonistas según las categorías establecidas por Aristóteles en el segundo parágrafo de la Poética, que han sido ampliadas por Northrop Frye (1991) y que van en sentido gradual descendente de lo más sublime a lo más prosaico o vulgar:
El héroe es superior como tipo a los hombres: es un ser divino y su historia es un mito.
El héroe es superior a los otros hombres y a su ambiente: es el protagonista del relato fantástico, de las leyendas y de los cuentos populares en los que encontramos como funciones típicas los prodigios, lo maravilloso, los encantamientos, las hadas y hechiceros, los animales que hablan, los talismanes, entre otros.
El héroe es superior a los otros hombres, pero no a su ambiente natural: es el jefe, el personaje principal de la épica y de la tragedia, es decir, de las obras de alta mímesis, según Aristóteles.
El héroe no es superior ni a los otros hombres ni a su ambiente: es uno como nosotros (en resumen, no es un “héroe”); es el personaje típico de la comedia, de las novelas o de los cuentos realistas o de baja mímesis.
En las tramas de “impedimento, frustración o absurdo”, el héroe pertenece al mundo irónico (es inferior a nosotros en fuerza e inteligencia).
Al identificar los distintos temas los relacionamos con el concepto de motivo, que se define como unidad significativa mínima del texto, como elemento germinal y como elemento recurrente. En este análisis se ha trabajado con los motivos principales, aquellos que determinan y definen la acción central del relato.
Al analizar la narración escogimos hablar sobre el punto de vista o focalización, con el fin de descubrir desde dónde se había construido la mirada de los acontecimientos y cómo estos eran dados a conocer al lector. De esta manera, se trabajó con las tres nociones básicas recogidas de Jean Puillon (1970) en Tiempo y novela:
La visión “por detrás”, el narrador lo sabe todo acerca del personaje (o de los personajes), se separa de él para ver, desde esta posición, los resortes más íntimos que lo conducen a obrar. Como un demiurgo, ve los hilos que mueven la marioneta, lee en el corazón y en la idea de sus criaturas y nos coloca en disposición de conocer sus secretos más íntimos, incluso sabe, interpreta y nos dice las cosas que los mismos personajes no se atreven a decirse de sí mismos o a decir de los demás.
La visión “con”, el narrador sabe lo mismo que los personajes, y lo sabe con ellos; no conoce con anticipación la explicación de los acontecimientos. El caso más frecuente de este tipo de relato es el de la narración en primera persona, en la que el “yo narrador” es un personaje como los demás. Pero también en la narración en tercera persona puede suceder que el narrador conozca los sucesos desde el punto de vista del personaje.
La visión “desde fuera”, el narrador sabe menos que los personajes, porque se limita únicamente a describir lo que ve desde el exterior, a ser testigo ocular de unos hechos.
En cuanto al espacio se han identificado los lugares donde estaban situados los hechos, tratando de descubrir las distintas indicaciones geográficas, que nos permiten reconocer dónde se emplazan dichos acontecimientos. Aquí intentamos distinguir si este espacio correspondía a un determinado lugar físico o si solo pertenecía a un espacio imaginado por el lector o, también, si era un espacio intangible como, por ejemplo, el mundo de la literatura o el referido a un espacio mediático.
Finalmente, para determinar el estilo o escritura de cada columnista, que puede ser definido, en términos generales, como la expresión personal de un autor o como la fisonomía formal de una obra. Recientemente se ha introducido el término escritura como sustituto de estilo individual con una señalada referencia al aspecto lingüístico, es decir, de las elecciones en el seno del código efectuadas por el escritor. Es necesario precisar el carácter semiótico del concepto escritura como conjunto de rasgos literarios y, por lo tanto, pertenecientes al sistema de la literatura y a sus códigos y subcódigos, que se reflejan en el estilo de un autor. No obstante, es preciso tener en cuenta que la escritura de un autor puede tener más de un estilo, según quien hable, con los ojos de qué personaje se vean los hechos y los lugares en que se coloquen. En relación con esta categoría de análisis, tratamos de descubrir el tipo y frecuencia en el uso de ciertos recursos estilísticos y su relación con los temas escogidos.
Los pasos metodológicos seguidos fueron los siguientes:
-
Restringir el campo de análisis al corpus seleccionado, es decir, todas las columnas aparecidas en los suplementos El País Semanal y Magazine durante los meses de noviembre y diciembre de 1999 (en total son 54 columnas), con el fin de realizar una radiografía de un momento determinado: fines del siglo XX. Para este análisis decidimos hacerlo por columnista y así realizar una presentación general por cada autor y su sección correspondiente. Para llegar a esta visión global se realizó previamente una ficha resumen, donde se contemplaban los conceptos señalados anteriormente (ver anexo). Así, se logró tener una visión general de todas las columnas.
Esta ficha fue elaborada a partir de las nociones teóricas antes descritas, de este modo, nos fuimos preguntando quiénes eran los protagonistas y personajes secundarios de cada columna; cuál era el tema y motivo principal; identificamos el tipo de narración según el punto de vista adoptado por el autor o la autora; también nos preguntamos por el espacio físico o imaginario; y, finalmente, reconocimos el estilo dominante de cada columnista.
Una vez elaborada la ficha-resumen se enlazan los conceptos en función de las hipótesis establecidas. Así, se estructura el siguiente esquema de análisis, cuya definición esencial fue la de relacionar, es decir, establecer vínculos entre todas las categorías o nociones predeterminadas, siempre tratando de responder al porqué y para qué de su utilización. En consecuencia, el esquema aplicado fue el siguiente:
Hallazgos y conclusiones
Al finalizar este estudio y según el objetivo propuesto, al comienzo, de caracterizar el discurso periodístico de mujeres y hombres, estableciendo sus similitudes y diferencias desde un punto de vista tanto temático como estilístico, en razón del género al que cada uno pertenece, podemos decir que nuestra primera hipótesis de trabajo ha sido confirmada. Pues, tras el análisis realizado descubrimos diferencias temáticas entre este grupo de columnistas hombres y mujeres, en relación con el referente que cada uno alude, condicionado por el género de cada autor, y ello tanto en el análisis cuantitativo como en el cualitativo. Así, en cuanto a las categorías propuestas encontramos las diferencias que comentaremos a continuación.
Respecto a las temáticas, en el caso de las mujeres se relacionan con su intimidad, con su manera personal de ver el mundo y el entorno que las rodea. De este modo, asistimos a su “propia mirada” de la realidad: desencanto y angustia existencial de una mujer madura (Maruja Torres); deseo de rescatar la diferencia como un valor esencial de las personas (Rosa Montero); confesar a los lectores sus propias vivencias y reflexiones (Soledad Puértolas y Carmen Posadas); y criticar los problemas de una sociedad en un espacio público “tradicionalmente femenino” (Almudena Grandes).
Por esta razón, los temas de las columnistas mujeres, en razón de su género, se ubican en las esferas “privadas”, es decir, tratan de alguna anécdota, a partir de esta dan su visión de la realidad y de la sociedad contemporánea en general (Soledad Puértolas y Carmen Posadas); y en las de “transición pública- privada”, desde alguna vivencia personal, aluden a temas públicos, especialmente relacionados con el estado actual del mundo occidental (Maruja Torres, Rosa Montero y Almudena Grandes).
En el caso de los columnistas hombres existe unanimidad en cuanto a los temas trabajados, pues en todos ellos encontramos asuntos que se refieren a los problemas de la sociedad actual, provocados por los grandes y acelerados cambios, especialmente los tecnológicos que han afectado la manera de vivir y de relacionarse en el mundo de hoy. Así, encontramos, por una parte, severas críticas a estos acelerados cambios, a las contradicciones de sociedades que se dicen modernas, pero que actúan arcaicamente, esta crítica va dirigida a algunas instituciones (Manuel Rivas, Antonio Muñoz Molina, Quim Monzó y Andrés Trapiello); y, por otra, críticas a ciertos personajes públicos (Màrius Carol).
Asimismo, la mayoría de las temáticas trabajadas por los columnistas se encuentran en la esfera “pública”: política, arte, monarquía, justicia, arquitectura, sociedad, entre otros (Manuel Rivas, Quim Monzó, Andrés Trapiello y Màrius Carol). La excepción la constituye Antonio Muñoz Molina, quien en el periodo estudiado se refiere tanto a asuntos que están en la esfera “pública” como en la esfera de “transición pública-privada”.
De lo anterior, concluimos que a los columnistas hombres analizados les es más fácil referirse a temas públicos, pues han sido socializados para tomar la voz y opinar sobre este tipo de temas, juzgarlos y tomar una determinada postura. En cambio, en el caso de las mujeres columnistas estudiadas, apreciamos una ambigüedad, pues para ellas no es fácil juzgar los hechos públicos o por todos conocidos, por esto vemos este juego de permanecer en la frontera (transición pública-privada). Pareciera como si fuera el espacio donde se sienten más cómodas, el escenario que les ha sido asignado por la tradición androcéntrica, confinadas a lo privado (lo doméstico) y de a poco, en la medida que el sistema lo permite, ir transgrediendo ese espacio para establecerse en la frontera. Pero están excluidas -o ellas mismas se auto excluyen- de pisar el terreno de lo público. Vemos su discurso como una manera de “pedir autorización” por ocupar un espacio que no sienten propio.
En relación con la subcategoría de protagonistas o personajes, podemos decir que también existen diferencias entre ellos y ellas, en función del género al que pertenecen. Así, observamos, que la mayoría de las columnistas mujeres tiene como protagonistas a sus propias autoras (Maruja Torres, Soledad Puértolas y Carmen Posadas), ellas son los personajes principales de sus relatos. No obstante, también encontramos como protagonistas en las columnistas mujeres a personajes que poseen un rasgo singular que la Historia oficial no ha registrado (Rosa Montero) o personajes anónimos que transitan en un ambiente típicamente femenino: el mercado (Almudena Grandes). El rasgo en común que tienen estos personajes es que son actores que generalmente no aparecen en la Historia, sino que se quedan al margen.
En el caso de los columnistas varones, sus protagonistas son personajes que representan estereotipos de la sociedad europea occidental, que la mayoría de las veces pertenecen al ámbito público y responden al arquetipo viril (Moreno Sardá 1986), que ubica al género masculino como el centro de la historia: varón adulto, perteneciente a la etnia y cultura europea occidental.
Un rasgo similar que hay entre los columnistas, según esta subcategoría, es que ninguno tiene como protagonistas de sus relatos al colectivo mujeres y que la aparición de mujeres concretas obtuvo un porcentaje muy bajo; es decir, nos encontramos con el predominio del modelo androcéntrico.
Otra característica en común es el tipo de personajes que aparece en los textos de casi todos los columnistas, que pertenece a la categoría “héroes comunes y corrientes” (similares a nosotros los lectores). Salvo en el caso de Maruja Torres y Màrius Carol, cuyos personajes pertenecen a la categoría “héroes inferiores” a nosotros (héroes degradados). En el caso de Maruja Torres estos son personajes secundarios que en su totalidad pertenecen al género masculino y en Màrius Carol son personajes del ámbito público que son rebajados de su sitial de poder.
En cuanto a la subcategoría de uso de personas narrativas o narración, encontramos diferencias debidas al género al que cada uno pertenece. En el caso de los columnistas hombres en la mayoría de sus columnas aparece el punto de vista “desde fuera” (narrador externo) o visión “con” (personaje testigo). En la mayoría de sus relatos, predomina una narración en tercera persona.
En las mujeres columnistas analizadas existe un punto de vista de visión “con”, que se presenta a través del yo-narrador (primera persona), que se alterna con la visión “desde fuera” (personaje-testigo).
De estos resultados, concluimos que en el caso de los varones analizados el uso de la tercera persona está directamente relacionado con las temáticas del ámbito público por ellos trabajadas, pues para juzgar los errores y aciertos de una sociedad, esta forma verbal les es más propicia, ya que así, mantienen una cierta distancia y el discurso parece más objetivo. Esto tiene que ver con el rol de juez que estos autores se auto imponen; función social que está estrechamente vinculada con la pertenencia al género masculino, pues este es el modelo que desde la Antigüedad clásica se utiliza como patrón universal para interpretar la realidad: la filosofía, la historia y el periodismo, cuyos discursos de la “objetividad” han perdurado hasta nuestros días.
En cambio, en el caso de las autoras estudiadas, el uso de la primera persona (yo narrador) representa claramente lo que en el discurso oficial de la filosofía, historia y periodismo se ha mantenido en los márgenes o es el tipo de crítica que aparece entre líneas. Recurso muy utilizado por algunas mujeres escritoras para hacerse oír en un sistema discursivo que no las contempla por la hegemonía del universal masculino.
Una similitud que encontramos entre ambos colectivos, especialmente en aquellos que tienen formación periodística es el uso de la tercera persona o un juego de intercambio entre la primera y la tercera, con el fin de tomar distancia de lo relatado como una manera de mostrar la realidad a través de este prisma de “supuesta objetividad” (Rosa Montero, Manuel Rivas, Antonio Muñoz Molina y Màrius Carol).
Finalmente, respecto a la categoría temáticas, podemos decir que existe una similitud entre los columnistas mujeres y hombres, pues en todos ellos se aprecia un desencanto hacia la sociedad posmoderna, con sus acelerados cambios; la diferencia en razón del género de cada autor aparece en el enfoque que se les dan a estas problemáticas, pues las columnistas lo hacen desde una mirada más íntima, a partir de sus propias vivencias, reflexiones y emociones. Los hombres, en cambio, lo hacen a partir de las debilidades y problemas de la sociedad que los rodea, principalmente poniendo atención en las instituciones y personajes públicos que la conforman, en muy raras ocasiones estas críticas aparecen en torno a sus propios problemas existenciales.
En relación con la segunda hipótesis de trabajo, afirmamos que también existen diferencias estilísticas entre este grupo de columnistas hombres y mujeres y que están directamente relacionadas con los fines que cada uno tiene. De este modo, nos encontramos que en el caso de los columnistas varones hay una gran similitud de estilo que está estrechamente vinculado con el rol que ellos asumen como columnistas: criticar los excesos de la sociedad actual como si fueran verdaderos “jueces” que evalúan los errores de los personajes públicos y de las instituciones. Este papel de “magistrados” que desempeñan se presenta en dos estilos distintos: “sobrio” y “burlesco”. En el primer caso, vemos a columnistas que no les interesa llamar la atención sobre el lenguaje, sino sobre el tema, lo criticado (Manuel Rivas, Antonio Muñoz Molina y Andrés Trapiello). En el segundo grupo, encontramos a aquellos que a través de un lenguaje exagerado quieren llamar la atención sobre lo que ellos consideran grandes problemas de la sociedad actual y lo hacen a través del humor y la risa (Quim Monzó y Màrius Carol).
De lo anteriormente mencionado, se desprende que la voz del hombre aparece como una voz de autoridad, que se da importancia sobre los temas tratados, por ende, la mayoría de las veces el tono de la escritura es serio o burlesco. Ambas modalidades no son contradictorias, pues son las herramientas de aquellos que tienen el poder o la autorización de la crítica: severos juicios o burlas encarnizadas.
En el caso de las columnistas mujeres no hay unanimidad de estilos ni funciones del relato; así, nos encontramos con tres tipos de estilos distintos: “íntimo y melancólico”, “necesidad de ser tomadas en serio” y “burlesco”. En el primer estilo, están aquellas columnistas que buscan a través del lenguaje crear un espacio de intimidad y empatía con el lector (Soledad Puértolas y Carmen Posadas), porque para ellas sus relatos cumplen la función de ser un punto de encuentro, de comunicación directa con sus lectores. Respecto al segundo tipo, descubrimos el deseo de legitimarse a través de la escritura, centrándose en el asunto tratado, otorgándole así “veracidad” a lo relatado (Rosa Montero y Almudena Grandes). Por último, en cuanto al tercer estilo, está la crítica irreverente hacia el sistema y hacia los poderosos (género masculino) a través del uso de la burla y la parodia (Maruja Torres).
De la escritura de estas autoras, concluimos que algunas buscan la complicidad con el lector a través del lenguaje, necesitan de su aprobación. Es como si su voz o relato no tuviera importancia, por lo cual, constantemente apelan a la empatía de sus receptores para continuar con su elocución. También, esta complicidad se da a través del humor y la burla, pues así se establece una mayor sintonía con los lectores y la crítica realizada no genera resistencia y, muchas veces, es asimilada más fácilmente.
Llaman la atención dos columnistas que utilizan la burla y la parodia para realizar sus críticas, pero con objetivos distintos, donde se observa claramente, que se realiza en función del género al que cada uno pertenece. Màrius Carol, cuyos juicios se dirigen a personajes del ámbito público que forman parte del sistema (hombres y mujeres), y Maruja Torres cuya burla va destinada a personajes del sexo masculino, a quienes degrada y convierte en objeto de su burla. Incluso ella misma aparece como objeto de risa, al contrario de Carol quien siempre se mantiene ajeno de las críticas en su rol de juez implacable.
Por último, solo decir que, a partir de este trabajo de exploración sobre este caso de escritura de hombres y mujeres, se abren nuevas preguntas y proyecciones que tienen relación con las transformaciones de lo que llamamos “identidad femenina y masculina”, que se están produciendo en la actualidad, dentro del marco de modificaciones más profundas de la sociedad, influidas por los cambios históricos, ideológicos y filosóficos. A través de la escritura podemos vislumbrar estas transformaciones, y, por ende, la necesidad de efectuar nuevos estudios, sobre todo de índole diacrónico con el fin de analizar cómo han evolucionado estas escrituras a través de un determinado periodo de tiempo histórico. Todo esto con el objetivo de proponer nuevas narrativas de opinión desde una perspectiva más diversa para visibilizar y poner en el centro del discurso público temáticas y actores que han permanecido en el margen.