Al adentrarme en los "mensajes" contenidos en este libro, recordé Tierras de cristal, novela de Alessandro Baricco (2011), por la polifonía de sus voces, como si se tratase de aquellas extraídas cada noche de viernes por el humanófono de Pekisch, ese extraño instrumento que inventó para reunir las notas personales, incluso las de aquellos que desafinaban, en un solo coro que intentaba ser armónico.
Porque Mensajes sobre la frontera México-Estados Unidos es una obra polifónica. No me refiero a la ligazón necesaria que implica una obra de compilación que reúne los enfoques plurales, teóricos y metodológicos, de seis autores, explicados desde su introducción por los coordinadores, Diana Lizbeth Méndez Medina y Víctor Manuel Gruel Sánchez, quienes advierten la diversidad de las aproximaciones de cada uno de ellos y, al mismo tiempo, enfatizan las coincidencias que los unen: el turismo como "espacio y negocio", la frontera como una zona "móvil", las políticas de Estados Unidos y sus relaciones bilaterales con México, y la diplomacia cultural como un poder blando.
La polifonía a la que me refiero va más allá de las particularidades de escritura y miradas de sus seis autores, aterriza en el acierto del volumen para recuperar las voces de numerosos agentes involucrados con el turismo y la cultura de México entre 1927 y 1945, los cuales no constituyen un coro unívoco, sino que representan una suerte de polifonía que no siempre resulta armónica, porque se entrelaza con aquéllas voces que emanan del mercado, la política binacional y uno que otro sueño técnico, cultural, artístico o científico.
Si bien el interés que reúne los trabajos está centrado en el turismo, los autores han privilegiado el espacio de la frontera norte del país, así como la costa del Pacífico, no sólo para develar aspectos aún no trabajados en esas tierras, sino también para centrarse y vislumbrar parte del complejo entramado de esta actividad desde las relaciones binacionales con Estados Unidos. Por ello la elección de la frontera, aspecto enriquecedor para cualquier lector, pero, sobre todo, para aquel -como yo- anidado en el Altiplano, porque desde esa línea borrosa es posible observar territorios descentralizados, particulares a otros climas, poblaciones y problemáticas, y ajenos a la profunda centralidad que generalmente domina nuestras reflexiones históricas cotidianas. Sin embargo, el abordaje de territorios fronterizos -es decir, no centrales- resulta sólo aparente, porque en cada tramo de esos espacios es posible observar las mismas preocupaciones, anhelos y problemas que, de una u otra manera, el "centro" comparte con aquellas tierras de la frontera y el Pacífico.
De esta forma, Tijuana (Baja California), Puerto Peñasco (Sonora) y Acapulco (Guerrero), se entrelazan en las páginas de este libro, ya como sueños de ciudades turísticas que encontrarán su bonanza económica y desarrollo con los viajeros nacionales, pero sobre todo, internacionales (es decir, los provenientes de Estados Unidos); o como lugares de perdición y enajenación que se encuentran dolosamente sumidos en el vicio, la prostitución y el alcohol, y que deben salvarse por medio del trabajo honrado promovido por el gobierno de Lázaro Cárdenas. En cualquiera de ambas interpretaciones (tan contradictorias y opuestas, quizá tan maniqueas), esos puntos geográficos se encuentran unidos con el resto del país y del continente (y, por supuesto, con Estados Unidos), por la carretera Panamericana y sus ramales, que son sendas que conducirán a la unión continental y, con ello, al progreso económico y social; y también entrelazados por las imágenes que construyen la revista Mapa, el cine y las exposiciones internacionales, medios que se ocuparán de representar y dar a conocer una cara amable de la frontera y de la costa del Pacífico y sus habitantes.
Los trabajos de Diana Lizbeth Méndez Medina, Marcel Sebastián Anduiza Pimentel y Víctor Manuel Gruel Sánchez, abordan la complejidad que entrañó el crecimiento de aquellas ciudades como proyectos turísticos, urbanos y económicos, que se debaten entre los planes de desarrollo, el diálogo con el vecino país del norte y las políticas cardenistas en contra del vicio, el juego y la prostitución, mostrando que tales dinámicas están lejos de ser historias lineales, homogéneas o unifactoriales.
La concatenación de intereses inmersos en tales proyectos está ampliamente presentada por Víctor Manuel Gruel Sánchez en "A medio camino de Arizona y Baja California. Surgimiento de Puerto Peñasco, Sonora (1920-1950)". Aquí el autor nos presenta la expansión de Puerto Peñasco como una bisagra que resulta del crecimiento económico, político y geográfico de Arizona y del entonces Territorio de la Baja California. En ello, nos señala Gruel, confluyen numerosos factores: la vocación turística impulsada desde los años 20 vinculada a las restricciones de Estados Unidos para el consumo del alcohol, su aislamiento geográfico y la debilidad de las autoridades locales, el interés por la explotación de la totoaba para su comercialización en Estados Unidos, la importancia que adquiere este lugar para Arizona como "acceso marítimo" luego del Tratado de Guadalupe Hidalgo, los programas binacionales de reforestación de parques nacionales y, finalmente, el interés de los gobiernos cardenista y avilacamachista por "mexicanizar" el territorio. Además, el autor suma el interés por constructores y empresarios para impulsar las comunicaciones; así como, tras la guerra, el impulso del mercado camaronero y las tensiones derivadas de las simpatías de los funcionarios frente a Japón o Estados Unidos. En ese complejo entramado, Puerto Peñasco no tiene una sola configuración que pueda explicarlo, sino que adquiere diversos y, algunas veces ambivalentes significados, de acuerdo con los agentes que lo imaginan e intervienen.
La frontera, como puede percibirse en estos trabajos, es una línea divisoria que sólo resulta fija en el mapa, porque en la realidad es sumamente porosa y flexible, y está signada no sólo por el intercambio y la comunicación, sino y sobre todo, por una especie de confrontación constante al interior y hacia el exterior. Así, en "Contra el turismo. Alternativas para la transformación económica y social de Tijuana (1935-1939)", Diana Méndez nos presenta parte de las tensiones generadas por las políticas cardenistas impulsadas para eliminar los centros de vicio de la ciudad (crecientes, desde la primera década del siglo en gran medida por las restricciones norteamericanas), pese a la amplia propaganda que les brindaron tanto El Universal como el Departamento de Autónomo de Prensa y Publicidad (DAPP). Si bien se pretendía sustituir las actividades turísticas por industrias locales y otros empleos (agricultura, construcción, minería, industria vitivinícola), así como conectar la zona con el resto del país por medio del plan carretero y ferroviario, impulsar la colonización con mexicanos de otras zonas o repatriados, y brindar un mayor control en las garitas, para "mexicanizar" el territorio, es decir, recuperar simbólica y culturalmente este territorio fronterizo e insertarlo en la dinámica nacional, tales políticas no fueron plenamente aceptadas por los agentes locales. Para la autora, la clausura del complejo turístico Agua Caliente, en este marco, es un claro ejemplo de estas políticas, así como del duro golpe que recibieron aquellos negocios más prósperos en la ciudad fronteriza que, además, no implicó necesariamente la mejora económica de las localidades ya de por sí precarias, ni la erradicación absoluta de la empresa turística o la aceptación de todos los sectores que fueron impactados.
La forma en cómo debe crecer una ciudad y alcanzar el desarrollo, no era (y no es), de ninguna manera un consenso, ni siquiera para los actores políticos o empresariales que lo impulsan. Este aspecto es ampliamente desarrollado por Marcel Sebastián Anduiza Pimentel, en "Acapulco y la historia social de su planificación. La caída de un puerto y el surgimiento de una ciudad turística, 1927-1945". El autor nos presenta la reinvención de esta ciudad bajo el imaginario "sol y playa", en medio de una transición económica del circuito de ciudades que pasaron por el mismo proceso de reinvención y que competían por los mercados en el Pacífico. Anduiza nos explica cómo el antiguo puerto virreinal que conectaba al continente con Manila había perdido todo su esplendor a principios del siglo XX, y cómo a partir de la segunda década de esa centuria emergieron diversos proyectos que pretendían devolverle el esplendor de antaño, pero ya no en materia comercial sino turística. Pero sobre todo, el autor nos presenta los planos de conflicto por el control y el uso del espacio que estos proyectos ocasionaron, así como la variedad de agentes involucrados y la disparidad de sus intereses que, sin embargo, se lograron condensar en el desarrollo y la "invención" del puerto a mediados del siglo, como un Acapulco turístico que "emanó del desplazamiento" socioeconómico y espacial, en medio de las transformaciones de la percepción sobre la naturaleza, la playa y la planificación urbana. Es que, el "desarrollo" de estas ciudades era también parte de un imaginario que no sólo se concretaba en su traza o la apertura y cierre de empresas, turísticas o no, sino también en su representación. Los trabajos de Claudia Borrajo del Toro, Claudia Garay Molina y Dafne Cruz Porchini se adentran en tales representaciones, escudriñando sus símbolos y semánticas, así como sus espacios de negociación y las contradicciones que entrañan.
En "Hold back the dawn (1941): veinte años de negociaciones de las representaciones de México en el cine estadounidense y la buena vecindad", la primera de estas autoras nos presenta las transformaciones sufridas entre el guion original de esta película y su filmación final como un ejemplo de las negociaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos para regular la imagen de ambos países. México, además de frenar el vicio de los centros turísticos, desde los años veinte había pugnado por censurar aquellas representaciones denigrantes de su territorio y población; Estados Unidos, por su parte, en medio de la guerra, necesitaba impulsar su obra propagandística en favor de la política de la buena vecindad, usando a México como un aliado frente a América Latina. Así, Borrajo nos muestra cómo el cine se convirtió en "un vehículo estratégico para la diplomacia cultural": tras años de intensas negociaciones, los "hechos reales" descritos en el guion original sobre la dura vida de los exiliados en la frontera mexicana en su espera de ingreso a los Estados Unidos se transformaron en un relato que matiza la representación oscura de Tijuana, y convierte a Estados Unidos en la "tierra prometida" para los inmigrantes europeos, justificando con ello su política migratoria, y presentando a México como un claro aliado de su política exterior.
Al igual que el cine, la prensa y, en particular, las revistas recrearon la imagen del territorio como nos muestra Claudia Garay Molina, en "A 100 kilómetros por hora. La revista Mapa y las imágenes turísticas desde las fronteras del noreste y noroeste mexicano, 1934-1940". En su trabajo, los proyectos para mejorar el transporte terrestre del país (en particular la carretera Panamericana), la popularización del automóvil, el turismo "paisajístico" y el patrimonio histórico-cultural (arqueológico e histórico), se integran en la revista Mapa (1934) para reconfigurar la imagen del territorio, usando los "nuevos caminos como metáfora del progreso y la civilización". Con ello, no sólo se significa al noreste mexicano en contraposición a la tijuanización o extranjerización de otros puntos, sino que se promueve el viaje "por el ánimo de conocer y explorar el país", representando una "nueva geografía" y paisaje con base en el patrimonio histórico y cultural.
Esa reconfiguración del territorio también es explorada en el trabajo "México en la Exposición Internacional del Pacífico (1935): símbolos y representación política", de Dafne Cruz Porchini. La autora nos muestra el pabellón mexicano de esta exposición, con el que se recreaba una villa de Taxco, las casas estilo mexicano (hispano con decoraciones prehispánicas) modernas y funcionales, la presentación de "artesanos nativos" realizando sus productos regionales, y la exhibición de piezas arqueológicas (reproducciones), publicaciones y la réplica de la pintura de Fray Junípero Serra, como los elementos simbólicos que condensaban la imagen de un México pintoresco y bucólico arraigado en su pasado, como la "tierra prometida" y paradisiaca. Con ello, se contrarrestaba la imagen de la frontera ligada al vicio y, por otro lado, también se abonaba al discurso del panamericanismo que se consolidó años más tarde en la Exposición Golden Gate, legitimando así los vínculos de vecindad con Estados Unidos y el comercio con el Pacífico, especialmente después de la gran depresión.
De esta forma, los mensajes que evoca este libro, como refieren sus autores, son en realidad "intenciones, algunas más deseables que otras" y también, me parece, reconfiguraciones del territorio que, por más disímbolas que resulten, comparten el mismo anhelo de modernidad y una confrontación paradójica constante. Esto me hace regresar a las Tierras de cristal de Alessandro Baricco porque, además de la polifonía, los anhelos que resguardan las voces de Mensajes me recordaron a los de aquellos personajes: al sr. Rail y su proyecto de construir un tren que recorriera 200 km en línea recta como si "fuese un proyectil", como si se tratara de la metáfora más bella y más grande del destino, quizá del progreso, pero que nunca logró construir; o el sueño de Hector Horeau de erigir un Cristal Palace, un espacio de hierro y cristal que permitiría el milagro de "entrar en un sitio y tener la impresión de salir fuera", de estar "fuera y dentro en el mismo instante", pero que colapsa antes de ser edificado.
Estos sueños de los personajes de Baricco, al igual que las voces reunidas en Mensajes sobre la frontera, están anclados en el anhelo de la modernidad y sus símbolos más preciados; pero también están sumidos irremediablemente en la paradoja que se esconde detrás de ésta: la de un país que quiere lanzarse, como si fuera un proyectil, a través de la Panamericana, y que imagina un estar "adentro y afuera", reconfigurando su territorio y población en la "mexicanidad" y el turismo internacional. En este sentido, Mensajes desde la frontera, integra numerosas reflexiones valiosas para pensar y repensar, no sólo al turismo y la cultura nacional, sino también para comprender mejor varios aspectos del complejo entramado que albergan los anhelos de la modernidad nacional en pleno siglo XX.