Gracias por invitarme a hacer esta presentación. Al hablar de la guerra de Ucrania, es esencial que reconozcamos desde el principio que se trata de una guerra por encargo (proxy war). En este sentido, nada menos que Leon Panetta, quien fue director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y luego secretario de Defensa durante el gobierno de Barack Obama, reconoció recientemente -aunque rara vez se admitía- que la guerra en Ucrania era una “guerra proxy” de los Estados Unidos. Para ser explícito, los Estados Unidos (respaldados por toda la Organización del Tratado del Atlántico Norte u OTAN) están en una larga guerra proxy en contra de Rusia, con Ucrania como campo de batalla. El papel de los Estados Unidos en esta guerra, como enfatizó Panetta, es proporcionar cada vez más rápido más y más armas, mientras Ucrania ejecuta la lucha, que a su vez es reforzada por mercenarios extranjeros.
Entonces, ¿cómo surgió esta guerra proxy? Para entenderlo, debemos mirar hacia la gran estrategia imperial de los Estados Unidos. Es necesario remontarnos a 1991, cuando se disolvió la Unión Soviética (URSS), o incluso más lejos, a la década de los ochenta. Hay dos vertientes en esta gran estrategia imperial: una se conforma por la expansión y el posicionamiento geopolítico, lo cual incluye la ampliación de la OTAN; la otra es la campaña de los Estados Unidos por la supremacía nuclear. Una tercera vertiente involucra la economía, pero no se considerará aquí.
I. Primera vertiente: la expansión geopolítica
La primera vertiente se enunció en febrero de 1992 en las directrices de política de defensa de Paul Wolfowitz para los Estados Unidos, sólo unos meses después de la disolución de la Unión Soviética. La gran estrategia imperial adoptada en ese momento, y seguida desde entonces, tenía que ver con el avance geopolítico de los Estados Unidos hacia el territorio de la antigua URSS, así como hacia lo que había sido la esfera de influencia soviética. La idea era evitar que Rusia resurgiera como una gran potencia. Este proceso de expansión geopolítica de los Estados Unidos y la OTAN comenzó de inmediato, y ha sido visible en todas las guerras que han tenido lugar en las últimas tres décadas de los Estados Unidos y la OTAN en Asia, África y Europa. La guerra de la OTAN en Yugoslavia en la década de los noventa fue particularmente importante en este sentido. Incluso mientras se producía el desmembramiento de Yugoslavia, los Estados Unidos comenzaron el proceso de ampliación de la OTAN, al moverla cada vez más hacia el este a fin de abarcar todos los países del antiguo Pacto de Varsovia, así como partes de la antigua URSS. En su campaña electoral de 1996, Bill Clinton hizo de la ampliación de la OTAN parte de su plataforma. Washington comenzó a implementar tal estrategia en 1997; al final había agregado 15 países a la OTAN, con lo que duplicó su tamaño y creó una Alianza Atlántica de 30 naciones que tenían a Rusia como blanco principal, al mismo tiempo que se le dio a la OTAN un papel global más intervencionista, como en Yugoslavia, Siria y Libia.
Sin embargo, el objetivo era Ucrania. Zbigniew Brzezinski, quien fue el estratega más importante de todo esto y había sido asesor de seguridad nacional de Jimmy Carter, dijo en su Gran Tablero Mundial de 1997 que Ucrania era el “pivote geopolítico”, particularmente en Occidente; que si se incorporara a la OTAN y estuviera bajo el control occidental debilitaría tanto a Rusia que podría mantenerla atada, si no es que llevaría a su desmembramiento. Éste ha sido el objetivo desde el principio, y los planificadores estratégicos de los Estados Unidos, los funcionarios de Washington, junto con los aliados de la OTAN habían declarado una y otra vez que querían que Ucrania formara parte de la OTAN. Este organismo hizo oficial tal objetivo en 2008. Hace sólo unos meses, en noviembre de 2021, en el nuevo estatuto estratégico entre el gobierno de Biden en Washington y el gobierno de Zelensky en Kiev, se acordó que el objetivo inmediato era incorporar a Ucrania a la OTAN. Ésta también ha sido la política de la OTAN desde hace mucho tiempo. Los Estados Unidos en los últimos meses de 2021 y principios de 2022 se movilizaron muy rápido para militarizar Ucrania y consumarlo como un hecho.
La idea, articulada por Brzezinski y otros, era que una vez que Ucrania estuviera asegurada como parte de la OTAN, Rusia sería vencida; la proximidad de Moscú con Ucrania como la trigésima primera nación en la alianza de la OTAN le daría a la organización una frontera de cerca de 1 900 kilómetros con Rusia, el mismo camino por el que los ejércitos de Hitler habían invadido la Unión Soviética, pero en este caso Rusia se enfrentaría a la mayor alianza nuclear del mundo. Ello cambiaría todo el mapa geopolítico y daría a Occidente el control de Eurasia, al oeste de China.
Es importante saber cómo se desarrolló todo esto en la práctica. La guerra proxy comenzó en 2014 cuando sucedió el golpe de Estado de Maidan en Ucrania, diseñado por los Estados Unidos; se destituyó al presidente elegido democráticamente y se dejó a los ultranacionalistas tomar el control de gran parte del país. El resultado inmediato fue que Ucrania comenzó a dividirse. Crimea había sido un Estado independiente y autónomo desde 1991 y hasta 1995. Ese año Ucrania anuló ilegalmente la Constitución de Crimea y la anexó en contra de su voluntad. El pueblo de Crimea no se consideraba a sí mismo parte de Ucrania, y en su mayoría hablaba ruso y tenía profundas conexiones culturales con Rusia. Cuando ocurrió el golpe, con los ultranacionalistas ucranianos en el poder, la población de Crimea buscó una salida. Rusia les dio la oportunidad de quedarse en Ucrania o unirse a Rusia mediante un referéndum. Eligieron unirse a Rusia. Sin embargo, en el este de Ucrania la población principalmente rusa fue objeto de represión por parte de las fuerzas ultranacionalistas y neonazis de Kiev. Iniciaron la rusofobia y la represión extrema de las poblaciones de habla rusa en el este, con el infame caso de los neonazis asociados con el Batallón Azov que hicieron estallar a 40 personas en un edificio público. Originalmente hubo una serie de repúblicas separatistas; dos sobrevivieron en la región de Donbass, con poblaciones dominantes de habla rusa: las repúblicas de Luhansk y Donetsk.
Así surgió una guerra civil en Ucrania, entre Kiev en el oeste y Donbass en el este. También fue una guerra subsidiaria, con el apoyo de los Estados Unidos y la OTAN a Kiev, y de Rusia a Donbass. La guerra civil comenzó justo después del golpe de Estado, cuando se prohibió el idioma ruso: las personas podían ser multadas por hablar ruso en una tienda. Fue un ataque a la lengua y la cultura rusas, así como una represión violenta de las poblaciones en las partes orientales de Ucrania.
Al principio, se perdieron alrededor de 14 000 vidas en la guerra civil. Estas bajas se produjeron en el este del país, mientras alrededor de 2.5 millones de refugiados llegaron a Rusia. Los Acuerdos de Minsk de 2014 y 2015 consiguieron un alto el fuego, con la mediación de Francia y Alemania, y el apoyo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En estos acuerdos las repúblicas de Lugansk y Donetsk obtuvieron autonomía dentro de Ucrania. Pero Kiev rompió los acuerdos de Minsk una y otra vez, y siguió atacando las repúblicas disidentes en Donbass, aunque a menor escala, a la vez que los Estados Unidos continuaron la provisión de armas y el entrenamiento militar redoblados.
Washington brindó un fuerte apoyo militar a Kiev entre 1991 y 2021. La ayuda militar directa desde los Estados Unidos fue de 3 800 millones de dólares entre 1991 y 2014; de 2014 a 2021 fue de 2 400 millones de dólares; aumentó y finalmente se disparó una vez que Joe Biden asumió la presidencia en Washington. Los Estados Unidos estaban militarizando Ucrania muy rápido. El Reino Unido y Canadá entrenaron a alrededor de 50 000 soldados ucranianos, sin contar los entrenados por los Estados Unidos. De hecho, la CIA preparó al Batallón Azov y a los paramilitares de derecha. Todo ello apuntaba la mira hacia Rusia.
Los rusos estaban particularmente preocupados por el aspecto nuclear, ya que la OTAN es una alianza nuclear, y si Ucrania fuera incluida en la OTAN y se colocaran misiles en Ucrania, un ataque de esta naturaleza podría ocurrir antes de que el Kremlin tuviera tiempo de responder. Ya existen instalaciones de defensa antimisiles balísticos en Polonia y Rumania, cruciales como armas de contrafuerza en un primer ataque de la OTAN. Es importante entender que los sistemas de defensa antimisiles Aegis colocados allí también son capaces de lanzar misiles ofensivos nucleares. Todo esto influyó en que Rusia interviniera en la guerra civil ucraniana. En febrero de 2022 Kiev estaba preparando una gran ofensiva, con 130 000 soldados en las fronteras de Donbass en el este y el sur, que disparaban contra la región, con el apoyo continuo de los Estados Unidos y la OTAN. Esto cruzó los límites claramente definidos de Moscú. Como respuesta, Rusia primero declaró que los Acuerdos de Minsk habían fracasado y que las repúblicas de Donbass debían considerarse Estados independientes y autónomos. Luego intervino en la guerra civil ucraniana del lado de Donbass, en línea con lo que consideraba su propia defensa nacional.
El resultado es una guerra proxy entre los Estados Unidos, junto con la OTAN, y Rusia que se libra en Ucrania, la cual se desarrolló a partir de una guerra civil en la propia Ucrania que, a su vez, inició por un golpe de Estado orquestado por los Estados Unidos. A diferencia de otras guerras proxy entre Estados capitalistas, está ocurriendo en las fronteras de una de las grandes potencias nucleares y es provocada por la gran estrategia imperial de largo aliento en Washington, destinada a capturar Ucrania para la OTAN con el fin de destruir Rusia como un gran poder y establecer, como dijo Brzezinski, la supremacía de los Estados Unidos sobre el mundo. Obviamente, esta guerra proxy en particular conlleva graves peligros a niveles no vistos desde la crisis de los misiles en Cuba. Tras la ofensiva rusa, Francia declaró que la OTAN era una potencia nuclear e inmediatamente después, el 27 de febrero, los rusos pusieron en alerta máxima a sus fuerzas nucleares.
Otra cosa que hay que entender sobre la guerra subsidiaria es que los rusos han estado tratando de evitar bajas civiles con un éxito considerable. Las poblaciones de Rusia y Ucrania están entretejidas, y Moscú ha intentado disminuir las bajas civiles. Cifras en el ejército estadunidense y en los ejércitos europeos indican que las bajas civiles son notablemente menores en comparación con el estándar de las guerras del país norteamericano. Un indicio de esto es que las bajas militares de las tropas rusas son mayores que las bajas civiles de los ucranianos, que es el revés de la forma en que funciona la guerra estadunidense. Si se observa la manera en que los Estados Unidos pelean una guerra, como en Irak, atacan las instalaciones eléctricas y de agua y toda la infraestructura civil con el propósito de crear discordias entre la población y una revuelta en contra del gobierno. Atacar la infraestructura civil naturalmente aumenta las bajas civiles, como en Irak, donde la invasión estadunidense provocó cientos de miles de muertos. Rusia, por el contrario, no ha buscado destruir la infraestructura civil, lo que sería fácil para sus fuerzas. Incluso en medio de la guerra sigue vendiendo gas natural a Kiev y cumpliendo con sus contratos; no ha destruido el internet en Ucrania.
Rusia intervino principalmente con el propósito de liberar Donbass, gran parte de la cual estaba ocupada por las fuerzas de Kiev. Una prioridad ha sido obtener el control de Mariupol, el principal puerto ucraniano, lo que haría viable la liberación de Donbass. Mariupol había sido ocupado por el batallón neonazi Azov. Este batallón ahora controla menos de 20% de la ciudad. Se esconde en los viejos búnkeres soviéticos en una parte de la urbe. La Milicia Popular de Donetsk y los rusos controlan el resto. Hay alrededor de 100 000 fuerzas paramilitares en Ucrania. La mayoría de éstas se encuentra dentro de las fuerzas ucranianas, que constituían la mayor parte de las 130 000 tropas que rodeaban Donbass, y ha sido aislada por el ejército ruso. Además de obtener el control de Donbass junto con las milicias populares, Moscú busca obligar a Ucrania a desmilitarizarse y aceptar un estatus neutral, mientras permanezca fuera de la OTAN.
Si se analiza la situación desde el punto de vista de los acuerdos de paz (el Global Times publicó un buen informe al respecto el 31 de marzo), puede apreciarse de qué se trata la guerra. Kiev ha aceptado provisionalmente la neutralidad, que será supervisada por ciertos garantes de Occidente, como Canadá. No obstante, el punto conflictivo en las negociaciones es lo que Kiev llama “soberanía”. Eso se trata por completo de Donbass y la guerra civil. Ucrania insiste en que Donbass es parte de su territorio soberano, independientemente de los deseos de la población en las repúblicas separatistas de Donetsk y Lugansk. La gente de las repúblicas de Donbass y los rusos no pueden aceptar esto. De hecho, las milicias populares y los rusos todavía están trabajando para liberar partes de Donbass que están ocupadas por estas fuerzas paramilitares. Es ahí donde radica el principal problema de las negociaciones, y esto se remonta a la realidad de la guerra civil en Ucrania. El papel de los Estados Unidos en esto ha sido el de arruinar las negociaciones.
II. Segunda vertiente: la campaña hacia la supremacía nuclear
Ahora es necesario pasar a la segunda vertiente de la estrategia imperial de los Estados Unidos. Hasta aquí he discutido la gran estrategia en términos de geopolítica, la expansión hacia el territorio de la antigua Unión Soviética y la esfera de influencia soviética, que fue mejor expresada por Brzezinski. Hay otra vertiente de tal estrategia de los Estados Unidos que debe discutirse en este contexto: se trata de la campaña hacia una nueva supremacía nuclear. Si se lee El gran tablero mundial de Brzezinski, su libro sobre la estrategia geopolítica de los Estados Unidos, no se encontrará nada sobre armas nucleares. Creo que la palabra nuclear no aparece en absoluto en su libro. Sin embargo, esto es crucial para la estrategia general de los Estados Unidos respecto de Rusia. En 1979 durante el gobierno de Jimmy Carter, cuando Brzezinski era asesor de seguridad nacional, se decidió ir más allá de la Destrucción Mutua Asegurada (DMA) y que los Estados Unidos siguieran una estrategia de contrafuerza de supremacía nuclear. Ello involucraba colocar misiles nucleares en Europa. En su “Carta a América”, que aparece en Protest and Survive publicado por Monthly Review Press en 1981, el historiador marxista y activista antinuclear E. P. Thompson cita a Brzezinski, quien admite que la estrategia de los Estados Unidos se había desplazado hacia una guerra de contrafuerza.
Es necesario retroceder un poco a fin de explicar esto. En la década de los sesenta la Unión Soviética había logrado la paridad nuclear con los Estados Unidos. Hubo un gran debate dentro del Pentágono y el stablishment de seguridad al respecto, porque la paridad nuclear significaba DMA. Si una nación atacara a la otra, ambas serían completamente destruidas. Robert McNamara, el secretario de Defensa de John F. Kennedy, promovió la noción de contrafuerza para eludir la DMA.
En esencia, hay dos tipos de ataques nucleares. Uno es un contravalor que apunta a las ciudades, la población y la economía del adversario; en eso se basa la DMA. El otro tipo es una guerra de contrafuerza destinada a destruir las fuerzas nucleares del enemigo antes de que puedan lanzarse. Por supuesto, una estrategia de contrafuerza remite a quien da el primer golpe. Los Estados Unidos con McNamara comenzaron a explorar la contrafuerza. McNamara decidió que tal enfoque era una locura, y eligió la DMA como política de disuasión de su país. Eso duró la mayor parte de las décadas de los sesenta y los setenta. Pero en 1979, en el gobierno de Carter, cuando Brzezinski era el asesor de seguridad nacional, se decidió implementar una estrategia de contrafuerza. Los Estados Unidos determinaron en ese momento colocar misiles Pershing II y de crucero con armas nucleares en Europa, lo cual llevó al surgimiento del movimiento europeo de desarme nuclear, el gran movimiento pacifista europeo.
Esta colocación de misiles en territorio europeo se convirtió en un problema importante para el movimiento por la paz tanto en Europa como en los Estados Unidos. Los peligros de una guerra nuclear aumentaron de manera exponencial. El gobierno de Ronald Reagan promovió en gran medida la estrategia de contrafuerza y agregó su Iniciativa de Defensa Estratégica de ciencia ficción (más conocida por su apodo: Star Wars), la cual consideraba un sistema que derribaría todos los misiles enemigos al mismo tiempo. Esto fue en gran parte una fantasía. Con el tiempo, la carrera armamentista nuclear en este periodo se detuvo como resultado de los movimientos pacifistas masivos en Europa a ambos lados del Muro de Berlín y el movimiento antinuclear en los Estados Unidos, así como del ascenso de Gorbachov en la Unión Soviética. Pero, tras la disolución de la URSS, Washington decidió dar continuidad a la estrategia de contrafuerza con su campaña hacia la supremacía nuclear.
Durante las siguientes tres décadas, Washington siguió desarrollando armas y estrategias de contrafuerza, y así potenciaba las capacidades estadunidenses en ese sentido. Hasta el punto en que, en 2006, se declaró que los Estados Unidos estaban cerca de la supremacía nuclear, como se explicó en ese momento en la revista Foreign Affairs, publicada por el Consejo de Relaciones Exteriores, que era el centro principal de la gran estrategia estadunidense. El artículo de Foreign Affairs declaró que China no tenía una disuasión nuclear contra un primer ataque de los Estados Unidos, debido a las mejoras en la tecnología estadunidense para detección y dirección, y que incluso los rusos ya no podían contar con la capacidad de supervivencia de su disuasión nuclear. Washington estaba esforzándose para lograr la supremacía nuclear completa. Esto fue de la mano con la ampliación de la OTAN en Europa, porque parte de la estrategia de contrafuerza era acercar más y más armas a Rusia, a fin de disminuir el tiempo que Moscú tendría para lanzar una respuesta.
Rusia era el objetivo principal de la estrategia. China estaba claramente destinada a ser el objetivo posterior. Sin embargo, en su entrada Trump decidió buscar la distensión con Rusia y concentrarse en China. Eso alteró las cosas por un tiempo, y se desestabilizó así la gran estrategia de los Estados Unidos y la OTAN, ya que la ampliación de la OTAN era una parte esencial de la estrategia de supremacía nuclear. Una vez que Biden asumió el cargo de presidente, se hicieron intentos para recuperar el tiempo perdido: apretar el nudo en Ucrania, cerca de Rusia.
Los rusos, conformados ahora en un Estado capitalista que recuperaba el estatus de gran potencia, no se dejaron engañar. Ellos lo vieron venir. En 2007 Vladimir Putin declaró que el mundo unipolar era imposible, que los Estados Unidos no serían capaces de lograr la supremacía nuclear. Tanto Rusia como China comenzaron a desarrollar armas que evitarían la estrategia de contrafuerza de los Estados Unidos. La idea de un primer golpe es que el atacante (sólo los Estados Unidos tienen algo parecido a esta capacidad) elimina los misiles en tierra, ya sea en silos reforzados o móviles, y al rastrear los submarinos, queda en posición de eliminarlos también. En ese momento, el papel de los sistemas de misiles antibalísticos es suprimir cualquier ataque de represalia que se mantenga. Como es de esperarse, en el otro lado, es decir, Rusia y China entre las grandes potencias nucleares, saben todo esto, por lo que hacen lo posible para proteger su disuasión nuclear o su capacidad de ataque de represalia. En los últimos años Rusia y China desarrollaron misiles hipersónicos. Éstos se mueven extraordinariamente rápido, por encima de Mach 5, y al mismo tiempo son maniobrables, por lo que no pueden ser detenidos por los sistemas de misiles antibalísticos, lo cual debilita la capacidad de contrafuerza de los Estados Unidos. Este país aún no ha desarrollado tecnologías de misiles hipersónicos así. Tal tipo de arma es lo que China llama una “maza de asesino”, lo que significa que puede ser utilizada por un país con menor poder a fin de contrarrestar una ventaja avasallante en el poder militar del oponente. Luego, esto aumenta la disuasión básica de Rusia y China, al proteger sus capacidades de represalia en caso de un primer ataque contra ellas. Es uno de los principales factores que está contrarrestando las capacidades de primer golpe de los Estados Unidos.
Otro aspecto en este juego de la gallina nuclear es el dominio de los Estados Unidos y la OTAN en los satélites. Es en gran parte debido a esto que la ubicación de objetivos del Pentágono es tan precisa y pueden concebir la posibilidad de destruir los silos endurecidos que protegen a los misiles con ojivas más pequeñas, al mismo tiempo que apuntan a los submarinos, debido a la precisión absoluta de su localización. Todo esto tiene que ver con los sistemas satelitales. La mayoría cree que esto les da a los Estados Unidos la capacidad de destruir misiles en silos reforzados o al menos centros de comando y control con armas que no son nucleares, o con ojivas nucleares más pequeñas, debido a la mayor precisión. Por lo tanto, los ejércitos ruso y chino se han centrado mucho en las armas antisatélite, a fin de quitarles esta ventaja.
III. Invierno nuclear y OMNICIDIO
Todo esto puede sonar suficientemente mal; sin embargo, es necesario decir algo sobre el invierno nuclear. Si uno lee los documentos desclasificados del ejército de los Estados Unidos, y me imagino que también es cierto para el ejército ruso, verá que se han alejado por completo de la ciencia sobre la guerra nuclear. En el documento desclasificado sobre armamento y guerra nucleares no se mencionan las tormentas de fuego en ninguna parte de la discusión sobre la guerra nuclear. No obstante, éstas son en realidad las que provocarían el mayor número de muertes en un ataque nuclear; pueden extenderse hasta casi 400 kilómetros cuadrados en un ataque termonuclear a una ciudad. Los establecimientos militares, que tienen que ver con luchar y prevalecer en una guerra nuclear, no toman en cuenta las tormentas de fuego en sus análisis, incluso en los cálculos de la DMA. También hay otra razón para esto, ya que las tormentas de fuego son las que generan el invierno nuclear.
En 1983, cuando se colocaron armas de contrafuerza en Europa, los científicos atmosféricos soviéticos y estadunidenses, trabajando juntos, crearon los primeros modelos de un invierno nuclear. Varios de los científicos clave, tanto en la Unión Soviética como en los Estados Unidos, participaron en la investigación del cambio climático, que es en principio lo contrario del invierno nuclear, aunque no tan abrupto. Estos científicos descubrieron que en una guerra nuclear con tormentas de fuego en 100 ciudades el efecto sería una caída en la temperatura global promedio, que según Carl Sagan llegaría a “varias decenas de grados” Celsius. Más tarde se retractaron de eso con más estudios y dijeron que la caída sería de hasta 20 grados centígrados. Puede imaginarse lo que eso significa. Las tormentas de fuego arrojarían el hollín y el humo a la estratósfera. Esto bloquearía hasta 70% de la energía solar que llega a la tierra, lo que implicaría que todas las cosechas en la Tierra morirían. Se destruiría casi toda la vida vegetal, por lo que los efectos nucleares directos en el hemisferio norte irían acompañados de la muerte de casi todos en el hemisferio sur también. Sólo unas pocas personas sobrevivirían en el planeta.
Los estudios del invierno nuclear fueron tachados de exageraciones por los militares y por el sistema en los Estados Unidos. Pero en el siglo XXI, a partir de 2007, tales estudios se ampliaron, replicaron y validaron en numerosas ocasiones. Demostraron que, incluso en una guerra entre la India y Pakistán donde se usaran bombas atómicas al grado de Hiroshima, el resultado sería un invierno nuclear no tan severo, pero con el efecto de reducir la energía solar que llega al planeta lo suficiente para matar a miles de millones de personas. Por el contrario, en una guerra termonuclear global, como han demostrado los nuevos estudios, el invierno nuclear sería al menos tan malo o peor que como lo habían determinado los estudios originales en la década de los ochenta. Ésta es la ciencia. Se acepta en las principales revistas científicas con revisión por pares y los hallazgos se han validado repetidamente. Está muy claro en términos de la ciencia que, si tenemos un intercambio termonuclear global, morirá toda la población de la Tierra con tal vez la supervivencia de algunos restos de la especie humana en algún lugar del hemisferio sur. El resultado será un omnicidio planetario.
Al principio, McNamara pensó que la contrafuerza era una buena idea, porque se consideraba una estrategia que no afectaría las ciudades. Los Estados Unidos podrían simplemente destruir las armas nucleares del otro lado y dejar las ciudades intactas. Sin embargo, eso se disolvió rápidamente, y ya nadie lo cree porque la mayoría de los centros de comando y control está en las ciudades o cerca de ellas. No hay forma de que éstos puedan ser destruidos en un primer golpe sin atacar las ciudades. Además, no hay forma de que la disuasión nuclear del otro lado pueda ser completamente destruida en lo que respecta a las principales potencias nucleares, y sólo una parte relativamente pequeña de los arsenales nucleares de éstas puede destruir todas las principales ciudades del otro lado. Pensar lo contrario es perseguir una fantasía peligrosa que aumenta la posibilidad de una guerra termonuclear global que destruirá a la humanidad. Esto significa que los principales analistas nucleares, que están profundamente comprometidos con las doctrinas de contrafuerza, están promoviendo la locura total. Los planificadores de la guerra nuclear pretenden que pueden prevalecer en una guerra nuclear. Sin embargo, ahora sabemos que la DMA, destrucción mutua asegurada, como se concibió originalmente, es menos extrema de lo que significa hoy una guerra termonuclear global. La destrucción mutua asegurada significaba que cientos de millones de personas en ambos bandos serían aniquiladas. El invierno nuclear significa que prácticamente toda la población del planeta sea exterminada.
La estrategia de contrafuerza, la búsqueda incesante de la capacidad de primer golpe y la supremacía nuclear significan que la carrera de armamentos nucleares sigue aumentando con la esperanza de eludir la DMA, mientras que en realidad amenaza con la extinción humana. Incluso si el número de armas nucleares es limitado, la llamada “modernización” del arsenal nuclear, particularmente del lado de los Estados Unidos, está diseñada para hacer que la contrafuerza y, por lo tanto, un primer golpe pueda considerarse. Es por ello que Washington se retiró de tratados nucleares como el Tratado abm (sobre Misiles Antibalísticos) y el Tratado de Misiles Nucleares de Alcance Intermedio. Éstos fueron vistos como bloqueadores de armas de contrafuerza, que interferían con la campaña del Pentágono hacia la supremacía nuclear. Washington los abandonó todos y luego se mostró dispuesto a aceptar un límite en el número total de armas nucleares, porque el juego se estaba jugando de una manera diferente. La estrategia de los Estados Unidos ahora se centra en la contrafuerza, no en el contravalor.
Todo esto es mucho para ser procesado en poco tiempo, pero creo que es importante comprender las dos vertientes de la gran estrategia imperial de los Estados Unidos y la OTAN a fin de entender por qué el Kremlin se considera amenazado, por qué actuó como lo hizo y por qué esta guerra proxy es tan peligrosa para el mundo en su conjunto. Lo que debemos tener en cuenta en este momento es que todas estas maniobras por la supremacía mundial absoluta nos han llevado al borde de una guerra termo nuclear global y de un omnicidio global. La única respuesta es crear un movimiento mundial masivo por la paz, la ecología y el socialismo.