Qué bueno es probar por sí mismo lo que hay que saber,
vivirlo en carne propia, no saberlo sólo con la memoria,
saberlo con mis ojos, con mi corazón, con mi estómago.
Introducción
La historia de Bután ha sido ampliamente documentada por académicos butaneses, asiáticos y occidentales durante el último siglo. Las diferentes publicaciones de Michael Aris (1979 y 2009) están consideradas como las más completas al abordar la historia de este país. También Dorji (1994), que revisa y actualiza lo aportado por Aris, añade en sus obras las biografías de los 54 Druk Desi (autoridad civil) y de los 66 Je Khempo (autoridad religiosa) en Bután, además de innumerables datos y sucesos históricos. La biblioteca del Congreso de Estados Unidos, como parte de su colección de estudios de países (country studies), publicó a finales del siglo XX una guía bastante completa de Nepal y Bután (Savada, 1991). En la misma línea, algunos organismos internacionales han divulgado breves textos sobre la historia del país y sus principales características, habitualmente en formato tipo fact sheets (Banco Mundial, 2016; Instituto del Tercer Mundo, 2011; Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación del Gobierno de España, 2014). Ramakant Misra (1998), por su parte, elabora una guía introductoria a algunas cuestiones fundamentales de la historia sociopolítica y cultural del país en formato ligero de lectura. No obstante, probablemente la obra más completa y actualizada sobre el tema en su conjunto sea la de Phuntso (2013). Sobre la historia moderna de Bután, los textos más reconocidos y aceptados provienen del Centro de Estudios Butaneses y de su director, Karma Ura (2013). Otras obras, de carácter más novelístico y con bastante buena acogida, complementan la documentación disponible del país, por ejemplo la de Drexler (2014) o la de Leaming (2011). Es notoria la ausencia de textos en español, ni traducidos, de éstas u otras obras sobre la historia de Bután.
En cualquier caso, no se pretende aportar nada nuevo a lo ya expuesto por los autores mencionados, antes bien se trata de resumir los principales acontecimientos cuya selección ha sido adaptada a lo que resulta significativo para el análisis social, político y cultural de Bután, cada vez con más presencia en la academia. Con este texto deberían quedar claras al menos tres cosas que permitirán entender los elementos clave de su desarrollo y de la búsqueda de la felicidad como objetivo político: primera, que hasta hace poco más de medio siglo, Bután era un mosaico de pequeñas poblaciones agrarias y comunidades religiosas, muy dispersas por el territorio, con unas vías de comunicación y estilos de vida “poco desarrollados”; segunda, que el grado de descentralización y autonomía de estas pequeñas comunidades en la gestión de su territorio y sus recursos ha sido históricamente alto, con una centralización del poder soberano en el territorio de reciente implantación; y tercera, que, precisamente por lo anterior, es cuestionable la presencia de la felicidad en el centro de la agenda política oficial de manera histórica, pues no es sino hasta mediados del siglo XX cuando podemos hablar de políticas públicas activas orientadas a la búsqueda de un fin (telos) último: la felicidad.
La incipiente Bután, los tibetanos y el budismo
El conocimiento prehistórico de los primeros asentamientos en la Bután actual está lejos de ser exhaustivo; no obstante, el hallazgo de armas, artefactos, construcciones de piedra y otras pruebas de actividad humana permiten a los historiadores afirmar que antiguos pobladores se asentaron en el actual territorio al menos desde el año 2000 a.e.c. (Savada, 1991, p. 253). Durante siglos, el territorio que rodea la cordillera del Himalaya estuvo sometido a fuertes disputas y guerras entre los pobladores de regiones vecinas, más o menos establecidas políticamente y con frecuencia enfrentadas entre ellas. El territorio que hoy es Bután lo han ocupado durante siglos principalmente pobladores tibetanos, los cuales fueron capaces de hacerse con un relativo control de toda Asia central a partir de la fundación del imperio de Songtsän Gampö.
Con motivo de la fundación de la capital tibetana, Lhasa, el emperador mandó construir el principal templo de la religión budista: el Chhokang o Tsuklakang. Hacia el año 647, el templo estaba terminado junto a otros 12 templos colocados en una disposición mandálica respecto a la posición de Lhasa, en la creencia de que habían sido construidos sobre las extremidades de un ser maléfico con el fin de apaciguar su negativa influencia. Dos de esos templos se encontraban en el actual Bután: en Bumthang y en el valle de Paro, lo que constituye la primera referencia historiográfica sobre una presencia tibetana estable en el territorio y el punto de partida para la posterior fundación de Bután (Savada, 1991, p. 254; Alay, 2002, p. 34; Rigyal y Prude, 2017, pp. 61-62). No obstante, en otros lugares se asegura la existencia de registros que datan del siglo v y que narran la presencia de monjes indios budistas tratando de extender la doctrina en territorios del Tibet desde mucho antes (Kinga, 2009, p. 31). Hasta entonces, pequeñas comunidades habitaban los lugares más fértiles y amables para la agricultura y la cría de animales en Bután, guiados por los saberes ancestrales de religiones animistas y chamánicas conocidas como bön, tradición de la que el budismo tibetano que comenzaba a expandirse fue deudor.
Tras sucesivos enfrentamientos y batallas por el control de los territorios, numerosas victorias militares de emperadores tibetanos fueron extendiendo el budismo en sus distintas corrientes desde los reducidos círculos de la corte imperial al grueso de la población campesina. Con esta intención, a mediados del siglo VIII, el emperador Detsän invitó a visitar el Tibet al gran brahmán budista indio Śāntarakṣita. El monasterio-universidad de Nalanda fue obra de Śāntarakṣita y, junto a otros, como el de Odantapuri o Somapura, fueron importantes centros de estudio y difusión de la corriente budista mahayana, ligada a las normas monacales del Vinaya y la tradición de los sutras, en oposición a la corriente del budismo tántrico (Alay, 2002, p. 43). Noobstante, fue hasta que un santo budista llamado Padmasambhava llegó al Tibet y parte del actual Bután, hacia el año 747, cuando se terminó de consolidar la doctrina budista en el territorio.
Padmasambhava fue más conocido en Tibet como Gurú Rinpoche, considerado una segunda reencarnación de Buda (Phuntsho, 2013), por lo que sigue siendo venerado entre los butaneses. De hecho, se cree que la construcción de Samyä, el primer monasterio del Tibet, es del año 779. Esta sede albergó posteriormente el primer debate sobre la doctrina budista que seguirían en el Tibet: la china o la india. La india acabó imponiéndose y forzó a monjes y maestros chinos a abandonar el país, e hizo que los territorios del Tibet se adhiriesen al budismo mahayana en su corriente más purista (Alay, 2002, pp. 52-53). Una discusión más completa sobre la historia de la religión en Bután se puede encontrar en las obras de Dorji (2008) o Phuntso (2013).
Estos tres personajes, el emperador Detsän y los eruditos Śāntarakṣita y Gurú Rinpoche, son de gran importancia para la tradición tántrica, ya que se les atribuye la revelación de los mantras sagrados importados del budismo mahayana y que, sin duda, contribuyeron cultural y religiosamente al desarrollo de Bután o, más apropiadamente, al del imperio tibetano en el que entonces se integraba Bután. Durante esta época, clave para la formación del territorio en Bután, no había un gobierno central; pequeñas monarquías independientes, gobernadas cada una por un rey o deb, reclamaban sus derechos reales sobre el territorio en virtud de algún tipo de divinidad advenida. Estos territorios eran administrados por gobiernos religiosos con poca intervención civil, y cuyo crecimiento y dispersión se fundamentaba en la explotación de áreas vírgenes, por lo general en torno a un lago y una montaña sagrada que guiaban la vida espiritual de las comunidades. Los nuevos asentamientos que se originaban entonces se debían principalmente a exploraciones militares de ejércitos tibetanos que acababan habitando los fértiles valles próximos a donde hoy se hallan Thimphu, Paro o Punakha (Aris, 1979).
Así ocurrió hasta los albores del siglo IX, cuando, coincidiendo con el declive del budismo en el Tibet y como consecuencia del hundimiento del imperio tibetano, el territorio se desmembró en regiones autónomas sin autoridad central. A partir de entonces, la difusión del budismo consistió en la emergencia de numerosas doctrinas y subdoctrinas por el territorio, entre las cuales acabó imponiéndose la escuela Drukpa en la actual Bután (Savada, 1991).
Con el inicio del siglo XIII, la influencia budista del norte de India sobre los territorios al otro lado del Himalaya, aunque ya aquejada por la desintegración del imperio tibetano, se vio definitivamente interrumpida por la invasión musulmana del norte de India. Se frenó así el intercambio cultural y religioso de viajeros tibetanos en busca de maestros budistas en el norte de India, y con la posterior presión sobre las fronteras tibetanas del norte por la invasión del imperio mongol de Genghis Khan, el budismo encontró su último reducto en lo que quedaba del imperio tibetano, ahora mucho más debilitado y sin capacidad de reclamar el control de los dispersos monarcados.
Nacimiento de Bután (Druk Yul) y primeros textos legales
Bután, Bhután o Bhutan es el nombre occidental con el que llamamos a lo que los propios butaneses conocen como Druk Yul, literalmente traducido al inglés como “the land of the thunder dragon”, al parecer llamado así tras unas fuertes tormentas que azotaron el Himalaya hace siglos.1Druk, en el idioma dzongkha y según la mitología butanesa, es el dragón del trueno. El Estado-nación de Bután, conocido como Druk Yul, nació en 1626 a resultas del establecimiento de un gobierno teocrático, al fin independiente de la influencia tibetana, y que unifica los distintos territorios del actual Bután. El responsable de este gobierno teocrático fue un lama del linaje Drukpa llamado Ngawang Namgyal (Zhabdrung Rinpoche),2 considerado el fundador de la nación: una de las primeras y más destacadas figuras políticas en Bután. Namgyal logró construir y promover una serie de castillos fortificados -dzongs- capaces de centralizar los poderes locales del territorio y que sentaron las bases de la organización territorial y organizativa del reinado para los próximos tres siglos (Dorji, 1994).
Se estableció, entre 1626 y 1627, un sistema de gobierno dual bajo un código legal llamado Tsa Yig Chenmo,3 parecido a una constitución, que dividía la autoridad entre representantes seculares y religiosos. En un primer momento, el Tsa Yig Chenmo logró ordenar las relaciones entre los dispersos reinados (debs), las figuras religiosas y los campesinos bajo la autoridad de un gobierno secular administrativo conocido como Druk Desi y una autoridad monástica religiosa conocida como Je Khempo, ambas bajo el control del Zhabdrung Rinpoche.
Tras la muerte del primer Rinpoche, no obstante, el poder absoluto no permaneció en las sucesivas reencarnaciones del Zhabdrung, sino que recayó sobre los gobernadores locales, conocidos como penlop (a veces también ponlop) y dzongpen, correspondientes a las nueve provincias que finalmente integraron el territorio: Trongsa, Paro, Punakha, Wangdue Phodrang, Daga, Bumthang, Thimphu, Kurtoed y Kurmaed. Los penlop y los dzongpen más poderosos se convirtieron, de facto, en las cabezas de Estado hasta el siglo XIX, lo que da cuenta de la alta descentralización del país durante esta etapa. El que las reencarnaciones del Zhabdrung original no satisficieran las expectativas, puede tener explicación en la elevada trascendencia que éste alcanzó.
Algunas autoridades en Bután, como el propio Centro de Estudios Butaneses, dan tanta importancia a la figura de Ngawang Namgyal que consideran que las primeras instituciones políticas explícitamente orientadas al objetivo de la felicidad en Bután datan del año 1616, año de su llegada (Givel y Figueroa, 2014). Se cree, incluso, que el arribo y el propósito moral y ético del Zhabdrung Rinpoche en torno a la felicidad fue profetizado por el Gurú Rinpoche nueve siglos antes (Ramakant y Misra, 1998). Aun así, toda vez que el objetivo de la felicidad ha de estar estrechamente relacionado con una organización política y administrativa fuertemente dependiente e influida por la comunidad espiritual en Bután, es importante señalar que la idea de la unión entre el poder monacal y el poder administrativo es previa al Zhabdrung Rinpoche (Kinga, 2009, p. 27).
Sea como fuere, es cierto que las primeras referencias explícitas a la felicidad como objetivo político pueden encontrarse en el Tsa Yig Chenmo. En general, este texto legal tenía también un componente moral, con toda clase de provisiones y regulaciones que formaban un código de conducta de acuerdo con los principios budistas. En particular, una disposición del Tsa Yig llama la atención de Givel y Figueroa (2014, p. 13):
Buda dice en los sutras: “un rey, si es aficionado al dharma, encuentra el camino a la felicidad tanto en esto como en las vidas futuras. Los sujetos actuarán como el gobernante actúa y, por lo tanto, el gobernante debe esforzarse por aprender rectitud”.
La disposición sentencia que un rey (o figura de poder político) ha de encontrar, mediante el camino del dharma, el camino a la felicidad. Dictamina, por lo tanto, que aquellos gobernados por ese rey deberán ser guiados por el mismo camino. En concreto, para el budismo el camino de la felicidad (como proyecto vital) no es otro que el que conduce a la iluminación, en este pasaje referida como “rectitud” (righteousness en el original en inglés). El propósito del gobernante en Bután contenido en el Tsa Yig Chenmo es frecuentemente referido como un propósito omnipresente en la historia cultural y política en Bután. Sin embargo, a causa de la débil autoridad de las sucesiones del Zhabdrung durante los siguientes siglos, el poder central se desmembró entre los distintos poderes locales y dejó en entredicho la efectiva aplicación del Tsa Yig.
De la etapa del Zhabdrung Rinpoche data la primera visita registrada de occidentales a Bután, concretamente la de dos jesuitas portugueses, los padres Estêvão Cacella y João Cabral, que en 1627 estuvieron en el país durante ocho meses. La visita es célebre no sólo por haber dejado por escrito la primera descripción de Bután hecha por occidentales, sino también porque dejó constancia de la presencia y la importancia de la figura del Zhabdrung Rinpoche durante ese periodo (Baillie, 1999).
Tras esta etapa inaugural para Bután, en 1728 la sucesión del Zhabdrung recayó sobre la primera reencarnación de Ngawang Namgyal, Jigme Dakpa. Este segundo Zhabdrung fue incapaz de condensar las distintas sensibilidades en Bután, lo que dio lugar a rivalidades regionales entre los gobernadores locales y desestabilizó el sistema político. Aun con el fracaso de los Zhabdrung para centralizar el poder, durante esta etapa se produjo un nuevo hito para el país: en 1729 se actualizó el primer código legal, el Tsa Yig Chenmo, para dar lugar al segundo código legal de Bután, conocido como Kathrim. En realidad, de acuerdo con Kinga (2009), el Kathrim ordenaba y registraba los distintos códigos y leyes que se habían institucionalizado desde la etapa del Zhabdrung Rinpoche y los fusionaba en un texto único. El Kathrim, de manera mucho más explícita que el Tsa Yig Chenmo, contenía numerosas y expresas referencias a la felicidad como objetivo político. Algunas sentencias resultan significativas en este sentido. En el capítulo dedicado a los deberes y las obligaciones de los gobernantes, se expresa: “Si el rey se enamora del dharma, es el camino hacia la felicidad en los dos tiempos de la vida. Incluso los sujetos actuarán como el rey actúa, por lo tanto, aprenderán a vivir de acuerdo con el dharma” (citado en Kinga, 2009, p. 29). El argumento principal es que el gobernante, el rey, ha de ser una persona espiritual. Para el budismo, la espiritualidad es el vehículo de la felicidad. En la misma cita se expresa la necesidad de gestionar el Poder Legislativo y el Ejecutivo de acuerdo con las leyes del dharma, otro requisito al cual ceñirse para obtener la iluminación budista, esto es, la felicidad (p. 29). Más adelante se reconoce directamente la función principal para instaurar un código legal tal como el Kathrim. De hecho, el argumento infiere la complementariedad de la ley representada en el sistema dual y la felicidad, ambas interrelacionadas necesariamente:
En general, la razón de instituir las leyes estatales es en aras de la felicidad de los sujetos en los diversos distritos […] Si no hay ley, la felicidad no llegará a los seres. Si los seres no tienen la felicidad, no hay sentido en que los jerarcas del ‘Brug-pa sostengan la doctrina del sistema dual (citado en Kinga, 2009, p. 96).
Han de tenerse en cuenta las referencias explícitas, en estos primeros textos legales de Bután, a la necesidad de gobernantes capaces de promover y facilitar las condiciones para que sus gobernados sean felices (Ardussi, 2005) y, por ende, la imbricación del Estado y la agenda política con la felicidad como fin último (Kinga, 2009). No obstante, pese al intento de Ngawang Namgyal y otros ensayos posteriores, las comunidades repartidas por el territorio no estuvieron agrupadas bajo un control estatal, centralizador y estable hasta el siglo XX (Kinga, 2009). Dicho de otro modo, las regiones que integran Bután conservaron altas cuotas de autonomía y autogobierno hasta hace poco más de cien años, por lo que ninguna fuente histórica es capaz de confirmar una efectiva ejecución de lo provisto por los anteriores códigos legales en el conjunto del territorio. Además, superado el periodo de los Zhabdrung de consolidación de la nación butanesa, los numerosos enfrentamientos bélicos y las luchas por el poder que seguirían postergaron el debate sobre la felicidad y su supuesta aplicación como fin último hasta mediados del siglo XX.
Guerras con el Imperio británico
El gobierno de los Zhabdrung fue definitivamente abortado en apenas un siglo debido a la presión del Imperio británico y la British East India Company (BEIC) en los territorios fronterizos de Bután, además del bluf de las sucesivas reencarnaciones de Ngawang Namgyal, incapaces de enfrentar con éxito semejante amenaza. La historia de Bután desde finales del siglo XVIII hasta principios del XX es la sucesión de pequeñas y medianas batallas, incursiones y operaciones militares por el control del territorio y el comercio entre los ejércitos butanés y británico, y dentro de los territorios de Bután y las vecinas regiones indias de Assam, Bihar y Bengala, sobre los que ambos actores reclamaban soberanía. Con un poder central debilitado en Bután, el ejército británico y los agentes de la BEIC aprovecharon la situación sin demora y tomaron el control sobre Bután en 1772-1773. El Druk Desi (gobierno civil en Bután), desprovisto de autoridad y habiéndole sido negada la ayuda del Tibet, se vio forzado a la firma de un tratado de paz que devolvió al país a las fronteras que tenía antes de 1730. Este tratado abrió la veda a las sucesivas incursiones británicas durante 1776, 1777 y 1783, que establecieron un comercio abierto entre las dos regiones, pero que desestabilizó las fronteras. Aunque las relaciones comerciales no llegaron a consolidarse de manera definitiva, el ejército británico desistió de considerar a Bután como una gran amenaza, pese a que las disputas territoriales no dejaron de sucederse. Tras varios intentos de mediación diplomática materializados en múltiples viajes de ambas partes a Thimphu, Calcuta, etcétera, las tensiones no se resolvieron en más de 50 años. Lo que estaba en disputa era el control de pequeñas regiones de Bengala Occidental y Assam, en concreto los duars o pies de monte más cercanos al oeste del Himalaya, muy fértiles y productivos. El conflicto se saldó con la devolución al Imperio británico en 1841-1842 de estas regiones que Bután había controlado desde 1784 (Savada, 1991, pp. 257-259).
Tras semejante derrota del poder en Bután, los acontecimientos no harían sino precipitarse. Hubo una serie de incursiones butanesas en Sikkim y Cooch Behar durante 1862 en momentos de debilidad de la BEIC, lo cual acrecentó las disputas internas y provocó una guerra civil entre regiones rivales, partidarias o no de una mayor independencia del Imperio. El dzongpon de Punhaka resultó victorioso contra sus rivales, los penlop de Paro y Tongsa, y desafió así al legítimo Druk Desi en Paro, que acabó depuesto como consecuencia del conflicto.
En 1864, el Imperio británico declaró la guerra a Bután al cortarse la interlocución con la nueva autoridad e interrumpirse la red comercial, fruto del intento del nuevo Druk Desi por recuperar independencia. La guerra fue conocida como Guerra de Duars o Guerra de Bután. Sólo duró cinco meses y el ejército británico recuperó satisfactoriamente el control sobre los duars de Assam y Bengala ocupados por Bután, ante la ausencia de un ejército butanés que no iba más allá de los pocos agentes armados dedicados a la protección de los dzongs. El conflicto finalizó con la firma del Tratado de Sinchula, mediante el cual Bután cedió esos territorios al Imperio, además de otros territorios del sur del país, a cambio de simbólicos pagos anuales que zanjarían el reclamo soberano.
Los reiterados vaivenes de las fronteras butanesas y la intermitente ocupación de los territorios fronterizos más disputados dieron lugar también, por si fuera poco, a una escalada de los conflictos internos entre regiones, fundamentalmente el penlop de Tongsa (Trongsa en la actualidad), probritánico y defensor de lo acordado tras la Guerra de los Duars, enfrentado al penlop de Paro, protibetano y firme detractor del Imperio. El periodo de 1882-1885 se resume en numerosas rebeliones y guerras civiles entre los bandos capitaneados por estas dos regiones que marcarían la historia de Bután. En los años sucesivos se erigió la figura de Ugyen Wangchuck, penlop de Tongsa, al resultar vencedor de las contiendas.
La victoria de Ugyen Wangchuck logró finalmente estabilizar los conflictos externos e internos. En el contexto regional, de hecho, se presentó una oportunidad de intermediación diplomática para la posición probritánica y proclive a la negociación que había demostrado Ugyen Wangchuck. Durante principios del siglo XX, el Imperio británico, buscando detener una posible ofensiva rusa en dirección a Lhasa, necesitaba establecer relaciones comerciales con el Tibet y forjar una alianza geoestratégica. Wangchuck se ofreció a negociar junto a los británicos la Convención anglo-tibetana de 1904, con la que se zanjaría el asunto de las fronteras en disputa de Sikkim y le granjearía a Ugyen Wangchuck los favores británicos y un creciente reconocimiento de poder en Bután (Savada, 1991, pp. 260-261). A continuación, el cuadro 1 resume los acontecimientos más significativos hasta ahora señalados.
Año/periodo | Acontecimientos registrados |
Desde 2000 a.e.c. | Primeros asentamientos registrados en Bután (herramientas, utensilios, etc.) |
647 e.c. | El imperio tibetano manda construir dos templos en el actual territorio de Bután |
747 e.c. | Llegada del Gurú Rinpoche al Tibet y territorios del actual Bután |
779 e.c. | Construcción de Samyä, primer monasterio budista en territorio tibetano |
siglos VIII-IX | Expansión de pequeñas monarquías bajo control del Imperio tibetano |
siglos IX-XIII | Hundimiento del Imperio tibetano y desmembramiento de las monarquías |
1616 | Fundación de Bután (Druk Yul) por Ngawang Namgyal |
1626-1627 | Creación del Tsa Yig Chenmo |
1729 | Creación del segundo código legal de Bután |
1772-1773 | El Imperio británico y la BEIC toman Bután |
1773-1841 | Sucesión de guerras y disputas territoriales entre Bután y el Imperio |
1862 | Guerras civiles en Bután: el dzongpon de Punhaka resulta victorioso |
1864 | El imperio declara la guerra a Bután: Guerra de los Duars (cinco meses) |
1865 | Tratado de paz de Sinchula |
1882-1885 | Guerras entre penlop de Paro y penlop de Trongsa |
1904 | Ugyen Wangchuck ayuda en la firma de la convención anglo-tibetana |
1907 | Ugyen Wangchuck protagoniza el establecimiento de la monarquía de Bután |
Elaboración propia. Una cronología más completa se puede encontrar en Bhutan history timeline, 2019.
Instauración de la monarquía hereditaria
Finalmente, la figura de Ugyen Wangchuck fue capaz de consolidar el poder y la soberanía de Bután tras los conflictos internos y de estabilizar las relaciones con los británicos en India. Al fin, en 1907, Ugyen Wangchuck fue elegido monarca hereditario de Bután, en buena medida a instancias del gobierno de India, que deseaba una autoridad estable para consolidar las relaciones comerciales y diplomáticas del país, dada su privilegiada ubicación estratégica. Se creó la figura del rey en Bután: el Druk Gyalpo. En 1910, el recién llegado monarca logró firmar el Tratado de Punakha con la India británica. Mediante el acuerdo, Bután se aseguraba la no injerencia de India en sus asuntos internos; el acuerdo retomaba lo expuesto por el Tratado de Sinchula de 1865, pero actualizaba sus regalías y le ponía al país como condición que se dejase aconsejar por el Imperio británico en materia de política exterior. A todos los efectos, Bután se convertía en un protectorado de India (Instituto del Tercer Mundo, 2011, p. 86), condición que, según algunas voces, sigue manteniendo hasta el día de hoy.
Sin mayor contratiempo se sucedieron en la corona los distintos monarcas hasta que, en 1972, asumió la corona el cuarto Druk Gyalpo, Jigme Singye Wangchuck, el monarca más conocido en el exterior y más venerado en Bután. A partir de su acceso al trono comenzó la historia moderna del país, abordada suficientemente por algunas de las obras reseñadas en este texto.
Wangchuck ostenta el mérito de ser el creador del indicador de la Felicidad Interna Bruta, Felicidad Nacional Bruta o Gross National Happiness, un dispositivo sociopolítico que sirve como herramienta de planificación y evaluación de las políticas públicas en el país con el objetivo de la felicidad puesto en el centro (Schroeder, 2014; Thinley, 2007; Ura, Alkire, Zangmo y Wangdi, 2012; Ura, 2013). Este indicador ha puesto a Bután en la mira de numerosos políticos, académicos, periodistas y demás expertos. Este creciente interés es el que motiva la indagación que aquí se presenta sobre la historia menos conocida del país.
En conclusión, resulta interesante señalar la vigencia, incluso después de que se instaurara la monarquía hereditaria en Bután, de los códigos legales Tsa Yig Chenmo y Kathrim y su legitimidad entre la población. Pese a las guerras internas, las invasiones tibetano-mongolas y los conflictos con el Imperio británico, el conjunto de enseñanzas del Zhabdrung Rinpoche y las disposiciones legales recogidas en las preconstituciones de Bután siguieron sosteniéndose como base del gobierno durante mucho tiempo. La explicación de semejante éxito no se encuentra en las escasas victorias militares de los distintos gobiernos de los 250 años anteriores. En efecto, el mantenimiento de la legitimidad del Kathrim podría ser resultado de una fuerte asimilación del objetivo central que subyace a la formación del Estado de Bután: la promoción y el soporte del budismo como medio para la liberación personal y la felicidad (Kinga, 2009, p. 157).
En Bután es muy frecuente el relato que atribuye a la felicidad un lugar central en la vida pública y la actividad política: la felicidad, se dice, es un fin político que -siempre- ha estado “de fondo” en las mentes de los gobernantes, y que ha influido decisivamente en la formación de instituciones políticas y en el estilo de gobierno (McDonald, 2010). No obstante, con base en lo expuesto hasta el momento, es necesario ser críticos con la institución de la felicidad como objetivo político central, es decir, como un objetivo político explicitado en la agenda pública y con carácter ejecutivo en el transcurso de la historia de Bután. Esta institución no está suficientemente documentada a la luz de la literatura y sólo se encuentran dispersas referencias a la felicidad en distintos textos religiosos de Bután, sin que de ellos pueda inferirse una relación clara con la administración y el gobierno del país en su conjunto. En este sentido, el alto grado de autonomía de las regiones en Bután y el impacto de los conflictos y las guerras en que se ha visto y se vería inmerso el país, ponen en duda una efectiva y continuada aplicación política del objetivo de la felicidad desde una supuesta autoridad central fuerte. El imaginario moderno que defiende una centralidad de la felicidad explicitada en la agenda política de manera histórica podría responder, antes bien, a la invención de una tradición con diversos objetivos políticos, de los cuales ya se ha empezado a dar cuenta en otros lugares (Munro, 2016). La felicidad como objetivo central de la agenda política butanesa no se hizo claramente explícita hasta mediados del siglo XX, vía el indicador de la Felicidad Interna Bruta.