Clasificación JEL: O1, O4, H2.
Introducción
El bajo crecimiento económico y la reducida competitividad se han convertido en un ámbito crítico preocupante. Durante el pasado decenio la tasa promedio de crecimiento anual del PIB per capita fue de 2.1%, y durante los pasados cinco años fue de 0.4%. El crecimiento de la productividad ha sido también lento en relación con el de otros países:1 en consecuencia, ha disminuido la competitividad del país. Este desempeño mediocre ha causado una búsqueda de explicaciones y de respuestas políticas apropiadas, lo que resulta en particular desconcertante porque ocurre después de importantes reformas realizadas en los pasados 20 años que intentan hacer la economía más competitiva y eficiente, tras beneficiarse de condiciones internacionales extraordinariamente favorables, sobre todo durante los años recientes.
Dada la apertura de México al comercio internacional, las explicaciones se han centrado en el desempeño de los sectores productores de insumos intermedios muy importantes que no se exportan, o en el comportamiento de los mercados de trabajo y de capital. La atención es en torno de los altos costos del transporte; las características monopólicas del sector de las telecomunicaciones; los escasos montos de los préstamos otorgados a las empresas por los bancos comerciales; el alto costo y las condiciones de incertidumbre del abasto asociadas a los monopolios públicos en el sector energético; las rigideces del mercado laboral provenientes de regulaciones onerosas en cuanto a la contratación y el despido, y la escolaridad relativamente baja de la fuerza de trabajo.
Sin negar los méritos de estos factores ni el peso de su importancia relativa, afirmamos que hay otra fuente del bajo crecimiento y el estancamiento de la productividad que hasta ahora ha pasado inadvertida: una estructura de incentivos asociada a los programas sociales que inducen a trabajadores y empresas a adoptar empleos e inversiones, respectivamente, de baja productividad.
A primera vista podría parecer contrario a la intuición el argumento de que los programas sociales pueden disminuir la productividad y el crecimiento económico, ya que una bibliografía abundante afirma que una fuerza de trabajo más sana y mejor escolarizada es un factor positivo para el crecimiento económico; además, una bibliografía igualmente abundante arguye que un país que posea una distribución del ingreso más igualitaria experimentará posiblemente tasas de crecimiento económico mayores y sostenidas.2 Es claro que en un país como México, con una distribución del ingreso muy desigual y una parte importante de la población en la pobreza, los programas sociales son indispensables para redistribuir el ingreso y promover la igualdad de oportunidades.
No refuto estas afirmaciones; en realidad, las comparto decididamente. La erradicación de la pobreza y el aumento de la equidad no son sólo metas valiosas por derecho propio sino que en mi opinión son requisitos para el crecimiento sostenible en México. Lo que quiero decir es que la combinación y las características de los programas escogidos para proporcionar a los trabajadores riqueza, pensiones, vivienda y otros beneficios genera de hecho una estructura de incentivos perversos que opera contra los intereses de los trabajadores a largo plazo, en particular los de ingresos bajos. Por tanto, el desafío no consiste en eliminar estos programas sino en reformarlos de manera que vayan de la mano con el aumento de la productividad y la aceleración del crecimiento económico, no en su contra. Es una cuestión de medios, no de fines.
Me concentro en los programas que ofrecen a los trabajadores seguros de atención médica, préstamos para vivienda y pensiones, sobre todo, con base en su estatus laboral. No se analiza aquí la educación ni otros programas sociales que proporcionan beneficios independientemente de la participación particular en el mercado de trabajo.3 Me ocupo de la división de los programas de seguridad social para los trabajadores asalariados por una parte, y los programas de protección social para los trabajadores no asalariados, por la otra; de la naturaleza unitaria o separada de los beneficios en cada caso, y de las diferencias en sus métodos de financiación. Demuestro que estas características son determinantes decisivos del costo efectivo del trabajo que enfrentan las empresas contratantes de trabajadores asalariados y no asalariados, y por ende de la rentabilidad de la empresa.
Este artículo puede interpretarse como una contribución a la bibliografía que afirma que las distorsiones macroeconómicas en los mercados de factores son determinantes de la productividad agregada y del crecimiento económico (véase Banerjee y Dufflo, 2004). Su novedad reside en el señalamiento de que los programas sociales pueden segmentar a los trabajadores y las empresas en un sector formal y otro informal, y que esta segmentación es importante no sólo desde el punto de vista social —ya que trabajadores similares reciben beneficios sociales diferentes—, sino también desde el punto de vista del crecimiento y la productividad.4 Más particularmente, el artículo intenta identificar los enlaces entre la informalidad y la productividad de los factores. Esto es muy importante para México por una razón sencilla pero poderosa: la mayoría de las empresas y de los trabajadores se encuentra en el sector informal. Si los programas sociales son una causa de la informalidad, y si las distorsiones macroeconómicas asociadas con la informalidad disminuyen la productividad y el crecimiento, entonces los programas sociales pueden dañar la productividad y el crecimiento, sobre todo si se están expandiendo rápidamente, como ocurre en México.
El artículo está organizado como sigue: la sección I describe las características relevantes de los programas sociales de México, así como los aspectos fundamentales de su mercado laboral. La sección II aprovecha el marco tradicional de dos sectores, de equilibrio general estático, para vincular estas características con la distribución del empleo y la productividad del trabajo por sector. Luego extiende el marco para introducir la evasión de las leyes de la seguridad social y explora cómo afecta este comportamiento la productividad del trabajo y la asignación de la inversión. La sección III reseña brevemente algunos ensayos que pueden guiarnos a la magnitud de estos efectos. Al final se concluye con algunas observaciones de la relevancia que tiene para México la reforma de la política social para aumentar la productividad y acelerar el crecimiento.
I. La seguridad y la protección social
1. Beneficios y cobertura
México proporciona beneficios sociales a los trabajadores con base en el estatus laboral. Por una parte, la seguridad social es un derecho sólo de los trabajadores asalariados y una obligación de las empresas sólo respecto a los trabajadores asalariados que contratan.5 La cobertura de la seguridad social abarca un amplio conjunto de beneficios: i) seguro médico, ii) servicios de guarderías diurnas para los niños, iii) seguro de vida, iv) pensiones de invalidez, v) pensiones por riesgos laborales, vi) instalaciones deportivas y culturales, vii) pensiones de jubilación y viii) préstamos para vivienda. Estos beneficios tienen dos características relevantes; se pagan con las contribuciones de trabajadores y empresas, y son unitarios en el sentido de que trabajadores y empresas deben pagar por todos ellos, independientemente de que los trabajadores los deseen todos o sólo un subconjunto.6
Por otra parte, los autoempleados y los trabajadores no asalariados en las empresas quedan excluidos de la seguridad social. Sin embargo, estos trabajadores obtienen diversos beneficios de atención médica, vivienda, guardería y, más recientemente, pensiones —agrupados en el título de programas de protección social— que difieren de la seguridad social en dos sentidos relevantes: i) los beneficios no son unitarios, ya que los trabajadores pueden accesar voluntariamente a uno de ellos (digamos un programa de atención médica) sin hacerlo forzosamente a otro (digamos, un programa de vivienda), y ii) los beneficios se pagan con los ingresos generales y no con las contribuciones de trabajadores o empresas.7
Asociando la cobertura de la seguridad social con la “formalidad”, y su ausencia con la “informalidad”, la fuerza de trabajo se divide en un sector formal y otro informal: los trabajadores formales/informales reciben los beneficios de la seguridad social/de la protección social. En principio, esta división debería coincidir con la de trabajadores asalariados y no asalariados, pero no ocurre así porque como resultado de la evasión de las leyes de la seguridad social hay trabajadores asalariados con beneficios de la protección social que se suman al empleo informal. El cuadro 1 describe las magnitudes de cada grupo en 2005. Adviértase que 36% de los trabajadores asalariados evade las leyes de la seguridad social.
Número | Porcentaje | ||
I. | Formal | 13 832 | 34.1 |
1) > 3SM | 6 007 | 14.8 | |
2) ≤ 3SM | 7 824 | 19.2 | |
II. | Informal | 26 707 | 65.9 |
1) No asalariados > 3SM | 2 860 | 7.0 | |
2) No asalariados ≤ 3SM | 16 147 | 39.9 | |
3) Asalariados (evasión) | 7 699 | 19.0 | |
III. | Total | 40 539 | 100.0 |
Fuente: Levy (2006b).
a Se excluye a los trabajadores del sector público; SM = salario mínimo, de modo que > 3SM se refiere a los trabajadores que ganan más de tres veces el SM, tomado aquí como el punto de corte entre los trabajadores con salarios “altos” y “bajos”. 3SM se aproxima al modo de la distribución salarial de los trabajadores registrado en el IMSS.
2. La movilidad de los trabajadores
Una característica fundamental del mercado de trabajo de México es la gran movilidad de los trabajadores entre el sector formal y el informal. Resumiré aquí los resultados de un ejercicio en el que se sigue la duración de la permanencia en el sector formal —medida por la afiliación al IMSS— de nueve millones de trabajadores individuales desde julio de 1997 hasta julio de 2005.8 Resulta interesante observar que sólo 11.6% de los trabajadores de salarios bajos estuvo inscrito en el IMSS durante nueve años completos en todo el periodo de nueve años, mientras que esta proporción aumentó a 42.4% en el caso de los trabajadores de salarios altos. En el otro extremo, casi 18% de los trabajadores de salarios bajos inscritos en el IMSS en 1997 se encontró en el sector formal durante un solo año de los nueve; esto contrasta con la cifra de 7.6% para los trabajadores de salarios altos. En total, el trabajador de salario bajo que estaba inscrito en el IMSS en 1997 tenía en promedio una cobertura de la seguridad social para sólo 4.3 de los nueve años durante los cuales podría haber estado cubierto, o sea 48% de su tiempo de trabajo; el promedio correspondiente para los trabajadores de salarios altos es de 6.5 años, o sea 72% de su tiempo de trabajo.
En términos más generales, los trabajadores de México tienen rachas de formalidad con cobertura de la seguridad social, y rachas de informalidad con cobertura de la protección social; estos cambios son más frecuentes cuanto menor sea el salario del trabajador. Los resultados se confirman cuando se utiliza una base de datos diferente, la de la Encuesta Nacional de Empleo Urbano (ENEU), que es también un conjunto de datos de panel que rastrea los cambios de los trabajadores de lo formal a lo informal (aunque sólo durante un año). De acuerdo con estos datos, en 2005 se observó que 16% de los trabajadores de salario bajo que iniciaron el año en el sector formal lo terminaron en el sector informal (Levy, 2006b). Calderón-Madrid (2006) computa las matrices de transición para trabajadores mexicanos entre la formalidad y la informalidad en años de alto y bajo crecimiento del PIB (1997, 2001 y 2005) y obtiene resultados similares, lo que sugiere también que el fenómeno no es una consecuencia del ciclo económico.9 Por otra parte, son muy pequeñas también las transiciones de la formalidad y la informalidad hacia el desempleo abierto, y las rachas de desempleo abierto son muy breves (véase los datos en BID, 2004). Recuérdese que en México no hay seguro contra el desempleo.
En resumen, parece no existir barreras importantes para que los trabajadores ingresen al sector formal y sean cubiertos por la seguridad social.10 La dicotomía formal-informal es una caracterización del estatus legal de los trabajadores en un punto del tiempo, no una separación permanente de los trabajadores individuales en dos subconjuntos mutuamente excluyentes. Además, la dicotomía resulta menos útil para los trabajadores de salarios más bajos. Para estos trabajadores el problema no es el acceso a un empleo formal, sino que por diversas razones es muy errática la permanencia en la formalidad.
Las transiciones entre la formalidad y la informalidad plantean interrogantes fundamentales para la política social de México. Este ensayo no pretende abordar tal problema. Sin embargo, resulta relevante porque indica que la seguridad social no está operando de acuerdo con lo esperado, sobre todo para los trabajadores de ingresos bajos, y porque en esas circunstancias disminuye la productividad de todos los trabajadores.
3. Los recursos presupuestarios
La gráfica 1 muestra los subsidios gubernamentales para los programas de la seguridad y la protección social desde el inicio de la actual Ley del Seguro Social de 1997.11 Los recursos para la protección social incluyen principalmente diversos programas federales de atención médica y vivienda, y excluyen los recursos estatales o municipales para programas similares, de modo que se subestima el total de los recursos destinados a estos programas.
Fuente: Levy (2006b).
a No se registran los recursos para 1997 porque la Ley del Seguro Social entró en vigencia a mediados de ese año; los recursos para 2006 están de acuerdo con el presupuesto aprobado y podrían variar para fines del año.
La gráfica 2 muestra el total de los recursos disponibles para los servicios de salud pública destinados a los trabajadores formales e informales. Los primeros incluyen las aportaciones de empresas y trabajadores y los subsidios gubernamentales para los servicios sanitarios de la seguridad social. Los segundos incluyen los recursos federales y estatales para los programas sanitarios de protección social operados por dependencias federales y estatales.
Las gráficas 1 y 2 describen dos hechos sencillos pero poderosos: i) en el periodo 1998-2006 los subsidios para programas federales de protección social han aumentado mucho más deprisa que los destinados a los programas de seguridad social (110 contra 21% en términos reales), y desde 2003 son mayores en términos absolutos, y ii) aun incluyendo las contribuciones a la seguridad social por parte de empresas y trabajadores hasta 2003, hay más recursos para proporcionar servicios sanitarios a los trabajadores en el sector informal que en el sector formal.
Termino esta sección señalando que los programas de protección social ya no son considerados transitorios por el gobierno, “hasta que el crecimiento económico permita que más trabajadores encuentren un empleo formal con cobertura de la seguridad social”. Los beneficios de algunos de estos programas son ahora legalmente similares a los derechos de seguridad social y su prestación conjunta, aunque no legalmente atada como en el caso de la seguridad social, se persigue como una meta explícita de política.12
II. Los programas sociales y la productividad
1. El equilibrio general estático
Esta sección describe un marco para la identificación de los efectos de eficiencia de los programas de seguridad y de protección social. El total de la fuerza de trabajo, L, se divide en el empleo asalariado y el no asalariado, con cobertura de seguridad y protección social, o en el empleo formal e informal,
En ausencia de la evasión (véase líneas abajo) el empleo informal incluye dos tipos de trabajadores: los autoempleados y quienes tienen una relación laboral no asalariada con una empresa. Los autoempleados podrían poseer un activo productivo (digamos, una máquina de coser, media hectárea de tierra, un camión, una licuadora para hacer jugos de frutas y venderlos en las calles de la ciudad) y podrían explotar ese activo por su cuenta en una empresa pequeña de su propiedad (quizá con uno o dos asistentes); la cantidad de tiempo que destinan a trabajar con sus propios activos depende decisivamente de los salarios que pudieran obtener trabajando como empleados asalariados o no asalariados para alguien más (lo que mide el costo de oportunidad de su propio tiempo). O bien, es posible que el autoempleado no posea activos productivos propios pero trabaje de todos modos por su cuenta (estacionando o lavando automóviles en la calle, por ejemplo).
Pero los trabajadores informales también pueden pedir prestado un capital de trabajo y vender productos en las calles (contrabando, periódicos, dulces, etc.). O pueden trabajar para una empresa vendiendo sus productos de casa en casa o en las calles (cosméticos, alimentos, billetes de lotería). En virtud de que su esfuerzo no puede ser supervisado (ya que las horas trabajadas son variables y el lugar de trabajo es móvil), cuando están empleados por una empresa esos trabajadores reciben una “Comisión” y no un salario. En consecuencia, son trabajadores no asalariados. Pero en un mercado de trabajo caracterizado por la movilidad entre sectores, el monto de estas comisiones depende de los salarios y los beneficios del empleo asalariado que mide el costo de oportunidad de su tiempo. Lo importante es que las decisiones de los trabajadores, con activos productivos o sin ellos, de destinar una parte o todo su tiempo a diversos trabajos no asalariados, depende de los ingresos que puedan obtener en estas ocupaciones y de los beneficios provenientes de los programas de protección social (véase un análisis más amplio en Levy, 2006a).
Las empresas se dividen en formales e informales, con trabajadores asalariados y no asalariados, respectivamente. Para principiar tomo como dado el número de las empresas y el acervo de capital en cada sector y supongo que no hay evasión de las leyes del Seguro Social. En consecuencia, todas las empresas que contratan trabajadores asalariados los registran en el IMSS y son empresas formales, mientras que los autoempleados o los trabajadores que tienen una relación contractual no asalariada con una empresa constituyen en conjunto el sector informal. Las empresas producen de acuerdo con:
y
en las que
Sea que
En el sector informal no hay costos de la seguridad social. Las empresas (incluidas las que son propiedad de los autoempleados) contratan trabajadores de tal modo que
Denotando por
en que (2a) y (2b) son las condiciones de maximización de las ganancias para las empresas formales e informales, (2c) es la condición de maximización de la utilidad para los trabajadores y (2d) es la condición de equilibrio en el mercado de trabajo.
La gráfica 3 representa la distribución del empleo con la demanda de trabajo formal
¿Cuál es el efecto de los programas sociales? Considérese primero el caso en el que la seguridad social es plenamente evaluada y no hay programas de protección social. Esto se obtiene resolviendo (2) con
Los trabajadores del sector informal reciben un salario de
Es evidente que la informalidad en el sentido de la ausencia de cobertura de la seguridad social es inevitable en un marco legal que excluye a los trabajadores no asalariados de las obligaciones de la seguridad social. En consecuencia, siempre existirá cierta informalidad porque en toda economía hay muchas razones válidas para las relaciones de empleo no asalariado: porque las empresas y los trabajadores encuentran rentable participar en esas relaciones por razones de compartición del riesgo o de aliento al esfuerzo, y porque muchos trabajadores podrían encontrar rentable también el trabajo por cuenta propia.16 En este contexto, la informalidad es tan eficiente como la formalidad, excepto que los trabajadores informales consumen un conjunto de bienes diferente del de los trabajadores formales como resultado del marco legal existente: los trabajadores formales disponen libremente de su salario
Consideremos ahora la solución de (2) cuando
En este equilibrio la productividad de los trabajadores formales es
Otra característica de este equilibrio es que ahora el empleo informal no proviene sólo de un designio legal que excluya ex ante a los trabajadores no asalariados de la cobertura de la seguridad social, sino también de un sistema de seguridad social que no funciona bien. El resultado no es sorprendente: si las empresas y los trabajadores son obligados a pagar por algo, pero consideran que están recibiendo menos que eso, regresarán a las actividades informales no asalariadas. El hecho de que el PIB y la productividad del trabajo disminuyan como un resultado secundario de su comportamiento es algo de lo que posiblemente no están conscientes o que no les preocupa.
El cambio de
La gráfica 4 describe lo que ocurre con los salarios, la productividad del trabajo y la distribución de los trabajadores entre los sectores cuando se implantan programas de protección social, de modo que (2) se resuelve ahora con
¿Cuál es el efecto de los programas de protección social en la productividad del trabajo? En el sector formal, la productividad de los trabajadores es
El cambio de
Destaco un resultado de la gráfica 4 que podría parecer sorprendente a primera vista pero que no lo es tanto en realidad: con los programas de la protección, tanto los trabajadores informales como los formales se encuentran en mejor posición. A pesar de que disminuyen los salarios en el sector informal, los trabajadores de ese sector reciben ahora beneficios que no obtenían antes, y en virtud de que hay menos trabajadores en el sector formal, sus salarios aumentan. Se tiene entonces que
Puesto que la MPL en cada sector es
Esta expresión identifica los dos componentes de la pérdida de productividad: i) la pérdida de producción causada en el sector formal por la seguridad social incompletamente evaluada es mayor cuanto menor sea el valor de
Que utilizando (3) puede aproximarse por:
en que
Como hemos visto, en un contexto en el que el acervo de capital está fijo, la interacción de los programas de seguridad social y de protección social opera mediante una diferencia en el costo laboral de las empresas entre los sectores. Conviene resumir eso en
La expresión (6) sirve para planear el conjunto de valores para
¿Cuán grande podría ser
2. La dispersión en el costo del trabajo
Hasta ahora, el análisis ha supuesto que todos los trabajadores tienen evaluaciones homogéneas de los programas sociales, es decir, que:
Sin embargo, hay muchas razones para que esto pueda no ser así. Las tasas de aversión al riesgo o de descuento del tiempo podrían diferir entre los trabajadores, haciendo que algunos evalúen el seguro de atención médica o el ahorro para la jubilación más que otros, por ejemplo. Pero aun si todos los trabajadores tuvieran preferencias iguales, hay algunas razones prácticas para que los programas de seguridad social y de protección social sean evaluados diferentemente por trabajadores idénticos. Esto tiene relación con la calidad de los servicios prestados, dadas algunas variaciones en la disponibilidad de la infraestructura de atención médica, guarderías y viviendas entre las regiones. Esto implica que aun si los beneficios estatutarios son los mismos para todos, el valor real de estos beneficios no lo es. En estas circunstancias, los trabajadores con iguales capacidades y preferencias escogen empleos diferentes: algunos prefieren los empleos informales (en los que hay mejores servicios de protección social), y otros prefieren los empleos formales (en los que hay mejores servicios de seguridad social). Es evidente que en la medida en que los servicios de la protección social mejoren en relación con los servicios de la seguridad social (véase las gráficas 1 y 2), este proceso de autoselección disminuye la oferta de trabajo para el sector formal y aumenta para el sector informal. Por otra parte, si algunas regiones del país tienen más infraestructura de seguridad social (el norte, por ejemplo), mientras que otras regiones tienen más infraestructura de protección social (el sur, por ejemplo), entonces, en igualdad de todo lo demás, el empleo informal será proporcionalmente menor en el norte.
Empleando (8) en (6) se genera un continuo de
3. La evasión y el empleo asalariado informal
La cuña en el costo del trabajo formal y el informal cuando
Por su parte, los trabajadores aceptan un empleo asalariado sin beneficios de seguridad social sólo si la empresa los compensa con un salario mayor que
El empleo informal
Dependiendo de la combinación del empleo legal e ilegal, las empresas que contratan trabajadores asalariados pueden clasificarse como enteramente formales
en la que
El cuadro 2 muestra el número y la distribución de las empresas registradas en el IMSS por el número de los trabajadores asalariados. El cuadro 3 muestra la distribución de las empresas por el número de los trabajadores asalariados empleados según el censo económico.23
Trabajadores por empresa | Número de empresas | Porcentaje | Número de trabajadores | Porcentaje |
1-10 | 651 698 | 81.1 | 1 967 797 | 15.1 |
11-50 | 112 988 | 14.1 | 2 444 933 | 15.9 |
51 o más | 38 516 | 4.8 | 8 551 972 | 69.0 |
Total | 803 202 | 100.0 | 12 966 702 | 100.0 |
Fuente: Levy (2006b).
Tipo de empresa | Número de empresas | Porcentaje | Número de trabajadores | Porcentaje |
Pequeña | 2 849 091 | 94.8 | 6 829 379 | 33.0 |
Mediana | 114 171 | 3.8 | 6 037 296 | 29.2 |
Grande | 41 833 | 1.4 | 7 814 500 | 37.8 |
Total | 3 005 145 | 100.0 | 20 681 175 | 100.0 |
Fuente: Levy (2006b).
A pesar de las diferencias metodológicas en la definición del tamaño de la empresa, el contraste es grande y revelador. En un extremo hay aproximadamente 40 mil empresas grandes que representan cerca de 38% del total del empleo asalariado (cerca de 7.8 millones de trabajadores) y cerca de 70% del total del empleo formal (cerca de 8.5 millones de trabajadores). En el otro extremo hay cerca de 2.8 millones de micro y pequeñas empresas que representan 33% del empleo asalariado (cerca de 6.8 millones de trabajadores), pero sólo cerca de 650 mil empresas con hasta 10 trabajadores están registradas en el IMSS, que representan 15% del empleo formal (cerca de 2 millones de trabajadores). Concluyo que la evasión de la seguridad social (o el empleo ilegal de asalariados que reciben los beneficios de la protección social) se concentra principalmente en las empresas pequeñas, aunque en las empresas medianas se encuentra una cantidad no insignificante.
4. Costos laborales marginales, inversiones nuevas y productividad de los factores
Dependiendo de las funciones de producción y de los valores paramétricos, (9) y (10) admiten gran número de soluciones. En algunos casos el empleo asalariado informal coexistirá con el empleo asalariado formal en la misma industria; en otros, toda la industria podría estar integrada sólo por empresas informales, y aun en otros casos, sólo empresas formales podrían estar presentes. En paralelo, las tasas salariales dadas por (9) determinan también el nivel del empleo no asalariado y el autoempleo.
Para aclarar las cosas, en esta y la siguiente subsecciones cambio a un análisis de equilibrio parcial y me olvido del empleo no asalariado y el autoempleo en el sector informal. Analizo un caso simple con sólo dos empresas que contratan trabajadores asalariados, una enteramente formal y una enteramente informal, produciendo ambas el mismo bien.24 Supongo que las tasas salariales están dadas en ambos sectores. Supongo también que ambas empresas tienen acceso a la misma tecnología en el sentido de conocer la misma información acerca de los métodos de producción. (En efecto, ambas empresas podrían no encontrarse muy lejos una de otra.) Adviértase ahora, por (9a) y (9b), que
Por otra parte, es muy importante destacar que la respuesta de los costos laborales a los cambios del empleo difiere entre las empresas. Para observar esto, compárense los costos marginales de la contratación de un trabajador más (o MCL, el costo marginal del trabajo). Por (9a) y (9b) de nuevo y suponiendo tasas salariales constantes:
Este resultado es importante: las empresas formales pueden expandir el empleo a costos laborales constantes, mientras que las empresas informales, que tienen inicialmente una ventaja de costos porque están evadiendo las contribuciones a la seguridad social, enfrentan crecientes costos laborales (esperados). Esto es así porque la contratación de más trabajadores aumenta la posibilidad de ser multados, y la multa se impone por todos los trabajadores contratados, no sólo por el último trabajador contratado que causó el descubrimiento de la empresa evasora. Por decirlo así, hay un límite endógeno a la expansión de las empresas informales; su ventaja de costo se esfuma rápidamente con el tamaño.25 En promedio, las empresas informales serán más pequeñas que las empresas formales.
Las diferencias de los costos laborales influirán en las decisiones de inversión. Haré aquí dos observaciones: i) los programas sociales aumentan la rentabilidad relativa de las inversiones en empresas informales frente a las formales, y ii) las inversiones en el sector informal están sesgadas hacia la creación de empresas nuevas, en lugar de la expansión de las empresas existentes. Para hacer estas observaciones supongo que hay
Abordo este problema señalando que las opciones de inversión en el sector informal son la de aumentar el acervo de capital en las empresas establecidas pero permaneciendo informales (opción A), o la de crear una nueva empresa informal (opción B), o invertir convirtiéndose en una empresa formal y registrando en el IMSS a los trabajadores adicionales contratados y pagando un costo de formalidad de C (opción C). Por otra parte, las opciones de inversión en el sector formal son expandir la empresa (opción D), o crear una empresa nueva (opción E). Sea que una unidad de inversión
Adviértase por (12a) que si la empresa informal crece sus costos marginales y medios de trabajo aumentan porque hay más trabajadores en la misma empresa. A su vez, (12b) mide las ganancias de la inversión de
¿Cómo afectan los programas sociales (12)? Contesto esto escribiendo
Programa social/opción de inversión | T f | β f | T i | β i |
A | — | — | + | + |
B | — | — | + | + |
C | — | 0 | 0 | 0 |
D | — | 0 | 0 | 0 |
E | — | 0 | 0 | 0 |
a Estos son los efectos (de equilibrio parcial) de
Concentrándose en la evaluación de la seguridad social y de los recursos para los programas de la protección social (columna tres para
Por supuesto, en cada opción debe compararse el cambio de las ganancias de la inversión adicional de
El análisis sugiere también que algunas industrias son más proclives a la informalidad que otras. En general, la informalidad será más posible en las actividades asalariadas con rendimientos decrecientes, constantes o moderadamente crecientes, así como en las actividades en las que no son importantes las indivisibilidades de la inversión. Resulta difícil concebir que las empresas informales fabriquen automóviles o acero, pero es fácil pensar que fabriquen ropa, calzado, joyería, muebles, alimentos y una miríada de productos y servicios. Esto es importante porque destaca que la informalidad también sesga la composición sectorial de la producción dentro de las actividades asalariadas. Esto puede captarse escribiendo (12) no sólo para las empresas que escogen entre la inversión formal e informal en la producción de un bien dado, sino también para cada industria o agregación de producción pertinente. El primer efecto que analizo aquí se reflejaría entonces no sólo en un sesgo hacia la informalidad en un sector dado sino también en el sesgo de la inversión agregada hacia las actividades e industrias en las que estén presentes las condiciones que facilitan la informalidad.30
Paso ahora al segundo punto relativo a la distribución de las inversiones en el sector informal entre la expansión de empresas y la creación de otras nuevas. Una inspección de (12a, b, c) sugiere que si hay rendimientos constantes o decrecientes a escala,
En resumen: dados el costo del crédito, la tecnología y otros parámetros, el ordenamiento de las
5. Estática comparativa del equilibrio parcial
En esta subsección exploro los efectos de los cambios de los precios de la producción y de los programas sociales en la composición del empleo formal e informal. La gráfica 5 representa la curva de demanda de trabajo y el costo marginal del trabajo para una empresa plenamente formal y una plenamente informal. El panel (a) muestra el costo marginal del trabajo para la empresa formal que se interfecta con la curva de demanda del trabajo en el punto A, con
Consideremos los efectos de dos cambios: i) un desplazamiento de la demanda de trabajo hacia fuera causada por un precio mayor del producto, y ii) una expansión de los programas de protección social representados por un aumento de
Veamos ahora los efectos de un aumento de la protección social, de nuevo con los puntos A en ambos paneles como el equilibrio inicial. Dado que el salario pagado por la empresa informal es
Supongamos que estos cambios ocurren secuencialmente; primero, a partir de los puntos B, la mayor competencia internacional aumenta la porción del empleo informal a medida que ambas empresas se trasladan a los puntos A. Segundo, el gobierno responde a este cambio canalizando más recursos a los programas de la protección social, pues observa que ahora hay más trabajadores informales (véase de nuevo las gráficas 1 y 2). Disminuye la productividad agregada del trabajo. O sea que, desde el punto de vista de la productividad, una respuesta de política al aumento de la competencia internacional que favorezca a los programas de protección social es una respuesta errónea.
¿Desde el punto de vista social es la respuesta de política apropiada? Para contestar esta pregunta adviértase por la gráfica 4 que el aumento de
Podríamos pensar, de manera muy estilizada, que la estática comparativa descrita sugiere algo de los acontecimientos de México durante los años recientes, tras las ganancias iniciales derivadas del TLC (¿desde la entrada de China a la OMC?).35 También podríamos pensar que la persistencia de esta respuesta de política continuará teniendo consecuencias negativas para el crecimiento de la productividad. Por último, podríamos pensar en un círculo vicioso de aumento de la informalidad, expansión de los programas de protección social, menor productividad y competitividad, aumento de la informalidad...
6. Resumen y una hipótesis subsidiaria
Resumo los canales mediante los cuales los programas sociales afectan la productividad. Primero, en un marco estático con una distribución dada del acervo de capital y suponiendo que no hay evasión de las leyes de la seguridad social, la combinación de seguridad social y protección social aumenta el empleo informal, disminuye la productividad media del trabajo y los salarios reales de los trabajadores, y causa una pérdida del PIB [medida por (5)]. Hay más trabajadores autoempleados en ocupaciones de baja productividad y más trabajadores en relaciones no asalariadas con las empresas. Los precios de los activos productivos aumentan en el sector informal y disminuyen en el sector formal.
Segundo, si la calidad de los servicios de seguridad social y de la protección social no es la misma en todas partes, el impuesto al empleo asalariado formal y el subsidio al empleo no asalariado informal difiere entre las regiones. Esto induce un sesgo en favor del autoempleo y las actividades no asalariadas en las regiones que cuentan con servicios de protección social relativamente mejores, y un sesgo en favor del empleo asalariado en las regiones que cuentan con servicios de seguridad social relativamente mejores. El costo del trabajo para las empresas variará entre las regiones.36
Tercero, cuando hay evasión de la seguridad social se produce una adición a la informalidad proveniente de las empresas que contratan trabajadores asalariados ilegalmente. Estas empresas compiten de manera directa con las empresas legales que contratan trabajadores con cobertura de la seguridad social y, en virtud de que enfrentan costos laborales medios menores, se expande el empleo informal. Este empleo asalariado informal se distribuye entre muchas empresas pequeñas porque los costos laborales marginales están aumentando en la empresa individual. En igualdad de todo lo demás, las empresas informales son más pequeñas y más intensivas en trabajo que las empresas formales.
Cuarto, en ausencia de la evasión, la inversión se distorsiona hacia las actividades no asalariadas y de autoempleo, dados el impuesto al trabajo asalariado y el subsidio al trabajo no asalariado. (O dado que aumenta el precio de los activos productivos en actividades no asalariadas.) A lo largo del tiempo es to cambiará la distribución del acervo de capital en favor de las actividades no asalariadas.
Quinto, la asignación de la inversión se distorsiona más aún si hay evasión. La rentabilidad de las inversiones en empresas informales que contraten ilegalmente trabajadores asalariados aumenta en relación con la de las empresas formales. Dado el costo del crédito, una porción mayor del total de la inversión fluye hacia las empresas informales y las actividades con bajos rendimientos a escala y pocas indivisibilidades. Por último, estas inversiones están sesgadas hacia la creación de empresas nuevas por oposición a la expansión de las existentes, lo que limita potencialmente la explotación de las ventajas del tamaño.
Los efectos que acaban de resumirse se asocian de modo inherente a la combinación de programas de seguridad social y de protección social; podríamos llamarlos “distorsiones microeconómicas inducidas por la política social que disminuyen el crecimiento de la productividad”. Pero la fuente de los fondos empleados para financiar los programas de la protección social podría agregar un canal diferente que afecta la productividad y el crecimiento económico. Podríamos llamar a esto “las consecuencias presupuestarias de la expansión de los programas sociales”. En particular, la expansión de estos programas podría financiarse aumentando los impuestos o disminuyendo otros gastos gubernamentales; disminuyendo las inversiones en infraestructura pública o con el aumento de las rentas petroleras (si hay buena suerte), o aumentando el endeudamiento. Ninguna de estas opciones es dictada por las características intrínsecas de los programas sociales, pero la elección podría ser importante para el crecimiento.
En este contexto destaco que la expansión de los programas sociales descrita en las gráficas 1 y 2 no ha sido financiada por mayores impuestos. En el periodo 1998-2006 la porción de los ingresos no petroleros en el PIB ha sido constante: 14.2% en 1998 y 14.1% presupuestada para 2006. Por otra parte, los ingresos de las rentas petroleras han aumentado de 6% del PIB en 1998 a 8.8% en 2006. Sin embargo, la porción de los ingresos petroleros destinada a la inversión pública ha disminuido constantemente, de 48% en 1998 a 30% en 2006. Excluyendo las inversiones en el sector energético, la inversión pública en carreteras, riego, puertos, instalaciones de transporte e infraestructura en general ha sido constante a lo largo de ese periodo: 209 mil millones de pesos en 1998 y 210 mil millones de pesos presupuestados para 2006, con un promedio anual de 211 mil millones (en pesos de 2006). Durante ese mismo periodo la fuerza de trabajo ha crecido más de 20% (Levy, 2006b). Podemos postular que la disminución de la inversión pública por trabajador contribuye también al bajo crecimiento económico de México.
III. Resultados sugerentes de las distorsiones microeconómicas, la informalidad y la productividad
En principio, la medición de los costos de productividad estática de los programas sociales requiere la estimación de (9) y la medición de los costos dinámicos por la vía de las decisiones de inversión requiere la estimación de (12). Esta tarea compleja no se emprende aquí. En esta sección sólo reseño los ensayos que ofrecen datos o presentan estudios de simulación congruentes con las hipótesis expuestas en la sección II.
1. Estimaciones de otros países
Hsieh y Klenow (2006) miden las brechas en los productos marginales del trabajo y el capital en cerca de 40 mil establecimientos manufactureros de la India, y 110 mil de China, agregados en sectores de cuatro dígitos, concentrándose en la manera en que estas brechas afectan el tamaño de las empresas, la productividad y la intensidad del capital. En particular, analizan los efectos de la dispersión en los impuestos al capital y los subsidios a las empresas, exógenamente dados, que representan cerca de +/−27% del valor medio en la India, y +/−112% en China. Estos autores descubren que la eliminación de estas distorsiones para igualar el producto marginal del capital entre las industrias casi duplica la producción manufacturera en ambos países. Además, si se permite que el capital se acumule hasta igualar su tasa de renta, la producción manufacturera podría aumentar por un factor de más de cuatro en el caso de la India y de tres en el caso de China.
Estos son números grandes y podemos recelar de algunos de los supuestos, pero lo fundamental es que la agregación de las distorsiones en un factor decisivo —en su caso el capital— tiene un gran efecto macroeconómico en la productividad. Su modelo es diferente del que se ha presentado aquí, pero podemos pensar en un resultado simétrico en su modelo en el que hay distorsiones exógenamente dadas en el costo del trabajo en todas las empresas. Mutatis mutandis, esto proporcionaría algunas medidas de los costos de productividad de las diferencias existentes en el producto marginal del trabajo (aquí endógenas como resultado de los programas sociales).37
Banerjee y Dufflo (2004) se centran en las distorsiones microeconómicas que producen diferencias en el costo de capital de las empresas dentro de la India, y afirman que estas distorsiones pueden explicar en parte las diferencias de productividad entre las plantas manufactureras de la India y los Estados Unidos. Sin embargo, también señalan que se requiere algún elemento de costos fijos para explicar plenamente estas diferencias. Pero sus resultados son interesantes por cuanto muestran que las distorsiones que afectan a las productividades de los factores al nivel microeconómico pueden ayudar en gran medida a explicar las diferencias en la productividad to tal de los factores de diversos países.38
2. Informalidad y productividad en México
Diversos ensayos exploran la relación entre la informalidad y la productividad en México. Duval (2006) observa una asociación negativa entre la productividad del trabajo y el empleo informal. Señala que los sectores que tienen la mayor participación del empleo informal en el empleo total son también los que tienen el menor crecimiento de la productividad en el periodo 1988-2004, de modo que industrias como los servicios financieros, la minería y la electricidad muestran tasas de crecimiento de la productividad del trabajo constantes y altas, mientras que las industrias como la construcción, los servicios personales, la agricultura y el comercio muestran una productividad del trabajo prácticamente estancada. Por último, Duval observa que tras la crisis de 1994-1995 se ha fortalecido la correlación negativa entre el crecimiento de la productividad y la informalidad.
Fajnzylber et al (2006) estudian la dinámica de las microempresas y las empresas pequeñas en México, empleando técnicas de calificación de propensión para contrastar a las empresas formales que tienen acceso al crédito, participación en una asociación empresarial, pago de impuestos y recepción de capacitación, con las empresas informales que deciden no participar en estas instituciones sociales. Estos autores observan gran informalidad en las micro y pequeñas empresas, señalando que menos de 10% de estas empresas ha recibido crédito o capacitación, y menos de 17% participa en una asociación empresarial. Su hallazgo principal es que los aumentos de la formalidad, definida ampliamente, pueden incrementar las ganancias y las tasas de supervivencia, y aproximar a las microempresas a sus tamaños óptimos. Aunque no ofrecen una explicación de la pequeñez, sus hallazgos son congruentes con la hipótesis de que las empresas informales se encuentran por debajo de su tamaño óptimo, como se indica en el análisis de la sección II.
López Acevedo (2006) se centra en la relación entre el tamaño de las empresas y la adopción de tecnología. Empleando datos de empresas para el periodo 1992-1999, López Acevedo descubre que las empresas que en México tienen mayores probabilidades de adoptar tecnologías nuevas son las grandes (aparte de otros atributos). En paralelo, López Acevedo y Tan (2006) se centran en las inversiones de las empresas en la capacitación de los trabajadores e identifican efectos positivos de esas inversiones en la productividad del trabajo. Empleando el mismo conjunto de datos, estos autores descubren que las pequeñas y microempresas tienen de un quinto a un sexto de menores posibilidades de invertir en la capacitación de los trabajadores que las empresas grandes, ya sea dentro de sus instalaciones o con proveedores externos. Desafortunadamente, en ninguno de los dos casos el análisis distingue entre las empresas formales y las informales, aunque podría hacerse una inferencia indirecta por tamaño de la empresa a la medida en que una gran proporción de las empresas pequeñas es informal. Esto sugeriría que el impuesto al crecimiento de las empresas asociado con los programas sociales afecta negativamente estas dos dimensiones de la productividad.39
3. Salario formal-informal y diferenciales de la productividad del trabajo
Las diferencias en el costo del trabajo entre los sectores son elementos fundamentales de la relación de los programas sociales con la productividad. Puede obtenerse una aproximación a estas diferencias partiendo de estimaciones de los diferenciales salariales entre los trabajadores formales y los informales. Sin embargo, los ejercicios que conozco producen resultados informales en cuanto al valor de
Destaco aquí que los resultados de este artículo no dependen del signo de
Mientras se efectúa este trabajo econométrico, realizo un ejercicio simple para proporcionar una ilustración de lo que podrían significar estas diferencias en las productividades laborales. La ENEU de 2005 indica que el salario por hora de los trabajadores que sólo tienen la educación primaria a lo sumo es de 19.7 pesos para los trabajadores formales y de 17.9 y 26.1 para los trabajadores informales asalariados y los autoempleados, respectivamente. Empleo aquí, como una medida de la
4. El saldo
Nada de los datos analizados hasta ahora puede interpretarse como una prueba de la hipótesis ofrecida en este ensayo. En esta sección sólo quise presentar tres conjuntos de hallazgos congruentes con esta hipótesis y algunas cifras ilustrativas. El primer conjunto no se relaciona directamente con la informalidad o los programas sociales. Pero los estudios de simulaciones para otros países citados aquí son valiosos en sí mismos porque demuestran que las distorsiones microeconómicas en los mercados de factores pueden explicar las diferencias de la productividad observadas entre los países y dentro de ellos, y que estos efectos son potencialmente grandes.
Los otros dos conjuntos de hallazgos se relacionan con México y se centran en la informalidad. El segundo no establece la causalidad con los programas sociales, pero vincula la informalidad de empresas y trabajadores con la productividad del capital y el trabajo, y consta de tres partes: i) algunos datos muestran que la productividad del trabajo es menos en los sectores en los que es mayor la participación del empleo informal en el total del empleo; ii) algunos datos indican que las empresas informales son subóptimamente pequeñas, y iii) algunos datos indirectos muestran que las empresas informales recurren a la capacitación, de los trabajadores y la adopción de tecnología en menor medida que las empresas formales.
El tercer conjunto de hallazgos se centra en el comportamiento del mercado de trabajo y consta de dos partes: i) hay pruebas de la existencia de diferenciales salariales entre trabajadores de características similares, aunque no hay consenso acerca de su magnitud, y ii) diversas fuentes de datos indican que es muy vigorosa la movilidad laboral entre los sectores, sobre todo para los trabajadores de salarios bajos, lo que a su vez indica que el supuesto de salarios mínimos restrictivos u otras barreras que impiden la entrada a la formalidad no es una descripción razonable de los hechos que ocurren en México.
Por otra parte, los cálculos ilustrativos no deben interpretarse como estimaciones de los costos de productividad de los programas sociales. Queda claro que debe realizarse un ejercicio mucho más cuidadoso. Pero los resultados son sugerentes. Es posible que debiéramos criticarlos como demasiado conservadores, ya que una evaluación correcta debe incluir también el efecto de los programas sociales en la asignación de la inversión que analizamos líneas arriba, así como otros efectos en el comportamiento de las empresas informales en cuanto a la capacitación de los trabajadores y la adopción de tecnología. Lo único que sostengo aquí es que estas cifras son importantes en una evaluación global del crecimiento económico y el desempeño deficiente de la productividad en México.
Sin embargo, la observación central del artículo no es cuantitativa. Afirma que la informalidad debería considerarse como un fenómeno de equilibrio de las decisiones simultáneas de optimación de trabajadores y empresas, dados los incentivos que enfrentan para participar en el sector formal o en el informal, y que la informalidad disminuye la productividad y el crecimiento económico. Por otra parte, los incentivos para empresas y trabajadores provienen de varias fuentes, no sólo de los programas sociales. Como se ha señalado de pasada en diversos momentos, las empresas reaccionan también ante los costos de transacción de la formalidad, los costos del crédito y el régimen tributario, por sólo mencionar unos cuantos factores. Los trabajadores buscan empleos basados no sólo en los salarios y los beneficios sociales, sino también en otras características, como la flexibilidad y la jerarquía. Así pues, no podemos concluir que los programas sociales sean la única causa de la informalidad. Pero creo que podemos concluir que los programas sociales contribuyen a la informalidad y que son un componente cuantitativamente importante de la estructura de incentivos enfrentada por empresas y trabajadores.
Si se acepta esta conclusión, el resto se infiere. Dados todos los demás factores asociados a la informalidad; si los programas sociales están sesgados hacia la informalidad en el margen, la agrandan, y agrandan las pérdidas de productividad asociadas, sobre todo si los recursos fiscales continúan fluyendo en la dirección de los programas de protección social al ritmo observado en los recién pasados años. Si se ofrecen subsidios condicionados a un comportamiento, y los impuestos se fijan condicionados al comportamiento opuesto, ¿qué podremos esperar?
Conclusiones
¿Cuán importantes son los incentivos perversos implícitos en los programas sociales en relación con otras explicaciones del bajo crecimiento económico y el estancamiento de la productividad de México? Resulta difícil dar una respuesta cuantitativa a este interrogante, ya que depende de una comparación de la operación diferencial de diversos factores en el proceso de crecimiento económico. Queda claro que una oferta de energía incierta y de baja calidad limita el crecimiento al igual que el alto costo de las telecomunicaciones o una fuerza de trabajo escasamente escolarizada, para sólo señalar algunos de los factores citados en la Introducción.
En este artículo no se afirma que los programas sociales sean, desde un punto de vista cuantitativo, la fuente principal del mediocre crecimiento económico y de la productividad de México. Sin embargo, sí se afirma que los programas sociales son determinantes fundamentales, distorsionantes del crecimiento y la productividad: el mercado de trabajo y las decisiones de las empresas en aspectos que influyen en su competitividad. La informalidad no es inocua: disminuye la productividad de los trabajadores y distorsiona las decisiones de inversión de las empresas.45
Pero de manera independiente de la magnitud cuantitativa de los efectos de la informalidad en la productividad, hay algo cualitativamente diferente entre el problema destacado aquí —en síntesis, los programas sociales bien intencionados pero mal elaborados— y los factores mencionados en la Introducción que afectan el crecimiento económico de México. Este es el hecho de que los recursos públicos se empleen para disminuir la productividad del trabajo, un insumo que no participa en el comercio internacional y que no es esencial para la competitividad pero cuyos rendimientos son fundamentales para el bienestar de los trabajadores, lo que disminuye también la productividad de las empresas.46 Esto contrasta con los otros factores resultantes de monopolios o sindicatos privados o públicos, políticamente poderosos, o de las dificultades para aumentar las recaudaciones fiscales. Podría afirmarse que hay algo problemático en estos programas sociales, quizá un daño que se infligen a sí mismos, sobre todo si se financian en parte con las rentas provenientes de un choque petrolero (¿transitorio?) positivo, y en parte con el sacrificio de las inversiones públicas promotoras del crecimiento económico.
Evidentemente, no estoy sugiriendo que se eliminen los programas sociales. Mi postura es diferente. Es que la segmentación de empresas y trabajadores en formales e informales asociada con la división de programas de seguridad y de protección social es una mala política económica (aparte de una mala política social). México está atrapado en un dilema de su propia creación entre el aumento del bienestar del trabajador mediante diversas modalidades de la intervención social por una parte, y los incentivos apropiados para que trabajadores y empresas busquen empleos e inversiones incrementadoras de la productividad por la otra. Si México no escapa a este dilema, el bienestar y la productividad de los trabajadores padecerán por una razón muy básica: un aumento sostenido de la calidad de vida de los trabajadores no puede divorciarse de la productividad subyacente del trabajador, a menos que haya una fuente permanente y estable de rentas externas. La historia demuestra, sin embargo, que esto es improbable o por lo menos muy riesgoso. Dado que en último término no hay ningún dilema, México necesita reformar sus programas sociales para aumentar su productividad y crecimiento económico; la política social es política económica.
Al mismo tiempo, afirmo también que se requiere una reforma de los programas sociales para mejorar la equidad y alcanzar efectivamente los objetivos sociales del gobierno. Ahora, trabajadores similares están sujetos a tratamientos diferentes; la seguridad social y la protección social no son lo mismo. No es lo mismo forzar a los trabajadores a ahorrar para su jubilación en un caso, y darles la opción de hacerlo así en el otro; no es lo mismo forzar a los trabajadores a ahorrar para un préstamo de vivienda en un caso, y darles la opción de obtener tal préstamo en el otro; no es lo mismo forzar a los trabajadores a comprar seguros de vida, atención médica e incapacidad en un caso, y darles la opción de hacerlo así en el otro caso, y no es lo mismo reunir todas estas obligaciones en una sola en un caso, y separarlas como cualquier combinación de opciones en el otro. Paradójicamente, una reforma de los programas sociales motivada por la necesidad de aumentar el crecimiento económico y la productividad es también una reforma para aumentar la equidad y el bienestar social; igual tratamiento para trabajadores iguales.
Hay otro aspecto aquí. Las reformas esenciales para el crecimiento económico y la productividad —en energía, telecomunicaciones, tributación, educación— se han estancado en México durante los años recientes como resultado de muchas causas. Algunos podrían argüir que esto ocurre porque las reformas anteriores en materia de privatización, pensiones, desregulación y liberación comercial generaron (o se percibe así) más desigualdad del ingreso porque sus beneficios fueron recibidos en medida muy grande por unas pocas familias, o se concentraron en unas pocas regiones. Otros podrían argüir que estas reformas han generado estabilidad macroeconómica pero escaso crecimiento económico y pocos empleos “buenos”. Cualquiera que sea el diagnóstico, el resultado es que se ha debilitado el consenso social en apoyo de más reformas “por los mismos lineamientos”, pero estas reformas son fundamentales para que México recupere la competitividad y el crecimiento económico a tasas más altas.
Si esta evaluación es correcta, la reconstrucción del consenso social podría contribuir a la aprobación de reformas que induzcan el crecimiento económico, sobre todo en el contexto del avance democrático de México. Quizá nada pudiera contribuir más a este propósito que la rápida creación de “buenos” empleos. Pero esto será más difícil de lograr si los programas sociales continúan con sus directrices actuales. Como hemos visto, el problema no es que no haya empleos formales, sino que éstos sean frágiles y paguen bajos salarios, lo que hace que muchos trabajadores opten por empleos informales; el problema es que detrás de estos “empleos frágiles” se encuentran “empresas igualmente frágiles”. Empleos estables con salarios crecientes se crearán a un ritmo suficientemente rápido sólo si existen los incentivos para que empresas y trabajadores aumenten su productividad.
Ahora, estos incentivos son insuficientemente fuertes, lo que se traduce en un estancamiento del crecimiento de la productividad y de los salarios. Sin embargo, la aplicación de programas de protección social para incrementar el bienestar de los trabajadores, a fin de corregir esta situación, es en mi opinión un error aun si se omite el problema de su sostenibilidad financiera, ya que sólo empeora el problema de la productividad. Por ello la reforma de los programas sociales debería ocupar un sitio prominente en la agenda económica, sobre todo si no omitimos el problema de la sostenibilidad financiera. Y si esta reforma implica mayor equidad, como lo haría cualquier reforma seria, mucho mejor. Reforma de la política social para la equidad y el crecimiento económico.
Una reforma de los programas sociales que contribuya al crecimiento económico, la productividad y la equidad tiene dos requisitos: i) estos programas no deben discriminar en cuanto a la naturaleza de los beneficios para los trabajadores sobre la base de su estatus laboral, y ii) deben pagarse con las mismas fuentes de recursos, sin sacrificar las inversiones públicas ni consumir las transitorias rentas petroleras.47 El cambio de las políticas para lograr esto requiere que se entiendan las fuerzas políticas que sostienen el equilibrio actual —en particular, el vínculo entre los programas sociales y la legitimidad política— y una estrategia de transición gradual; pero un buen lugar para empezar es reconocer que México se ha venido moviendo en la dirección opuesta.