INTRODUCCIÓN
Hace más de 50 años, cuando Gordon Childe [1981] expuso su esquema de la Revolución Urbana, se comenzaron a seleccionar los rasgos diagnósticos que definen una ciudad: su gran tamaño y densidad demográfica, la estructuración política y social de clases, obras públicas monumentales, entre otros. En esta investigación se enfatizan tres rasgos que, junto con los anteriores, estuvieron presentes en Teotihuacan: la especialización del trabajo, la concentración de excedente y el intercambio a larga distancia, vistos a través de un material poco estudiado, pero con frecuencia abundante en los contextos arqueológicos teotihuacanos. Nos referimos a la mica.
La mica, un recurso mineral ausente en el Valle de Teotihuacan, fue reportado desde las primeras exploraciones que se efectuaron en la antigua ciudad a finales del siglo XIX [Charnay 1885]. Con la excepción del “piso de mica” liberado por Pedro Armillas [1944] en el Grupo Viking (figura 1), la mayoría de los hallazgos de este material no han sido tan espectaculares, pues se dieron al interior de conjuntos habitacionales periféricos, como parte de entierros, oblaciones o áreas de trabajo artesanal [Linné 1942; Séjourné 1959; Múnera 1985; Sempowsky 1987; Widmer 1991]. Otros corresponden a depósitos en las oquedades al este y sureste de la Pirámide del Sol [Manzanilla et al. 1996] incluso en los barrios foráneos establecidos en Teotihuacan [Spence 1992; Rattray 1997] se continuaron detectando importantes áreas de actividad con mica en el barrio de La Ventilla [Gómez 2000; Gazzola 2005], Teopancazco y el gran complejo de Xalla [Manzanilla et al. 2001; Manzanilla 2003].
Si bien nuestro objeto de estudio resulta en sí mismo un material arqueológico inusitado, nos ayudó a vislumbrar la organización de una sociedad que contó con artesanos especializados y un grupo de élite que viajó más allá de la ciudad —incluyendo poblados, aldeas, áreas circunvecinas y regiones distantes. Por ello busqué enmarcarlo dentro del proceso sociohistórico por el que pasó Teotihuacan para convertirse en una suerte de foco ceremonial, el más grande del periodo Clásico, cuando el uso de esta materia especular confería poder o estatus a quienes la usaban. El estudio de este material arqueológico se enmarcó en el contexto de unidad socioeconómica marxista y holística, a la esfera de la producción, del uso-consumo y del intercambio.
El presente artículo muestra el resultado de los distintos tipos de análisis que permitieron la identificación y descripción del mineral, de las herramientas y las técnicas empleadas en la producción de artefactos de mica,2 la distribución espacial del recurso, tanto en Teotihuacan como en otras regiones mesoamericanas3 y finalmente un par de propuestas sobre la dinámica social que se dio a partir de dichos procesos productivos y sus cambios con el tiempo. El parámetro temporal al que corresponden las evidencias analizadas se relaciona con el surgimiento y el apogeo, aunque también con la inercia cultural después de la caída de la gran urbe.
ESFERA DE LA PRODUCCIÓN
La materia prima
“Mica” es un término genérico que se aplica a una subclase de minerales de los silicatos hidratados, más o menos alumínicos y con una o más bases —potasa, magnesio o hierro. Se caracterizan por la perfecta exfoliación de sus láminas finas, flexibles y elásticas, con brillo nacarado intenso [Phillips et al. 1986]. Aunque es válido suponer que desde tiempos prehispánicos existía un conocimiento y diferenciación de rocas y minerales por sus atributos formales y técnico-culturales, éstos no tendrían por qué corresponder a la conceptualización científica ni económica actuales.4 Por eso sería aventurado asegurar que los mesoamericanos categorizaban las especies micáceas que hoy se conocen en mineralogía como moscovita, biotita o flogopita (figura 2). A escala de fuentes escritas, lo que sabemos es que cualquier mica (en náhuatl, metzcuítlatl) se destacaba por su brillo, forma laminar y gran resistencia a las altas temperaturas [Hernández 1959: 405; Sahagún 1963: 235].
Yacimientos
Como la región central de México es eminentemente volcánica, los teotihuacanos contaron con abundantes recursos pétreos de origen ígneo: obsidiana, basalto o tezontle; también aprovecharon los bancos de arcillas del valle, la arenisca y las calizas de Pachuca y Tula [Mooser 1968]. La pizarra,5 la hematita y algunos cuarzos pudieron provenir de sus proximidades [Müller 1965]; pero otros definitivamente tuvieron que ser traídos de la lejanía: jadeíta, cinabrio o malaquita [Lange 1993; Gazzola 2005]. En el caso de la mica, su fuente primaria señalada desde hace años era Oaxaca [Millon 1973: 227]. De ahí mi búsqueda de datos geológicos actualizados sobre los yacimientos micáceos emplazados en rocas metamórficas del Complejo Oaxaqueño, principalmente Telixtlahuaca-Las Sedas, en los Valles Centrales, a 35 km al noroeste de Monte Albán. Y en efecto, los ramales mayores de Etla y Zimatlán-Ocotlán, así como los valles de Ejutla y Miahuatlán, son ricos en biotita, flogopita y moscovita [Alaniz et al. 1994].6 Ingenieros geólogos [Victoria et al. 1997] efectuaron subsecuentes labores de prospección para confirmar que sólo las rocas pegmatitas que ahí abundan constituyen la fuente de la mica que guarda semejanza con la recuperada de contextos arqueológicos (Mapa 1). Sin embargo, aún no descarto la posibilidad de que entre Puebla y Guerrero se explotaran yacimientos del Complejo (geológico) Acatlán [Panczner 1987]. Antes de este sondeo con enfoque arqueológico, sólo Cira Martínez y Marcus Winter proponían abiertamente que los yacimientos de biotita prehispánicos más accesibles fueron los cercanos a los pueblos de Arrazola y Tiracoz, localizados de 3 a 5 km al oeste de Monte Albán [Martínez 1994].
Técnicas prehispánicas de extracción.
En general, las técnicas inferidas en minas arqueológicas guardan varias similitudes entre sí [Langenscheidt 1997], pero en la mica llama la atención que desde el reinicio de su explotación a finales del siglo XIX su preparación para el mercado todavía depende de una labor manual que consiste en separarla por bloques libres de inclusiones de burbujas de agua (silver stains), de minerales, de manchas (vegetable stains), de estrías o rugosidades (figura 3). Ya limpios de defectos, los bloques se desglosan en otros menos gruesos y así sucesivamente, hasta conseguir suaves hojas, que terminan siendo recortadas según la función y medidas deseadas [Soto 1968]. Reparando en este proceso tan poco sofisticado —pero que ciertamente requiere de una mano de obra calificada— me hizo pensar que la extracción de mica en tiempos prehispánicos poco difería de los procedimientos mineros actuales.
Las placas posiblemente eran envueltas con algún textil para evitar su desgaste durante la transportación hasta su destino final. En este estudio se registraron placas de hasta 50 x 30 cm, y de 3 cm de espesor, procedentes casi todas del centro cívico-ceremonial de Teotihuacan. Una vez llegada a la ciudad, la mica se resguardaba en almacenes ubicados en emplazamientos con acceso bastante restringido, como en el caso del tan polémico Grupo Viking. Un segundo punto fue Xalla, conjunto explorado por el Proyecto Teotihuacan: élite y gobierno, dirigido por Linda Manzanilla (figura 4). Mediante excavaciones extensivas, en la Plaza 5 de Xalla se liberó una considerable superficie de piso con placas de mica encima, comparables a las del Viking [Manzanilla et al. 2001]. Años atrás, Margaret Turner [1988] incluyó en su estudio lapidario la mica recuperada en un pozo de prueba (T.E. 17) del Teotihuacan Mapping Project en el Gran Conjunto. Siguiendo la propuesta de Manzanilla [2004: 224], concuerdo en que más que un mercado se trataba de un espacio destinado al abasto de productos procedentes de sectores especializados, particularmente manufacturas, para su posterior repartición.
Análisis e identificación de especies y de técnicas de manufactura
Las micas se agrupan en dos series distinguibles a simple vista por su coloración: la blanca moscovita, y la biotita, ennegrecida debido a la mayor concentración de hierro (figura 5). El respectivo análisis petrográfico permitió precisar que la mayoría de las micas teotihuacanas son biotita o flogopita y en una minúscula proporción, moscovita. Un hallazgo todavía más significativo, fue que por primera vez se confirmó que nuestras muestras teotihuacanas están estrechamente asociadas con aquellas encontradas en la Plataforma Norte de Monte Albán, según lo indican los porcentajes de elementos mayores y traza registrados gracias a la aplicación de las técnicas de Emisión de Partículas Inducidas por Rayos X (PIXE) y Flourescencia de Rayos X (FRX).7
Tras revisar toda clase de informes y materiales arqueológicos de diferentes proyectos, noté que debido a su fragilidad, pocos son los objetos de mica completos que permiten aproximarnos a la inferencia de las técnicas de manufactura. Casi todo lo registrado se trata de laminillas, hojuelas o placas más o menos regulares y rotas, a veces con huellas de corte por alguno de sus lados. En contraste, las formas geométricas completas, antropomorfas, zoomorfas o excéntricas constituyen las afortunadas excepciones. Sobresalen los discos o rodelas que varían en tamaño (desde los 3 hasta los 12 cm de diámetro) y están asociados a ofrendas de numerosos individuos teotihuacanos enterrados en unidades residenciales (figura 6).
Respecto a los talleres lapidarios, Gómez [2000] y Gazzola [2005] han delimitado claramente uno en el Conjunto Arquitectónico A de La Ventilla, donde los artesanos teotihuacanos se dedicaron a recortar adornos de mica. Otro lugar con evidencia semejante fue el taller de incensarios tipo teatro en el Cuadrángulo Norte de La Ciudadela [Múnera 1985]. Muchos adornos de estos incensarios muestran en su parte focal una oquedad cuyo trasfondo son pequeños discos o, en su defecto, láminas de mica adheridas.
Entre las técnicas lapidarias prehispánicas, los experimentos que repetí confirman que mediante el empleo de navajillas de obsidiana se logran cortes finos y precisos que caracterizan a los artefactos de calidad. Concuerdo con Gazzola [2005] en que las incisiones se obtenían auxiliándose de un instrumento recto o curvo según la forma deseada, a la manera de un “patrón” o “molde”. Propongo el manejo de instrumentos de hueso trabajado, como agujas y hasta púas de cactáceas para hacer pequeños orificios en adornos de mica que sirvieran como pendientes o cuentas.8 Para algunos arqueólogos los bienes de prestigio no dan lugar a la generación de desechos intencionalmente abandonados, sobre todo en asentamientos que se hallan alejados de las fuentes de obtención. Antes bien, los talleres lapidarios recibirían materia prima como preformas cuya manipulación apenas produciría pedacería. Y aún las láminas u hojuelas que no alcanzaran a convertirse en objetos terminados, estos fragmentos —y hasta el polvo concentrado— siempre irían destinados para su reúso en entierros de menor estatus o para ceremonias colectivas rituales [Jarquín et al. 1982: 121].
ESFERA DEL USO-CONSUMO
La mica es uno de los materiales que figura en una lista de bienes o mercancías (commodities) calificados como “exóticos”, “no utilitarios” o “de prestigio”, por lo que se asumía que sólo converge en escenarios rituales; pero ahora sabemos que destaca en las instancias políticas, como símbolos de poder o del establecimiento de alianzas.
Relacionada con la construcción, hace casi un siglo, durante las excavaciones que dirigió Batres, se halló una capa de mica cubriendo la parte superior del quinto cuerpo de la Pirámide del Sol, hallazgo que sólo se menciona sucintamente en la obra de Peter Tompkins [1979: 202]. Décadas después, durante las exploraciones del Proyecto Teotihuacan del INAH, continuaron saliendo cientos de placas y láminas de mica asociadas a las diferentes estructuras que componen la Plaza de la Pirámide de la Luna, la Plaza de la Pirámide del Sol, y la parte norte de la Calle de los Muertos, hasta el Adoratorio Central de la Zona 9 [Matos 1980: 73]. Jorge Acosta [1964: 30-31] descubrió restos de pintura mural con motivos sencillos y exclusivamente geométricos, incluyendo círculos adheridos en un muro del Palacio de Quetzalpapálotl (figura 7).
En la esfera ideológica destaca su uso en la decoración de incensarios tipo teatro. Para ilustrarlo, en Oztoyahualco 15B:N6W3, el Proyecto Antigua Ciudad de Teotihuacan recuperó un ejemplar desmantelado, como parte del entierro [número 8] de un individuo adulto masculino. Los elementos asociados al personaje son flores de cuatro pétalos dentro de anillos de plumas que encierran mica y un pectoral de mariposa con otra rodela de mica al centro [Manzanilla et al. 1993]. Taube [1993: 169-172] sugiere que este tipo de motivos son espejos usados en el pecho, en la frente o como tezcacuitlapilli. En lo personal me inclino a pensar que tenían una asociación con el fuego y con el agua [Johansson 2000: 176].9 En cuanto a las plaquitas y laminillas de mica dispersas en los rellenos de tumbas, entierros o fosas, sobran los ejemplos teotihuacanos [Linné 1942], aunque con este estudio noté que se asocia más a individuos adultos masculinos.10 Nuevamente, sobresalieron los discos de mica de diversos diámetros (figura 8). Séjourné [1959: 66] destacó la presencia de láminas de mica revueltas con restos de obsidiana, huesos, pizarra y carbón, formando una “capa centelleante” de lo que al parecer son bultos mortuorios calcinados. Igualmente, la mica fue utilizada en la decoración de máscaras y figurillas, realzando con brillo especular sus ojos, alguna parte de sus atavíos o tocados. Otros fines más “prácticos” que espero demostrar en el futuro serían en la construcción de cámaras aislantes (invernaderos) para cultivar plantas alóctonas o para observaciones astronómicas, como filtros solares.
ESTUDIO DE LA DISTRIBUCIÓN
La estratégica ubicación de Teotihuacan le facilitó el acopio de varios recursos provenientes de regiones vecinas y distantes. Su gran potencial en la producción y aprovisionamiento de materias primas, así como su vocación artesanal, sugiere un imprescindible establecimiento de relaciones económicas y políticas con otros sitios, para la satisfacción de los requerimientos de su población y cuerpo dirigente. Si concebimos a Teotihuacan como el núcleo de un amplio sistema que comprendía distintas áreas, cada una con características derivadas por el tipo de vínculos que mantenía con la ciudad, obtendremos tres áreas y niveles de interacción: 1) el mismo Valle de Teotihuacan, 2) la periferia de la Cuenca de México, y 3) regiones más allá del centro de México.
Distribución de mica en la red teotihuacana
Notamos una descomunal disparidad entre la concentración micácea del núcleo cívico-ceremonial de Teotihuacan, con respecto a aquella desperdigada por el resto de los múltiples conjuntos habitacionales circundantes. Tan sólo por la cantidad total revisada en la presente investigación, estimé que en las Pirámides del Sol, de la Luna y sus respectivas plazas, junto con el Macrocomplejo Calle de los Muertos (que desde luego incluye al Viking), La Ciudadela y Xalla, se acumuló entre el 80-85% de la mica empleada para decorar estructuras religiosas o administrativas, así como para ofrendas o rituales colectivos y hasta el 90% de todas las placas de mica que llegaban a Teotihuacan como materia prima (mapa 2).
Como contraste, los residentes de la periferia reflejan un modesto usoconsumo de este recurso para enriquecer las ofrendas de sus entierros o realzar la importancia de ciertos rituales, lo que deja ver un acceso diferencial a la mica, que Sempowsky [1987] ya había intentado demostrar con sus estudios de los entierros de Tetitla, Zacuala y La Ventilla B. Sin embargo, falta mucho para lograr la identificación de los talleres lapidarios al interior de barrios periféricos, donde supuestamente algunos sobreentienden que se elaboraban ornamentos de mica para autoconsumo [Turner 1988; Widmer 1991].
Los túneles y cuevas
Sus contextos arqueológicos incluyeron importantes cantidades de mica trabajada, lo cual deja ver la recuperación de recursos por pobladores posteriores a la caída de Teotihuacan. Las excavaciones extensivas organizadas por el Proyecto Estudio de Túneles y Cuevas en Teotihuacan permitieron detectar al este de la Pirámide del Sol un singular entierro múltiple (circa. siglo VII d. C.) con siete esqueletos de recién nacidos en el sector este de la cámara funeraria de la Cueva de las Varillas. Como ofrenda había triángulos y rectángulos micáceos dispersos entre huellas de fuego, candeleros y puntas de proyectil [Manzanilla et al. 1996]. También en la Cueva III, a 270 m al sureste de la misma pirámide, se encontró ubérrima mica disgregada [Moragas 1999]. Incluso se identificaron restos de varios grosores de lo que pudo ser un pavimento de mica, parecido al Viking. En un entierro colectivo Mazapa (1000 a 1200 d. C.) se incluyeron objetos micáceos. Con base en sus características físicas —un notable desgaste y mala calidad— me parece que los grupos Coyotlatelco y Mazapa reusaron la mica que saquearon del centro abandonado para llevar a cabo sus propias actividades rituales, reflejo de una subsecuente inercia cultural; por temporalidad, éstos son de los últimos escenarios donde aparece la mica prehispánica teotihuacana.
Los barrios foráneos
En el caso del Barrio de los Comerciantes, las excavaciones pusieron al descubierto mica en entierros secundarios y múltiples, con individuos de ambos sexos y edades diferentes, mostrando fuertes afiliaciones con culturas de la Costa de Golfo y de las Tierras Bajas Mayas del periodo Clásico temprano; la mayor parte son hojuelas y discos asociados a conchas, candeleros, piedras verdes, ámbar, agujas de hueso y cerámica que los fecha para Xolalpan Temprano [Rattray 1997: 200, 201].
El barrio Oaxaqueño (o Zapoteco, según Winter) cobró gran interés para este estudio; por su relación con la zona abastecedora del recurso, se esperaba que abundara en su consumo; contrario con ello, la cantidad y calidad de la mica que circuló en este barrio son de las más bajas en todo Teotihuacan. Durante sus últimas exploraciones Michael Spence [1992] informó sobre el hallazgo de tres figurillas de mica cortada —una supuestamente antropomorfa— en la Tumba Norte de Tlailotlacan (fechada para 150 a 200 a. C. por seriación cerámica). En la Tumba Este (fechado por medio de radiocarbono en 250+60 d. C.) y en otro entierro del patio principal, Spence también identificó diminutos fragmentos micáceos, sin embargo, toda la mica reunida no alcanza a pesar siquiera 1 kg.11 Finalmente, en un posible “barrio michoacano”, Sergio Gómez [2001] encontró en la denominada Estructura 19, discos de mica, junto con varios objetos de cerámica local e importada, una figurilla antropomorfa completa, hueso, pizarra y obsidiana que fueron depositados en una tumba con características propias del Occidente de México.
Los centros dependientes
Pese a una exhaustiva revisión bibliográfica y de informes técnicos en archivo, parece que no ocurrió ningún tráfico ni producción masiva de artefactos hechos de este recurso mineral fuera de la metrópoli teotihuacana. Sólo hay mica integrada a las aplicaciones de los notorios incensarios tipo teatro. Faltarían varias excavaciones arqueológicas para poder evaluar patrones de consumo de este material al interior de las unidades que se diseminaban a lo largo de la zona rural.12Sin embargo, estimé que en su hinterland, Teotihuacan no resguardaba la mica que importaba, sino que todas las placas micáceas llegaban directamente a la zona nuclear de la ciudad y de ahí eran redistribuidas a cualquier centro dependiente para su consumo inmediato.13
RELACIONES EXTERNAS DE TEOTIHUACAN CON EL RESTO DE MESOAMÉRICA
Aunque sea difícil definir cada nexo que sostuvo Teotihuacan con su mundo exterior, Manzanilla [2004: 187] describió tres posibles tipos: a) relaciones de intercambio, b) colonias teotihuacanas y c) alianzas políticas. Retomando la crítica de John Paddock [1972] sobre la argumentación de las influencias teotihuacanas hacia las regiones mesoamericanas, en esta investigación no concibo a Teotihuacan como un imperio o un Estado con fines de conquista. Más bien, por su carácter multiétnico, en un principio la mica pudo haber llegado a la ciudad por medio de relaciones de reciprocidad que establecieron sus primeros residentes foráneos, como los oaxaqueños. Posteriormente, bajo la organización de un gobierno corporativo, centralizador de la producción excedentaria de sus comunidades en la Cuenca de México [Manzanilla 2004: 218], pienso que la mica llegaba gracias al auspicio de emisarios encargados de establecer o mantener los nexos con territorios distantes (mapa 3).
Áreas con relaciones frecuentes de intercambio
Respecto a la Costa del Golfo, Hidalgo o Guerrero, espero que esta última área revele a futuro escenarios donde se vea una importante producción y/o consumo de mica durante el Clásico. Los estudios de Niederberger [2002: 198, 220] en la parte oriental del estado de Guerrero le permitieron trazar redes de intercambio por donde circulaban placas de moscovita desde el Preclásico.
Los enclaves
Más allá de los valles que circundan la Cuenca de México, en dirección con por lo menos tres puntos cardinales, los enclaves teotihuacanos no son la excepción en cuanto al consumo de mica. En el altiplano guatemalteco, las excavaciones sobre dos de los montículos principales de Kaminaljuyú llevaron al hallazgo de placas micáceas —inclusive en entierros— adquiridas quizá desde el establecimiento de este enclave alrededor del año 500 d. C. Su sola presencia guarda una relación estrecha con el Entierro 1 que encontró Linné en Tlamimilolpa [Kidder et al. 1946: 251]. Matacapan, en la región de Los Tuxtlas de Veracruz, también contó con laminillas blancas, asociadas a cerámica, lo cual deja ver una presencia extranjera dispuesta para conservar su identidad [Ortiz et al. 1998: 379].14 Finalmente, en Tres Cerritos, Michoacán, como parte del ajuar funerario de un individuo de alto estatus (ofrenda 4, entierro 8) localizado en la Plaza Norte del centro ceremonial, se depositó una plaquita cuadrangular de moscovita, asociada a materiales con rasgos teotihuacanos, entre los cuales destaca un sello cilíndrico con forma de serpiente emplumada y dos protectores en concha para lanzadores de dardos [Macías 1997: 224-365].
RELACIONES ENTRE MONTE ALBÁN Y TEOTIHUACAN
Restaría evaluar el tipo de relaciones que, personalmente considero, permitieron a la urbe el acceso al recurso micáceo: las alianzas políticas con Monte Albán y tal vez con Tikal.
Monte Albán
La existencia del barrio Oaxaqueño establecido en la parte noroeste de la urbe teotihuacana había sugerido para Paddock [1983] las estrechas relaciones que vincularon a ambos sitios. Sin embargo, con los hallazgos del Proyecto Especial Monte Albán 1992-1994 (PEMA) se abrieron nuevas líneas de investigación, incluyendo la presente. Como es sabido, placas de mica apiñadas y asociadas a cerámica y a una escultura antropomorfa de estilo teotihuacano, fueron acumuladas cerca de la parte más alta de la Plataforma Norte del sitio (foto 9). Este supuesto “basurero” también contenía restos óseos humanos —en un entierro y en un pozo— y abarcaba un templo con elementos arquitectónicos estilo teotihuacano.
Aunque no se detectó ninguna estructura destinada a la producción puntual de artefactos de mica, sí hubo una preparación intencional de placas. En la Tabla 1 se recogen las cantidades totales recuperadas durante las excavaciones del pema, en cuatro puntos de la ciudad zapoteca: 1. Plataforma Norte (PN) General, 2. PN Área B, 3. PN Área A, 4. Otras áreas [Winter et al. 2002: 632-33]. El área B incluye el depósito con cerámica no local y los artefactos de arenisca calcárea local, llamados “desgastadores” (figura 10). El resto de la mica en la Plataforma Norte proviene de contextos poco articulados (mapa 4). Tras comparar dichas cantidades con la mica que revisé de las colecciones de diferentes proyectos en Teotihuacan y Oaxaca15 noté que la configuración distributiva del recurso tiende a concentrarse en sectores de acceso restringido, en ambos sitios. Tanto las características arquitectónicas de la Plataforma Norte de Monte Albán, como el Grupo Viking y el Conjunto Xalla en Teotihuacan guardan esto en común. Además, la acumulación de placas de mica sin trabajar en todos estos espacios sugiere el almacenamiento intencional de materia prima por parte de sectores especializados que posteriormente introducirían en una red redistributiva, al menos en Teotihuacan.
TEOTIHUACAN | MONTE ALBÁN | ||
Complejo o conjunto | gramos | Complejo o unidad | gramos |
Grupo Viking | 25 000 | Plataforma Norte general | 6 200 |
Xalla (hasta 2005) | 27 103 | ||
Xalla (de 2006 a 2019) | 10 000 | ||
Pirámide y Plaza de la Luna | 379 | PN Área A | 21 700 |
Pirámide y Plaza del Sol | 20 | ||
Palacio del Quetzalpapálotl | 7 | PN Área B | 153 800 |
Zona 3, Edificio 14 | 456 | ||
Zona 7, Edificio 8 | 694 | PN Patio central | 606 |
Zona 9, Adoratorio cara norte | 137 | ||
Conjunto 1D | 53 | PN Patio norte | 1 652 |
Gran Conjunto | 13 | ||
Templo de la Serpiente Emplumada | 7 | PN Conjunto Vértice Geodésico | 707 |
Taller incensarios La Ciudadela | 2 000 | ||
La Ventilla B | 1 337 | Otras áreas (no definidas PEMA) | 800 |
Teopancazco | 54 | ||
Zacuala | 37 | Unidad Habitacional A (estacionamiento) | 847 |
Tetitla | 15 | Unidad Habitacional A’ (estacionamiento) | 91 |
Totometla | 10 | Unidad Habitacional B (estacionamiento) | 307 |
Oztoyahualco | 22 | Unidad Habitacional C (estacionamiento) | 155 |
Barrio de los Comerciantes | 7 | Unidad Habitacional D (estacionamiento) | 1 216 |
Barrio Oaxaqueño | 9 | Unidad Habitacional EEA (estacionamiento) | 77 |
Barrio Michoacano | 2 | ||
Cuevas del Pirul | 1 116 | Unidad Habitacional EEB (estacionamiento) | 408 |
Cueva iii | 30300 | ||
TOTAL | 98 778 | TOTAL | 188 566 |
Fuentes: Edgar Ariel Rosales [2004, 2017: 189] y Marcus Winter y colaboradores [2002].
Respondiendo a la exhortación que el equipo del PEMA promovió, en cuanto a realizar análisis técnicos para averiguar si la mica de Teotihuacan vino de Oaxaca o es igual a la de la Plataforma Norte de Monte Albán, mi investigación permitió afirmar que efectivamente, por lo menos la mica procedente de tres distintos emplazamientos de la ciudad —Grupo Viking, Conjunto Xalla y Barrio Oaxaqueño— son sorprendentemente iguales en su composición con la mica de la Plataforma Norte.
Según Winter [1998] la cerámica diagnóstica, la mica y los “desgastadores” aparecidos en sus unidades de excavación se traducen en marcadores cronológicos útiles para contrastar con el Altiplano Central.16 Y eso fue justo lo que hice, aunque todavía no he visto nada entre las colecciones teotihuacanas que se parezca a los desgastadores de Monte Albán, lo cual me parece lógico, ya que al preparar las placas de mica para su transporte, dichos artefactos sólo servían para alisar o uniformar las orillas y no para hacer cortes finos.17 Por eso pienso que los zapotecos sólo exportaban placas a Teotihuacan y no artefactos terminados. Incluso, se propone que durante las fases II [o Nisa] Tardía (200 a 350 d. C.) y IIIA [o Pitao] (350 a 500 d. C.) Monte Albán fue conquistado por Teotihuacan, sugiriendo con eso que la mica llegaba como un tributo impuesto [Winter 2001: 59]. No apoyo esta idea; ni siquiera concibo la existencia del intercambio de mercado en Teotihuacan. Más bien, la evidencia iconográfica en la Plataforma Sur de Monte Albán, con las lápidas grabadas con altos personajes teotihuacanos, dejan ver un contacto pacífico entre las dos ciudades. El que ellos lleven copal y estén desarmados para visitar a un señor zapoteca, indica que se trataba de la conmemoración de una alianza política y no una conquista.
Tikal
Un último caso de posible alianza política fue este sitio petenero donde otras líneas de investigación evalúan los intentos de Teotihuacan o de sus enclaves por inaugurar dinastías particulares en asentamientos mayas. Láminas o lajas de mica aparecieron en entierros de los llamados “depósitos problemáticos” (como el PNT-019) que muestran variabilidad entre ellos —probables diferencias de estatus social— y que comparten rasgos con entierros teotihuacanos de fase Tlamimilolpan [Laporte 1989: 215, 217].18
DISCUSIÓN
Comparados con los recursos bióticos, los minerales tienen una vida útil más larga, condición que, según ciertos modelos explicativos [Santley 1984] les otorgó un papel decisivo en el surgimiento de algunas “sociedades complejas” o de “estados primarios”. Y pese a su marcada repartición desigual a escala de macrorregión o a las dificultades técnicas que implican su extracción y/o transformación, su circulación constante proporcionaba unidad y estabilidad a las economías.
Además de los patrones de asentamiento, el crecimiento poblacional o la arquitectura, el incremento y variedad de materias primas y productos terminados que circularon a escalas interregionales son un indicador claro de los cambios ocurridos durante el Formativo en toda Mesoamérica. Según Schortman [1989] los bienes de prestigio servían como una especie de valores políticos intercambiables, en los que el poder estaba ligado con la habilidad de cada quien para adquirir y redistribuir estos objetos. Lo anterior me obligó a tomar en cuenta los nuevos modos de apropiación de recursos, así como las estrategias de intercambio que generó Teotihuacan. De las tres formas integradoras que menciona Karl Polanyi [1974], 1) reciprocidad, 2) redistribución y 3) intercambio de mercado, adopté la segunda porque confiere un rol importante en el desarrollo de la complejidad social a la centralización, enfatizando el control de la producción y reparto de bienes. Por otro lado, tuve que sopesar que para el desarrollo de las economías existen dos factores primordiales: primero, el papel del excedente productivo, que conduce al acaparamiento de productos y su almacenamiento por medio de instituciones centrales —las cuales posteriormente los redistribuirán de manera simétrica o asimétrica entre los integrantes de sus agrupaciones-. El segundo factor es la especialización desarrollada por un sector de la población no productor de bienes de subsistencia y que es sostenida gracias al excedente obtenido. Ambos factores reflejan el incremento de la estratificación social y el grado de complejidad económica y política [Manzanilla 1983].
Consideré como premisa que la mica se convirtió en un medio de originar el excedente; para notar la evolución de este proceso recurrí al ejemplo de un modelo teórico que Pires-Ferreira [1975] aplicó para minerales consumidos en Oaxaca, reparando en seis tipos de intercambio primitivo, entre estos: a) el intercambio de mercancías no utilitarias, sin trabajar, para ser transformadas por especialistas de medio tiempo y cuyo producto final era accesible a la mayor parte de los aldeanos; b) la transformación de materias primas “exóticas” en mercancías de prestigio para trocar, principalmente entre élites; c) intercambio de artículos destinados a ceremonias o rituales públicos, algunos de los cuales eran considerados propiedad de la comunidad. Si bien pudo ocurrir cualquiera de estos intercambios en una sociedad, la misma autora advierte que cada materia prima o mercancía circulaba en las redes comerciales por separado, por lo que su análisis e interpretación no deben ser mezcladas.
En el caso de la mica, al menos durante el Preclásico en Oaxaca (1600 a 500 a. C.) era accesible a la mayor parte de los aldeanos en sitios del tamaño de San José Mogote [Marcus et al. 2001: 119] o Fábrica San José [Drennan 1976]. Posteriormente, Monte Albán la incorpora como producto o bien de prestigio a su economía temprana (fase Monte Albán II). Del análisis de distribución espacial de unusual rocks and minerals19 que realizó Richard Blanton [1978: 77], la mica apareció en pocas de entre las mil terrazas registradas en el sitio, por lo que este autor concluyó que como material lapidario se consumió principalmente por una élite. No obstante, al revisar el contenido de los contextos que han sido calificados como propios de esta clase social, observé que es poca o nula la presencia de mica. En contraste, otros bienes importados —concha, jadeíta u obsidiana— sí eran profusamente incluidos en sus entierros o rituales, por lo que los zapotecos los valorarían de mayor prestigio. Así, la mica —un abundante recurso oaxaqueño— aparece con desconcertante escasez en el mismo tipo de contextos hasta ahora excavados en Monte Albán. Todo indicaría que el único gran depósito de mica semiprocesada en esta ciudad fue el descubierto por el PEMA en la Plataforma Norte [Winter 1998].
Nunca pasé por alto que existieron asentamientos contemporáneos en las demás regiones oaxaqueñas. En la Mixteca, varios centros más pequeños, como Huamelulpan [Winter et al. 1991] o La Coyotera, en la Cañada [Spencer 1982] también consumieron y trabajaron la mica. Sin embargo, debo subrayar el hecho de que sólo en Monte Albán, donde tuvo más probabilidad de fungir como centro coordinador y administrativo macrorregional, se resguardaron grandes placas durante el Clásico. Por otro lado, los patrones de consumo de mica entre las culturas prehispánicas de Oaxaca fueron tan poco significativos, que dichos datos me llevan a interpretar que la mica, abundante en los Valles Centrales, constituyó un tipo de mercancía valiosa para los zapotecos, en la medida que fuera exportable hacia regiones distantes, donde a sus propietarios o poseedores sí les confería un verdadero prestigio. Tal sería el caso de los teotihuacanos.
Para aportar solidez a la argumentación anterior, descubrí que en el llamado Barrio Oaxaqueño (Tlailotlacan), que se estableció en Teotihuacan, tampoco muestra una producción de artefactos de mica ni siquiera un usoconsumo significativo, como se hubiera esperado. De hecho, evalué que las tres piezas trabajadas que Spence [1992] encontró en las tumbas más importantes del barrio, distan mucho de presentar en su manufactura una calidad igual o superior a la de los artefactos desperdigados entre los cuadrantes centrales de la antigua ciudad de Teotihuacan. Lo único relevante es que los análisis de composición por Flourescencia de Rayos x demuestran que en sus elementos mayores las micas del Barrio Oaxaqueño son exactamente iguales a las de la Plataforma Norte de Monte Albán.
CONCLUSIONES
Si los “bienes de prestigio” constituyen una categoría materializada capaz de evidenciar la transformación que experimentaron las sociedades con una organización aldeana igualitaria hasta alcanzar un nivel de vida urbana estratificada, así como el surgimiento de la especialización en la producción de artesanías sofisticadas, será necesario seguir evaluando la relevancia social de materias primas antes ignoradas, como es el caso de la mica.
En este estudio quedó claro que fueron dos los escenarios principales donde este mineral circuló durante la época prehispánica: la región oaxaqueña —proveedora principal desde el Formativo— y Teotihuacan, en el Altiplano Central. Para entender holísticamente cómo funcionó, surgió y terminó la red por la que circuló este recurso, fue necesario salir de la ciudad en busca de referentes directos y la única manera de conseguirlos fue mediante la revisión de contextos de producción,20 distribución y usos, sin dejar de tomar en cuenta que cada sociedad tiene modos particulares de organización sociopolítica [Lorenzo 1995].
La mica sirvió como un material que marcó diferencia de estatus social y hasta cierto punto activó a gremios y/o agrupaciones que intervinieron en su extracción y consumo, ya que circuló por una extensa red de intercambio, impulsó parte del desarrollo de Teotihuacan como una sociedad productiva que logró un acopio impresionante de productos y recursos traídos desde los confines de Mesoamérica.21 También pienso que, al igual que varios materiales arqueológicos, la mica nos clarifica aspectos de la diferenciación social o de rango, situación política, social o hasta ideológica de un grupo.22 Y hasta su simple ausencia/presencia puede sugerir ordenamientos cronológicos. Después de haber notado parte del manejo de este recurso a través de largos periodos —desde el Preclásico en Oaxaca, hasta el colapso de Monte Albán y Teotihuacan como grandes centros urbanos del Clásico— creo pertinente proponer a la mica como un indicador arqueológico de tiempo que contribuirá a zanjar ciertas cuestiones o a incentivar nuevas líneas de investigación.
Asimismo, deseo enfatizar la importancia de seguir estudiando de forma interdisciplinaria cualquier aspecto social del pasado y por medio de materiales arqueológicos que no son tan comunes en las excavaciones, como la frágil mica. La producción de los medios para satisfacer las necesidades humanas no incluye solamente la alimentación, la vivienda o el vestido; hay requerimientos sociales donde también intervienen materias primas que no son indispensables para la sobrevivencia humana. Definitivamente, la mica fue más que un mineral exótico, pues cumplía con una función social dentro de la trama teotihuacana. Se requiere del análisis de las áreas de actividad sugeridas por asociación y recuperación de concentraciones de materiales contextualizados, para detectar las tareas desarrolladas en tales espacios, como la producción artesanal especializada, cuya caracterización todavía permanece ambigua en Teotihuacan.
Para los arqueólogos del siglo XXI es indiscutible el hecho de que para comprender la cultura del pasado, se deben estudiar las interacciones entre sitios en el ámbito interregional y superar las interpretaciones que insisten en los móviles de carácter mercantilista. La mica invita a aplicar un enfoque que busca explicar el esparcimiento de ideas y formas de organización complejas.