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Economía: teoría y práctica
versión On-line ISSN 2448-7481versión impresa ISSN 0188-3380
Econ: teor. práct no.38 México ene./jun. 2013
Armamentismo y sobreconsumo en el capitalismo contemporáneo. La economía política de la guerra*
Guillermo Torres Carral**
** Doctor en Ciencias Agrícolas. Profesor-investigador adscrito al Departamento de Sociología Rural de la Universidad Autónoma Chapingo. Correo electrónico: gatocarr@hotmail.com.
* Fecha de recepción: 15/11/2011.
Fecha de aprobación: 15/03/2013.
Resumen
En este texto se realiza una reflexión en torno a la relación de la guerra con la economía (de la que emerge la economía de guerra permanente) en el plano teórico, así como sus más graves consecuencias productivas, financieras y socioambientales desde el punto de vista de la economía política, para así poder comprender su vínculo con la expansión del consumo improductivo, que representa un factor fundamental en el funcionamiento del capitalismo contemporáneo y está detrás de la crisis sistémica actual. Ésta no podrá ser remontada simplemente con más gasto público dirigido al rescate de megaempresas y bancos (a costa del bienestar social), ya que su origen está en los desequilibrios entre los sectores básicos de la reproducción del capital global, los cuales tienen que ver con el consumismo y el armamentismo, que constituyen la clave del modelo de acumulación hegemónico.
Palabras clave: reproducción del capital social, crisis, sobreconsumo, armamentismo.
Clasificación JEL: E11, O1, O10, P48, Q5.
Abstract
This paper deals with the relationship between war and economy considering the negative effects of the latter and stressing their connections with overconsumption. Simultaneously it discusses the permanent war-economy from a theoretical perspective and its negative consequences at productive, financial, social and environmental levels, from the point of view of the political economy, with the goal of being able to understand their links to the expansion of consumption, which represents the key factor in contemporary capitalism and a main cause of the systemic crisis nowadays. This cannot be solved through merely financial rescues benefiting bigger enterprises and banks, because this crisis was originated by the present unbalance inside material and value exchanging between main productive sectors of capitalist economy; which finally is a result of military preparedness and overconsumption.
Keywords: reproduction of social capital, crisis, overconsumption, armaments.
JEL classification: E11, O1, O10, P48, Q5.
Introducción
1. Objetivo y metodología
El objetivo de este artículo es analizar las interrelaciones entre la economía y la guerra para destacar que ya no existen más las condiciones que hicieron posible la pretensión de que ésta era la solución a las crisis económicas y a los problemas del desarrollo económico y social, debido tanto a límites sociales como naturales. De este modo, la crisis actual y la erosión de las bases del crecimiento demuestran los efectos perversos que traen consigo la economía de guerra y el sobreconsumo que le es consustancial, en las nuevas condiciones del ciclo económico en el periodo post-Guerra Fría y en la era de la globalización rampante.
Así pues, se busca relacionar el papel del mayor consumo improductivo con el armamentismo, lo que aporta elementos fundamentales para entender la dinámica del capitalismo contemporáneo y sus impactos sociales y ambientales.
Finalmente, se discute cómo estos factores explican la interrelación del problema ambiental (y el cambio climático) con la crisis económica actual. Con todo ello se formula la pregunta inicial: ¿Es en la actualidad la economía de guerra y, en consecuencia, la guerra una palanca del crecimiento económico y del bienestar social? La metodología empleada consistió en destacar la importancia de la guerra en la actualidad para comprender cómo surge la economía de guerra y cuáles son sus implicaciones teórico-prácticas. Posteriormente se estudian los aportes de la economía política en este terreno y se explica la lógica de esta economía, así como las consecuencias negativas de esta forma de acumulación expresadas en la nueva crisis mundial.
La hipótesis general consiste en que la guerra, lejos de coadyuvar a la prosperidad y el bienestar social, acelera la destrucción de la civilización, y que el cambio tecnológico se finca en el armamentismo y en el sobreconsumo, frenando en cierta forma los movimientos sociales. En consecuencia, las relaciones sociales de producción no han frenado las fuerzas productivas, ahora destructivas.
2. La guerra en la economía
Los únicos engranajes que el economista pone en movimiento
son la avaricia y la guerra entre los avariciosos, la competencia.
Marx y Engels (1973, p. 63).
La guerra es inherente al desarrollo del capitalismo −así como un fenómeno decisivo en la transformación de la historia de la humanidad (Sun Tzu, 1990; Luxemburgo y Bujarin, 1975)−1 en sus distintas etapas: desde la acumulación originaria, pasando por la revolución industrial y el periodo imperialista, hasta ahora, en la era de la globalización, y sus interacciones son múltiples y variadas. En la actualidad, éstas se han reforzado bajo el apotegma de "la política como prolongación de la guerra", a diferencia de "la guerra como prolongación de la política" (Clausewitz, citado en Lenin, 1979), ya que se trata de una sociedad sustentada en aquélla.
Como punto de partida, puede afirmarse que las guerras permitieron sentar las bases para la construcción del capitalismo en todo el mundo, porque impulsaron la conformación del mercado mundial sometiendo a todos los pueblos al dictado del ciclo del capital industrial. Sin embargo, las guerras de civilización continúan hasta el presente (define Luxemburgo (1966): "acumulación primitiva permanente"), por lo que el armamentismo es fundamental para reproducir este modo de producción (o, mejor dicho, de destrucción).2
Entender lo anterior resulta fundamental cuando hoy en día las fuerzas productivas se han trastocado en fuerzas de la destrucción (Marx y Engels, 1972), a partir de su contradicción con las relaciones sociales de producción; si bien esta realidad exhibe las fronteras económicas (la tasa de ganancia) y socioculturales (individualismo, patriotismo) de la sociedad moderna, también posibilita la expansión de las relaciones basadas en el monopolio. Por ello, en estas circunstancias, es imprescindible alimentar la guerra y el armamentismo como motores del progreso capitalista, que asumen hoy en día la forma de la guerra contra el terrorismo y las drogas (delincuencia organizada) (Galindo, 2005), constituyendo un mecanismo de acumulación sin el cual el sistema económico y social no sería sostenible.
En retrospectiva, el ascenso del Estado absolutista (Anderson, 1984) fue el vehículo para consolidar la emergencia de un sistema económico que tiene por naturaleza la expansión de los mercados, así como la profundización de las relaciones sociales de producción a su interior mediante el cambio tecnológico (Lenin, 1972), lo que constituye el presupuesto fundamental de la economía mundial (Wallerstein, 1998; Dussel, 2000). Es por ello que el sistema colonial (y neocolonial) siempre requirió de una maquinaria bélica (y un sistema político correspondiente) fuerte para el sostenimiento del modo de producción que sustituyó al régimen feudal, el cual estaba fundado en lo local y sin haber conformado aún un ejército profesional.3 En cambio, el nuevo régimen se rige por la realidad del mercado mundial y su expresión en las ideologías de la globalidad (Brzezinsky, 1998). Lo anterior, desde luego, en conexión con el movimiento que resulta de la creación y reproducción a escala ampliada del capital, con base en la reinversión del valor excedente creado por los trabajadores y revertido sobre ellos.
I. De la guerra a la economía de guerra
En la era industrial, el liberalismo fue el vehículo que reforzó, pese a la eliminación formal de las colonias, la intervención extranjera (que pasó del aspecto militar a las inversiones directas e indirectas) en los países proclamados independientes, como un complemento de las guerras europeas y la pax británica (y desde luego, bajo la pax estadounidense).
Posteriormente a la Primera Guerra Mundial, emerge el poder de los mercados financieros mundiales, con la competencia entre la City de Londres y Wall Street en Nueva York. En este escenario, la alianza anglosajona, por una parte, y la derrota del experimento nacionalsocialista alemán, por la otra, posibilitaron que en esos años se sentaran las bases del poderío militar estadounidense y soviético, y así convertir a la economía en una de guerra permanente (Hitch y McKean, 1970; Melman, 1979, p. 145), en el factor que explica las tendencias en el largo plazo de la economía mundial, es decir, más allá de los ciclos económicos de corto plazo4 o de las experiencias localizadas nacionalmente. Lo anterior corrobora que las guerras delimitan los distintos periodos históricos (las dos guerras mundiales, la Guerra Fría, la guerra en Irak y Afganistán, etcétera).
Hoy en día, y bajo la supremacía militar de Estados Unidos en el mundo, la economía es más que dependiente de la guerra (y viceversa), especialmente después de la Guerra Fría, pero aún más luego del 11 de septiembre de 2001, que es cuando surge un nuevo militarismo,5 al tiempo que el declive de la economía estadounidense se presenta simultáneamente a un pretendido dominio militar del mundo6 y al control de los recursos naturales estratégicos (Klare, 2003, p. 42), principalmente petróleo y gas (Klare, 2007, pp. 48-49).
No obstante, la economía asociada a la guerra (que fue la causa de la caída de Roma) significó una pérdida que sólo el viejo, y ahora el nuevo, colonialismo pueden "compensar" a través del intercambio desigual (en sus variadas formas) y la transferencia de capitales de la periferia al centro (saqueo productivo, financiero y comercial, fincado en la exacción de sus recursos naturales). Esta práctica se renueva en el contexto de la era imperialista, que tiene en el militarismo un eje primordial de la acumulación de capital. Y se refuerza bajo el predominio estadounidense mundial.
Dentro de este entramado, el financiamiento de las guerras resulta ser sumamente oneroso por sus efectos ecológico-sociales, aunque es indispensable para suministrar el dinero que posibilite la expansión del militarismo como dirección del crecimiento económico y del cambio tecnológico: "United States colonial expansion, mixed with elements of corporate power, militarism and racism, has historically unfolded the veneer of enlighten rationality, with its ideals of social progress, modernity, democracy, and economic growth tied to advances in science and technology" (Boggs, 2004, p. 3).
Por lo tanto, las fuentes del financiamiento no podrían ser otras que el bolsillo del consumidor (especialmente el trabajador). De ahí el dilema: "fusiles o mantequilla"; si se producen más fusiles, se obtiene necesariamente menos mantequilla, y a la inversa. En consecuencia, la lógica del financiamiento supone crecientes desigualdades sociales y la presencia de fuertes desequilibrios estructurales.7
En la coyuntura actual resulta claro que el sostenimiento de la maquinaria bélica de Estados Unidos descansa en un sistema financiero global cuya eficacia disminuye a medida que crece principalmente la inestabilidad del dólar,8 mientras que, a la par, se expanden los bonos del Tesoro y los activos tóxicos (como son los fondos de cobertura y los derivados financieros, cuya burbuja estalló en la crisis de 2008, junto con el ramo inmobiliario).
En consecuencia, una de las poderosas causas de la crisis actual es el gasto militar, como señaló Stiglitz (citado por Brooks, 2011), quien calcula de
[...] manera conservadora un costo total entre tres y cinco billones de dólares, más otros seiscientos a novecientos mil millones más en costos de incapacidad y salud de tropas que regresan de esas guerras. Estos gastos, y la forma en que se financiaron, contribuyeron a la debilidad macroeconómica de EUA, lo que empeoró su déficit fiscal y la deuda nutriendo así la crisis económica actual en el país invasor. Indica que el gasto directo del gobierno en esas guerras llega, hasta la fecha, a casi dos billones, o 17 mil dólares por hogar estadounidense.
El problema, entonces, consiste en saber cómo afecta a la estructura de la sociedad capitalista contemporánea (la cultura y el bienestar social) la existencia de un sector armamentista cada vez más estratégico y oneroso (Perlo, 1957 y 1978) para la economía en su conjunto (principalmente de EU) e impactante en la red de relaciones productivas, comerciales y financieras que involucran a todas las ramas y sectores de la economía (además de las político-ideológicas). Y ello desde la perspectiva del desarrollo económico de las potencias militaristas9 y principalmente del imperio estadounidense (Negri y Hardt, 2000), el cual está íntimamente relacionado con la inversión extranjera directa e indirecta, la apertura comercial, un complejo sistema de financiamiento y la intervención militar a nivel planetario; y ahora también con las políticas de combate al cambio climático diseñadas a partir del Protocolo de Kioto en 1997 y la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático (ONU, 1998), reafirmadas en la Cumbre de Cancún de 2010, también conocida como COP 16 (16th Conference of the Parties), lo que revela que este problema planetario es un efecto del elevado consumo de energía y sus consecuencias entrópicas (Rifkin y Howard, 1996; Galindo, 2009). Puede agregarse que tanto el armamentismo como el sobreconsumo conducen a mayores problemas socioambientales.10
II. La economía política de la guerra
En este apartado se analiza la economía de guerra desde la economía política, reconociendo que el fortalecimiento del complejo tecnológico militar estadounidense (igual que el de otros países, como Rusia, China, Gran Bretaña y Francia) es producto del despliegue de la relación profunda entre la economía, el armamentismo y la guerra, y en consecuencia de la economía de guerra que funciona en una "era de paz" (Truman dixit).
De esta forma, el conflicto bélico constituye un factor fundamental en la transformación del mundo moderno, así como en la explicación de su decadencia. A la vez, sugiere una conexión cognitiva de enorme trascendencia para comprender sus peculiaridades traducidas en el proceso de globalización, entendido como una forma de dominio total del mundo.11 Entonces, es necesario saber que el capitalismo conforma una economía única, una economía-mundo (Wallerstein, 1998) que integra velozmente todos los rincones del planeta (Maestre, 1989), fincándose en una renovación ideológica del liberalismo, que, sin embargo, ahora más que nunca requiere de la intervención del Estado al servicio de las corporaciones (Klare, 2007, p. 42). En la práctica, esto se niega por el hecho de que, en esta economía, se requiere forzosamente de subsidios y créditos otorgados (principalmente) a las grandes corporaciones trasnacionales directa o indirectamente especializadas en el rubro militar, lo cual implica la anulación de la (libre) competencia y el fortalecimiento del monopolio absoluto en esta esfera (y otras, como en el caso de los transgénicos, los biocombustibles, las biomedicinas, etc.). Asimismo, supone el ejercicio de un mayor autoritarismo en el control de los pueblos, puesto que a mayor explotación y saqueo, se requiere de más control y vigilancia sobre la sociedad (Marx, 1985, vol. 7, pp. 774), tal y como ocurre en el totalitarismo (Friederich, 1964).
Así pues, las guerras han resultado ser un instrumento poderosísimo de globalización (económica y política)12 y de fomento a la acumulación de capital a partir de los avances de la ciencia y del cambio tecnológico (y a la vez un fermento global de repudio e indignación). Sin embargo, su impacto en la economía y la sociedad (Freud, citado por Marcuse, 1994) no es necesariamente positivo (Melman, 1977), contrariamente a la opinión del keynesianismo13 y contemplando a la sociedad capitalista en su conjunto.
Desde luego que para la empresa corporativa y sus asociadas la guerra representa un negocio fabuloso a nivel individual porque promueve la producción de artículos relacionados con ella. Empero, económica y socialmente hablando, no se puede decir lo mismo, por significar, de un lado, enormes y crecientes costos y, del otro, una tendencia a la ruptura de la sociedad moderna, no sólo porque degrada el nivel y, principalmente, la calidad de vida de la población mundial, sino porque agudiza la destrucción de los ecosistemas y es el principal factor de emisiones de gases de efecto invernadero (de los que EU provoca 25%). Aunque la guerra también beneficia a la población del país ganador y a sus sectores internos, eso resulta finalmente una ilusión, por ser un efecto pasajero y contraproducente, si se mira la economía en su conjunto y en sus variables fundamentales, como es la tasa de inversión.14 De ahí que en el momento actual no se haya podido revitalizar la economía estadounidense con las guerras contra Irak y Afganistán (y contra el mundo, en el contexto de los nexos entre armas, drogas y delincuencia), sino todo lo contrario (Galindo, 2005). Además, las ventajas económicas y políticas pudieron haberse obtenido de otra manera, pero los crecientes costos y riesgos,15 así como la conveniencia política en tiempos electorales, vuelven cada vez más actual la relación entre la guerra y la economía mundial como un todo, en particular en EU, lo que se puede apreciar en la crisis económica actual, frente a la cual China ha denunciado la irresponsabilidad estadounidense al "no vivir dentro de sus posibilidades".
III. El funcionamiento de la economía de guerra
Un elemento fundamental para realizar el análisis de la relación de la guerra con la economía es considerar los esquemas, desarrollados a partir de Quesnay, que se presentan mejorados como los esquemas de reproducción simple y ampliada de Marx (1971, t. II, pp. 350-456) y que junto con otros aportes (de Leontiev y los keynesianos) contribuyeron a la construcción de los sistemas de cuentas nacionales (Kowalik, 1979, p. 1059). Aunque es de señalar que "el multiplicador del gasto de cien unidades de armamento financiadas con cien unidades de impuestos puede ser mayor de la unidad si se sigue el moderno sistema de contabilidad nacional en vez del sistema de contabilidad que Marx usa" (Desai, 1977, p. 142).
Para dar cuenta de cómo interviene el sector militar en la reproducción económica anual de la sociedad, deben tomarse en cuenta las interacciones materiales y sociales entre los dos sectores de la economía16 en la generación del producto total y su valor, así como considerar que el sector II se subdivide a su vez en un subsector que produce artículos de lujo y en otro que produce medios de vida necesarios.
Como se señaló arriba, el sector militar ha sido analizado como parte del subsector de artículos de lujo (Kidron, 1971). Sin embargo, en sentido estricto, los armamentos no pueden contemplarse como parte de este subsector en tanto que no entran al proceso de reproducción del capital social. Así pues, no deben incluirse ni en el sector I ni en el II, ya que como medios de destrucción constituyen otra categoría especial del proceso de reproducción del capital, por lo que en realidad integran otro sector diferente a los anteriores (un tercero o III), al no ser medios de producción ni tampoco medios de consumo para la reproducción, sino medios para la destrucción, aunque el valor generado en este sector también se descompone, al igual que los anteriores, en capital constante, capital variable y plusvalía.
Este gasto armamentista17 representa un impulso desmedido a la acumulación de capital (Marx, 1976, p. 85). Sin embargo, dicha plusvalía se genera realmente deduciendo una parte de la generada en los sectores I y II y transfiriéndola al tercero; de esta forma surge la economía de guerra permanente (Boggs, 2004, p. 23; Melman, 1979, p. 5).
No obstante, es evidente que el incremento del armamentismo y su necesaria reproducción ampliada, que supone la reproducción ampliada de la guerra, requieren de un incremento desmedido de los artículos de lujo18 (ya que el capitalismo no se finca en la abstinencia sino en el derroche), todo lo cual se traduce en otra posibilidad de crisis, aunque ésta se sitúa al nivel de la reproducción simple (Marx, 1971, t. II). Esto significa que la causa de la crisis no está sólo en la sobreproducción del sector productor de medios de producción (menos en el subconsumo, puesto que éste es característico de todas las sociedades de clase, basadas en la pobreza de las masas).
Así entonces, la relación entre mayor consumo y armamentismo también tiene que ver con la desproporción entre el subsector de medios de vida y el de artículos de lujo, cuando éste rebasa a aquél: "Es un fenómeno completamente análogo a la realización de I (v + p) en II ©; con la diferencia de que en el segundo caso (II b) v sólo se realiza en una parte de (II a) p igual a él en cuanto al volumen de su valor" (Marx, 1971, t. II, p. 364).
Planteemos ahora dos hipótesis de trabajo para la mejor comprensión del asunto que aquí nos ocupa. En las dos, el ritmo de la acumulación lo marca un superávit del sector I y, paralelamente, un déficit del II (lo que no excluye el sobreconsumo),19 por lo que, en la reproducción ampliada, la ecuación de equilibrio intersectorial supone que el sector I reinvierte más en sí mismo que en los otros. La otra hipótesis, que explicaría el capitalismo actual, es que crezca más el sector III de la economía. Y esto es lo que verdaderamente ocurre, porque, para que éste pueda funcionar, requiere que de los dos primeros sectores le vendan más (y menos al interior de ellos). Esto implica que se destinen menos medios de producción y de consumo a realizarse en los dos sectores de la economía civil a cambio de armas.
Puede decirse que estamos inmersos en el caos de una reproducción ampliada negativa (Bujarin, 1974), la cual supone una deducción de riqueza material y social de los sectores productivos para su realización en el destructivo (Melman, 1977), y que igualmente genera su propio excedente en armamentos, de los cuales no emplea todos, ya que EU es el primer exportador de armas en el mundo).
Además, el núcleo del crecimiento del sector I proviene del III (mediante el acelerado cambio tecnológico),20 y como no todos los productos de este último se destinan a la guerra, muchos van entrando poco a poco hacia el primero (aunque sólo como artículos intermedios), principalmente, aunque también al sector II (videojuegos, juegos de guerra, defensa personal, sicarios, etcétera).
No obstante, si bien desde el punto de vista de la incorporación de la alta tecnología manda el sector militar, éste depende de los otros dos para garantizar su funcionamiento, por lo cual la verdadera acumulación siempre es la que ocurre como resultado del intercambio (y desequilibrio) entre los sectores I y II, pues el III es resultado de una deducción (en términos materiales y de valor) de los anteriores (Bujarin, 1974; Melman, 1979) por mucho que pudiese impactarlos positivamente.
Esta reproducción ampliada negativa,21 no es igual a crecimiento cero. Al contrario, genera y presupone un crecimiento sostenido, apoyándose en el consumismo y en las aventuras del capital especulativo a escala mundial, que son un acompañante de esta economía, así como del "capitalismo criminal" (Galindo, 2005).
Cuando se considera al artículo de guerra como un artículo más, sin parar en su especificidad y su respectivo ciclo de energía-materia, se le contempla sólo como una simple asignación monetaria (lo que es un renacimiento del nominalismo),22 despreciando el impacto que acarrea en el proceso de reproducción económica y ecológica. En ese caso, se minimizan los fundamentos bélicos de la crisis como núcleo de la comprensión del proceso de reproducción del capital social. Y es que los materiales empleados son destruidos permanentemente como valores de uso e, incluso, aunque no se consuma el armamento, su carácter destructivo radica en que no puede reponerse materialmente pero tampoco reproducirse en términos de valor.
IV. La reproducción ampliada del capitalismo contemporáneo: armamentismo y sobreconsumo
En el análisis económico (y político) del armamentismo,23 sobre todo a nivel teórico, es necesario tomar en cuenta los esquemas de reproducción del capital social de Marx (1971, t. II, p. 222) los cuales resultan ser sumamente útiles para realizar el objetivo de esta investigación desde una perspectiva crítica.
Igualmente, es necesario considerar a Rosa Luxemburgo, quien ejerció una crítica positiva a dichos esquemas y fue pionera en este tema (Tarbuck, 1975).
Dicha autora fue la primera en advertir un error24 que en realidad se debe a la borrosidad de la exposición del tomo II de El capital de Marx (1971), en los capítulos 20 y 21 principalmente, ya que ahí se concluyen situaciones contrarias a la realidad, como es la disminución del consumo de los capitalistas, paralelamente al avance del proceso de acumulación.
Pero, ¿se trata realmente de un error, de una contradicción o es ambas cosas?
Es de creer, más bien, esto último. Sin embargo, por encima de todo, constituye una dificultad real, es decir, que el error no es un tropiezo de Marx, sino una expresión del funcionamiento concreto del capitalismo; en consecuencia, las políticas que alientan el sobreconsumo son coherentes con ello y, por lo tanto, se nos ubica en una fase diferente de la economía capitalista.25
En su crítica, Luxemburgo (1966, p. 259) sostiene, de manera sucinta, que a medida que se renueva el proceso de reproducción de manera extendida, avanzando el cambio tecnológico (a través de cambios cualitativos en la composición orgánica del capital) y suponiendo una misma tasa de explotación (lo cual es un recurso del método), se reduce el consumo tanto en el sector I como en el II para posibilitar la acumulación, según los esquemas aludidos, llegándose al resultado de que se obtiene una subproducción de medios de producción y una sobreproducción de medios de vida. Hay que agregar que el mencionado error, si se analiza a fondo, en realidad indica que, como señala Marx (1971, t. II, pp. 435-465) en sus notas complementarias al capítulo 21 de El capital, constituye uno de los dos casos posibles analizados por él y que son inherentes al proceso de reproducción ampliada (que consideraba incluso mediante una tasa de acumulación constante).
Así entonces, en dichas notas se puntualiza que la reversión de la plusvalía a un mayor capital invertido sólo puede verificarse reduciendo tal magnitud de la plusvalía generada en ambos sectores, deduciéndola del consumo (si se consume menos, se invierte más). Pero en ellos, esta deducción supone, pari passu, una reducción relativa26 del consumo de los capitalistas del sector I, lo que es lógico bajo los supuestos establecidos, pero también del sector II, circunstancia que contradice la realidad, puesto que el capitalista es derrochador, no abstinente.
Esto se debe a que para poder acumular, el sector II requiere ir a la zaga del I, y su ampliación sólo puede darse a costa de su respectiva plusvalía y del rezago relativo del consumo improductivo.
Sin embargo, en los ejemplos de Marx (1971, t. II, p. 457), cuando continúa el proceso de cambio técnico, el sector II también crece, pero disminuyendo el consumo individual relativamente, e incluso ¡en términos absolutos!, para poder realizar de esta manera una mayor acumulación en dicho sector. De ahí, pues, que para mantener la ecuación de equilibrio sustentada en la circunstancia de que el sector I crezca más (a través del superávit) que el II (con déficit), tuviera Marx (1971, t. II, p. 461) que llegar a suponer que el consumo disminuye para lograr la inversión del capital (aunque se repone al final del año, ello supone condiciones de reproducción simple, no ampliada), al menos el de los capitalistas del sector II. Esto lo retoma con especial nitidez Bulgakov, al establecer que "el desarrollo de la producción aminora el consumo" (citado por Luxemburgo, 1966, p. 231).
De su lado, Keynes (1958) y Kalecki (1975) enfatizaron la variable del crecimiento del consumo. Y aunque en el principio del multiplicador keynesiano se toma en cuenta básicamente al sector I ("bienes de capital"), no hay que olvidar que su autor menciona que, para generar mayor impacto en el empleo e ingreso, es menester partir de la propensión marginal al consumo como un factor dado; y que siendo más alta ésta, mayor es el efecto multiplicador de la inversión,27 lo que provoca mayor empleo (e ingreso); es decir, no basta para el crecimiento económico sostener la tasa de inversión, sino que es necesario aumentar paulatinamente el consumo, ya que es un presupuesto del multiplicador. Sin embargo, Keynes (1958, p. 115) también establece la tendencia a la reducción relativa del consumo (y a la eficacia marginal del capital), y sin dejar de constatar su impacto positivo en el crecimiento económico, la entiende como una tendencia psicológica. Claro está que esta reducción se debe, más bien, al mayor dinamismo de la tasa de inversión.
Por su parte, Kalecki (1975) actualizó la idea de la reproducción en el contexto de la mitad del siglo XX, al demostrar que el capitalista no sólo gana al invertir, sino al gastar.28
Puede concluirse señalando que la contradicción presente en los esquemas de reproducción de Marx (1971, t. II p. 457) entre el crecimiento tecnológico y la reducción del consumo, demuestra que el incremento del consumo es una palanca de la acumulación de capital (aunque no en ese momento del siglo XIX). Sin embargo, el incremento del consumo de los capitalistas (y de las clases medias e, incluso, de la clase obrera)29 no puede ser ilimitado y ahí entra la consideración, otra vez, del consumismo30 como fenómeno que pone en riesgo la reproducción del capital social,31 siendo esto cierto tanto en la obra de Marx como en la de Keynes y Kalecki (Robinson, 1975). Esto es, el mayor consumo supondría a la larga una menor tasa de acumulación y una menor formación bruta del capital fijo, lo cual no es ilógico puesto que las tasas de inversión y de consumo constituyen los determinantes del ingreso en Keynes (1958). Pero la tasa más dinámica y estratégica es la de inversión, pues es la que determina directamente el efecto multiplicador (Keynes, 1958, p. 114), estando en los hechos estrechamente vinculada al cambio técnico, que también ocurre en la órbita del consumo.
Por lo tanto, si se mantiene el incremento de la relación capital-trabajo (según los neoclásicos) o de la composición orgánica del capital (según los marxistas), el crecimiento del consumo en la misma proporción atentaría contra una reproducción extendida mediante una crisis de proporcionalidad.32 Finalmente, la reducción del empleo de la fuerza de trabajo a consecuencia del cambio tecnológico no puede compensarse suficientemente con tasas de consumo mayores y de crecimiento económico menores, ya que la contradicción principal no es entre la producción y el menor consumo (ni a la inversa) sino entre la producción social y su apropiación privada:
En efecto: si explicamos las crisis por la imposibilidad de realizar los productos, por la contradicción entre producción y consumo, llegamos de ese modo a la negación de la realidad [...] Si derivamos la crisis de esta contradicción, tenemos que pensar que, cuanto más se desarrolle, tanto más difícil encontrarle salida [...] Por el contrario si explicamos las crisis por la contradicción entre el carácter social de la producción y el carácter individual de la apropiación, reconocemos con ello la realidad. Con eso, reconocemos que cuanto más se desarrolla esta contradicción más fácil es encontrarle salida (Lenin, 1970, p. 56).
Esto es más cierto si se incorpora al análisis el sector armamentista, que es en donde más se desarrolla la revolución tecnológica y el que arrastra consigo a los otros dos sectores, aunque lentamente, para no acelerar la caída de la tasa de ganancia (Desai, 1977).
El resultado de lo anterior es que cuando la tasa de consumo crece paralelamente a la tasa de inversión en capital fijo, pero en una mayor proporción que ésta, se alcanza un crecimiento elevado; empero, a la larga, el sobreconsumo se vuelve insostenible e insustentable (e incompatible) frenando el proceso de reproducción y la tasa de acumulación (y aumentando la tasa de explotación, aun con menores tasas de ganancia), ya que ahonda los desequilibrios en el proceso de reproducción.
De cualquier modo, con tasas mayores o incluso menores de consumo improductivo de los capitalistas, el resultado es que el crecimiento sostenido choca con cualquier posibilidad real de alcanzar un desarrollo sustentable, dado que en los dos casos mencionados se escenifican dos tipos de crisis. Esto es, suponiendo que el sector II tenga un déficit o bien un superávit de valor intercambiado (que es igual en el caso de la reproducción simple) con el sector I, a partir de la ecuación de equilibrio de intercambio intersectorial (V + P) I = (C ) II.33 Así, la crisis en sus extremos, se genera por una sobreacumulación y subconsumo (como fue el modelo soviético) o por una sobreacumulación e hiperconsumo (modelo estadounidense), dependiendo de que la primera parte de la ecuación [ (V + P ) I ], que representa el consumo improductivo del sector I sea menor (primer caso) o mayor (segundo caso) que la reposición y acumulación de medios de producción [ (C ) II ] en el sector II, el cual necesita reponer éstos comprándoselos al sector I y vendiéndole medios de consumo, que en el caso actual rebasan en términos de valor los medios de producción intercambiados con el sector I.
V. Consumismo y armamentismo en la fase actual del capitalismo
La experiencia de fines del siglo XX hasta la fecha muestra que la propensión al mayor consumo es inherente al capitalismo contemporáneo (Keynes, 1958), lo cual está de acuerdo con el principio keynesiano del multiplicador de inversión, y acompañó a las elevadas tasas de empleo e ingreso como parte de un crecimiento sostenido después de la Segunda Guerra Mundial,34 así como con el posterior auge del sector privado (y la desregulación) que promueve el llamado neoliberalismo, especialmente con William Clinton en los noventa (y que fue la causa de la debacle que se vivió a partir de George Bush en la siguiente década).
Empero, para sustentar dicho incremento en el consumo, el proceso de reproducción limita la inversión de capital productivo en los dos sectores básicos de la economía, a fin de que esta última no rebase a aquél.
Todo lo anterior se ha sustentado en el crédito y mas aún a raíz de la manipulación de la tasa de interés (planteada como solución a la crisis de 2007) hacia abajo para estimular de esa manera la economía, correspondiendo a la idea del fin del capital improductivo, según Keynes (1958), pero generando burbujas financieras y sin evitar la insolvencia (ni la bancarrota). Esto es lo que de hecho realiza la Fed (Federal Reserve System) estadounidense (Woodward, 2001) para salvar al capitalismo.
Como se argumentó antes, las elevadas tasas de consumo no podrían existir si el cambio técnico creciera en la misma proporción (ya que debe crecer menos, finalmente) que ellas. De lo contrario aparece la crisis en razón de una desproporcionalidad que es propia de un proceso de producción anárquico, aun en el marco de la planeación estratégica corporativa y el surgimiento de un Estado global,35 y que en parte es compensada aunque nunca totalmente por las prácticas del crédito al consumo (el empleo de la tarjeta de crédito al consumo es uno de los principales negocios de la banca en México y Latinoamérica, ahora en graves dificultades por la morosidad en los pagos).
¿Pero que ocurre cuando el progreso tecnológico está relativamente aislado en el sector militar limitando su conexión con los sectores civiles, para romper de esa manera la dificultad derivada del comportamiento asimétrico de la tasa de inversión en relación al consumo?36
En ese caso, el crecimiento tecnológico relativamente reducido, así como la menor obsolescencia del capital fijo en los sectores civiles, en relación con lo que sucede en el sector militar, y debido a una dosificación y gradualidad del cambio tecnológico (Boggs, 2004, p. 3), permiten disminuir relativamente las presiones del consumo con el fin de mantener la marcha hegemónica del sector I sobre el II (y luego del III sobre los dos primeros); por lo tanto, se posibilitará que las tasas de consumo crezcan sin sacrificar la acumulación y por cierto periodo determinado, en aras de garantizar el crecimiento económico. En la reproducción en la misma escala (reproducción simple) esta restricción no existe, pues se mantiene el crecimiento del consumo en la misma o mayor razón, siempre y cuando aumente proporcionalmente el producto total. Además, hay que tener en cuenta que la diferencia entre la reproducción simple y ampliada es cualitativa más que cuantitativa (Marx, 1971, t. II, p. 450). Es decir, un mayor consumo no representa de por sí reproducción ampliada, lo cual sólo ocurre cuando se da en el contexto del equilibrio estructural entre los dos sectores de la economía, que supone, a la vez, un desequilibrio expresado en un superávit de medios de producción y un déficit de medios de consumo, que es un caso de la acumulación, pero no el único.
Recapitulando: es verdad que el sector militar limita al sector productivo, pero en cambio permite que la reproducción se desenvuelva con mayores tasas de consumo, que es lo que efectivamente ocurre en las economías avanzadas, no sólo porque no aumenta la composición orgánica del capital en ambos sectores en la misma proporción (pues crece más el consumo), sino por la existencia del aislamiento proteccionista del sector militar que, en términos prácticos, significa su fortalecimiento como un sector aparte, pero que garantiza su sostenibilidad en el tiempo, aunque no la de la economía en su conjunto, mediante un mayor gasto militar paralelo al mayor consumo y a la mayor contribución fiscal, además del endeudamiento público que ahora alcanza una magnitud de 100% del PIB de EU. Así, entonces, el consumismo es indispensable para la acumulación del sector militar y la misma economía de guerra.37
A ello hay que agregar el consumo de los obreros y capitalistas (V + P) del sector III, el cual es subsidiado y respaldado por la demanda de medios de destrucción de los capitalistas, que incrementan gradualmente y a saltos su consumo, lo que significa que cuando se habla de sobreconsumo se están añadiendo a la "canasta básica" de los capitalistas y obreros armas para sobrevivir en la civilización.
La reproducción ampliada negativa sigue siendo concomitante al modelo consumista, aun bajo un esquema de crecimiento sostenido como el que se persigue en la economía de Estados Unidos (y se exporta como ideología al planeta entero), así como el modelo monetarista que busca reducir la presión del consumo mediante el ahorro forzoso, lo que se traduce en México en el incremento de los "cortos" monetarios que diariamente retiran de la circulación crecientes cantidades de dinero, a fin de financiar los gastos gubernamentales. Por esta razón, se imponen a la población los llamados equilibrios macroeconómicos que sacrifican el crecimiento al control de la inflación, transfieren masivamente recursos de la sociedad a los megaempresarios (inequidad fiscal) y destruyen el mercado interno a fin de consolidar la subordinación a la globalización neoliberal, lo que incluye la sobrevaluación de la moneda mexicana respecto al dólar como incentivo a las importaciones. Asimismo, se acelera la devastación planetaria, mediante las guerras, industria militar, desechos radiactivos, etcétera.
Sólo así, la economía de guerra hace posible que el break through tecnológico y energético sea compatible con un mayor consumo (privado o gubernamental).38 Aunque en esto el límite está dado por el crecimiento sostenido, pues el incremento del consumo impacta finalmente a los obreros al afectar la relación capital-trabajo, obstaculizando la acumulación de capital. Es entonces un arma de doble filo.
A ello hay que agregar que el consumismo va de la mano con un mayor control de la población, y una creciente mediación del Estado, como sucedió en los años del fascismo alemán, que se intensifica ahora a través de la publicidad y el control mediático de la población. Ello le facilita la tarea a la guerra como fenómeno total. Así, ya no se necesita tanto de la propaganda militar; basta informarnos en detalle del consumo para realizar y vivir una vida más "cómoda" o, como se dice, mas "civilizada".
VI. La nueva crisis mundial
Los cimientos de la nueva crisis mundial se hallan establecidos por los mecanismos que explican el funcionamiento del capitalismo actual. Dentro de este panorama, resulta imprescindible aumentar el consumo privado y público para estimular la economía, lo cual se desenvuelve mediante un sistema de crédito fácil al consumo (vivienda, automóviles, etc.), que de igual manera condujo a la insolvencia de pagos. Sin embargo, debe decirse que mientras en el pasado el consumo cercenaba la acumulación, en el presente, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, constituye un factor que la impulsa, aunque con sus evidentes límites.
El neoliberalismo incluye, entonces, este fundamento desde Malthus (1973) (declaradamente proteccionista), hasta el keynesianismo (ambos subconsumistas), los que plantearon el problema desde la demanda efectiva y no desde el punto de vista del proceso de reproducción. Y no es que no tuvieran razón práctica; la dificultad estriba en que lo explicaron como una disociación entre la oferta y la demanda globales o, como ahora, por las llamadas fallas de mercado (Stiglitz, 2002). Aunque, desde luego, una característica del capitalismo contemporáneo es la superación del subconsumo, en tanto constituye éste un cuello de botella del crecimiento económico; ahora el sobreconsumo es un factor nada despreciable para caracterizar la crisis.
Esto último, por supuesto, ocurre al margen de un mayor o menor intervencionismo estatal, que se destacó como respuesta a la crisis del 2008, a partir de la cual se erogaron cantidades astronómicas de dólares para rescatar y beneficiar a las empresas y bancos que habían tenido pérdidas inconmensurables (tanto en EU como en la Unión Europea); es de notar que, en este caso, incluso los keynesianos son neoliberales.
Como se ha destacado antes, no se alcanza a ver la existencia de la crisis más que como una falla del mercado, resultado de desequilibrios financieros (o desajustes entre la oferta y demanda globales), mas no como un producto de sus complejos problemas de producción, distribución, circulación y consumo, así como en relación con una determinada apropiación de los recursos naturales, y que representa el desenlace de una era de prosperidad que choca con el interés del capital (en lo que destacan España e Italia),39 además de que se elude reconocer la función no reproductiva de los gastos militares.
Hay que considerar que al no producirse una recuperación económica que se refleje consistentemente en mayores empleos y bienestar social,40 la gente en EU se pregunta para qué se fue a la guerra contra Irak y Afganistán. En realidad, lo que ocurrió sólo puede captarse en el desenlace de la crisis financiera del 2008, prolongada en 2011, y sus consecuencias en la reestructuración del capital industrial y financiero en el mundo. Las causas de esta crisis mundial no pueden entenderse sin considerar el papel corrosivo que desempeñan las guerras en el plano económico-financiero, y desde luego ambiental, debido al endeudamiento del gobierno de Estados Unidos y la expansión del crédito barato que, como se observó recientemente, resultó sumamente riesgosa. Ello expresa la supeditación de Barack Obama y sus asesores a la idea de que el consumo es la clave de la solución a la crisis, lo que es erróneo, puesto que esta crisis no es la clásica de sobreproducción, ya que incluso después de aplicarse las políticas fincadas en la expansión de la demanda o en el "ofertismo" (Reagan), se expresa hoy más que nunca la anarquía de los mercados (alentada por la desregulación comercial y financiera, y el proteccionismo político-militar), con la particularidad de constituir una realidad económica en la que el sobreconsumo agrava la sobreproducción de capital.
Esto significa que si el bienestar colectivo fuese algo dado, la mayoría de la población hubiese apoyado a los republicanos y Obama nunca hubiese ganado. De esta forma, una vez más se pone en discusión la relación entre crecimiento económico y resultados electorales. Sin embargo, el problema de fondo no es el crecimiento esperado, sino más bien los efectos en el largo plazo de esta economía de guerra, que han provocado en gran medida no sólo la crisis económica mundial sino el colapso social. Por último, no hay olvidar que el factor que decidió el fin de la Guerra Fría no fue la competencia en un escenario bélico sino más bien la insostenibilidad de una economía de guerra como la soviética (Strauss, 1979), debido a la cada vez mayor desproporción entre los gastos de guerra y su débil respaldo productivo y financiero. Esto significó el triunfo del keynesianismo improductivo sustentado en EU por las empresas privadas sobre el stalinismo productivista, que en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas lo sostuvo la burocracia estatal; todo ello reflejado en el desequilibrio general del mercado. Y los impactos negativos en la población no se dejaron esperar.
Además, no debe ignorarse la debilidad sistémica del dólar, que radica en su falta de respaldo productivo y en su sobrevaluación debida a una presunta confianza generada por la misma política basada en el Consenso de Washington (y en la corrupción), lo que ha permitido el flujo del crédito sin fin para realizar sus aventuras belicosas. No hay que olvidar tampoco que ya hay otras monedas (el euro, el reimbi y la rupia) que han cobrado creciente importancia frente a la hegemonía del dólar (Jalife, 2008) y que en productividad EU estaba siendo superado por la Unión Europea antes de la crisis mundial, como antes por Japón y luego China, y otros países asiáticos en distintos campos. Por ello, ya no puede sostenerse el patrón dólar y la moneda estadounidense como la reserva dineraria mundial por excelencia, aunque se seguirá manteniendo debido tanto a un interés económico estratégico de EU a costa de los países sometidos a su control militar y sociopolítico, como por la dependencia mundial de la globalización americana, lo que permite seguir emitiendo papel-dólar sin estar respaldado por la riqueza de ese país, además de la red trasnacional de intereses asociados que posibilitan que EU sea el primero en captación de inversión extranjera directa.
Hay que agregar que en esta economía está presente la paradoja que implica reducir la riqueza potencial aumentando en el corto plazo las ganancias. Esto lo entendieron destacadamente Luxemburgo (1966) y Bujarin (1974), pese a sus diferencias, como anteriormente Engels y Marx, entre muchos otros.
VII. Contradicciones en la reproducción ampliada del capitalismo contemporáneo
No defiendo los fondos de cobertura dijo Greenspan,
pero muchas de las cosas que realizan para obtener beneficios son
actividades más bien de tipo arbitral, es decir, comprar en un mercado para
vender en otro, que tienden a refinar el sistema de fijación de precios en
Estados Unidos y en todas partes; y este sistema de precios realmente excepcional
y cada vez más sofisticado es una de las razones por las cuales el uso del capital en
este país es tan eficiente. Por eso la productividad que tenemos es la más elevada
del mundo. Y nuestro nivel de vida, incuestionablemente, el más alto.
Bob Woodward (2001, p. 309).
El modelo armamentista, improductivo y parasitario, prevaleciente en la globalización negativa (Bauman, 2008; Lipovetsky, 2001), se caracteriza por los siguientes aspectos:
1. El consumo privado (sin subestimar el gubernamental) se constituye como una palanca primordial del comportamiento del capitalismo después de la Segunda Guerra Mundial. Asimismo, es la base que ha permitido una demanda de medios de pago en permanente expansión, que a través del sistema de crédito e impuestos al consumo ha suministrado el flujo de dinero para la presencia y expansión de la economía bélica. Por ello, ambos factores (armamentismo y sobre consumo), además de la especulación financiera, se retroalimentan y han contribuido enormemente a generar la crisis de 2007-2011, en gran medida caracterizada por la subproducción de medios de producción (energía, materias primas, tecnología apropiada) y alimentos, así como sobreproducción de medios de consumo.
2. Las crisis cíclicas, así como la general,41 adquieren un nuevo carácter bajo las condiciones del cambio climático y la destrucción de los recursos naturales a escala planetaria. Por ello, la presente se trata de una crisis multidimensional y de civilización, sobre todo por la conexión entre la actual crisis económica con la de energía (Stern, 2007), la medioambiental y la alimentaria.
3. El sostenimiento de las tasas de consumo, mediante el crédito barato, principalmente inmobiliario, en todos los sectores de la población condujo a una situación más allá de las posibilidades de pago, por lo que el colapso de los mercados tiene como antecedente y destino este consumismo, que finalmente ha llevado a frenar la tasa de acumulación, especialmente por la imbricaciones con el sobreendeudamiento y su asociación con los activos financieros tóxicos, así como por las crisis fiscal.
4. Lo anterior se ha visto acompañado de un crecimiento mayúsculo del subsector que produce artículos de lujo,42 lo cual está vinculado a las nuevas tecnologías y su masificación, así como al agravamiento de la pobreza asociada al hiperconsumismo, más allá del crecimiento de la producción de medios de vida necesarios, especialmente de alimentos. De ahí que la subproducción acompañe a este proceso. Ello no obsta para entender que la causa de la crisis actual esté finalmente en la desvalorización del capital (que regula el curso de la producción y el ciclo del capital-dinero, tanto como del capital ficticio).
5. La producción armamentista rebasó cualquier pronóstico a favor de la acumulación de capital (Georgescu-Roegen, 1975). Genera por todos lados impactos negativos que se acumulan en contra de la sostenibilidad del capitalismo y de la población.
6. Las actividades improductivas y parasitarias son las causas más importantes que precipitaron la crisis mundial, ya que si bien aumentó el consumo privado (y la falta de liquidez bancaria), éste incidió menos en la reproducción social y más en la producción de armas.
7. El colapso del crecimiento sostenido se refleja en el hecho de que a mayor PIB, resultan mayores contradicciones, desequilibrios y distorsiones (como crecientes pobreza y degradación ambiental).
8. En cierta forma, esta crisis mundial representa el final del keynesianismo y del monetarismo a la vez (independientemente de lo que tienen en común como ideologías del gran capital); así, la crisis no se cura con las recetas estatistas, aunque tampoco, desde luego, con la privatización tout court.
9. El consumo como un fin en sí mismo, independientemente de la satisfacción de las necesidades sociales, conduce a un proceso irresponsable y esclavizador en aras del crecimiento económico, así como al colapso ambiental (derivado de un alto impacto ecológico y una profunda huella de carbono). Además, el mayor consumo propicia la crisis de desproporcionalidad tanto como la ambiental en la forma de crisis de energía, por lo cual la espiral descendente continuará hasta que se practique un consumo responsable y sustentable (desmaterialización del consumo), sin desmedro de un desarrollo económico y mediante la reversión de la economía bélica. Entonces, el sobreconsumo está estrechamente vinculado a los procesos de sobreproducción del capital, que puede darse con déficit o con superávit del sector II, históricamente hablando.43 Así pues, el mayor consumo improductivo, paralelo a la expansión del armamentismo, aporta elementos fundamentales para entender la dinámica del capitalismo contemporáneo. Y si bien entre ambos no habría más que relaciones de coincidencia, sin embargo, sus nexos van mucho más allá y son esenciales para comprender la lógica del núcleo vital de la economía mundial.
10. Aunque a primera vista, a mayor gasto de guerra, mayor bienestar y desarrollo generados, lo que ocurre realmente es lo opuesto. Por ello, la guerra y la economía de guerra han sido soluciones pasajeras que a la larga erosionan la economía y, en la fase de la crisis climática, son el principal factor del efecto invernadero.
Conclusiones
El modelo de acumulación en funciones, que tiene su eje en el incremento del consumo improductivo como condición de la economía de guerra (y que no se limita a las empresas que producen armamentos), puede resumirse en las siguientes conclusiones: 44
1) La condición indispensable es que la capitalización de la plusvalía del sector I se destine relativamente más al consumo improductivo de los capitalistas que a la acumulación de capital constante y variable en dicho sector. Ello se expresa en la ampliación del capital constante del sector II, y su concomitante incremento del capital variable, independientemente del aumento del salario real, que es uno de los supuestos a considerar, además de constituir un hecho histórico constatable después de la Segunda Guerra Mundial). Se trata del caso en el que II© es mayor que (V + P) I (aunque se requiere de ajustes para lograrse el intercambio intersectorial). Empero, el sector II acumula en función del sector I.
2) Para la sostenibilidad del sector III, productor de medios de destrucción, se requiere descontar un porcentaje de la producción de los otros dos sectores (medios de producción y de consumo), para de esta manera producir y realizar el producto de dicho sector. Ello se logra vendiendo menos medios de producción y de consumo al interior de los sectores I y II y entre ellos. Estos gastos militares son aplicados ex ante, por lo que dependen de razones políticas y de estrategias de seguridad nacional, no del mercado.
3) El aumento del consumo de los capitalistas de los sectores I y II (e incluso del III) es indispensable para disponer de los recursos materiales y de valor para incrementar la producción de medios de destrucción (comprando más medios de destrucción, y vendiéndose menos medios de producción y consumo al interior del sector I y II, respectivamente).
4) El incremento de la plusvalía de ambos sectores destinada al consumo debe ser mayor que el capital constante y variable invertido en el sector III (que supone el incremento del consumo de los capitalistas, aun sin armamentos). El resultado es que se intercambian más armas por medios de producción y de vida, como lógica de la reproducción ampliada de esta economía.
5) De cualquier forma, se presenta una plusvalía sin realizar en el sector III; su realización sólo puede darse mediante la guerra real o imaginaria y simbólica (consumismo).
6) El cambio tecnológico coadyuva a que el capital supere transitoriamente sus dificultades mediante una mayor productividad del trabajo.
7) Esta última se logra a costa de una reducción de la productividad natural de los ecosistemas.
8) El hiperconsumo y el armamentismo se alimentan mutuamente y ambos constituyen un papel fundamental de la crisis económica en EU y en el mundo, que es de sobreproducción y de sobreconsumo simultáneamente.
9) La cultura de la guerra (Boggs, 2004, p. 125), constituye la base del consumismo (made in USA).
10) La crisis múltiple no puede entenderse sin el cambio climático y la disputa por los recursos (Klare, 2003), es decir, sin la guerra contra la naturaleza (Torres, 2006).
El resultado es que: a) Si bien el hiperconsumo y el cambio tecnológico han sido una solución frente a los movimientos sociales, la guerra los atiza (aunque tiene su base social precisamente en el consumismo). Por ello, tales tendencias sólo son convergentes hasta un punto, más allá del cual, y cada una por su lado, representan explicaciones fundamentales para comprender la crisis económica mundial actual. b) El excedente45 que se invierte en la industria militar se traduce, a su vez, en un excedente en la producción de armas. 3) El avance militar impulsa la economía mediante progresos científicos y tecnológicos y una mayor demanda de medios de producción y de vida. d) Lo anterior no obsta para continuar con la transferencia de riqueza del sector civil al militar.
Por todo lo anterior, la guerra sólo podrá ser remontada como fenómeno total si se acuerda mundialmente la moratoria a la depredación, pero se requiere de un cambio cultural y de dirección política. Finalmente, armas y consumismo son factores fundamentales de la crisis de civilización y la transición energética es insuficiente sin los requeridos cambios civilizatorios en dichos aspectos.
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1 "La guerra se desarrolla antes que la paz" (Marx, 1974, p. 269).
2 "Cuanto más violentamente lleve a cabo el militarismo, tanto en el exterior como en el interior, el exterminio de capas no capitalistas, y cuanto más empeoren las condiciones de las capas trabajadoras, la historia diaria de la acumulación de capital en el escenario del mundo se irá transformando más y más en una cadena continuada de catástrofes y convulsiones políticas y sociales que, junto con las catástrofes económicas periódicas en forma de crisis, harán necesaria la rebelión de la clase obrera internacional contra la dominación capitalista, aun antes de que haya tropezado económicamente con la barrera natural que se ha puesto ella misma" (Luxemburgo, 1966, p. 363).
3 "El revolucionario sistema representado por el pueblo entero en armas quedó pronto limitado a un reclutamiento obligatorio (y después de la guerra franco-prusiana) [...] el ejército se ha convertido en finalidad principal del Estado, ha llegado a ser un fin en sí mismo" (Engels, 1974, pp. 162-163).
4 A ello hay que agregar los ciclos Kondratiev, que tienen un fundamento tecnológico.
5 "Today the ethos of militarism -of conquest, domination and violence- permeates the American economy, political institutions, culture and of course foreign policy" (Boggs, 2004, pp. 3-4).
6 "The United States has become the domain of a virulent militarism in defense of an expanding empire, the dynamic agency of a system of economic, political and military domination without parallel in the human history" (Boggs, 2004, p. 1)
7 "While the Pentagon system functions as a stimulus of economic growth, such growth has been increasingly detrimental to the social infrastructure" (Boggs, 2004, p. 32).
8 "La crisis del capitalismo financiero mundial como parte del centro del poder político global, en el fondo refleja la necesidad de reformular un nuevo orden económico mundial ante las dificultades del dólar y el fracaso de la 'autorregulación de los mercados' " (Barrios, 2012, p. 1).
9 "Ninguna de las grandes potencias mundiales es capaz de igualar a EU a la hora de desplegar su capacidad militar en la lucha por la protección de las materias primas de vital importancia" (Klare, 2008, p. 45).
10 Que consisten en la sobreexplotación de recursos, el agotamiento de las materias primas y la generación de residuos no degradables, así como la emisión de gases de efecto invernadero (Tobón, 2007).
11 "Los Estados Unidos están luchando por extender su dominio sobre la suma total de las cosas, por hacerse dueños íntegros y absolutos de la naturaleza, en todos sus aspectos [...] Ocupar el asiento de Dios, repetir sus hazañas, recrear y organizar un cosmos hecho por el hombre según las leyes humanas de los racional, lo eficiente y lo predecible; éste es el objetivo último de Estados Unidos [...] destruir todo lo primitivo, todo cuanto nace en desordenada profusión, o evoluciona a través de pacientes mutaciones" (Junk, 1997, p. 182).
12 "References to such terms as 'globalization', war, terrorism, and world domination make sense only in the context of the massive resources, technology and armed might of the American superpower" (Boggs, 2004, p. 1).
13 "La construcción de pirámides, los terremotos y hasta las guerras pueden servir para aumentar la riqueza, si la educación de nuestros estadistas en los principios de la economía clásica impide que se haga algo mejor [...] Si la Tesorería se pusiera a llenar botellas viejas con billetes de banco, los enterrara a profundidad conveniente en minas de carbón abandonadas, que luego cubrieran con escombros de la ciudad, y dejara a la iniciativa privada, de conformidad con los bien experimentados principios del laissez faire, el cuidado de desenterrar nuevamente los billetes (naturalmente obteniendo el derecho de hacerlo por medio de concesiones sobre el suelo donde se encuentran) no se necesitaría que hubiera más desocupación y, con ayuda de las repercusiones, el ingreso real de la comunidad y también su riqueza de capital probablemente rebasarían en buena medida su nivel actual. Claro está que sería más sensato construir casas o algo semejante; pero si existen dificultades políticas y prácticas para realizarlo, el procedimiento anterior sería mejor que no hacer nada" (Keynes, 1958, p. 129).
14 La crisis actual es de desinversión productiva.
15 "La más grave agresión contra el medio ambiente proviene de una sola agencia: las fuerzas armadas de Estados Unidos. El aparato militar de EU es el principal generador de CO2" (Suárez, 2012).
16 Desde la perspectiva de Marx, y como conceptos fundamentales de la reproducción del capital total de la sociedad, se distingue el sector I, aquel que produce medios de producción, del sector II, que produce medios de consumo. No tienen nada que ver con la clasificación en sector primario (minero y agropecuario), secundario (industrial) y terciario (servicios), que se refiere a las funciones físicas: obtención de la materia prima, su transformación y su consumo.
17 En EU alcanza alrededor de 4.7 % del PIB de 2007-2011(SIPRI, 2011).
18 "Los productos de 'lujo' que no se emplean ni como instrumentos de producción, ni como artículos de subsistencia, en la producción de otro, no son parte determinante del sistema" (Sraffa, 1966, p. 81).
19 "En términos absolutos crece el consumo de los obreros y de los capitalistas" (Tarbuck, 1975, p. 20).
20 "En la mayoría de los productos bélicos, el Estado como principal comprador, toma la iniciativa principal y las especificaciones corresponden al empleo que se desea hacer del producto, y el volumen de producción, los métodos y todo lo demás son consecuencias del mismo. En realidad es más adecuado concebir al sector de la industria bélica como logística económica que en función de la producción para el mercado [...] La innovación es importante. Pero apenas se puede afirmar que sea autónoma" (Kidron, 1971, pp. 42 y 68).
21 "No se trata aquí de reproducción ampliada, ni siquiera de reproducción simple; tenemos una subproducción creciente. Tal proceso se puede designar como reproducción negativa ampliada. Además, la reproducción negativa ampliada avanza paralelamente a la acumulación de valores-papel" (Bujarin, 1974, p. 27). Igualmente: "Gran parte del producto anual que se consume como rédito y ya no ingresa al proceso productivo en calidad de medios de producción está compuesto por los productos más nefastos, que satisfacen las pasiones, caprichos, etc., más deplorables. Este punto es de todo punto indiferente para la determinación del capital productivo, aunque naturalmente, al desarrollo de la riqueza se le aplicaría un freno si una parte desproporcionada se reprodujera de esta suerte, en lugar de convertirse nuevamente en medios de producción y de subsistencia que vuelven a entrar en la reproducción ora de mercancías ora de la capacidad laboral misma, en pocas palabras, en vez de consumirse productivamente" (Marx, 1976, p. 85).
22 El nominalismo es una corriente filosófica que sustituye las cosas por su nombre (Gambra, 1973).
23 "El militarismo es también, en lo puramente económico, para el capital, un medio de primer orden para la realización de la plusvalía, esto es, un campo de acumulación" (Luxemburgo, 1966, p. 352). "Fue Rosa Luxemburgo quien primero vio la posibilidad de la producción bélica para la realización de la plusvalía y la absorción del capital excedente" (Tarbuck, 1975, p. 235).
24 Es decir una contradictio in adjecto (que a mayor acumulación menor consumo, el cual se deduce para aumentar el fondo de acumulación). La crítica de Luxemburgo a Marx se resume así: "Si se completa así el esquema, resultará que, incluso con este método de acumulación, habrá de surgir, cada año, un déficit creciente de medios de producción y un sobrante creciente de medios de consumo" (Luxemburgo, 1966, p. 257).
25 "En la base existe un exceso inmanente (y permanente) del valor producido sobre el poder de compra creado por la misma producción" (Emmanuel, 1978, p. 99).
26 "El supuesto: la relativa limitación progresiva de los capitalistas del sector I, debiera complementarse con otro supuesto: relativo aumento productivo del sector privado de los capitalistas del sector II" (Luxemburgo, 1966, p. 259). Sin embargo, Luxemburgo (1966, p. 355) creía finalmente en el subconsumo: "el desplazamiento de una parte del poder de compra de la clase obrera al Estado, significa que la participación de la clase obrera en el consumo de las subsistencias ha decrecido en la misma proporción".
27 "Hemos visto que cuanto mayor sea la propensión marginal a consumir, mayor será el multiplicador" (Keynes, 1958, p. 125).
28 "Los trabajadores gastan lo que reciben y los capitalistas reciben lo que gastan." (Robinson, 1975, p. 134).
29 Sobre la "aristocracia obrera", véase los textos de Lenin sobre el imperialismo. Asimismo, a Amin, Palloix, Emmanuel y Bettelheim (1971).
30 El consumo visto como una pulsión del animal humano que conduce a la quiebra de las personas y del sistema económico y fomenta la guerra de todos contra todos.
31 Aparte de su impacto en la generación de gases de efecto invernadero y en el calentamiento global.
32 Véase la crítica a Tugan-Baranowski (Luxemburgo, 1966; Sweezy, 1972, p. 191). "La contradicción interna trata de compensarse por expansión del campo externo de la producción. Pero cuanto más se desarrolla la fuerza productiva, tanto más entra en conflicto con la estrecha base en la cual se fundan las relaciones de consumo. Sobre esta base plena de contradicciones no es en modo alguno una contradicción el que el exceso de capital esté ligado a un creciente exceso de población; pues aunque combinando ambos aumentaría el volumen del plusvalor producido, también aumentaría con ello la contradicción entre las condiciones en las cuales se produce ese plusvalor, y las condiciones en las cuales se lo realiza" (Marx, 1985, vol. 5, p. 314).
33 Donde V = capital variable; P = plusvalía y C = capital constante. Esta fórmula expresa las proporciones de intercambio de medios de producción por medios de consumo y a la inversa, después de haberse realizado al interior de cada sector la respectiva parte producida, esto es, C en el sector I y V y P en el sector II.
34 "Resulta evidente que la prolongada prosperidad de EU se ha visto favorecida hasta ahora [...] por la transferencia de fondos y por el persistente incremento neto del crédito al consumo [...] En otras palabras, cuanto más gasta el Estado su dinero en objetos inútiles, en sentido de que no contribuyen al proceso de reproducción, tanto mejor se encuentra la economía capitalista que sufre las dolorosas consecuencias de falta de 'contrapesos al ahorro' [...] Sin embargo, el consumo personal bajó del 75% al 65 % de 1937-1939 a 1954-1956" (Tsuru, 1970, pp. 30 y 38-39).
35 Para algunos, más bien se trata de un conjunto de estados continentales (Barrios, 2012).
36 Señala Mattick (1976) que aunque Keynes y Kalecki subrayan (el primero) el ingreso y el empleo, y (el segundo) las ganancias, Marx y Keynes coinciden al destacar la preponderancia de la inversión sobre el consumo.
37 De ahí que sea necesario distinguir las industrias militares de toda una economía de guerra que tiene un impulso interno (las ligas con industrias no directamente militares y que abastecen de materias primas, maquinaria y equipo, así como la difusión de la tecnología desde el sector militar) y uno externo, mediante las guerras.
38 El consumo obrero puede aumentar, pero siempre bajo la lógica de financiar la acumulación bélica con el capital variable de los dos sectores.
39 La austeridad completa el cuadro de saqueo al pueblo como solución a la crisis actual.
40 " [...] the war economy, as part of its very logic, reproduces material decay, inequality and social disruption at the very moment it helps sustain a technologically advanced industrial order" (Boggs, 2004, p. 32).
41 "La crisis de dinero, como una fase especial de toda crisis general de producción y de comercio, no debe confundirse, indudablemente, con esa modalidad especial de crisis a que se da también el nombre de crisis de dinero, pero que puede producirse también de un modo independiente, influyendo luego de rechazo sobre la industria y el comercio. Son estas crisis que tienen como centro de gravedad el capital-dinero y que, por tanto, se mueven directamente dentro de la órbita de los bancos, de la bolsa y de la finanza" (Marx, 1971, t. I, p. 95).
42 El sobreconsumo se fundamenta tanto en el desequilibrio entre los dos subsectores del sector II, como en el existente entre el I y el II; en este último caso implica un cierto beneficio para la clase obrera y en el primero, al principio, sólo mayor consumo de los capitalistas, ya que no hay que olvidar que el consumo desmedido de medios de vida necesarios expresados en el salario es producto de una realidad multideterminada, y verificada a través de la costumbre. Pero éstas se adaptan al ciclo; por lo tanto, la prosperidad relativa de los trabajadores es la causa de toda crisis sistémica. Cuando se reduce su explicación a la sobreproducción, se olvida que ésta es consecuencia de la sobreacumulación (que puede manifestarse como sobreconsumo o como sobreproducción de capital), lo que incluye desde luego la subproducción en el sector I. Además, la sobreproducción es ahora una consecuencia de la naturaleza de la nueva crisis que se caracteriza porque el déficit del sector II en relación al I se ha trasformado en superávit, lo que es compatible con más gastos militares.
43 Este es el error de Rosa Luxemburgo y Lenin. La primera, por sobrevalorar la realización de la plusvalía, y el segundo, por subestimarla.
44 Los supuestos son: a) las mercancías se venden tendencialmente por su valor (a excepción del sector militar que vende siempre a precios de monopolio); b) el dinero en circulación es suficiente (incluyendo subsidios); c) el desgaste es igual a la reposición del capital fijo; d) tasa de plusvalía del ciento por ciento; e) composición orgánica del capital constante; f) tasa de acumulación ligeramente a favor del consumo improductivo; g) el Estado interviene a favor de la guerra mediante empréstitos y contratos con el sector privado; h) se cuenta con apoyo de la población y una cultura ad hoc.
45 El problema de la realización de la plusvalía se ahonda, problema que es inmanente en el capitalismo: "El plustrabajo no se realiza totalmente, aunque más no sea porque con el constante cambio de magnitud del trabajo socialmente necesario para la producción de una mercancía dada, que se origina con el constante cambio de la fuerza productiva del trabajo, una parte de las mercancías ha de ser producida siempre en condiciones anormales, y vendida por debajo de su precio individual" (Marx, 1985, vol. 8, p. 1060).
Información sobre el autor
Guillermo Torres Carral. Doctor en Ciencias Agrícolas por la Universidad Agrícola de Varsovia y licenciado en Economía por la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México. Es profesor-investigador en el Departamento de Sociología Rural de la Universidad Autónoma Chapingo. Autor de 20 libros, y coautor de 25, y de diversos artículos en revistas especializadas. Sus más recientes publicaciones son: El desarrollo sustentable en México (2009) y Desarrollo compatible: nueva ruralidad y nueva urbanidad (2012), además del artículo "Territorialidad y sustentabilidad urbana en la Zona Metropolitana del Valle de México" (2011), en la revista Economía, Sociedad y Territorio. Es miembro nivel II del Sistema Nacional de Investigadores.