Introducción y objetivos
La existencia de construcciones transitivas con predicados estativos y un clítico paradigmático, no reflexivo y concordado en número y persona con el sujeto, como por ejemplo (1), ocasiona serias dificultades a aquellas propuestas según las cuales un clítico con estas características en estructuras oracionales marcadas por la transitividad o es un operador aspectual que aparece exclusivamente en SV dotados de telicidad y duración, o un operador aspectual no ligado a la telicidad, o equivale a un marcador que refleja ya sea cierta implicación del sujeto oracional, ya sea una mayor relación entre sujeto y OD1:
(1) El alumno se supo la lección.
Desde nuestro punto de vista, tales dificultades tienen que ver con una defectuosa caracterización de este clítico, lo que exige la elaboración de una propuesta alternativa capaz de determinar cuál es el valor común que lo identifica en todos estos casos de construcciones transitivas, se trate o no de estados. Dicha propuesta, que supondría, obviamente, el análisis también de estructuras eventivas, sobrepasa las pretensiones de un artículo como éste, centrado exclusivamente en los predicados estativos y, por esta razón, se divulgará en un trabajo actualmente en preparación, cuyo primer borrador se encuentra prácticamente terminado. Lo que sí vamos a tratar en este artículo -de hecho, conforman sus objetivos básicos- son tres cuestiones que restringimos en exclusiva a los estados, que pueden plantearse sin necesidad de resolver con anterioridad el valor real del clítico y requieren explicaciones mucho más breves. En primer lugar, dos cuestiones que, aun habiéndose debatido en propuestas de otros autores, no parece posible catalogarlas como resueltas: la razón de por qué unos estados pueden aparecer en este tipo de estructuras y otros no, tal y como muestra el contraste entre (1) y (2):
(2)Juan (*se) posee los discos de su padre;
y por qué, cuando se trata de estados que admiten este tipo de construcción, en unos casos el clítico es compatible con OD que son plurales escuetos y en otros no, como evidencia el contraste entre (3) y (4):
(3)*El alumno se supo lecciones.
(4)Los ciudadanos se temen represalias por parte del Gobierno.
En segundo lugar, una tercera cuestión centrada en esclarecer algo que apenas se ha tratado en otras hipótesis: por qué unas veces el clítico es compatible con OD que, sin ser SN escuetos -plurales o no-, carecen de determinación explícita:
(5)(Nos) creemos {a Juan/ a éste/ a éstos/ eso/ todo}.
Desarrollaremos estos tres asuntos en “Estados compatibles con el clítico…”, si bien, con anterioridad, en “Hipótesis previas y problemas” intentaremos hacer una revisión crítica de propuestas anteriores a la nuestra.
Antes de comenzar, conviene advertir que, en lo que con- cierne a estas estructuras, vamos a remitirnos exclusivamente a la descripción del estado actual en el que se encuentra, fundamentalmente, la variante peninsular de la lengua española. Las fuentes de datos que se emplean en este artículo proceden de la introspección del propio autor, cuya variante del español es precisamente ésa. Queda la opción, por tanto, de completar este trabajo con otros sobre variantes distintas de la peninsular.
Hipótesis previas y problemas
Nos centramos en este apartado en los inconvenientes que para propuestas anteriores ha supuesto explicar la compatibilidad de algunos predicados estativos con un clítico no reflexive concordado con el sujeto en construcciones transitivas. En el siguiente subapartado trataremos lo que concierne a lo que denominamos hipótesis aspectual, esto es, aquella que relaciona la presencia del clítico en este tipo de estructuras oracionales con el llamado aspecto léxico. A las dificultades que se desprenden de la propia caracterización del clítico en esta hipótesis puede añadirse una más: el hecho comprobable de que los denominados predicados estativos son un proble ma en sí mismos desde el momento en que se los presenta como miembros de una misma categoría aspectual, la de los estados. En “Las hipótesis de la implicación del sujeto y de la relación sujeto-OD” proponemos una revisión crítica de otras propuestas ajenas a la aspectual.
Estados, transitividad y clíticos en el ámbito de la hipótesis aspectual
En lo que respecta a la dificultad que implica la caracterización de los predicados estativos, Cuartero Otal (2007, 2011y en preparación) , Cuartero Otal y Horno Chéliz (2011 y 2012)y Horno Chéliz y Cuartero Otal (2010) señalan como causa el no haberse distinguido entre los estados que corresponden a tipos de Aktionsarten según la información inherente al propio verbo, los que atañen a enunciados construidos con verbos estativos y los que conciernen a enunciados construidos con verbos eventivos reinterpretados. Del mismo modo, reparan en el comportamiento absolutamente dispar que muestran con respecto a las pruebas de identificación que suelen utilizarse para reconocerlos, lo que les lleva a considerar el concepto de estado como concepto fuertemente intuitivo (cf. también Silvagni 2017, pp. 106 ss. ). Así, por ejemplo, por una parte, en tanto que hay predicados catalogados como estativos que admiten la prueba de las perífrasis progresivas -positiva sólo, se dice, para los predicados eventivos o no estativos (cf. Vendler 1957, p. 148; y 1967, p. 104)-, otros predicados con la misma catalogación no la admiten. Para comprobarlo, basta acudir al contraste entre (6) y (7):
(6)Últimamente está teniendo mucha fiebre.
(7)*Mis padres están poseyendo dos casas.
Para Cuartero Otal (2011), en ejemplos del tipo de (6) se produce una reinterpretación de la lectura estativa, que pasa a ser una lectura estativa temporal. Por otra parte, también hay problemas con, por ejemplo, la prueba de la paráfrasis con el verbo ocurrir. Esta prueba debería dar resultados negativos en el caso de los predicados estativos, pues los estados no ocurren, sino que simplemente se dan (cf. De Miguel 1999, pp. 3011- 3012). Sin embargo, de nuevo es posible comprobar cierta disparidad en el comportamiento de este tipo de predicados2
(8)Ocurre que tiene mucha fiebre.
(9)*Ocurre que mis padres poseen dos casas.
La falta de espacio para profundizar en una discusión teórica acerca del concepto de estado como categoría aspectual nos conmina en este trabajo a aceptar, por ahora, la clasificación de los denominados tipos de predicados que, conforme a la terminología de Vendler (1957 o 1967), se plantea en De Miguel (1999) para la lengua española. Distinguimos en este sentido entre eventos (realizaciones, actividades y logros) y no eventos o estados. Las realizaciones aluden a eventos durativos, dinámicos y télicos:
(10)Mi hermano fumó varios cigarros.
Las actividades se refieren a eventos durativos y dinámicos que carecen de telicidad:
(11)Mi hermano come patatas todos los días.
Los logros coinciden con las realizaciones en que aluden a eventos télicos y dinámicos, pero se diferencian en que mues- tran un valor puntual y no durativo:
(12)Este año ya he cruzado la frontera varias veces.
Frente a los eventos, los estados carecen de dinamicidad3. A ello añaden que poseen duración y no presentan límites temporales:
(13)El alumno supo la lección.
Entonces, resulta obvio que, si se acepta una clasificación de los tipos de predicados como la anterior, construcciones del tipo de (1) (“El alumno se supo la lección”) no podrían catalogarse como unas con lo que algunos han denominado clítico aspectual si, a la vez, se acepta que este clítico exige simultáneamente la telicidad y la duración como características del predicado de la oración en la que se encuentra. Entre quienes así lo hacen destacan autores como Arce Arenales (1989, pp. 297-298) , Barra Jover (1996, pp. 125-128) , Otero (1999, pp. 1472-1473) , De Miguel (1999, pp. 2986 y 2995) , Sanz (2000, p. 52) , Sánchez López (2002, pp. 109 y 111) , Sanz y Laka (2002, p. 310), Kempchinsky (2004, pp. 243-244), Bogard (2006 y 2015), Escobar y Torrens (2007, p. 62) , Bosque y Gutiérrez-Rexach (2009, p. 423), RAE (2009, pp. 1707-1708 y 2703), Basilico (2010, p. 275), Campanini y Schäfer (2011), González Vergara (2012, pp. 144 ss.), Camacho Ramírez (2014a, p. 116) , Trebisacce (2014, pp. 199-201), etc.4 Para ellos, el uso de este clítico, denominado aspectual, sólo es posible en estructuras oracionales que aluden a eventos delimitados (con un principio y un fin), perfectivos5, que culminan. En el caso de (10), por ejemplo, el evento se encuentra limitado por dos momentos temporales distintos entre los que se produce una transición que conduce a un cambio de estado: su inicio, en el que los cigarros todavía no han sido consumidos, y su final, en el que los cigarros han sido consumidos por completo. Por esta razón, piensan, lo siguiente resulta posible6:
(14)Mi hermano se fumó varios cigarros.
Cabe entender, por tanto, que este clítico aspectual sólo es factible, según estos autores, en las estructuras transitivas catalogadas como realizaciones, pero no en las actividades, los logros y, sobre todo, los estados. El problema, insistimos, es que (1) -como su versión sin el clítico (cf. 13)- no es una realización. Además, limitar el clítico aspectual en las construcciones transitivas a las realizaciones exige, se dice, que el OD de estas estructuras vaya introducido por un determinante y no pueda tener carácter escueto7:
(15)*Mi hermano se fumó cigarros.
En este mismo sentido, Barra Jover (1996, pp. 125-128) precisa aludiendo al carácter necesariamente contable de estos OD. Sanz y Laka (2002, pp. 324-325) y Bosque y Gutiérrez-Rexach (2009, p. 423) advierten de la necesidad de que estos OD sean complementos de medida o temas incrementales en el sentido de Dowty (1991, § 6) y Tenny (1992 y 1994), esto es, argumentos internos que midan el evento y determinen su final. Pues bien, hay estructuras transitivas estativas con un clítico no reflexivo concordado con el sujeto perfectamente gramaticales cuyo OD es un plural escueto que, obviamente, no puede catalogarse como tema incremental (cf. 4: “Los ciudadanos se temen represalias por parte del Gobierno”)8. A modo de explicación, Basilico (2010, p. 288) propone que las construcciones transitivas con este clítico en las que aparecen los denominados predicados estativos son realmente realizaciones en las que el OD (path complement), mediante el cambio que sufre, permite medir el evento denotado, al que asigna una estructura escalar. Por supuesto, resulta complicado asignar a (4) dicha interpretación, que en la propuesta de Basilico exige que el OD vaya introducido por un determinante.
De todo lo dicho hasta aquí, por consiguiente, puede inferirse que, en tanto que se mantenga la idea de los estados como predicados no eventivos, esto es, como predicados distintos de las realizaciones, los logros y las actividades, la caracterización del llamado clítico aspectual que aparece en las estructuras transitivas como un operador exclusivo de predicados télicos y durativos carece de la posibilidad de explicar la compatibilidad de un clítico no reflexivo concordado con el sujeto con los estados en los que se incluye un OD. No obstante, en el ámbito de la hipótesis aspectual ha habido propuestas que intentan salvar este escollo. La cuestión es que éstas no sólo no alcanzan una solución satisfactoria en este asunto, sino que dejan sin resolver, entre otros, problemas como el de por qué unos estados sí son compatibles con el clítico (cf. 1: “El alumno se supo la lección”) y otros no, aun tratándose igualmente de estructuras transitivas (cf. 2, “Juan [*se] posee los discos de su padre”, 16 y 17):
(16)Juan (*se) odia las acelgas;
(17)Juan (*se) quiere a Elena;
y el de por qué en unos casos el clítico es compatible con OD que son plurales escuetos (cf. 4) y en otros no (cf. 3: “*El alumno se supo lecciones”)9.
Es concretamente la dificultad que entrañan los estados si se liga la presencia del clítico de estas construcciones transi tivas a la telicidad lo que conduce a Nishida (1994, p. 436) a caracterizar este clítico no como un marcador de telicidad, sino como un marcador de eventos o de estados delimitados cuantitativamente, esto es, de estructuras oracionales en las que hay un homomorfismo entre lo denotado por el OD y el evento o estado al que alude la oración: cada parte de lo denotado por el OD corresponde a una parte del evento o estado y viceversa, de manera que lo denotado por el OD sufre un cambio gradual cuyo final coincide con el del evento o estado. De este modo, en el caso de (14), por ejemplo, el evento termina cuando se consumen por completo los cigarros. Esta propuesta exige que los sintagmas que conforman los OD en este tipo de estructuras sean lo que Krifka (1989 y 1992) denomina sintagmas cuantificados, o delimitados cuantitativamente, y otros, temas incrementales, esto es, sintagmas compuestos por nombres contables y términos de medida (cf. también Verkuyl 1993 y Jackendoff 1996) y no sintagmas con una referencia, que Nishida llama acumulativa, caso, por ejemplo, de aquellos con sustantivos no contables o de aquellos con plurales escuetos (cf. 15)10.
Sin embargo, conviene precisar que Nishida identifica esta caracterización con las realizaciones y sólo con algunos estados. Estos últimos, ciertamente, no son télicos, pero en algunos de ellos, señala Nishida (1994, p. 441), existe la misma relación homomórfica entre el complemento verbal y el estado denotado. Así, en un ejemplo como (1) (“El alumno se supo la lección”), habría que entender que la lección queda dividida en una serie de partes diferentes, de las cuales la última coincide con el final del estado al que se alude11. La imposibilidad del clítico con otras estructuras oracionales transitivas que denotan estados se justifica, según Nishida, por su calidad de estados no cuantifica- dos, los cuales no pueden dividirse en partes diferentes de manera que se correspondan con las partes en que se divide la referencia del OD (cf. 2, “Juan [*se] posee los discos de su padre”, 16 y 17).
Desde nuestro punto de vista, una valoración global de la propuesta de Nishida exigiría advertir que limitar exclusivamente a las realizaciones y a algunos estados la presencia de un clítico denominado aspectual en las construcciones transitivas suscita ciertos problemas que deberían explicarse. No obstante, por razones que tienen que ver sobre todo con la temática de este artículo, nos centraremos solamente en lo que atañe a los predicados estativos. En este sentido, pensamos, justificar la presencia del clítico en determinados estados por el hecho de que en ellos se establece también una homomorfía entre las partes del estado y las partes en las que se divide lo denotado por el complemento verbal no deja de ser contradictorio si, al mismo tiempo, se acepta que los predicados estativos carecen de límites temporales: ¿cómo hacer coincidir la última parte en que se divide lo denotado por el OD con el final del estado si los estados no culminan? (cf. García Fernández 2011a, p. 187). Además, ¿cómo se explica en la propuesta de Nishida un ejemplo con predicado estativo como (4) (“Los ciudadanos se temen represalias por parte del Gobierno”), en el que la referencia del OD es acumulativa?
Por lo demás, a partir de la propuesta de Pustejovsky (1991) acerca de cómo la estructura interna o subeventiva de los eventos permite establecer sus propiedades aspectuales, lo que implica ciertas modificaciones terminológicas con respecto a la distinción más habitual entre eventos (realizaciones, actividades y logros) y no eventos (estados), De Miguel y Fernández Lagunilla inciden en el cambio de estado como rasgo propio de la fase final de la estructura interna de fases (evento delimitado con duración + estado) del evento completo (cf. Fernández Lagunilla y De Miguel 1999, p. 114, y De Miguel y Fernández Lagunilla 2000, pp. 15 y 28) y no explican el clítico del que se habla en nuestro trabajo como uno télico, delimitador o perfectivo, sino como un operador aspectual que señala que el evento culmina en un punto -su fase final- en que se produce un cambio de estado (cf. también De Miguel y Fernández Lagunilla 2000, p. 29)12. Tal estructura eventiva corresponde a lo que estas auto- ras denominan transición T1, en la que el segundo subevento aparece como lo que ellas llaman “un logro compuesto”, pues se trata de eventos delimitados con duración, pero no a lo que llaman “un logro simple”, propio este último de los eventos delimitados puntuales (cf. Fernández Lagunilla y De Miguel 1999, p. 114, n. 30, y De Miguel y Fernández Lagunilla 2000, p.27, n. 17)13. La propuesta exige que un determinante introduzca el OD de estas construcciones (cf. Fernández Lagunilla y De Miguel 1999, p. 114, y De Miguel y Fernández Lagunilla 2000, p. 29) y que estas estructuras sean incompatibles con los predicados estativos, ya que éstos aluden a eventos (sic) simples, con duración y sin fases (cf. Fernández Lagunilla y De Miguel 1999, p. 115, n. 33, y De Miguel y Fernández Lagunilla 2000, pp. 28-29). Ahora bien, en tanto que esto último podría explicar la agramaticalidad de ejemplos del tipo de (2), (16) y (17), carece de utilidad para justificar la gramaticalidad de (1), auspiciada por Fernández Lagunilla y De Miguel 1999, p. 115, n. 33, y en De Miguel y Fernández Lagunilla 2000, p. 28 14.
En primer lugar, la hipótesis de estas autoras parece no tener en cuenta, por ejemplo, la compatibilidad del clítico no reflexivo concordado con el sujeto en estructuras que ni son transiciones T1 con un logro compuesto, ni expresan estado resultante, ni muestran un determinante en el OD (cf. ii de n. 7: “Los asistentes al acto se fumaron cigarros de gran calidad”) o que se caracterizan directamente como lo que ellas denominan transiciones T1 con un logro simple (cf. 18)15:
(18)Este año ya me he cruzado la frontera varias veces.
No sería acertado pensar que en la propuesta de estas autoras -como en la de Zagona (1996, pp. 476-477) - el clítico de estos últimos ejemplos carece de valor aspectual y equivale a un mero benefactivo. Son las propias De Miguel y Fernández Lagunilla (2000, p. 23) quienes asignan valor aspectual y no benefactivo al clítico de estructuras como (19a) apoyándose en la compatibilidad de ese clítico con otro de valor benefactivo (cf. 19b); tal como puede observarse, sucede lo mismo con (ii) de n. 7 (“Los asistentes al acto se fumaron cigarros de gran calidad”) y con (18) (cf. además 20 y 21):
(19) a. Mi compañero se abrió dos latas en medio segundo.
b. Mi compañero se me abrió dos latas en medio segundo.
(20)Los asistentes al acto se me fumaron cigarros de gran calidad.
(21)Este año ya te me he cruzado la frontera varias veces.
En segundo lugar, para justificar la compatibilidad del clítico en estados del tipo de (1) (“El alumno se supo la lección”), De Miguel y Fernández Lagunilla presuponen en ejemplos como éste la existencia previa de un logro -el de pasar a saber la lección- que desencadena un estado. No obstante, ésta no deja de ser una solución ad hoc en la que el logro previo del que se habla es completamente ajeno al estado al que se alude (cf. Morimoto 2008, p. 593) y que no explica por qué, por ejemplo, en 2 (“Juan [*se] posee los discos de su padre”), 16 (“Juan [*se] odia las acelgas”) y 17 (Juan [*se] quiere a Elena), otros estados, no es posible presuponer el logro previo de pasar a poseer los discos de alguien, a odiar las acelgas o a querer a Elena.
García Fernández (2011) propone dejar de llamar aspectuales sólo a aquellos clíticos que aparecen en estructuras transitivas estativas en las que el determinante del sustantivo del OD puede ser elidido sin necesidad de complementación (cf. 22), pero no a aquellos que se encuentran en estructuras transitivasen las que el determinante del sustantivo del OD exige la complementación para ser elidido (cf. 23a y 23b):
(22)Juan se merecía aplausos y no silbidos.
(23)a. Muchos ciudadanos se creen esos bulos (sobre todo tipo de asuntos).
b. Muchos ciudadanos se creen bulos *(sobre todo tipo de asuntos).
La razón se encuentra, dice, en el hecho de que en las construcciones habitualmente catalogadas como de clítico aspectual el determinante del sustantivo del OD también puede no estar únicamente si dicho sustantivo posee complementación, tal y como sucede en (ii) de n. 7 (“Los asistentes al acto se fumaron cigarros de gran calidad”)16. Para García Fernández, el clítico de (22) no es aspectual, sino medio o anticausativo17. Ello implicaría tener que aceptar en su propuesta que (22) no se forma sobre (24):
(24)Juan merecía aplausos y no silbidos,
sino mediante un cambio diatético que suponga el ascenso del objeto a la posición de sujeto, tal y como sucede, por ejemplo, en el siguiente par con el verbo marear:
(25)a. Juan marea a María.
b. María se marea.
El problema radica, pensamos, en la imposibilidad de encontrar un correlato transitivo para (24) en el que Juan ocupe la posición de objeto. Para García Fernández, todas las construcciones con clítico aspectual -incluidas las estativas que él añade- pueden explicarse mediante las tesis de Nishida (1994), lo que, entre otras muchas cuestiones, supondría volver a encontrar los mismos problemas señalados más arriba a la hora de aplicar la propuesta de la autora japonesa a los predicados estativos con el clítico18.
A diferencia de la propuesta de García Fernández (2011) , para Amstrong (2013, pp. 82-84) las estructuras transitivas con un predicado estativo y un clítico no reflexivo concordado con el verbo han de incluirse en el grupo de las que denomina construcciones transitivas de clítico reflexivo -caracterizadas por tener sujetos que no se restringen a los agentes y por tratarse de construcciones que no se restringen a las realizaciones-, frente a las habitualmente consideradas como estructuras con clítico aspectual, que incluye en el ámbito de lo que llama construcciones agentivas de clítico reflexivo, caracterizadas por requerir un sujeto agente, añadir a éste una implicatura convencional (en el sentido de Grice 1975 y Horn 2007) de intencionalidad y ser realizaciones19. Ahora bien, no parece aceptable ni que el valor del clítico en lo que Amstrong denomina construcciones agentivas de clítico reflexivo sea el de la confluencia de agentividad, realización e intencionalidad por parte del sujeto, pues esta misma confluencia es factible también en construcciones transitivas en que el clítico reflexivo permite el doblado (cf. 26), ni que en las denominadas transitivas de clítico reflexivo el clítico posea un mero valor negativo -no restricción ni a la agentividad ni a las realizaciones-, ya que, igualmente, ésta es una opción del clítico reflexivo con doblado (cf. 27):
(26)Juan se golpea a sí mismo.
(27)Juan se teme a sí mismo.
A diferencia de Amstrong, MacDonald (2017) cataloga los clíticos en construcciones transitivas con predicados estativos como clíticos aspectuales, aunque no como indicadores de telicidad. Las dos razones fundamentales que ofrece para defender su postura son, primero, que los verbos estativos con los que aparece este clítico son predicados transitivos de otro tipo, esto es, no se trata de lo que Amstrong denomina construcciones agentivas de clítico reflexivo, sino de construcciones transitivas de clítico reflexivo; y segundo, no admiten OD que sean plurales escuetos. No obstante, cabría preguntarse por cuál es ese valor aspectual. Naturalmente, si al tratarse de estados no puede ser el de la telicidad, tampoco podría ser el de la estatividad, pues tales predicados ya son estativos sin la presencia del clítico. Además, en lo que atañe a las razones que ofrece MacDonald, la primera nos retrae a las dificultades de la propuesta de Amstrong para caracterizar las llamadas construcciones transitivas de clítico reflexivo; la segunda quedaría invalidada con ejemplos del tipo de (4) (“Los ciudadanos se temen represalias por parte del Gobierno”). MacDonald (2017) plantea que la supuesta restricción de los OD que son plurales escuetos en las construcciones con el clítico aspectual, desde el momento en que éste también aparece con predicados estativos, no se relaciona directamente con la telicidad, sino con el estatus de sujetos internos de un predicado complejo formado por el verbo y un SP nulo que poseen esos OD. Al igual que los sujetos que son argumentos externos (cf. 28), sugiere MacDonald, los OD en las construcciones con clítico aspectual participan de la restricción del SN escueto en el que el sustantivo no se encuentra modificado (cf. n. 16), tal y como la reformula Cuervo (2003; 2008, p. 63; 2014, p. 54 y 2015, p. 410) a partir de la propuesta inicial de Suñer (1982, p. 209) :
(28)*Científicos estudian el asunto20.
Ejemplos como (4), pensamos, no podrían explicarse mediante esta tesis21.
Por último, ni siquiera sería posible aceptar una razón menor que MacDonald (2017) ofrece para catalogar como aspectual el clítico de los predicados estativos transitivos: la imposibilidad de ser doblados. Si ello se debe a que esto lo acerca al clítico de lo que Amstrong denomina construcciones agentivas con clítico reflexivo, que, igualmente, carece de doblado, cabría entonces plantearse ya no solamente las dudas que en realidad suscita hablar de clítico aspectual en estas estructuras en la propia hipó- tesis de Amstrong22, sino también que la misma característica lo relaciona con clíticos ajenos a estas construcciones, caso de aquellos presentes en estructuras que no son realizaciones, sino actividades (cf. ii de n. 7: “Los asistentes al acto se fumaron cigarros de gran calidad “) o logros (cf. 18: “Este año ya me he cruzado la frontera varias veces”).
A modo de conclusión de este subapartado, resulta posible inferir que ninguno de los análisis reseñados en el ámbito de la hipótesis aspectual permite explicar convenientemente que algunos predicados estativos coincidan con realizaciones, actividades y logros en su capacitación para ser compatibles con un clítico no reflexivo concordado con el sujeto en construcciones transitivas. Y esto, liguen o no el clítico a la telicidad. Por con- siguiente, estos análisis tampoco parecen útiles para resolver alguna de las cuestiones fundamentales que tratamos en este trabajo: establecer criterios que sirvan para dilucidar qué predicados estativos pueden aparecer en este tipo de estructuras transitivas y cuáles no, la compatibilidad del clítico con OD que son plurales escuetos y su compatibilidad con OD que no son plurales escuetos y carecen de determinación explícita.
Las hipótesis de la implicación del sujeto y de la relación sujeto-OD
Por lo demás, la gramaticalidad de estructuras como (1) (“El alumno se supo la lección”) tampoco deja de crear problemas en la propuesta que asigna a estos clíticos no reflexivos concordados con el sujeto en las construcciones transitivas el valor de expresar cierta implicación del sujeto en ellas. Para la inmensa mayoría de autores que señalan esta implicación, ésta tiene que ver con cierta intencionalidad del referente designado por el sujeto. Es lo que sucede, por ejemplo, en Bello (y Cuervo) (1964 [1860], p. 258), Alonso Cortés (1939, pp. 16-17), Bull (1952, p. 383), Lázaro Carreter (1964, pp. 389-390), Contreras (1966, p. 97) , Schroten (1972, p. 90) , Alarcos Llorach (1980, p. 218) , De Molina Redondo (1974, pp. 61 ss.) , Alcina Franch y Blecua (1975, pp. 911 ss.), Gutiérrez Ordóñez (1977- 1978, p. 450 y 1999, pp. 1909-1917), Martín Zorraquino (1979, pp. 107-108, 321 y 336) , Cano Aguilar (1981, p. 276) , Gooch (1982) , Narbona (1984, pp. 180 y 184), Hernández Alonso (1984, pp. 166-167 y 1995, p. 89), García Miguel (1985, p. 341) , Arce Arenales (1989, p. 297 y 1994, p. 203), Delbecque y Lamiroy (1996, p. 25), Maldonado (1997, p. 179) , Sánchez López (2002, p. 114) , Montes Giraldo (2003) , D’Introno et al. (2007, pp. 8-10) , Bogard (2006, pp. 772-773 y 2015, pp. 36-37) 23, RAE (2009, p. 2703), Amstrong (2013, pp. 82-84, 89 y 101)24, García Fernández (2015, p. 285) , etcétera. Ahora bien, justificar la implicación del sujeto en este tipo de estructuras transitivas con clítico por el hecho de que éste implica la intencionalidad del sujeto exige cierto carácter agentivo en el argumento externo que no siempre se encuentra presente, tal y como sucede en las construcciones estativas, a las que tampoco parece posible extrapolar en todos los casos el concepto de control de Morimoto (2008) para explicar su compatibilidad en determinados casos con el clítico25. Así, en tanto que en (1) podría llegar a pensarse en cierto control por parte del referente del sujeto, resulta complicado plantear que el referente del sujeto en (29) controla el hecho de creerse las historias que le cuentan26:
(29) Mario se cree las historias que le cuentan.
La existencia en español de estructuras del tipo de (1) resulta igualmente problemática para quienes postulan que la presencia de un clítico no reflexivo concordado con el sujeto en construcciones transitivas implica una relación más estrecha entre sujeto y OD que lleva a presentar el primero también como un objeto afectado (cf., entre otros, De Molina Redondo 1974, p. 62; Babcock 1970, pp. 65-66; Strozer 1976; Fernández Ramírez 1986, pp. 395-396; Arce Arenales 1989, p. 297; Zagona 1996, p. 477; Maldonado 2006, p. 214; Bogard 2006 y 2015; Pérez Vázquez 2007; Campanini y Schäfer 2011; Romero Pascual y Teomiro García 2012, p. 241; Teomiro García y Romero Pascual 2012; Camacho Ramírez 2014, pp. 83 ss.) . No obstante, en lo que se refiere a los estados, convendría no generalizar y hacer algunas precisiones. Así, Babcock (1970) establece una identidad entre sujeto y OD sólo cuando se trata de construcciones activas, pero no cuando los verbos son estativos, en los que el clítico, dice, identifica el sujeto con el origen del estado. En el caso de temer, por ejemplo, con la persona de la que procede el temor, algo que no parece aceptable si contrastamos (4) (“Los ciudadanos se temen represalias por parte del Gobierno”) con su versión sin el clítico. También en esta última versión, pensamos, cabría identificar el sujeto con la persona en la que se origina el temor. Frente a esto, Bogard (2006 y 2015) restringe la idea del clítico como marcador de sujeto afectado a predicados estativos; Zagona (1996), Campanini y Schäfer (2011), Romero Pascual y Teomiro García (2012) y Camacho Ramírez (2014 y 2014a), en cambio, sitúan la restricción en las realizaciones27.
Ahora bien, se trate o no de estados, justificar una más estrecha relación entre sujeto y OD argumentando que el sujeto es también, como el OD, un afectado en estas construcciones supone pensar que esto es así por el hecho de que la identidad referencial y la concordancia en número y persona que hay entre clítico y sujeto permite establecer esa relación y asignar a este último, además del suyo propio, el mismo papel temático que se asigna al primero: el de afectado28, caso análogo al de las construcciones reflexivas, en las que el clítico igualmente es paradigmático, presenta la misma referencia que el sujeto y concuerda en número y persona con éste, con el que mantiene una relación anafórica ligada (correferencialidad y mando-c). Sin embargo, para que esto fuera así, pensamos, habría que aceptar que el clítico no reflexivo concordado con el sujeto en las estructuras transitivas es, como el reflexivo, un complemento verbal al que puede asignársele papel temático; pero he aquí el problema: no lo es. Prueba del carácter de complemento verbal del clítico reflexivo es que admite el doblado mediante una forma tónica del pronombre personal introducida por preposición (cf. 26: “Juan se golpea a sí mismo” y 27: “Juan se teme a sí mismo”). Lo anterior resulta imposible con el clítico no reflexivo al que nos referimos, se trate o no de un estado:
(30) *El alumno se supo la lección a sí.
(31) Mi hermano se fumó varios cigarros a sí.
Además, catalogar los sujetos de las construcciones con estos clíticos como afectados en los que se produce un cambio de esta- do implicaría aceptar que en ellas tales sujetos podrían serlo, al mismo tiempo, de construcciones resultativas con “estar + participio”. Obviamente, ni de (1) (“El alumno se supo la lección”) puede inferirse que “*el alumno está sabido”, ni de (14) (“Mi hermano se fumó varios cigarros”) que “#mi hermano está fumado”. Podemos concluir, pues, que, del mismo modo como sucede con la hipótesis aspectual, ni la hipótesis de la implicación del sujeto ligada a la intencionalidad ni la de una mayor relación entre sujeto y OD permiten explicar la compatibilidad de los predicados estativos -tampoco la de los eventivos- con un clítico no reflexivo concordado con el sujeto en construcciones transitivas. Frente a la aspectual, que sí lo hace en parte, las dos hipótesis analizadas en este apartado ni siquiera se plantean el establecimiento de criterios que deslinden los predicados estativos compatibles con este tipo de estructuras transitivas de los que no lo son y que aborden la compatibilidad del clítico con OD que son plurales escuetos y con OD que no son plurales escuetos y carecen de determinación explícita.
Estados compatibles con el clítico, OD que son plurales escuetos y OD no escuetos sin determinación explícita
En “Estados, transitividad y clíticos…” -apartado centrado en la hipótesis aspectual (cf. supra)- hemos podido comprobar cómo la práctica totalidad de las propuestas -incluidas aquellas que aluden explícitamente a los estados- insisten en cierta dependencia unilateral entre el clítico no reflexivo concordado con el sujeto en las construcciones transitivas y la determinación del sustantivo núcleo del SN que ejerce de OD: el primero exige la presencia de la segunda. Detengámonos en primer lugar, por tanto, en ejemplos con predicados estativos en los que tal determinación se encuentra presente.
Si se contrasta (1) (“El alumno se supo la lección”), (23a) (“Muchos ciudadanos se creen esos bulos [sobre todo tipo de asuntos]”) y (29) (“Mario se cree las historias que le cuentan”), por un lado, y (2) (“Juan [*se] posee los discos de su padre”), (“Juan [*se] odia las acelgas”) y (17) (“Juan [*se] quiere a Elena”), por otro, resulta evidente la gramaticalidad del primer grupo de ejemplos en oposición a la agramaticalidad de los del segundo. La revisión crítica que hemos hecho en “Estados, transitividad y clíticos…” de las propuestas de autores que se han ocupado de la compatibilidad de este clítico con los estados en las construcciones transitivas no nos ha permitido encontrar una explicación convincente de esta disparidad de comporta- miento de los predicados estativos, cuya clave, desde nuestro punto de vista, puede residir en si el estado denotado se concibe o no al margen de unas determinadas circunstancias espaciotemporales. Recurrimos en este sentido a la diferencia que Carlson (1977) establece, se trate de eventos o no, entre predicados episódicos -inmersos en circunstancias espaciotemporales concretas, esto es, suceden o se dan en ocasiones, pues poseen un carácter transitorio- y predicados individuales -no inmersos en ese tipo de circunstancias, es decir, no suceden o se dan en ocasiones, ya que carecen de carácter transitorio29. Como prueba para identificar estos tipos de predicados en español, Laca (1999, p. 905, n. 7) señala que los predicados episódicos pueden aparecer con nombres propios o con sintagmas demostrativos como argumentos en una subordinada introducida por siempre que, cada vez que…, mientras que los predicados individuales carecen de esta posibilidad. Los primeros admiten repeticiones distintas en el espacio y/o en el tiempo con los mismos participantes, pero no los segundos. Así, en tanto que saber y creer, con los significados léxicos particulares que presentan en (1), (23a) y (29), son predicados episódicos, odiar, poseer y que-rer, tal y como aparecen en (2), (16) y (17), se presentan como predicados individuales:
(32)a. {Siempre que/ Cada vez que} este alumno sabe la lección…
{Siempre que/ Cada vez que} Mario cree las historias que le cuentan…
{Siempre que/ Cada vez que} estos ciudadanos creen esos bulos…
(33)a. *{Siempre que/ Cada vez que} Juan odia las acelgas…
*{Siempre que/ Cada vez que} Juan posee los discos de su padre…
*{Siempre que/ Cada vez que} Juan quiere a Elena…
Por tanto, cuando se trata de estados que son predicados episódicos -que en una propuesta como la de Silvagni (2017 y 2018) (cf. n. 29), más que como estados, deberían calificarse como eventos no dinámicos-, el clítico tiene la opción de aparecer (cf. 1, 23a y 29), pero no si el estado es un predicado individual (cf. 2, 16 y 17).
Ahora bien, conviene hacer alguna observación a lo dicho, como advertir de la diferencia de comportamiento que conforme a este criterio pueden presentar verbos homónimos. Así, por ejemplo, frente al saber de (1) -con un significado análogo a “estar instruido en algo”-, existe otro con un significado análogo a “tener noticia o conocimiento de algo” que no es compatible con el clítico en estructuras transitivas, pues carece de valor episódico:
(34)a. Pedro (*se) sabe que Luis va a llegar mañana.
b. *{Siempre que/ Cada vez que} Pedro sabe que Luis va a llegar mañana…
No obstante, ocurre que si en (34a), en la subordinada que funciona como OD, se elide el adjunto circunstancial mañana o se sustituye por otro cuya naturaleza deíctica señala un punto temporal, pero no en relación con el momento de la enunciación, sino con otro distinto, la construcción sigue siendo incompatible con el clítico, pero la estructura introducida por {siempre que/ cada vez que} sí parece posible:
(35) a. Pedro (*se) sabe que Luis va a llegar (al día siguiente).
b. {Siempre que/ Cada vez que} Pedro sabe que Luis va a llegar (al día siguiente)…
La aceptabilidad de (35b), pensamos, reside en que el OD de saber alude a un evento. Si en la subordinada que lo represen- ta no hay indicación que permita situarlo temporalmente, en (35b) se entenderá que, cada vez que el estado de saber se repite, se trata no del mismo evento en el que Luis va a llegar a algún lugar, sino de eventos diferentes, aunque Luis y el lugar tengan en todos los casos el mismo referente. Si en la subordinada se hace explícita una indicación temporal como al día siguiente, el momento con respecto al cual esta indicación sitúa temporalmente el evento denotado se muestra enormemente diverso (“al día siguiente de que le den las vacaciones”, “…de que le paguen”, etc.) y ello conduce, nuevamente, a que en (35b), cada vez que el estado de saber se repite, el evento al que alude la subordinada sea en cada caso un evento distinto. Por consiguiente, el hecho de que el estado denotado en la versión sin el clítico de (34a) no pueda repetirse en circunstancias espacio- temporales distintas con idénticos participantes -en cada caso el evento de llegar sería diferente- justifica de alguna manera la incompatibilidad del clítico en (34a). Mutatis mutandis, algo análogo sucede si se contrasta (33b) con (36):
(36){Siempre que/ Cada vez que} Juan posee un gran número de discos…
Cabría justificar ahora la gramaticalidad de (36) a partir del valor no específico del OD (un gran número de discos), pues, en este caso, cada vez que el estado al que alude poseer se repite, se trata de discos diferentes y no de los mismos, esto es, el estado de poseer un gran número de discos se puede reiterar en circunstancias espaciotemporales distintas, pero siempre con participantes diferentes. El hecho de que el estado denotado en un ejemplo como la versión sin el clítico de (37) no pueda repetirse en circunstancias espaciotemporales distintas con idénticos participantes justifica de alguna manera la incompatibilidad del clítico:
(37) Juan (*se) posee un gran número de discos.
Prestemos ahora atención a ejemplos con predicados estativos y episódicos cuyos OD presentan un plural escueto, esto es, un SN con un sustantivo plural sin determinación. En este sentido, en tanto que la agramaticalidad de (3) (“*El alumno se supo lecciones”) resulta evidente, ejemplos del tipo de (4) (“Los ciudadanos se temen represalias por parte del Gobierno)”, (22) (“Juan se merecía aplausos y no silbidos”) y (23b) (“Muchos ciudadanos se creen bulos *[sobre todo tipo de asuntos]”) -este último en su versión con la secuencia sobre todo tipo de asuntos explícita- se muestran como perfectamente aceptables. Si, en primer lugar, comparamos (3) con (38), parece evidente que, al menos cuando se trata de nombres comunes, a falta de un determinante en el SN que ejerce de OD, el único requisito para que la aparición del clítico se haga posible es la presencia de complementación nominal en este SN30:
(38)El alumno se supo lecciones *(que nadie antes se había sabido).
La idea se refuerza al contrastar (23b) con (23a) (“Muchos ciudadanos se creen esos bulos [sobre todo tipo de asuntos]”). Ahora bien, nuestra intención no es plantear que los complementos en los plurales escuetos presentan un carácter determinativo. Dice Bosque (1996, p. 80) que en casos como éstos los complementos restringen la denotación de los sustantivos de forma parecida a como un demostrativo especifica y restringe el ámbito de entidades de las que se predica un nombre común. Frente a ello, partimos de la idea de que la determinación no modifica las posibilidades designativas del sustantivo, sino que las realiza, esto es, permite pasar de la designación potencial que tiene ese sustantivo en el sistema de la lengua a una designación real o denotación en el hablar concreto31. La complementación nominal, por su parte, sí modifica las posibilidades designativas del sustantivo y su denotación (cf. n. 30)32. Así, en tanto que, por ejemplo, el determinante que acompaña a lección en (1) (“El alumno se supo la lección”) convierte la designación potencial de éste en denotación y orienta ésta hacia un ente particular -de ahí el carácter específico y delimitado del SN completo-, lo que hace el complemento de lecciones en (38) es restringir esta denotación estableciendo la clase de las lecciones que nadie antes se había sabido dentro de la clase de las lecciones33. La ausencia de determinante impide asignar carácter específico y delimitado al SN completo.
Sin embargo, tanto (4) (“Los ciudadanos se temen represalias por parte del Gobierno”) como (22) (“Juan se merecía aplausos y no silbidos”) -ambos con predicados claramente episódicos- podrían presentarse como contraargumentos a la generalización de la hipótesis defendida en el párrafo anterior en todos los casos. En (4), el complemento de represalias podría elidirse y la presencia del clítico mantendría la gramaticalidad de la oración:
(39)Los ciudadanos se temen represalias.
En (22), el sustantivo aplausos aparece directamente sin complementación nominal alguna. Sin embargo, desde nuestro punto de vista, (22) y (39) no dejan de ser casos excepcionales a cuyas explicaciones, en realidad, subyace la idea general de que en estas estructuras transitivas la aparición del clítico sólo se hace posible si el OD, cuando presenta un nombre común, muestra determinante o si se trata de un plural escueto con complementación nominal.
Para explicar (22), pensamos, no sería adecuado recurrir a la idea de que se trata de un ejemplo en el que la negación correctiva que representa la secuencia y no silbidos permite enfatizar aplausos y presentarlo como foco contrastivo o refutativo en la estructura informativa de la oración34. La razón es que esta focalización no es compatible con otros estados con el clítico en los que el OD carece de determinación y complementación nominal:
(40)a. *El alumno se supo lecciones y no tonterías.
b. *Muchos ciudadanos se creen bulos y no realidades.
Tampoco sería correcto pensar que la explicación de por qué aplausos aparece en (22) como plural escueto sin complementación estriba en que, frente a lecciones y bulos, es un sustantivo deverbal al que acompaña, por serlo, una estructura argumental propia y en que, por tanto, aunque no se haga explícito en el discurso, se entiende que los aplausos provienen siempre de alguien, o sea, que hay una complementación nominal implícita. Esta objeción queda justificada pues, en tanto que (22) seguiría siendo gramatical sin la secuencia que expresa la negación correctiva, no sucede lo mismo con otros sustantivos igualmente deverbales:
(41)Juan se merecía {aplausos/ *castigos}.
Quizás la solución del enigma pueda hallarse en las características semánticas de estos sustantivos. Como se sabe, los grupos nominales sin determinante que son plurales escuetos no aluden a entidades específicas, sino a tipos de entidades (cf. Condoravdi 1987; Bosque 1996, pp. 24-25; Laca 1996, pp. 242 ss. ; Garrido 1996, pp. 302 ss.) . Sin embargo, pensamos, no tiene por qué ser siempre así. Y ello va a depender de los rasgos semánticos de los sustantivos. En este sentido, la diferencia entre aplauso y castigo es que el primero posee cierto valor colectivo del que carece el segundo: aplauso en singular alude a un conjunto homogéneo y unitario de entidades (conjunto de golpes dados con las manos); castigo en singular no equivale a con- junto homogéneo y unitario de entidades alguno. Aplausos en plural puede referirse a un conjunto con varios subconjuntos homogéneos y unitarios de este tipo de palmoteo (varias acciones distintas en las que se palmotea) o a uno solo de esos subconjuntos (una sola acción de palmotear por parte de una o más personas). En el primer caso estaríamos ante el plural de un sustantivo contable y cuantificable mediante cuantificadores que permiten establecer cómputos ({tres/ varios} aplausos). En el segundo, se trataría de un plural meramente estilístico. Así, pues, decir de alguien que merece {un/ el} aplauso o {unos/ los} aplausos puede significar en ambos casos que esa persona merece un solo conjunto homogéneo y unitario de golpes dados con las manos por parte de otros. Por tanto, cuando este sustantivo aparece como plural escueto en (41), ese plural puede tener un mero valor estilístico y, entonces, en vez de aludir a tipos de entidades de una misma clase, como habitualmente hacen los plurales escuetos, se refiere a un solo conjunto homogéneo, unitario y no específico de entidades, tal como sucede con un aplauso en (42)35:
(42)Juan se merecía un aplauso.
Es esta identidad referencial con un SN con determinante, pensamos, la que explica que, excepcionalmente, aparezca un plural escueto sin complementación nominal como OD en (22) (“Juan se merecía aplausos y no silbidos”) y (41).
De manera análoga, es el carácter inherente o de pluralia tantum del plural represalias el que explica la gramaticalidad, junto a (4) (“Los ciudadanos se temen represalias por parte del Gobierno”), de (43):
(43)Los ciudadanos se temen represalias.
Como se sabe, al igual que los plurales estilísticos, los plurales inherentes no muestran diferencias designativas con res- pecto a sus poco frecuentes singulares (cf. Ambadiang 1999, p. 4886). Así, la referencia de represalias en (43) no se diferencia de la de un SN con determinante como alguna represalia en (44):
(44)Los ciudadanos se temen alguna represalia.
Ambos SN aluden a un solo conjunto inespecífico de acciones de castigo.
Lo dicho hasta aquí no significa que los únicos OD sin determinación nominal que pueden aparecer en predicaciones estativas episódicas transitivas con un clítico no reflexivo concordado con el sujeto sean los plurales escuetos con complementación o los plurales escuetos sin complementación pero con valor estilístico o inherente. Cabe la posibilidad de que haya construcciones de este tipo en las que, si la restricción seleccional del verbo lo permite36, el OD esté representado por un nombre propio o por una forma pronominal tónica (cf. 5: “[Nos] creemos {a Juan/ a éste/ a éstos/ eso/ todo})37. En estos casos, además de explicar el contraste de gramaticalidad entre (5) y, por ejemplo, (17) (“Juan [*se] quiere a Elena”) mediante el criterio que hemos establecido, el cual contrapone (33c) (“*{Siempre que/ Cada vez que} Juan quiere a Elena…”) a (45),
(45){Siempre que/ Cada vez que} creemos {a Juan/ a éstos/ eso/ todo}…,
conviene advertir las diferencias que se observan si se compara (5) con el grupo que conforman (1) (“El alumno se supo la lección”), (3) (“*El alumno se supo lecciones”) y (38) (El alumno se supo lecciones *[que nadie antes se había sabido]”). Tal como muestran los tres últimos ejemplos, el nombre común lección exige la presencia del determinante o de la complementación nominal para que el clítico sea compatible, pero no sucede lo mismo con el nombre propio Juan o con las formas pronominales tónicas que ejercen de OD en (5). En lo que atañe a la versión de (5) con el nombre propio38, cabe plantear que este tipo de nombres, frente a los comunes, no necesita determinante para poder referirse a la realidad -para denotar (cf. n. 32)- debido a su carácter monovalencial. Los nombres propios no se emplean con el mismo valor semántico para objetos diferentes, como sucede con la mayoría de los comunes, sino que se emplean, o bien para un solo ente individual (Dinamarca), o bien para individuos diferentes, aunque no con la misma, sino con distinta intensión (Juan)39. Los entes a los que se aplica un mismo nombre propio no constituyen una extensión correspondiente a una misma intensión, sino que cada uno de ellos forma por sí solo una extensión separada que corresponde a una intensión separada y distinta. El nombre Juan, por ejemplo, no supone una extensión que comprende a todos los individuos que se llaman Juan, sino que, cada vez que empleamos este nombre para aludir a individuos distintos, se trata de “extensiones individuales”, distintas en cada caso (cf. Coseriu 1967, pp. 267-269) .
Que los nombres propios carezcan de significado léxico, que su designación virtual coincida siempre con su denotación y que su denotación sea siempre individual los exime de ir acompañados por un determinante no sólo para denotar meramente entes o individuos de la realidad extralingüística -tanto es así que algún autor advierte que los nombres propios son de por sí actuales, es decir, están orientados por sí solos hacia el ámbito de los objetos y los individuos (cf. Coseriu 1967a, p. 295, y 1981, p. 128) -40, sino también, por ejemplo, para orientar esa denotación hacia un ente o individuo particular o grupo de entes o individuos particulares, esto es, para discriminar la denotación (cf. n. 32 y n. 33). Efectivamente, un nombre común con significado léxico puede simplemente denotar y no orientar esa denotación hacia uno o más entes particulares. Es lo que sucede cuando, precedido por un determinante, alude a un ente genérico o no discriminado (“El hombre es mortal”). Pero mediante la determinación también puede, a la vez que denotar, orientar su denotación y referirse a un ente particular o a un grupo de entes particulares (“{El hombre/ Los hombres} {vino/ vinieron} ayer a mi casa”). El grupo nominal en el que se incluye puede quedar dotado de este modo de una interpretación definida y específica. Frente a los nombres comunes, los propios, caracterizados por llevar incorporada una denotación individual, no necesitan de la determinación para denotar ni para orientar la denotación. Tanto es así que algún estudioso cataloga el nombre propio en su uso prototípico referencial como una categoría sintácticamente autodeterminada, esto es, como un SD con determinación definida y específica (cf. Longobardi 1994, pp. 621 ss. , y Fernández Leborans 1999, p. 103, n. 49). Ello explica estructuras como la que muestra la versión de (5) con el nombre propio.
Ahora bien, que los nombres propios estén exentos de la necesidad de ir acompañados por determinantes para denotar y orientar la denotación no significa que no puedan admitir este acompañamiento, aunque ello sucede sólo cuando modifican su designación virtual para usarse como nombres plurivalentes, es decir, como nombres de clase. Así, en Devís Márquez (2009, pp. 475-476) se plantea que decir, por ejemplo, {un/ dos} Juan(es) o {muchos/ pocos} Juanes no alude a miembros distintos de una clase de individuos denominada “Juan” que se haya elaborado a priori por un grupo social. Estos ejemplos se explican por la posibilidad que tienen los hablantes de idear, en su actividad lingüística de hablar (cf. n. 31), clases con el con- junto de individuos que poseen nombres propios formalmente idénticos. No se trata ya de una clase elaborada a priori por una comunidad lingüística o por un grupo científico o social -como las terminologías, cf. Coseriu 1981, pp. 95-96; 1981a, pp. 291-292; y 1987 -, sino de una clase establecida individualmente por un hablante concreto en un acto de hablar concreto. Frente a lo que ocurre con las clases denotadas por los nombres comunes, se trata de una clase cuyo origen se encuentra en el mismo nombre propio. La discriminación que llevan a cabo unidades como un, dos, muchos, pocos en estos ejemplos no ocurre en la denotación individual primaria del nombre Juan, sino en otra denotación secundaria resultado de la creación por parte del hablante de una nueva designación potencial para el nombre Juan (‘individuo con la característica de llamarse Juan’). Lo que hace el hablante en el hablar es convertir Juan en un nombre plurivalente, aunque sin significado léxico, que pueda utilizarse con una misma designación, no con distintas, para aludir a diversos individuos. Sin embargo, esa plurivalencia pertenece en estos ejemplos exclusivamente al ámbito del hablar, del discurso, pues es resultado de la determinación nominal y no de la naturaleza del nombre Juan, el cual, precisamente por su naturaleza, conserva su condición de nombre monovalente en el sistema de la lengua española41.
De lo dicho en el párrafo inmediatamente anterior cabe inferir, pues, la posibilidad de que haya construcciones transitivas con predicados estativos y un clítico no reflexivo concordado en número y persona con el sujeto en las que el OD sea un nombre propio con un determinante que discrimina su denotación secundaria, no la primaria, que sigue siendo individual:
(46)Nos creímos a {un/ dos/ muchos/ pocos} Juan(es).
Adviértase en este sentido la imposibilidad de la construc- ción con el nombre propio en plural si éste no ha abandonado su denotación primaria mediante la presencia de un determi- nante:
(47)*Nos creímos a Juanes.
En lo que respecta a la versión de (5) (“[Nos] creemos {a Juan/ a éste/ a éstos/ eso/ todo}”) con las formas pronominales tónicas ejerciendo de OD, resulta evidente que todas ellas equivalen a grupos nominales con determinante -o a grupos con nombres propios, ya de por sí actualizados en el sentido coseriano del término- y carecen de la interpretación de tipo, característica de los plurales escuetos. Estos últimos no aluden a conjuntos de entidades o individuos, como sí hacen los grupos nominales con determinante, ni a individuos, como sí hacen los grupos nominales con nombres propios, sino, ya lo hemos advertido, a tipos de entidades o individuos de una misma clase. Tanto es así que en (48a) el OD es siempre sustituible por una forma pronominal tónica, como muestra (48b), mientras que en (49a) tal posibilidad es inexistente, según muestra (49b):
(48)a. Creyeron {a Juan/ a los profesores/ los bulos}.
b. Creyeron {a éste/ a éstos/ eso/ todo}.
(49)a. Creyeron {a profesores/ bulos}.
b. Creyeron {#a éstos/ #eso/ #todo}.
A modo de conclusión, tres ideas básicas pueden inferirse de todo lo dicho en este apartado. Primera: los predicados estativos son compatibles en las estructuras oracionales transitivas con un clítico no reflexivo concordado con el sujeto siempre que muestran un carácter episódico, pero no cuando ese carácter es individual. Segunda: los predicados estativos episódicos en este tipo de estructuras oracionales, frente a lo postulado por la hipótesis aspectual, admiten también OD que son plurales escuetos, aunque sólo si el sustantivo en plural se encuentra complementado. Excepcionalmente, pueden hacerlo del mismo modo cuando se trata de OD que son plurales escuetos sin complementación y presentan un valor estilístico o inherente. Tercera: cabe igualmente la posibilidad de que este tipo de construcciones presente OD, en singular o en plural, que no son plurales escuetos y que carecen de determinación explícita. Sucede esto, bien cuando el sustantivo que ejerce de OD es intrínsecamente determinado, caso de los nombres propios con denotación primaria, bien cuando el OD se encuentra representado por una forma pronominal tónica equivalente a un grupo nominal con determinación, sea ésta explícita o implícita.
Conclusiones finales y cuestiones no resueltas
Hemos advertido de los problemas que presentan tanto la hipótesis aspectual como las que se centran en la implicación del sujeto y de la relación sujeto-OD para explicar: 1) que algunos predicados estativos coincidan con algunos predicados eventivos (realizaciones, actividades y logros) en que son compatibles con un clítico no reflexivo concordado con el sujeto en estructuras oracionales transitivas; 2) la compatibilidad de unos predicados estativos con este clítico en este tipo de estructuras frente a la incompatibilidad de otros; 3) la compatibilidad de determinados predicados estativos con este clítico en este tipo de estructuras con algunos OD que son plurales escuetos; 4) la compatibilidad de determinados predicados estativos con este clítico en este tipo de construcciones con OD que no son plurales escuetos y carecen de determinación explícita.
Si bien a lo largo del artículo hemos corroborado la coincidencia referida entre predicados estativos y predicados eventivos -también la dificultad que entraña el propio concepto de estado-, hemos elaborado una hipótesis que sólo intenta dar explicación a los tres últimos problemas citados en el párrafo anterior: la presencia del clítico con los estados se restringe a los predicados episódicos; la necesidad, salvo excepciones puntuales, de la complementación nominal con los plurales escuetos de nombres comunes que funcionan como OD y la posibilidad el clítico con OD carentes de determinación explícita y complementación nominal cuando se trata de nombres propios y pronombres. Queda por completar nuestra propuesta evidenciando las razones de tal coincidencia, es decir, respondiendo a si existe un valor común del clítico en todos estos casos que justifique su presencia. Posteriormente, sería importante responder, por un lado, a si las posibilidades de determinación y complementación que hemos asignado a los sintagmas que funcionan como OD en estas estructuras con clítico y predicados estativos son extrapolables a las construcciones con clítico y predicados eventivos; por otro, a si esas posibilidades de determinación y complementación muestran alguna relación con el valor del clítico. Tal como advertimos supra, p. 4, tratamos todos estos asuntos en un trabajo prácticamente concluido y próximo a publicarse.