Introducción
En este trabajo se comparó la forma en que mujeres de distintas unidades territoriales, de estratos socioeconómicos disímiles, así como de generaciones diferentes, utilizan y disponen del tiempo, además de la forma en que construyen sus temporalidades y cómo éstas se articulan con el territorio. Partimos del interés en estudiar la zona poniente de la Ciudad de México -a partir del surgimiento del proyecto Santa Fe-, la cual se ha transformado drásticamente en los últimos 20 años por las políticas urbanas y la llegada de empresas globales. Es así que se habla del urbanismo insular, donde los nichos económicos globales estarían interconectados entre ellos, sin mirar a las poblaciones vecinas. Esto no significa que la creación de los proyectos no tenga un impacto en la población cercana, en su forma de vida y sus ritmicidades, y que la manera de comprender la ciudad no se modifique.
A finales de la década de 1980 se conformó en el poniente de la Ciudad de México un ambicioso proyecto urbano de recuperación y revitalización de un área que hasta ese entonces había sido marginal, ya que ahí se alojaban los depósitos de basura más grandes de la ciudad -anteriormente minas de arena-. La llegada del proyecto de urbanización conocido como Zona Especial de Desarrollo Controlado (Zedec) Santa Fe, supuso la construcción de una nueva centralidad dotada de numerosos edificios, obra de algunos de los arquitectos más importantes del país (Francisco Serrano, Teodoro González de León, Ricardo Legorreta [Pérez Negrete, 2010]). El proyecto Santa Fe contempló crear una zona de oficinas que albergaría grandes empresas nacionales y transnacionales, así como la construcción de una de las zonas habitacionales más exclusivas del país, incluyendo la provisión de servicios como hospitales, universidades privadas y centros comerciales. Dicho proyecto ha tenido ciertos impactos en los alrededores y se puede observar una radical transformación del espacio urbano.
Desde su inicio, este proyecto generó una intensa polémica. Por un lado, supuso una importante fuente de empleos de diverso nivel, desde altos ejecutivos, pasando por empleados(as) y dependientes, hasta limpiadores(as) y vigilantes para las empresas allí asentadas. Por otro lado, han surgido fuertes críticas por el impacto urbano que ha tenido, como el aumento del tránsito vehicular. Asimismo, la demanda de servicios, como el suministro de agua, ha generado una preocupación en los pueblos y las colonias vecinos respecto a la posible escasez del vital líquido.
Cómo surge el interés por hacer la investigación y principales objetivos
La finalidad de este estudio es mostrar cómo mujeres de distintos estratos sociales experimentan de forma diferente la ciudad, su barrio, así como su propia vivienda, a partir de los recursos, valores y las percepciones que poseen del tiempo. Esto tiene que ver con sus roles y obligaciones, con sus recursos y con sus experiencias en el día a día.
Las mujeres con quienes se trabajó habitan en una zona compleja donde coexisten pueblos, colonias populares y un nuevo proyecto de vanguardia. Definimos estos asentamientos1 de la siguiente manera:
Los pueblos conurbados de origen colonial, que han perdido buena parte de su territorio, pero donde el parentesco, los rituales y las constituciones comunitarias son la base para la construcción de la identidad local.
Las colonias populares para sectores medios y bajos, formadas sin una planeación previa, donde las viviendas suelen ser adquiridas de forma irregular y por autoconstrucción.
Los fraccionamientos residenciales, ya sea de forma vertical (en condominios) u horizontales, en áreas urbanizadas para uso habitacional destinados a las clases media y alta (Safa, 1998; Duhau & Giglia, 2008).
En este estudio se abordan específicamente tres unidades territoriales que se ubican en el poniente de la Ciudad de México: el pueblo de Santa Fe, las colonias de origen popular (La Mexicana y Pueblo Nuevo), así como las colonias residenciales que se encuentran dentro del proyecto Santa Fe, conocido como la Zedec Santa Fe (véase el mapa 1 en el Anexo).
A partir de las distintas realidades socioeconómicas, así como del origen de cada asentamiento, nos preguntamos cómo se construye el sentido de pertenencia en cada unidad territorial, utilizando como categoría principal el tiempo.2 Nos interesaba saber si existe o no arraigo y, por lo tanto, una identidad vinculada con la forma en que se concibe y se utiliza el aspecto temporal. Se decidió poner mayor atención en este aspecto, ya que dentro de la antropología urbana se le ha dado preponderancia a la categoría del espacio sobre la del tiempo. Proponemos utilizar las temporalidades para aproximarnos a la forma en que las mujeres utilizan y conciben el tiempo. Entendemos las temporalidades como parámetros concebidos como construcciones sociales e ideológicas, y por lo tanto arbitrarias.
El uso del tiempo, y por lo tanto del espacio, posee ciertas particularidades para las mujeres. Existen ciertos imaginarios respecto a lo que es y lo que no es correcto para las mujeres al hacer uso de los espacios públicos, las calles, el transporte. Hay una relación entre la hora en que se camina, se conduce o se utiliza el transporte público con el ser reconocido como hombre o mujer, así como la forma en que se perciben la violencia y la inseguridad.
Además, cuando se aborda y se discute el tema de la ciudad y la forma en que se viven los problemas, transformaciones y proyectos, no suele tomarse en cuenta la manera en que las mujeres perciben y hacen uso de ella. ¿Qué tanto sabemos de las mujeres en las ciudades latinoamericanas, de su uso del espacio y del tiempo, de cómo se viven las problemáticas urbanas siendo mujeres? En la producción de estudios urbanos en América Latina, y específicamente en México, se habla de ciudadanos o de usuarios de forma genérica y no se toma en cuenta que hombres y mujeres perciben, acceden y usan la ciudad de manera distinta (Massolo, 1992).
Coincido con Saborido cuando afirma que:
La introducción de la dimensión de género en la reflexión y acción sobre la ciudad permite hacer visible y reconocer que el espacio no es neutro y que los roles y actividades de los hombres y las mujeres en sus territorios y recorridos condicionan la percepción, el acceso y el uso de la ciudad, así como su vida cotidiana y sus experiencias, las que pueden ser cualitativamente diferentes entre sí. (Saborido, 1999, p. 6)
La relevancia radica, pues, en estudiar y comparar a mujeres de distintos estratos socioeconómicos, representativos de las clases sociales residentes en la zona residencial que se ubica dentro del proyecto Santa Fe, así como las colonias populares vecinas y el pueblo de Santa Fe.
Las preguntas que guiaron la investigación son:
- ¿De qué forma se articula el tiempo con el sentido de pertenencia al lugar?
- ¿Cómo viven las mujeres en cada unidad territorial a partir de la forma en que se concibe el tiempo (o temporalidad)?
- ¿Qué implicaciones ha tenido, en términos de vida cotidiana, la construcción del proyecto Santa Fe?
- ¿Cómo se ve a los pobladores de las otras unidades territoriales?
Tiempo y temporalidades, materiales teóricos para el análisis de la investigación
Como mencionaba arriba, el marco teórico se construyó en torno al aspecto del tiempo y las temporalidades. La forma en que están organizados el calendario, los días de la semana, los meses y años -esto es, la organización temporal- se vive como algo natural por los sujetos. La estructura del tiempo se percibe como algo neutro. Si bien se trata de elementos temporales que tienen como punto de referencia lo que sucede en la naturaleza o el universo, el ser humano reordena, resignifica y les da sentido a las prácticas temporales (Aguado y Portal, 1992), por lo que partimos de que la forma en que se concibe el tiempo es un constructo del ser humano. La manera en que nos imaginamos "lo real temporal puede convertirse en la matriz de las referencias con las que imaginamos todos los demás aspectos de la realidad, es decir, la forma en cómo construimos los mapas que nos interesan son visuales y mentales" (Valencia, 2010, p. 191). Nos corresponde abordar las temporalidades que se producen en las sociedades; es decir, la forma en que se ordena y se concibe el tiempo desde cada grupo social.
Partimos de que las temporalidades son parámetros entendidos como construcciones sociales e ideológicas, y por lo tanto arbitrarias; esto es, los grupos sociales ordenan y nombran sus prácticas en espacios y ritmos particulares, aunque para ellos esto aparezca como algo natural (Aguado y Portal, 1991). Solemos atribuirle al tiempo la forma en que existimos y nos desenvolvemos en el mundo, por lo que pensamos que una forma excluye a las otras. Pero si observamos con detenimiento, los sujetos y las sociedades vivimos y hablamos del tiempo de acuerdo con la forma en que nuestras vivencias nos lo permiten. Somos seres temporales pero también somos seres temporalizadores. Al ser "seres en el mundo" estamos en todos los tiempos: cíclicos, lineales; percibimos tiempos acelerados y lentos, organizamos nuestras vidas en función de la memoria y del futuro en mayor o menor medida (Valencia, 2006; 2010).
Propongo pensar al tiempo social como multitemporalidades. La apuesta teórica y metodológica por la multiplicidad del tiempo social permite dar cuenta de la historia de una manera no lineal, sino multilineal, ya que dicha multilinealidad incorpora la subjetividad social de las personas en torno al tiempo. La multiplicidad del tiempo permite la incorporación del tiempo subjetivo por parte de los actores en el mundo: de su riqueza de percepciones temporales, de sus memorias, narrativas de origen y olvidos, de sus esperanzas y proyectos (Valencia, 2006). Concluimos pues que, si bien existen un tiempo y un espacio compartidos por todos los seres humanos, son las diversas temporalidades las que nos interesan.
Las comunidades agrícolas han medido el tiempo a partir de la referencia a fenómenos naturales, como las estaciones del año, y la salida y la puesta del sol. La ciencia y la tecnología lo han hecho a partir de la medición del tiempo; al utilizar instrumentos como el reloj y los calendarios intentan volverlo algo aprehensible. Pero, ¿qué pasa con lo que no se documenta? ¿Qué pasa con el tiempo subjetivo? Dentro de las narrativas y los discursos cotidianos, resulta difícil asir el tiempo. No sólo se trata de explicar cuándo sucedió algo, sino de transmitir cómo se vivió cierto proceso o cierta experiencia. Por ello en este estudio planteo abordar las temporalidades desde tres dimensiones:
Propongo que el sentido de pertenencia se construye a partir de las experiencias de los sujetos y sus prácticas sociales repetidas en el habitus cotidiano.3 En este sentido, la memoria colectiva es fundamental para explicar cómo se articula la pertenencia a partir de las transformaciones que se han producido en la ciudad, específicamente en Santa Fe.
Lo cotidiano es el ambiente inmediato, lo más próximo; es el espacio donde el sujeto se construye a sí mismo y del que parte para formar su mundo (Aguilar y Sandoval, 1991). La vida cotidiana les brinda a las mujeres un marco cognitivo, unas normas que les permiten organizar y orientar sus actividades, sus costumbres y tareas. La continuidad de la vida cotidiana está dada por la repetición o la rutina. La cotidianidad se configura a través de estas rutinas. Además, en la vida cotidiana se posibilita la reproducción social. Las prácticas cotidianas "son la base para la interacción social y la construcción de redes" (Esquivel, 2005, p. 79). La vida cotidiana refleja un intento por aprehender el presente y, a la vez, lo cotidiano plasma el devenir del tiempo. Por lo tanto, partimos de que la vida cotidiana no es una forma de entender el tiempo como algo estático, sino que está en continuo movimiento.
Los ritmos articulan la cotidianidad y los hábitos de las personas. A partir de la decodificación de estas rítmicas se puede observar la forma en que se constituyen las temporalidades; ya que éstas tienen ritmos distintos con prioridades diferentes, como pueden ser la organización de una fiesta, el cuidado del cuerpo o la prioridad que tiene el aspecto laboral. Abordar la vida cotidiana como concepto puede servir para aprehender los ritmos de los sujetos a partir de los cuales se construyen las temporalidades en los distintos grupos sociales.
Introducir el concepto de promesa nos permite observar no sólo un futuro abierto, sino una idea de cómo se quiere vivir (Tamayo & Wildner, 2005). Representa la posibilidad de concretar algún proyecto o realizar algún sueño. Existe una diversidad de opciones y posibilidades, y debemos elegir un camino. Para lograr un plan, se llevan a cabo pequeñas acciones en lo cotidiano y se descartan otras que no permitirían el cumplimiento de éste. Sin embargo, el futuro posee una parte de fragilidad que nos lleva a la incertidumbre, ya que siempre hay algo que no podemos controlar.
¿Cómo explicar que para las mujeres de la zona residencial -pertenecientes a los estratos altos- tiene más relevancia el presente? Autores como François Hartog (2007) y Milton Santos (2000) brindaron algunas pistas para abordar el tema del presentismo.4
Asimismo, Savage, Bagnall y Longhurst (2005), que hablan del pertenecer electivo, y Alicia Lindón (2006) me permitieron dar cuenta de cómo se estructura el arraigo desde el presente, y abordar a los sectores medios y altos. Estos autores, que estudian a las clases medias en el Reino Unido,5 observan que el "sentirse en casa" tiene que ver con ciertos procesos reflexivos, más que con haber nacido o haberse criado en un lugar (Savage, Bagnall & Longhurst, 2005, p. 29). Para este autor, pertenecer al ser construido socialmente está inserto en el proceso en el cual la gente juzga reflexivamente qué tan idóneo es un lugar, de acuerdo con su trayectoria social y con su posición en otros campos (escuela, trabajo, formas de consumo) (Savage, Bagnall & Longhurst, 2005, p. 11). Alicia Lindón habla de una "visión multiescalar de la territorialidad", la cual permite comprender el vínculo entre las mujeres y su imaginario espacial. Dicho imaginario está constituido por una amplia red de territorios, que a su vez están entretejidos a partir de la propia biografía de las personas (Lindón, 2006). Encontramos que, por ejemplo, actualmente se realizan traslados a colonias como Polanco, Las Lomas o Interlomas para obtener servicios (como hospitales, tomar algún curso, hacer trámites), para visitar amistades o familiares, o para realizar alguna práctica de consumo. Las colonias donde se habitó en la niñez o la juventud permiten establecer analogías y hacer comparaciones.
Retomamos el concepto de agencia de Anthony Giddens, que destaca cómo la ejecución de la acción es una cuestión que se refiere al poder (entendido como el medio para lograr que se realicen las cosas) que va más allá de la intención del agente (Giddens, 1995). Los ritmos cotidianos no transcurren de la misma forma si se tiene automóvil o si se utiliza el transporte público. Si la limpieza del hogar se lleva a cabo directamente o si se apoya en otras mujeres (servidumbre) para que realicen el trabajo doméstico. Si el trabajo remunerado se lleva a cabo como una forma de autorrealización o si los ingresos son indispensables para el sostenimiento de la familia. En cuanto a los encuentros con otras mujeres, algunos ocurren de forma espontánea en la calle o en el mercado, y otros se realizan en cafés o restaurantes de forma acordada previamente. Los ritmos temporales están articulados con distintos lugares y recursos. ¿Cuál es el horario de una empleada de limpieza de una oficina? ¿Cómo se organiza el tiempo de trabajo de una profesionista independiente? Corresponde preguntarnos cómo se estructuran los tiempos para las mujeres de acuerdo con el sector social al que pertenecen, o si existe una "temporalidad femenina" que se moldea de acuerdo con la generación y el estrato al que se pertenece.
Experiencias temporales y construcción de narrativas
La experiencia es necesaria para poder pensar el tiempo, reflexionar sobre él y jerarquizarlo. Para que el tiempo sea experimentado, se requiere una conciencia que lo viva. El tiempo, entendido como un todo, permanece virtual o mudo, hasta que la conciencia lo "despierta" al medirlo y comprenderlo, hasta que se confronta con la propia duración de la conciencia que es finita (Illescas, 1995). Esa conciencia está en el presente; desde un ahora se reflexiona sobre el pasado o se proyecta hacia el futuro. Mediante la experiencia se constituye la subjetividad de los individuos a través de hábitos, disposiciones, percepciones, que conforman un complejo de significado, resultado de la interacción entre el sujeto y el mundo exterior (Valencia, 2010). Si se piensa de forma inversa, es en la dimensión temporal donde están las vivencias, ya que sin tiempo no sería posible la experiencia. En tanto se coexiste en un tiempo y un espacio dados, se produce la intersubjetividad, la posibilidad de compartir la interpretación y el lugar con los otros. Es entonces cuando se generan códigos compartidos de comunicación (Tamayo & Wildner 2005). Así, la vida cotidiana de cada persona se traduce en un conjunto de experiencias, las cuales se expresarán a través del lenguaje. Las experiencias se configuran en relatos temporales y espaciales concretos (Valencia, 2010). En este trabajo me interesó saber la forma en que las mujeres construyen estos relatos.
Al aprehender las experiencias a través del lenguaje, éstas se manifiestan en relatos, narrativas, dramas sociales y realizaciones culturales. Las experiencias entendidas de esta forma constituyen una de las principales maneras en que podemos codificar y entender cómo se viven y se perciben las distintas temporalidades: "Cada experiencia que narramos o que nos narran es un episodio de una historia posible; es una forma de relatar nuestra hondura y singularidad a través de medios intersubjetivos y, paradójicamente, muchas veces típicos" (Díaz Cruz, 1997, p. 12).
¿Cómo se construyen estas narrativas? Las narrativas se pueden entender como una expresión de la forma de percibir los momentos vividos y como una manifestación del discurso sobre un nosotros (Nava, 2007). El desarrollo de una narración es algo que se hace conjuntamente con otras personas. Es el proceso de definir quiénes somos, en interacción con los significados que otros perciben acerca de nosotros. Se trata de un proceso recursivo. Se moldea el mundo donde se vive y, por ende, se crea una realidad dentro del contexto de una comunidad de otros individuos (Barbosa Duque, 2006). Esas narrativas permiten dar cuenta de la construcción mental y conocer las formas de descripción del vecindario y la urbe, por lo que son formas de una narración (Nava, 2007). Además, la construcción narrativa tiene ciertas características que brindan una sensación de coherencia en el tiempo. La experiencia de los asuntos humanos toma la forma de las narraciones que se usan para contar cosas sobre ellos. La narración segmenta el tiempo, no mediante un reloj sino a través del desarrollo de acontecimientos cruciales, se trata de un tiempo que es relevante para las personas y cuya importancia viene dada por los significados asignados a los acontecimientos; "así, conferirle sentido a mi situación presente, siempre requiere de una narrativa que explique mi vida, una explicación de lo que me ha acontecido para ser lo que soy que sólo puede ser lograda a través de un relato" (Nava, 2007, p. 116). Lo que las personas hacen con las narraciones está motivado por creencias, deseos, teorías, valores, es decir que no es azaroso. Cada narración se actualiza en la realidad de la que da cuenta. La narrativa vincula lo que se espera, lo que se legitima y se acostumbra.
Categorías de análisis: género, clase social y generación
Los ejes de este estudio son el tiempo y, en segundo lugar, el espacio. Las principales categorías utilizadas son el género, la generación y la clase social. Trabajé con mujeres de distintos estratos sociales y de distintas etapas generacionales, ya que: "[...] son las distancias de clase, de género, étnicas y raciales, y de las que se intersecan y articulan unas con las otras" (De Barbieri, 1992, p. 125). Así, se constituyen distintas relaciones entre mujeres, no sólo por su estrato socioeconómico, sino también por su lugar de origen, su edad y su nivel educativo.
Género
En los años ochenta se consolidó el sistema teórico sexo/género. Sobresale el trabajo de Gayle Rubin, quien en 1986 escribió el artículo "El tráfico de mujeres: Notas sobre la economía política del sexo", donde propuso el concepto sexo/género. El género será entendido como una producción social, una división de los sexos socialmente impuesta, resultado de la actividad humana a lo largo de la historia (Rubin, 1986, pp. 114, 131).
Incorporar la dimensión de género implica reconocer que hay desigualdades que atribuyen comportamientos y expectativas diferentes entre hombres y mujeres. Existen instancias o instituciones como la familia, la escuela, los medios de comunicación masiva, la religión, etcétera, que contribuyen a conformar esta identidad de género6 (Sánchez Mejorada y Torres Mora, 1992).
Clases sociales
Así como la categoría género permite dar cuenta de ciertas desigualdades, hay otros tipos de diferencias e inequidades que surgen a partir de las características socioeconómicas y de clase a las que pertenecen las mujeres. Para la realización de este trabajo se utilizó el índice de desarrollo social (IDS), el cual, de acuerdo con el Consejo de Evaluación de Desarrollo Social del D. F., está integrado por la calidad y el espacio de la vivienda, el acceso a la salud y a la seguridad social, el rezago educativo, los bienes durables y la adecuación sanitaria. La información recabada por este órgano, presentada en 2010, indica que el IDS en el pueblo de Santa Fe es medio, mientras que el de las colonias Pueblo Nuevo y La Mexicana es bajo. Respecto a la zona residencial, se contaba con información de las colonias La Loma, Ciudad Central Santa Fe y Peña Blanca, donde el IDS de las tres es alto.7
Ahora bien, partimos de que las clases sociales tienen que ver no sólo con el poder adquisitivo o la calidad de vida, sino también con un capital cultural y simbólico entendido como el estatus o reconocimiento de los otros. Retomamos la perspectiva de Pierre Bourdieu (1988) para abordar el aspecto de las clases sociales. Él observa que se ha abordado desde el objetivismo (que comprende a partir de propiedades materiales) y desde el subjetivismo (desde las propiedades simbólicas). Plantea que se debe trascender esta oposición, pues las clases sociales existen por la distribución de las propiedades materiales, así como por las representaciones producidas sobre la base de estas distribuciones a las que llama estilos de vida. Ambas dimensiones están interrelacionadas: la representación que los agentes forman de su posición en el espacio social es el producto de un sistema de esquemas de percepción y apreciación (habitus), y toma en cuenta la posición de la distribución material. Las propiedades simbólicas están relacionadas con el campo cultural, ya que si los sujetos no tienen la capacidad para percibir y evaluar los bienes simbólicos, no habrá una identificación de clase.
Si bien socialmente se han establecido roles masculinos y femeninos, ello no quiere decir que sean fijos; éstos se construyen y modifican a lo largo del tiempo. La identidad de género no es inmutable, se ha transformado de acuerdo con los propios ritmos de la sociedad. Esta consideración permitió eventualmente ver cómo se están conformando algunas diferencias intergeneracionales. Me interesó trabajar no sólo con mujeres casadas en edad reproductiva -que fue lo que en un inicio arrojó el trabajo de campo y los primeros contactos-. Y traté de establecer contacto con mujeres de otras generaciones y estados civiles.
La etapa biográfica influye en la forma en que se percibe y se estructura el tiempo. Dependiendo de qué etapa de la vida esté viviendo la mujer, es más o menos aceptable que acuda a fiestas, que "ande en la calle" o que permanezca en su casa. Los rangos de edad considerados son los siguientes:
Recorrido metodológico: la investigación cualitativa y la importancia de la observación participante para abordar las temporalidades
Desde la posición del investigador corresponde pensar desde dónde se estudia la temporalidad (Iparraguirre, 2011). ¿Cómo se construye uno frente al otro en esta distinción temporal-espacial?
La experiencia de campo fue muy diferente en cada unidad territorial; cada una posee sus particularidades, por lo que las estrategias para acceder a éstas variaron. La aproximación al ámbito de estudio desde una perspectiva cualitativa nos permitió acercarnos a la dimensión subjetiva que se posee del tiempo, más allá del reloj y de los husos horarios. Las entrevistas se estructuraron en función de los ejes generados con base en el marco teórico (memoria, vida cotidiana y promesa).
A partir de considerar que existen ritmos o ritmicidades, se elaboraron categorías para la sistematización de la información arrojada en el trabajo de campo. Los ritmos en los que está estructurado el tiempo sirven para comprender la organización y las actividades cotidianas, como el trabajo, las festividades, las conmemoraciones y las actividades en que se desenvuelve la vida social. Estos ritmos se entienden no sólo desde la vida cotidiana, sino también desde el pasado que sirve como punto de referencia y desde el pasado que explica cómo se quiere vivir.
En las colonias La Mexicana y Pueblo Nuevo se aplicaron siete entrevistas en total. Además se realizaron entrevistas grupales en cuatro sesiones -tanto a hombres como a mujeres- para obtener información sobre el origen y el desarrollo de la colonia, ya que no se encontró bibliografía al respecto. Por otro lado, en las colonias que corresponden al megaproyecto en Santa Fe, se aplicaron siete entrevistas.8 Mientras que para el pueblo de Santa Fe se realizaron nueve entrevistas. Además, se utilizó la información de ocho entrevistas realizadas en el año 2004 para la tesis de licenciatura (Ortiz Madariaga, 2004).
La forma de obtener las entrevistas en el pueblo y las colonias populares fue a través del método llamado "bola de nieve", en el que a partir de conocer a una informante clave, ésta sirvió como vínculo con vecinas y amigas suyas tanto de la colonia como del pueblo. En el caso de la zona residencial, no se pudo aplicar el mismo método. Las entrevistas se consiguieron a través de varias personas con las que he laborado o familiares que tienen conocidos que viven en la zona. En estas colonias, el acceso para realizar las entrevistas y la observación en campo fue el menos sencillo. Al tratarse de población de alto poder adquisitivo, los silencios fueron más evidentes -sin embargo, esto se pudo contrastar en el trabajo de campo con la observación participante.
Las entrevistas no serían suficientes para explicar la forma en que se vive y se concibe el tiempo. A través de la observación participante (OP) pudimos dar cuenta de los ritmos cotidianos, de la forma en que se percibe el tiempo y, por lo tanto, conocer las diversas temporalidades de los grupos sociales. Específicamente en el caso de la construcción de las temporalidades, esta herramienta resultó fundamental para dilucidarlas. Gracias al uso de la OP se pudieron reconocer prácticas vinculadas con la organización en el tiempo y en el espacio, así como con comentarios y frases en las que no hay una reflexión elaborada, como respecto a las entrevistas -con frases como "ando apurada", "me la paso corriendo".
Cabe señalar que ante la falta de bibliografía que aborde el origen y la consolidación de las colonias populares, se realizaron varias sesiones de entrevistas grupales, tanto en La Mexicana como en Pueblo Nuevo (en colaboración con la Casa Ernesto Meneses de la UIA). A estas reuniones acudieron hombres y mujeres. Además de obtener información sobre las colonias, la propia dinámica de las reuniones sirvió para poner en evidencia ciertos aspectos del uso del tiempo en hombres y mujeres, y del imaginario que hay sobre éste.
Para no desestimar las prácticas de los hombres, en cada unidad territorial se entrevistó a uno de ellos, lo cual sirvió para indagar sobre las decisiones familiares, así como para obtener más información sobre cada unidad territorial. Debido a que las entrevistas son confidenciales, se colocó una clave para cada una de las entrevistadas. En el anexo se pueden observar los cuadros con los datos de las personas a quienes se aplicó la entrevista.
Contexto sociodemográfico
Si bien se trató de una investigación de corte principalmente cualitativo, se indagó sobre información sociodemográfica de la población de las unidades territoriales consideradas. Para obtener información socioeconómica de dichas unidades, se tomaron en cuenta los datos que brinda el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). En relación con el pueblo y las colonias populares, la información se obtuvo del censo de 2010 realizado por esa institución, utilizando la información generada por colonias. En el caso de las colonias ubicadas dentro del Proyecto Santa Fe, la información por colonias no se encontraba disponible,9 por lo que se utilizó la información por Área Geoestadística Básica (Ageb). La Ageb es una forma de subdividir los municipios o delegaciones del país. Una de sus principales características es que son homogéneas respecto a sus características geográficas, económicas y sociales, lo cual puede generar información relevante para ciertos estudios.10
De acuerdo con los datos brindados por el INEGI, en 2010 el pueblo de Santa Fe tenía 3 676 habitantes. La colonia La Mexicana cuenta con poco más de 5 000 habitantes, mientras que Pueblo Nuevo tiene poco más de 8 000. En el proyecto Santa Fe se calcula que en 2010 había unos 21 776 habitantes.11
De acuerdo con los datos obtenidos por el Plan Parcial de Desarrollo Urbano de la Delegación Álvaro Obregón,12 la colonia La Mexicana cuenta con 10.74 hectáreas, mientras que Pueblo Nuevo ocupa 4.23 hectáreas. El pueblo de Santa Fe tiene 28.75 hectáreas. El área que abarca la zona de corporativos, los centros comerciales y zonas residenciales en Santa Fe se ubica en las delegaciones Álvaro Obregón y Cuajimalpa,13 y tiene un área de 931.6 hectáreas.
Resultados: temporalidades y sentido de pertenencia
Halbawchs (2011) diferencia la historia escrita de la memoria vivida; la memoria no puede ser entendida de la misma forma que la historia. A grandes rasgos podemos decir que la historia ordena, cronológicamente y por periodos, ciertos acontecimientos que se consideran relevantes, y se sitúa de forma externa; mientras que la memoria es una selección que hace el sujeto o un grupo de sujetos en relación con los acontecimientos del pasado. Los recuerdos, desde esta perspectiva, son una reconstrucción del pasado realizada con apoyos del presente: "Uno debe 'componer' su pasado para poder aprehenderlo como unitario y esta labor se da siempre a partir de intenciones presentes" (Illescas, 1995, p. 45). Recuperamos la perspectiva de Rodríguez sobre este aspecto: "La construcción de la memoria es un proceso complejo que involucra tanto los contextos actuales en los que se producen discursos sobre el pasado, las posiciones sociales que cada uno ocupa en esos contextos, así como las experiencias de vida personales y grupales" (Rodríguez, 2004, p. 162).
No todas las miradas de un grupo hacia el pasado son iguales: tienen más o menos peso y se recurre más o menos a este pasado. Especialmente en las mujeres, la memoria -o lo que queda de ella- tiene que ver con lo afectivo, con lo que se nombra y lo que se calla; la memoria es una forma de sentir el tiempo. En este sentido, es distinto lo que un evento le significa a cada miembro de la sociedad. Esta diferenciación se puede observar entre hombres y mujeres, ya que las mujeres en sus narrativas apelan más a las emociones, mientras que los hombres intentan dar "datos concretos" de fechas, horas, medidas, costos. Cada persona está sumida, al mismo tiempo o sucesivamente, en varios grupos. Por otra parte, cada grupo se divide y se afianza en el tiempo y en el espacio. Dentro de esas sociedades "se desarrollan otras tantas memorias originales" (Halbawchs, 2011). Asimismo, el aspecto generacional influye en cómo se recuerda. No son lo mismo los recuerdos de las mujeres de cuando eran madres y esposas, que de cuando eran niñas o adolescentes, ya que sus preocupaciones e intereses difieren en cada caso.
En el pueblo de Santa Fe, la fiesta ritualizada sirve como una evocación de la memoria histórica del pueblo (Aguado y Portal, 1991). Al hablar de sus habitantes, podemos pensar en una identidad que se construye a partir del origen y la propia formación del pueblo, distinta a la Ciudad de México. Esta historicidad se construye a partir de la interpretación y reinterpretación de un pasado común, de un presente que se replica en las fiestas y de un futuro de anhelos por mejorar y hacer más grande la fiesta, así como por recuperar las tradiciones perdidas. De esta forma, la identidad se ancla en una memoria mítica relacionada con su fundación en la época de la Colonia (1531). Esta memoria se reproduce a través de las fiestas patronales, específicamente el 15 de agosto, día de la Virgen de la Asunción.14 En el pueblo, el futuro se vincula con la promesa de que la fiesta patronal siga existiendo. Durante la fiesta ritualizada, pasado, presente y futuro se recrean en un mismo momento, se proyectan uno hacia el otro, con un acento especial en la continuidad (Gurvitch, 1964).
Hacer memoria es una forma de actualizar el sentido de los sucesos que ya han transcurrido en un tiempo pasado. Porque recordamos desde el presente, la memoria sirve para comprenderlo y que el "ahora" se perciba como coherente: "Uno debe 'componer' su pasado para poder aprehenderlo como unitario y esta labor se da siempre a partir de intenciones presentes" (Illescas, 1995, p. 45). Evocar el pasado sirve como un lazo o enlace para unir a las generaciones pasadas con las presentes, ya que es desde el presente que se recuperan ciertos recuerdos y se construye la memoria.
A diferencia de los pueblos vecinos que poseen tierras comunales o resquicios de prácticas rurales, pareciera que en el pueblo de Santa Fe sólo permanece la fiesta patronal como elemento identitario. En dichas fiestas el papel de la mujer es indispensable, y va desde la organización de ésta, pasando por la preparación de alimentos y la atención a los invitados. Estas prácticas ancladas a un espacio donde se realizan peregrinaciones, vía crucis y se celebran misas, contribuyen a generar un sentido de pertenencia, y por lo tanto una identidad. La apropiación de las calles y de ciertos espacios en el pueblo de Santa Fe durante el día de la Virgen de la Asunción potencia la identidad de "ser del pueblo".
A decir de las entrevistadas, la importancia de la fiesta es que trasciende la propia temporalidad -finita- de las personas: "La devoción hacia la santísima Virgen no cambia, porque la gente se acabará, gente nueva entrará a la organización y que nos vamos, pero la devoción a la santísima Virgen sigue" (SFIX_02). Respecto a las festividades en las colonias populares, dado que el presente se vive como algo rutinario donde todos los días están llenos de actividades, tal vez las fiestas representen la posibilidad de salir de esta rutina y sean una oportunidad para el disfrute.
Al referirse al lugar de donde son o en donde viven las personas de las colonias populares, todas se autoadscriben como "ser de Santa Fe" y no de La Mexicana o Pueblo Nuevo. Esto nos da cuenta del papel que tuvo el pueblo de Santa Fe a nivel territorial. En un principio hubo cierta centralidad del pueblo, ya que ahí se ubicaban el mercado, la iglesia, las escuelas y algunas tiendas misceláneas. Poco a poco esta centralidad se ha ido desdibujando ante la presencia de escuelas, comercios e iglesias en las propias colonias; sin embargo, no se ha perdido del todo, ya que la fiesta de la Asunción sigue siendo muy importante.
En la zona residencial no se encontró alguna celebración o festividad que articule al vecindario. Asimismo, no se encontró una fiesta que predomine sobre las otras o un patrón de festividades, como en el caso del pueblo y las colonias (navidad, año nuevo, fiestas patrias). Las fiestas y sus características son más bien individualizadas, ya que no hay un patrón de cómo y en dónde se realizan.
La memoria urbana, siguiendo a Gilberto Giménez (2009), se refiere a las representaciones del pasado de una ciudad y presenta una tendencia a fusionarse con el presente a través de integrarlo a estrategias identitarias. La memoria sirve para legitimar demandas y construir una identidad; algunos pueblos y barrios recurren a la historia -de forma creativa- como un recurso para defender su identidad y sus territorios (Valencia, 2010; Portal, 2006). En las colonias populares de La Mexicana y Pueblo Nuevo, la memoria se vincula con la lucha por obtener un terreno, construir las casas y obtener servicios como agua y drenaje; labores que se llevaron a cabo de forma comunitaria a finales de la década de 1960 y principios de la de 1970.
Cada grupo construye su propia historia de los lugares de la colonia. Cada calle tiene una memoria que se relaciona con las necesidades y los logros del momento. Pavimentar una vialidad, instalar el drenaje, ponerle un altar a la Virgen, construir escaleras o limpiar una barranca, son elementos que forman parte de la memoria de La Mexicana y de Pueblo Nuevo. Con las faenas se limpiaron barrancas, se trazaron calles y se hicieron escaleras para que la gente se pudiera trasladar dentro de la empinada geografía. Las mujeres desempeñaron un papel importante en el trabajo comunitario para la construcción de la colonia y el desarrollo de la vivienda -si bien muchas veces su labor, al quedar en el ámbito de lo privado, fue invisibilizada-. Las mujeres que eran madres y esposas en ese entonces recuerdan haber pasado por limitaciones, en gran medida porque se generaba un ahorro para poder construir la vivienda, "No hubo vacaciones, ni fiestas, todo lo que podíamos ahorrar se iba a la construcción de la casa. Ya cuando los hijos crecieron, ellos ayudaron a seguir ampliándola" (LM_TM).
En La Mexicana y Pueblo Nuevo la memoria tiene una fuerte relevancia para comprender el ahora. Durante las entrevistas hubo un constante juego de ir y venir entre el pasado y el presente. Además, desde el presente se recurre a los aspectos del pasado para explicar la situación actual de la colonia. Se apela a los recuerdos del pasado para contestar preguntas sobre el presente, ya que la memoria sirve como punto de apoyo para explicar lo que sucede actualmente. Considero que hay cierta distorsión al romantizarse el pasado, ya que éste se evoca desde la nostalgia, se recuerda un pasado mejor, donde la colonia era más tranquila y se vivía cerca de la naturaleza. Se añora la tranquilidad y la posibilidad de salir a la calle sin riesgo de ser asaltada o atropellada, cualidades que hoy día se han perdido; en tanto que quedan fuera de las narrativas otros aspectos como la pobreza, las carencias, la dificultad para transportarse, los problemas domésticos, etcétera.
Mientras que en la zona residencial que se encuentra en las inmediaciones del proyecto, si bien existe una memoria, ésta no es tan evidente y se arraiga más con aspectos familiares que comunitarios. La memoria se ancla al abolengo de la familia, por lo que recordar ayuda a mantener vigente el origen familiar. Existe un especie de código en el que hay un reconocimiento de ciertos apellidos o de la familia de la cual se proviene. Esto se relaciona con pertenecer a una familia que se considera decente o educada, frente a la ostentación de los llamados nuevos ricos. El hecho de conocer y reconocer un apellido o a una familia abre una puerta simbólica para que se establezca una relación con la otra persona.
El habitus incluye las estructuras mentales o cognitivas mediante las cuales las personas manejan el mundo social. Con estos esquemas los individuos producen sus prácticas cotidianas. Éstas tienden a dar forma al habitus, el cual a su vez sirve para unificar y generar las prácticas (Esquivel, 2005, p. 72). Mientras que el campo es un espacio social provisto de reglas propias en el que los actores actúan como en un juego, cuyo objetivo es el incremento del capital propio de dicho campo (puede ser religioso, político, académico o artístico). Cada campo tiene reglas específicas y requiere un capital en particular. Al conocer las reglas del campo de los actores, podremos comprender su actuar y su visión del mundo. Para Pierre Bourdieu es crucial la interacción entre habitus y campo, ya que las disposiciones de la gente son personificadas y por lo tanto tienen que estar localizadas en un territorio dado. Existen distintos lugares que se generan de acuerdo con los campos (ya sea consumo, educación, trabajo u ocio). El movimiento hacia los campos se dará en donde se sientan más cómodas, en el sentido de que hay una correspondencia con el habitus. Se cuenta con los recursos para hacerlo, por lo que se pueden buscar diversos campos y optar por uno de ellos (Savage, Bagnall & Longhurst, 2005, p. 9).
En este sentido, las prácticas cotidianas (consumo, ejercicio, trabajo, colegio de los hijos o hijas) sirven para fortalecer una identidad, en este caso, de clase. Estas prácticas tienen que ver con el mantenimiento de la casa y de la familia, ya que en las mujeres recae esta responsabilidad; pero también con prácticas que mantienen una imagen y corporalidad adecuadas a los requerimientos de la clase alta, así como prácticas que refuerzan la relación con otras mujeres de la zona residencial de Santa Fe y las colonias vecinas.
Es relevante considerar que el pasado, en relación con el espacio entre las mujeres de estratos altos, se articula en una trayectoria biográfica que se vincula con las distintas colonias donde se habitó. Las mujeres han vivido en diversas colonias de acuerdo con un momento de su vida y una época de la colonia. Esta trayectoria -que va de la zona central a la periferia- se percibe como algo coherente y sirve para fundamentar y explicar cómo se llegó a vivir a Santa Fe. Mi hipótesis es que en este tipo de habitantes, si bien no hay arraigo, sí hay -recuperando a Savage, Bagnall y Longhurst- un "pertenecer electivo". Para estos autores, pertenecer, al ser construido socialmente, está inserto en un proceso donde la gente juzga reflexivamente qué tan idóneo es un lugar, de acuerdo con su trayectoria social y su posición en otros campos (escuela, trabajo, consumo) (Savage, Bagnall & Longhurst 2005, p. 11).
Este pertenecer electivo se relaciona con la calidad de vida que aportaría el vivir en Santa Fe, en el sentido de que cuenta con todos los servicios, como bancos, supermercados, espacios de esparcimiento, restaurantes y tiendas de lujo. En sus narrativas se encontró un interés especial por hablar y reflexionar sobre la vivienda, por encima de la colonia o el vecindario, lo cual no sucedió en el pueblo o las colonias La Mexicana y Pueblo Nuevo. Asimismo, las mujeres de la zona residencial se autoadscribían como habitantes de Santa Fe, más que utilizar el nombre de las colonias específicas donde habitan.
Manuel Castells observaba en 1995 que el avance tecnológico había transformado el tiempo y el espacio: se estaría hablando de una nueva estructura espacio-temporal con espacios domésticos autosuficientes de los que ya no sería indispensable salir. Asimismo, en la sociedad informacional, los valores y patrones de consumo no corresponderían ya, necesariamente, a una localidad determinada (Aguilar, 2005). Ahora bien, no todos los habitantes de las urbes entrarían en este sistema tempo-espacial. Castells habla de la existencia de una ciudad-dual donde se sobreponen el cosmopolitismo corporativo y el localismo de los sectores que quedan fuera de la economía formal.
Las nuevas tecnologías, como las carreteras de la información o la transmisión de noticias en "tiempo real", han promovido la intensificación del presentismo, donde hay una imposición del ahora, frente al pasado o el futuro. Ajenos al mesianismo o a un mejor futuro que la modernidad nos iba a brindar, de acuerdo con Hartog vivimos una suerte de mandato del presente. Para responder mejor a las demandas presentistas, son necesarias la flexibilidad y la movilidad (Hartog, 2009). Poseer un alto grado de recursos -o agencia, en términos de Giddens- como la disposición del tiempo, la tecnología y el capital económico, puede posibilitar esta flexibilidad, lo cual permite ir al ritmo que marca el presente. En este sentido, la agencia está condicionada por las posibilidades de elección que ofrecen los dispositivos materiales y simbólicos que existen en ese momento (Bartolomé, 2006).
Internet y las nuevas tecnologías han cambiado nuestros ritmos al añadir la simultaneidad, como la posibilidad de tener una conversación con un colega del trabajo mientras estamos en nuestra casa, o poder laborar desde nuestra casa y enviar el trabajo en el mismo momento. La tecnología, el uso de computadoras, celulares y otros accesorios, permean gran parte de la vida cotidiana de las mujeres de estratos medios-altos y altos, lo cual a su vez produce cierta flexibilidad en los ritmos cotidianos:
Impresionante, muchísimo, yo y mi celular, ya lo odio pero... Facebook también, con las campañas que hago, tenemos redes sociales, entonces lo uso para socializar, yo para chismear, pero también lo uso para trabajar... Es horrible porque nunca te desconectas. De repente están esperando a la hora de la comida que contestes un mail, eso siento que ha cambiado mucho. Luego llevo a mi hija a terapias o al pediatra y ahí ando trabajando, ¿no? (AP_ZR)
Desde el presentismo van quedando en desuso referentes, ideas, sistemas; por eso en el lenguaje no se apela tanto a las tradiciones del pasado como punto de referencia. En las colonias populares y el pueblo son las mujeres más jóvenes quienes están familiarizadas con el uso de las computadoras, internet y los celulares tipo smartphones, mientras que las mujeres mayores de 40 años desconocen su uso o utilizan las funciones más básicas.
Retomamos el concepto de agencia de Anthony Giddens, el cual destaca cómo la ejecución de la acción se refiere al poder -entendido éste como el medio para lograr que se realicen las cosas- que va más allá de la intención del agente (Giddens, 1995). En este sentido, la agencia que poseen las mujeres en la zona residencial genera una seguridad ontológica que las lleva a crear proyectos a mediano y largo plazos, abiertos, con una diversidad de opciones. Éstos pueden ir desde vivir en otra colonia hasta habitar en otra ciudad u otro país. De acuerdo con Harvey, el futuro pierde sentido desde la visión presentista del tiempo, ya que éste se presenta como fragmentado. Observamos que si bien existen proyectos y planes para el futuro, desde el presente no hay expectativas porque ya no hay más niveles que escalar, de ahí que "el presente es la vivencia que se quiere perpetuar" (González Ortiz, 2009, p. 191). Se vive con una certeza o seguridad de mudarse -cuando llegue la jubilación- a una casa de campo o llevar una vida más tranquila en un departamento o casa de menor tamaño. En tanto que las mujeres de la zona residencial piensan en la posibilidad de vivir eventualmente en otra casa o colonia. De hecho, cuando se terminó el trabajo de campo, dos de las entrevistadas ya vivían en una residencia fuera del proyecto Santa Fe.
La promesa va articulada a un proceso reflexivo que proyecta hacia el futuro. La promesa implica que nos mantenemos fieles a la palabra dada, implica un compromiso. Promete el que puede (o piensa que puede) cumplir, el que tiene capacidad para lograrlo (Beugué, 2009). Cuando en el pueblo se preguntó sobre el futuro, las respuestas giraron en torno al futuro del pueblo mismo, a un futuro comunitario. La posibilidad de que Santa Fe siga siendo considerado un pueblo está relacionada con mantener la tradición de la fiesta. Marlén, que tiene un negocio sobre la avenida Vasco de Quiroga, reflexiona respecto a sus planes a futuro. En el pueblo, si bien existen proyectos individuales, los jóvenes representan la esperanza de que la fiesta se reproduzca y por lo tanto de que no se pierda la identidad de pueblo. En este sentido, el futuro se relaciona con un aspecto colectivo, más que individual. A través de la fiesta religiosa, entendida como un marco religioso, se favorecería la construcción de elementos identitarios, ya que el mito favorece la recreación de un origen común y de una memoria colectiva.
"Proyectar es arrojar imaginativamente, hacia delante en el tiempo, un esquema vacío, una intención" (Beugué, 2009, p. 681). Los proyectos tienen que ver con lo que se desea, pero también con lo que se sueña e imagina. Se quiere tener una mejor calidad de vida, o una vida tranquila y apacible alejada del bullicio de la ciudad. Se anhela que los hijos tengan un nivel de estudios alto para que encuentren un buen trabajo. Para llevar a cabo cierto proyecto y para concretarlo, se hace una promesa. En la promesa tratamos de adelantarnos para poder ser algo más de lo que somos ahora mismo (Macías, 2012). Podemos tener proyectos alternos pero sólo uno llegará a ser, prometemos cuando se han descartado otros proyectos y se selecciona uno. Nos comprometemos ante alguien y nos comprometemos para algo. Puede ser hacia una misma, hacia la familia, hacia la comunidad, ante una institución. Las elecciones y los proyectos que se realizan están fuertemente relacionados con las posibilidades que tiene cada mujer y con el marco socioestructural en el que se encuentra.
Entender el tiempo representa no sólo comprender cómo se vive en la vida cotidiana, sino saber cómo se anhela vivir en el futuro. Existen planes, proyectos y sueños para mejorar el espacio donde habitan las mujeres de La Mexicana y de Pueblo Nuevo. Al considerar la casa como un patrimonio, no se contempla el mudarse de casa. Lo mismo sucede en el pueblo, pues se considera un privilegio habitar en las inmediaciones de éste.
Como ya se mencionó, las temporalidades no son las mismas para cada quien; sin embargo, éstas tienen lugar simultáneamente en el espacio geográfico. La simultaneidad es el tiempo de vida de todos, es lo espacial en lo temporal (Alvira, Ghireti & Herrero 2006). Las personas vivimos cada una en una red de temporalidades, con ritmos a veces distintos y otras veces compartidos (Palos, 1995). Es el espacio el que reúne todos los tiempos, con sus múltiples posibilidades que a su vez aportan distintas posibilidades de hacer uso del tiempo (Santos, 2000). El territorio estudiado representó una oportunidad para dar cuenta de cómo se viven las diferentes temporalidades en un mismo espacio. Las habitantes del pueblo de Santa Fe viven de forma cotidiana en una temporalidad originaria (o cíclica), junto con la temporalidad acorde a los ritmos de la urbe. Cuando pasa la peregrinación de la Virgen de la Asunción sobre la avenida Vasco de Quiroga, los conductores que van a trabajar a la zona de corporativos se ven forzados a esperar que se les ceda el paso, pero no comprenden muy bien qué está pasando. De esta forma, la temporalidad cíclica se hace evidente casi a la fuerza, frente a la temporalidad predominante. "Hay un choque o una oposición entre las rítmicas globales homogeneizadas y las rítmicas culturales locales del grupo y de su hábitat inmediato" (Iparraguirre, 2011, p. 113).
La mirada entre las mujeres de cada unidad territorial
¿Cómo ven las mujeres de cada unidad territorial a las otras? ¿Cómo se cruzan las distintas temporalidades en el espacio urbano? En primer lugar mencionaremos el impacto que tuvo la llegada del proyecto Santa Fe en las mujeres del pueblo y de las colonias populares. La gente que vive o trabaja en esta zona de oficinas y centros comerciales habla de Santa Fe para referirse a la zona de corporativos. Esto ha generado una molestia en las fesantinas, ya que de esta forma quedan invisibilizados el origen colonial del pueblo y la temporalidad cíclica que se reproduce a través de las fiestas. Parecería que la memoria del pueblo y de las colonias se borra frente a la imposición del presente del proyecto Santa Fe.
Al igual que en las habitantes del pueblo, se observa en las habitantes de La Mexicana y Pueblo Nuevo la gran desinformación que hubo respecto a la construcción del proyecto. Las entrevistadas de las colonias observan que así como antes se asociaba Santa Fe con la banda de "Los Panchitos", ahora se relaciona con el nuevo desarrollo: "Tú les dices vivo en Santa Fe y ellos ya se imaginan en los edificios" (CC_LM).
Se considera que la llegada de los corporativos a Santa Fe ha sido una importante fuente de empleo; algunas de estas mujeres de las colonias populares trabajan o han trabajado ahí, ya sea como empleadas en el centro comercial o como trabajadoras de limpieza.
Un aspecto negativo que observan tanto las habitantes del pueblo como las de las colonias es que a partir del crecimiento del desarrollo Santa Fe el aumento del tránsito vehicular ha duplicado el tiempo de traslado sobre la Avenida Vasco de Quiroga. Asimismo, a partir de la llegada de la Universidad Iberoamericana, varios automovilistas que han buscado rutas alternas conducen por las calles de estas colonias, lo cual ha llevado a una percepción de pérdida de tranquilidad y a que se registren muchos accidentes y atropellamientos. Para las mujeres, las calles dejaron de tener este carácter de tranquilidad casi provinciano.
¿Cómo ven las mujeres de las colonias populares al pueblo y viceversa? Cuando llegaron, las mujeres de las colonias populares se incorporaron a la temporalidad del pueblo de Santa Fe a través de las fiestas patronales. Esto les otorgó un sentido de pertenencia, tal vez porque era un referente conocido que venía desde sus pueblos de origen. Si bien en los últimos años se ha debilitado la centralidad del Pueblo de Santa Fe, las fiestas religiosas conservan su relevancia.
Por el contrario, para las mujeres del pueblo la construcción de estos nuevos asentamientos en los años sesenta afectó profundamente a Santa Fe, ya que pasó de ser un sitio con diversos espacios abiertos a una zona altamente urbanizada. Además se relaciona el surgimiento de asaltos y narcomenudeo con la llegada de los nuevos habitantes, lo que refuerza la idea de que la inseguridad viene de fuera.
¿Cómo ven las mujeres de la zona residencial al pueblo y las colonias? Las comunidades cerradas, sus bardas y puertas de acceso restringido, sirven para dar un mensaje claro de las divisiones espaciales entre clases sociales. De esta forma, las colonias populares pueden estar cercanas, ser vecinas, pero al mismo tiempo permanecer distantes. Las colonias populares y el pueblo son vistos de forma homogénea como sinónimo de pobreza e inseguridad. En general hay un desconocimiento de la zona vecina, de los nombres de las colonias y del tipo de población que ahí se asienta.
Conclusiones: el tiempo se nos acaba...
El estudio de las temporalidades se presentó como una propuesta para comprender la diversidad cultural y la convivencia entre diferentes grupos de mujeres a partir de sus ritmos cotidianos, sus hábitos y costumbres, que al integrarlos conforman una rítmica de vida. Los usos del tiempo tienen que ver con una idea y un ideal de lo que significa ser mujer. Ritmos que tienen que ver con lo que se considera ser "una buena mujer" en cada contexto. También existen ritmos vinculados a lo doméstico, como la limpieza y el cuidado de los hijos, en los que si bien el varón cada vez participa más, esto se percibe como una aportación extra. Aunque los hombres han asumido parte de los trabajos del hogar, las mujeres siguen siendo las principales responsables de producir y reproducir la habitabilidad del espacio doméstico (Giglia, 2012), ya sea porque realizan estas actividades directamente o porque las delegan a empleadas domésticas.
A su vez, este imaginario se relaciona con el tipo de asentamiento donde se habita. El uso del tiempo está fuertemente relacionado con la edad, el estado civil y si se tienen hijos o no. En este sentido, se articula el uso del tiempo y del espacio con lo público y lo privado, con la forma de transportarse, con el trabajo remunerado y el trabajo doméstico, con el tiempo para la familia y el tiempo para ellas.
A partir de los resultados obtenidos en el pueblo, las colonias y la zona residencial, se mostró cómo el uso del tiempo y del espacio en las mujeres es distinto en cada unidad territorial; y que las diferentes concepciones, usos y prácticas de éste conforman un sentido de pertenencia particular en cada unidad territorial.
En el caso de las colonias populares y el pueblo, se observó que hay una preponderancia de la memoria; esto es, la forma en que se recuerda el pasado sirve para comprenderse a sí mismas en el presente. Mientras que en las colonias populares la construcción del pasado se remite a la legalización de los terrenos, la lucha por la obtención de servicios y la construcción de la vivienda, en el caso del pueblo se trata de una memoria mítica vinculada con su origen colonial. En tanto que en las narrativas de las mujeres de las colonias residenciales el aspecto de la memoria no es tan evidente: son las prácticas cotidianas realizadas en el presente las que predominan en las narrativas que llevan a su construcción identitaria.
Poner especial interés en observar la vida de las mujeres proporcionó una perspectiva más detallada sobre la realidad social. El género, la clase social, así como el tipo de colonia o pueblo donde se habita, influyen en la forma de utilizar y pensar el tiempo (y el espacio), lo cual está fuertemente relacionado con la pertenencia. Retomando a Cristina Sánchez Mejorada y María Teresa Torres, consideramos que la forma en que las mujeres entienden su participación en los distintos ámbitos está condicionada por las ideas, los valores y conceptos provenientes de un proceso de socialización que se ha conformado a lo largo de su vida, proceso que lleva a la definición de los papeles genéricos (Sánchez Mejorada & Torres, 1992).
Este trabajo pone en evidencia la coexistencia de calidades de vida marcadamente distintas que antes se ubicaban espacialmente en ciertas zonas de la ciudad o delegaciones. Pero ahora vemos que tres tipos de unidades territoriales distintos, con un poder adquisitivo tan dispar, pueden encontrarse en una misma delegación o en una misma zona, como Santa Fe. Es posible dar cuenta de que la exclusión se encuentra en varias dimensiones: física, simbólica y económica. Las distintas formas de vivir y avanzar en el tiempo nos muestran los contrastes que hay en una misma área, donde cohabitan personas con distintos orígenes y recuerdos, con capacidades adquisitivas dispares.
La conclusión que arroja este estudio es que el sentido de pertenencia de las mujeres se puede observar a partir de la forma en que el tiempo es percibido y de los usos que hacen de éste. Tiempo y espacio se articulan de distinta forma en cada unidad territorial. Es en estas dimensiones donde se realizan las prácticas sociales significativas que generan identidad. La clase social y la generación a la que se pertenece influyen en la medida en que el imaginario de ser mujer cambia. Debido a estos factores, las mujeres poseen recursos desiguales para actuar y movilizarse dentro del tiempo y el espacio-poder.