La Constitución de 1917 es el documento más importante de la revolución mexicana; más aún, es el documento más importante de la historia moderna y contemporánea de México; de hecho, es el documento más importante del presente del país y de su futuro inmediato. Una duda permeará el debate público durante este año de su centenario: ¿seguirá siendo igual de importante a mediano y largo plazo? Por lo pronto, nadie se atreve a cuestionar la relevancia de conocer sus principales antecedentes y la forma y condiciones en que fue elaborada.1
La revolución mexicana, habiendo sido un proceso que se prolongó por más de siete años y en el que participaron numerosos protagonistas individuales y colectivos, comprensiblemente generó numerosos planes y programas.2 Unos tuvieron como objetivo derrocar a determinado gobierno, acusándolo de dictatorial y de ilegítimo. Los mejores ejemplos serían el Plan de San Luis Potosí, firmado por Francisco I. Madero el 5 de octubre de 1910,3 y el Plan de Guadalupe, con 71 firmantes y fechado el 26 de marzo de 1913:4 el primero buscaba derrocar por las armas a Porfirio Díaz; el segundo, a Victoriano Huerta. Otros planes estuvieron dirigidos a resolver los problemas y reclamos de un grupo social particular; en este caso, los mejores ejemplos serían el Plan de Ayala, firmado por Emiliano Zapata y medio centenar de jefes del Ejército Libertador a finales de noviembre de 1911 en Ayoxustla, Puebla, con el objetivo de luchar hasta que las comunidades campesinas recuperaran las tierras que habían perdido indebidamente,5 y el pacto firmado el 17 de febrero de 1915 entre los líderes de la Casa del Obrero Mundial y el gobierno constitucionalista, entonces asentado en Veracruz, para resolver los problemas del proletariado del país.6 Por último, hubo también planes y programas de carácter regionalista: uno fue, por ejemplo, el firmado en Oaxaca en julio de 1914, con el objeto de aislar la entidad de un proceso revolucionario que repudiaba.7 Evidentemente, varios planes combinaban un par de estos rasgos, como el Plan de Agua Prieta, firmado en abril de 1920 por los principales políticos sonorenses, resueltos a derrocar a Venustiano Carranza por los agravios que había infligido a su entidad,8 y con el propósito de alcanzar el mando del país.
Hubo muy pocos planes que contuvieran programas de gobierno generales y comprehensivos; que fueran instrumentos para gobernar y no para derrocar gobiernos o para resolver problemas sociales particulares. Uno fue el Programa del Partido Liberal, elaborado en Estados Unidos en julio de 1906; otro fue el Programa de Reformas Políticas y Sociales de la Soberana Convención Revolucionaria, promulgado en abril de 1916 pero elaborado por la asamblea de delegados convencionistas a lo largo de casi 16 meses de debates, los que tuvieron lugar, con participantes cambiantes, en varias poblaciones: Aguascalientes, Ciudad de México, Toluca, Cuernavaca, Cuautla y Jojutla.9 Sin embargo, el Programa del Partido Liberal fue elaborado por un pequeño grupo de oposicionistas antiporfiristas que se encontraban en el exilio y cuyo objetivo era promover el ideario Liberal para que se organizara un partido político que lo tuviera como base ideológica y programática, con la transformación del sistema político mexicano a la muerte de Díaz como horizonte.10 A su vez, el programa de reformas hecho por la Convención fue concluido luego de que dicha facción hubiera sido derrotada militar y políticamente, sin posibilidad alguna de que pudiera ser aplicado, porque tenía una muy reducida presencia territorial en el país.11
A diferencia de ésta, la facción constitucionalista era la vencedora en el proceso revolucionario: había derrotado, sucesivamente, al gobierno usurpador huertista y a la facción convencionista, conformada por una fallida alianza entre los zapatistas y los villistas. Además, tenía una muy amplia y creciente presencia territorial, con dominio sobre casi todo el país, y podía presumir de contar con un apreciable soporte social pluriclasista; por último, desde octubre de 1915 había obtenido el reconocimiento diplomático de facto -aún no de jure- del gobierno de Washington.12 Así, la nueva Constitución, más que un plan, sería un auténtico programa de gobierno, una propuesta de Estado.
Esto no quiere decir que la situación fuera satisfactoria, que no se padeciera problema alguno. En realidad estos eran tantos como los logros constitucionalistas: para comenzar, el ataque de Villa a la población estadounidense de Columbus, a principios de 1916, había dado lugar a que Estados Unidos invadiera una parte del norte de México con un ejército que llegó a tener hasta 10 000 hombres y al que se conoció con el nombre de Expedición Punitiva.13 Por si esto fuera poco, el país padecía a varios grupos rebeldes, los más importantes de los cuales eran, además de los villistas y los zapatistas, el pelaecista, que operaba en la región petrolera; el felicista, en la zona central de Veracruz; los ejércitos de los finqueros de Chiapas; los "soberanistas" de Oaxaca, y los chavistas de Michoacán. Para colmo, sus relaciones con la Iglesia católica eran peor que malas, se padecían graves epidemias y la economía del país estaba muy atrofiada y sin posibilidades de recuperación hasta que concluyera la primera guerra mundial y se lograra una cabal pacificación nacional.
Además de estos problemas diplomáticos, militares, sociales y económicos, en cuanto a retos políticos sin duda el mayor era pasar de grupo armado triunfante a gobierno legal. Considérese que el movimiento constitucionalista había surgido entre febrero y marzo de 1913 para oponerse a la llegada al poder de Victoriano Huerta, y que si bien la presidencia de éste difícilmente podría ser considerada legal, lo cierto es que nunca desconoció la Constitución de 1857; de hecho, siempre procuró que sus actos de gobierno, comenzando por su llegada al poder, quedaran enmarcados con aquella ley. Por su parte, Carranza siempre alegó ser el defensor de dicha Constitución y nunca reconoció a Huerta ni a las autoridades que lo apoyaron. Tampoco reconocería a las autoridades convencionistas, que intentaron gobernar el país desde finales de 1914 hasta principios de 1916. Sin embargo, a pesar de encabezar a la facción victoriosa, Carranza no podía simplemente decretar que él se convertía en presidente del país, con legalidad plena.
En el ámbito político enfrentaba tres problemas mayúsculos: la conversión de Primer Jefe a presidente exigía que Carranza surgiera como triunfador de una contienda democrática y legal; esto es, en un proceso electoral. Segundo, era evidente que la Constitución de 1857 se había vuelto anacrónica e inoportuna: no atendía problemas antes inexistentes, como el petróleo y el proletariado; además, no permitía que las comunidades campesinas pudieran ser propietarias de tierras en común, que en buena medida era por lo que llevaban luchando seis años, con resultados positivos. Así, en las condiciones del país en 1916 dicha Constitución hubiera sido inoperante. Para colmo, habiendo concedido la Constitución de 1857 pocas facultades al Poder Ejecutivo, había forzado a Porfirio Díaz a ignorarla y violarla, convirtiendo a su gobierno en una dictadura.14 Para evitar que esto se repitiera, la principal norma nacional tenía que ser modificada de manera sustancial.
Sobre todo, Carranza había encabezado la lucha contra Huerta y contra la Convención ofreciendo, diseñando y aplicando una amplia y variada legislación en asuntos políticos, administrativos, económicos, civiles y sociales -agrarios o laborales-. ¿Qué hacer con dicha normatividad, elaborada por él y por sus colaboradores cercanos desde 1914?15 Elevarla por decreto a rango constitucional sería ilegal, y erróneo en términos políticos. Ignorarla sería regresivo y absolutamente inaceptable para los grupos que habían simpatizado con la Revolución y apoyado al grupo constitucionalista. Piénsese, para comenzar, en los campesinos beneficiados con la ley del 6 de enero de 1915, y en las mejoras económicas, políticas y sociales obtenidas por los obreros. Dejar que la Constitución de 1857 fuera reformada paulatinamente, en las siguientes legislaturas en su carácter de constituyente permanente,16 sería un proceso lento y, sobre todo, incierto, y Carranza sabía que consoli dar sus reformas con este procedimiento dependería del carácter ideológico y de la naturaleza política de las futuras legislaturas, tanto nacionales como locales. El triste recuerdo de la XXVI Legislatura, durante la presidencia de Madero, seguramente lo previno contra esta estrategia.
Cuándo
Desde muy tempranas fechas Carranza y su círculo íntimo de colaboradores percibieron que la única forma aceptable de elevar a rango constitucional las propuestas normativas de la facción constitucionalista era mediante una nueva constitución. En términos políticos era difícil hacer pública esa decisión, pues precisamente se habían levantado en armas para hacer cumplir la Constitución de 1857, para restaurarla a cabalidad. Fueron varios los momentos y lugares en los que paulatinamente se fue anunciando la conveniencia de una nueva constitución. Fueron también varios los personajes que lo hicieron. Para algunos el primer anuncio lo hizo Carranza desde septiembre de 1913, al establecerse en Sonora.17 Sin embargo, el compromiso de restaurar la Constitución de 1857 hecho en el Plan de Guadalupe era muy reciente, apenas de seis meses antes. Además, en ese momento el resultado final de la lucha era todavía incierto: recuérdese que Carranza y sus hombres habían sido vencidos y expulsados de su entidad, Coahuila, por el ejército huertista. Sobre todo, para entonces los constitucionalistas norteños aún no llegaban al centro del país, por lo que desconocían la problemática de las comunidades campesinas sin tierras y no habían firmado aún pacto alguno con el movimiento obrero. Sin embargo, es cierto que al ser obligado a dejar Coahuila, Carranza hizo una larga travesía en busca del cobijo sonorense, cuya ruta le permitió conocer y negociar con revolucionarios muy distintos a sus paisanos, los colaboradores iniciales. Por ejemplo, entró en contacto con los hermanos Arrieta en Canatlán, Durango, y luego conoció en Parral, Chihuahua, a los hermanos Luis y Maclovio Herrera; por último, al llegar a Sonora fue recibido por numerosos contingentes yaquis, lo que lo hizo cambiar de ideas sobre la naturaleza de la lucha: si en marzo, con el Plan de Guadalupe, creía que el objetivo debía ser jurídico y político, durante su travesía se convenció de que la Revolución era una "lucha de clases".18
El cambio ideológico de Carranza entre sus meses de rebelde en Coahuila y el tiempo que pasó en Sonora no puede minimizarse. Si durante la redacción del Plan de Guadalupe se había negado a incluir promesas de reforma social, en Sonora, a finales de 1913 y principios de 1914, y acaso como compromiso con los revolucionarios locales, ante quienes debía reafirmar su liderazgo, claramente anunció que al triunfo del movimiento se harían las reformas sociales que requerían todas las clases sociales del país.19 Su nueva postura se sintetiza en el lema que impuso a principios de 1914 a su gobierno: "Constitución y Reformas".20
Casi medio año después, en el mes de julio, con tal de conservar la alianza con los villistas21 en la etapa final de la lucha contra Huerta, Carranza accedió a que un pequeño grupo de representantes del Cuerpo de Ejército del Noreste22 buscara la reconciliación con los villistas. Para ello se reunieron en Torreón, donde aceptaron que al final de la lucha se conformara una convención de generales para "discutir y fijar el programa" que debería poner en práctica el inminente gobierno revolucionario.23 En rigor, Carranza primero cuestionó la naturaleza del compromiso firmado por sus representantes, pues el concepto de convención generaba enormes compromisos y expectativas, tanto en términos históricos y legales como políticos, por lo que buscó reducirla al nivel de una "junta"; además, le preocupó que fuera exclusivamente para militares.24 Sin embargo, obligado a cumplir el compromiso, don Venustiano convocó a dicha convención luego de ocupar la Ciudad de México, la que se reunió allí a principios de octubre. En ella Luis Cabrera, muy cercano a Carranza y veterano de la XXVI Legislatura, y por esto mismo consciente de los límites temporales y de la pluralidad ideológica que contiene toda legislatura, lo que la hace incapaz de reformar a fondo una constitución en un solo periodo legislativo, propuso que la Convención fuera un paso previo y preparativo, pues de ella debía surgir un congreso constituyente "más grande que el de 57".25
Menos de dos meses después estalló la llamada guerra de facciones, que se prolongaría, en su etapa de mayor intensidad, durante buena parte de 1915.26 Claro está que la guerra no se limitó a sus acciones bélicas, sino que los beligerantes compitieron también por obtener el mayor soporte social. Para ello, en diciembre de 1914 Carranza promulgó sus "Adiciones al Plan de Guadalupe", en las que se comprometió a legislar durante la inminente guerra con el propósito de resolver los problemas que aquejaban a los sectores populares.27 Tan sólo dos semanas después los constitucionalistas lanzaron su propuesta de reforma agraria, y al mes siguiente establecieron una firme alianza con el movimiento obrero, al que se otorgaron varias concesiones sociales a cambio de su respaldo en la guerra contra villistas y zapatistas.28 El impacto de esta estrategia sociopolítica en el resultado final de la contienda no puede ser menospreciado: a fines de 1915 el constitucionalismo era la facción victoriosa, pero había adquirido graves compromisos con los sectores populares del país.
Por otra parte, su victoria obligaba al gobierno constitucionalista a emprender prontos y radicales cambios políticos, puesto que para 1916 no había ya pretexto para que se prolongara el llamado periodo preconstitucional. Sin embargo, la simple restauración de la Constitución de 1857 no dejaba satisfechos a los ideólogos constitucionalistas, sabedores de que, o las elevaban por decreto o quedarían al margen todas las leyes y normas elaboradas por ellos mismos durante los años revolucionarios de 1914 y 1915. Así, con una estrategia bien diseñada, a principios de 1916 comenzó a difundirse la idea de que lo conducente era elaborar una nueva constitución que incorporara los compromisos sociales adquiridos y los cambios políticos que exigía el Estado posrevolucionario. De hecho, Félix Palavicini, uno de los hombres más cercanos a Carranza, poseedor de la experiencia política y legislativa de la XXVI Legislatura, desde principios de 1915 había comenzado a argumentar que lo que debía hacerse eran profundas reformas a la Constitución de 1857, pero mediante un congreso constituyente que la hiciera considerablemente distinta.29 La campaña en favor de una nueva constitución a partir de cambiar radicalmente la de 1857, introduciéndole aspectos sociales y modificando la estructura política del país, no sólo se hizo en la prensa constitucionalista. Carranza externó sus objetivos a su representante en Washington, Eliseo Arredondo, con el claro propósito de que difundiera en los círculos políticos estadounidenses su compromiso de que cuando se alcanzara la paz convocaría a un congreso constituyente "debidamente electo por todos los ciudadanos [...] para elevar a preceptos constitucionales las reformas dictadas durante la lucha".30 Sin embargo, su propuesta era entonces claramente prematura, pues primero debían acabar con el desafío convencionista, lo que lograron hasta finales de 1915, cuando acotaron a un debilitado villismo a sus entornos geográficos originales. Esto es, primero tenían que conocer las dimensiones de los compromisos sociales y políticos adquiridos durante la lucha. En efecto, era muy importante, antes de que los constitucionalistas iniciaran su labor constituyente, que los convencionistas hubieran fracasado plenamente con la suya.31 Asimismo, Carranza estaba convencido de que antes de convocar a dicho congreso constituyente debía obtenerse el reconocimiento diplomático de Estados Unidos, lo que se logró en octubre de 1915, pues para Estados Unidos sería difícil diplomáticamente romper relaciones con México si no le satisfacían las reformas a la Constitución de 1857; de hecho, con el reconocimiento había quedado obligado formalmente a aceptar la legislación mexicana.
A pesar de su evidente victoria, los constitucionalistas no pudieron iniciar de inmediato el proceso transformatorio pues el país enfrentó el grave problema de la Expedición Punitiva. Fue hasta que se hizo evidente que las fuerzas estadounidenses se limitarían a perseguir a Villa en la región fronteriza y que pronto regresarían a Estados Unidos, cuando Carranza decidió iniciar los preparativos para elaborar una nueva constitución. Una de las primeras decisiones para tal propósito fue encargar la redacción del anteproyecto de la nueva carta magna a José Natividad Macías y a Luis Manuel Rojas.32 Además de que ambos eran cercanos a don Venustiano, los dos eran abogados y tenían una amplia experiencia legislativa;33 sobre todo, ambos habían encabezado la elaboración de la normatividad preconstitucional desde que a finales de 1914 habían conformado la Sección de Legislación Social junto con Félix Palavicini y Alfonso Cravioto.34 Por lo mismo, era previsible que hubiera una continuidad, como en efecto sucedió, entre la normatividad preconstitucional y la nueva constitución. Si bien se ha dicho que la Constitución de 1917 refleja influencias de otras propuestas del periodo, en particular del Programa del Partido Liberal de 1906 y del Programa de Reformas Políticas y Sociales de la Convención,35 en realidad su antecedente inmediato y directo es la legislación hecha por los constitucionalistas durante el periodo preconstitucional, entre 1914 y 1916. Es con ésta con la que hay una evidente continuidad, misma que aclara la autoría de la Constitución, su paternidad.
Cómo
El afán legislativo de la facción constitucionalista no se redujo al grupo de Palavicini, Macías, Rojas y Cravioto, antiguo compañero de los liberales magonistas.36 Desde su llegada a Veracruz los funcionarios de la Secretaría de Fomento también se dedicaron "al estudio de leyes [...] para los diversos ramos que le estaban encomendados".37 Sin duda su mayor logro fue la Ley del 6 de enero de 1915, para la que se contó con la colaboración de Luis Cabrera y de Andrés Molina Enríquez, ley que fue antecedente directo del artículo 27 de la Constitución de 1917, continuidad que se explica por haber participado en ambas redacciones el secretario de Fomento de Carranza y luego diputado constituyente, Pastor Rouaix.38 El notable afán legislativo de los carrancistas lo confirma el que don Venustiano encargara a otro grupo de colaboradores un estudio sobre las diferencias que tenía la normatividad de 1914 y 1915 con la Constitución de 1857. En efecto, apenas un mes después de anuncia do el encargo hecho a Macías y Rojas se hizo pública la solicitud hecha al secretario de Justicia, Roque Estrada,39 y a sus principales colaboradores, como el oficial mayor Ignacio Ramos Praslow o el licenciado José Diego Fernández,40 así como a otros distinguidos juristas, entre ellos Fernando Lizardi, director de la Escuela de Jurisprudencia, todos "escogidos a dedo" por Carranza.41 No está claro si el estudio de Roque Estrada sirvió de apoyo a Macías y Rojas. En realidad, el grupo de la Secretaría de Justicia, basado en el trabajo previo de José Diego Fernández, aprovechó para proponer reformas que debían incorporarse a la nueva constitución, pero sin un carácter integral ni sistemático.42 Lo cierto es que nunca se habló de una competencia entre ambos grupos, y es indudable que predominaba el de Macías y Rojas.43 Como lo había hecho con los miembros de la Sección de Legislación Social, Carranza se ocupó de que algunos de los participantes en el equipo de la Secretaría de Justicia llegaran también a Querétaro.
La preparación del Congreso Constituyente no se limitó a la redacción del anteproyecto. Como buen político, Carranza sabía que la propuesta de elaborar una nueva constitución debía socializarse, para que su legitimación fuera más fácil. Así, utilizó sobre todo dos publicaciones para difundir y defender la idea: la Revista de Revistas, propiedad de uno de sus colaboradores más involucrados en el tema, Luis Manuel Rojas, y en los periódicos de Félix Palavicini, primero El Pueblo y luego El Universal, fundado el 1º de octubre de 1916, al inicio de las campañas electorales para la integración del Congreso Constituyente,44 luego de que Carranza emitiera la "Convocatoria a elecciones de diputados para integrar un Congreso Constituyente".45 Al hacer este llamado Carranza anunciaba oficialmente que habría una nueva constitución, pues para solo restaurar la de 1857 bastaba con elegir a la XXVII Legislatura.46 Como había sucedido después de la guerra de independencia con la Constitución de 1824, y luego del triunfo de los liberales en la rebelión de Ayutla, un movimiento social, político y militar de la magnitud de la revolución de 1910 debía concluir con la elaboración de una nueva constitución.47 Siempre se ha sostenido que Carranza tenía una apreciable información histórica, en especial del periodo del triunfo liberal, a mediados del siglo XIX.48 De otra parte, es incuestionable que tenía una gran capacidad para el análisis político. Por lo mismo, cuando don Venustiano convocó a la redacción de una nueva constitución seguramente tuvo en consideración la historia del país y la experiencia al respecto del proceso revolucionario. Para comenzar, es evidente que reflexionó sobre la reciente XXVI Legislatura, en particular en la labor obstruccionista y antimaderista del grupo del "cuadrilátero",49 por lo que se dispuso que no podrían ser electos como constituyentes los que hubieran sido enemigos del constitucionalismo, ya se tratara de huertistas, villistas o zapatistas. Su objetivo era no perder en la tribuna lo que se había ganado en los campos de batalla.50 Esta estrategia, sin lugar a dudas excluyente, era comprensible y compartida: lo mismo había sucedido con la asamblea convencionista, pues para ser miembro de ella se tenía que ser un destacado jefe villista o zapatista, o su representante. El riesgo no era que fuera electo un anticonstitucionalista notorio, la mayoría de ellos exiliados, sino que llegaran varios enemigos anónimos.51
También se decidió que el lugar donde tendría lugar la asamblea constituyente sería Querétaro. Los argumentos en su favor eran varios: era un sitio histórico que vincularía a la Revolución con las otras grandes gestas nacionales: el inicio de la guerra de independencia, con el grupo de "conspiradores" vinculado al corregidor Miguel Domínguez, y el final de la guerra de intervención, final también del ejército conservador, con los juicios y fusilamientos de Maximiliano, Miguel Miramón y Tomás Mejía.52 Además, era un sitio sin riesgo militar alguno, lejos de cualquier amenaza villista o zapatista.53 Por último, estaba bien comunicado y los precios de hospedaje y alimentación eran menores que los de la Ciudad de México, lo mismo que sus sitios de distracción, tanto nocturna como diurna.
Atento también a las experiencias de las asambleas que promulgaron las constituciones de 1824 y 1857, así como al Programa de la Convención, Carranza dispuso que la reunión de Querétaro no podría prolongarse más de dos meses, diciembre de 1916 y enero de 1917,54 al margen de que los últimos diez días de noviembre debían dedicarse a la "discusión de credenciales"; esto es, a comprobar la legalidad de las elecciones en que habían triunfado los aspirantes a constituyentes, así como a revisar sus antecedentes políticos, para impedir que llegaran los que violaban la cuarta cláusula de la convocatoria, sobre el impedimento a participar para los enemigos del constitucionalismo. El límite temporal de dos meses se completó con otra disposición fundamental para que resultara una asamblea eficiente: que los diputados constituyentes tendrían como base para sus propuestas y debates un solo texto, el anteproyecto de reformas a la Constitución de 1857, elaborado los meses previos por algunos colaboradores cercanos de Carranza.
Una excesiva prolongación de los debates tendría varios riesgos: el primero y más evidente, los gastos del propio Congreso. Segundo, la dispersión legislativa; esto es, que utilizaran el tiempo, en el caso de ser éste amplio o ilimitado, a debatir temas ajenos a la propia constitución, tal como había sucedido en las dos grandes asambleas constituyentes del siglo XIX. Si la temporalidad acotada y la obligatoriedad de circunscribirse a debatir el texto del anteproyecto buscaban evitar las discusiones inacabables e inútiles, también se impidió la discusión sobre asuntos "de principios" o de visiones generales o alternativas, pues el anteproyecto no podía ser discutido "en lo general",55 sino artículo por artículo. Sin duda estas estrategias concurrentes prueban la perspicacia política de Carranza, pues limitar la duración de la asamblea tenía una motivación mayor: don Venustiano y sus colaboradores involucrados en la nueva constitución sabían de las dinámicas que siempre toman este tipo de asambleas. Carranza sabía, por ejemplo, que sus representantes habían ido a Torreón para conservar la alianza militar con los villistas y habían terminado por aceptar que después de obtener el triunfo se organizara una convención que definiera el programa del grupo revolucionario. Sobre todo, Carranza sabía que dicha Convención había tenido como primeros objetivos resolver las diferencias entre los revolucionarios y llegar a acuerdos sobre las reformas que requería el país, pero que sin embargo pronto se había declarado soberana, lo había desconocido y luego le había declarado la guerra.56 Comprensiblemente, su principal objetivo era evitar que la asamblea constituyente pudiera radicalizarse, imbuirse de una legitimidad parlamentaria y terminara enfrentada a él.57
Los comicios para elegir a los diputados constituyentes tuvieron lugar el 22 de octubre de 1916. Aunque todavía se enfrentaban numerosos problemas graves, era indudable que la situación nacional mejoraba cada día, como lo prueba que la publicación del Programa de Reformas Políticas y Sociales de la Convención no haya generado la recuperación de esa facción; al contrario, se había autodisuelto en mayo de 1916.58 Asimismo, era evidente que el único futuro de la Expedición Punitiva era retirarse en fecha próxima, y que la diplomacia de Carranza había resultado victoriosa. Finalmente, el proceso de convertirse en gobierno ya había comenzado, y hasta se dispuso que antes de las elecciones para el Congreso Constituyente tuvieran lugar los comicios para elegir presidentes municipales en todo el país.59 El objetivo era doble: además de que sirvieran como un ejercicio previo, don Venustiano deseaba contar con autoridades legales que pudieran organizar y calificar, con toda legitimidad, las elecciones de diputados constituyentes.
Como prueba de la mejoría nacional, las elecciones tuvieron lugar en prácticamente todo el territorio nacional, aunque padeciéndose algunas irregularidades y un considerable abstencionismo tal como lo vaticinó una vecina a Carranza,60 previsible por la falta de una tradición electoral consolidada en el país, el poco aprecio que se tenía por el Poder Legislativo y la ausencia de partidos políticos que pudieran organizar las actividades de los aspirantes y convencer a los ciudadanos de que votaran.61 Por otro lado, la ausencia de partidos que se encargaran de postular a un solo candidato por distrito dio lugar a que fueran muchos los aspirantes: por lo general hubo entre tres y cinco aspirantes en cada distrito, pero en el estado de Puebla hubo uno que contó con más de 30 candidatos a diputado propietario y más de 40 para suplente.62 En efecto, la ausencia de partidos permitió que se autopostularan ciudadanos sin mayores méritos ni experiencia alguna.63
El que la asamblea constituyente se haya conformado mediante un proceso electoral de alcance nacional marca una de sus mayores diferencias con la Soberana Convención,64 pues ésta se integró con meros representantes personales de los principales jefes militares del villismo y del zapatismo, a razón de un delegado por cada 1 000 soldados de las fuerzas en cuestión,65 sin importar que se careciera de estadísticas castrenses oficiales y validadas, confiables. Por lo mismo, además de que la legalidad y la legitimidad del Constituyente serían mayores que las de la asamblea convencionista, la representatividad social de ésta sería limitada, pues sólo incluiría a representantes provenientes de los sectores populares de dos regiones del país, aunque en rigor buen número de los delegados zapatistas fueron más bien elementos asimilados procedentes de distintos espacios urbanos:66 baste como ejemplo su delegado más protagónico y significativo, el abogado potosino Antonio Díaz Soto y Gama.67
Las elecciones para Querétaro se basaron en el censo de 1910 y en la distritación electoral de 1912, y se acordó que por cada 70 000 habitantes se conformaba un distrito electoral.68 Así, el Congreso Constituyente tuvo casi 220 diputados, de poco más de 240 posibles, procedentes de prácticamente todos los estados del país, pues la rebelión que se padecía en varias regiones impidió que hubiera elecciones en 25 distritos.69 Todo esto explica las diferencias entre el número de diputados que tuvo cada estado, dependiendo del tamaño de su población, pues las entidades norteñas, a pesar de haber sido las que tuvieron mayor protagonismo revolucionario, eran extensas pero poco pobladas. Por lo tanto, Durango envió siete diputados, Coahuila seis, Sonora cuatro y Chihuahua sólo uno. En cambio, los estados del centro, con menor participación en la lucha armada pero mucho mayor población, contaron con muchos más diputados constituyentes: Jalisco tuvo 21, Guanajuato 19, Puebla y Veracruz 18 cada uno, Michoacán 16 y el Distrito Federal 14. En términos comparativos, Jalisco o Guanajuato, de reducida participación revolucionaria, tuvieron más representantes que todos los estados norteños protagonistas juntos. Del mismo modo, la capital del país, también poco activa en la lucha armada, tuvo el doble de representantes que Durango, la más poblada de las entidades norteñas.70
Esta argumentación permite concluir que fueron distintas las regiones del país que destruyeron al Antiguo Régimen, personificado en los gobiernos y ejércitos de Porfirio Díaz y Victoriano Huerta, a las que luego diseñaron la construcción del México posrevolucionario. Sin embargo, este argumento requiere dos precisiones: puesto que la Revolución consistió, en términos sociológicos y demográficos, en una migración violenta de los ejércitos norteños rumbo al centro y sur del país,71 es un hecho que algunos representantes de los estados centrales eran norteños asentados recientemente allí por razones militares o políticas. Por ejemplo, el sonorense Ignacio Pesqueira representó al D. F.; Francisco Ramírez Villarreal, abogado del noreste del país, representó a Colima, donde era secretario de Gobierno;72 Gabriel Cervera Riza, normalista coahuilense, representó a Michoacán, donde había llegado con las fuerzas norteñas de Alfredo Elizondo;73 Gilberto de la Fuente, médico neoleonés, estuvo al frente de los servicios militares del Ejército Constitucionalista en Puebla, estado al que representó,74 y Luis T. Navarro, ingeniero coahuilense emparentado con Madero, por quien peleó a las órdenes de Cándido Aguilar en Veracruz, luego estuvo al frente de la 2ª Brigada de la División de Oriente, lo que explica que haya representado a Puebla.75 Sin embargo, también es cierto que algunos diputados de origen norteño se habían radicado en el centro del país desde mucho tiempo antes: un ejemplo es el coahuilense Enrique Colunga, cuya familia se trasladó a Guanajuato, donde estudió abogacía; otro es el duranguense Paulino Machorro, cuya familia migró a Guadalajara, donde también estudió Derecho;76 un ejemplo más es el de Antonio de la Barrera, sonorense que se trasladó a la Ciudad de México para estudiar en la Escuela de Jurisprudencia y luego luchó bajo las órdenes de Rafael Cepeda y Fernando Dávila en la División de Oriente, por lo que representó a Puebla. Evidentemente, los cerca de 15 diputados norteños migrantes -7%- no modifican el carácter mayoritariamente mesoamericano del Congreso Constituyente.
Por lo que se refiere a Morelos, otro estado de amplia participación en la lucha revolucionaria, su reducido tamaño, su población predominantemente rural y la lucha armada que tenía lugar en la región, igual que en el caso de Chihuahua, explican que sólo haya enviado a Querétaro tres diputados, procedentes, significativamente, de los distritos electorales de Cuernavaca, Jojutla y Cuautla, todos ellos urbanos.77 La reducida representación de Morelos no invalida la afirmación de que la Constitución de 1917 fue redactada básicamente por diputados del centro del país, los que enfrentaban una problemática social propia y tenían una cultura política diferente a la de los norteños.
Comprensiblemente, en los aspectos sociales se dio un fenómeno similar. Aunque en algunos casos las clasificaciones profesionales no resultan muy precisas78 y se carece del perfil biográfico exacto de varios constituyentes, puede decirse que predominaron los abogados, que eran 61, equivalentes a 28%,79 seguidos de 20 ingenieros y de la misma cantidad de médicos, con 9% para cada profesión. Después de éstos seguían 15 profesores y 9 periodistas, con apenas 7 y 4% respectivamente. Al margen de una representación laboral más amplia pero poco representativa,80 el número de militares que estuvo presente en Querétaro es un asunto de difícil definición, pues participaron varios que habían dejado las armas pero no el grado militar al momento de asumir responsabilidades políticas y gubernamentales una vez vencido Huerta o luego de derrotada la Convención. Así, fueron 33 los militares en activo que asistieron al Congreso Constituyente, supuestamente con su licencia correspondiente;81 esto es, 15%, casi la mitad que los abogados, porcentaje notoriamente pequeño tratándose de una constitución producto de una lucha armada que se había prolongado por seis años. Por lo tanto, puede concluirse que los militares no simpatizaron con la idea de una asamblea constituyente, pues reconocían carecer de dotes tribunicias y porque percibían que allí iniciaba el proceso de traspaso del poder del sector castrense al de los políticos civiles.82 También pudo darse el caso de que algunos militares hayan decidido no participar en las elecciones para el Constituyente, pues se les impedía competir en el distrito donde tenían mando de fuerzas, disposición que resultó ciertamente disuasoria.83
Por lo mismo, resulta evidente, pero sobre todo comprensible, que varios de los supuestos militares que estuvieron en Querétaro cumplían más bien funciones políticas y administrativas dentro de la milicia, como lo prueba la presencia de varios que habían sido jefes de Estado Mayor, como Francisco Ramírez Villarreal, del general Manuel Diéguez; Ignacio Ramos Praslow, del general Enrique Estrada; Alberto Peralta, del general Martín Espinosa, y Eliseo Céspedes, que estuvo al frente del Estado Mayor de Cándido Aguilar.84 Con el mismo criterio debe verse la participación de Antonio de la Barrera, quien había representado al general Andrés Saucedo en las primeras semanas de la Convención,85 y sobre todo la de Ignacio Pesqueira, de larga trayectoria política: diputado local sonorense -por Arizpe- al triunfo de Madero, gobernador interino de su estado al inicio de la lucha contra Huerta, luego presidente del Supremo Tribunal Militar y en 1916 subsecretario de Guerra.86 Esto es, aunque tuvieran grado militar, su actividad era política y administrativa, y de ninguna manera representaron en Querétaro los intereses de la institución castrense, afirmación que vale sobre todo para diputados como Cándido Aguilar,87 general pero también alto funcionario y político carrancista; Esteban Baca Calderón,88 reconocido líder obrero, lo mismo que Heriberto Jara y Francisco J. Múgica,89 periodista, ideólogo y administrador. Como atinadamente se ha dicho, Jara y Múgica "eran más bien políticos vestidos de caqui".90 Cierto, todos éstos tenían grado, pero no función ni mentalidad militar, por lo que debe insistirse en que el número de militares ha sido sobreestimado al tomarse sólo en cuenta su membrete formal. También debe insistirse en que el Congreso Constituyente fue el primer triunfo significativo e irreversible del civilismo dentro de la revolución mexicana.91
Claro está que la reducida participación del sector castrense en el Congreso Constituyente es otra diferencia con la Convención, en la que su participación fue mayoritaria.92 Así como la suma de los diferentes oficios y profesiones permite aducir que la mayoría de los diputados constituyentes provenían del sector civil, también puede asegurarse que el nivel socioeconómico de la mayoría era el de las clases medias urbanas.93 Así se dio otro cambio de protagonismo histórico, pues los sectores que habían conformado los ejércitos revolucionarios habían surgido del sector campesino, en particular en el ámbito rural popular. Por lo mismo, en términos sociológicos -de clase social-, fueron unos los
En este sentido puede asegurarse que casi no hubo presencia de líderes campesinos auténticos, previsiblemente poco hábiles o nada interesados en las labores legislativas, parlamentarias y tribunicias. Además, su dispersión habitacional dificultaba las labores organizativas con propósitos electorales. El perfil sociológico que sí podía encontrarse en Querétaro es el de los pequeños y medianos propietarios,94 o sea, rancheros convertidos en militares durante la lucha armada, por lo que su representatividad sería más castrense que campesina, y más de la clase media rural que de su sector popular.
Por otro lado, considerando que México era un país rural,95 con poca industrialización y escaso proletariado, este sector estuvo generosamente representado en Querétaro, a pesar de que a mediados de 1916 había habido un duro enfrentamiento entre trabajadores y gobierno.96 Pese a ello, la desproporción en la representatividad de ambos sectores populares se explica por la mayor madurez ideológica y política de los líderes obreros, por su capacidad organizativa y por su relativa experiencia en cuestiones electorales. Es así que se registra la asistencia y participación de varios líderes obreros,97 destacando, además de Baca Calderón, el veracruzano Heriberto Jara, miembro del Partido Liberal Mexicano y veterano de los conflictos de Río Blanco;98 Héctor Victoria, sindicalista ferrocarrilero yucateco;99 Nicolás Cano, dirigente minero guanajuatense;100 Antonio Hidalgo, conocido líder obrero en la industria textil tlaxcalteca,101 así como Carlos Gracidas, tipógrafo de Toluca, de larga vida sindical y quien como miembro de la Casa del Obrero Mundial había luchado en los Batallones Rojos a favor del Ejército Constitucionalista.102 Si bien ninguno de éstos era un líder obrero radical, y la mayoría tenía de tiempo atrás actividades o relaciones gubernamentales, comparar la participación de los obreros con la de los abogados, ingenieros, médicos, profesores y periodistas confirma plenamente que el Congreso Constituyente estuvo dominado, abrumadoramente, por miembros de la clase media urbana. Esto obliga a reiterar el argumento: si los ejércitos que derrotaron al Antiguo Régimen de Díaz y Huerta estuvieron conformados por elementos del sector popular rural, quienes construyeron el nuevo Estado mexicano provinieron de las clases medias urbanas.103
Quiénes
El perfil sociogeográfico de los diputados constituyentes sirve para la comprensión de la naturaleza de la Constitución, pero no explica la dinámica del Congreso Constituyente, para lo cual es imprescindible conocer la filiación política que tenían sus miembros a finales de 1916, no la que desarro llaron a partir de 1920, a la caída de Carranza y el ascenso de Obregón. En términos preparativos, lo que más preocupó y ocupó a don Venustiano fue que llegara a Querétaro una amplia mayoría de simpatizantes suyos, en concreto colaboradores del aparato gubernamental, ya fuera de nivel local o federal. Un caso notable es el de su canciller -y futuro yerno- Cándido Aguilar, quien aseguró que el propio Carranza le solicitó que se postulara para Querétaro.104 Carranza estaba consciente de que la asamblea iba a asumir una actitud de creciente independencia, por lo que su objetivo fue que dicho alejamiento no fuera inmediato y general, y menos aún radical. Hombre memorioso, tenía muy presente que la Convención, con una mayoría de elementos contrarios a él, había terminado por declararle la guerra. En Querétaro no podía repetirse dicho enfrentamiento. Por eso decidió que el Congreso Constituyente no solamente estuviera conformado por constitucionalistas, sino que predominaran los carrancistas.105 Puesto que dicha filiación no era una garantía absoluta, para evitar que al paso de las semanas aumentara su autonomía o disminuyera su lealtad, don Venustiano decidió que la Asamblea durara dos meses.
Además de procurar por todos los medios que llegara a Querétaro el mayor número posible de carrancistas, don Venustiano maniobró políticamente para que se presentara también el mayor número de constitucionalistas que tuvieran experiencia legislativa. Para comenzar, debía llegar el mayor número de renovadores106 que no se hubieran hecho villistas, como era el caso de Roque González Garza,107 pues contaban con la experiencia, en buena medida negativa, de la XXVI Legislatura. Sobre todo, Carranza estaba convencido de que era aún más necesario que llegaran los miembros de la Sección de Legislación Social, o sea Palavicini, Macías, Rojas, Cravioto y Juan N. Frías,108 así como Pastor Rouaix y sus principales colaboradores en la Secretaría de Fomento,109 pues todos ellos se habían encargado de la elaboración de leyes, disposiciones y decretos durante el periodo preconstitucional. Por último, para don Venustiano era imprescindible que llegaran los que habían estado involucrados en la redacción del anteproyecto de la Constitución, José Natividad Macías110 y Luis Manuel Rojas, además del equipo vinculado a la Secretaría de Justicia, que realizó un estudio, si bien con pocos resultados, sobre la legislación preconstitucional y las reformas que debían hacerse a la Constitución de 1857, como Fernando Lizardi e Ignacio Ramos Praslow. El argumento era que, como todos éstos conocían a cabalidad el anteproyecto, les sería más fácil su defensa.
Otro elemento confirma la capacidad política de Carranza. Se sabía que junto con la nueva constitución debía conformarse el nuevo aparato gubernamental, y que debía hacerse mediante elecciones para toda la pirámide del poder, empezando por el presidente de la República y terminando con las presidencias municipales, pasando por los gobernadores y los congresos locales y nacionales. Precisamente para evitar que pudiera politizarse la asamblea por el tema de la sucesión presidencial, la víspera del inicio de las labores legislativas se organizó una reunión en el domicilio particular del general Pablo González, con la presencia de Obregón y otros militares, en la que se acordó que su único candidato a la contienda presidencial sería el propio don Venustiano, lo que era un incontrovertible reconocimiento de su liderazgo a finales de 1916 y principios de 1917.111 Así, a diferencia de lo sucedido en la Convención, el diseño del proyecto de desarrollo nacional no se mezclaría con el tema del ejercicio de poder, estrategia que ayudó notablemente a la buena marcha de la asamblea queretana. En efecto, esta estrategia ayudaría a que los diputados constituyentes mantuvieran su lealtad -disciplina- al inminente presidente del país.
Es indudable: toda visión idealizada de la situación política imperante a finales de 1916 entre los constitucionalistas resultaría equívoca, pues había numerosos conflictos entre ellos. Asimismo, limitarla a una confrontación entre militares y civilistas sería simplista e impreciso, aunque ciertamente había duras competencias entre ambos grupos, encabezados, significativamente, por Obregón y Palavicini.112 Por otra parte, suponer que para esas fechas la facción constitucionalista ya estaba dividida, casi a partes iguales, entre carrancistas y obregonistas, sería una visión exagerada y prematura. En ese momento Obregón era el secretario de Guerra y enfrentaba dos enormes responsabilidades: derrotar a los varios grupos de rebeldes nacionales, en especial al villismo, y contener a la Expedición Punitiva, exigiendo su inmediato retiro a las autoridades militares estadounidenses. Su postura no fue bien vista por Carranza, pues la consideró demasiado obsecuente con los invasores, al grado de que fue relevado como negociador por Luis Cabrera, a quien apoyarían Ignacio Bonillas y Alberto J. Pani, sustitución que seguramente acrecentó sus diferencias con don Venustiano y el grupo civilista.113 En síntesis, Obregón no pasaba por un buen momento dentro del grupo gobernante. Su capacidad y su legitimidad política estaban todavía por desarrollarse, y es un hecho incontrovertible que a finales de 1916 todavía no estaba en condiciones de desafiar a don Venustiano.
Considérese además que aunque Obregón fuera el secretario de Guerra, no tenía el completo dominio de las fuerzas armadas. Al contrario, había varios jefes militares de enorme influencia en el sector, con un amplio mando de tropas, claramente identificados con Pablo González y por supuesto desafectos a Obregón. Para colmo, había otros militares abiertamente contrarios a él, como Manuel Diéguez, Salvador Alvarado y Cándido Aguilar, comandantes -y gobernadores- de los populosos estados de Jalisco, Yucatán y Veracruz.114 Incluso puede decirse que su propio subsecretario, Ignacio L. Pesqueira, era más cercano a Carranza a pesar de ser sonorense.115
Por otra parte, varios políticos constitucionalistas tenían viejas y serias desavenencias entre sí, que podían remontarse al primer gobierno de Carranza, cuando estuvo en Sonora de septiembre de 1913 a principios de 1914; otros conflictos provenían de los complejos meses de la segunda mitad de 1914, cuando se dio la escisión convencionista; sobre todo, muchas de esas diferencias habían surgido durante el periodo veracruzano del gobierno constitucionalista, cuando gente como Manuel Escudero y Verdugo, Rafael Zubaran Capmany y Jesús Urueta se distanciaron de Carranza sin romper con el constitucionalismo. Acaso esto explique que Urueta, a pesar de ser un gran tribuno con experiencia legislativa, no haya sido constituyente.116
Al margen de los problemas añejos, hubo uno directamente relacionado con la organización del Congreso que involucró a dos de los principales colaboradores de Carranza: Jesús Acuña, su secretario de Gobernación, y Roque Estrada, subsecretario de Justicia, pero encargado del ramo. Ambos fueron señalados contrarios a la participación en Querétaro de los que habían sido del grupo de renovadores en la XXVI Legislatura y luego se habían hecho cercanos a Carranza por medio de Palavicini y de Macías.117 El problema radicaba en que para Carranza era imprescindible su participación, pues varios de ellos habían sido responsables de la elaboración de numerosas leyes y decretos del periodo preconstitucional, dos de ellos habían redactado el anteproyecto de la nueva constitución, y porque Palavicini, contra quien iban dirigidos personalmente los ataques de Acuña y Estrada, era visto como el iniciador de la idea del Congreso Constituyente, lo que hacía simbólicamente obligatoria su participación.118 Acuña fue cesado de la Secretaría de Gobernación el 29 de noviembre de 1916, prácticamente la víspera del inicio de los debates, para ser sustituido por el subsecretario Manuel Aguirre Berlanga, quien había sido electo constituyente por Coahuila,119 aunque es un hecho que un operador en contra de Palavicini era el hasta poco antes oficial mayor de la Secretaría, el sonorense Adolfo de la Huerta, quien aunque civil, en 1916 era más obregonista que civilista.120 El caso de Roque Estrada también fue significativo: dejó el gabinete el 9 de septiembre, siendo que hacia marzo de ese año se le había pedido que, junto con un grupo de juristas de su Secretaría, de preferencia con experiencia legislativa, hicieran un estudio sobre las reformas que requería la Constitución, paralelo o complementario al solicitado a Macías y Rojas. Mientras estos dos asistieron a Querétaro, Roque Estrada no lo hizo, y del grupo de ocho abogados que colaboraron con él, sólo cuatro estuvieron en Querétaro, destacando Fernando Lizardi,121 cercano a José Natividad Macías, el autor del anteproyecto oficial: ambos guanajuatenses y abogados, uno, Macías, era el rector de la universidad, mientras el otro, Lizardi, era el director de la Escuela de Jurisprudencia.122
Los esmerados preparativos, las maniobras electoreras y la apretada calendarización del Congreso Constituyente serían puestos a prueba desde finales de noviembre, cuando comenzaron las reuniones para discutir la validez de la elección de cada uno de los presuntos diputados. A esta etapa previa al Congreso, que debió haber durado del 21 al 30 de noviembre,123 se le conoce como la de la "revisión de credenciales",124 y en algunos casos hubo polémicas más agudas que durante la subsecuente etapa, la propiamente legislativa. Los criterios más importantes para aceptar o rechazar las credenciales fueron la calidad de la elección, los antecedentes políticos del aspirante en turno y si en ese momento estaba como militar en activo. En realidad, las credenciales rechazadas fueron pocas. En términos temáticos el asunto predominante fue la crítica al grupo -más de 20- de los renovadores, a quienes se acusaba de haber aceptado las renuncias de Madero y Pino Suárez y de haber permanecido varios meses ocupando su curul ya con Huerta en la presidencia, lo que había sido abiertamente condenado por el Plan de Guadalupe y era causal del rechazo de su candidatura. Así, se corría el riesgo de que la cláusula cuarta125 resultara contraproducente para el grupo que la había redactado.
Sin embargo, tan pronto inició la "revisión de credenciales" el propio Carranza envió un telegrama a Querétaro, asegurando que tales diputados habían permanecido en sus curules por instrucción suya, para que obstruyeran las labores legislativas y políticas de Huerta.126 A pesar de que no se precisaba la fecha de la indicación y de que no estaba claro que un débil Primer Jefe, que comenzaba su lucha con más fracasos que éxitos, pudiera dar "línea" a la mayoría de los miembros de la XXVI Legislatura desde la lejana Coahuila, lo cierto es que su respaldo no fue cuestionado en Querétaro: se trataba de la palabra del Primer Jefe,127 a quien la permanencia de los renovadores en Querétaro le resultaba imprescindible, pues entre ellos estaban los autores del anteproyecto de Constitución y de la legislación preconstitucional. En contra de ellos estaban el recién removido secretario de Gobernación, Jesús Acuña, así como Roque Estrada y Álvaro Obregón, con Adolfo de la Huerta, oficial mayor de Gobernación, como intermediario entre Acuña y Obregón, y no fueron pocos los diputados constituyentes que acusaron a éstos de haber intrigado en contra de los renovadores,128 aunque debe quedar claro que la oposición era más contra unos sujetos en particular, señaladamente Palavicini, que contra el propio Carranza.129 Contra la credencial de Palavicini se pronunció airadamente el tabasqueño Rafael Martínez de Escobar, cuyo paisanaje permite suponer que sus diferencias eran anteriores y personales, aunque también criticara a los demás renovadores.130
A pesar del peso político de los contrarios a los renovadores y de lo estentóreo de los ataques de Martínez de Escobar contra Palavicini, lo cierto es que ninguno de los miembros del Bloque Liberal Renovador de la XXVI Legislatura vio rechazada su credencial. El problema de sus malquerientes era que, aceptado uno cualquiera de ellos, tendrían que ser aprobados todos los demás. El caso de Palavicini muestra claramente que no era lo mismo tener un par de adversarios elocuentes y tenaces que a la mayoría de la asamblea: su credencial fue aceptada, luego de varias horas de discusión, por 142 votos a favor y sólo 6 en contra.131 Por lo tanto, la aceptación de todos los renovadores, incluyendo la amplísima votación a favor de Palavicini, debió ser vista como una señal de que el mayor número de los diputados estaban con Carranza y de que se había desatendido claramente la petición de Obregón, quien solo fue respaldado por media docena de diputados.132
Una vez victorioso en el proceso de "revisión de credenciales", con todos sus partidarios y colaboradores cercanos aceptados,133 Carranza y su grupo prosiguieron con su estrategia para obtener el control del Congreso Constituyente. Así, la víspera de que iniciaran los auténticos debates legislativos debía procederse a la elección de la mesa directiva y a la integración de la comisión que elaboraría las propuestas de redacción de los artículos que discutirían los constituyentes. La importancia de ambas no necesita ser exagerada: si la segunda decidiría la propuesta de contenido y naturaleza de cada uno de los artículos, la primera controlaría el acceso a la tribuna, decidiría sobre la duración de las intervenciones en el podium, organizaría las votaciones y contaría los votos de aceptación o rechazo de todos los artículos.
Para comenzar, como presidente del Congreso fue elegido el jalisciense Luis Manuel Rojas, el mismo a quien Carranza había encargado el anteproyecto de Constitución y cuya elección pasó sin contratiempos pues era uno de los pocos renovadores que había rechazado las renuncias de Madero y Pino Suárez. La consigna no podía ser más clara: desde la presidencia de la asamblea cuidaría su anteproyecto.134 Como vicepresidente quedó Cándido Aguilar, secretario de Relaciones Exteriores y uno de los colaboradores más cercanos a don Venustiano por razones personales.135 Para secretario fue elegido Fernando Lizardi, abogado guanajuatense, jefe del Departamento Jurídico de la Secretaría de Gobernación del gobierno carrancista en Veracruz y en ese momento director de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, todavía no autónoma, lo que confirma que Carranza involucró a los mejores juristas disponibles. Otro secretario fue Ernesto Meade Fierro, carrancista de viejo cuño y de total confianza para don Venustiano, como lo prueba haber sido delegado suyo en los Pactos de Torreón a mediados de 1914, y por algún tiempo su secretario particular. También fue secretario Pedro Antonio Ancona, el periodista yucateco que escribía con el seudónimo de "Mónico Neck": fue cercano a José María Pino Suárez, diputado renovador en la XXVI Legislatura y luchó contra Huerta bajo las órdenes de Cándido Aguilar. Un secretario más fue el oaxaqueño Salvador González Torres, que en la región costera del estado organizó la Brigada Plan de Guadalupe. El último secretario fue Fernando Castaños, duranguense, abogado y maderista, que llegó a oficial mayor del gobierno de Pastor Rouaix, quien luego fuera miembro del gabinete de Carranza y decisivo constituyente. Sólo en el nivel de los prosecretarios pueden identificarse otras identidades políticas, pues además de Jesús López Lira otro abogado guanajuatense, quien si bien luchó a las órdenes de Jesús Carranza, luego estuvo en la campaña del Bajío contra Villa, para después ser secretario del gobierno local de Jesús Siurob, claramente obregonista136 también estaban Juan de Dios Bojórquez y Flavio Bórquez, ambos sonorenses, el primero de los cuales publicó en 1938 una Crónica del Constituyente bajo el seudónimo de Djed Bórquez,137 que puede considerarse la fuente original en la que descansa la versión de la gran influencia obregonista en Querétaro.138
Si la influencia de la mesa directiva era grande, pues controlaba la mecánica, tono y tiempos de los debates, así como las votaciones de los artículos, fue aún mayor el peso de los dos comités139 encargados de redactar las versiones preliminares de todos los artículos antes de ser discutidas en el pleno, así como sus versiones finales. El primer comité estuvo conformado por Enrique Colunga, Enrique Recio, Alberto Román y Luis G. Monzón, con el michoacano Francisco J. Múgica como su presidente, cuya identidad política es fácil de sintetizar: cercano a Carranza y a Pablo González y abiertamente contrario a Álvaro Obregón.
En rigor, al principio se habían propuesto los nombres de José Natividad Macías y Gerzayn Ugarte como miembros de la primera comisión,140 seguramente con la presidencia del primero. De haberse mantenido sus nombres, el control de la asamblea por Carranza y sus colaboradores que hicieron la normatividad preconstitucional hubiera sido total. Simplemente piénsese en los dos autores del anteproyecto de constitución que estaba por discutirse, Luis Manuel Rojas y José Natividad Macías: uno presidiría toda la asamblea y el otro encabezaría la comisión redactora, para la que también se pensó en Gerzayn Ugarte, en ese preciso momento secretario particular de don Venustiano. Acaso la explicación de su exclusión sea que durante la discusión de sus credenciales ambos fueron duramente criticados: Macías como corralista que se prestó para acusar judicialmente a Madero durante la campaña electoral de 1910;141 Ugarte, como antiguo secretario particular del gobernador porfirista de Tlaxcala,142 al grado de que tuvo que pedir apoyo, temeroso de que su credencial no fuera aceptada.143 Puesto que desde que comenzaron las discusiones sobre las credenciales afloraron varias antipatías personales, seguramente el círculo íntimo de legisladores carrancistas percibió que sería descortés, y hasta provocador, poner a Macías al frente de la comisión redactora.144 Si bien deseaban tener a un experto en Derecho Constitucional al frente de la comisión, el problema fue que Macías resultó un mal orador, de tono "adormecedor".145 Al margen de su eliminación, conservaron el control de la comisión con Múgica, brillante orador en cambio y quien fuera uno de los críticos de Macías, aunque ambos se identificaban como carrancistas.146 En efecto, se cuidaron todos los detalles para conservar la buena marcha del Congreso: aunque pudiera parecer trivial, se nombró como tesorero de la reunión a un viejo amigo personal de Carranza, don Amador Lozano, quien también era tesorero de la nación:147 no cabe duda de que un diputado molesto por un asunto de viáticos no pagados debidamente podría enemistarse con el equipo responsable de la organización del Congreso.
Luego de atenderse otros pormenores, el Congreso Constituyente dio comienzo, en tiempo y forma, el 1º de diciembre de 1916. La sesión inaugural consistió en la lectura del anteproyecto de reformas a la Constitución de 1857 por el propio Carranza, quien desde el día 17 de noviembre había salido de la Ciudad de México con rumbo a Querétaro, acompañado por los generales Álvaro Obregón,148 secretario de Guerra; Francisco L. Urquizo, jefe de la División Supremos Poderes; Heriberto Jara, viejo líder obrero; Juan Barragán, jefe del Estado Mayor Presidencial, y Gerzayn Ugarte, su secretario particular y -como Jara- también diputado al Congreso. Su llegada a Querétaro fue el día 24, en un ambiente de "inusitado entusiasmo de sus pobladores".149 Este clima de júbilo también predominó en la sesión inaugural, pues Carranza fue recibido y despedido con una "salva de nutridísimos y prolongados aplausos" de los constituyentes, la numerosa clase política presente en el teatro150 y la "distinguida concurrencia" de la sociedad local.151 Su propósito, dijo, era que se elaborara una constitución "aplicable", a diferencia de la de 1857, de "bondad indiscutible" pero ya "inadecuada para la satisfacción de las necesidades públicas".152 El discurso fue contestado por el presidente del Congreso, Luis Manuel Rojas, quien también fue "muy aplaudido" y quien aseguró que Carranza sería proclamado "el gran estadista que pudo hacer efectivas en México las instituciones libres".153
Durante los primeros días propiamente legislativos se siguieron discutiendo las credenciales faltantes, rindieron su protesta de rigor los diputados que aún no lo habían hecho, se discutió el reglamento interior del Congreso, pues no era del todo aplicable el del poder legislativo ordinario, y se conformaron las seis comisiones propuestas, siendo sin duda alguna la más importante la Comisión de Reformas a la Constitución, que sería la responsable de presentar a la asamblea las propuestas de redacción de todos los artículos, a partir del anteproyecto elaborado por Macías y Rojas. Puesto que era evidente que Macías no podía ser "juez y parte", fue excluido de la comisión por la mesa directiva, en la que recaía la función de proponer a sus integrantes. Así, el día 6 de diciembre quedó conformada, como ya se dijo, por Francisco J. Múgica, Enrique Colunga, Luis G. Monzón, Enrique Recio y Alberto Román, cuyas identidades políticas resultaban muy ilustrativas: Colunga era un norteño que desde joven residía en Guanajuato, donde estudió Derecho. Fue acusado de haber sido felicista en 1913, pero su cercanía con el secretario Lizardi y ser el único abogado le permitieron llegar a la secretaría de la comisión. Enrique Recio era un yucateco muy cercano a Pino Suárez, periodista como él, que no había concluido sus estudios de abogacía, razón por la cual Palavicini se oponía a su elección, alegando que era "ignorante" y "exaltado". Alberto Román era un médico guerrerense, representante de Huatusco, Veracruz, sin formación sólida en asuntos sociales. Por último, Luis G. Monzón era un profesor normalista originario de San Luis Potosí, de donde tuvo que salir, presionado por las autoridades por sus simpatías magonistas; se radicó en Sonora, donde colaboró en labores educativas con los gobiernos locales maderista y constitucionalista. De hecho, fue parte de las fuerzas de Benjamín Hill, lo que permitiría considerarlo obregonista, si bien en 1923 simpatizó con el movimiento delahuertista.154
Es evidente que sin Macías y sin Gerzayn Ugarte,155 la comisión perdió parte de su identidad carrancista. Puede incluso alegarse que después de quince días de sesiones matutinas y vespertinas-, la asamblea comenzaba a asumir posturas más autónomas, como lo prueba que la integración de la segunda comisión tuviera una composición más plural que la mesa directiva, y también que la mesa directiva inicial, que actuó durante las sesiones para la discusión de credenciales, encabezada por Manuel Amaya, diputado por el distrito de Monterrey aunque fuera originario de Coahuila y jefe de Protocolo de la Secretaría de Relaciones Exteriores, lo que explica su cercanía a Carranza.156 Aun así, puede asegurarse que los miembros más influyentes de esta comisión fueron su presidente y su secretario, Francisco J. Múgica, cercano a Carranza y a Pablo González, y Enrique Colunga, del grupo de los abogados guanajuatenses encabezado por José Natividad Macías y Fernando Lizardi.
Puesto que a finales de diciembre era claro que una sola comisión no podría concluir la redacción de las propuestas de todos los artículos de la nueva Constitución, el 23 de diciembre se conformó una segunda comisión. Otra vez el pleno hizo algunas objeciones a la propuesta de la mesa directiva, quedando finalmente conformada por Paulino Machorro como su presidente, y por Hilario Medina, Heriberto Jara, Agustín Garza González y Arturo Méndez, mayoritariamente carrancistas: Machorro era un duranguense de tiempo atrás radicado en Jalisco, donde estudió abogacía, y llegó a ser procurador de Justicia del Distrito Federal en 1916.157 Hilario Medina era otro abogado guanajuatense -leonés-, que después del Congreso Constituyente fue oficial mayor y subsecretario de Relaciones Exteriores con Carranza.158 Heriberto Jara era un "tenedor de libros" hoy se le llamaría contador- avecindado en Orizaba que había participado en el movimiento obrero de Río Blanco y que del magonismo pasó al antirreeleccionismo. Ya con Madero fue diputado en la XXVI Legislatura, del grupo "renovador", y luego luchó contra Huerta a las órdenes de Pablo González, llegando a jefe de la 1ª División de Oriente y a comandante militar de Veracruz con el apoyo de Cándido Aguilar, lo que explica que él mismo se definiera como "siempre leal" a Carranza;159 Agustín Garza González era un médico neoleonés, antirreeleccionista desde un principio, que luego fue nombrado por don Venustiano representante constitucionalista y cónsul en San Antonio; por último, de Antonio Méndez se sabe que era nativo de San Luis Potosí, que fue maderista y constitucionalista y que representó al segundo distrito de San Luis.160 Sin duda alguna los más importantes en esta segunda comisión fueron Machorro, Medina y Jara, pudiendo asegurarse entonces que el carrancismo dominó todos los cuerpos de trabajo organizados en Querétaro. En efecto, las elecciones internas dirimen claramente la polémica historiográfica planteada por las "memorias" de dos diputados: ¿cómo pudo asegurar Bojórquez que los carrancistas "perdieron" los debates en Querétaro? Sin atender a las votaciones internas, asegura que los diputados obregonistas eran el "doble" de los carrancistas, los que calcula en "cincuenta o sesenta". Más congruente con el número de los votos emitidos en Querétaro, Palavicini afirmó que la "abrumadora mayoría" era carrancista.161
Esta última aseveración obliga a hacer otra reflexión: fueron poco más de 200 los constituyentes pero algunos pidieron pronto una licencia indefinida, como Manuel Aguirre Berlanga, representante por el distrito de Saltillo, por haber sido nombrado secretario de Gobernación luego de ser electo.162 Asimismo, varios solicitaron licencias temporales y a diario se presentaban peticiones de permiso de ausencia por el día en cuestión, aunque eran más los diputados que simplemente no se presentaban algún día. Incluso uno José E. Franco murió durante el proceso,163 pero no en todos los casos se pudo integrar al suplente. Limitando el análisis a los asiduos, y aceptando que el promedio de asistencia diaria fue de entre 140 y 150 diputados,164 es evidente que hubo diputados más participativos e influyentes que otros, más importantes y decisivos. Para comenzar, la mesa directiva, sobre todo su presidente Rojas, el vicepresidente Cándido Aguilar y los secretarios Truchuelo y Lizardi.165 Si bien muchas de sus intervenciones fueron protocolarias y organizativas, o estatutarias y disciplinarias, no puede negarse su protagonismo. Acaso más importantes fueron las dos comisiones redactoras, resaltando sus presidentes y secretarios:
Múgica y Monzón o Machorro y Medina. Aunque la mayoría de sus intervenciones fueron para explicar y defender sus dictámenes, Francisco J. Múgica se caracterizó por participar en casi todos los debates que hubo, incluidos los de artículos redactados por la otra comisión.166
También hubo diputados que sin tener puesto alguno fueron muy participativos. El mejor ejemplo sería Palavicini, que fue el diputado que más veces tomó la palabra después del presidente Rojas, así como José Natividad Macías, explicable por ser uno de los autores del anteproyecto; también fueron muy protagónicos los diputados Manuel Amaya y Gerzayn Ugarte, ambos operadores de Carranza.167 Sin embargo, la mayoría de los asistentes participó poco y hubo varios que nunca tomaron la palabra, que jamás subieron a la tribuna. En efecto, seis diputados intervinieron más de 100 veces, 18 lo hicieron arriba de 50 ocasiones y 48 hablaron entre 11 y 49 veces, mientras que 38 diputados tomaron la palabra sólo entre 4 y 10 ocasiones; 39 lo hicieron 3 o menos veces, y hubo 61 constituyentes que nunca participaron. En síntesis, puede decirse que la Constitución fue redactada, en conjunto, por una veintena de diputados; que cerca de 50 participó en sus correcciones, matizando y precisando algunos aspectos de las redacciones de las dos comisiones, o simplemente argumentando en su favor, y que dos terceras partes de los poco más de 200 diputados se limitaron a aprobarla. Más que con sus conocimientos y sus experiencias participaron con su presencia y con su brazo, lo que no implica demérito alguno. Su importancia radica en la legitimación geográfica de la Constitución, pues la hizo auténticamente nacional, a pesar de que no se haya contado con representantes de Campeche y Quintana Roo.
Por qué
A pesar de que es incuestionable que quienes más aportaron en la redacción de los artículos y en la argumentación en favor de los mismos fueron diputados cercanos a Carranza, hasta el día de hoy, a 100 años de distancia, la visión predominante sobre el Congreso Constituyente permanece distorsionada. Para buena parte de los estudiosos y para la opinión pública, el Congreso Constituyente se dividió en dos grupos. Aunque con distintas terminologías, uno sería liberal, proclive a defender el anteproyecto carrancista, y el otro radical, de filiación obregonista, que obligó a la redacción de los artículos más radicales.168 En realidad el proceso constituyente fue totalmente distinto a lo que tan confiada y persistentemente sostiene esta versión. Para desmentirla bastan cinco elementos: la conformación geográfica y sectorial de la asamblea; la integración de sus órganos directivos y de las dos comisiones redactoras; las intervenciones habidas en la tribuna; el sentido de las votaciones de todos los artículos, y la falta de bloques y de divisiones partidistas.169
Para comenzar, hasta entonces -pero incluso después- Obregón se había limitado a los asuntos militares, sin inmiscuirse en temas ideológicos o políticos. De otra manera, los estados de Sonora y Sinaloa, potencialmente obregonistas, tenían poca densidad demográfica, por lo que contaron con pocos diputados: cuatro y cinco respectivamente. Además, la presencia militar en Querétaro no fue mayoritaria; lejos de ello, sólo representó 15%, a lo que debe agregarse que el sector castrense estaba dividido en dos grandes grupos: obregonistas y gonzalistas. Para colmo, si bien las fuerzas de Obregón fueron más exitosas en términos militares, las de Pablo González lo fueron en el ámbito político y administrativo, pues dominaban las entidades del centro, con mayor peso demográfico, y por ende con más diputados. Recuérdese, sobre todo, que la mayoría de los diputados, y casi todos los que integraron sus órganos más relevantes, eran empleados de la administración carrancista.
Contra lo que sostiene buena parte de la historiografía, la intensidad en los debates se limitó a muy pocos artículos, en particular a los de temática educativa y religiosa,170 y puede decirse que en Querétaro predominaron las similitudes y los consensos. La explicación más plausible es que aunque el movimiento constitucionalista contenía una amplia gama de sectores sociogeográficos, lo cierto es que los diputados constituyentes compartían varios principios ideológicos básicos. Más aún, como la creación del Partido Liberal Constitucionalista tuvo lugar muy poco antes del Congreso Constituyente, y sólo tenía objetivos electorales, los diputados que se habían incorporado a él no tenían disciplina legislativa. Por lo mismo, no se puede hablar de bloques definidos, pues las votaciones en los temas educativo y religioso no reflejaron un comportamiento homogéneo: las opciones radical o moderada distaron de recibir el mismo número de votos, pues mientras que para el artículo 3º triunfó la opción radical con 99 votos a favor y 56 en contra, en el 130 se impuso una perspectiva más moderada, aunque fue aprobado sin que se dieran a conocer los resultados de la votación.171 O sea, hubo diputados que en un caso votaron por una postura, y en el otro por la otra. Más revelador resulta que quien encabezó la propuesta radical en materia educativa fue un notorio carrancista abiertamente antiobregonista: Francisco J. Múgica.172
Contra la supuesta división a mitades sostenida por la historiografía, es evidente que las votaciones para la mayoría de los artículos fue mayoritaria, y en muchos casos hasta unánime.173 Más aún, los célebres artículos 27 y 123, de la tierra y el trabajo, fueron redactados por carrancistas y votados unánimemente. Se sabe que el 27 fue elaborado por una comisión especial, de cerca de 20 miembros, incluyendo a un par de asesores que estuvieron en Querétaro sin ser diputados: la cabeza visible del grupo era Pastor Rouaix, secretario de Fomento en el gabinete de Carranza.174 Respecto al 123, en realidad la discusión se dio sobre el 5º, el 19 de diciembre, cuando los diputados Cándido Aguilar, Heriberto Jara, Antonio Hidalgo, Héctor Victoria y Rafael Martínez, entre otros, propusieron la inclusión de varias reformas sociales. El debate no se dio sobre si tales reformas eran demasiado radicales, insuficientes o inapropiadas; el tema era que esa sección de la Constitución estaba reservada para las garantías individuales, por lo que allí sólo correspondía garantizar la libertad de trabajo.175 Triunfante esta postura, se acordó la redacción de un nuevo artículo que normara las condiciones laborales en el país hecho no por la comisión sino por un grupo en el que destacaron los diputados Rouaix, Jara, José Natividad Macías y Rafael L. de los Ríos, además de José Inocente Lugo, colaborador de Rouaix como jefe de la Dirección del Trabajo de la Secretaría de Fomento y quien no era diputado. Fue votado el 23 de enero de 1917 y se aprobó por la unanimidad de los 163 diputados presentes.176 Más aún, debe consignarse que hasta Bojórquez, que reclama la redacción obregonista de ambos artículos, reconoce que "los amigos" de Carranza "votaban siempre como radicales".177
Aunque se concluyeron algunos trámites los primeros días de febrero, puede decirse que el Congreso Constituyente terminó sus labores según lo previsto, al finalizar el mes de enero. En la última sesión, el diputado Gerzayn Ugarte, secretario particular de Carranza, hizo entrega de la pluma -"valiosa joya histórica"- con que se había firmado el Plan de Guadalupe, lo que motivó "estruendosos aplausos", para que con ella firmaran todos la nueva constitución, hecho que implicaba la continuidad ideológica, normativa y política del movimiento constitucionalista, símbolo que también se expresó al pintarse en un plafón del Teatro Iturbide una imagen de águila real posada en el conocido faro de Veracruz,178 edificio en el que Carranza había instalado su gobierno durante su estancia en el puerto. No cabe la menor duda: el referente histórico y político de los constituyentes era Carranza: Madero podía ser visto como el heraldo de la democracia, pero el creador de la nueva carta magna era solamente don Venustiano. Después de firmada la Constitución, los diputados hicieron la protesta de ley. Inmediatamente después, "cuando el aplauso aún no cesaba", se presentó don Venustiano ante la asamblea, como lo había hecho el día de su inauguración, dos meses atrás.179 Al informarle el presidente del Congreso, Luis Manuel Rojas, sobre haber redactado cabalmente una nueva constitución, le dijo que para ello había resultado "de importancia extraordinaria" el anteproyecto que les había presentado al inicio de sus labores, así como "los proyectos y leyes de Veracruz sobre cuestiones agraria y obrera". También le dijo que "en algunos puntos" habían rebasado -"ido un poco más allá"- "lo que vuestra sabiduría había indicado como un término medio, justo y prudente de las encontradas tendencias nacionales", pero asegurándole que si se habían apartado "de la senda serena y perfectamente justificada" que él les había señalado, esto se había debido al "entusiasmo revolucionario" y a la "juventud" de varios diputados,180 así como a su "natural afán de romper los viejos moldes sociales", buscando "nuevos horizontes y desentenderse de los conceptos consagrados de antaño en bien de las clases populares". Aun así, Rojas aseguró a Carranza que en todos los debates había campeado la "comunidad de ideas".181 Además, en los casos en que se habían alejado del anteproyecto de Carranza lo habían hecho confiados en la aceptación de don Venustiano, quien en varias ocasiones había asegurado que tenía contemplado que sus propuestas serían modificadas.182 Recuérdese la experiencia tenida con el Plan de Guadalupe o los Pactos de Torreón: los grupos y asambleas siempre terminaban por rebasar la propuesta original. Sólo así podría redactarse la nueva constitución. El hábil Carranza prefería conceder que ser rechazado.
Al retirarse Carranza del Teatro Iturbide hubo "entusiastas manifestaciones, vivas a la Constitución, al Congreso y al Primer Jefe".183 Todo lo dicho y argumentado hasta aquí permite cuestionar la idea de que los debates del Constituyente tuvieron lugar en un ambiente de "caos";184 mucho más rebatible resulta la afirmación de que en Querétaro hubo una "revolución".185 En términos comparativos con los otros grandes procesos legislativos del decenio, en el de Querétaro Carranza no padeció la oposición abierta, constante, directa y personal que sufrió Madero en la XXVI Legislatura. Asimismo, nada más alejado del Congreso Constituyente que declararse soberano y desconocer a Carranza, como sí lo había hecho la Convención de Aguascalientes.186 Los diputados constituyentes conocían sus limitaciones y objetivos; por eso concluyeron sus labores reconociendo el liderazgo de Carranza de principio a fin del proceso. Así, resulta claro que la Constitución de 1917 fue producto de un proceso ideado, acordado, preparado, organizado y conducido por un grupo de políticos civiles cercanos a don Venustiano.187
Paralelamente a la estrategia desarrollada para tener un exitoso Congreso Constituyente, Carranza tuvo que idear otra estrategia para evitar que la nueva constitución resultante pudiera ser desconocida por grupos de intereses locales, ya fueran los políticos del Antiguo Régimen, los hacendados o la Iglesia católica, o por las potencias internacionales. Carranza entendía su dilema: sabía sobradamente que la Constitución de 1857, que era su bandera inicial, sólo podía ser legalmente modificada por las legislaturas normales. Sin embargo, comprensiblemente desconfiaba de tal procedimiento. Sabía también que si integraba -léase elevaba- a la Constitución de 1857 las leyes y decretos del periodo preconstitucional, sería inmediatamente cuestionada pues habían sido hechos por un encargado del Poder Ejecutivo el Primer Jefe-, no por un presidente electo, y menos aún por un poder legislativo. Hacer una nueva constitución daría lugar a que lo acusaran de haber mentido al país, pues su lucha tenía como objetivo hacer que prevaleciera la Constitución de 1857. Para resolver el dilema, don Venustiano adoptó una postura de notoria ambigüedad: convocó a la creación de un Congreso Constituyente, el que tendría un "periodo único de sesiones",188 pero paradójicamente le asignó como función reformar la Constitución de 1857 y no redactar una nueva.189
Al margen de estas disquisiciones, lo cierto es que el 5 de febrero -fecha muy simbólica- se promulgó una constitución que conservaba muchos elementos de la de 1857, pero que contenía tantas innovaciones que merecía ser considerada una constitución nueva. En efecto, una era típica del siglo XIX; la otra sería útil y adecuada para el siglo xx. Como lo temía Carranza, la nueva constitución fue inmediatamente cuestionada por diversos grupos: los políticos e ideólogos del Antiguo Régimen la llamaron "el almodrote de Querétaro";190 la jerarquía católica la repudió por jacobina y contraria a la idiosincrasia de los mexicanos,191 y los inversionistas extranjeros, en especial en minería, petróleo y temas agropecuarios, presionaron para que fuera modificada. A pesar de estas presiones, las que se prolongaron varios años, la Constitución de 1917 se consolidó, al grado de ser hoy centenaria, y la más longeva de todas las constituciones de nuestra historia.
Siglas
AGN, SIPyBA |
Archivo General de la Nación, fondo Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, Ciudad de México. |
AHIISUE, JB |
Archivo Histórico del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, fondo Juan Barragán, Ciudad de México. |
APJEC |
Archivo del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista (1859-1920), en Centro de Estudios de Historia de México-CARSO, Ciudad de México. |
DDCC |
Diario de los Debates del Congreso Constituyente, México, Imprenta de la Cámara de Diputados, 1922, 2 tomos. |
DHBRM |
Diccionario Histórico y Biográfico de la Revolución Mexicana, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 1990-1994, 8 tomos. |
DHRM |
Documentos Históricos de la Revolución Mexicana. |
FAPECyFT, AO |
Fideicomiso Archivo Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, fondo Álvaro Obregón, Ciudad de México. |