1. Introducción
Son numerosos los trabajos que, en los últimos años, han centrado su interés en el análisis del léxico contenido en documentos archivísticos de distinto tipo -inventarios de bienes, testamentos, compraventas de protocolos notariales, etc.-, especialmente en aquellos datados en los Siglos de Oro (vid. Egido, 2010 y 2015; Morala, 2010, 2012 y 2015; Quirós, 2011; Bastardín, 2012 y 2015; Carriazo, 2012; Ortiz, 2013, 2014, 2017a y 2017b; Perdiguero, 2013 y 2016; Vázquez, 2014; Pérez Toral, 2015 y 2017, entre otros).
No en vano, como bien indica Morala (2012: 200), los inventarios constituyen una fuente léxica inagotable pues “los escribanos que los redactaban estaban obligados a reflejar en ellos una larga serie de objetos y bienes, y la única forma que tenían de lograrlo era haciendo gala de una puntillosa precisión en el uso del léxico y en la descripción y la valoración de los objetos inventariados.”
Además, como señala Perdiguero (2015: 171), “la documentación notarial, entre otros aspectos, permite observar el léxico de la vida cotidiana y, a través de este tipo de léxico, es posible ver qué vocablos caen en desuso y cuáles aparecen en los textos como consecuencia de los cambios que se han ido produciendo en la sociedad.”
En esta línea, la presente investigación toma como objeto de estudio un inventario de telas recogido en un protocolo notarial conservado, en óptimas condiciones, en el Archivo de la Diputación Provincial de Jaén (legajo 2326/6). El documento, que recoge un inventario de telas existente en una tienda sita en Jaén a punto de traspasarse, está fechado en 1783, por lo que pertenece a una parcela cronológica habitualmente desatendida, la correspondiente al Siglo de las Luces.
Pérez Toral (2017: 90), en una reciente investigación, manifiesta que “la variedad textil y, por ende terminológica, documentada a lo largo de la historia en textos escritos, resulta de las diferentes fibras utilizadas, todas ellas, hasta finales del siglo XIX, materias primas naturales, unas de origen vegetal como lino, algodón, cáñamo o yute y otras, animal como seda y lana; y también depende de la estructura interna del tejido o ligamento”.
Ortiz (2017a: 208) y 2017b: 38), por su parte, además de la escasa atención que el estudio de las telas y tejidos ha originado en el ámbito filológico, destaca la dificultad en la interpretación semántica de la mayoría de las denominaciones en las fuentes lexicográficas, debido a que el ítem que designa la tela o tejido en cuestión puede referirse a la materia prima utilizada en su confección, a la textura o el aspecto exterior de la tela, a la procedencia geográfica, o incluso a la técnica empleada para tejerlo.
Nuestra finalidad es doble: en general, dar a conocer fondos archivísticos inéditos y, en particular, listar el léxico documentado -un total de 54 ítems (entre otros, espolín, griseta, tercianela, camellón, eterna, serafina, calamandra, anascote)- y contrastarlo con las fuentes lexicográficas de la época. Concretamente, revisamos el tratamiento de nuestro corpus en la tradición lexicográfica del español, mediante la búsqueda en el Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española (ntlle), así como en otros repertorios como el Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (dcech 1980-91) de Corominas y Pascual y en obras de especialidad como el Diccionario de tejidos (dt 1949) de Castany o el Diccionario histórico de telas y tejidos. Castellano-catalán (dhtt 2004) de Dávila et al., entre otros. Además, consultaremos bancos de datos como el Corpus Léxico de Inventarios (CorLexIn) de la Fundación Rafael Lapesa, el Corpus Diacrónico y Diatópico el Español de América (cordiam) de la Academia Mexicana de la Lengua o el Corpus Diacrónico del Español (corde), el Fichero general (fg) de la rae y Léxico hispanoamericano 1493-1993de Boyd-Bowman.
2. Contextualización histórica
Antes de comenzar nuestro estudio lexicográfico, hemos de partir necesariamente del contexto histórico. Tal como observa Jiménez Montañés (2012: 107):
El sector al que correspondió el mayor protagonismo dentro de la industria europea moderna fue, sin lugar a dudas, el textil. Ello no representaba, en realidad, novedad alguna, pues la industria medieval se desarrolló precisamente en función primordialmente de la fabricación de tejidos. El vestido, al tiempo que una necesidad inmediata, resulta expresión visual de distinción social, aún más que la decoración de la vivienda. Por ello la industria textil creció a expensas tanto de la necesidad como del lujo. Uno de los grandes cambios que se producen en este tipo de industria durante todo el siglo XV y se consolida en el XVI se centra en las relaciones de producción, en la utilización de mano de obra campesina y la consolidación del ciclo de producción artesano rural. La mano de obra rural comienza a trabajar por su cuenta o en dependencia del empresario-productor de la ciudad. Si bien, la profunda transformación de la industria textil tendrá lugar en el siglo XVIII, con la revolución industrial.
Amaro (2016: 546), por su parte, detalla la situación de España en el ámbito textil en una investigación acerca de los textiles empleados, precisamente, en el siglo XVIII:
España, por motivos políticos y dinásticos, sigue, al igual que el resto de Europa, los designios de la moda del estado francés. Esta absorción tuvo como resultado la demanda de tejidos franceses provenientes de los centros sederos más importantes del país vecino, especialmente Lyon y Tours, ya que a inicios del siglo XVIII la industria textil española se encontraba gravemente mermada. Cierto es que la Casa de Borbón reactivó las manufacturas textiles españolas, pero estas jamás pudieron competir a nivel europeo con los franceses.
En efecto, Batista (2009: 53-54) confirma también el influjo del país vecino en la esfera textil:
Francia, en el siglo XVIII, importante referencia en el mundo del arte y poseedora de grandes innovaciones y originalidades, hace divulgar las más significativas corrientes artísticas del momento. Los motivos del barroco de la primera mitad del siglo, con sus estilizaciones de formas vegetales, seguidos por el rococó con la delicadeza de los encajes y cintas dispuestas de manera asimétrica y de colorido muy especial, van a ser reproducidos fielmente en los tejidos, tanto en los destinados a decoración como en los de la indumentaria civil o religiosa […] El gran fomento impulsado por parte de los Borbones a las artes suntuarias españolas estimulan la creación de nuevas manufacturas textiles, o bien van a apoyar e invertir en fábricas ya existentes, paralizadas e improductivas.
Miller (2004: 10), además, pone de manifiesto cómo las empresas textiles españolas, especialmente las concitadas en Madrid, necesitaban fuertes vínculos con los países proveedores para adquirir el género. Así, los mercaderes franceses, sobre todo, les abastecían no solo de las sedas de Lyon y de París sino también de las lanas de otras regiones del norte de Europa.
3. Corpus objeto de estudio: recepción y tratamiento en la lexicografía del español
El inventario de telas objeto de estudio, localizado en un protocolo notarial del Archivo de la Diputación Provincial de Jaén (legajo 2326/6), está fechado en 1783 y situado en Jaén. En él hallamos un total de 54 ítems léxicos adscritos al mundo textil:
albornoz, anascote, batista, bayeta, bretaña, calamaco, calamandra, camelotillo, camellón, cañamazo, caserillo, castor, china, coleta, crea, duroi, espolín, estameña, estopilla, eterna, felpa, florete, gasa, griseta, holán, holandilla, imperialete, indiana, jerguetilla, lamparilla, lienzo, lilaila, listado, manfor, medio carro, muer, muselina, paño, platilla, portuguesa, quinete, raso, romanillo, rompecoche, ruán, ruedos, sayalete, sempiterna, serafina, tafetán, tercianela, tiradizo, tripe, zaraza.
A continuación, se ofrece la clasificación de las voces atendiendo a su primera repertorización en diccionarios generales de nuestra lengua:
Siglo XVII:
Origen y etimología (1601) de Del Rosal: crea.
Tesoro de la lengua castellana o española (1611) de Covarrubias: bayeta, bretaña, cañamazo, estameña, felpa, gasa, lienzo, paño, raso, tafetán, tripe.
Siglo XVIII:
Diccionario de autoridades (1726-39) de la rae: albornoz, anascote, calamaco, espolín, estopilla, holán, holandilla, lamparilla, lilaila, listado, muer, platilla, ruán, ruedos, sayalete, tercianela.
Diccionario de la lengua castellana (drae, 1780) de la rae: batista, camellón, castor, serafina, zaraza.
Diccionario castellano (1786-93[1767]) de Terreros: griseta, quinete, sempiterna.
Siglo XIX:
Nuevo diccionario de la lengua castellana (1846) de Salvá: caserillo.
Diccionario de la lengua castellana (drae, 1803) de la rae: florete, indiana, muselina, rompecoche.
Suplemento del Diccionario de la lengua castellana (drae, 1803) de la rae: china.
Siglo XX:
Diccionario histórico de la lengua española (1933-36) de la rae: calamandra, camelotillo.
Diccionario de la lengua castellana (drae, 1925) de la rae: coleta.
Al final del trabajo se incorpora un anexo en el que se compilan las voces objeto de estudio. En concreto, se ofrece una descripción microestructural para cada ítem compuesta de (i) entrada y (ii) definición registrada en la primera documentación lexicográfica en los diccionarios consultados. Además, a modo de nota a pie de página, encontramos información técnica e histórica procedente mayoritariamente de los diccionarios de especialidad consultados.
En este anexo podemos comprobar cómo las primeras caracterizaciones de los ítems léxicos estudiados encierran datos de interés, tal como detallamos seguidamente:
Información cronológica: “la qual usaban los Moros” (s. v. albornoz), “del qual usamos en Castilla” (s. v. bayeta) y “oy se usa” (s. v. albornoz). Además, en el caso de muer y platilla, se observa cómo estas voces se consideran neologismos a partir del segundo cuarto del siglo XVIII: “voz modernamente introducida” (s. v. muer y platilla).
Información diatópica: “en algunas provincias se da este nombre a la tela que comúnmente se llama en Castilla camelote” (s. v. camellón), “nombre que dan en Andalucía al lienzo que comúnmente se llama cambray”1 (s. v. holán) y “oy se conserva en Aragón” (s. v. tripe).
Información histórica relativa a la procedencia de los géneros textiles, venideros de otros países: “se fabrica en Flandes y en Picardía, de donde se trae a España” (s. v. batista), “vinieron las primeras de Inglaterra” (s. v. bayeta), “se trae de Bretaña” (s. v. bretaña), “viene de Portugal y otras partes” (s. v. calamaco), “viene de la China” (s. v. china), “traxo el nombre de la tierra donde se labra en la india de Portugal” (s. v. crea),2 “introducida en Amiens, Francia, en el siglo XVIII, desde donde era abundantemente exportada a España a comienzos del siglo XIX” (s. v. duroi), “importado de Inglaterra” (s. v. imperialete), “se importaba de Italia” (s. v. romanillo), “llamado assí por el nombre de la ciudad de Ruán en Francia, donde se texe y fabrica” (s. v. ruán) y “es obrage de la China” (s. v. zaraza).
Además, encontramos datos de calado relativos al origen, estructura formal y documentación de las voces objeto de estudio al consultar las fuentes manejadas:
i) Origen etimológico de las palabras procedentes de otras lenguas:
- Latín: estameña (dcech, 1980-91: II, 413), lienzo (dcech, 1980-91: III, 88), paño (dcech, 1980-91: IV, 647), raso (dcech, 1980-91: IV, 974).
- Galorrománico: felpa (dcech, 1980-91: II, 509).
- Francés: anascote (dcech, 1980-91: I, 199),3batista (dcech, 1980-91: I, 428),4bayeta (dcech, 1980-91: I, 431), crea (dcech, 1980-91: I, 935), espolín (dcech, 1980-91: II, 398), estopilla (dcech, 1980-91: II, 435), griseta (dcech, 1980-91: III, 790), muer (dcech, 1980-91: III, 465), muselina (dcech, 1980-91: III, 483), quinete (dcech, 1980-81: IV, 958),5tripe (dcech, 1980-91: V, 583).
- Italiano: tercianela (dcech, 1980-91: V, 568).
- Árabe: albornoz (dcech, 1980-91: I, 88).
- Persa: gasa (dcech, 1980-91: II, 703),6tafetán (dcech, 1980-91: V, 339).7
- Inglés: holán (dcech, 1980-91: II, 930).
- Americano: calamaco (dcech, 1980-91: I, 586).
ii) Incorporación de nuevas palabras en español que toman como base algunos ítems objeto de estudio. Así, de un lado, encontramos chiné, como adjetivo derivado de china, en el dcech (1980-91, II: 53): “‘rameado o de varios colores (aplicado a telas)’ del participio del fr. chiner ‘tejer dando al hilo varios colores, que forman un dibujo’, arte que al principio se practicaba solo en China”. De otro lado, tanto en el dcech (1980-91: II, 398) como en el dhtt (2004: 80) se recoge el verbo espolinar, que alude a una técnica consistente en ‘introducir en algunas partes del tejido tramas distintas o suplementarias de la general con objeto de obtener el efecto de bordado’.
iii) Temprana documentación de la mayoría de las voces. En lo que respecta al dcech (1980-91), se registra raso, documentada a partir del Tesoro (1611) de Covarrubias, en un repertorio bilingüe, el Vocabulario de las dos lenguas toscana y castellana (1570), de Cristóbal de las Casas (dcech, 1980-91: IV, 974); de tafetán, el dcech (1980-91: V, 339) señala que se documenta en nuestra lengua a partir de 1348 y que “al castellano debió de llegar por vía del comercio mediterráneo, desde el it. (taffetà) y el cat. (tafetà, pl. tafetans)”; en cuanto a anascote, el dcech (1980-91: I, 199) apunta que la primera documentación se registra en las Ordenanzas de Sevilla (ed. 1527); en el caso de estameña, el dcech (1980-91: II, 413) sitúa su primera aparición a principios del siglo XIII, en el poema hagiográfico Vida de Santa María Egipciaca. También lienzo es una “voz común desde la Edad Media” (dcech, 1980-91: III, 88); por su parte, crea se recoge en la edición de 1621 del Tesoro de las dos lenguas francesa y española de Oudin, según el dcech (1980-91: I, 935). No obstante, en otros casos hallamos una posterior documentación en algunas voces: por ejemplo, el dcech (1980-81: V, 59) indica que rompecoche se documenta en el drae (1817), si bien se recoge desde 1803, como hemos constatado en nuestra investigación. Además, es interesante señalar que, al buscar en corpus como corde y Léxico hispanoamericano 1493-1993 de Boyd-Bowman los ítems repertorizados en los diccionarios manejados, comprobamos que en el 77,7% de los casos se adelanta la fecha de aparición de las voces en relación con su presencia en los textos lexicográficos: (i) voces repertorizadas en el siglo XVII se documentan en el siglo XIII (estameña, paño), XIV (lienzo), XV (raso, tafetán) o en el XVI (bayeta, bretaña, cañamazo, crea, felpa, gasa); (ii) voces repertorizadas en el siglo XVIII se registran en el siglo XIII (listado), XVI (anascote, ruán, ruedos), XVII (albornoz, camellón, castor, espolín, holandilla, sayalete, sempiterna, tercianela) o se adelantan unos años (batista, calamaco, estopilla, griseta, holán, lamparilla, platilla); (iii) voces repertorizadas en el siglo XIX se localizan en el siglo XV (florete) o en el XVIII (caserillo, indiana, muselina); y (iv) voces repertorizadas en el siglo XX las hallamos en documentos del siglo XVI (coleta).
iv) Detalle de información enciclopédica concerniente a la manufactura y producción de algunas telas, así como del temprano empleo en otros países vecinos. En cuanto a muer, el dcech (1980-91: III, 465) apunta que “el moire o mohair se hacía con pelo de cabra de Angora y se importaba de Asia menor. En Francia donde moire ya aparece en 1650 (y moiré quizá desde el s. XVI), hay testimonios categóricos de que este paño se imitó de la fabricación inglesa; en Inglaterra mohair se documenta desde 1619 [...]”. En lo que respecta a calamaco, el dcech (1980-81: I, 586) precisa que “el vocablo se extendería desde Buenos Aires al resto de América y en especial al Brasil, desde el s. XVII, como nombre de la tela con que se hacían los ponchos calamacos o de otros objetos de color semejante, y pudo llegar ocasionalmente hasta Europa”. De bayeta, el dcech (1980-81: I, 431) indica que “la palabra aparece casi simultáneamente en castellano, catalán, [1598, hoy ‘bayeta’ y ‘trapo para fregar el suelo’] y francés [1600]; faltan datos precisos para el italiano, donde parece ser posterior o contemporáneo […]”.
Atendiendo a las palabras de Jiménez Montañés (2012: 107), ya recogidas más arriba, no es de extrañar que la mayoría de los ítems objeto de estudio encuentren acomodo en los diccionarios a partir del siglo XVII. De hecho, un 87% se registra en la historia de la lexicografía del español. No obstante, constatamos la ausencia de las siguientes voces: duroi, eterna, imperialete, jerguetilla, manfor, medio carro, portuguesa, romanillo y tiradizo.
A fin de indagar acerca de la historia de estas palabras, disponemos seguidamente la información obtenida al consultar diccionarios de especialidad, así como diferentes corpus.
Duroi: El dhtt (2004: 76) incluye dos acepciones de duroi, (i) ‘tela de lana de Holanda peinada, de origen inglés, e introducida en Amiens, Francia en el siglo XVIII, desde donde era abundantemente exportada a España a comienzos del siglo XIX, y empleada para abrigos. Se le conocía también con los nombres de durancillo o durois y de ras de marroch’ y (ii) ‘tejido de seda y también vestido de seda que usaban las mujeres, que se ceñía en la cintura y bajada en redondo hasta los pies’. Este lema no se documenta en el dt (1949) ni en el dcech (1980-91). Tampoco en corpus como el CorLexIn y el cordiam. Hallamos un resultado en el corde, si bien se refiere a la denominación técnica de un tipo de planta (pinus montana duroi), registrada en Compendio de la flora española. Estudio especial de las plantas criptógamas y fanerógamas indígenas (1896) de Lázaro Ibiza y localizada en el Pirineo aragonés y catalán. Duroi queda incluido, no obstante, en el Léxico hispanoamericano 1493-1993 de Boyd-Bowman, en un inventario del año 1515 en Puerto Rico (“camisas de crea y anjeo que se compraron para dar vestuario a los indios”), transcrito y compilado por Aurelio Tanodi en 1971 en el Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad de Puerto Rico, así como en otros documentos similares datados a lo largo del siglo XVI en Honduras, México, Cuba, Guatemala o Perú.
Eterna: El dhtt (2004: 84) lematiza el lema en plural (eternas) y recoge dos acepciones: (i) ‘tejidos anchos de seda del siglo XVIII, fabricados en la casa de la Caridad de Toledo’ y (ii) ‘tejido de lana producido en el siglo XIX en la provincia de Cuenca’. Ambas se documentan en la Dirección General de Rentas (1780) y en Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España de Eugenio Larruga y Boneta (1787-1800). Precisamente, Santos (2010: 591) recoge en su vocabulario final la voz eterna, si bien indica lo siguiente: “no he hallado ninguna referencia a este tipo de tejido, pero aparece citado por Larruga y yo lo he encontrado también en los documentos que he manejado y, de acuerdo con ello, debía de ser un tejido de seda labrado por el Arte Mayor de la Seda de Toledo”. No se registra en el dt (1949) ni en el dcech (1980-91). En cuanto a los corpus consultados, eterna se incluye en Léxico hispanoamericano 1493-1993 de Boyd-Bowman, concretamente en dos inventarios datados en el Nuevo Reino de Granada en 1809, pertenecientes a la Colección Gran Colombiana (State University of New York at Buffalo): “2 chupas de monta, ítem 2 de eterna verdusca” y “5 ruanas, 4 azules y una negra […] ítem otros de eterna colorados nuevos”. Se documentan también resultados en el Fichero general de la RAE, pero relacionados con la ciencia botánica.
Imperialete: En el dhtt (2004: 107) se recoge el plural imperialetes, definido como ‘tejidos de lana importados de Inglaterra’. La autoridad citada es Balanza comercial (1792). El único corpus consultado que documenta esta voz es el Fichero general de la rae, donde hallamos dos cédulas correspondientes al Arancel de aduanas (ed. 1782, p. 44 y p. 52), que lista esta voz. No se registra en el dt (1949) ni en el dcech (1980-91).
Jerguetilla: En el Fichero general de la rae hay tres cédulas relativas a jerguetilla, voz documentada en Astucia, el Jefe de los Hermanos de la Hoja o los Charros Contrabandistas de la Rama (1865) del mexicano Luis Gonzaga Inclán (“quémalo todo, que mas que nos vayamos a pie con nuestras enaguas de jerguetilla, zapatos de cordobán y sombreros de palma”); en Pedro de Betancur, el hombre que fue caridad (1964) de Carlos E. Mesa (“lo cruzan ocho ríos y arroyos y en sus riberas se alzan diez molinos y tres batanes para avíos de paños y jerguetillas”); y en el vocabulario de El fistol del diablo (1845) del mexicano Manuel Payno. También hallamos dos casos en el corde, en La Quijotita y su prima del mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi (c. 1818) (“Pero, señor cura, decía Eufrosina; ¿qué, todas hemos de vestirnos con hábitos de capuchinas o enaguas de jerguetilla?” y “Mire la ranchera motivosa; ayer andaba arreando vacas con sus naguas de jerguetilla y agora sale izque con túnico negro, como una marquesa o una conda”).8 En otros corpus, como el CorLexIn (en más de 80 inventarios de bienes fechados durante el siglo XVII y localizados en numerosos puntos de la geografía española así como en México y en Perú) y el cordiam (“unas pieças de jerguilla de monte”, en un documento administrativo de la Audiencia de Lima datado en 1590) se documenta jerguilla, no jerguetilla. También se repertoriza jerguilla en el dt (1949: 231), el dhtt (2004: 110) y Santos (2010: 600), caracterizada como ‘tejido de lana más fino que la jerga y generalmente tejido con la urdimbre de seda y trama de estambre, con ligamento sarga de tres o batavia de cuatro’. También Vázquez (2014: 597) documenta jerguilla en el inventario que analiza y apunta, a propósito, que “por el recurso de la derivación aparecen nuevos nombres que llevan el rasgo semántico de ‘poco grosor’ o similar, pero no auténtico’ en el diminutivo”.
Manfor: Strbáková (2007: 985), siguiendo el corde, la documenta en Esbozos y rasguños (1877) de Pereda (“nos hacían [la levita] de cúbica o de manfor”) y la define como ‘especie de tela’. Considera esta palabra un caso aislado y confirma la ausencia de registro lexicográfico. En efecto, no se incluye en diccionarios generales del español ni tampoco en los de especialidad consultados. El dt (1949: 257) recoge monforte, pero no presenta definición, sino una equivalencia: ‘monforte. Sinónimo de griseta’. Ni en el CorLexIn ni en el cordiam se documenta manfor, pero sí monforte en el CorLexIn, concretamente en dos inventarios de bienes de Medina de Rioseco (Valladolid) de 1645.
Medio carro: El dhtt (2004: 128) recoge medio carro de oro y lo caracteriza como ‘tipo de camelote, cuya calidad era menor que el carro de oro’. Esta tela del siglo XVII se encuentra documentada en la Tarifa de la Bolla catalana de 1760’. La expresión pluriverbal que sí se recoge en la tradición lexicográfica del español es carro de oro, desde el Diccionario de autoridades (1726-39) de la rae: ‘Cierta tela mui fina hecha de lana, que se texe en Flandes y otras pares: la qual en siendo de toda ley y bondad despide las manchas. La más rica se fabricó en Bruselas, y porque el Artífice tenía por insignia a la puerta de su tienda pintado un carro de oro, de ahí tomó el nombre esta tela, y se le dio a las que se fabrican de este género en otras partes’. En cuanto a los corpus consultados, no se registra en el CorLexIn, pero sí en el cordiam, en dos casos de un documento de Santiago de Chile fechado en 1758 (“tres varas y dos tercias de medio carro dorado” y “una casaca de medio carro”).
Portuguesa: Esta voz no la lematiza el dt (1949), pero sí el dhtt (2004: 157), que la define como ‘tejido de seda’ y la documenta en el Sistema General de Aduanas de 1820. Este tipo de tela no se documenta en ningún documento recogido en el CorLexIn ni en el cordiam.
Romanillo: En el dt (1949: 362) se recoge romana (‘Con este nombre, o con el de sarga romana, se designa un ligamento derivado de la sarga, que se obtiene aplicando una base de evoluciones a la sarga fundamental [...]’). Por su parte, el dhtt (2004: 170) lematiza la voz en plural (romanillos) y la define como ‘tejido de lienzo que se importaba de Italia’. En el Fichero general de la rae hay una cédula donde se documenta romanillo en el Arancel de aduanas (ed. 1782, p. 60): “caserillos, lilaylas, enroladillos, romanos, o romanillos, ordinarios angostos y anchos, desde media vara hasta tres quartas”. Esta voz no se recoge ni en el CorLexIn ni en el cordiam.
Tiradizo: esta voz no se repertoriza en los diccionarios de especialidad consultados (Torres, 2014: 250). No obstante, la encontramos en el corde, donde se documentan dos casos, uno americano (una carta de dote y arras colombiana de 1700, publicada por Elena Rojas en 2002) y otro peninsular (un inventario de bienes de 1463, incluido en la Colección diplomática de Santa Catalina del Monte Corbán, publicada por Rosa M.ª del Toro en 2001). En ambos documentos notariales tiradizo aparece antecedida de lienço/lienzo. Aunque no se lematiza en los diccionarios del español, Ahumada (2001: 577) define este ítem como ‘lienzo, tela de lino’. En el CorLexIn tiradizo/tiradiço se incluye en inventarios datados a lo largo del siglo XVII en Bailén (Jaén), Andújar (Jaén), Alcalá la Real (Jaén), Cabra (Córdoba), Montefrío (Granada), Torre Cardela (Granada) e Illescas (Toledo). No hallamos casos en el cordiam.
4. Conclusiones
En la presente investigación nos hemos centrado en un inventario de telas recogido en un protocolo notarial conservado en el Archivo de la Diputación Provincial de Jaén (legajo 2326/6) y datado en Jaén en 1783. En él hemos hallado un amplio abanico de voces de especialidad, en total 54. Como hemos constatado, un 87% de los ítems se registra en la historia de la lexicografía del español. Concretamente, un 23,2% se incorpora a lo largo del siglo XVII; un 46,4%, durante el siglo XVIII -etapa cronológica en la que se enmarca el documento estudiado-; un 11,6%, en el siglo XIX y un 5,8%, en el XX. No obstante, hemos localizado la temprana aparición en algunos de los corpus manejados (corde y Léxico hispanoamericano 1493-1993 de Boyd-Bowman, concretamente) de un 77,7% de los ítems léxicos incluidos en los diccionarios objeto de estudio. Al atender al origen etimológico de las voces, hemos observado su procedencia latina, galorrománica, italiana, árabe, persa, inglesa, americana y, en gran medida, francesa. No en vano, en la contextualización histórica, se ha puesto de manifiesto la demanda de tejidos franceses por parte de la industria textil española desde comienzos del siglo XVIII.
Además, hemos comprobado cómo un 13% de las voces no se repertoriza en los diccionarios generales del español ni tampoco en los diccionarios técnicos consultados (duroi, eterna, imperialete, jerguetilla, manfor, medio carro, portuguesa, romanillo y tiradizo). En este sentido, ante la duda de si nos encontramos ante voces empleadas en ámbitos locales concretos, tras consultar repertorios de índole dialectal -de un lado, el Diccionario de americanismos. ABC of Latín American Spanish (1990) de Steel, el Diccionario de hispanoamericanismos no recogidos por la Real Academia (1997) de Richard y el Diccionario de americanismos (2015[2010]) de la Asociación de Academias de la Lengua Española y, de otro lado, el Tesoro de las hablas andaluzas (2000) de Alvar Ezquerra-, no hemos hallado ninguna voz catalogada como regionalismo.
En definitiva, al indagar en la tradición lexicográfica y en corpus representativos, hemos localizado detallada información etimológica, cronológica y diatópica acerca de los ítems en cuestión, así como interesantes datos de tipo enciclopédico relativos a la manufactura y producción de las distintas telas, así como de su registro en fuentes historiográficas de otras tradiciones lingüísticas.
A juicio de Morala (2007: 814), “parece que ha quedado fuera de toda duda la obligación de recurrir a los inventarios y cualquier otro tipo de documentos ligados a la vida cotidiana del pasado y cargados de un buen número de vocablos específicos”. En efecto, no podemos perder de vista la conveniencia de estudiar estos documentos notariales a fin de contribuir a un mejor conocimiento del léxico español, más concretamente de la parcela técnica que nos ha ocupado, a saber, la textil.